El verano pasado, en una tarde de esas en las que no pasa nada, me puse cerca de una hora a ver vídeos en youtube de canciones de Taylor Swift, para saber cómo sonaba la cantante que, ya entonces, se había convertido en la más importante del mundo. Me quedé un poco como quien ve un río pasar y no se moja, agradable, pero nada más. Es un pop de estilo comercial, blanco, cuyas letras en inglés no entiendo, y que suena bien, pero al menos a mi no me dejó huella. No había melodías que fuesen muy pegadizas y, la verdad, si no la conociera de nada, la hubiera puesto entre otras muchas sin nada destacable. No tengo ojo para la industria musical.
Hoy es el primer concierto de los dos que la artista tiene programados en Madrid, en un Bernabeu que va a llenar consecutivamente en una muestra de poderío, una más a lo largo de su gira, cuyas dimensiones se escapan, sea cual sea la variable que se utilice para medirlo. Los aledaños del estadio, y mucho más, están llenos de material del equipo de montaje de escenarios y similares, con puestos de marketing que llegan hasta la zona donde está la oficina en la que trabajo, donde ya hay seguidores de la cantante que deben estar desde hace muchas horas. Los dos próximos días y noches van a ser muy calurosos en Madrid, lo que facilita este tipo de acampadas de fanáticos, sea de lo que sea. Me interesa Taylor Swift no por su música, que es preferible a toda esa ola reguetonera que nos asfixia, sino por lo que supone como evento social, económico, comercial, industrial…. Ahora mismo es la organizadora del mayor espectáculo del mundo, por el que se paga más para acudir, por el que millones de personas se mueven a lo largo del planeta para conseguir entradas a sus conciertos, a unos precios estratosféricos. El efecto de la visita de Swift a una ciudad se mide en decenas de millones de euros, en un arrastre de demanda asombroso y en todo un chute económico para distintos sectores equivalente a que el gran premio global de la lotería les escoja como agraciados. Hoteles, vuelos, restaurantes, bares, locales de ocio de todo tipo, apartamentos turísticos, medios de transporte, tiendas de ropa… lo que sea, se ve ocupado por miles y miles de propios y visitantes que acuden con un presupuesto de gasto desorbitado y se dejan allí donde han conseguido acceder al concierto cifras que equivalen a varias nóminas acumuladas. La industria Swift factura miles de millones de euros y genera efectos macroeconómicos que la FED norteamericana ha llegado a cuantificar en lo que supone de aportación al crecimiento del PIB de aquel país, y quizás más de una décima de sus registros provenga de la movilización de los fans de la cantante. Embarcada ahora en su gira europea, más o menos se puede decir lo mismo en las urbes donde ha acudido, y París, Londres, Lisboa, Madrid y otras son testigos de un fenómeno que, ahora mismo, no tiene parangón. Nadie es capaz de movilizar semejantes masas de acólitos y de dinero, ni siquiera esos que pegan patadas al balón y que, antaño, eran los que utilizaban en exclusiva el recinto en el que hoy Swift conquistará a su público. La capacidad de influencia de la cantante en el mundo es enorme, pero en EEUU aún va más allá y es una de las personas más poderosas del país, capaz de alterar la rutina del mismo con sus gestos, decisiones y opiniones. De cara a las elecciones de noviembre, hay enormes presiones por parte de ambos partidos para que Swift movilice a los votantes y les diga a quién escoger. Hace algunos años ya manifestó su preferencia por los demócratas, y no es descartable que, sin mucho bombo, esta vez haga lo mismo a medida que se acerque la fecha de los comicios. Su poder es enorme.
Habrá que esperar al final de la gira, pero esta, que se llama el Eras Tour, puede que alcance los registros económicos más altos jamás conseguidos por una banda o cantante en la historia. Hay que remontarse a las gira de Michael Jackson o Madonna en sus tiempos para ver algo así. NI U2 ni los Rolling o Sprengsteen se han acercado a las dimensiones de lo que Swift está logrando movilizar, en masas y en dinero. Es todo un fenómeno digno de estudio que merece ser analizado, desde la parte comercial, empresarial y psicológica. Algunos dicen incluso que sus letras son muy buenas y merecedoras de premio. A saber. En todo caso, disfruten del espectáculo los que a él acudan. Será un evento memorable.
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