viernes, mayo 17, 2024

Guerra de clarisas

Con la creación de la figura literaria del esperpento, Valle Inclán daba forma de relato a acontecimientos que se escapaban de lo normal, empezando por su propia vida y actos, llenos de sorpresa, irracionalidad y, también, carcajada. Lo esperpéntico se ha convertido en una denominación de origen, y la actualidad española siempre ha estado bastante dispuesta a ofrecer historias con las que llenar ese tipo de crónicas. Si no fuera por su importancia y gravedad, casi todo lo que pasa en nuestra política entra de lleno en esa categoría, donde el ridículo que provocan los personajes y las tramas que crean sólo inducen a pensar en un teatro irracional.

Lo de las clarisas de Belorado, Burgos, entra de lleno en la definición, y hasta el mismo Valle Inclán hubiera disfrutado de lo lindo con el tema. Unas monjas de clausura que, en un momento dado, se dicen poseídas por la verdad religiosa y abjuran del catolicismo del último medio siglo, o un poco más, en busca de pureza espiritual que no encuentran. Un convento en la localidad vizcaína de Derio, que las clarisas burgalesas pretenden vender para, con ese dinero, hacerse con otra propiedad monástica en Orduña, Vizacaya, en el linde con Burgos, y formar allí su comunidad de religión verdadera. Una operación inmobiliaria de compra venta en la que hay bastante dinero en juego, al que se suma el que las monjas obtienen por los dulces que fabrican, que les ha llevado a ser famosas en medio mundo y a aparecer en congresos tipo Madrid Fusión junto a restauradores de varias estrellas Michelín. Una madre superiora que actúa como tal, gestionando las redes sociales del convento (lo de clausura con Instagram debe ser como una de esas recetas modernas con maridaje de los cocineros estrellados) y se erige en portavoz de todas ellas. Y, desde luego, la presencia de un personaje estrafalario, un sujeto que se hace pasar por Obispo, un tal Pablo de Rojas, alguien que ni es cura ni obispo ni nada, que reside en un pisazo de la Gran Vía de Bilbao decorado con el mal gusto típico de Donald Trump, que se dice preconciliar, admirador de Franco, encarnado de las virtudes teologales y mundanas, con un señor adjunto que actúa de portavoz que va de serio pero no puede ser más ridículo, y que se convierte en el faro de pureza teológica al que las clarisas, que reniegan del pecado en el que han vivido tantos años, se ofrecen como servidoras. El Pablo ese las acoge en su seno, a ellas y a todas las propiedades materiales e inmobiliarias de las que sean titulares, y les ofrece crear una iglesia cierta, donde refulja la luz de Cristo y el pecado de los impíos se consuma en zarzas siempre ardientes, siempre bajo la protección del invicto caudillo. Uno junta todos estos elementos, sin copas de alcohol de por medio, y obtiene una ensalada mental de alta graduación capaz de volver lisérgico a cualquiera. Los medios de comunicación, en este caso tan asombrados como el resto del mundo por una historia sin pies ni cabeza, han intentado hablar con las monjas, con el renacido Papa bilbaíno y con las autoridades de la iglesia católica, que por ahora no salen tampoco de su asombro y ven como su institución es objeto de cierta mofa ante el desarrollo de un guion más loco que cualquier comedia imaginada. Las similitudes de lo que se puede estar cociendo aquí son altas con la historia del Palmar de Troya, de aquella secta que organizó el autodenominado Papa Clemente en las marismas de Doñana, y que era una de las historias más cachondas que se podían leer en sus tiempos, con toda la parafernalia del mundo al servicio de una estafa organizada, que lograba generar ingresos más que sustanciales para mantener una basílica, empleados y demás. En sus tiempos hubo bastante turisteo por los alrededores de aquel tinglado, hoy casi olvidado.

¿Es esto un cisma? Más bien me parece una mezcla de chaladura y estafa a partes iguales. Creo que el Pablo ese ha visto que las clarisas tienen bastante más dinero que él y ha decidido hacerles una OPA de absorción, sin descartar que haya convencido por su parte a la madre superiora de una u otra manera. Los familiares de las monjas de clausura están preocupados por las decisiones que se puedan tomar por parte de esta banda sobre sus allegadas, pero lo cierto es que, por ahora, domina el cachondeo absoluto en un serial del que aún quedan por escribir varios capítulos, sin guion alguno. ¿Cuánto tardará alguna de esas ávidas plataformas en hacer la serie? El tal Pablo de Rojas da para mucho pero, eso sí, con el compromiso de que los beneficios los done a los pobres y necesitados, sin que un solo euro llegue a sus bolsillos.

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