Ayer fue un día de vergüenza en España, un día que pasará la historia, que será olvidado por muchos pero que marcará a la democracia de nuestro país por ser traicionada por sí misma, con el beneplácito de no pocos. Ayer los malos, los sediciosos, los golpistas, ganaron, no como en la transición, donde perdieron. Por eso lo que sucedió hace tantos años tiene el valor moral que reluce a lo largo del tiempo, y lo aprobado ayer será una mancha absoluta para los que lo han organizado por un crudo tacticismo de poder. Los que ayer votaron sí traicionaron su mandato electoral, su promesa a los electores. Y a muchos de ellos, conscientes, nada les importa.
Ayer, también, un jurado en Nueva York consideró, de manera unánime, culpable a Donald Trump de los delitos de los que estaba acusado. El juicio analizaba no la relación sexual de Trump con Stormy Daniel, la tormentosa actriz porno, sino el desvío de fondos electorales para ser usados como soborno para comprar su dinero, es decir, cuestiones de falsedad documental y desvíos de dinero. El veredicto es claro y la condena del juez será segura, por lo que a Trump ya se le puede calificar de delincuente sin el presunto delante. Sus abogados han dicho que no van a tardar ni un solo segundo en presentar apelaciones y tratar de dilatar la firmeza de la sentencia, pero ayer fue la primera derrota judicial del magnate ante un tribunal que le puede complicar mucho la existencia. Curiosamente, se convierta en firme o no, esta sentencia no le inhabilita como candidato a las elecciones de noviembre, por lo que puede seguir en la carrera electoral, y está por ver hasta qué punto será afectado por el veredicto. A lo largo del juicio, convertido en todo un espectáculo mediático, la táctica de Trump ha sido la de siempre, recurrir al falso victimismo, a la conspiración, a la acusación injusta y a que todo es fruto de bulos contra su persona. No se si a ustedes esto les suena de algo, muy muy cercano. Y en las semanas de show alrededor de sus comparecencias y de las del resto de testigos ante el tribunal las encuestas no han reflejado, ni mucho menos, una pérdida de popularidad entre sus votantes. Es más, se ha consolidado una cierta ventaja entre su candidatura y la de Biden, y en los estados bisagra, los que realmente van a decidir la elección en noviembre, las posiciones siguen siendo ajustadas, pero por ahora Trump parte con ventaja suficiente en varios de ellos como para considerar que su reelección es lo más probable. A partir de hoy, con una condena expresa, la campaña demócrata lo tiene fácil para acusar a Trump de lo que es, y él irá a por todas en su estrategia de victimización y de ser el que lucha contra los poderes ocultos que tratan de hundirlo. Ya se ha agarrado al inevitable ardid de calificarse como preso político, esa expresión basura en el contexto de las democracias, en la que sólo la combinación inversa, político preso, tiene sentido. Sus partidarios acérrimos se sentirán aún más iracundos frente al sistema que ha condenado a su líder, y es probable que eleven los decibelios de sus protestas, pero lo interesante será ver si la sentencia provoca movimiento de voto entre los tibios, aquellos que votan a Trump sin gran convencimiento, sin la fe de sus acólitos. Los que consideran que un condenado es indigno de representar un cargo público, de esos que parecen no abundar mucho en España, deben decidir allí si es correcto votar no a un presunto, sino a un ya condenado. Y si el porcentaje de los que mueven su voto por esta sentencia es suficiente el margen de Trump en los sitios disputados puede revertirse y costarle la elección. Esa es la esperanza de los demócratas para retener la Casa Blanca, y también la de los que, como yo, consideramos que Trump es un candidato basura, un populista destructor de consensos, un vulgar agitador carente de idea alguna, dado que su ego ha usurpado toda su mente. Trump es lo peor que le ha pasado a la política americana en mucho tiempo. Su derrota en noviembre sería una gran noticia.
Al menos me queda el consuelo de que, si pierde, nadie le va a amnistiar, ninguno de los demócratas venderá su orgullo por el favor de un sujeto como Trump, y menos al ridículo precio al que los socialistas se han humillado aquí ante los sediciosos y sus jaurías. Sólo, si Trump gana, existe la posibilidad de que se autoamnistíe, lo que sería tan horrendo como lo que vivimos aquí ayer. Derrotas de los que cumplen la ley a manos de los que la violan impunemente, ese parece ser el destino de no pocas de nuestras naciones. No cuenten conmigo para esa indignidad, sólo la repulsión de ver como esos sujetos manchan con sus manos la ley con la que nos regimos es lo que me llega y llena. Día obsceno el de ayer aquí, algo esperanzado en EEUU.
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