Ayer Zelensky presentó ante la Rada, el parlamento nacional ucraniano, lo que ha denominado el plan de la victoria, una serie de puntos que ha ido presentando al gobierno de EEUU y a la secretaría general de la OTAN con el objetivo de que el año que viene sea el último de la guerra. No es exactamente un plan, sino una serie de puntos no muy claros que se basan en la no cesión de terrenos, la entrada del país en la Alianza Atlántico y el incremento de la cooperación militar mutua entre los aliados occidentales y Kiev, con el objetivo de que esa nación sea el bastión militar del este que impida el avance futuro de tropas rusas en ese flanco europeo.
De hecho, quizás lo más llamativo de la propuesta es que Kiev se compromete a que, a cambio de que occidente suministre material y tecnología, sean sus hombres los que formen las unidades de defensas europeas, y que suplan a las tropas norteamericanas que se encuentran desplazadas en las bases del viejo continente, especialmente las situadas en el centro y este. Soldados ucranianos a cambio de soldados americanos, con material de estos últimos, de tal manera que los riesgos para los ciudadanos de EEUU se reduzcan a casi nada y la necesidad de enviarlos a unas posiciones que se han vuelto belicosas disminuya notablemente. EEUU se ahorra botas sobre el terreno y mantiene la inversión en tecnología y armamento. No suena mal a medio y largo plazo, pero para que algo así se pueda llegar a dar existe un necesario paso previo, y es que, en efecto, la guerra se acabe y las tropas ucranianas dejen de ser necesarias en su frente, no tengan que estar acantonadas allí y, sobre todo, no mueran o resulten heridas. Y me da que para que eso suceda aún queda un tiempo, y una perspectiva que es algo más sombría de lo que pintas las declaraciones de Zelensky. En efecto, sobre el terreno, de una manera rastrera y lenta, las tropas rusas avanzan, y los frentes ucranianos no son capaces de mantener sus líneas. Con unos suministros de armamento por parte de occidente que se mantienen, pero no con la frescura de antaño, y una soldadesca con baja moral, las bajas en el campo de batalla, numerosas, son más costosas para Kiev que para Moscú. En Ucrania la vida de los suyos es importante, no son tantos y cada vez es más difícil cubrir los reemplazos necesarios para sostener el esfuerzo bélico. En Rusia la vida de los que están combatiendo en suelo ucraniano les importa a sus familiares, pero al gobierno de Putin se la trae al fresco, le da igual. Si mueren decenas cada día sobre aquel terreno son repuestos con nueva carne conseguida con mordidas económicas o, simplemente, reclutada a golpe de amenazas. Las últimas noticias indican que se han visto los primeros soldados norcoreanos en el frente, lo que supondría que Pyongyang no sólo está suministrando cohetería y munición a Moscú, sino también tropas, lo que sería un hecho más que relevante. El país más paria y oscurantista de la tierra está implicado, de verdad, en una guerra abierta en suelo extranjero, lo que resulta alarmante, dado el errático comportamiento de su líder y los cada vez más agresivos mensajes dirigidos hacia su vecino del sur. En todo caso, Rusia está logrando avanzar, y la porción de terreno del Donbas que se mantiene en manos de Kiev no hace sino reducirse. La infraestructura energética de Ucrania ha quedado muy dañada tras los ataques aéreos rusos del verano y, con la llegada del nuevo invierno, los padecimientos de la población en todo el país van a ser muy elevados. La situación económica de la nación es desoladora, y la ilusión que produjo el arriesgado movimiento que permitió a Kiev lograr conquistar terreno en Rusia, en la provincia de Kursk, ha derivado en un nuevo frente estancado en el que los pocos movimientos que se dan son de regresión ucraniana. Ese movimiento, en su día visto como audaz y sorprendente, lo era, no parecer haberse convertido en baza alguna de cara a una negociación.
En las próximas semanas, lo más determinante para el curso de la guerra no se va a producir sobre el terreno europeo, sino en EEUU, en su recuento electoral. Si gana Trump, cuyas posibilidades de victoria están creciendo estos días, la perspectiva para Kiev será sombría, y Putin tendrá un gran as en la manga de cara a forzar a ucrania a una negociación en la que todo lo que exija tenga visos de ser conseguido. La UE no es capaz de sostener el apoyo militar a Kiev sin EEUU, simplemente por incapacidad de producción, y con Trump es muy probable que la guerra no durase demasiado, saldándose con una clara derrota de Ucrania. Ojalá no sea así.
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