miércoles, octubre 23, 2024

Un héroe en ADIF

A medida que se conocen más detalles sobre lo que pasó el sábado en el túnel de alta velocidad que conecta Chamartín y Atocha crece la sensación de que, por los pelos, hemos evitado una enorme tragedia. La mala fortuna, la impericia, los errores, la incompetencia, a saber cuáles han sido las causas y en qué proporción, que han generado una situación absurda y de altísimo riesgo, que pudo poner en peligro la vida de cientos de personas que viajaban en otro tren que estaba entrando en ese mismo túnel en sentido inverso. Ha sido, por lo que parece, la decisión valiente y de un empleado de ADIF que, en segundos, tuvo que escoger entre lo malo y lo peor, y actuar.

Como mínimo hay dos enormes fallos que exigen una profunda explicación. El primero es cómo, en el camino al segundo intento de subida de la rampa del túnel en su parte final, se suelta de la cabecera que lo arrastraba el tren que estaba averiado. Los enganches ferroviarios son algo más que un celo y una cuerda atada, son un sistema mecánico sencillo pero muy eficiente, que se puede lograr por impacto de un convoy contra otro, pero que en la práctica requiere una decisión e intervención para revertir, para desacoplar. Que dos unidades enganchadas se suelten es algo rarísimo. El segundo problemón es la total ausencia de un sistema de frenado en el tren remolcado que, una vez suelto, no hace otra cosa que empezar a bajar por la pendiente del túnel, sostenida un 2% - 3% a lo largo de sus siete kilómetros, salvando la cota de más de cien metros de altura que separa Chamartín de Atocha. En caída libre, y con el peso que tiene un tren y su ínfimo rozamiento, la velocidad que se puede alcanzar es enorme, y es casi seguro que los cien kilómetros por hora se cogieron sin gran dificultad. A bordo de la unidad remolcada iban dos mecánicos, cuyo testimonio será decisivo, y que van a poder contarlo porque han sobrevivido a la que puede que haya sido la experiencia más peligrosa de sus vidas. Al parecer la unidad remolcada estaba averiada, no se sabe qué tipo de avería, y el remolque buscaba trasladarla a las cocheras de Fuencarral para repararla. Es normal que, teniendo una avería, no arrancase y que, por ello, tuviera que recurrir a un tractor para avanzar, pero se me antoja asombroso que no tuviese ningún sistema de frenado de emergencia, nada que los mecánicos pudieran accionar en el vehículo cuando se ven desacoplados y que impidiese su loca carrera de descenso. Al menos, ya les digo, hay que explicar estos dos factores, y muy bien. Lo cierto es que, tras el fallo múltiple, la unidad suelta cae por la pendiente y acelera. En la parte final del tramo visto desde Chamartín, el acceso a Atocha, la vía se convierte en única y lleva hasta algo más allá de la playa de salida de la alta velocidad convencional, uniéndose al ramal principal. Antes de eso hay un cambiador de agujas bajo el jardín botánico, que permite que los convoyes puedan usar las dos vías que tiene el túnel una vez superado el cuello de botella del paso de Atocha. El tren alocado corre sin control por el túnel acercándose a todos esos puntos y hay un convoy de Iryo, uno de los operadores, que ha salido de Alicante y ha dejado Atocha con destino Chamartín. En no muchos segundos es casi seguro que el que está fuera de control acceda a la zona de vía única y pueda impactar con el tren que lleva pasajeros. La situación es crítica. En el centro de mando de ADIF cunde el pánico ante lo que parece un accidente casi seguro, y entonces un operario lleva a cabo, de manera remota, el cambio de agujas para que el tren sin control pase de la vía por la que va a la otra. A esa velocidad el cambio de vía es imposible (siempre es una operación que fuerza a los ejes y a la estructura del tren) y la unidad descarrila, se sale de la vía y se estrella contra el lateral del túnel, quedando ladeada y bloqueando por completo una de las dos vías. Los dos mecánicos que van en el interior sufren el impacto pero salen ilesos. Se ordena al Iryo, y a todas las composiciones que están en las proximidades del túnel que se detengan, y lo más grave se ha evitado. El miedo debe seguir vivo en todos los que han vivido ese momento durante horas y horas.

La decisión de ejecutar el cambio de vía era, visto lo visto, la única posible para evitar la colisión entre las dos unidades. Se decidió en segundos en una situación real de máxima tensión y de riesgos enormes para la seguridad de la infraestructura y vida de los pasajeros del tren que iba en sentido contrario. El operario que la ejecutó, decidió o lo que fuera, es un héroe. Su acción ha permitido que estemos tratando este incidente como la concatenación de una serie de fallos chapuceros y no como la enorme catástrofe que podría haber sido. No se quien será la persona que accionó esa orden de cambio de vías, pero ha salvado muchas muchas vidas. Se merece homenajes sentidos y la admiración de todos.

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