El ataque iraní a Israel abre muchas dudas y, potencialmente, escenarios muy peligrosos, pero en lo real nos ha dejado una montaña de información sobre las capacidades de ataque del agresor y las defensivas del agredido, y ambas naciones, y sus aliados, están tomando nota de ello. De una manera muy resumida, cierta a corto plazo, pero puede que con un error de fondo, la conclusión fundamental es que Irán carece de capacidad militar para ser un rival para Israel, y que el escudo defensivo hebreo es capaz de proteger a la nación y hacerla invulnerable a un intento de agresión militar persa. Israel ha ganado por KO este asalto.
Vamos con los matices y las dudas. Viendo el balance de proyectiles disparados e interceptados la discusión es poca, el Iron Dome israelí, junto con la aportación de cazas de EEUU y Reino Unido, y la colaboración de otros países como Jordania, Arabia Saudí y probablemente Francia, se ha mostrado como invulnerable, como la joya de la tecnología que es, ofreciendo un rendimiento propio del guion de una teleserie futurista. Aproximadamente trescientos fueron los elementos utilizados por Irán, destruidos en su inmensa mayoría. El test ha dado un resultado claro, pero hay cosas que no podemos obviar. Tecnológica y económicamente los costes de un sistema defensivo como el israelí son muchísimos más elevados que los de una forma de ataque como la empleada por Irán. Por pura balística, se requiere una precisión tecnológica enorme para calcular la trayectoria de interceptación de un cohete que se acerca y la velocidad del interceptor debe superar a la del atacante, y cuanto más mejor, para que el cálculo de trayectorias sea lo más afinado posible y la posibilidad de error mínima. Se estima que el coste de un misil Patriot, herramienta fundamental de disparo del sistema defensivo desde tierra, es de unos cinco millones de euros. Estos misiles se alojan en las baterías móviles que se encuentran en tierra, dotadas de la tecnología más alta imaginable, para realizar el trabajo de interceptación, coordinadas con el resto de elementos del mismo tipo y todos los sistemas aéreos y demás. La producción de lanzaderas, misiles y aparejo tecnológico se realiza en EEUU y es costosa y lenta, no se producen Patriots como churros, y viendo el coste de cada uno de ellos se puede imaginar la cantidad y calidad de componentes que portan. Frente a ellos, como elemento ofensivo, Irán ha utilizado misiles de distinto tipo, de tecnología bastante más antigua, de gran poder destructivo aún con defensas aéreas convencionales, pero poco útiles ante tecnologías como las que vemos, y drones, que son más esquivos que los misiles, al poder adoptar trayectorias más erráticas. Lo fundamental es que esos misiles viejos y, sobre todo, los drones, tienen un coste muy bajo, ridículo, en comparación a los Patriot. Hagamos cuentas. Si de los trescientos elementos disparados por irán al menos la mitad han sido destruidos por baterías Patriot eso nos pone en un coste defensivo en la noche del sábado de 150*5 igual a 750 millones de dólares, a lo que hay que sumar los costes del despliegue de cazas y de todos los sistemas militares en alerta, etc. Las informaciones que circulan desde el domingo que el coste de la operación para Israel ha estado en torno a los mil millones de dólares suenan razonables, aunque no creo que haya manera real de precisar las cifras. Para Irán el ataque ha resultado ser mucho más barato, porque un dron Sahel de los que fabrica ronda los 20.000 dólares. Por cada misil Patriot defensivo Irán puede hacerse con 250 drones, por lo que, económicamente, el ataque le renta a Teherán bastante más de lo que le cuesta a Israel. Y lo más importante, hagamos números, con una ratio de coste de, bajemos, un par de centenares de drones por misil Patriot, resulta evidente que una manera de violar el escudo defensivo es mediante la saturación. Si en vez de un ataque con trescientos elementos Irán realiza uno con tres mil es imposible que las baterías antimisiles y los cazas aliados pudieran detener la mayoría de ellos, simplemente por falta de proyectiles antiaéreos. Saturar el escudo es una manera de franquearlo, y eso lo saben muy bien en Israel y Teherán.
De hecho, es lo que vemos cada día en las nuevas ofensivas rusas sobre Ucrania, donde la creciente escasez de munición de Kiev, por nuestra culpa, se agota en oleadas de ataques de drones iraníes, que ya fabrica Rusia, que esquilman las opciones de defensa antiaérea de Kiev, hasta que llegue el momento en el que se agoten y nada impida el ataque a discreción. Esto quiere decir que la sensación de fracaso iraní, real, no es tan obvia, y que la seguridad israelí, que se ha mostrado tan eficaz, no es sostenible económica ni productivamente en caso de intento masivo de respuesta. Me da que hay una especie de equilibrio entre ambas fuerzas, lo que alienta a que el conflicto no vaya a más, pero eso puede ser más un deseo que la realidad. Los drones están cambiando la guerra y arrasando con las plataformas caras.
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