Lo primero, visto el resultado, es que de entre lo malo y lo peor que podía haber pasado, nos hemos quedado con lo malo. La resistencia del PNV es asombrosa, y tras cuatro décadas ganando elecciones autonómicas, vuelve a hacerlo, por la mínima, en el agregado de votos, pero en un empate a escaños que le deja con un sabor agridulce. Pese a ello, con la expectativa de una derrota que muchos vendían, y con el conocimiento de que, por ahora, mantendrá el Gobierno Vasco, su euforia de ayer por la noche está justificada. El feudo nacionalista sigue en pie, aunque asediado como nunca. Han sobrevivido y el poder seguirá en sus manos.
El resultado de Bildu es excelente, sin paliativos, y para este que les escribe, una noticia desoladora. Segundo en votos en el agregado de la Comunidad, a poco más de veinte mil de los peneuvistas, es la primera fuerza en Guipúzcoa, en todo, y por primera vez en la historia, gana en votos en Álava, donde empata en escaños con el PNV. El resultado alavés da para todo tipo de análisis e interpretaciones, y se convierte en un misterio en sí mismo. Los de Otegui han sacado oro de cada voto y lo han rentabilizado en escaños mejor que el PNV, que tiene en Vizcaya a su alma y la cosecha de sufragios necesaria para mantenerse como la formación más votada. En el duelo generacional es muy probable que Bildu haya ganado de calle a los jeltzles, siendo el voto nacionalista mucho mayor en edad, y eso le otorga a Otegui y compañía la opción de ser, en las próximas elecciones, los más votados. Nada de su infame comportamiento sobre la cuestión terrorista y el desprecio a las víctimas ha sido penalizado por un electorado amnésico, que olvida el pasado y desprecia sus lecciones a una velocidad que genera escalofríos. No hay consuelo moral para las víctimas de una época, que fueron asesinadas y despreciadas por todos, y que hoy son olvidadas por casi todos, y ven como el que fuera brazo político de aquellos que les mataron está a un paso de ser la principal formación electoral de su tierra. El mensaje ético y moral que se traduce de estos resultados es, simplemente, horrible, para llorar y no dejar de hacerlo. El resto de partidos, a la sombra, se reparten los restos. El PSE saca dos diputados más y se lleva algo de lo que fuera Pablemos, y puede darse por satisfecho. Mantendrá en principio la coalición con los nacionalistas y la correlación de fuerzas le dará algo más de peso en ellas. Además, la presencia de un Bildu en igualdad de escaños hace que el PNV sea consciente, aunque no lo reflejara ayer, de su debilidad parlamentaria. El PP sube un escaño, y supera sus anteriores resultados, los peores, y venderá como un éxito lo logrado, pero la verdad es que el botín es escaso. Además, no ha conseguido que Vox desaparezca, dado que han mantenido el escaño de Álava, por lo que los populares van a seguir siendo una fuerza accesoria y sin capacidad de decisión alguna. Sólo un cambio de fuerzas a nivel nacional le daría el revulsivo necesario para ganar peso en el País Vasco, pero eso, de momento, no se dará a corto plazo. Los grandes perdedores de la noche son el espacio a la izquierda del PSOE, donde se presentaban por separado Pablemos y Sumar. Los representantes de la familia del ex líder supremo han sacado cero escaños y los de la marca de Yolanda Díaz uno. Partían de los seis que tenía Elkarrekin Podemos, por lo que no hay que ser muy espabilado para comprobar que lo cosechado es una profunda derrota. El escaño de consolación lo han logrado por Álava, donde es mucho más barato en votos que en el resto de provincias. Ellos y Vox se han visto beneficiados por este aspecto y, aunque psicológicamente no han desaparecido, han conseguido escasamente cinco mil votos cada uno de ellos, superando por poco el 3,5% de todos los depositados. La coalición de Yolanda Díaz naufraga en cada elección que se realiza y sus expectativas nacionales son, cada vez, peores. Sobre la secta de Iglesias y familia, poco más que añadir. Su desaparición es una excelente noticia.
Decía antes que, por ahora, el PNV mantendrá el poder porque el PSE le apoyará, pero saben los “jeltzales” que no pueden descartar un escenario como el de Pamplona, una traición ordenada desde Moncloa, que otorgue a Bildu el poder con un apoyo del PSOE, total o parcial. A corto plazo ese movimiento no se va a dar, pero la idea de que pueda suceder, visto lo visto, está en la mente de todos, también en la del PNV, y eso le obligará a ser cauto. Es probable que la continuidad del gobierno vasco se mantenga durante un tiempo, pero todo está sujeto a la volatilidad extrema de lo que sucede en la política nacional, donde el resultado de las catalanas de dentro de tres semanas determinará muchas cosas. Salvado por la campana, el PNV suspira de alivio, pero con el susto ya instalado en el cuerpo.
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