Este próximo domingo se celebran las elecciones autonómicas en el País Vasco, las segundas de las, de momento, cuatro previstas para este año políticamente desquiciante. Van a ser los primeros comicios regionales en los que no voy a poder votar allí, cosa que me fastidia muchísimo y que, internamente, me hace soltar algunos tacos, en una de las pocas venas vascas autóctonas que surgen en ocasiones de mi interior, hecho como estoy para romper todos los tópicos imaginables. Veré, por tanto, el recuento desde la distancia geográfica y la sensación cierta de que, pase lo que pase, no he hecho nada para alterarlo. Es un pensamiento estúpido, ya lo se, dado el peso de un sufragio, pero no puedo evitar caer en él.
Bildu puede ganar las elecciones, más probablemente en votos que en escaños, pero es posible que incluso en ambos. El sistema de reparto de escaños del parlamento vasco, probablemente uno de los más injustos de occidente, le otorga una prima en Guipúzcoa que puede rentabilizar notablemente. El mero hecho de la posibilidad de que los herederos de Batasuna ETA puedan ganar unas elecciones autonómicas y que, por primera vez en la historia, desbanquen al sacrosanto PNV es algo que nos debiera llevar a todos a una reflexión sobre la podredumbre que ha anidado en parte de esa sociedad, de toda nuestra sociedad. En este final de campaña se ha visto, de manera suave, como el candidato de Bildu no condena el terrorismo etarra, y no es algo que se pueda entender como un error estratégico ni nada por el estilo por su parte o por la de la formación. Para ellos ETA no era un grupo terrorista, sino una banda que defendía su idea de un estado totalitario, étnicamente puro y sometido a su dictadura, eliminando los obstáculos que se interponían en el camino. Peio Otxandiano, el desconocido candidato de Bildu, seguramente optó en su momento por pedir a ETA que dejara de matar no por el hecho de que eso fueran acciones criminales despreciables, no, sino porque no rentaban como antaño. El coste social de los asesinatos empezaba a superar a los beneficios, y el mundo mafioso de la mal llamada izquierda abertzale decidió amortizar a uno de sus brazos, el de las pistolas, para que el resto sacasen el mayor beneficio posible. Peio y los suyos no ven terrorismo en el asesinato, secuestro, amenazas y demás infamias realizadas por ETA. No, para ellos todo eso estuvo bien. Si me apuran, se quedaron cortos, dejaron demasiados vivos, no hicieron la limpieza necesaria, no contaron con los medios para ello. Por eso, el revuelo montado estos días en torno a sus declaraciones me parece de una hipocresía rayana en el insulto. Otxandiano no miente, cree en lo que dice, sigue orgulloso del pasado terrorista de su banda. Son otros, los que pactan con Bildu, los que le han blanqueado, los que firman acuerdos con ellos y se sacan fotos sonrientes, los que los venden como una formación progresista y hacen que a muchos nos entren ganas de vomitar al escucharlo, los que deben dar explicaciones. Falsas rasgadas de vestidura las que hemos visto en este final de campaña, poses teatrales forzadas, mentirosas, viles hasta el asco por parte de muchos que, una vez que pasen las elecciones europeas, no tendrán muchas dudas en volver a pactar con Bildu cualquier norma en el Congreso y, desde luego, sopesar la posibilidad de otorgarle el gobierno vasco si llega la ocasión. ¿Cuál es la diferencia entre el ayuntamiento de Pamplona y el Gobierno Vasco? No veo muchas, más allá de la mayor sequedad del clima en la comarca navarra frente a la llanada alavesa. El PNV sabe que su alianza con el PSOE, que es la que ha gobernado el País Vaso durante varias legislaturas, depende del cinismo absoluto con el que se maneja Sánchez a la hora de elegir alianzas. Durante unos pocos días la máquina de propaganda de Moncloa ha permitido que sea políticamente correcto llamar a Bildu lo que es y arrojarles en la cara su connivencia con el terrorismo, pero puede que a partir del lunes mismamente la orden que salga del palacete madrileño y vuelvan a repicar los portavoces subvencionados sea la que se leía hasta hace un par de semanas, la de un Bildu socialdemócrata cuasi equivalente a una formación nórdica.
Más allá de la de política y sus nauseabundeces, quizás sea el País Vasco uno de los lugares de Europa donde más se sigue despreciando la memoria de las víctimas del terrorismo. En casi todas las localidades la mafia etarra, con el apoyo bastantes de sus habitantes, ejecutó asesinatos y crueldades incontables. En esos pueblos hoy sigue sin haber recuerdo alguno a los muertos, y en casi todos ellos se mantienen homenajes a los asesinos y sus colaboracionistas, en una inversión macabra de la historia perfectamente engrasada con dinero público y consentida desde todas las autoridades. Esa profunda podredumbre moral puede alcanzar cotas inéditas a partir del lunes que viene.
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