jueves, julio 20, 2023

A algunos no les gustan las encuestas electorales

Probablemente, la encuesta que nos mida el efecto, si lo ha tenido, del debate de ayer en La1 sea, directamente, el resultado del próximo domingo 23. En los partidos sí se hacen trackings diarios que no se publican, y que tienen ciegos al resto del electorado. Es un anacronismo absurdo el reglamento que impide que la última semana se publiquen sondeos. Es algo con lo que habría que acabar y que responde a una visión infantilizada del mundo, y bastante arcaica, ajena a estos tiempos de velocidad y acceso instantáneo a la información. Los partidos siguen siendo considerados, por principios como estos, como entes superiores al votante, y es justo al revés.

En esta campaña las encuestas han sido numerosas y generadoras de polémica. Casi todas han dado un signo ganador idéntico, el PP, con una ventaja mayor o menor. Hasta la que elabora El País, que tiene un cierto interés de parte sobradamente conocido, ha ido virando desde una posición de victoria de Sánchez a otra en la que Feijóo saca ventaja, que se ha ido consolidando día a día. Es sabido que hay una encuesta que no da ganador al PP, que es la del CIS, pero eso no es una encuesta, sino un caro y delictivo ejercicio de propaganda a cargo de un organismo público secuestrado por el PSOE para que trabaje a su servicio, habiéndolo convertido en el mayor entusiasta del sanchismo que existe en España. No se han dado cuenta en Ferraz no sólo del destrozo que le han hecho a la institución al manipularla de una manera tan burda, sino directamente de la mofa que provoca cada uno de los pronósticos que Tezanos se inventa y que ya nadie toma en serio, ni siquiera en las propias filas socialistas. Bien, a medida que el consenso de las encuestas de verdad ha estado claro ha surgido un movimiento curioso, preocupante, y estúpido, que es acusar a los encuestadores por parte de los partidos que salen retratados mal. El PSOE lleva toda la campaña y la previa poniendo extrañas denuncias a las empresas demoscópicas y a los medios de comunicación, que no han llegado a ninguna parte, y día sí y día también se queja de cómo los sondeos les retratan. Han llegado a utilizar tácticas trumpistas, como el señalamiento que este fin de semana el Ministro de Cultura (vaya vaya) hacía de la figura de Kiko Llaneras, uno de los expertos en demoscopia y en el análisis de datos más solvente y científico de los que publican en los medios españoles, dando carrete a un patético artículo en el que se criticaba con saña al ingeniero Llaneras y, en general, a todos los que no alababan el trabajo de Tezanos. Curiosamente el PSOE no está sólo en estas críticas. La tendencia que todos los sondeos han mostrado de caída de Vox (muy buena noticia que Vox y Podemos se vayan disolviendo en la irrelevancia) ha hecho que Abascal y sus portavoces pongan en solfa los estudios, denuncien campañas de manipulación y pidan que se endurezca la ley que mencionaba al principio para, directamente, no publicar sondeos en todo el tiempo que dure la campaña. Si la situación actual es anómala, lo que pide Vox lo es mucho más, pero bueno, tampoco nos debiera extrañar tanto que un partido intervencionista y con ínfulas dictatoriales quiera eliminar información del debate público y negársela a la sociedad. Vox es más de evitarse sondeos y, ya puestos, si las ha ganado, de elecciones, porque una vez que está en el poder, ¿para qué volver a preguntar a la gente? La de dinero que nos ahorraríamos en sobres, papeletas, correos, campañas y demás. Afortunadamente va a seguir habiendo elecciones, aunque el comportamiento de los partidos las haya convertido en el epílogo de muy desagradables semanas, y tiene pinta de que las opciones radicales van perdiendo adeptos. Ese puede ser el mejor de los resultados del próximo domingo.

El trabajo de las empresas de sondeos electorales es muy difícil, por lo que hacen en sí, que lo es, y porque muchas veces tienen que vender derrotas a sus clientes, porque sólo un partido queda primero y otro segundo. Exigen saber de matemáticas, estadística y números, pero también de sociología del país, de acervo de las elecciones pasadas, de conocer las trampas que los electores nos hacemos a nosotros mismos, de detectar cuándo el entrevistado miente y cuándo no. En fin, muchas cosas. El acierto de los sondeos va a más a medida que la tecnología permite hacer análisis numéricos más profundos e intensivos, pero el olfato para la cocina es propio del profesional, y es lo que distingue los buenos guisos de los intoxicados, a lo Tezanos.

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