martes, noviembre 04, 2025

La obligada dimisión de Mazón

En su comparecencia de ayer Carlos Mazón no pronunció la palabra dimisión ni una sola vez, aunque todo el mundo entendió que ese era el único propósito del acto y su mensaje relevante. En un discurso largo, serio, enfadado, leído de una manera mal entonada, Mazón dedicó casi todo su tiempo a reivindicarse y a resaltar los fallos de otros en durante el día de la DANA y los posteriores. Apenas hizo referencia a sus errores, aunque aseguró que cargará siempre con ellos, y dejó poco espacio en el texto a la presencia de más de doscientos fallecidos como irreparables consecuencias del desastre, imposibles de reconstruir de ninguna manera.

Parte de lo que dijo ayer Mazón es cierto, y la incompetencia, buscada, por parte del gobierno central de Sánchez, fue un hecho objetivo pero, por así decirlo, la necedad ajena no elimina la necedad propia. Durante el día de la DANA Mazón estuvo ausente, mucho más preocupado por el control de la televisión autonómica, como haría Sánchez al día siguiente con RTVE, que por lo que sucedía en la comunidad que presidía. Las diferentes versiones que ha ido dando a lo largo del tiempo sobre qué hizo esta tarde, con quién estuvo, cuánto tiempo, en qué lugares, sólo sirven para esconder unos hechos de los que se avergüenza, porque sabe que fueron erróneos. Da igual que una predicción se diera o no en la hora y punto exacto en el que se produjo, desde el día anterior había avisos de que algo podía suceder en la región, y era necesario que todos los servicios de emergencia y sus autoridades estuvieran preparados para actuar, con el lógico deseo por parte de todos de que, finalmente, nada pasase. Ocurrió, de una manera brutal y extraña, y el desastre fue total. Inevitable en sus dimensiones físicas, pero paliable en su balance de víctimas. Alguna se hubiera podido evitar si los mensajes de alerta se hubieran lanzado unas horas antes, con tiempo, con prevención. Nada de eso se hizo, y mientras el Poyo y un montón de localidades situadas en su curso bajo se iban convirtiendo en un lodazal desenfrenado Mazón estaba comiendo, de sobremesa, de paseo hacia un aparcamiento, pasando un rato en él, de vuelta, con una parsimonia asombrosa. Y el centro de emergencias, desbordado, con una consejera al frente que desconocía protocolos y se encontraba tan desbordada como la huerta sur de la provincia, no era capaz de hacer nada. El desastre de ese día en la gestión por parte de la Generalitat, encabezada por Mazón, fue absoluto, total, injustificable. Ante la dimensión de unos hechos que no dejaban de agravarse el máximo responsable de la institución directamente no estaba, no respondía, y se personó en el centro de emergencia cuando ya era muy muy tarde. El aviso a los móviles, que horas antes alguna vida hubiera podido salvar, a saber si muchas o pocas, pero probablemente alguna, se lanzó cuando ya la tragedia se había producido, y sus efectos fueron nulos. Para los más de doscientos fallecidos esa señal de alarma se produjo en unos terminales que se encontrarían junto a sus cuerpos, pero que sus dueños ya no podían ni escuchar ni sentir. Desde ese momento la obsesión de Mazón fue la de tratar de buscar excusas para cubrir lo que había sido una negligencia absoluta por su parte, todo ello solapado con las malas artes de un gobierno nacional que, viendo el desastre ya consumado, nunca pensó en las víctimas, sino en el rédito político que podía sacar de una actuación calamitosa por parte de un dirigente regional del partido contrario. El resto ya lo saben. Abandono, bronca, retraso en las ayudas, indolencia, voluntarismo supliendo la desidia política y el fracaso institucional de un país que sigue en manos de necios.

Mazón dimite con un año y casi una semana de retraso. No debió seguir un solo día después del amanecer tras la tragedia, al ser obvio su fracaso. Pero se empecinó en mantenerse contra viento y marea, sin que la dirigencia de su partido, el PP, le haya cesado como era debido de su militancia, que no de su cargo, que por ser personal no está en manos de Génova hacerlo. Mazón es el perfecto ejemplo de la mediocridad que se ha hecho fuerte en las instituciones, comandadas en su mayoría por arribistas cuya única obsesión es mantenerse en ellas, cobrar sin límites y eludir todo tipo de responsabilidad. Encabezados por Sánchez, Mazón es un producto de esa nueva estripe de políticos que nos hemos dado, que son fruto de nuestra sociedad, que nos definen. Que nos avergüencen es un paso, pero claramente insuficiente.

lunes, noviembre 03, 2025

Halloween arrasa

Ya a lo largo de la semana pasada varios compañeros de trabajo, padres y madres en su mayor parte, iban relatando el montón de tareas que tenían esos días de cara a la celebración de Halloween con sus críos, un evento que iba a tener reflejo no sólo en los colegios, donde el viernes 31 se preveían actividades varias, sino sobre todo en las casas y barrios donde vivían. Muchos de sus hijos iban a juntarse con otros y protagonizar fiestas, disfraces y actos como visitar a otras casas, pedir caramelos con lo del truco o trato y presumir de la decoración que sus padres y el resto de los vecinos habían ido preparando a lo largo de varios días. Cuando me lo contaban no salía de mi asombro.

Con una agenda de actividades lúdicas bastante más intensa que muchas de las jornadas laborales, el viernes todo era un trajín de agotados que llegaban al trabajo después de haber delado a los críos en los colegios, convertidos en una macrofiesta de disfraces siniestros, y el tiempo de la oficina era algo similar a un relax previo a la intensa sesión de la tarde. Tras el trabajo, comer y rematar algunas cosas en la oficina, no me fui a casa, sino que me di una vuelta por el centro para comprar unas cosas, y pude contemplar que lo de Halloween ya no es un mero evento de colegios o de críos, no, sino una festividad multitudinaria que ha arrasado por completo. No eran pocos los que en el metro iban disfrazados de maneras más o menos aparatosas, y a medida que caía la tarde y la oscuridad se hacía fuerte su proporción crecía entre los que atestaban unas calles que parecían vivir una Navidad alternativa, equivalente en densidad humana pero con una estética singular. La mayor parte de comercios y lugares lucían decoración relacionada con la cosa mortuoria y uno podía empezar a echar cuentas mentales de cuántos miles de contenedores habían llegado de China los meses anteriores llenos de calabazas de pega, huesitos, telarañas y complementos de disfraz. Ya de noche la sensación de que se iba a montar una juerga monumental era clara. Grupos y grupos de chavales, y no tanto, se veían animados con ganas de pasarlo bien y el bullicio era creciente por todas partes. La decoración se había extendido también a algunas marquesinas de autobús y paradas de metro, y el ambiente era inmejorable, con una noche no demasiado fría para estar a las puertas de noviembre, sin atisbo alguno de lluvia. Cuando acabé lo que tenía pensado hacer, y tras dar un pequeño paseo por algunas calles céntricas, empecé mi retorno a casa, dado que no tenía previsto estar en ninguna fiesta siniestra, y en el camino al metro me encontré con mucha gente que salía de la boca con aires de fiesta. Esa misma sensación me entró cuando emprendí el viaje propiamente dicho a casa, dos líneas de metro con un intercambio. El volumen de gente que acudía a la zona céntrica era mucho mayor que el de los que nos alejábamos, y su proporción de disfrazados crecía y crecía a cada momento. Frente a la fiesta de carnaval, que en Madrid pasa sin pena ni gloria, el paisanaje de la noche del 31 de octubre era todo un muestrario de pelucas, trajes y sangres que podrían figurar plenamente como extras del Thriller de Michael Jackson, aunque la mayor parte de los que veía no supieran ni cuál es esa canción ni si ese nombre propio hace referencia o no a un cantante. Me imaginaba a alguno de mis compañeros de trabajo, que a esas horas ya habrían pasado la mayor parte de las obligaciones infantiles, pero que mantendrían todavía el final de las fiestas y un agotamiento absoluto tras un día tremendo, terrorífico por muchas causas además de por lo estético. En el intercambio de líneas, yo de camino al sentido que lleva hacia las afueras de la ciudad, la riada de gente camino al centro era la de las grandes ocasiones, y el ejército de zombies y apuñaladas resultaba digno de ser visto.

Por lo que he visto en algunos medios, y a falta de conocer datos concretos, la noche de Halloween ya se ha equiparado a Nochevieja en lo que hace a reservas y facturación nocturna, e incluso la ha superado en algunos lugares. El dominio absoluto de la estética y la versión de ocio importada de EEUU ha arrasado con lo que era la celebración de Todos los Santos y se ha convertido en uno de los puntales de la actividad comercial de la hostelería. Es curioso, pero hace unos años, no muchos, esa noche del 31 era una noche como otra cualquiera. Ahora es una de las de más actividad del año y, por lo tanto, de las que más dinero mueve. Cuanto menos curioso. Y no, no me fui de fiesta. Y sí, alguna gana me quedó de pasar por alguna, no se lo voy a negar.