martes, octubre 29, 2024

El fracaso de una generación

Ayer comparecieron, por separado, algunas dirigentes de Mas Madrid y Yolanda Díaz, como no queriendo saber unas de la otra y viceversa, aparentando una distancia orgánica que no es sino teatral. En ambos casos el resultado fue el mismo. Pedida de disculpas, reconocimiento de errores, revelación de que las denuncias contra Errejón llevaban mucho tiempo ahí pero no se hizo nada, nula asunción de responsabilidades políticas, ninguna decisión sobre ceses y menos de dimisiones, intento de extender la culpa a la sociedad, infantil manera de afrontar la gravedad del asunto y ceguera ante la destrucción política de las formaciones en las que militan todas ellas.

El 15M tuvo lugar durante el año 2011, y arrancó con casi el final de la campaña electoral de las municipales de entonces, en mayo. De aquella protesta derivada de la crisis económica que, a partir de 2008, cambiaría occidente, nació un propósito regeneracionista que buscaba luchar contra la corrupción y el problema político que asediaba a la sociedad española, inmersa en una devaluación interna que se acrecentaría aun más en los siguientes dos o tres años. Vivíamos a crédito y nos negábamos a creerlo, y se acabó. Varias formaciones surgieron para recoger ese espíritu de protesta, e ideológicamente fueron dos las que acabaron cuajando. Por un lado Ciudadanos, de corte liberal, tanto en lo económico como social, fue el experimento más interesante de todos, el que pudo llegar más lejos y el que antes se estrelló, por la ceguera de quien fue su líder y fundador, Albert Rivera, que acertó y acertó hasta que cometió algunos de los mayores errores políticos vistos hasta entonces. Por otro lado, en las antípodas ideológicas, surgió Podemos, un movimiento que se autoproclamaba transversal, pero que no era sino la versión más cruda y estalinista del comunismo trasnochado de toda la vida, pero vestido con ropajes jóvenes. Tres personas lideraron el movimiento; Monedero, Errejón e Iglesias, siendo este último el que acaparaba mayor atención mediática, y el que acabaría llegando más alto en la escalera del poder, siento en 2020 nombrado vicepresidente primero del gobierno de Pedro Sánchez (habrá que jurar que lo vivimos para que se crea que semejante disparate pudo suceder). Como suele ser habitual en todos esos movimientos de izquierdas, el dogmatismo de sus líderes, su obsesión dictatorial y los odios internos empezaron a devastar la formación, y las purgas se fueron sucediendo. La fábrica de marcas que ha supuesto estos años de izquierda descontrolada ha sido enorme, realmente imaginativa en algunos casos, pero siempre tratando de crear un grupo separado del original en el que el segundón busca ser el líder. Errejón, que parecía el más pringado de todos, acabó siendo el cofundador y colíder de la última de las marcas, ese Sumar que ya ha muerto, y sin llegar al gobierno, cosa que ha hecho Yolanda Díaz a través de esa plataforma y con la ayuda de Errejón, logró ser el muñidor de una enseña que llegó a desbancar por completo al arcaico invento de un Iglesias al que ya todo el mundo veía como el cutre dictador que aspiraba a ser. Nombres, enseñas, logos, idas y vueltas para aburrir, generando el mayor de los caos en torno a unas ideas fuerza tan grandiosas como vacías, que tan pronto generaban ilusión en su electorado potencial como unos resultados electorales decepcionantes, mostrando hasta qué punto muchas de esas marcas apenas eran sino meros experimentos de marketing bien organizados en despachos y alimentados por presuntos periodistas, así se hacen llamar, que les daban todo el bombo posible, esperando sin duda conseguir prebendas públicas por parte de aquellos a los que inflaban, una vez que estos hubieran alcanzado cotas de poder y acceso a la posibilidad de nombrar y gastar a dedo. Los cero escaños que sacó Sumar en las elecciones gallegas, de donde es Yolanda Díaz, fueron el preaviso de su defunción política.

Tras lo de Errejón ya la patética huida hacia delante de toda la dirigencia de las formaciones en las que él participó, y desarrolló sus comportamientos, se puede dar por oficialmente terminado el ciclo político que empezó el 15M. El resultado es lamentable, el mayor de los fracasos posibles. La política hoy es un lugar polarizado, insoportable, en el que la mentira vuela baja, se compra a los medios para que difundan eslóganes y todos los que allí se encuentran sólo buscan hacer carrera, conseguir un cargo, un sueldo, y lo demás les da igual. Nadie lo ha contado mejor que González Ferríz en “La Ruptura”. El sueño de la regeneración ha creado el monstruo en el que ahora vivimos. El fracaso de esta generación política es absoluto, total.

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