lunes, octubre 31, 2022

Se acabó el gran verano

Al salir de casa esta mañana, una hora más tarde que el viernes pasado en términos solares, la misma según el reloj, hacía fresco, y eso es ya una novedad tras semanas de octubre cálido en el que los días han sido luminosos y llenos de calor y las noches ni mucho menos han sido frías. Ha habido un par de días o tres de lluvia, sí, que en algunos casos han sido generosas, pero desde luego insuficientes dada la necesidad que tenemos de precipitación pero, sobre todo, lo que ha hecho ha sido calor. Este pasado sábado, antes del cambio de hora, deambulaba uno por el centro de Madrid con la noche ya caída y lo hacía en mangas de camisa, asombrado de una estética de difuntos, de luces navideñas medio puestas, no encendidas, y de mangas cortas.

No sólo en España, la anomalía térmica de octubre ha sido extraordinaria en toda Europa occidental, propiciando escenas semiveraniegas en Alemania, Francia, Reino Unido y muchas otras naciones. Tras el extraordinario calor del verano de este año, el otoño ha decidido, en gran parte, ser una prolongación del mismo, agudizando el problema de la sequía que se sufre en gran parte del continente, y volviendo locos a agricultores y demás sectores que viven del campo y el clima, en un ejercicio que no les ha dado tregua alguna. Las consecuencias negativas de todo este descoloque de temperaturas son muchas, y aunque no se vean a simple vista, tienen efectos profundos en los ecosistemas que nos rodean, y no es mi papel aquí minimizarlas, pero esta bonanza nos ha dado una tregua de cara al gran problema que se nos vendrá encima cuando el frío llegue de verdad, cosa que puede suceder para finales de esta semana. En medio de la guerra de Ucrania, con el chantaje energético al que nos somete Putin, y con los precios de los suministros por las nubes, que durante todo octubre no haya hecho falta encender las calefacciones es un regalo, un chollo que el cielo nos ha brindado, y que ha supuesto todo un alivio para empresas, familias, comercios y todo el mundo. Día en el que los termómetros ha escalado de manera descarada por encima de los veinte ha sido un día en el que calderas y demás sistemas de calefacción han estado apagados, consumiendo el ideal para cualquier factura que hay que pagar: nada. Las familias, agobiadas con una inflación altísima que les acorrala en la cesta de la compra ven con pánico el momento de tener que poner en marcha algo, lo que sea, para calentarse, a sabiendas de que lo que se supone que se pagó en el pasado no llegará para cubrir ni la mitad de lo que hará falta en este invierno. Por ello, el sol radiante, el viento cálido, la ventana que en muchos mediodías se ha abierto dejando que por ella entre un aire nada frío, que de octubre sólo tenía el número y nombre de la hoja del calendario que en una esquina la corriente agitaba, ha supuesto la mayor ayuda posible para los presupuestos familiares. Me atrevo a decir que estas semanas de calor inesperado han retrasado nuestra entrada en la recesión, porque lo que no se ha debido gastar en calefacción se ha podido destinar al sablazo de la compra y a otros gastos necesarios, sosteniéndose así un consumo que da evidentes muestras de ralentizarse, incapaz de seguir la senda de los precios. A medida que las temperaturas caigan la necesidad de calor empezará a crecer en la mente y las cuentas de las familias, y lo que se gaste en eso no se podrá destinar a otras partidas, por lo que la renta disponible caerá. En cierto modo el octubre cálido ha actuado como un subsidio que ha permitido vivir sin costes de calefacción, como si, haciendo frío, un agente externo nos hubiera pagado esas facturas de manera directa. Y no sólo aquí. Toda Europa se ha visto beneficiada por esta anómala ola de calor, que ha retrasado la llegada de unos fríos que, en el continente, hacen ya de octubre un mes digno de usar ropa gruesa.

Por este motivo, principalmente, la cotización del gas ha caído en los mercados y las reservas nacionales se han podido llenar más aún, por una demanda más floja de lo inicialmente previsto. ¿Motivos para el optimismo? Pocos, porque cuando las temperaturas bajen y el suministro ruso no llegue varias naciones deberán vivir de las reservas, que bajarán a gran velocidad, y los precios del gas volverán a subir, pero en la guerra que mantenemos frente a Putin octubre ha sido todo un aliado para nuestros intereses, nos ha dado una ventana de oportunidad para retrasar los momentos duros, que me temo llegarán. Por eso, pese a los problemas que supone, el calor de octubre ha sido una buena noticia para una Europa en guerra.

viernes, octubre 28, 2022

Los tontos y el cuadro

Se ha vuelto a repetir una escena que es absurda, peligrosa y muy estúpida. Un par o tres jóvenes se acercan a un cuadro que es una joya universal, custodiado en un museo de los de mayor nivel del mundo, y realizan una “performance” consistente en arrojar algo sobre la pintura, bien comida o algún tipo de pintura o similar. Su acción la enmarcan en la protesta a favor de la conciencia climática, o eso dicen los descerebrados. El cuadro atacado posee medidas de seguridad, en esencia un cristal que lo protege, y eso hace que no sufra daños de importancia, pero la agresión se produce, el ataque se da, y sólo la suerte impide que algo de inmenso valor se acabe perdiendo o dañando.

Seré directo. Los que hacen estos actos son estúpidos y estos actos son estupideces. Los que les ríen las gracias y se lo consienten son estúpidos, y un poco estúpidos somos también los que las comentamos, contribuyendo a dar bombo a actos que son basura. Las presuntas coartadas medioambientales que esgrimen los estúpidos de turno me dan igual, no por el problema que denuncian, sino porque no hay argumento que justifique el ataque vandálico contra una obra que es patrimonio universal, que proviene de siglos pasados, que se ha podido preservar por el sacrificio de muchas personas e instituciones (sí, también por la suerte) y que debe seguir protegiéndose para que en el futuro los que aquí estén puedan disfrutar de ella. Observar cómo personas jóvenes, en un momento de la vida en el que su cerebro bulle de ideas y posibilidades para afrontar cualquier problema, o para ser activista de la causa que sea de una manera que sirva para solucionar el problema denunciado, se dedican a un nihilismo estúpido de semejante calibre resulta descorazonador. Quizás su único objetivo no tiene que ver con eso que argumentan como causa de denuncia, motivo perfectamente intercambiable por otros muchos, sobran. No, quizás lo que buscan es lo de siempre, que se hable de ellos, que se hable de uno. Que las redes “ardan” con su acción y que unos desconocidos logren, por un instante efímero, alcanzar la fama de la obra que atacan, cuyo renombre está mucho más allá del de ellos, el mío o el de cualquier otro. Si alguien piensa que hacer semejantes estupideces es una vía para solucionar problema alguno es que, realmente, tiene un problema. Bobadas como estas sólo generan incomprensión y desprecio ante los que las hacen y, al revés de lo que estos tarugos dicen pretender, oposición social a la causa que enarbolan como justificación de sus actos. Si quieren ayudar a lo que sea, haciendo esto precisamente están destruyéndolo, y los que realmente trabajan a favor de la causa que estos estúpidos enarbolan debieran ser los primeros en salir a decir que estos actos son basura, mierda, que no sirven para nada salvo para poner en riesgo a obras de arte de enorme valor y que los que se dicen “activistas” son unos gilipollas contraproducentes. Tras varios ataques no he visto a ninguna de las asociaciones que lucha contra el cambio climático, la excusa aducida por los estúpidos del kétchup, sacar comunicado alguno ni decir nada en alto oponiéndose a estas tonterías, lo que me hace dudar no sólo de los propósitos que dicen defender sino, sobre todo, la catadura moral de los personajes que rigen esas organizaciones. Ante la proliferación de ataques los museos empezarán a tomar medidas defensivas, en forma de mamparas y otros artilugios, lo que encarecerá sus costes y perjudicará el disfrute de los que a ellos acuden. Enorme el logro conseguido. También me gustaría saber por qué en todas las escenas de ataques que hemos visto la seguridad de las instalaciones actúa con una parsimonia y falta de urgencia inversa a la que le entra cuando uno cualquiera, usted o yo por ejemplo, se acerca demasiado a la cuerda que impide ir más allá en la contemplación cercana de un cuadro. Si alguno de los museos “colabora” o “acuerda” algo con los autores de estas bobadas el título de estúpido se extiende a sus rectores, y además, en ese caso, la necesidad, obligación, de ser cesados por su absoluta irresponsabilidad.

Decía el otro día en una entrevista Juan Gómez Jurado que vivimos en un mundo en el que hay muy pocos Velázquez y muchos miles que arrojan piedras sobre las obras. Realmente siempre ha sido así, solo que ahora parece que la relevancia social la adquieren los imbéciles que arrojan, no los que crean. No hay causa que justifique actos de este tipo, ni debate posible originado por acciones que quizás no sean punibles legalmente, pero que deben ser repudiadas por todos por la agresión que suponen y, también, por la inmensa estupidez que revelan.

jueves, octubre 27, 2022

Meta, en problemas

Hoy subirá los tipos el BCE y las presentaciones de resultados de ingresos y beneficios de las compañías se suceden en bolsa, donde se vive un rebote desde hace una semana. Ayer, al cierre de Wall Street, presentó el estado de sus cuentas Meta, la empresa de Mark Zuckerberg, matriz de tres marcas universalmente conocidas: Facebook, Instagram y Whatsapp. Los números que dio sobre ingresos y facturación en el tercer trimestre del año no gustaron mucho, y tras una sesión a la baja, el valor llegó a desplomarse hasta un 12% en la cotización posterior que se produce al cierre del mercado. A la hora en la que escribo esto, poco antes de las 8 de la mañana española, Meta cotiza a -19,66% en el postmercado.

¿Ha dejado de ganar dinero la empresa? No, desde luego que no, pero el ritmo que presentan esos ingresos se está frenando de una manera decidida, y en gran parte eso se debe a un concepto en el que Zuckerberg ha puesto todos los huevos de su imperio, una cesta llamada Metaverso. La obsesión de Mark por que llevemos nuestras vidas a un mundo virtual es la manera que ha encontrado para volver a seducir a los millones de usuarios que se dieron de alta en Facebook y llenaron de vida esa red pero que, cada día, muestran una menor actividad en sus muros y otros lugares habilitados para ello. Facebook está decadente, algo que les pasa a todas las cosas una vez que dejan de ser novedad y se convierten en rutina. Y una red decadente factura menos por publicidad, que es el gran negocio financiero de la empresa. Si a ello sumamos las inversiones enormes que Meta debe estar realizando en personal y sistemas para el desarrollo del metaverso, podemos entender que los flujos de caja arrojen beneficios menores. No es un gran problema si todos, empezando por los inversores que se juegan su dinero, creen en las bondades del mundo virtual vendido por Meta, pero ¿qué pasa si el metaverso no funciona? O, funcionando, ¿resulta ser algo mucho menos relevante de lo que la empresa vende? En ocasiones pasadas se ha repetido el mantra de que una determinada tecnología iba a revolucionar un sector y se realizaron grandes inversiones en ella. Luego la realidad demostró que estábamos ante una ilusión que sólo generaba costes. Así, de golpe, se me ocurre el revuelo que se organizó con el 3D en los cines, vendido como el revulsivo de las salas y la experiencia visual. Se empezaron a vender incluso televisores que soportaban la emisión en 3D para poder ver películas y otros contenidos de manera tridimensional en casa, todo ello con las preceptivas gafas, algunas más aparatosas que otras. Transcurridos unos pocos años el recurso a la tridimensionalidad en las salas es prácticamente nulo, y los exhibidores bastante tienen con sobrevivir tras los estragos pandémicos. La televisión y las series han arrasado con las salas y han llevado a las casas los estrenos producidos por plataformas de streamming, cosa que casi nadie previo, pero el personal se sienta ante televisores planos de toda la vida, que emiten en el convencional 2D. Y si encuentra alguna tienda que venda gafas de 3D es probable que se las regale para que se las lleve y deje sitio en los almacenes para otro cachivache. El metaverso tiene ante sí lo más complicado para predecir, la incertidumbre, y eso hace que dentro de unos años puede que estemos hablando de la realidad de la red, del entorno que es el mayoritario o, por el contrario, que sea recordado como un fiasco más de unos visionarios que se equivocaron en su apuesta, y que sólo generó costes y pérdidas. O que, en un punto intermedio, se haya convertido en un nicho exitoso en ciertos entornos, como el de los videojuegos o en experiencias inmersivas de viaje y ocio…  A saber. Es esa imposibilidad de conocer lo que puede acabar sucediendo lo que, en el fondo, empieza a ser una losa en la valoración de la empresa, y eso penaliza sus datos. Los inversores pueden ser más impacientes de lo que cuesta un desarrollo técnico o un proceso de implantación en el mercado, y eso es capaz de llevarse la idea, económicamente, por delante.

En general, el mundo de las redes sociales se enfrenta a su estado de madurez en lo que hace al ciclo empresarial. Las clásicas, pongamos Facebook, Twitter e Instagram, han tocado techo en su número de usuarios activos, o están en un proceso de ascenso muy contenido, y cada vez son más noticia por los problemas que generan y las broncas que en ellas se dan que por su aportación a la cadena de valor empresarial. La única red que sigue creciendo con fuerza es Tik Tok, china, no controlada por Silicon Valley. ¿El futuro de las redes que conocemos es la debacle que vive Snapchat? Lo que fue un pelotazo, la red de mensajería instantánea en la que los mensajes se autoeliminann al poco tiempo, languidece en bolsa. El tiempo lo dirá.

miércoles, octubre 26, 2022

Ignacio Varela, que todo lo sabe

Uno de los lujos de las noches electorales es poder escuchar en directo el programa especial que Carlos Alsina organiza por tal motivo. Por horarios me es imposible escuchar a Alsina en ese directo que es la radio, y me conformo con picar poadcast, que son comida enlatada, nutritiva pero no fresca. Empezando con la música del “El Al Oeste” cada noche plantea retos distintos y análisis de todo tipo, y entre los profesionales que allí están para diseccionarlos siempre destaca la grave voz de Ignacio Varela, que lo acierta casi todo y que es capaz de ver cosas que el resto de los mortales ni intuimos pero que, al descubrirlas gracias a él, notamos que son un factor determinante.

Hace unos meses me enteré de que Varela estaba escribiendo un libro sobre la llegada del PSOE de Felipe González al poder, cuyo cuarenta aniversario se cumple el próximo viernes 28, y me enteré de que él trabajó en ese partido durante muchos años antes de esa victoria y a lo largo de casi una década después, en la maquinaria de Moncloa. No conocía nada de la trayectoria pasada de Varela pero al descubrirla entendí dónde había aprendido tanto sobre política, demoscopia y electoralismo. El libro se convirtió en uno de los fijos que entran sin cesar en mi arruinante lista de volúmenes a comprar, y a medida que se acercaba la fecha del aniversario suponía que tendía lugar algún acto de presentación. De casualidad, y gracias a Twitter, descubrí que era ayer el día escogido, y pude escaparme a tiempo del trabajo para acudir a la sede de Abante Asesores, donde fue el evento. En un auditorio repleto de nombre ilustres de la política, economía, prensa, medios, con famosos de todo tipo ligados al mundo del poder, de antaño y de ahora, asistí a una charla coloquio moderada por Santiago Satrústegui, principal responsable de Abante, en la que participaron Javier Fernández, expresidente asturiano, y que lo ha sido de todo en el PSOE, Jose Antonio Zarzalejos, una de las mentes más sagaces y lúcidas del centro derecha mediático español y el propio Ignacio Varela. Poco tenía que hacer el moderador ante semejante trío, pero aún menos cuando Varela empezaba a contestar a algunas preguntas o comentarios de sus interlocutores, porque la voz que conocía de la radio se convertía en un creador de relatos en los que la historia, la política y la reflexión se mezclaban de una manera magistral. Hay gente que sabe cosas pero no sabe contarlas, y es mejor que no salgan mucho de los lugares en los que estudian y son productivos. Hay otros que tienen capacidad para relatar e hilvanan historias como de la nada, y gracias a ellos la literatura, y el mundo, es algo más bello y soportable. Pero hay una tercera categoría de personas, escasa, que aúna ambos logros, el de saber, el de ser experto en algo, y el de saber contarlo, e Ignacio Varela es uno de ellos. En cada una de sus intervenciones era capaz de descender a una década prodigiosa, la de los setenta, que pudo acabar muy mal y que, afortunadamente, concluyó con lo mejor que los españoles hemos hecho en más de un siglo, la creación de una democracia con un estado de derecho y una economía libre de mercado. El riesgo de encontrarse a un señor que cuente batallitas del pasado en una situación de este tipo es elevado. Contienen valor, pero pueden ser tediosas y muy autorreferenciales. Lo de ayer fue todo lo contrario, una clase de historia y política de primera, como en pocas ocasiones he podido escuchar, por parte de un señor que tiene una capacidad para el relato y la extracción de lecciones y sentidos realmente extraordinaria. Uno lee y aprende cosas, pero cuando se encuentra ante los que realmente sabe es cuando descubre lo poco que conoce de las cosas y lo mucho que le queda por aprender. Además de aprender mucho, asistir a una charla como la de ayer le infunde a uno de obligada modestia, porque bien poco es capaz de replicar a alguien que le desborda en todos los sentidos. No es la voz de Varela la más perfecta para el mundo de la radio, con su tendencia a los graves profundos, pero todo de lo que ella sale posee un enrome valor. Y ayer, en persona, en directo, sin papeles, lo demostró con creces.

Es muy irritante la tendencia al adanismo que existe en nuestra sociedad, alentada por la disrupción tecnológica. En el campo de la política hemos visto como nuevos proyectos que venían a derrumbar todo lo conocido han naufragado en pocos años por la soberbia de sus liderazgos y los enormes errores cometidos. Frente a tanto vendedor de humo, pasado y que ahora ostenta responsabilidades de poder, la sapiencia de los que conocen la victoria y la derrota, las enseñanzas de la vida real y larga, resulta un oasis en medio de la tormenta. Varela conoció a las brujas de Macbeth hace muchas décadas, vivió la hybris en su propia sangre, llegó al poder, y experimentó su pérdida. A buen seguro el libro es una referencia de una época que nos cambió.

martes, octubre 25, 2022

El turno de Rishi Sunak

En la devoradora de presuntos líderes que se ha convertido la política británica le toca el turno de enfrentarse al monstruo a Rishi Sunak. Cuando el sábado Boris Johnson volvió a Londres todos pensamos en el regreso de Napoleón desde Elba, y vislumbramos un Waterloo para el extravagante político del pelo revuelto, sin que ni siquiera pisase la estación ferroviaria de dicho nombre. Finalmente Johnson, bien porque no consiguió los avales que decía tener o porque le convencieron de que bastantes estupideces ha hecho ya en este año, decidió renunciar a ser candidato, así que Sunak, que era el único que contaba con los avales necesarios, se quedó como candidato único, y hoy será proclamado primer ministro. El tercero en cuatro meses.

Presenta Sunak un perfil interesante, y que puede dar juego en lo político y lo social. Ha sido ministro de economía con Johnson durante el tiempo pandémico y, por tanto, responsable de los programas de ayudas que allí permitieron capear los cierres derivados del confinamiento. Sabe de economía, tanto de la pública como, sobre todo, de la privada. Está forrado hasta límites difíciles de imaginar, con una fortuna personal que está en el entorno de los 800 millones de euros y su mujer es aún más rica. De hecho es una de las más ricas del Reino Unido. Tiene 42 años, lo que es muy poco, y su origen hindú no sólo se percibe en su nombre y aspecto, sino también en sus creencias religiosas. Es la primera vez que un primer ministro del Reino Unido es un británico no de pura cepa, como dirían algunos allí y aquí. Supone esto una situación inédita, una más, en la situación política de la nación, y muchos lo verán como una ventaja, otros como un hándicap, a la hora de llevar a cabo la política migratoria restrictiva que los muy pro Brexit enarbolan como una de sus grandes banderas. Del paso por el gabinete de Johnson llegó su fama pública y también algún escándalo, relacionado con fiestas y su actitud de presunta traición al liderazgo de Johnson una vez que veía que hacía aguas. En las primarias que perdió frente a la fracasada Liz Truss Sunak era visto como el ventajista que abandonó el barco de Boris y actuó como el Bruto que asesina al padre César. Tampoco se le perdonó la altivez que presentaba su perfil de millonario exigiendo recortes de gasto y no gustó que en sus proclamas exhibiera un rigor fiscal alejado del populismo brexitero que enarbolaba Truss con fiereza. En los mercados, que ahora algunos adoran en función de a qué político irresponsable contribuyen a derrumbar, Sunak era el favorito de calle y la elección de Truss se vio con revés, confirmado a los pocos días por los propios errores de la primera ministra. A partir de hoy Sunak va a poder determinar el rumbo de la economía británica en medio de la tormenta, y tendrá que escoger qué es lo que quiere hacer. Lo primero, decidir si Hunt sigue como ministro de economía, puesto al que llegó de la mano de Truss tras la destitución de su efímero antecesor. Hunt presenta un perfil serio, moderado, con los pies en la tierra, y sabe que el exceso de endeudamiento no es sostenible, aunque sea mercancía útil para vender y así comprar votantes. Hace buena pareja con Sunak. Si consigue estabilizar la economía del país, Sunak tiene el segundo reto, que es de convertir a su partido, el conservador, en algo similar a un partido político, y no en la jaula de grillos que es ahora. La debacle de estos meses ha hundido por completo las expectativas de voto de una formación que arrasó hace cerca de tres años y que hoy las encuestas le sitúan en el peor de sus resultados históricos. La sucesión de errores propios les ha llevado a este precipicio y Sunak, ahora el líder, tiene sobre él la tarea de enmendar el rumbo. Lo tiene fácil para detener la bajada, pero muy difícil para remontar. Su fortuna, y lo poco que se conoce de su perfil político público lo convierten en una incógnita y, de momento, blanco fácil de las críticas de una oposición y una sociedad avergonzada de lo que está pasando estos días.

Un detalle sobre la legitimidad. Todos los nombramientos que estamos viendo en Reino Unido son legales, pero es cierto que cada uno de ellos ha ido perdiendo legitimidad popular. Johnson fue escogido por el parlamento tras arrasar en las elecciones. Truss fue escogida por el parlamento tras ganar una votación entre los militantes conservadores. Sunak va a ser escogido en el parlamento tras contar con el respaldo de algo más de cien parlamentarios conservadores. Como aquí, allí el primer ministro no es escogido por voto popular nacional, sino por el refrendo de la cámara surgida de unas elecciones, pero no es menos cierto que Sunak está al final de la legitimidad derivada de unos comicios que ya están muy caducos. El reto que afronta es tan inmenso como difícil.

lunes, octubre 24, 2022

La dictadura total de Xi

La imagen es escalofriante, síntoma claro de lo que ha sido todo el congreso y el rumbo que ha tomado el poder bajo la hégira de Xi JinPing. Cuando los bedeles levantan de su sitio al anciano expresidente Hu Jintao y le recogen sus papeles éste trata de resistirse, pero carece por completo de fuerza y capacidad. Avanza sujeto, casi escoltado, y trata de dirigir unas palabras al propio Xi, que estaba sentado a su lado, pero Xi le mira de reojo, imperturbable, como si poco más que una mosca revoloteara en torno a él, le dice apenas unas palabras y Hu sale de escena sujeto, arrastrado casi, por los que han sido encargados de levantarle. Todo el mundo contempla la escena en silencio y la tensión se palpa. Xi, mira al frente y casi ni pestañea.

Al acabar el cónclave del partido Xi permanece en pie, como todos los demás delegados, y junto a él sigue una silla vacía, la que ocupó Hu hasta hace poco, antes de ser removido. Como metáfora del poder absoluto que ha alcanzado Xi no deja de ser realmente fascinante. Nadie puede osar a discutirle nada, nadie es capaz de acercarse si quiera a su figura. Lo que estaba diseñado para ser el momento de la entronización ha adquirido un carácter aún más absolutista si cabe. Si hemos visto esta escena es porque Xi lo ha querido, y al igual que nosotros, todos los chinos la han visto, y han sacado la lección debida. Si en público la purga se puede hacer, de cara a la vista de todos, qué pasará en privado. El castigo para todo aquel que se rebele en contra del poder establecido por Xi será despiadado, y no hay parapeto posible. El anterior presidente ha sido apartado como un residuo, un despojo, y el actual líder poco más que ha expresado incomodidad por la molestia derivada del roce de su silla a su paso. En la dictadura perfecta que ha montado Xi, mezcla de autoritarismo, capitalismo y tecnología, nada sucede sin que el líder lo determine, y todo el poder debe estar supeditado a su voluntad. Ahora mismo Xi es la persona que controla a más personas en todo el mundo bajo su gobierno, y aunque la India pueda superar en población a China en breve es evidente que la autoridad de Beijing sobre el país es muy superior a la de Delhi sobre el subcontinente. Los guionistas de películas de mafiosos han visto coreografiada, de manera precisa, una escena de vendetta sin sangre ante las cámaras, pero con toda la crueldad derivada de una pública ejecución. Es asombroso. El rumbo de China ha ido derivando de un autoritarismo autárquico a una rigidez gubernamental con un capitalismo descontrolado. Desde su llegada al poder Xi no ha metido en vereda las prácticas irregulares del sistema económico, pero sí las posibilidades de acceso al poder que habían tomado los dueños de las enormes corporaciones privadas, cuyos ingresos y productos rivalizaban con la capacidad del estado para impulsar doctrina. Tras dos mandatos, diez años, Xi, ha conseguido someter a las empresas privadas y, en general, a todo aquel que ha querido hacerle sombra, alcanzando un grado de emperador como no se veía en décadas. Lo que suceda ahora con Chin en todos los ámbitos imaginables vendrá determinado por la voluntad de Xi, y más allá de las derivadas que puedan surgir por el pinchazo inmobiliario que sufre, la guerra de Ucrania y su papel de aliado blando de Putin o las tensiones en Taiwán, lo cierto es que nada va a pasar sin que Xi lo consienta, y eso abre una época en la que China se va a convertir en un mundo mucho más cerrado. Supongo que seguiremos comprando productos hechos allí en inmensas cantidades, no queda otra alternativa, pero las relaciones globales entre China y occidente van camino de un deterioro sostenido y peligroso. Xi nos ve decadentes, opinión compartida por su belicoso socio Putin, y opina que China seguirá creciendo y moldeando el mundo a su manera mientras que nuestras economías y sociedades declinan, poco a poco, pero de manera inexorable. Cada vez China estará más tentada en hacer uso de sus capacidades y del enorme poder global que ha adquirido, ya es el segundo del mundo, y retar a EEUU en más y más escenarios. Es muy probable que en un futuro, que algunos auguran muy corto, Taiwán sea el primer punto de enfrentamiento militar entre ambos imperios, el vigente y el aspirante. Puro Tucídides.

Frente a la dictadura china poco podemos hacer desde nuestros pequeños países europeos. Si acaso colaboramos en su fortalecimiento aumentando las inversiones chinas en nuestro territorio, bien de manera comercial o con la adquisición por el capital chino de infraestructuras como puertos o plantas de producción energética. En todo caso, sea lo que sea lo que pase, ya conoce usted la diferencia fundamental de vivir en una democracia imperfecta, decadente y llena de broncas como la nuestra o la eficiente y silenciosa dictadura china. Sabe que las purgas le pueden afectar pero, como mucho, rebajándole el sueldo, no quitándole la vida y exponiendo su desgracia ante el capo de todos los capos. No tengo dudas de qué régimen prefiero.

viernes, octubre 21, 2022

El esperpento británico

Se bastante menos inglés del que debiera y necesitaría. Desconozco si en su lengua existe la palabra esperpento y, sobre todo, si tienen en la mente el concepto que en España asociamos a ella, esa mezcla de caos, cachondeo, ridículo, absurdo y desquicio que rememora la palabra. Son en las islas flemáticos por tradición, amigos de la ironía y de esconder sus sentimientos, llevan a gala el distanciarse de los problemas y mantener la calma ante ellos. Supongo que, con todo lo que está pasando, si Churchill, o la recientemente fallecida Isabel II se levantasen de su tumba volverían a morirse, agotados, tras dar una buena paliza a los políticos que ahora dicen desear gobernar el que fue su país.

Liz Truss ha batido el récord de brevedad en el 10 de Downing Street y no hemos llegado a saber nada de su vida y milagros, más allá de los breves que se elaboraron tras su nombramiento. De los 45 días que ha permanecido en el cargo unos cuantos no tuvo que hacer nada porque el país estaba de luto por la muerte y sepelio de The Queen, por lo que no han sido sino tres semanas las que ha ejercido. En la primera presentó un presupuesto inviable y casi hunde la libra y la deuda británica. En la segunda trató de defenderse del caos y empezó a cesar gente a su alrededor para salvarse, y en la tercera ha terminado por dimitir tras nombrar a un ministro de finanzas que deshizo toda la propuesta económica de Truss. Desastre total. El partido conservador, una formidable máquina a la hora de alcanzar y mantener el poder se ha convertido en una trituradora de carne, ante la que se expone cada vez un líder más inútil y vacío, que entroniza con la pompa patria de rigor para, al poco, empezar a descubrir las vergüenzas de su elección, y comenzar el proceso de derribo de una manera cruel y concienzuda. Truss ha batido el récord, pero sus antecesores, empezando por el desgraciado de Cameron, han ido bajando de manera progresiva el listón, no ya el moral, que quedó sumergido en el alcohol de las fiestas de Johnson, sino aquel que mide cualquier mínima capacidad de gestión o liderazgo. ¿Es posible concebir semejante incompetencias y que sean elegidas como líderes? Sí. Lo cierto es que eso es algo que en España vemos desde hace ya bastantes años, a ambos lados del espectro político, pero no era lo que se estilaba en Reino Unido. Ahora ya no. Las islas se han ido de la UE, en la peor decisión posible en muchas décadas, y se han unido al club occidental de la incompetencia política de una manera tan fervorosa que encabezan el liderazgo de la vergüenza. Los comentarios de estos días, presididos por una lechuga que se ha mostrado mucho más incorrupta que el liderazgo de Truss, reflejan el hartazgo, el hastío y la sensación de ridículo que se ha instalado en Reino Unido. Un país orgulloso de su pasado, que lo exhibe sin freno y con abundantes mentiras para esconder los errores propios, al que se le perdona todo lo que a otros se nos echa en cara sin cesar, que ejerce un liderazgo indudable en materias muy poderosas del poder blando, está siendo engullido por una ola de bochorno institucional que es difícil de entender desde la tradición de ese país. El populismo brexitero, el cáncer que ha destrozado al partido conservador, sigue siendo la fuente de soberbia y error que hace caer una y otra vez a dirigentes de todo tipo en declaraciones absurdas, en proclamas de soberanía perdida y en un montón de tonterías que no dejan de ser las que han envenenado la política de ese país. El Brexit es un fracaso monumental, el partido conservador ha fracasado por completo en sus formas y fondo, el ridículo de sus dirigentes es total y la posición del país, en medio de una crisis económica y geopolítica de primera división es completamente irrelevante. Sumido en su caos, el gobierno de las islas no existe para una ciudadanía que ve cómo los precios crecen sin cesar, la energía se pone por las nubes y las perspectivas del día a día se ensombrecen. El hartazgo de la sociedad con los bufones que pretenden gobernarle empieza a ser peligroso.

Lo más lógico, llegados a este punto, sería que se convocasen elecciones anticipadas y que el nuevo reparto de cartas genere algo de legitimidad al gobierno que de ahí surja, pero es obvio que las perspectivas de derrota histórica de los conservadores y, con ello, la pérdida de cientos de cargos y salarios entre el partido, impedirá que el sucesor de Truss, el único con competencias para ello, decida hacer algo que destruiría por completo a su partido. Ahora, otra vez, tenemos una carrera para elegir un nuevo primer ministro y, ríanse, el nombre de Boris Johnson vuelve a coger fuerza para sentarse otra vez en uno de los despachos más desprestigiados del poder global. Ahí Valle Inclán, la pérfida Albión ha resultado ser la mejor intérprete de tus textos.

jueves, octubre 20, 2022

Arabia Saudí se enfrenta a EEUU

Una de las noticias más inesperadas de entre las que se están dando en este año se produjo hace un par de semanas, más o menos, cuando la OPEP+ el cártel conformado por varios países productores de petróleo, decidió recortar la producción en dos millones de barriles al día tras las bajadas en el precio que se dieron en los mercados internacionales. Esas bajadas de precio del barril son las que han permitido que el litro de combustible se abaratase a la vuelta del verano y, con ello, parte de la altísima presión inflacionaria. Este efecto ha sido menor en Europa que en EEUU, porque compramos el petróleo en dólares, y el euro está por los suelos frente al billete verde

Lo trascendente de esta decisión no es que un grupo de presión trate de sacar partido de la coyuntura chantajeando al resto, eso lo vemos todos los días en todas partes, y es algo humano, nos guste o no. Lo interesante es que Arabia Saudí, la nación que realmente dictamina el precio al que cotiza el barril de crudo, dadas sus reservas, infraestructuras y márgenes de explotación, se ha sumado sin pestañear a un recorte que beneficia a uno de los países productores que necesita que el valor del barril siga alto, Rusia, y perjudica al principal socio comercial y valedor de la dictadura saudí en el mundo, EEUU, y todo ello a escasas semanas de las elecciones de medio término, en la que demócratas y republicanos se juegan el control del Senado y la Cámara de Representantes. Una gasolina con precio a la baja es lo que más necesitaba Biden para remontar en unas encuestas que le tienen hundido, y el recorte de producción y subida de precios es lo mejor que les puede pasar a los oponentes republicanos para denunciar la carestía de la vida entre sus votantes, carestía que, como aquí, es cierta. Así que vemos como la monarquía saudí actúa claramente a favor de los intereses de la Rusia de Putin y en contra de la presidencia demócrata de Washington. Como mínimo un movimiento que ha llamado la atención a casi todos y que ha provocado que, en medios norteamericanos, la palabra traición se eleve contra la casa Saud como no recuerdo que haya sucedido nunca. Que la nación saudí, o más bien los miles de pertenecientes a la familia que comanda el reino como una finca medieval, tengan una vida de privilegio absoluto es algo plenamente debido al negocio del petróleo, y asegurado por las inversiones de EEUU en esa industria y en la de seguridad. Arabia Saudí puede que sea el principal comprador de armas norteamericanas, con cifras de miles de millones hasta un nivel mareante. Armamento de todo tipo, de altísimo nivel tecnológico, que los saudíes no son capaces de utilizar de manera eficiente dado su nivel de inoperancia y corrupción. Esto hace que, en la guerra sostenida de los saudíes contra los hutíes del Yemen la otra parte, mucho más pobre y destartalada, haya sido capaz de mantenerlos a raya, e incluso llegar a atacar Riad con drones como los que ahora emplea Rusia, porque los hutíes son chiíes, como los iraníes. Lo cierto es que portavoces del reino saudí han tenido que salir a la palestra para defenderse de unas acusaciones que no dejan de subir de tono en gran parte de los medios y clase política de Washington y han afirmado, con todo el desparpajo del mundo, que sólo cuestiones económicas son las que están detrás del anunciado recorte de producción. Imagino a los destinatarios de esta declaración reaccionando con una extraña mezcla entre carcajadas y recuerdos nada amistosos a la madre del portavoz del gobierno saudí y el resto de su familia. Realmente este movimiento de Bin Salman, el hombre fuerte en Riad, en un momento de estrecheces energéticas globales, en el que está claro que parte del mundo sufre más el alza de los precios y cuál se beneficia de la misa, es todo un órdago a la cara de sus socios norteamericanos, sus aliados de toda la vida, y es una patada en toda la regla en el tablero geopolítico global y, especialmente, en el avispero de Oriente Medio.

Si para varios analistas norteamericanos la idea de ir abandonando esa zona de influencia era algo que tenía que hacerse sí o sí, y más a medida que la independencia energética de la nación era ya un hecho, esta situación actual refuerza esa necesidad de dejar atrás una relación que se ha mostrado muy fructífera para ambas partes, pero que ha creado un cáncer en la zona en forma de satrapía wahabista en el que es, sin duda, uno de los regímenes más opresivos y siniestros del mundo. El actual precio de la energía le dará nuevos ingresos e impulsos a Bin Salman y sui camarilla, pero es evidente que occidente debe hacer, debemos hacer, todo lo posible para que este grupo de aprovechados, y traidores, acaben completamente arruinados.

miércoles, octubre 19, 2022

Avería de metro

Anécdota tonta. Hacía tiempo que no pasaba, pero esta mañana ha habido una avería en el metro en la última de las líneas que cojo para llegar al trabajo, por lo que me he tenido que salir de la estación, coger un bus y realizar el final del trayecto en medio de una montaña de personas que intentaban hacer lo mismo que yo. Hay días en los que, haciendo el viaje de ida o vuelta, uno oye que se ha producido una avería en una determinada línea, y se mira para saber si está entre los afectados o no. Cuando no es el caso, la sombra que empezaba a perfilarse en el trayecto previsto se disipa, y apenas se piensa más en ello, olvidando a los sufridores reales.

Cuando el tren se queda bastante tiempo parado en una estación, o peor, entre dos de ellas, se empieza a notar un runrún de nervios entre los viajeros, porque es sabida la parquedad con la que se dan los avisos en el metro de Madrid. En otras ciudades es casi al revés, el conductor comenta demasiadas cosas, aquí apenas te avisa de que hay un problema cuando, llevados un rato parados, la megafonía de las estaciones empieza a emitir avisos pregrabados que componen la información de las líneas y tramos afectados por una interrupción que, siempre, empieza siendo estimada en media hora, y a veces dura menos y otras, las más, más. Cuando llega la confirmación de que hay problemas toca decidir qué hacer, y entonces empiezan las dudas. En función de donde haya sido la retención y el destino surgen más o menos posibilidades. Hay estaciones complicadas, de las que no tienen intercambio, donde una avería supone estar en tierra de nadie y afrontar un paseo largo hasta otra estación o alternativa. Otras tienen cruces de líneas, y te invitan a realizar un camino alternativo, cosa que me gusta cuando estoy de ocio, pero no cuando uno viene al trabajo, y claro, a estas horas de la mañana los trenes vienen muy llenos, y una alteración del servicio no prevista supone riadas de viajeros que cambian de planes y abandonas estaciones llenas dirigiéndose a otras también repletas, lo que es la receta perfecta para el caos. Hace unos minutos la escena masiva era de salida de la estación hacia las marquesinas de los autobuses que suben y bajan castellana, que se han convertido en improvisados manifestódormos, cada una de ellas equivalentes a varias comarcas de la España vacía, con caras de mosqueo general y apretones sin disimulo entre los intentos de subirse a algunos autobuses que venían con su recorrido y carga habitual, y que se han visto desbordados por la afluencia no prevista. Afortunadamente la previsión de lluvia para la tarde ha decidido no adelantarse y todo se ha hecho a una extraña y agradable temperatura en medio de la noche, pero con paraguas y gotas la situación hubiera sido bastante más confusa. Muchas malas caras, pero afortunadamente no ha habido las típicas broncas que se producen en estos casos entre aquellos que quieren entrar donde apenas hay sitio y los que, dentro, no aguantan que alguien más les presione. Son situaciones imposibles de acordar, en las que las prisas de los que llegan rebotados de la avería se suman al agobio de los que estaban de antes, todos ellos con cara de madrugón, y muchas veces las discusiones afloran sin que apenas pasen instantes desde que se produce el primer roce entre unos y otros. En esas ocasiones, si uno está lejos, oye las voces y agradece que se produzcan a distancia, pero todos tenemos escenas en la memoria de discusiones al borde de la cara en las que uno trata de huir, se ve tentado unos instantes en intervenir para apaciguar los ánimos, pero se retrae ante la posibilidad de que la discusión entre terceros torne en instantáneo acuerdo contra el presunto apaciguador. Lo mejor es cruzar los dedos y esperar a que las cosas pasen, eludir el conflicto, piensa mi mente cobardica. y tratar de que, milagro, o la megafonía o una acción del metro hagan que las cosas se muevan, en el sentido literal. A veces sucede, pero en demasiadas ocasiones no.

No es lo mismo una avería al venir al trabajo que al volver. Llego a la oficina de los primeros, y dedico los minutos inicales del día a este escrito cuando apenas hay gente, pero ello no es óbice para el hecho de que llegar tarde, lo que yo entiendo como tarde, no me guste. En el camino de vuelta la cosa es algo diferente. Molesta, sí, no lo voy a negar, pero lo cierto es que si llego unos minutos más tarde a casa o no tampoco va a alterar la rutina que tenía prevista, así soy, ni habrá nadie esperando que va a tener que sufrir una pérdida de su tiempo. Si tengo lectura tampoco me preocupa hacerla más en un andén y menos en casa, por decirlo de una manera rápida. Y entre buenas páginas las esperas se hacen mucho más amenas, a veces, si no hay urgencia por llegar, casi inexistentes.

martes, octubre 18, 2022

Los mercados y los gobiernos incompetentes

Estos días, a cuenta del desastre que se vive en el gobierno británico, he podido leer a varios articulistas en España regodeándose de la desgracia de Liz Truss y de cómo su proyecto de bajadas de impuestos ha naufragado, víctima de los mercados, que hundieron la libra y la deuda pública británica. La mayor parte de quienes se lo han pasado bien escribiendo eran opinadores de, llamémoslo así, izquierdas, a los que les tembló poco el pulso a la hora de criticar al gobierno conservador y disfrutar de su debacle a manos de la economía financiera. Se veía el gustirrinín que les provocaba encadenar párrafos de superioridad moral ante el derrotado adversario.

Ampliemos un poco el foco. ¿Qué diferencias hay entre lo que ha sucedido estos días en Reino Unido y lo que nos pasó en España durante nuestra crisis de deuda soberana? En el fondo, ninguna. Ambas naciones poseen enormes volúmenes de deuda pública y requieren la confianza internacional para que dicha deuda sea comprada y renovada. Así mismo, en ambos casos, los gobiernos de Londres y Madrid mostraron, ante ambas crisis, una ineptitud rayana en lo suicida, haciendo exactamente lo contrario que debían, negándose a ver la realidad y empeñándose en el error una y otra vez, encareciendo la factura de la crisis que todo ello provocó. ¿Diferencias? Básicamente tres. Una, que el desastroso gobierno de Reino Unido ha tardado un par de semanas en enmendarse a sí mismo, por lo que los daños que ha provocado al país y a sus ciudadanos serán menores. Dos, que la presunta ideología que se encuentra detrás de ambos gobiernos es distinta; conservadora (menudo chiste) en el lado británico y de izquierdas (aún más chistoso) en lo que fue la presidencia de Zapatero. Y tres, quizás la más vergonzosa de todas, que es que lo que estos días escriben riéndose del Reino Unido y la paliza que le han dado los mercados a sus gobernantes clamaban al cielo en arameo contra esos mismos mercados cuando éramos nosotros, más bien al gobierno al que apoyaban, los que recibíamos los palos. En ese momento los mercados eran salvajes, crueles, inmisericordes, injustos, y toda clase de epítetos que uno quiera emplear. Ahora los mercados son eficientes, sagaces y ajustados. Pues ni antes lo uno ni ahora lo otro. Los mercados, ese ente formado principalmente en ambos casos por ahorradores internacionales, no soporta que alguien le quiera tomar el pelo y se endeude sin fin sin que sea capaz de presentar una propuesta que le permita cubrir los pagos que solicita. Puede a pedir dinero a sus amigos, y quizás le presten, pero si no hace más que pedírselo día tras día y no devuelve nada llegará un momento en el que no sólo no le prestarán, sino que dejarán de ser amigos suyos. ZP embarcó a nuestra economía en una espiral de deuda salvaje, derivada de la conversión de los ingresos extraordinarios generados por la burbuja, que nunca volverán, en gasto estructural, permanente, de la que sólo el BCE nos pudo rescatar. Truss, con una economía británica muy endeudada y fuera de la UE, jugó a aprendiz de brujo con unas medidas económicas que, quizás, hubieran funcionado con la mitad de deuda sobre el PIB de lo que presentan las cuentas de su país y sin el factor omnipresente de la guerra de Ucrania y sus efectos en la inflación y el crecimiento. El estrellato de las medidas de Truss era cuestión de poco tiempo y, afortunadamente, aunque se ha mostrado como una incapaz absoluta, ha pegado el volantazo necesario para detener la sangría de su economía, aunque su gobierno y figura hayan quedado tocados, probablemente hundidos sin remedio. El fracaso de Truss es el mismo, a cámara muy rápida, que el de ZP, y veremos a ver si el de otros gobiernos en unos meses, empezando por el neustro.

¿Alguna lección práctica de todo esto? Varias, sobre todo para los gobernantes. Una cosa es decir tonterías en un plató de televisión o en un periódico sobre lo que uno quiere hacer cuando llegue al poder y otra sentarse donde se cree que se dominan las cosas y comprobar que no es así. La capacidad de actuación de un ejecutivo se estrecha cada vez más en tiempos de complejidad, y mucho más cuanto más endeudado está. Del estrellato de Truss debieran aprender muchos otros. Y de paso, querido lector, huya de los “periodistas” que cobran del partido, sea este el que sea, ahórrense el tiempo de leer sus argumentarios. Mera propaganda que sólo sirve para que ellos cobren a final de mes, y puedan invertir en los mercados.

lunes, octubre 17, 2022

Xi Jinping, entronizado

Contempla uno las imágenes del congreso del Partido Comunista chino y cree estar en una alucinación temporal. El color de la imagen es intenso, se ven móviles y tablets, es hoy, ahora, pero a quienes se muestra podían ser perfectamente personas sacadas de siglos pasados. Todos hombres, serios, grises, que aplauden unánimemente las decisiones de un órgano de mera aclamación, que contemplan en el estrado al dictador y a su corte de brazos ejecutores, y que se desgañitan para mostrar pleitesía y, con ello, la esperanza de recoger algunas migajas del poder en forma de cargo e ingreso. Sustituye uno la imagen de Xi por la de Mao y, visto desde lejos, todo se parece demasiado.

Xi es el primer dirigente chino, desde Mao, que permanece más de diez años en el poder. Tras el desastre de la gestión maoísta, que sólo fue vista con buenos ojos por burgueses acomodados de ciertas ciudades europeas, el partido decidió que los dirigentes podrían tener un cargo máximo de diez años, en dos bloques de cinco, siendo el primer ministro del segundo ejercicio el llamado a ser el próximo líder. Hasta Xi. Si la norma se hubiera mantenido en vigor esta semana habría dejado el poder, y dado paso a otro monarca, pero no será así. Las diferentes reformas constitucionales que se han dado en el reinado de Xi le permiten optar a un nuevo mandato de cinco años y, por lo que parece, tiene posibilidades reales de eternizarse en el poder, lo que ya le va a dar derecho a que su nombre se escriba con grandes letras en la historia del partido comunista chino, al ser el que más ha gobernado aquella nación bajo esas siglas desde Mao. Xi controla los resortes del poder político y militar en un aparato del que, en occidente, se sabe menos de lo debido, pero que parece unido. Ha conseguido que en las escuelas se estudie su figura y doctrina, y ha cambiado el perfil exterior de una China con capacidades cada vez mayores, en todas las dimensiones que uno pueda mirar. Si los mandatos iniciados por Den Xiaoping, una de las personas más importantes de la historia moderna, y sus sucesores, buscaron reconstruir una china arrasada por la revolución cultural e ir creando una gran nación, Xi se ha propuesto que china empiece a ocupar el papel en el mundo que le corresponde a la nación más poblada, por poco, y a la segunda con mayor PIB. China mira, en muchos aspectos, a EEUU de tú a tu, y sabe que su poder empieza a ser lo suficientemente grande como para ser temido, y no sólo entre sus vecinos, que saben bien lo persuasiva que puede ser Beijing cuando se lo propone. La economía global se asienta mucho en la capacidad productiva de China, y en el cada vez mayor mercado de consumo que representa esa nación. Xi conoce las fortalezas de su nación, y desea explotarlas mediante un discurso cada vez más nacionalista y retador. Parte de esa orientación hacia fuera, a exigir a los demás, puede venir de los problemas a los que se enfrenta la economía china, que desde luego que los tiene. Lo que parece ser el estallido de una burbuja inmobiliaria se cruza con las consecuencias derivadas de cierres y confinamientos provocados por la testaruda política de Covid cero, que lastran a grandes sectores y ciudades cuando apenas unos pocos casos son detectados. La menor eficacia de la vacuna china y la menor tasa de cobertura vacunal de su población, así como la prácticamente nula inmunidad natural generada por los contagios, que no se han dado, hace que un brote en China pueda tener consecuencias sanitarias más elevadas que en otras partes del mundo, pero el desastre económico que supone la gestión “cero” actualmente y las restricciones a la población que se manifiesta en forma de confinamientos y control militar de las urbes son una carga para la economía del país y su futuro. Había rumores que indicaban que Xi aprovecharía este congreso para anuncier un relajamiento de esa política de cero contagios. De momento no está siendo así, ni mucho menos.

Sin la belicosidad sádica de Rusia, pero sí con un discurso semejante, Xi se muestra ante el mundo como el hombre fuerte providencial, el ejemplo de cómo conseguir desarrollo económico y triunfo social en una nación alejada de las decadencias liberales y las turbulencias democráticas. Xi y China son un ejemplo para parte del mundo, que busca rumbo y aliados. El abrazo chino, soñado por muchos, se puede acabar convirtiendo en una pesadilla, como ya saben varios países africanos, pero es un proceso que va a más. Occidente y las democracias liberales tenemos en China un rival sistémico, en lo económico y, también, en lo ideológico. Xi lo sabe, y lo va a explotar. Los problemas de fondo que tiene China pueden frustrar sus sueños, pero no parece que, salvo ellos, ninguna persona sea capaz de ponerle obstáculo alguno.

viernes, octubre 14, 2022

Lesmes y la vergüenza política

Una de las cosas buenas que tiene subir al norte es que se puede comprar El Correo todos los días y, además de estar ante un periódico mucho más objetivo que otros de mayor nombre y tirada, disfrutar de genialidades como las columnas de Pablo Martínez Zarracina, que está a años luz de todo lo que yo seas capaz de hacer juntando palabras. Este lunes alcanzó otra de sus cimas cuando expresó la sorpresa que sintió el domingo por la noche al ver a un señor trajeado con barba blanca dando un discurso desde un despacho institucional, y la imagen del Rey y el espumillón navideño le vino a la mente de manera instantánea. Miró el calendario, porque algo no le cuadraba y, en efecto, no era Felipe VI el que esa noche se dirigía a los españoles.

Carlos Lesmes, presidente del Consejo General del Poder Judicial, el CGPJ del que se habla en los metros y autobuses según cierta ministra, escogió un formato de dimisión regia para que su portazo, ya anunciado, se escuchara de la manera más estruendosa posible. Ya hace unas semanas amenazó con hacerlo, achacando a la necedad política la situación insostenible del más alto órgano de la magistratura y la imposibilidad de seguir al frente de una carcasa que se vaciaba a cada día que pasaba, entre bajas, interinidades y desprestigio. En sus palabras, nada retorcidas, muy comprensibles, denunció una situación que le aborrecía, y de la que se negaba a seguir siendo cómplice. Dicho y hecho, Lesmes hizo efectiva su amenaza y dimitió. Al día siguiente Sánchez llamó a Feijoo a la Moncloa para tratar de encauzar un pacto entre los dos grandes partidos que pudiera cubrir las bajas que presenta el órgano de gobierno de los jueces. Acción y reacción. Eso sí es velocidad. La que no han tenido PP y PSOE en años de discusiones y enfrentamientos se convirtió, por arte de magia, en un encuentro de tres horas centrado en este tema, y vaya usted a saber si en alguno más. Interesante. No se puede ser más necio que lo que han demostrado ser ambos partidos. Unos cuántos días antes tuvimos la visita del Comisario de Justicia de la UE, que vino para enterarse por qué en este país bananero no hay manera de que las instituciones judiciales puedan ser renovadas en plazo y forma. Imagino que, del contenido de sus encuentros con gobierno y oposición, sacó la conclusión de que aquí todo funciona como en Polonia, pero en el plano de los deseos. Allí el gobierno ya ha conseguido sacar adelante normas que le permiten nombrar y revocar jueces y altos cargos de ese poder para que no osen a discutirle sus decisiones. En España, como no hay mayoría suficiente para ello, no es posible, pero tanto el partido gobernante como el aspirante se mueren de envidia de lo que ha logrado hacer el gobierno de Varsovia. En público abominan de la injerencia del ejecutivo en la justicia y de lo condenable que es ese comportamiento, pero en privado sólo sueñan con ser ellos, y no los de enfrente, los que puedan colocar a quienes desean donde les sean útiles. El Comisario Europeo dejó España, supongo que aliviado desde el momento en el que su avión despegó de nuestro suelo, una vez comprobado el total sectarismo y la inutilidad manifiesta de los políticos con los que se reunió, ávidos de poder y de orgullo. Ese mismo comisario fue alabado y lanceado por los medios del gobierno y sus contrarios en función de lo que decía en un momento u otro, o de con quién se reunía o dejaba de hablar. Lo que en un principio era una visita de una alta figura europea se convertía, en horas, en presencia incómoda de alguien que no tiene derecho a opinar de lo que sucede en nuestro país, y viceversa. Seguro que, si por el comisario fuera, tanto los miembros de nuestro gobierno como los de la oposición podían ser destinados a un presidio a picar piedra durante un par de décadas, siendo ese el mínimo castigo que se les podría impones a los causantes de tanto daño institucional. Al menos así sí se haría justicia, de la verdadera.

La dimisión de Lesmes, además de reflejar un grave problema institucional, es una bofetada en toda la cara a los críos, ya lo siento por los de menor edad, que pretenden gobernarnos o dicen que lo hacen, y también, desde luego, a los que día sí y día también, escriben hablan en la radio o en otros medios a sueldo, o así lo parece, de una u otra parte, dejando la presunta profesión periodística que dicen ejercer convertida en mero ejercicio de propaganda, supongo que mejor remunerado de lo que podría ser el honroso trabajo de redacción. Por eso, también, leer a gente como Zarracina es un lujo, porque sabes que, casi seguro, no le contratarían en ninguna de las antaño grandes cabeceras nacionales.

jueves, octubre 13, 2022

Venganzas rusas

En estos días de puente en Elorrio, donde todo ha sido bastante tranquilo, la situación en Ucrania se ha ido deteriorando aún más, dando la razón a los que habían predicho que la guerra aún tenía mucho por delante para empeorar. Se produjo el fin de semana un golpe audaz, de autoría nada clara, contra el puente de Kersch, que es la infraestructura que une la península de Crimea con lo que era el territorio de Rusia antes de la invasión. Esta obra, inaugurada por el propio Putin hace pocos años, es un puente de doble carril por sentido para vehículos y de una vía por sentido para ferrocarriles. Es una gran obra financiada por un oligarca del régimen.

El ataque logró parar el tráfico en el puente durante todo un día, Supuso el derrumbe de uno de los tramos de carretera, lo que permitió que al día siguiente los vehículos pudieran ir por el tramo aún en pie con un único carril por sentido, y causó un aparatoso incendio en un tren de mercancías que estaba sobre las vías en el momento del ataque, generando daños a la infraestructura y unas espectaculares imágenes de llamas en el puente. No está claro cómo se produjo el ataque. Algunas fuentes hablan de un camión bomba, otras de una carga llevada de manera submarina. Si no está claro el cómo, menos el quién, aunque resulta fácil adivinar que los servicios de inteligencia ucranianos no estarán lejos de la acción. Pese a que los resultados no han sido tan drásticos como las imágenes del sábado podían hacer pensar, el golpe al puente es una nueva muestra de la resistencia que está mostrando Ucrania, de la chapuza de los servicios de inteligencia rusos y, también, un insulto a la cara al orgullo de Putin. Ver desde su despacho las escenas del incendio en la infraestructura debió ser todo un lujo, sin duda tétrico. El zar herido, golpeado, avergonzado ante el mundo entero, una vez más. Como probable respuesta, Rusia atacó el lunes de manera indiscriminada una gran cantidad de ciudades ucranianas con misiles, causando enormes destrozos y decenas de muertos. Kiev, que llevaba tiempo sin sufrir ataques, fue golpeada en varios puntos, haciendo que las sirenas y las columnas de humo fruto de las explosiones se elevaran otra vez sobre su cielo. La ya torturada Zaporiya, la lejana Leópolis, Dnipro, Odesa… el rosario de objetivos alcanzados fue enorme. En algunos casos se buscó la destrucción de infraestructuras relacionadas con el abastecimiento de energía, tratando que la luz sea algo cada vez menos corriente en el país pero, en general, el objetico de los misiles era crear el miedo por el miedo, matar civiles, mostrar a los ucranianos que Rusia es capaz de golpear en cualquier punto de su nación y que le da igual que los edificios residenciales sean el blanco de sus bombas. Es más, diríase que, como en anteriores campañas rusas en Siria o Chechenia, la destrucción de la infraestructura civil y de sus vidas es uno de los principales objetivos buscados. La inoperancia militar de las tropas rusas frente a un rival más motivado pero menor trata de ser suplida por el kremlin mediante el ejercicio del terror mafioso. Vimos el lunes muchos vídeos de ciudadanos ucranianos que iban a trabajar o estudiar, tratando de desarrollar una vida más o menos normal dentro de la angustia en la que residen y, de repente, el silbido de un misil se volvía ensordecedor, la explosión de un impacto sacudía el fondo de la escena y columnas de humo y fuego se elevaban cubriéndolo todo, dejando a los que contemplábamos la escena asombrados, pero muy lejos de la sensación de pánico que podía estar sufriendo el testigo de aquello. El lunes Rusia mostró lo que le gustaría hacer, laminar Ucrania y, con ella, a todos sus habitantes.

Las necesidades militares de Kiev crecen a medida que la guerra se prolonga, y de momento se mantiene el apoyo occidental en suministros y envíos de tecnología avanzada, pero también es cierto que, a medida que se acerca el invierno continental, los daños que Rusia pueda causar en las infraestructuras civiles adquirirán un peso mayor en el devenir de la población ucraniana. Con el suministro de electricidad y calefacción dependiendo de un hilo, millones de europeos se enfrentan a vientos y nieves con poco más de las paredes de sus casas, muchas de ellas con los cristales reventados fruto de las explosiones. ¿Cómo afrontar el frío así? Casi da miedo hacerse esta pregunta, no quiero ni imaginarme pasando algo similar.

viernes, octubre 07, 2022

El ejército ruso está fracasando en Ucrania

Si algo nos ha enseñado la guerra de Ucrania es a ser muy prudentes a la hora de hacer predicciones. De hecho, callarnos es lo mejor que podemos hacer en situaciones como estas, dada la volatilidad de los acontecimientos. No iba a haber guerra era un mantra que se demostró falso en febrero. Kiev caerá en pocos días se vio como una certeza hundida en la miseria ya en marzo. La aplastante superioridad del ejército ruso garantiza su imbatibilidad, otro lema que cada día de combate demuestra que no es más que una rémora de un supuesto pasado glorioso, y así todo. Si esperan aquí previsiones, lo siento, pero no las haré.

Resulta asombroso comprobar cómo el proceso de reconquista del ejército ucraniano de los territorios asaltados por Rusia se topa con unas fuerzas que huyen en desbandada, que se rinden, que apenas tienen soporte logístico y que son poco más que un grupo de militares rasos abandonados a su suerte. Zonas que, de manera falaz, Putin consideró como nuevo territorio de Rusia tras los referéndums de anexión de la semana pasada se han vuelto a convertir en lo que eran, territorio ucraniano, gracias al avance de las tropas de Kiev. Bien organizadas, con armamento e inteligencia occidental, abastecidas y, sobre todo, con moral de victoria y destino, dado que defienden su país, el ejército ucraniano se está mostrando muy por encima de cualquiera de las divisiones rusas, que son, militarmente, decepcionantes. Poseen armamento viejo, su logística es muy inadecuada, su cadena de mando apenas es capaz de dirigir operaciones que se escapen algo de la línea de frontera anterior a la guerra, y la tropa no presenta ningún ánimo de combate ni capacidad de resistencia moral. Sí, son buenos exterminando civiles, destruyendo, rapiñando, robando, abusando de una población que no posee medio alguno de defensa, pero ante contingentes militares organizados muestran una incapacidad impropia de una milicia que se pueda considerar como tal. Las anunciadas y publicitadas inversiones en el ejército ruso, proclamado por el kremlin como el segundo del mundo tras el imbatible norteamericano, se muestran como poco más que palabrería hueca, mera pose. Si se ha gastado todo el dinero que se ha dicho en dotar de recursos y modernizar al ejército parece evidente que el mayor de los importes de esa inversión ha ido a las dachas y otras mordidas de los altos generales, y a todo el entramado de corruptelas que ha podido crecer en el entorno del putinismo, pero muy poco a lo que realmente importa; logística, entrenamiento, material y tecnología. El ridículo global que está haciendo el ejército ruso es algo que está siendo observado en todo el mundo, y que puede tener enormes consecuencias mucho más allá de Ucrania. Rusia, como tal, es un estado monstruoso que gobierna un territorio inmenso lleno de nacionalidades y etnias que están sometidas al poder de Moscú gracias al miedo que genera el potencial militar ruso y la facilidad con la que se acude a él. El ver la inoperancia de las fuerzas rusas puede animar a muchas repúblicas y enclaves, piense usted en toda la ensalada de nombres conflictivos que anida en el Cáucaso, a intentar una revuelta, ahora que parece evidente que las temibles tropas rusas son mucho más vulnerables de lo que se esperaba. En definitiva, la estrategia que desarrolla el Kremlin en Ucrania es una extensión de las maniobras soviéticas de décadas pasadas, y se está mostrando como lo que era, un recuerdo, un ejercicio de museo. ¿Quiere decir esto que Rusia va a perder la guerra? No lo se, pero esa alternativa, que parecía disparatada hace unos meses, se empieza a tener muy en cuenta por parte de los expertos en la materia. La derrota ucraniana ya no es inapelable, ni mucho menos, o al menos si nos referimos al enfrentamiento de ejércitos convencionales.

El matiz que esconde la anterior frase es muy importante. Si la disuasión convencional no funciona, si el ejército ruso de toda la vida no se impone, la tentación de usar otro tipo de armamento por parte de Putin crecerá día a día. Uno de los supuestos en torno a los que gravita todo este grave asunto es que el destino del propio Putin será el mismo que el de la guerra, y que una derrota militar acarrearía su caída, lo que en Rusia es algo muy muy literal. Y eso Putin, que hoy cumple setenta años, lo sabe, y hará todo lo que esté en su mano para evitarlo. Por eso la gravedad de la guerra crece a cada día, y el escenario de una victoria ucraniana y una derrota rusa, que no son exactamente lo mismo, abre nuevos miedos e incertidumbres.

Subo a Elorrio y me cojo dos días. Como el miércoles 12 es festivo, nos leeremos nuevamente el jueves 13. Pásenlo bien y cuídense.

jueves, octubre 06, 2022

El desastre de Liz Truss

No les engaño. Me vence la melancolía cuando contemplo cono en naciones de las que uno espera respuesta, como es el Reino Unido, recibe las mismas inutilidades políticas y de gestión que vivimos en nuestro día a día patrio. El que generaciones sin fin de españoles hayan emigrado a las islas para escapar de nuestra necedad las ha convertido en un destino al que, siempre, existe una probabilidad de volver a ver como refugio. Nunca descartemos nuestra total deriva. Pero ¿qué pasa cuando el visto como puerto seguro se embarca en su propia debacle? No tengo muchas respuestas. Las primeras semanas del nuevo gobierno conservador sólo me crean temores.

Tras la debacle de Borish Johnson los conservadores se embarcaron en la elección de un nuevo líder y primer ministro, dadas las normas políticas que allí se llevan. Unas pocas decenas de miles de personas iban a escoger al que rigiera los destinos de los más de sesenta millones de británicos. El éxito o fracaso de su elección correspondería sólo a ellos. A la carrera se presentaron varios candidatos y, finalmente, sólo dos de ellos llegaron al final. El ex canciller del Tesoro Rishy Shunack, creo que se escribe así, y Liz Truss, que fue ministra en anteriores gabinetes conservadores. Ambos candidatos eran flojos, vistos de manera objetiva. Con poco bagaje, ideas muy generalistas, escasa capacidad en su discurso público y, en general, un ansia por el poder desmedida para su corta trayectoria. Si me apuran, entre ambos, hubiera escogido al ex responsable de economía por la cosa de que, al menos, él ya se había enfrentado durante un tiempo, corto, con los dolores de cabeza del presupuesto y la deuda, y sabía que no todo discurso ideológico se puede traducir en medidas de gasto. Tras la votación entre las bases conservadoras Truss ganó por amplia mayoría, encumbrada en un discurso que quería recordar a Margaret Thatcher y que, ya entonces, parecía poco más que una mera campaña de marketing. A Shunak le restó muchos apoyos internos el haber sido la gran dimisión que abocó la caída de Johnson, y su imagen de Bruto apuñalando al César le condenó. Pudiera uno pensar que todo esto sucedió hace mucho, pero es apenas un mes lo que ha transcurrido desde la elección de Truss, y en ese mes la mitad del tiempo ha sido suspenso por todo lo relacionado con el fallecimiento y exequias de Isabel II. Es decir, apenas dos han sido las semanas en las que Truss ha ejercido su cargo, y el balance es, realmente, desolador. El anuncio de sus medidas económicas ha provocado un desastre total en los mercados británicos, con el hundimiento de la libra y el disparo de los tipos que soporta la deuda nacional, y los que pagan sus créditos allí. Truss se ha envuelto en una bandera ideológica que, como todas, tiene algunos puntos débiles y otros acertados, pero como todas las que se enarbolan con pasión, llevan a cometer enormes errores reales en base a supuestas maravillas teóricas. Tras una rectificación parcial de sus decisiones, esta semana la calma ha vuelto, por ahora, a los mercados, pero esto puede ser un espejismo de un par de días. El discurso que hizo ayer Truss en el congreso conservador de Birmingham fu un alegato en defensa propia, ante un auditorio que, no lo olvidemos, al escogió por una amplia mayoría hace un mes, ¡un mes! y que ahora la contempla con temor ante la deriva de los acontecimientos. Las encuestas electorales de estos días describen una debacle absoluta de las expectativas conservadoras, con los laboristas adelantándoles por cerca de treinta puntos y con unas expectativas de escaños ridículas, lo que llevaría a la pérdida de ingresos públicos a gran parte del auditorio ante el que se examinaba Truss. Pocas veces se ha visto un estreno político tan calamitoso como el que ahora contemplamos, y a tal velocidad de derrumbe. Propios y extraños miran con asombro lo que allí está pasando y, la verdad, se entiende muy poco.

El partido conservador británico, los Torys, es una fantástica máquina diseñada para alcanzar y retener el poder, y en estos últimos años está ofreciendo un espectáculo de incompetencia y necedad que no se si tiene parangón con el pasado. Cameron, May, Johnson, Truss.. los presuntos líderes de la formación, escogidos entre los suyos, se suceden en periodos cada vez más cortos, dominados por el caos y la improvisación. Con el Brexit de fondo, y una economía que pretende navegar sola en aguas cada vez más turbulentas, el fracaso de las élites conservadoras a la hora de escoger liderazgos y ejercerlos resulta demoledor para las expectativas de un Reino Unido en horas muy muy bajas.

miércoles, octubre 05, 2022

Presupuesto en la incertidumbre

Aderezados con la escena de sofá que simboliza el acuerdo entre las dos almas del desgobierno, Sánchez y YoYolanda acordaron el proyecto de presupuestos generales del estado, los terceros y últimos de esta legislatura, que se presentan en plazo y forma a las cámaras para que los debatan y sean, en su caso, aprobados para entrar en vigor el 1 de enero de 2023. Es un presupuesto ultraexpansivo, que dispara el gasto, que lleva muchos regalos con vista al largo ciclo electoral al que nos aboca el año que viene. Incluye enormes subidas en las pensiones, del 8,5% y aumento del salario de los empleados públicos, así como otras líneas de ayuda, vendidas como ultrasociales. Lo son en algún caso, en otro, no.

Con un nivel de deuda pública que, actualmente, ronda el 115% del PIB, una de las grandes preguntas es cómo se va a financiar este gran incremento de gasto, especialmente el de las pensiones, que cada vez suponen una cuota más importante del presupuesto, hasta prácticamente arrinconar todo lo demás. Los ingresos vendrán de tres vías. Una, impuestos extraordinarios, tanto en concepto como en recaudación. En concepto, porque se crean figuras tributarias para “que paguen los más ricos” que quedan genial como eslogan de campaña y que apenas aportan nada, y en recaudación, porque la inflación galopante que vivimos y la negativa de Hacienda a deflactar las tablas supone una ganancia extra para el erario púbico que es, en gran parte, confiscatoria, dado que los impuestos progresivos como el IRPF castigarán más unas rentas que no suben por incremento de la riqueza, sino por devaluación monetaria. La segunda fuente de ingresos, también extraordinaria, son los fondos europeos del programa Next Generation, el dinero del plan de recuperación pandémica. Son decenas de miles de millones de euros que se pintan en el presupuesto de ingresos, pero que no está claro que se vayan a absorber ni en tiempo ni en forma. De la efectividad de esos fondos se ha escrito muchísimo, pero de la visibilidad de lo que se logra con ellos apenas se sabe nada, porque todo es un marasmo de burocracia y requisitos que convierten el flujo de dinero líquido en una especie de lodo pastoso que apenas avanza. La propia inconcreción del plan y los requisitos infinitos que Bruselas impone a todo lo que se financie con sus recursos pueden acabar convirtiendo a este vendido maná en un bluf de grandes dimensiones, pero como ingresos previstos figura, por lo que a ese capítulo aporta, al menos en los presupuestos teóricos. El otro sostén de la financiación, es, por supuesto, la deuda, que no tienen pintas de ir a menos. Salvo por el efecto de reducción que supone el que crezca el PIB, que está en el denominador, el ratio de deuda seguirá estable o creciente, porque el gobierno sabe que una de las pocas bazas que tiene para mantenerse en el poder y sacar buenos resultados en las próximas elecciones es mantener el ritmo de gasto desbocado, por lo que no se contempla plan alguno de amortización de emisiones y de reducción de los volúmenes de deuda. Eso suena a austeridad, y no da votos. ¿Cuál es el problema de fondo de estos presupuestos? Si se fijan, los ingresos que los soportan son no recurrentes, es decir, se dan de manera excepcional. Los fondos europeos pandémicos son un programa excepcional de la UE con un plazo de ejecución fijado (que se alargará infinitamente para gastarlo, pero no para recibirlos) y la sobre recaudación de impuestos proviene de una economía con un PIB creciente y una alta inflación. Es decir, estas cuentas presentadas ayer son sostenibles en condiciones muy especiales, pero se convierten en inmanejables si algo no va como está previsto, y en las previsiones del gobierno el escenario que se pinta para 2023 no es, ni mucho menos, prudente. Se rebaja el crecimiento previsto, pero se sigue suponiendo un ejercicio de expansión del PIB, cuando los tambores de recesión cada vez suenan más fuertes.

Con los tipos de interés disparados, lo que supone un encarecimiento de los costes de financiación de nuestra deuda, y la actividad a la baja por el coste desatado de la energía y la incertidumbre derivada de la guerra, es muy probable que el PIB no crezca para nada lo que se ha previsto, y por ello los ingresos bajen y los gastos crezcan, por lo que el recurso a la deuda se deba incrementar si se quieren mantener unos desembolsos que tienen un buscado rédito político en forma de votos. Estas cuentas, que tienen muy elevadas probabilidades de ser aprobadas, corren el riesgo de convertirse en ficticias en pocos meses, si las cosas se tuercen como parece que ya lo están haciendo. ¿Cómo afrontaremos una crisis entonces?

martes, octubre 04, 2022

Ser mujer en Irán

El nombre de Mahsa Amini no les sonará mucho, y debiera. Es una de esas personas a las que el destino le ha puesto a las puertas de la historia, llevándose su vida por delante y sirviendo de ejemplo a muchas otras personas. Todos recordamos quién era George Floyd, y nos suena su rostro, y las protestas que generó su muerte. Pregunte usted si a alguien le suena Masha Amini, es probable que se encuentre con el desconocimiento. Lo que es seguro es que el rostro de Masha sea una imagen que no figure en ninguna de nuestras mentes, porque fue precisamente mostrarlo, liberarse de la cárcel que lo cubría, lo que provocó que fuera detenida, torturada y asesinada por la dictadura teocrática iraní.

Son ya dos las semanas que dura la protesta en Irán por parte de la sociedad civil, con especial representación de las mujeres, que han visto en el asesinato de Masha la gota que ha colmado el hartazgo y hecho evidente a todo el mundo la opresión infame bajo la que viven, y esto último no es sólo una metáfora, sino el mero reflejo de las vestimentas que les son impuestas para cubrirse de continuo en su vida exterior. Para los ayatolás que rigen esa teocracia la mujer es impura, una mera vasija para tener hijos, una esclava al servicio del marido y, si me apuran, un juguete con el que regocijarse y dar placer al hombre, pero nada más. El estatus de la mujer bajo el islam es el de sumisión, no hagan caso a los que les cuenten cuentos blanqueadores, y cuanto más integrista es la visión islámica, más aplastada está la mujer, hasta unos niveles que dejan el machismo que conocemos convertido en pura cultura de liberación. En la dictadura iraní todos los ciudadanos son súbditos del régimen, lo que es común en todos los países en los que impera un poder tiránico, pero el caso de las mujeres es de una infamia absoluta. En esto el chií Irán en nada se distingue del suní Catar o Arabia Saudí. Sus gobiernos están enfrentados y se odian, pero sea cual sea el tipo de turbante que luzcan o las ideas que posean sobre la interpretación coránica, la inquina que tienen sobre las mujeres es idéntica. Para ambos son sus meras esclavas. Una situación así, en tiempos de protestas feministas en todo occidente, debiera convocar movilizaciones masivas en nuestras calles de apoyo a las mujeres iraníes, mensajes continuos en redes sociales contra el régimen y movimientos de boicot a su economía y dignatarios, pero no se produce nada de eso, nada de nada. No hay apenas reacción social en nuestras calles ante las protestas que se viven en Irán. El viernes pasado un grupo de mujeres iraníes se manifestaban en uno de los cruces de la madrileña Gran vía, pero eran pocas, apenas una treintena. Llevaban pancartas y mensajes de protesta abundantes, pero no contaban con mucho respaldo local. Y, por supuesto, ninguno institucional. Ni el gobierno regional ni el nacional han dicho nada sobre lo que pasa en Irán, y apenas un par de tuits ese Ministerio de Igualdad que no deja de hacer campañas ridículas e ilegalmente contratadas y diseñadas ante cualquier cosa pero que, ante el maltrato, asesinato, sometimiento de la mitad de la población iraní, lo único que hace es callar. La hipocresía que, en general, occidente, y especialmente, los que se rasgan las vestiduras todos los días presumiendo de su feminismo para quedar bien, ante lo que pasa en Irán, es una vergüenza. Ni actores ni personajes públicos ni cansinos activistas ni nada de nada. Irán no existe. Más allá de los presuntos vínculos financieros entre el régimen iraní y los medios y estructuras podemitas, que hacen que criticar a quien te paga suponga un riesgo para el empleado, no hay relevancia en nuestros medios de comunicación de la revuelta que se vive en Irán. Es asombroso, es triste, es infame.

En Teherán, los que luchan por la libertad de su país están solos. Y ellas, todas ellas, están abandonadas a su suerte. Supongo que el cutre silogismo de que Irán es anti EEUU sigue reconcomiendo la mente de tanto progresista anclado en la vida anterior a la caída del muro, y eso les impide criticar a la feroz dictadura que, desde que cayó la del Sha, rige los destinos de aquella nación con puño de hierro y velo cerrado. Las valientes que salen a la calle en Irán se juegan su vida, no su empleo o algunos ingresos, por una libertad que no han conocido ni ellas ni sus madres ni sus hijas. Y los privilegiados de esta parte del mundo, que gozamos de derechos y los defendemos sin cesar, sin riesgo alguno en nuestras demandas, les hemos abandonado.

lunes, octubre 03, 2022

El homenaje de sus amigos a Javier Marías

Al día siguiente del fallecimiento de Javier Marías pudo Carlos Alsina hablar brevemente con Arturo Pérez Reverte, que se encontraba de viaje fuera de España. El dolor del amigo que ha perdido a otro era palpable. Comentó Arturo que a la vuelta, pasados unos días, tratarían los cercanos de organizar un homenaje a la altura del escritor fallecido, y con ese motivo un montón de gente brillante y allegados se juntaron este pasado viernes en el Círculo de Bellas Artes para expresar su dolor, su admiración y pena al saber que ya no podrán compartir nada con el desaparecido Javier. Y muchos más pudimos estar allí como testigos.

El acto, presentado por el poeta y columnista Antonio Lucas, consistía en la sucesión de aquellos que han tenido a Marías muy cerca de sí, en lo profesional, personal, literario o. simple y grandiosamente, amistada. Cada uno, introducido por Lucas, tenía unos tres minutos para decir lo que le viniera en gana, y la sucesión de subidas y bajadas en el escenario se daba por orden alfabético, de tal manera que Guillermo Altares fue el primero y Luis Antonio de Villena el último. Novelistas como Eduardo Mendoza, el propio Reverte, Manuel Jabois, el presidente del grupo editorial que le publicaba, su agente Marta Lynch, amigas íntimas, miembros de la RAE con los que tenía relación estrecha, incluyen al propio presidente de la institución… allí se sucedían personas de enorme valía, autores de éxito, profesionales como la copa de un pino que han logrado el éxito en sus trabajos y el reconocimiento público. Cada uno de ellos, por sí mismo, era merecedor de un homenaje por lo que ha logrado, pero todos se rendían ante la figura del desaparecido Marías, al que retrataban no tanto como el genio literario que era, sino como una persona tierna, tímida, bella, cariñosa y siempre leal a sus amigos. En lo literario bien lo dejó claro Eduardo Mendoza al señalar que Marías ha sido, es, el más grande entre todos, y que dejó puesto un listón al que el resto no son capaces de llegar. Y eso dicho por un premio Cervantes que concita el aplauso unánime, y merecido, tanto de crítica como de público. Fueron las notas de lo personal lo novedoso del acto, el relato de anécdotas que la mayor parte de los intervinientes tenía en su relación con Marías. Para todos era un maestro, un pozo de sabiduría y un alma bondadosa. Era exigente en el trato, como bien comentaron las que trabajaban con él en el día a día del mundo literario, pero lo daba todo, y se desprendía. Reticente a las tecnologías, trataba de mantener una cierta distancia con el mundo exterior, para estar a salvo de los tontos que por todas partes pululan, como señaló Jorge Fernández Díaz, y eso, en un mundo como el actual dominado por la imagen y la presencia constante, le daba una imagen huraña, de viejo cascarrabias, aumentada en los últimos tiempos por las críticas de los necios que cogían sus libres opiniones y las usaban para golpearle. Marías se escondía de una sociedad que, en gran parte, no entendía, la consideraba llena de ruido y furia, de vanidad pretenciosa, de estruendoso vacío. Pero ni mucho menos era ajeno a lo que en ella pasaba. De todo leía, se enteraba, quería saber, y lo compartía con los suyos. No era fácil acceder a su círculo, por esas protecciones que establecía, pero una vez en él los que estaban descubrían a un niño, como le describió Reverte, un alma infantil que jugaba y disfrutaba de las cosas que le hacían feliz, que vivía volcado en las letras y en otras pasiones, como el cine o el fútbol, y que se lo pasaba en grande ejerciendo su papel de Rey de Redonda, monarca de un ficticio reino que sólo existe en la imaginación de los que en él forman parte. Su editorial, a la que dedicaba tiempo y esfuerzo sin límite, tomó ese mismo nombre, y eran regios los libros que allí se editaban. Y los regalaba sin freno. Ahora la editorial y el reinado están en sede vacante, por usar una terminología vaticana que, me temo, no le gustaría, pero que describe muy bien la sensación de vacío en el palacio de las letras que su muerte ha dejado.

Al acabar el acto Álvaro, uno de sus hermanos, que desde hace años se dedica al mundo de la música antigua como director de conjunto y flautista, interpretó el lamento “lachrimae” de John Dowland en un arreglo para flauta de pico de Van Eyck. Es una pieza luctuosa, triste y conmovedora, que llena. Tras tantas palabras ajustadas, la música se hizo con el escenario y, en un silencio absoluto, con una secuencia de imágenes de fondo, dijimos adiós a Javier Marías de una manera tan honda y elegante que, a buen seguro, le hubiera dejado más que satisfecho. Cuánto lamento que su maldita muerte haya obligado a hacer algo tan bello y debido.