La imagen es escalofriante, síntoma claro de lo que ha sido todo el congreso y el rumbo que ha tomado el poder bajo la hégira de Xi JinPing. Cuando los bedeles levantan de su sitio al anciano expresidente Hu Jintao y le recogen sus papeles éste trata de resistirse, pero carece por completo de fuerza y capacidad. Avanza sujeto, casi escoltado, y trata de dirigir unas palabras al propio Xi, que estaba sentado a su lado, pero Xi le mira de reojo, imperturbable, como si poco más que una mosca revoloteara en torno a él, le dice apenas unas palabras y Hu sale de escena sujeto, arrastrado casi, por los que han sido encargados de levantarle. Todo el mundo contempla la escena en silencio y la tensión se palpa. Xi, mira al frente y casi ni pestañea.
Al acabar el cónclave del partido Xi permanece en pie, como todos los demás delegados, y junto a él sigue una silla vacía, la que ocupó Hu hasta hace poco, antes de ser removido. Como metáfora del poder absoluto que ha alcanzado Xi no deja de ser realmente fascinante. Nadie puede osar a discutirle nada, nadie es capaz de acercarse si quiera a su figura. Lo que estaba diseñado para ser el momento de la entronización ha adquirido un carácter aún más absolutista si cabe. Si hemos visto esta escena es porque Xi lo ha querido, y al igual que nosotros, todos los chinos la han visto, y han sacado la lección debida. Si en público la purga se puede hacer, de cara a la vista de todos, qué pasará en privado. El castigo para todo aquel que se rebele en contra del poder establecido por Xi será despiadado, y no hay parapeto posible. El anterior presidente ha sido apartado como un residuo, un despojo, y el actual líder poco más que ha expresado incomodidad por la molestia derivada del roce de su silla a su paso. En la dictadura perfecta que ha montado Xi, mezcla de autoritarismo, capitalismo y tecnología, nada sucede sin que el líder lo determine, y todo el poder debe estar supeditado a su voluntad. Ahora mismo Xi es la persona que controla a más personas en todo el mundo bajo su gobierno, y aunque la India pueda superar en población a China en breve es evidente que la autoridad de Beijing sobre el país es muy superior a la de Delhi sobre el subcontinente. Los guionistas de películas de mafiosos han visto coreografiada, de manera precisa, una escena de vendetta sin sangre ante las cámaras, pero con toda la crueldad derivada de una pública ejecución. Es asombroso. El rumbo de China ha ido derivando de un autoritarismo autárquico a una rigidez gubernamental con un capitalismo descontrolado. Desde su llegada al poder Xi no ha metido en vereda las prácticas irregulares del sistema económico, pero sí las posibilidades de acceso al poder que habían tomado los dueños de las enormes corporaciones privadas, cuyos ingresos y productos rivalizaban con la capacidad del estado para impulsar doctrina. Tras dos mandatos, diez años, Xi, ha conseguido someter a las empresas privadas y, en general, a todo aquel que ha querido hacerle sombra, alcanzando un grado de emperador como no se veía en décadas. Lo que suceda ahora con Chin en todos los ámbitos imaginables vendrá determinado por la voluntad de Xi, y más allá de las derivadas que puedan surgir por el pinchazo inmobiliario que sufre, la guerra de Ucrania y su papel de aliado blando de Putin o las tensiones en Taiwán, lo cierto es que nada va a pasar sin que Xi lo consienta, y eso abre una época en la que China se va a convertir en un mundo mucho más cerrado. Supongo que seguiremos comprando productos hechos allí en inmensas cantidades, no queda otra alternativa, pero las relaciones globales entre China y occidente van camino de un deterioro sostenido y peligroso. Xi nos ve decadentes, opinión compartida por su belicoso socio Putin, y opina que China seguirá creciendo y moldeando el mundo a su manera mientras que nuestras economías y sociedades declinan, poco a poco, pero de manera inexorable. Cada vez China estará más tentada en hacer uso de sus capacidades y del enorme poder global que ha adquirido, ya es el segundo del mundo, y retar a EEUU en más y más escenarios. Es muy probable que en un futuro, que algunos auguran muy corto, Taiwán sea el primer punto de enfrentamiento militar entre ambos imperios, el vigente y el aspirante. Puro Tucídides.
Frente a la dictadura china poco podemos hacer desde nuestros pequeños países europeos. Si acaso colaboramos en su fortalecimiento aumentando las inversiones chinas en nuestro territorio, bien de manera comercial o con la adquisición por el capital chino de infraestructuras como puertos o plantas de producción energética. En todo caso, sea lo que sea lo que pase, ya conoce usted la diferencia fundamental de vivir en una democracia imperfecta, decadente y llena de broncas como la nuestra o la eficiente y silenciosa dictadura china. Sabe que las purgas le pueden afectar pero, como mucho, rebajándole el sueldo, no quitándole la vida y exponiendo su desgracia ante el capo de todos los capos. No tengo dudas de qué régimen prefiero.
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