viernes, abril 29, 2022

Desplome de previsiones

Hoy, esta mañana, al límite del plazo establecido, como siempre, las ministras de Economía y Hacienda, y quizás algún representante de Bildu con ellas, presentarán la actualización del cuadro macroeconómico que debe ser presentado a Bruselas, hoy como muy tarde. Recordemos que en los presupuestos vigentes se prevé un crecimiento del PIB para este año en España del 7%, cifra maravillosa elaborada en un escenario de salida de la pandemia que parecía ser el final de todas nuestras pesadillas, pero, como notará usted cuando va a la compra, no resultó ser así. El recorte será de varios puntos, aunque sospecho que aún así será optimista frente a la realidad que se nos viene.

En la avalancha de datos macro de estas fechas, que nos permiten ver cómo avanza el año, ayer salió uno que de bastante miedo, y es el dato de crecimiento trimestral del PIB en EEUU, y da miedo como les decía porque es negativo, el PIB ha caído este trimestre en aquel país, un 1,4%, lo que pone a la economía norteamericana a las puertas de la recesión, que como es sabido se define como un periodo de dos trimestres consecutivos de caída de la producción. EEUU está más adelantado que nosotros en el ciclo en todos los términos. Empezaron a crecer antes, los precios se dispararon antes allí y las subidas de tipos a las que se resiste el BCE ya han comenzado, siguiendo un calendario preciso y duro. Si ellos son la avanzadilla uno puede pensar que un destino similar nos espera a nosotros, con el agravante de que la crisis energética es mucho más intensa y peligrosa en Europa que al otro lado del charco. Aunque hayan subido los precios de la gasolina hasta niveles no vistos, lo que enfurece al norteamericano medio, el país es autosuficiente en la producción de hidrocarburos y no se va a enfrentar a restricciones de oferta, lo cual para ellos es una gran ventaja. Y aun así su economía ya nota la influencia de la guerra de Ucrania, el desastre de la logística global y todas esas piedras que entorpecen el camino económico. Cabe pensar cuál es la situación que podemos esperar en España. No hemos logrado todavía alcanzar los niveles de PIB previos al estallido de la pandemia, siendo uno de los muy pocos países que no lo ha hecho. Los precios crecen desaforadamente, más que en nuestro entorno, como ayer mostró el INE con el dato adelantado de Abril. La subida de los precios en este mes se modera ligeramente respecto al pasado, cayendo del 9,8% al 8,4%, lo que es bajar algo en infame nivel de sufrimiento que se vive, pero la subyacente, la que no tiene en cuenta ni energía ni alimentos frescos, acelera su subida del 3,4% al 4,4% muestra de que ya tenemos aquí los efectos de segunda ronda tan temidos, en los que la escalada de precios de las materias primas y energía se filtra a todos los sectores de la economía. La recaudación tributaria crece con fuerza gracias a esa subida de precios y a la injusta medida del gobierno de no deflactar las tarifas, lo que penaliza sobre todo a las rentas medias y bajas. La confianza del consumidor y las empresas cae por el miedo a las consecuencias de la guerra en Ucrania y al efecto que eso provoca en la economía. Todo esto son frenos al crecimiento. También hay factores que estimulan el crecimiento, especialmente tres. Uno es la recuperación real del turismo, tras los dos años pandémicos que, como se pudo ver en esta Semana Santa, mantiene una fuerza enorme y anticipa un verano que sería como los de antaño, quizás no pleno al no reincorporarse todo el turismo extranjero, pero sí muy significativo. El segundo factor, menor y lastrado por la burocracia, son los fondos europeos, que algunos creían que serían como el maná y ahora todos empiezan a descubrir como una ayuda ligada a los procedimientos de gestión y control de la Comisión Europea, que son una pesadilla. Y el tercer factor, de fondo pero poderoso, es que sigue habiendo ahorro embalsado de los tiempos pandémicos, que sale con fuerza. Quizás sea en el imparable ritmo de compraventa de viviendas donde estemos viendo la plasmación principal del destino de ese ahorro.

¿Quién va a ganar en este juego de fuerzas opuestas? Conocida es la capacidad de la economía española de resistir lo indecible pero, también, de comportarse con excesos tanto en las alzas como en las bajadas. El daño que nos hace a los europeos y, particularmente a nosotros, el alza de precios energéticos es, creo, el factor más relevante, y seguramente sea el que condicione el signo de lo que va a pasar. Sean cuales sean las previsiones que se presenten hoy, sospecho que pecarán de optimistas. Ojalá me equivoque, a sabiendas de que en estos tiempos prever se ha convertido en un ejercicio de adivinación que sólo conduce al error y la melancolía. Por si acaso, pónganse en lo peor y preparen reservas, financieras y, como les comentaba ayer, de jerséis.

El Lunes es fiesta en Madrid, por lo que no habrá artículo. Hasta el martes 3.

jueves, abril 28, 2022

El chantaje ruso con el gas

Estamos a finales de abril. A pesar de los episodios tormentosos y de nevadas que estamos viviendo, el Sol calienta ya con ganas cuando asoma y domina la mayor parte de las horas del día astronómico. Quedan menos de dos meses para el verano y los fríos del invierno pasado empiezan a ser un recuerdo. Por ello, las necesidades de energía para calefacción están cayendo notablemente y el riesgo que suponen los cortes de suministro en ese ámbito se reducen a medida que el calor se acerca. Vamos camino de la época de bonanza en el año, los meses que no tienen “r” en el nombre y permiten la vida en el exterior.

Pese a ello, la amenaza de chantaje ruso con la energía sigue ahí, porque no podemos olvidar que el gas tiene usos mucho más allá que el de la calefacción. Hay empresas, sectores industriales y negocios que lo utilizan sin alternativa posible a corto medio plazo, por lo que un corte de suministro supondría un desastre de mayor o menor medida, contenido en los meses cálidos, pero intenso en todo caso. La decisión llevada a cabo ayer por el Kremlin de cortar el flujo de gas a Polonia y Bulgaria por negarse a pagar la factura en rublos es el primer “bombardeo” que Putin lanza sobre el núcleo de la economía europea, porque nadie es capaz de negar que, después de una decisión así, no vaya a haber otras similares. Estas dos naciones son de las que tienen dependencias altas del gas ruso, pero afortunadamente, sobre todo en el caso de Polonia, tienen sus reservas en niveles altos y eso les va a poder permitir ir tirando en los meses de verano, pero el invierno en centro Europa es muy riguroso y resulta evidente que ni uno de esos países puede afrontarlo sin un suministro regular de hidrocarburos. En los meses cálidos hacia los que vamos la UE tiene que empezar a pensar cómo gestionar el próximo invierno en el caso, nada disparatado, de que Rusia amplíe los cortes y decida, por ejemplo, que Alemania no recibe gas. La economía germana es tremendamente dependiente de ese bien, y pese a que hay algunos estudios que miden el impacto de un corte de suministro como el causante de una recesión leve, esos trabajos me suenan a aquellos que decían que la pandemia tendría efectos breves y transitorios en la economía global. Con las cosas de comer no se juega, y Alemania, que en más o menos un 30% de su mix energético es dependiente del gas ruso se puede ver abocada a un desastre en caso de corte de suministro. Y recordemos que eso también impactaría directamente en la producción de las industrias germanas, donde el gas no puede ser reemplazado como materia prima de una manera tan sencilla. Por eso, y no por otra cosa, el gobierno de Berlín actúa a remolque de las decisiones que se toman en Bruselas sobre las sanciones a Rusia, especialmente las energéticas. Décadas de inversiones mutuas entre Berlín y Moscú, con la decisiva influencia de altos cargos políticos alemanes captados por los gigantes rusos, han convertido a la economía alemana en una “yonki” de la energía moscovita. A priori la decisión parecía tener su lógica. La fuente de abastecimiento está cerca, hay amplias relaciones entre los gobiernos, y la interdependencia económica hace que esas relaciones se mantengan dentro de unos cauces controlados, porque a nadie le viene bien hacerse daño. Durante años y años el sistema productivo y residencial alemán e ha ido acomodando a un suministro de energía fiable, barato y cómodo basado en el gas ruso, en una decisión que ahora puede verse como suicida, pero que pocos criticaban en el pasado. El mero hecho de que Moscú decida que, pasado el verano, baja la presión del gaseoducto que abastece a Alemania, o proponga cortarlo algunos días, supone una pesadilla absoluta para el gobierno de Berlín, porque Scholtz y el resto de los mandatarios locales saben que su cargo duraría pocos días en una situación como esa, con la población e industria del país soliviantada por restricciones y frío.

La situación es seria, muy seria, y no veo que desde las autoridades de la UE, no digamos desde las de nuestro desgobierno, se esté actuando de manera preventiva. Ni existen planes serios de ahorro energético ni procesos de abastecimiento extraordinario que permitan rellenar las reservas a su máximo posible antes de que lleguen los fríos ni nada de nada. Si a Putin no le importan la vida de sus soldados, que caen en abundancia en el frente ucraniano, menos le importamos los acomodados europeos. Tengo la sensación de que el invierno que viene puede ser muy cuesta arriba y no veo una previsión al respecto por parte de nadie. Por si acaso, compre jerséis en abundancia para llevar unos cuantos puestos encima, en casa y en todas partes, para cuando vuelvan los meses que tienen “r”

miércoles, abril 27, 2022

Tormentas en las bolsas

Ayer por la tarde tuvo lugar una potente tormenta en Madrid, y en otras localidades españolas, pero metafóricamente, a lo largo de todo el mundo, fue un día tormentoso en las bolsas. Si alguna vez creí saber algo sobre ese mundo cada día descubro mi total ignorancia. En España, a primera hora, el Santander presentó resultados, muy buenos, y la cotización de la acción arrancó subiendo un 3%, y al del Ibex algo más del 1%, lo que parecía coherente. A lo largo de la mañana banco e índice perdieron lo ganado para ponerse planos y, al cierre de las 17:35 el Santander cayó un 6% casi diez puntos porcentuales de pérdida entre el máximo y el mínimo. Una locura.

¿Por qué? No lo se. Seguro que hoy algunos articulistas le encuentran explicación a un fenómeno que a eso de las 10 de la mañana de ayer no entraba en la cabeza de ninguno de los que compraron el valor. Más allá de nuestro Ibex, que pesa poco, las bolsas globales sufrieron ayer un mal día que termino peor en Nueva York, con los índices americanos cayendo con ganas y a la cabeza el tecnológico Nasdaq, con una bajada algo superior al 3%. ¿Por qué este desplome de las bolsas, que llevan un mal año? La respuesta corta y obvia es fácil, y tiene que ver con las intenciones de la FED de subir los tipos de interés para frenar la inflación en los EEUU, y eso hace bajar el valor de las acciones. La inversión de la curva de tipos que se ha dado en EEUU, con una rentabilidad más alta para los bonos de corto plazo que para los de largo, lo que es contraintuitivo, es un fenómeno que, casi siempre, indica negros nubarrones económicos en ese corto plazo. La respuesta larga, y algo más complicada, es que los mercados anticipan crisis, recesión, provocada por el disparo de precios de la energía y otras materias primas. El desastre de la guerra de Ucrania nos va a costar caro, y una de esas vías de coste será de frenar la recuperación económica tras el final oficial de la pandemia. Ese subidón de la economía que se reflejaba en cifras de crecimiento de PIB maravillosas para este 2022 se está diluyendo a cada revisión de los organismos oficiales, con el agravante ya muy sabido de que dichos organismos poseen una inercia enorme, y suelen minusvalorar tanto la fuerza de los impulsos de crecimiento como las caídas en los momentos de recesión. Los confinamientos masivos que se están dando en China fruto de su errada estrategia de Covid cero frente a una Ómicron ultracontagiosa amenazan plenamente el crecimiento estimado para el gigante asiático este año, lo que supone drenar las previsiones globales, y el colapso que ya existe en el puerto de Shanghái augura nuevos y liosos problemas en la cadena logística, que se suman a los que aún no han podido ser solucionados del todo, lo que mermará impulso al comercio global. Factores como ven no faltan para suponer que la evolución económica de los próximos meses va a ser de más a menos, sin que se pueda precisar muy bien hasta dónde va a irse ese menos, pero con la sensación de que la temida estanflación de la que tanto se habla pueda llegar a darse finalmente. Afortunadamente no estamos en la situación que describe esa fea palabra, que combina una caída del PIB y un aumento de los precios, el peor de los mundos posibles, dado que el PIB aún sube con fuerzas, pero ya ven que los frenos al crecimiento parecen ser cada vez más numerosos e intensos. En naciones como la nuestra, a las puertas de un verano de recuperación turística, las previsiones son complicadas, y si bien es cierto que la inflación nos hace un daño incluso mayor que a otros países el hecho de que se vaya a recuperar parte del turismo perdido en los dos años pasados introduce un factor de amortiguación de cara a los meses que vienen, pero pintan bastos en la economía global y, obviamente, nos darán un porrazo, querámoslo o no.

Este párrafo macroeconómico que les he soltado quedaría muy bien incluso para justificar el por qué de la caída del Santander ayer, y algún medio incluso me lo podría comprar para ello, pero ya les advierto que nada de nada. Lo que le pasó ayer a la acción del banco, una de las mayores empresas de este país, es algo que no tiene que ver con las intenciones putinescas de extender la guerra a Transnistria ni por la posible cuarentena estricta que se pueda abatir sobre Beijing a medida que suben allí los positivos. A saber por qué la acción se cayó. Y desde luego los que por la mañana compraron ilusionados y no pudieron salir a lo largo del día ya lleva una generosa pérdida, y contemplan con yuyu como, tras el batacazo de Wall Street, lso futuros europeos vienen también en rojo. Si trata de darles consuelo a lo mejor le arrojan un contenedor chino a la cabeza. Tenga cuidado.

martes, abril 26, 2022

Twitter vale 44.000 millones de dólares

Puede usted mirar en los bolsillos de las chaquetas que tiene en el armario a ver si encuentra algo de suelto. El socorrido recurso de retirar los cojines del sofá también resultará útil. Será muy afortunado si encuentra algún eurillo suelto, pero, a lo mejor, se topa con varios miles de millones, que no recordaba donde los había puesto. Musk debe tener un sofá muy muy grande, lleno de pliegues y recovecos, aunque dice que no tiene piso en propiedad, y se ha sacado de la manga 44.000 millones de dólares en efectivo, así, a lo bilbaíno, para comprarse un pajarito que promete desenjaular del todo. Ay, el amor eterno de los humanos a sus mascotas.

Musk es un personaje en sí mismo, en todos los sentidos, y su historia de uso de Twitter daría para algunos libros y tratados de psicología. También de economía, pero más por el lado fraudulento que por el inversor. Pocos casos he visto de uso más torticero y fraudulento de la influencia que otorgan las redes sociales para alterar el valor de activos cotizados y jugar con ello para ganar dinero. En una de sus jugadas típicas, Musk compra Dodgecoins, una moneda virtual creada a la estela del Bitcoin pero con carácter paródico, y tuitea que permitirá usarla para comprar teslas, los coches que él fabrica, y claro, la cotización de Tesla sube y la del Dodgecoin mucho más. Tras la subida vende las monedas de jugeuete y vuelve a tuitear que no, que era broma, que sólo dólares y nada más, y la acción de tesla cae un poco y el valor del Dodgecoin se derrumba. Caso así ha habido numerosos a lo largo de los últimos años, que han permitido acrecentar aún más la fortuna de Musk y llevarlo al olimpo de las deidades tuiteras, con una ristra enorme de polémicas tras cada uno de sus mensajes. Se notaba que, además de forrarse un poco más, Musk se divertía en una particular versión del “bar de Lola” que organizaba Pérez Reverte, dejando caer algunos mensajes en la plaza pública y luego disfrutando como un enano de las batallas encarnizadas que se montaban entre palomas y palomos, picoteándose todos ellos mutuamente. No se si como una empresa, pero Musk ha visto Twitter como uno de los juguetes más divertidos con los que se ha encontrado a lo largo de estos tiempos, y no será porque no tiene juguetes el hombre, que hace coches y cohetes entre otras cosas. Imbuido por un cierto mesianismo de defensa de la libertad y la necesidad de que Twitter sea el ágora global de verdad, cosa que resulta ser en parte, aunque sea un ágora demasiado proclive al linchamiento y la crucifixión, Musk llevaba tiempo reclamando cambios en las reglas de funcionamiento de la red y en las formas de gestión de una empresa cuyos números no eran, n mucho menos, tan boyantes como otras redes como, pongamos, Facebook o Tik tok líderes globales tanto en usuarios como en, ojo, gestión publicitaria. Twitter se ha quedado relativamente estancada en unos trescientos y algo millones de seguidores en el mundo, es líder absoluto en impacto en lo que hace a medios de comunicación y relevancia política y social de los mensajes allí emitidos, pero en lo que es comercialización, negocio puro y duro, Instagram hace tiempo que le superó en todas las dimensiones, y también Tik Tok le ha rebasado. Twitter es un lugar tan interesante como duro, un sitio en el que se puede aprender mucho y compartir más, pero en el que la violencia campa a sus anchas y el acoso está a la orden del día. Si Instagram es el triunfo del hedonismo vacío y orgulloso, y Tik Tok el de la broma adolescente., Twitter es el lugar de las broncas, de las polémicas, de las denuncias, de la muy mala leche, ese espacio en el que uno pone “buenos días” y, a los pocos segundos, alguien contesta “lo serán para ti, gilipollas”. Y aun así, es con diferencia la red social más interesante y valiosa de todas por la información que en ella se pone.

¿Qué pretende hacer Musk con Twitter? No lo se, veremos a ver si él mismo tiene una idea clara al respecto. Sus últimos mensajes se han centrado en la defensa de la libertad de expresión y el control de los “bots” cuentas en las que no hay personas por detrás, sino programas informáticos, algunos útiles, la mayor parte sembradores de bulos y cizaña. Habrá que ir viendo lo que decide el nuevo dueño, a quién escoge para que lleve las riendas diarias del negocio y cómo la comunidad de usuarios responde ante las novedades que puedan ir surgiendo, pero lo único seguro es que el juguete ya es suyo. Si ofertase un descuento por la compra de un Tesla para los usuarios de twitter sería una medida que, sin duda, sería bien recibida. Conociéndole es capaz de ello.

lunes, abril 25, 2022

Macron revalida victoria en Francia

Lo primero, las buenas e importantes noticias. Con un 58,5% de los votos Macron ha vencido en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas y revalida mandato. En un tiempo de sorpresas políticas, de resultados populistas triunfantes y descalabro de las expectativas el electorado francés ha conseguido que la realidad no se desvíe de lo previsto y ha apostado por una alternativa moderada, europeísta, moderna, que introduce estabilidad en la ecuación continental y aleja fantasmas indeseados. Es el primer presidente francés que repite desde Chirac, y tras los mandatos únicos, y decepcionantes, de Sarkozy y Hollande. Hoy es un día para respirar aliviados tras unas jornadas de nervios.

Y ahora, los problemas, que ahí siguen. Si respiramos con alivio como antes señalaba es porque había auténticas opciones para que Le Pen ganase, y el resultado que ha logrado, un 41,5% de los votos, así lo indica. Esto no tiene mucho que ver con las elecciones de hace cinco años, en las que Macron duplicó a Le pen con un 66% de los votos frenet a un 33%. Ni el candidato victorioso es ya la novedad absoluta que representó hace cinco años ni el miedo a la ultraderecha funciona ya como antídoto ante unos resultados extremistas que no dejan de crecer. El sistema de doble vuelta francés lo ha impedido, pero el resultado de la primera otorgaba un escrutinio que llevaba al desastre. Más de la mitad de los electores franceses votaron a formaciones populistas extremistas, repartidas entre la extrema derecha, con Le Pen a la cabeza y Zemmour a la zaga, y la extrema izquierda, con Melenchon. Aparentemente opuestas en lo ideológico, esos partidos tienen el común el ser frentes antisistema, formaciones que buscan romper con lo que existe vendiendo un discurso combativo de los de abajo contra los de arriba, que arrastra muchísimo voto. Es obvio que ninguno de esos partidos tiene remedio alguno para los problemas que denuncian y que, de llegar al gobierno, los agravarían notablemente, pero eso da igual, son bendecidos con el apoyo de masas. Macron, victorioso, sabe que muchos de los votos que ha recibido no son suyos, que provienen de rebotados que no soportan la idea de una presidencia encarnada en Le Pen, y que han usado al candidato europeísta como mal menor, pero que odian igualmente las formas e ideas del Júpiter que ha encarnado la República durante este pasado quinquenio. Varios de esos votos prestados provienen de la extrema izquierda, aunque es relevante que los estudios ya muestran que un 18% de los votantes de Melenchon se han decantado por Le Pen. La corriente antisistema de Francia es intensa, se ha llevado a las formaciones tradicionales de izquierda y derecha por delante, y sólo tiene a Macron y su movimiento en frente. Eso nos pone ante un peligroso dilema, porque el ganador no puede volver a presentarse. Dentro de cinco años el partido de Macron perderá a Macron, y cierto es que hacer futurología en estos tiempos es un riesgo disparatado, ya que apenas es posible saber lo que va a pasar en unas semanas, pero la verdad es que la formación que ha supuesto el freno a la ultraderecha perderá al líder carismático que la encarna, y que la creó. ¿Podrá sobrevivir el movimiento de Macron a su ausencia? ¿Cómo va a diseñar el presidente su sucesión? El número de preguntas y su dimensión crecen tras el triunfo de la pasada noche, y empezarán a hacerse cada vez más insistentes a medida que avance el segundo mandato presidencial, que de momento comienza con los estragos de una guerra en el continente y la más que presumible crisis económica que de ella se va a derivar. Algunos chalecos amarillos ya estarán calentando en las rotondas para volver a levantarse contra el gobierno de París si no hace algo. Y Macron lo sabe.

Dentro de, más o menos, un par de meses tendrán lugar las elecciones legislativas, para renovar la Asamblea Nacional francesa. Dado lo presidencialista del sistema, el inquilino del Elíseo puede gobernar con unas cámaras en contra, pero se pueden dar situaciones de bloqueo y cohabitación, como ya se vivieron en el pasado. Le Pen y Melenchon ven en esas legislativas la “tercera vuelta” de las presidenciales y aspiran a lograr un alto número de escaños. Nuevamente el sistema electoral francés, con distritos uninominales a segunda vuelta, puede hacer que el parlamento no represente el sentir general del voto, pero los antisistema están ahí, y su fortaleza crece. Podemos respirar hoy aliviados, cierto, pero nada de campanas al vuelo.

viernes, abril 22, 2022

Mariupol ha caído

Lo anunció hace unos días, pero por precaución no se sabía exactamente cuándo. Ayer por la mañana Sánchez apareció en Kiev y, junto con la primera ministra de Dinamarca, se reunió con Zelensky para mostrarle en persona el apoyo del gobierno, al menos la parte mayoritaria, y la inmensa mayoría de la sociedad española, tampoco toda. Luego visitó Borodianka, una de las localidades del extrarradio de la capital que estuvo semanas bajo el dominio ruso, y pudo ver con sus propios ojos la devastación y atrocidades que las tropas de Putin han dejado a su paso. La tierra de nadie llena de cadáveres.

Lo más relevante de esta visita fue el anuncio de un nuevo envío de armamento español para el ejército ucraniano, doscientas toneladas de armamento, especialmente munición, pero también algunos vehículos, con lo que la aportación española a las tropas de Kiev empieza a ser relevante, dado el tamaño de nuestro país y ejército, realmente escaso. Zelensky agradeció este cargamento, aunque insistió, con toda la lógica desde su posición, que necesita material pesado para combatir a la maquinaria rusa y reiteró su solicitud de entrada a la UE, algunos de cuyos formalismos ya ha cursado, pese a lo cual la aspiración de ser miembro del club comunitario se ve aún como lejana. Recibió buenas palabras de los primeros ministros español y danesa, que poco más pueden hacer en este sentido. Mientras tenía lugar ese encuentro pudimos ver imágenes del Kremlin, donde un Putin rígido, agarrado a su mesa, seguí las indicaciones de los responsables de defensa sobre el asalto a Mariúpol y la planta de Azovstal. El caudillo ruso se mostró satisfecho con los avances que le estaban relatando e hizo dos anuncios. Uno, referido a la ciudad en su conjunto, considerándola como tomada, lo que es un éxito para sus tropas y así se venderá a la opinión pública del país, que ni pincha ni corta, pero come. El otro, referido a la acería, consistió en desestimar una operación de asalto, al suponer que eso iba a costar vidas y recursos rusos durante un tiempo prolongado. La orden es la de sellar el complejo, que nadie entre ni salga de allí, y que los defensores y civiles que se han guarecido en él vayan cayendo de inanición. En un remedo de las refriegas medievales, el castillo de Azovstal queda sitiado y sus ocupantes sometidos a un asedio, con el hambre como principal aliado de los asaltantes. Si los resistentes no quieren salir, ahí acabarán pereciendo, vino a ser el mensaje del frío sátrapa moscovita. La toma de Mariúpol, o lo que queda de ella tras ser arrasada por Rusia, permite a Putin cerrar el corredor terrestre que une Crimea con el Dombás, por lo que ha convertido al mar de Azov en un lago ruso en todas sus orillas. Ucrania pierde definitivamente el acceso a ese mar y puerto, por lo que ya sólo tiene la salida de Odesa para, si fuese capaz, comerciar vía marítima. Las tropas que han masacrado a la ciudad costera ahora están libres para asaltar nuevos objetivos y los recursos empleados en esa batalla se destinarán a otros frentes, probablemente reforzando el área del Dombás y localidades anexas, por lo que KIramatorsk o Dnipro pueden verse sometidas a nuevos asaltos en breve. Si la táctica rusa es la que parece su conquista del territorio va a ser un avance lento desde el este hacia la zona cercana al río Dniéper, que parte simbólicamente el país en dos. La resistencia de las tropas ucranianas sigue siendo heroica, pero es obvio que a medida que los rusos vayan consolidando posiciones en el oeste su fuerza de ataque seguirá siendo consistente y dura, frente a una resistencia ucraniana que seguirá debilitándose por el mero hecho de la perdida de efectivos y terreno. Pese a ello, el avance ruso sigue mostrando carencias enormes y fallos que resultan incompresibles, que sólo pueden achacarse a la desidia, ineptitud y, posiblemente, profunda corrupción de los mandos y estructuras de gobierno militar ruso, que no son capaces de realizar una ofensiva logísticamente soportada ni a escasas decenas de kilómetros de su propia frontera.

Ayer pudo verse ya un vídeo de los asaltantes rusos en las ruinas de Mariúpol que era, simplemente, desolador. Se trataba de una de las unidades de élite chechenas, bajo el mando de Kadirov, el líder de esa facción. Sujetos enormes, enfundados en ropaje militar. Muchos, posando en tono orgulloso y amenazante, con ruinas destrozadas de fondo de lo que hace poco era un convencional edificio de viviendas. Salvajes gritos de celebración de una victoria sobre las ruinas con proclamas de “Ala es grande” de fondo. Ese es el destino de las zonas ocupadas por Rusia, esa es la liberación que llega desde Moscú y que algunos, entre nosotros, siguen apoyando. Ese es el mal contra el que, en estos tiempos, nos ha tocado luchar, y al que debemos vencer.

jueves, abril 21, 2022

Azovstal es el infierno

De pequeño, y ahora también, me llamaban mucho la atención los edificios abandonados, y trataba de entrar en ellos, para curiosear. En un pueblo industrial como el mío siempre había una fábrica ruinosa en la que intentar acceder era el gran reto, y a veces lo logré. Son edificios enormes, sucios, llenos de recovecos peligrosos donde uno se puede caer, fosos, máquinas deformes, estructuras corroídas… lugares en los que da un cierto miedo entrar, porque frente a viviendas, que se mantienen como entornos llenos de habitaciones que a uno le pueden sonar, esto son edificios de otro mundo, otra dimensión. Imponen.

Cuando empezó la guerra de Ucrania me di una vuelta en Google Maps por algunas de sus ciudades, y en Mariúpol me asombró el enorme complejo industrial que está al este de la ciudad, una megafactoría que destaca por su color de ceniza corroída que es casi tan grande como la propia ciudad costera, de la que le separa un río. A través de ese visor web uno puede distinguir altos hornos, chimeneas, torres de ventilación de muy antiguo diseño y gigantescas naces que parecen estar asociadas a trenes de laminación. Es toda una planta siderúrgica que recordaba, vista así, a lo que era Altos Hornos de Vizcaya hace ya varias décadas, en los ochenta, cuando ese monstruo de acero y humo ocupaba gran parte de la margen izquierda bilbaína. Con el desarrollo de los combates nos hemos enterado que, en efecto, ese es el fin de tan enorme complejo, y que se llama Azovstal. En estos momentos, y desde hace ya varios días, la planta no es el frente de batalla, sino el más encarnizado de los campos de la misma, en la que tropas rusas y ucranianas se enfrentan a muerte hasta que no quede uno del bando contrario, y todo ello con la presencia de algunos miles de civiles de la torturada ciudad de Mariúpol, que han escogido ese lugar para encontrar refugio. Al parecer, tanto por necesidades de la producción como por imposiciones del paranoico diseño soviético que la creo, el complejo contiene una enorme red de galerías subterráneas que están siendo utilizadas tanto como refugio como lugar de emboscada. Allí los combates son cuerpo a cuerpo, hombre a hombre, porque la artillería motorizada no puede penetrar. Algunas de las partes del complejo han sido bombardeadas, y hay espectaculares imágenes en las que se ven detonaciones que revientan varias de las naves, pero el conjunto de la instalación, por su robusto diseño, necesario para el fin con el que se levantó, es bastante invulnerable a bombardeos exteriores. Este tipo de instalaciones deben ser desmanteladas desde dentro, y pueden ser voladas, pero con artificieros que sepan lo que hacen y con cargas muy potentes. La batalla de Azovstal tiene todos los ingredientes para ser uno de los momentos más crueles de toda esta salvaje guerra, en la que abundan las carnicerías. Los defensores de la instalación saben que, como en el Álamo, u otras ubicaciones míticas, no tienen esperanzas de salir vivos, porque las ofertas de rendición realizadas por Rusia son una pantomima ante el simbolismo que supone para el Kremlin acabar con la resistencia del batallón de Azov. Para los rusos, tomar la planta y acabar con esa fuerza militar ucraniana es un triunfo, o al menos algo que así pretenden vender a su población, y no van a escatimar munición para exterminar a todo lo que encuentren en ese complejo, y para los civiles que allí se encuentran, el destino está escrito muy probablemente en forma de fosa común, porque si los rusos acaban ganando no creo que quieran muchos testigos que narren lo que allí ha sucedido. Ese lugar, que de por sí posee un aspecto bastante dantesco, es ahora mismo el infierno absoluto.

Probablemente dentro de unas décadas se hagan películas que recreen lo que hoy mismo sucede en el interior de ese lugar. Películas que serán sombrías, apocalípticas, duras, en las que los personajes irán desapareciendo acribillados en medio del ruido y polvo de fundición. Los que las vean alabarán la recreación del lugar o los efectos especiales utilizados, pero sabremos que nada será comparable a lo que hoy mismo, me reitero, sucede allí. No se me ocurre ahora mismo un lugar más horrible, más hostil, en el que poder imaginar a alguien. Si eso no es el infierno absoluto no se qué puede ser. Y espero que las tropas rusas no intenten mostrarme otros escenarios para aumentar mi grado de horror ante esta guerra.

miércoles, abril 20, 2022

El comisionista

Seguro que más de uno, disfrutando de las vacaciones de Semana Santa a las que me refería ayer, se ha acordado de la madre y del resto de la parentela de los diversos negocios y establecimientos a los que ha acudido a comer o comprar lo que sea. Habrá visto la subida de precios que todos ellos, en mayor o menor cuantía, han experimentado, y lo habrá comparado con su nómina, probablemente estancada, o en el mejor de los casos mucho menos creciente, y se habrá puesto a despotricar contra todo, desde el gobierno hasta el último mono que pasaba por ahí, mientras paladeaba esa refrescante cerveza bajo el cuasi veraniego sol de abril.

Hay una solución para sus males económicos que le proporciona relajo y satisfacción sin límite. Hágase comisionista. Sólo tiene que encontrar un negocio propicio, perder todo tipo de vergüenza propia y estar dispuesto a robar hasta el último de los céntimos posibles a cambio de que su presencia en ese sector sea necesaria. Piense, por ejemplo, en la época de la histeria por las compras pandémicas, cuando no había de nada y la gente moría como chinches. Si era capaz de suministrar un par de mascarillas a cualquier institución pública se iba a hacer de oro, sin importarle nada más. Incluso al revés, cuanta más gente muriera al día más podría cobrarle al organismo de turno. ¿ética? ¿conmiseración? Bah, paparruchas, eso no entra en las cuentas del comisionista, que sólo ve euros en elevadas cifras. Luego, con lo recaudado, se puede usted comprar coches de lujo a docenas, aunque no le sirvan de nada, o trajes y veleros lo más elegantes posibles, para que desde ciertas portadas de revistas le sigan adulando como desde antaño, pensando que usted es alguien relevante. Y el saldo de su cuenta corriente, la opaca, no la pública, le indicará que, en efecto, relevante lo es. Como picos como los pandémicos son esporádicos, lo más rentable es introducirse en un negocio en el que la comisión y la delincuencia estén plenamente asentados, y pocos más que en eso de pegar patadas a un balón, donde quien no estafa roba. Se inventa la posibilidad de jugar unos partidos, o lo que sea que hagan los sujetos que se dedican a pegar patadas y a insultar a los demás en el césped, en el lugar más exótico y alejado posible, donde todo sea extremadamente caro, y a ser posible regido por una dictadura forrada para la que soltar unos millones sea como dejar unos céntimos de propina para nosotros en un restaurante, y se encarga de que tanto los organismos oficiales, especialmente sus dirigentes, como usted, sean los principales beneficiarios de los millones que el dictador de turno ha puesto a cambio de que los que más patadas e insultos pegan vayan a ese país a hacer lo que saben. Se inventa tres tonterías sobre derechos de la mujer y otras zarandajas varias que quedan muy bien en los suplementos de los periódicos para darle un aire respetable a su invento y nada, a forrarse tocan. Algunos les dirán que todo es absurdo, que no tiene sentido que algo, revestido de presunta competición nacional, se juegue a miles de kilómetros del país de origen y lejos de las (muy engañadas) aficiones de los equipos de patadones que juegan, pero nada, dedique una ridícula cantidad de los millones que se ha llevado por la cara a comprar a algunos periodistas y expertos en márketing para vistan el tinglado como “sostenible”, “igualitario” y “verde” , repitiendo esos adjetivos o similares más o menos cada diez palabras en los párrafos que le fabriquen, y así todos contentos, especialmente usted y sus socios, que son los únicos que importan. Y que los de las patadas e insultos hagan lo que saben y que el resto, bien engañados, aplaudan, que para eso están.

Puede ser, no es seguro, pero a veces pasa, que salgan a la luz informaciones que le involucren, que demuestren que todo es una farsa organizada por usted y otro par de personajes, todos ellos con cargo, y que se vea que, obviamente, el único objetivo era forrarse y robar a todos los demás. En ese caso no se asuste, mire los millones que ha ganado. Se los merece, es usted mucho más listo que todos esos pringados que llegan con problemas a fin de mes, esa escoria molesta que no intermedia ni cobra comisiones. Nada, no se corte. Salga indignado y haga declaraciones diciendo que todo es correcto, que nada está mal, y de fondo, ponga esa cara de chulo en la que se lee el desprecio que le producimos los ciudadanos honrados y pobres. Y sí, incluso logrará cosechar aplausos.

martes, abril 19, 2022

Huida Santa

Se preveía por parte de los analistas una Semana Santa como las de antes, de mucho turismo nacional y reservas de alojamientos llenas, pero creo que incluso los augurios más desatados se han quedado cortos ante el éxodo absoluto que se ha vivido en estos días. A una especie de orden no escrita, con “tonto el último” como rúbrica, la salida de vacacionantes ha sido masiva, y se han llenado todas las carreteras hacia los destinos de procesión y costa. Las playas se han abarrotado como en los mejores tiempos del veraneo, y las escenas de arenales en los que no cabía nadie, que según algunos no se iban a volver a repetir, han sido la estampa general.

Como me he subido al pueblo, la sensación ha sido exactamente la inversa, o por decirlo de otra manera, la habitual en la Semana Santa de antes del Covid. Nadie, nadie, nadie. Desolación absoluta. Fácilmente más de la mitad de los que viven en mi pueblo se han ido de vacaciones y aquello estaba desierto. Tras dos Semanas Santas anómalas sin movilidad, volvió la estampida. En la del 2020,que no tuvo lugar, pilló el confinamiento, por lo que nadie se fue a ninguna parte, y yo la pasé en el piso madrileño. En la de 2021, algo más normalizada, existían cierres perimetrales en las CCAA, que algunos pudimos eludir de manera legal, pero se notaba que, en la inmensa mayoría de los casos, no había habido viajes de ningún tipo, y el pueblo ofrecía un aspecto inusualmente lleno para esas fechas. En esta de 2022 la sensación es que el Covid se ha terminado, y la desbandada así lo atestigua. También ha habido movimiento turístico hacia el pueblo, lo que dejaba estampas curiosas, en una plaza con las terrazas medio vacías en medio de un sol bastante llamativo y grupos de turistas que se paseaban por allí destacando sobremanera, de tal forma que en algunos momentos había más turistas que locales en las calles. No se la procedencia de esos visitantes, pero probablemente el nacional sea el origen de la mayoría de ellos. Algunos de los amigos que conozco que han viajado ya me han dicho que en los destinos en los que han pasado los días han visto llenazo, pero con menor presencia extranjera que en años pasados, y muchísimo más nacional, que ha compensado la bajada de los primeros. Había algunos factores que presagiaban nubes sobre la perspectiva turística de estos días, especialmente lo referido a los precios, tanto de los combustibles como de todo lo demás, y el freno que eso supondría en las decisiones de consumo. Pasar unos días de vacaciones fuera de casa no es barato, y con esta subida de precios mucho menos. Los enormes atascos vistos en las carreteras se traducen en combustible que se quema camino a ninguna parte y en euros, muchos euros, dado el precio al que cotiza el petróleo. Sin embargo, nada ha podido frenar un ansia de viaje, de salir, de volver a donde se iba que llevaba dos años frenada por el virus y las restricciones. De una manera oficiosa estos días festivos han sido la forma en la que la sociedad ha dado por terminado el tema de la pandemia, por superados los dos años de sombra y, con solete y chiringuito dado la bienvenida a la normalidad de antes, a la de verdad, que ni es vieja ni nueva, sino la que uno reconoce a la primera como propia. El deseo de volver a ella ha podido más que los precios y cualquier otro posible escollo.

Luego están las voces que, ante las imágenes de aglomeración, dicen que ya volverán los contagios y viven con el miedo. Son comprensibles, hemos pasado unos años muy duros que han dejado huella profunda, y es verdad que el virus no se ha ido y puede haber repunte de positivos, pero la altísima vacunación, su efectividad y la prevalencia de variantes menos virulentas ha cambiado el juego sanitario, y es muy probable que los hospitales no registren subidas significativas tras estos días de ocio. El covid estará ya siempre con nosotros, domesticado como otras tantas enfermedades, pero sin que suponga restricciones vitales. Y el desparrame de ocio de estos días es una muestra de que, sí, lo hemos dejado mentalmente atrás.

miércoles, abril 13, 2022

El dolor en el este

La retirada de las tropas rusas de los alrededores de Kiev ha dejado un paisaje de devastación absoluta. La destrucción en algunas de las localidades del extrarradio de la capital parece fruto de un fenómeno natural, con edificios arrancados y árboles que, los que se mantienen en pie, están completamente chamuscados. Pero lo peor es el reguero de muerte. Cientos y cientos de cadáveres de civiles aparecen por todas partes, dejados al aire libre, o se encuentran sepultados en improvisadas fosas comunes. La palabra genocidio exige estar ante hechos irrefutables, en su dimensión y e intencionalidad, por lo que aún no puede ser empleada, pero sí se ha llegado a un elevado grado de exterminio, que tardaremos en saber en su totalidad.

Y lo peor es que este horror no es sino la introducción a lo que el ejército ruso debe estar haciendo en el este del país, allí donde los combates se recrudecen y las ofensivas no hacen sino retumbar sin descanso. No es ya sólo la masacrada ciudad de Mariúpol, convertida en una de las mayores escombreras del mundo, donde la supervivencia es casi imposible y el número de víctimas se contará por decenas de miles. Jarkov, Donetsk, Lugansk, Kramatorsk, Dnipropetrov... son localidades que pasarán a los anales de la destrucción sea cual sea el desenlace final de las batallas que en ellas se libran. El ejército ruso ha concentrado sus efectivos en torno a ellas y va a actuar con la saña y fiereza que ha demostrado en el norte de Kiev, o que ya mostró al mundo en el asedio de Alepo, al que pocos hicieron caso, pero que dejó claro hasta donde es capaz de llegar esa milicia con tal de conseguir sus objetivos. La resistencia de las tropas ucranianas ha mostrado hasta el momento una fiereza y voluntad extraordinaria, pero sus combates han sido frente a incursiones no bien organizadas ni tan masivas como Rusia hubiera deseado. Si las tropas de Moscú logran arreglar sus enormes errores de logística y coordinación poco podrán resistir los ucranianos, a pesar de dotar con numeroso armamento anticarro suministrado desde occidente. Y eso en los frentes de batalla, porque el destino de la población civil que aún quede en esas localidades parece obvio. Su única alternativa es la huida ante la forma en la que los rusos tienen de “liberar” a los que conquistan, una liberación tan absoluta que lleva a perder la vida del todo. Escapar lo antes posible es la única alternativa segura, cruzar el Dniéper, el gran río que parte en dos la nación ucraniana y tratar de encontrar una primera vía de residencia en las localidades sitas al oeste de esa frontera de agua. Sea lo que sea lo que pase en las zonas de batalla, el objetivo ruso es convertirlas en invivibles, en lugares arrasados en los que volver sea una quimera, un objetivo imposible para los que alguna vez habitaron esas tierras. De hecho la propia economía de Ucrania en su conjunto se acerca poco a poco a un proceso de colapso, dado que su degradación es constante. La destrucción de infraestructuras de transporte y energía va camino de ser tan generalizada que el país no será capaz de proporcionar una forma de vida viable para los que en él se queden, incluso en las zonas en las que los combates son más esporádicos, como puedan ser la parte más occidental. No hay ciudad en la que los depósitos de combustible que la rodeen no hayan sido destruidos o en la que su aeropuerto se haya convertido en una pista repleta de cráteres. Los ferrocarriles siguen funcionando en gran parte del país, pero cada vez con mayores limitaciones y con un suministro energético, muy dependiente de centrales nucleares, que se mantiene dado que esas instalaciones no han sido atacadas, pero que empezará a fallar a medida que los daños en las redes de transporte del fluido eléctrico vayan cayendo por los combates. Ante una primavera ya presente y el futuro verano las opciones de sobrevivir de los ucranianos existen, dado que las temperaturas permitirán hacerlo a la intemperie, pero con la llegada del próximo invierno ¿qué protegerá a los supervivientes del frío helador?

Resulta insoportable comprobar el contraste entre el ocio desmedido asociado a la Semana Santa que se vive en nuestro país, de las vacaciones que casi todos nos tomamos en estos días, frente al enorme sufrimiento que se da en apenas unos pocos miles de kilómetros al este de nuestro continente. No van a llegar noticias buenas de Ucrania ni en estos días, presuntamente santos, ni en los siguientes, no hasta que el maldito Putin decida que la guerra se acaba. Y cada día decenas, cientos de personas morirán, y miles verán sus vidas rotas para siempre, y tendrán que huir si quieren salvar el pellejo, probablemente lo único que les quede. Eso sucede hoy mismo en Europa, como ya sucedió en el siglo XX. La máquina del horror sigue trabajando sin descanso.

Subo hoy a Elorrio y me cojo festivo el lunes de Pascua, así que si no pasa nada raro nos leeremos el martes 19. Descansen y cuídense

martes, abril 12, 2022

El fracaso del Covid cero chino

Lo mejor que se puede decir de esta Semana Santa de 2022 es que es normal, queriendo referirnos con esa expresión que la vivimos como si la pandemia hubiera terminado. Viajes por doquier, aglomeraciones, procesiones, ritos, ocio… las escenas son perfectamente comparables a las de 2019 y años anteriores, y los datos que se están recogiendo se pueden medir con respecto a ese último año de normalidad. Una vacunación masiva con una fórmula muy exitosa, juntada con el placer hedonista y el ejercicio de la libertad individual que caracteriza a occidente nos ha llevado a la convivencia con el virus con una baja tasa de virulencia. Esto era ganar a la pandemia.

Pero no en todas partes las cosas son así. Curiosamente, en China, donde todo esto empezó, la situación es ahora mismo bastante tensa, y descontrolada por momentos. Desde el principio allí se adoptó la llamada política de Covid cero, cortando de raíz todo contagio detectado para evitar su transmisión mediante el aislamiento riguroso de los infectados y los barrios y localidades en las que estuviera el foco. Y allí riguroso es riguroso. Dada la contagiosidad de las variantes iniciales del covid y la mano muy dura con la que el gobierno chino gestiona los problemas la solución adoptada desde Beijing dio sus frutos, y para el verano del 2020, cuando en Europa asistíamos a la bajada de la que entonces sería conocida como la primera ola, y contábamos los miles de muertos que nos había dejado, China exhibía unas cifras de Covid que eran tan absurdamente bajas como envidiables. Poco más de tres mil muertos en un país de más de mil millones de habitantes eran, seamos sinceros, nada. Ninguno nos creímos nunca las cifras oficiales que proclamaba el gobierno chino, pero era evidente que, pese a ello, las dimensiones de la tragedia allí parecían ser bastante menores, y los corresponsales que nos contaban su vida en las megalópolis chinas hablaban de un sistema de rastreo digital de una precisión asombrosa, rozando lo paranoico, y la sensación de que la enfermedad ya quedaba atrás. Con el tiempo en occidente vivimos nuevas olas, más o menos dañinas, que dejaron más miles de muertos y daños de todo tipo en la economía y sociedad, y sólo la aparición de las vacunas permitió dotar de horizonte final a la pesadilla vírica. China seguía con su cierre de fronteras y, de vez en cuando, encontraba algún caso esporádico, que no se transformaba en brote. El mensaje que se trasladaba era obvio. La gestión centralizada y autoritaria del gobierno chino ha sido la más eficaz para contener la enfermedad y es muy superior al desmadre de occidente, mucho más afectado. Y fríamente, mirando los números, era un argumento muy difícil de cuestionar. China empezó a vacunar más o menos a la vez que Europa, con un compuesto de diseño propio, menos efectivo que las cuatro maravillas que llegaron a los mercados occidentales, y la cosa parecía ir encarrilada en todo el mundo a lo largo de 2021 hasta que apareció Ómicron y el juego cambió. Mucho más contagiosa pero menos letal, esa variante era imposible de contener mediante los cierres ensayados ante subespecies anteriores, dada la enorme capacidad de contagio que tenía. Simplemente era imparable, y afortunadamente pilló a la población occidental con una alta tasa de inmunidad natural, fruto de las olas anteriores, y crecientes niveles de vacunación, por lo que, pese a los graves perjuicios causados, incluyendo miles de muertes y unas frustradas navidades de 2021, el paso de ómicron fue mucho menos dañino de lo que hubiera podido ser. Pero en China las cosas son diferentes. Allí la inmunidad natural fruto de olas pasadas es prácticamente inexistente dado los casi nulos niveles de contagio habidos en el pasado, su tasa de vacunación no es tan alta como la nuestra y la efectividad de su vacuna es bastante menor que nuestras cuatro fantásticas, por lo que la variante se encuentra en un territorio casi virgen para expandirse, y es casi imposible ponerle freno.

Consecuencia, Shanghái se ha convertido en un nuevo experimento distópico oriental, sometida a un cierre carcelario, que no es capaz de evitar miles de contagios diarios, y que está mostrando la resistencia de la población a ser confinada, con enfrentamientos múltiples entre ciudadanos y autoridades sanitarios, que son más violentas en muchos casos que el propio virus. El puerto de la ciudad está cerrado y el embrollo logístico global que se produjo en el pasado comienza a repetirse a medida que las cadenas de suministros colapsan por la falta de productos chinos. El país vive sus mayores niveles de contagio conocidos y la situación social se tensa, frente a un estado que apareció como triunfante al principio pero que, ahora, no puede mantener su estrategia cero durante mucho tiempo, a riesgo de estallidos sociales. Da mucho que pensar.

lunes, abril 11, 2022

Macron gana la primera vuelta, pero…

Las encuestas francesas han acertado el nombre del ganador y de su rival en la que será, dentro de dos semanas, la segunda vuelta de la elección presidencial, pero no han atinado bien en la abstención, elevada, pero menor que la predicha, ni en la distancia alcanzada entre el primer y segundo candidatos. Se preveía un resultado muy ajustado ente Macron y Le Pen, y finalmente él le ha ganado a ella por unos cuatro puntos, lo que es una holgura mayor de la que obtuvo en la primera vuelta de hace cinco años. Eso, en principio, sería un síntoma de tranquilidad respecto a la segunda vuelta, pero no, no es el caso.

Si uno mira los resultados descubre, con preocupación, que Le Pen, con el 23,41% de los votos, Melenchon, extrema izquierda, con el 21,95% y Zemmour, aún más extrema derecha, con el 7,2% suponen más de la mitad de los votos emitidos ayer en la rica, desarrollada y culta Francia. Más de la mitad de los electores votaron por propuestas populistas que se basan en ideologías extremistas, de confrontación, de lucha, de enfrentamiento, de odio. Ideologías que no sólo no tienen ni ideas ni criterios para solucionar los problemas económicos y sociales de los franceses, sino que, de llegar al poder, supondrían la creación de nuevos y fabulosos problemas. Frente a estas opciones, el voto moderado, encabezado por Macron, se queda por debajo de esa mitad de sufragios, por lo que el miedo a una asociación de radicales en la segunda vuelta resulta obvio y justificado. Podría pensar el lector que no hay porque asustarse, dado que el votante de Melenchon, algo así como el Podemos de Francia, no va a respaldar a la ultra Le Pen, pero es obvio que, en gran parte, el resultado electoral de dentro de dos semanas va a depender de lo que decida ese grupo de votantes, entre los que habrá desencantados que no acudan a las urnas ante el rechazo que les puedan dar ambos candidatos y otros que votarán más a uno que a otra, se supone, pero de cómo se produzca el reparto entre estos tres grupos determinará lo que acabe pasando. Zemmour ya ha indicado que sus votantes deben agruparse en torno a Le Pen, por lo que la extrema derecha actuará unida, y el resto de partidos no populistas han dado instrucciones para que se vote a Macron, lo que sucede es que ese resto de partidos ha quedado convertido en un grupo más pequeño que la agrupación de mariachis que suele rondar las sedes de los partidos derrotados en España. El republicanismo gaullista, el clásico, el que llevó a Chirac o Sarkozy al poder, ha sacado un cutre 4,8%, y sui candidata Valérie Pécresse, que en algún momento llegó a despuntar en las encuestas, ha rubricado el final de esta formación histórica. Si la derecha clásica quiere buscar algún consuelo a su cruel derrota puede hacerlo mirando a los socialistas que, en la práctica, han dejado de existir. Con Ane Hidalgo al frente, los correligionarios de Sánchez han sacado el 1,7% de los votos, una cifra aún menos que el ridículo 2% que les otorgaban las encuestas. Ambas formaciones, que hasta la llega de Macron se han repartido el poder en Francia durante décadas, han quedado por debajo del 5% y, según he leído por ahí, eso hace que no puedan recibir subvenciones que les cubran los costes de la campaña, por lo que, además de irrelevantes, esos partidos deben estar al borde de la quiebra. Lo lógico sería que se juntasen en un local, no muy grande, y firmaran su disolución, quizás con vistas a refundarse en un futuro, pero con el presente convertido en la nada. La política tradicional francesa ha muerto y sólo Macron, cabeza de un movimiento personalista y sin demasiado arraigo local, es el dique de contención del populismo que, al otro lado de los pirineos, comanda la dinámica electoral. Comparado con esto la política española resulta hasta optimista, dado que aquí los populismos, aunque en alza, todavía no han llegado a esas cotas de votos y poder.

De cara a la segunda vuelta Macron va a tener que hacer una campaña muy intensa, y tratar de recoger voto de esa extrema izquierda para que, con pinzas en la nariz, le vote. Le Pen, que se ha visto favorecida por la presencia del radical Zemmour para poder exhibir un aire menos extremista, vuelve a ser la cabeza visible de todo el radicalismo de derechas, y eso beneficia, a priori, una campaña macroniana de unidad nacional contra el frente populista, pero la verdad es que, hasta que la noche del domingo 24 se acabe no podremos saber si tendremos cinco años más de continuidad en Francia o un terremoto se abatirá sobre el corazón de Europa. Por si acaso, Putin tiene enfriada una botella de vodka para brindar por si su candidata acaba ganando. Y no lo olviden, puede suceder.

viernes, abril 08, 2022

El final de las mascarillas

Lo más curioso de la noticia referida a la relajación del uso de mascarillas en interiores es que, si hace un año nos dicen que conocerla iba a ser algo que se situaría en la franja media de las cabeceras de prensa, no nos lo creeríamos. Por entonces la posibilidad de retirarla a cubierto se antojaba tan lejana e impactante que nada podría hacerle sombra. Luego vino el capullo de Vladimiro y sus tanques achatarrados y nos pegó un porrazo a todos que nos tiene temblando. Y eso, junto a la vacunación, ha hecho que la pandemia pase poco a poco al lugar de los eventos superados, lo que es una excelente noticia.

Veía yo ya octubre o noviembre como el final de las restricciones pandémicas, porque la incidencia estaba derrumbada y la vacunación, lo único que hemos hecho bien en España en todo este asunto, estaba dando unos frutos excelentes, pero ahí apareció la variante Ómicron y lo desbarató todo. Lo que parecía que iba a ser la Navidad de la vuelta a la normalidad, de las reuniones perdidas y los reencuentros, tras la frustrada festividad de 2020, se convirtió en otro ejemplo de gatillazo social que aumentó más y más la frustración colectiva. Volvieron las mascarillas por doquier, los test de antígenos a precios de gasolina y el cierre del ocio, y se frustró la vuelta a lo conocido. La capacidad de contagio de Ómicron desbordaba lo conocido y, a pesar de tener menor letalidad, sus efectos fueron muy significativos en todos los ámbitos de la vida. La maldita pandemia se resistía a ser vencida, y eso no dejaba de incrementar el hartazgo social tras casi dos años de pesadilla vírica. La caída de contagios de la ola omicrona, si se me permite el palabro, pareció, esta vez sí, representar el principio del fin, y el gobierno empezó por derogar la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores, medida totalmente inútil que fue impuesta al calor de la subida de contagios como el típico caso de “algo hay que hacer” aunque sea inútil, pero que parezca que algo se hace. Las curvas de contagios descienden casi sin pausa desde entonces hasta que Sanidad, hace no muchas semanas, decide cambiar el protocolo de contabilidad de los casos y la forma en la que muestra los datos, y hace que esa serie ya no sea comparable con el pasado, rompiéndola. Los datos más fiables que nos quedan para ver cómo van las cosas son los referidos a la hospitalización y las UCIs, y ahí, donde no se ha producido una alteración de la forma de contar, las series siguen bajando, y se acercan al mínimo que se registró antes de la irrupción de Ómicron, por lo que se puede afirmar que la pandemia sigue en retroceso en España. Por ello era cuestión de tiempo que se abordase la decisión, ya tomada en otras naciones de nuestro entorno, de eliminar la obligatoriedad de las mascarillas en interiores. Países como Reino Unido o Bélgica han suprimido no sólo eso, sino cualquier otro tipo de medida restrictiva, habiendo vuelto ya a la normalidad que reinaba antes del Covid, y los datos que muestran, siendo difícil ser categóricos por la inconsistencia de las series de positivos, no reflejan aumentos en la mortalidad. La enfermedad ahí sigue contenida, gripalizada, usando otro de esos términos que no es muy correcto pero que se entiende perfectamente. La decisión que se va a adoptar en España a la vuelta de Semana Santa se acerca al final completo de la mascarilla, pero no del todo. La mantiene en entornos concretos, como el transporte público, centros sanitarios, residencias y, en general, entornos donde haya personas vulnerables, pero la norma general hará que decaiga en espacios cerrados. Las empresas tendrán que evaluar sus características de distancias, personal, presencia de vulnerables y otros factores para determinar si levantan la obligación de uso en sus instalaciones, pero la sensación general será que la mascarilla se va, y sólo permanece en esos pocos espacios donde se dan aglomeraciones bajo techo, especialmente el transporte público. Volveremos a vernos las caras del todo, ya lo siento por los guapos, que otra vez verán el rostro de los feúchos como yo en su plena dimensión.

La verdad es que la mascarilla, y el resto de restricciones anticovid, sólo han sido vencidas por un único factor; las vacunas. La altísima tasa de vacunación alcanzada y la efectividad de las mismas han sido las herramientas decisivas, definitivas, para que se ha ya podido lograr vencer a la enfermedad. El éxito ante el virus era imposible siguiendo las pautas de restricción conocidas tras meses de agotamiento social y ante una variante tan contagiosa como Ómicron. Las cuatro vacunas que hemos tenido a nuestra disposición han sido las vencedoras, el fruto que la ciencia nos ha proporcionado para, en tiempo récord en términos históricos, acabar con esta pesadilla y minimizar el coste humano, inmenso en todo caso. El pinchazo ha ganado a todo lo demás.

jueves, abril 07, 2022

¿Hasta dónde estamos dispuesto a sacrificarnos por Ucrania?

A los pocos días de que empezase la guerra de Ucrania hizo Josep Borrell unas declaraciones que, injustamente, fueron ridiculizadas por no pocos. En ellas pedía que los europeos bajásemos el termostato de la calefacción varios grados para reducir el consumo de hidrocarburos provenientes de Rusia, la principal arma con la que atenaza a Europa. Las críticas iban desde la demagogia de los que, desde sus chalets, cuidan su estado progresista pensando en los que no tiene calefacción hasta los que consideraba que era una mera ridiculez sin efecto alguno. Borrell no ha insistido en este argumento y, creo, debiera hacerlo una y otra vez.

Tras más de cuarenta días de guerra, masacres y desastres, está claro que Putin podrá replegar sus tropas en algunos lados, pero no tiene intenciones de que la ofensiva acabe hasta que conquiste zonas de su interés y, sobre todo, convierta a Ucrania en un país arrasado y no viable. Para financiar su esfuerzo bélico Putin necesita ingresos, y el principal es el que obtiene por la venta de gas y petróleo, y su primer mercado de exportación es Europa occidental, así de sencillo. Parece bastante obvio que no queremos sacrificar vida alguna de nuestros nacionales en un conflicto global con Rusia, tanto por el miedo que da que la guerra se descontrole como por el infinito valor que le damos a la vida occidental frente a cualquier riesgo, así que empieza a ser hora de preguntarse si nuestras sociedades, si nosotros, estamos dispuestos a sacrificar niveles de vida y comodidad para ganar esta guerra o no. Si vamos a recortar el uso de ciertos productos y servicios, haciendo daño a la maquinaria financiera del Kremlin, o no vamos a cambiar nuestras costumbres y, con ello, dejar ese frente económico libre de riesgos para el poder maligno que ejecuta la guerra. Cierto es que algunos de esos sacrificios nos vendrán impuestos, vía subida de precios. Si su salario no sube y lo que compra y consume se encarece no tiene más que dos opciones; o se endeuda (ni se le ocurra) o reduce gastos. Hay gastos y precios que son más difíciles de controlar y de recortar, pero no todos inciden en el presupuesto del Kremlin. Si usted reduce la compra de alimentos o deja de irse de vacaciones perjudicará a su nivel de vida, y generará un efecto de redistribución de rentas en la economía nacional, pero a Putin le dará más o menos igual. Es en el tema de la energía donde las cosas son relevantes para el sátrapa ruso, y ahí es donde, si tomamos decisiones, le puede costar carao y hacer daño. Es difícil precisar la cifra, depende del cambio del euro y de la climatología, pero hágase una idea de que, diariamente, los países de la UE pagamos a Rusia unos 800 millones de euros en concepto de gas y petróleo. Evidentemente esa es la principal fuente de financiación no sólo de la guerra, sino de todo el presupuesto de esa nación. Cada paso que nuestras naciones dan en pos de la autosuficiencia energética es uno dado en el desenganche de la influencia rusa, y eso se puede hacer vía renovables o diversificación de las fuentes de las que importamos. Todos esos pasos son necesarios, pero cuestan dinero y llevan tiempo, y algunos de ellos son mucho más sencillos que otros. Es posible alimentar con electricidad proveniente de energías renovables a un futuro parque de vehículos eléctricos urbanos, pero no es tan obvio ese cambio de fuentes de energía en el horno de gas que utilizan, por ejemplo, las empresas cerámicas para cocer azulejos, o en el queroseno que emplean los aviones para volar. Hay que ser ambiciosos y realistas, saber qué se puede suplir a corto y medio plazo y que no, qué costes tiene esa transición y cómo afrontarlos con cabeza, pero eso, si se hace bien, es un asunto de política macroeconómica, de decisiones de gobiernos. Muchas de ellas nos vendrán impuestas y otras “motivadas” con subidas de impuestos y penalizaciones. No confíen en que se hagan con la cabeza, rigor e inteligencia debida.

Lo de los sacrificios viene por cuenta de cada uno. Si, como dijo Borrell, los europeos nos compramos un jersey más para ponérnoslo en casa y bajamos dos grados el termostato de la calefacción será una decisión que impactará directamente en la cuenta de ingresos del Kremlin. Ahora que el invierno se agota y los calores se aproximan, tenemos el aire acondicionado como herramienta para combatirlo, más necesaria en nuestras latitudes que en otras. Restringiendo su uso haremos caer la producción eléctrica necesaria para alimentarlos y, con ello, el consumo de gas necesario para completar la generación de energía necesaria. Pensémoslo seriamente. Si no estamos dispuestos si quiera a hacer sacrificios como estos, ¿cómo esperamos ganar una guerra? Mostremos con ello lo que realmente nos importa la tragedia ucraniana.

miércoles, abril 06, 2022

Zelensky ante el Congreso

La guerra de Ucrania ha convertido a su presidente, Volodimir Zelensky, en una de las mayores celebridades mundiales. Muy a su pesar, a medida que los rusos destruyen su nación y matan a sus compatriotas, este presidente ha ido adquiriendo un rango y nivel que, sospecho, nadie podía llegar a imaginar, ni siquiera el mismo. Proveniente del mundo del espectáculo, arrasó en las últimas elecciones ucranianas con un discurso algo populista centrado en combatir la endémica corrupción de aquel país, pero nunca pudo sospechar que le esperaba la fama mundial a cuenta del riesgo existencial del país y de su propia vida.

Ayer, dentro de la ronda de intervenciones a distancia que Zelesnky está haciendo ante los parlamentos de las naciones occidentales, le tocó el turno al Congreso español. En un hemiciclo abarrotado, en reunión conjunta de congresistas y senadores, el presidente ucraniano realizó una intervención de poco más de diez minutos, traducida simultáneamente de una manera confusa, en la que agradeció el apoyo y ayuda recibido desde las instituciones españolas, y también, sobre todo, el envío de armas que se ha hecho por parte de nuestro ejército para combatir a los rusos. Su discurso repitió la estructura de los que ha realizado ante otras cámaras nacionales, haciendo hincapié en la determinación de la población ucraniana ante el enemigo, en la necesidad de que las sanciones económicas ya aprobadas se extiendan al camp de la energía, en la petición a las empresas nacionales que aún mantienen vínculos comerciales con Rusia que los cancelen y que no cese el envío de armas, cuantas más y más efectivas mejor, para combatir al enemigo. En todas sus alocuciones Zelensky hace algunos guiños a la historia cercana del país al que habla para que se haga alguna idea de lo que están pasando los ucranianos. En el caso de España, ajeno a la IIGM, no podía recurrir a los clásicos ejemplos de resistencia y victoria ante el nazismo que jalonan la memoria colectiva europea, por lo que se refirió a la última guerra que hemos padecido en nuestro suelo, la civil, y mencionó Gernika, un símbolo de los horrores de la guerra que Picasso inmortalizó en la memoria colectiva con su cuadro. En Gerniuka se produjo uno de los primeros bombardeos contra población civil por parte de aviación militar, en lo que fue un experimento a gran escala de una nueva manera de hacer guerra, sin límites ni frentes. La legión Cóndor alemana, apoyo aéreo de las tropas franquistas, arrasó esa pequeña población vizcaína no por su carácter estratégico o por lo que suponía como lugar en un frente de batalla, sino por el simbolismo de representar los fueros, la norma atávica que regía en parte del territorio vasco. La idea de ese ataque, además de la destrucción en sí misma, era dar un golpe de moral. Por eso, además de por sus mortíferos efectos, el bombardeo de la ciudad supuso un mensaje claro de eliminación de lo que se suponía era la legalidad preexistente. Llegaba un nuevo tiempo en el que lo anterior sería purgado, limpiado, a la manera en la que hoy lo hace Putin en las zonas que ocupa en Ucrania. La elección de Gernika como símbolo por Zelensky es, vista con retrospectiva, bastante obvia, y supone apelar a un sentimiento colectivo que va bastante más allá de la propia guerra española. Ese acto fue la chispa que, en medio de la neutralidad de las potencias que ahora algunos querrían, provocó el alistamiento de muchos combatientes extranjeros, alineados en las brigadas internacionales, que acudieron a defender el orden republicano. A pesar de las obvias diferencias que existen entre ambas guerras, empezando porque una fue civil y la otra de es de conquista, hay paralelismos asombrosos entre la legitimidad de uno de los bandos y la necesidad de apoyo que reclamó la república en el pasado y la que hace Zelensky en nuestros días.

Aquella infame guerra civil, que comenzó con un golpe que se pretendía rápido, acabó durando casi tres años y dejó al país arrasado y cientos de miles de muertos y exiliados, en una lucha que no tuvo parangón con nada del pasado español. Hoy Ucrania vive una guerra, que Putin pensaba que también sería quirúrgica, y que puede extenderse en el tiempo sin que nadie sea capaz de precisar hasta cuando. Curiosamente, muchos de los que durante toda su vida han echado en cara a países occidentales que se pusieran de perfil ante la demanda de ayuda de la república española han sido de los primeros en tratar de negar esa misma ayuda a la ataca Ucrania. A más de uno la alusión de Zelensky a Gernika le habrá dolido en su hipócrita interior. Tres hurras por Volodimir.

martes, abril 05, 2022

Negacionistas del horror

Ya con la explosión de la pandemia en 2020 vivimos el surgimiento de lo que, acertadamente, se denominó negacionismo, una corriente de opinión que rechazaba admitir la realidad de la enfermedad, que decía que el virus no existía y que todo era un montaje. Con la aparición de las benditas vacunas los que defendían ese discurso pasaron en masa al grupo de presión antivacunas, denunciando los nefastos efectos de unas inyecciones que eran mucho peores que cualquier virus. No pocos de ellos han muerto por no ponerse la vacuna, pero la gran parte se han salvado porque, o se la han puesto ellos, o el resto nos hemos inoculado y les protegemos. Pero ahí siguen, en sus irracionales trece

Ante el horror causado por el ejército ruso en el norte de Kieve, descubierto como sucede habitualmente cuando el que ha generado el mal debe huir del lugar del crimen, también han surgido voces negacionistas, que acusan a los que han visto las matanzas de estar al servicio de intereses oscuros, occidentales, que para ellos es lo mismo que el infierno. Quienes claman desde esas cavernas son puros, no tienen intereses ni ideología ni nada, son ellos los únicos portadores de la verdad en medio de la desinformación sembrada por los ucranianos y el resto de pérfidos actores que les apoyan. Sería para reírse sino fuera por lo infame que resulta. Desde antes de esta guerra hay un aguerrido bando pro ruso en nuestras sociedades, bando no mayoritario, pero sí combativo, apoyado moral y, seguro, financieramente desde Moscú, que defendía la posición soberana de Rusia en parte del territorio ucraniano. Una mezcla mal entendida de historia, argumentos, ideología y poder envuelta en un discurso de intereses propios que no tenía mucho sentido, pero en sociedades libres como la nuestra podía expresarse y ser rebatid o compartida. Tras el inicio de los combates, cuya existencia fue negada como posibilidad por el agresor y sus palmeros hasta minutos antes del primer bombardeo, las cosas han cambiado, y los pro rusos se han encontrado con una dura realidad de destrucción y muerte causada por los “suyos” llamémoslos así, y también con un previsible corte de las fuentes de financiación que alimentaban sus discursos y forma de vida. Algunos han optado por callarse y esperar a que pase el temporal, a ver si pasan desapercibidos, otros, que empezaron con ganas enarbolando un hipócrita discurso pacifista van plegando velas y reduciendo sus exposiciones, viendo poco a poco a quiénes servían, o constatando que la sociedad pasa de ellos y los condena a la irrelevancia, cuando no al merecido desprecio. Pero sigue habiendo no pocos que, especialmente activos en redes sociales, mantienen un discurso claramente de apoyo a las tesis del Kremlin. No se ruborizan en lo más mínimo en desacreditar, desde el sofá de su casa, las traumáticas experiencias de los periodistas que, sobre el terreno, apenas son capaces de digerir el horror que ven. Esos periodistas están comprados, según sus enfermas mentes, son lacayos al servicio del odiado occidente, que tan bien les permite vivir, y los testimonios de los supervivientes no son sino montajes que buscan desacreditar el trabajo de liberación del yugo nazi que Rusia está haciendo, con gran sacrificio, en la hostil Ucrania. Sí, hay que estar muy enfermo para pensar así, pero sobre todo hay que ser muy mal nacido para mantener ese discurso ante una realidad tan obscenamente cruel. ¿Qué diferencia a estos sujetos de los que, antes y ahora, negaban la existencia de los campos de exterminio nazi? Principalmente su deseo de que esos lugares de horror no se hubieran quedado a medio camino, que culminasen la labor para la que fueron creados, y los indignos de existir, según su visión obscena de la vida, hubieran sido eliminados del todo en ellos. La pureza que de ahí surgiría sería limpia, incólume. Quien niega la existencia de una matanza es porque deseaba que se produjera, pero no que fuera públicamente conocida. Es así de cruel y sencillo, antes y ahora.

En el grupo de los negacionistas del horror tenemos a mucha gente a sueldo de los rusos, pero no pocos convencidos, que se dicen progresistas de izquierdas, junto a extremistas de derechas, evangélicos, cristianos integristas, seguidores de movimientos populistas de izquierdas y derechas y tontos útiles que, día tras día, demuestran que hay un pozo de mierda bastante profundo en el interior de muchas personas. Frente a ellos, además del desprecio y la ignorancia, poco se puede hacer. No atienden a razones, sólo a la negrura convicción que en ellos anida. Es más útil defenderse de su presencia, huir, alejarse de semejantes basuras de personas, que tratar de convencerlos. Si alguno está cerca de usted, despréciele hasta el extremo ignorándolo para siempre. Es lo mejor. Él, de tener autoridad, no haría lo mismo. Seamos conscientes de ello.

lunes, abril 04, 2022

El corazón de las tinieblas de Kiev

En su novela, Joseph Conrad lleva al lector al abismo y le suelta, dejándolo caer. Inspirado en la salvaje colonización ejercida por Bélgica en el Congo, el protagonista viaja a África y remonta el río en medio de la selva buscando a Kurtz, que es el responsable de la plantación a la que espera llegar, y se convierte en mito a medida que se adentra en sus territorios. Kurtz es amo y señor de las tierras y vidas de todos, y su régimen es despótico y cruel. Llegado al final de la vida sufre por lo que ha construido, un imperio de terror al servicio de la producción colonial, y poco antes de morir pronuncia esas palabras que serán el resumen de su vida y obra; “el horror, el horror”.

Bucha, Irpin, Hostomel…. Son nombres de localidades enclavadas al norte de Kiev, de cuya existencia yo no era consciente hasta allá por las navidades, cuando en algunos artículos se empezaban a estudiar posibles planes de ataque ruso a Ucrania y esos lugares eran de paso obligado para unas tropas que quisieran tomar el control de la capital desde el norte. Cuando la guerra comenzó en febrero Hostomel fue de las primeras ciudades que alcanzó algo de renombre, al estar situada en ella un aeropuerto y base militar, que fue tomada por los rusos. Poco más se supo de esa zona hasta que, transcurridas semanas, y con la ofensiva sobre Kiev paralizada, el ejército de Putin anunció que se replegaba en la zona para concentrarse en el este, tanto con el objetivo de concentrar sus fuerzas en otro escenario bélico como respuesta a la presión de la resistencia ucraniana, que no dejaba de hostigar a los invasores. La reconquista por parte del gobierno de Kiev de esas ciudades ha permitido a la prensa acceder a ellas para documentar lo que allí ha quedado, y ¿qué hemos visto? Precisamente eso que mencionaba Conrad en su novela, que pocos, han logrado narrar por escrito de una manera tan sucinta y precisa. El horror. El paisaje está devastado, como tras el paso de un tornado, pero con la anchura de un huracán. Casas, edificios de comercios y tiendas, arbolado, todo está destrozado, quemado, sometido al fuego cruzado y al bombardeo de un combate cruel. Las carreteras están llenas de coches de particulares, que seguramente trataban de huir y se encontraron con el fuego cruzado de la batalla y perecieron allí mismo, en el camino hacia ninguna parte. Por todas partes aparecen agujeros fruto de las explosiones de los bombardeos rusos, cráteres informes que han extendido su metralla como onda expansiva contra construcciones, dejándolas perforadas por doquier. Y chatarra rusa, incontables fragmentos de equipos, tanques, vehículos acorazados y todo tipo de transporte de origen ruso que forman amasijos de hierros convertidos en asquerosa chatarra. Reventados por todas partes, quemados, desmochados, aparecen tanques con sus torretas arrancadas de cuajo, convertidos en basura metálica roñosa. Orugas y ejes que se cuentan como innumerables, desperdigados por todas partes. Un escenario de absoluta destrucción material. Y entre todo este desastre, cuerpos, cuerpos y más cuerpos. Cadáveres, algunos de ellos de militares rusos que permanecen en lo que fueron sus vehículos de ataque, pero, sobre todo, cadáveres de civiles, de residentes de esas localidades, de personas que vivían en Bucha en Irpin, en Hostomel, y que fueron asesinados de una manera inmisericorde a medida que las tropas rusas avanzaban por sus localidades. Carreteras en las que los cuerpos se suceden, espaciados a lo largo del asfalto, acribillados allí donde los convoyes atacantes se los encontraron. Grupo de cadáveres sitos en patios traseros, aparente reunión de vecinos de los bloques anexos, que fueron sacados de sus casas por las tropas rusas, reunidos en esas posiciones y asesinados sin piedad. Algunos portan capuchas, otros están maniatados. Hay mujeres y niños, pero la mayoría son hombres, de edad mediana y mayor, que aparecen apilados en algunas agrupaciones, tal y como cayeron tras ser fusilados.

Hay fosas, hondonadas de barro en la que se aprecian brazos y piernas, y cabezas de personas que fueron arrojadas tras ser asesinadas. Son cientos y cientos los cadáveres que, hasta ayer, habían sido encontrados a medida que las fuerzas ucranianas avanzaban por lo que antaño fueron barrios del extrarradio de Kiev. El procedimiento parece claro. Tras la toma del terreno, la orden era eliminar a todos los que allí quedasen, limpiar a la manera en la que el totalitarismo entiende. El exterminio practicado por las tropas rusas en las afueras de Kiev es la primera muestra que vemos de lo que debe estar pasando, en masa, en las zonas en las que las tropas rusas mantienen el terreno. Volvemos a las matanzas sádicas del siglo XX europeo, al exterminio planificado por parte de un poder sanguinario, totalitario y racista. El horro, el horror.

viernes, abril 01, 2022

El chantaje del gas y la globalización

Ayer el simpático Vladimiro volvió a lanzar uno de sus órdagos a los vecinos europeos, amenazando con cortar el suministro de gas si, finalmente, no se abonaba el importe en rublos. Alemania y otras naciones ya dijeron hace unos días que se negaban a ello, porque sería una ruptura de los contratos ya firmados. Putin busca con esto fortalecer a su moneda, bastante devaluada, y obtener de paso rublos nuevos con los que pagar tanto el coste de la guerra como las dádivas que pueda ofrecer a una sociedad civil en la que las sanciones económicas empezarán, sin duda, a hacer mella. De momento, por una argucia, Europa no pagará en rublos.

Lo más interesante del movimiento de Putin de ayer es que vuelve a poner el foco en el punto en el que se sujetan las relaciones entre el kremlin y nosotros, que es el suministro energético. Ambos estamos atados por ese interés estratégico y el enorme negocio que supone. Europa necesita ese gas para calentar a sus ciudadanos y alimentar su industria, y a cambio paga a Rusia unas cifras que suponen varios cientos de millones de euros al día. Rusia exporta ese gas a la UE, el que es su mayor socio comercial, o cliente si quieren verlo de otra manera, y obtiene a cambio un enorme flujo de divisas de valor internacional, que le permiten financiar su economía y comprar en los mercados lo que desee, además de servir de fuente directa de enriquecimiento a los llamados oligarcas, mafiosos que rodean al régimen. El cruce de intereses es impresionante, y ambos nos tenemos cogidos por nuestras respectivas partes, en una imagen gráfica que representa la situación que, a lo largo de los años, se ha ido consolidando. Esta necesidad mutua es la que ha sido esgrimida por no pocos analistas como principal garantía de que no habría un conflicto entre Rusia y la UE. Los daños serían tan intensos que el interés en llevarse bien prevalecería. De hecho, parte de las grandes inversiones energéticas hechas en el este europeo, con los gaseoductos NordStream como emblema, aumentaban el grado de dependencia mutuo de esta relación y por ello, en teoría, se minimizaban las opciones del temido enfrentamiento. Esta teoría tenía una falla, que pocos destacaban, que es que el argumento era tan racional que una visión sectaria, irracional de la vida podría desbaratarlo, y en ese caso, los daños mutuos serían inmensos. Lo que ha sucedido desde que empezó 2022 y, especialmente, desde el 24 de febrero, ha supuesto la ruina de todo el argumento estratégico de la dependencia mutua como garantía de seguridad, y ahora todo el mundo contempla con horror no sólo que el suministro energético de la UE se encuentra gravemente amenazado, sino que el juego de intereses económicos puede no ser suficiente para mantener la seguridad, y eso no sólo afecta a los europeos, sino que puede ser algo que se repita a lo largo del mundo. La globalización económica ha estrechado lazos entre todas las naciones, cruzado intereses y llenado de idas y vueltas contratos, recursos y dinero, creando una tupida red que protege a todos y que, como antes señalaba la teoría, eleva tanto los costes de una ruptura que no hay alicientes para ello. Esa red económica como seguro antiguerra ya sufrió una fractura en el pasado, a principios del siglo XX, cuando colapsó por el inicio de la Primera Guerra Mundial, pero la enorme intensidad de los intercambios que se viven en la era presente ha hecho a muchos suponer que aquel desastre, fruto de visiones equivocadas de las nacionalistas sociedades europeas, no iba a volver a repetirse. Para los optimistas de la historia, esta visión ha durado varias décadas y ha supuesto una enorme prosperidad en todo el mundo, dándonos oportunidades económicas, sociales y culturales apenas imaginadas. Y eso ha sido cierto. El problema es que la guerra de Ucrania supone un contraejemplo muy serio a esta doctrina de pensamiento.

Ya la pandemia originó, por motivos muy distintos, un resquemor a la dependencia global de los suministros, que funciona como un reloj cuando está bien engrasada y las pilas cargadas, pero que ante desajustes serios puede convertirse en una ratonera. Las voces para garantizar “autonomías estratégicas” por parte de los distintos bloques económicos se pueden llegar a traducir no sólo en ineficiencias futuras, fruto de la redundancia de cadenas productivas sino, sobre todo, rupturas de lazos que hagan que los necesarios socios se conviertan en peligrosos rivales, y si eso crece, las tentaciones de enfrentamiento lo harán. En occidente ya muy pocos se fiarán de Rusia, sean cuales sean sus recursos y el precio. Y eso hará que todos, todos, perdamos.