Ayer por la tarde tuvo lugar una potente tormenta en Madrid, y en otras localidades españolas, pero metafóricamente, a lo largo de todo el mundo, fue un día tormentoso en las bolsas. Si alguna vez creí saber algo sobre ese mundo cada día descubro mi total ignorancia. En España, a primera hora, el Santander presentó resultados, muy buenos, y la cotización de la acción arrancó subiendo un 3%, y al del Ibex algo más del 1%, lo que parecía coherente. A lo largo de la mañana banco e índice perdieron lo ganado para ponerse planos y, al cierre de las 17:35 el Santander cayó un 6% casi diez puntos porcentuales de pérdida entre el máximo y el mínimo. Una locura.
¿Por qué? No lo se. Seguro que hoy algunos articulistas le encuentran explicación a un fenómeno que a eso de las 10 de la mañana de ayer no entraba en la cabeza de ninguno de los que compraron el valor. Más allá de nuestro Ibex, que pesa poco, las bolsas globales sufrieron ayer un mal día que termino peor en Nueva York, con los índices americanos cayendo con ganas y a la cabeza el tecnológico Nasdaq, con una bajada algo superior al 3%. ¿Por qué este desplome de las bolsas, que llevan un mal año? La respuesta corta y obvia es fácil, y tiene que ver con las intenciones de la FED de subir los tipos de interés para frenar la inflación en los EEUU, y eso hace bajar el valor de las acciones. La inversión de la curva de tipos que se ha dado en EEUU, con una rentabilidad más alta para los bonos de corto plazo que para los de largo, lo que es contraintuitivo, es un fenómeno que, casi siempre, indica negros nubarrones económicos en ese corto plazo. La respuesta larga, y algo más complicada, es que los mercados anticipan crisis, recesión, provocada por el disparo de precios de la energía y otras materias primas. El desastre de la guerra de Ucrania nos va a costar caro, y una de esas vías de coste será de frenar la recuperación económica tras el final oficial de la pandemia. Ese subidón de la economía que se reflejaba en cifras de crecimiento de PIB maravillosas para este 2022 se está diluyendo a cada revisión de los organismos oficiales, con el agravante ya muy sabido de que dichos organismos poseen una inercia enorme, y suelen minusvalorar tanto la fuerza de los impulsos de crecimiento como las caídas en los momentos de recesión. Los confinamientos masivos que se están dando en China fruto de su errada estrategia de Covid cero frente a una Ómicron ultracontagiosa amenazan plenamente el crecimiento estimado para el gigante asiático este año, lo que supone drenar las previsiones globales, y el colapso que ya existe en el puerto de Shanghái augura nuevos y liosos problemas en la cadena logística, que se suman a los que aún no han podido ser solucionados del todo, lo que mermará impulso al comercio global. Factores como ven no faltan para suponer que la evolución económica de los próximos meses va a ser de más a menos, sin que se pueda precisar muy bien hasta dónde va a irse ese menos, pero con la sensación de que la temida estanflación de la que tanto se habla pueda llegar a darse finalmente. Afortunadamente no estamos en la situación que describe esa fea palabra, que combina una caída del PIB y un aumento de los precios, el peor de los mundos posibles, dado que el PIB aún sube con fuerzas, pero ya ven que los frenos al crecimiento parecen ser cada vez más numerosos e intensos. En naciones como la nuestra, a las puertas de un verano de recuperación turística, las previsiones son complicadas, y si bien es cierto que la inflación nos hace un daño incluso mayor que a otros países el hecho de que se vaya a recuperar parte del turismo perdido en los dos años pasados introduce un factor de amortiguación de cara a los meses que vienen, pero pintan bastos en la economía global y, obviamente, nos darán un porrazo, querámoslo o no.
Este párrafo macroeconómico que les he soltado quedaría muy bien incluso para justificar el por qué de la caída del Santander ayer, y algún medio incluso me lo podría comprar para ello, pero ya les advierto que nada de nada. Lo que le pasó ayer a la acción del banco, una de las mayores empresas de este país, es algo que no tiene que ver con las intenciones putinescas de extender la guerra a Transnistria ni por la posible cuarentena estricta que se pueda abatir sobre Beijing a medida que suben allí los positivos. A saber por qué la acción se cayó. Y desde luego los que por la mañana compraron ilusionados y no pudieron salir a lo largo del día ya lleva una generosa pérdida, y contemplan con yuyu como, tras el batacazo de Wall Street, lso futuros europeos vienen también en rojo. Si trata de darles consuelo a lo mejor le arrojan un contenedor chino a la cabeza. Tenga cuidado.
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