viernes, julio 29, 2022

EEUU en recesión

Se esperaba el dato con ansia, y se temía un registro malo, y así fue. EEUU ha entrado en recesión técnica tras encadenar dos trimestres seguidos con descensos en el PIB. La bajada este segundo trimestre es del 0,9% y podemos decir que sitúa en EEUU en el maldito mundo de la estanflación, esa fea palabra que combina estancamiento económico, bajada en este caso, y disparo de los precios, con unas tasas de inflación que allí también se sitúan en cotas no vistas en décadas, muy cercanas al 10%. El mercado de trabajo norteamericano, por contraste, sigue viviendo un momento extraordinario y las tasas de paro se sitúan poco por encima del 3%, cota que se considera como desempleo friccional, el que ya es casi imposible de reducir.

Lo más interesante de la noticia de ayer no son tanto las causas de ese descenso del PIB, bastante conocidas, las mismas que van a provocar en nosotros un efecto muy similar, sino cómo la política retuerce sus argumentos para tratar de eludir la realidad sobre la que debe trabajar. Tiempo le faltó a los portavoces de la Casa Blanca para salir a decir que aunque las cifras son esas, la economía se muestra robusta y no estamos frente a una crisis. Da igual que el consenso desde hade muchas décadas entre la profesión dictamine que recesión es encadenar dos trimestres de descenso de PIB, si se produce bajo mi gobierno me salto la definición y ya está, debieron argumentar los ideólogos que asesoran al cada vez más desnortado Biden, y elaboraron un discurso que daba vergüenza ajena. Evidentemente, desde el lado republicano, un dato así es gasolina de cara a las elecciones de mitad de mandato que se celebran en noviembre, donde se renueva el legislativo y las encuestas, con un Biden hundido, ofrecen a los elefantes trumpistas la posibilidad de hacerse con el control de las dos cámaras, haciendo que el resto de la presidencia de los demócratas sea un tortuoso camino. “La recesión de Biden” era como se denominaba en los canales pro republicano al resultado conocido ayer, atribuyendo l presidente toda la responsabilidad de unos números tan nefastos. Si la táctica demócrata de negar la realidad es estúpida, la republicana de achacar la caída de PIB al otro bando es necia, y así discurre el debate político. Ambos mienten y se mienten con tal unos de salvar el poder que mantienen y otros volver a recuperarlo. Si estos pasados trimestres han sido duros más lo van a ser los siguientes, donde el encarecimiento de la energía seguirá pesando en los hogares y empresas, y todo ello con vistas al otoño invierno. Además, se empezará a notar de verdad el efecto en la economía real de las subidas de tipos que la FED ha puesto en marcha a toda potencia para tratar de aplacar los precios. Tras la decisión de esta semana de subir tres cuartos de punto más las tasas de referencia, Powell dejó claro que en septiembre no le temblará la mano para volver a hacerlo con tal de que los precios se moderen. No lo dijo, pero el mensaje es que si hay que hacer que la economía caiga para que los precios lo hagan, así se hará, y eso es devastador para la administración de turno. La coyuntura actual obliga a Biden a escoger entre presentar a su partido a las legislativas de noviembre con unos precios descontrolados, pero con la actividad a todo trapo o a hacerlo con unas tasas de inflación menguantes pero la economía en recesión. A día de hoy lo más probable es este segundo escenario, porque el primero es insostenible, pero ambos son tóxicos electoralmente hablando. En todo caso, si los demócratas quieren tener alguna opción para mantener las cámaras en sus manos deben conseguir que las tasas de inflación bajen, y me da que ahí estará esperando Putin, para ayudar a que eso no suceda.

Como les comentaba, el panorama europeo que se nos viene encima es similar. Allí el ciclo está más avanzado y EEUU nos sirve como bola de cristal para saber lo que nos espera. Nuestras subidas de tipos, las llevadas a cabo por el BCE, van con menor ritmo e intensidad, pero ya han comenzado. Los datos de coyuntura de las empresas y consumidores alemanes muestran un desplome de las expectativas a la vuelta del verano y es probable que, si no el tercer trimestre, en el cuarto ya veamos descensos generalizado de PIB en las economías europeas, poniéndonos la recesión técnica al maldito alcance de la mano para finales de este 2022 en muchas naciones. Y todo con la amenaza de que Rusia, con la llegada del frío, sea chantajista en extremo. Da igual lo que le diga su partido o el contrario al respecto. Esto es lo que viene.

jueves, julio 28, 2022

Sri Lanka como síntoma

Sri Lanka es una isla de tamaño considerable situada en el Índico, cerca de la costa sureste de la India. Tiene más de veinte millones de habitantes y no conozco a ninguno de ellos. De hecho no me consta que nadie que conozca haya estado alguna vez allí. Debe tener un clima caluroso y una vegetación exuberante, y por lo visto muy serios problemas de gobernabilidad y de abastecimiento. De allí han llegado recientemente imágenes de asaltos de la población a la residencia presidencial, en una especie de versión tropical de la toma del palacio de invierno que habrá hecho las delicias y de Iglesias y los suyos. Lo cierto es que lo que pasa allí es serio.

Más allá de que la gobernanza de Sri Lanka nunca haya sido de las más gloriosas del mundo, y que no se codea con naciones como las nórdicas en los estándares de libertad o de competitividad, lo cierto es que esta nación vive, con toda la crudeza imaginable, las consecuencias de la tormenta económica y energética que nos sacude a todos. Su economía es débil, con alto componente agrario y turístico, y no me consta que exporten muchos productos de alto valor añadido. Importan todo el combustible que consumen, y el disparo de los precios del petróleo y de sus derivados han hecho que, desde hace meses, se impusieran restricciones al abastecimiento de carburante en la isla. Tampoco creo que tengan un elevado parque de vehículos eléctricos, porque sólo los muy ricos occidentales pueden comprárselos, por lo que allí, y aquí, restringir la gasolina es la vía directa para la revuelta. Súmenle a eso la carestía de los alimentos, acentuada en todos estos países donde el grano de trigo, arroz o el cereal que corresponda es la base absoluta de la alimentación, y es imposible que no se desate la revolución, o al menos la indignación absoluta de la población. Las cuentas públicas del país deben estar en un estado calamitoso, porque su moneda oficial, la rupia srilanquesa, que ahora mismo veo que cotiza a 0,0027 euros, apenas pueden hacer nada en el mercado internacional de divisas para sostenerse. El alza de los tipos de interés en EEUU, seguid posteriormente por la eurozona y otras naciones, hacen que los capitales tiendan a desplazarse de los mercados emergentes, más arriesgados, en busca de la segura rentabilidad que les otorgan esas naciones ricas que elevan sus tipos. Sospecho que invertir en Colombo, capital de la isla, debe ser un juego de riesgo, y ahora mismo, con la situación que allí se vive, pocos extranjeros con divisas lo harán, por lo que la capacidad de la economía local de comprar petróleo y otros insumos de gran necesidad, que se pagan en dólares, será ridícula. A todo esto se le deben unir los efectos de unas medidas centradas en la explotación agraria de la isla que han sido muy afectadas por las tendencias ecologistas más estrictas que emanan del pijo occidente, y que han provocado que las propias cosechas de la isla lleven tiempo siendo bastante bajas, al haber renunciado al uso de, por ejemplo, fertilizantes químicos. La producción local, que antes permitía autoabastecer al mercado de arroz y te, hace ya unos pocos años que no lo logra, y eso, que es un problema, se convierte en un drama cuando el precio del arroz, como el de otros cereales, se dispara por la guerra de Ucrania y los problemas energéticos. En definitiva, no parece que nada vaya bien en Sri Lanka, y el proceso de empobrecimiento de la población que allí vive es tan acelerado como dañino. Las consecuencias van mucho más allá de unas revueltas y la masa bañándose en la piscina de una sede gubernamental abandonada.

El caso de Sri Lanka es un poco exagerado, si ustedes quieren, porque convergen ahí casi todos los factores posibles que llaman al desastre, pero es una muestra de las crecientes tensiones que se viven en muchas otras naciones, sometidas a un mismo proceso de alza de precios energéticos y alimentarios, de dificultad de financiación de la deuda propia y de sostener su moneda. Habrá países que puedan sortear mejor estos serios problemas, otros no serán capaces y en no pocos veremos, cada vez más, movimientos de protesta por parte de unas poblaciones que ven como sus ingresos menguan sin que nada parezca ser capaz de evitarlo. No tiene por qué haber tomas de palacetes para que el descontento social estalle. El otoño invierno viene con un inquietante rumor de fondo.

miércoles, julio 27, 2022

Lilith Verstrynge o el demérito

En este mundo postmoderno en el que vivimos uno puede leer de todo. Una de las últimas modas de las que se habla es la de la dictadura del mérito. Propagada por algunos estudiosos de renombre, y repetida sin cesar por eslabones que carecen de cualquier tipo de conocimiento, defiende que el mérito y la capacidad son cosas que se deben a la desigualdad de nuestro mundo, al injusto acceso a los medios y la educación y que usarlos como criterio para acceder a empleos y cargos es una manera de perpetuar las injusticias, el patriarcado y, a partir de ahí, la retahíla de conceptos que uno puede obtener en la Wikipedia referidos a desigualdades.

Más allá de que, como ha pasado siempre, y pasará, habrá personas que, por sus medios económicos, podrán llevar sus capacidades hasta el final de sus posibilidades, mientras que otras vean como su potencial no es valorado ni explotado por vivir en entornos económicos o sociales desfavorecidos, la teoría es un absoluto disparate y una manera de permitir que los mediocres, que son quienes más la defienden, puedan hacerse con cargos y puestos que, de valorarse sus capacidades, jamás alcanzarían. No deja de ser otro movimiento corporativo de un grupo de presión, en este caso los incapaces, que ven como con argumentos modernos de denuncia social, que reconozcamos que algo de base puede tener, tratan de hacerse con ingresos que hasta ahora les estaban vedados. Lo más divertido es ver cómo ascienden algunos de esos mediocres gracias a todo lo que denuncian, mostrando así no sólo su hipocresía, sino la profunda indigencia mental en la que viven. La semana pasada Lilith Verstrynge fue nombrada secretaria de estado de agenda 2030 en el ministerio de Asuntos Sociales, que dirige Jone Belarra. Ni usted ni yo vamos a llegar a un cargo del empaque del que tiene ahora Lilith, y me temo que tampoco a su sueldo. El mío es menos de la mitad del que ella va a recibir oficialmente. ¿Cuáles son los méritos de Lilith? Actual número tres de Podemos, su principal respaldo es ser la hija de Jorge Verstrynge, un personaje que ha transitado desde la casi extrema derecha a la casi extrema izquierda, manteniendo contactos en todas partes y permitiendo a los suyos hacerse una carrera gracias a ellos. Lilith no sería nada sin contar con el apoyo de su padre, que es habitual en tertulias y medios afines a Podemos desde hace no poco, logrando así que su apellido pase a ser parte de la nomenclatura de la formación, cosa que, por concepto y denominación, es algo que ilusiona plenamente a todo enamorado del pasado soviético. Lilth ha ascendido a un puestazo público gracias a todo lo que denuncia; el amiguismo, el compadreo, los contactos de las élites que favorecen a los suyos frente a los que trabajan y se esfuerzan, etc. Es cierto que la disputa de Podemos con Yoyolanda Díaz le ha venido bien a la hija del camarada, dado que eso ha precipitado el cese del anterior secretario de estado, Enrique Santiago, secretario general del PCE y afín a la idea sumante de Yoyolanda. Los podemitas empiezan a estar más que hartos de las ínfulas de la Vicepresidenta y Ministra de Trabajo, y han empezado con saña el trabajo de torpedear su iniciativa, todo con la supervisión a distancia, desde el chalet de Galapagar, de quien todo lo fue y sigue con ganas de ser tan imprescindible como para no perderse una buena purga, que es otra cosa que los comunistas hacen por mero placer. En fin, que el nombramiento de Lilith es tan sonrojante como injusto, y demuestra que, en ciertos entornos profesionales, y desde luego en la política española de la actualidad, cuando más incompetente eres más lejos llegarás y más te forrarás. Lamentable. Sí, mucho.

Por contraste, en la misma semana en la que el nepotismo elevaba al gobierno a Lilith dejaba la política Luis Garicano, un hombre con un currículum que echa para atrás, y que da miles de vueltas a cualquiera de los que ahora ocupan cargos y dirigencias en gobierno y oposición. Cuando más necesitamos mentes brillantes y con ganas de reforma en la política y sociedad española es cuando las pocas de las que disponíamos huyen y las cabezas huecas saltan por encima para ocupar jugosos sillones. Es deprimente. Piense fríamente, sin sesgos políticos, si usted tuviera una empresa o negocio, si se jugase su dinero, a quién contrataría para que trabajara para usted; a Lilith Verstrynge o a Luis Garicano. Piense la respuesta sin engañarse.

martes, julio 26, 2022

Cuando el fuego acecha (para JAFA y DCM)

A medida que los incendios se reproducen como medusas en el ardiente mediterráneo, empieza a conocer uno a gente que se ve directamente afectada por ellos, y pone rostros y paisajes conocidos al miedo del fuego y el humo. Es la vía más rápida de sentir el dolor de unas catástrofes que se ven desde la comodidad del sofá y acongojan, pero en ningún momento se convierten ni en la más pequeña porción de la pesadilla que sufren los que, en la pantalla, son desalojados, ven sus casas y propiedades arder, luchan contra las llamas o contemplan cómo el paisaje que les ha acogido durante toda su vida desaparece en horas para ya no volver.

JAFA y su familia viven en Zamora, en el valle Valverde, en uno de esos pueblos enanos que apenas salen en los mapas donde, con suerte, un centenar de vecinos se juntan para pasar los fines de semana. La zona es, cómo va a costar escribir era, una especie de enorme coto de caza, de monte bajo, jaras y grupos de árboles, que se encrespan a medida que se acerca la sierra de la culebra, y se difuminan las lindes que separan España y Portugal: Territorio de lobos y de otras muchas especies. El primer gran incendio zamorano, el de hace un mes, arrasó gran parte de la mencionada sierra, y seguramente supuso un golpe devastador para la fauna local, y con ello la economía de los pueblos, que tiene en la mencionada caza y el entorno natural una de sus principales fuentes de ingresos. Al menos el territorio vital de JAFA no se vio afectado… entonces. En el gran incendio de Losacio de la semana pasada ya no hubo límites para las llamas y, sin quemarse los pueblos, el entorno ha sido arrasado. Campos de cultivo, frutales, huertos, monte bajo, encinares… apenas ha quedado nada, convertido todo en mero montón de cenizas sobre un paisaje arrasado, laminado. Presumía desde pequeño JAFA, y con razón, de la riqueza natural de su zona, casi virgen, poco poblada, abandonada por la economía y lo urbano, pero ahora de eso sólo queda el recuerdo, y los que allí habitan contemplan con enorme dolor cómo su mundo ha desaparecido. Muchos de los residentes son mayores, ya no verán surgir vegetación digna de tal nombre en esas estepas. DCM vive entre Elorrio y Madrid, pero gran parte de su familia es de Silos, por lo que la sombra del enhiesto ciprés siempre ha estado ligada a su vida y recuerdos. Se casó allí con MCD y pude estar en la ceremonia, en el interior de esa iglesia, y junto a los capiteles del claustro. El entorno de Santo Domingo de Silos está presidido por el valle del Arlanza, que lo condiciona todo, que ofrece tortuosos caminos, regueros de agua, sabinares y otros bosques entre cortados y paisajes que se hacen de montaña cerrada a medida que uno remonta el río y deja la tierra de campos de Lerma para encaminarse a Soria. Cuando el fin de semana el fuego se desató en Quintanilla del Coco, localidad muy cercana a Silos, el miedo se extendió por la zona aún más rápido que las llamas, alentadas por el traicionero viento, y las evacuaciones empezaron a generalizarse. La familia de DCM dejó Silos rumbo al polideportivo de Salas de los Infantes, en busca de una seguridad que su pueblo ya no estaba en condiciones de otorgarle. El miedo, esa sensación de que lo seguro que está bajo los pies y que nos sirve de apoyo se deshace, era palpable en los escritos que me mandaba DCM, que veía como tíos y otros familiares, de avanzada edad, eran obligados a dejar unas viviendas en las que han puesto todo su empeño, recursos y querencia a cambio de a saber qué. El propio monasterio era desalojado la tarde del domingo 24 en medio de una gran humareda y con las llamas acercándose a las viviendas más alejadas de la localidad. A medida que avanzaba el día de ayer el fuego empezó a ser controlado, la superficie afectada acotada y la sensación de catástrofe diluida, pero durante la noche del 24 todo llegó a ser posible, hasta la más horrible de las ideas. Y eso, para DCM y los suyos, ya siempre será certeza.

Algunas casas de Silos y de otras localidades han ardido, junto con enseres de labranza, depósitos y almacenes de paja. También se ha perdido maquinaria, pastos atesorados de cara a los duros inviernos de la zona y, desde luego, parte del enorme patrimonio forestal y natural de una zona que aúna belleza silvestre a la par que cultural. Es pronto para hacer un balance de daños, pero los habrá, y serios. Como en el caso de Zamora, si se dan las ayudas que son justas y necesarias, las pérdidas de infraestructura y de enseres de los allí residentes podrán ser paliadas, pero el daño a sus entornos, a su forma de vida, y a sus recuerdos no hay manera de que pueda ser compensado. Y el miedo, ese miedo atroz, siempre estará ya ahí. Eso es un incendio forestal.

viernes, julio 22, 2022

El BCE subió 0,5% los tipos

Al final sucedió lo que se esperaba. En el mismo día en el que Draghi renunciaba al cargo de primer ministro italiano y el país se veía abocado a nuevas elecciones el BCE, dirigido por su sucesora Christine Lagarde elevaba los tipos de interés, tras once años sin hacerlo. La subida que se planteaba hace poco más de una semana era de un cuarto de punto, pero desde principios de esta los mercados apostaban por una intervención más dura, y finalmente así ha sido, con el medio punto del que se hablaba estos días. Lagarde dejó la puerta abierta a nuevas subidas de mientras la inflación siga en valores tan infames como los que soportamos actualmente.

La subida de tipos tiene efectos variados y, como siempre, a algunos benefician y a otros perjudican. Es la típica medida que se pone en marcha para frenar la economía, porque encarece el dinero, lo retira algo de la circulación, y por usar un símil en tiempos de graves incendios, echa agua en las brasas de la economía para enfriarla. Es una medida muy efectiva para frenar los precios y apaciguar el mercado cuando estamos ante situaciones de demanda exacerbada, como las que se vivieron por ejemplo antes de la gran crisis de 2008, pero no está tan bien diseñada para actuar cuando la inflación proviene de restricciones como las que se viven ahora, con la energía en estos momentos y los cuellos de botella postpandémicos hace meses como fuentes principales de la tensión. El problema es que, sea cual sea la fuente de la inflación, las autoridades monetarias sólo poseen herramientas monetarias para hacerle frente, y claro, son más efectivas cuando la base del problema es monetario. Ahora mismo todos los bancos centrales occidentales se enfrentan a enormes inflaciones que buscan reducir mediante subidas de tipos, es decir, mediante el enfriamiento de la demanda, que es una vía bastante basta de aplacar unas tensiones de precios que no tienen tanto que ver con el exceso de demanda, aunque algo hay como, sobre todo, con las restricciones de oferta. En el corto plazo, la subida de tipos tendrá efectos para ahorradores y deudores. Tras años de represión financiera, con un rendimiento nulo de los productos financieros conservadores, el ahorrador miedoso que se refugiaba en el depósito bancario en busca de una rentabilidad y que huyó de los mismos cuando empezaron a no dar nada será nuevamente tentado por bancos y cajas, que empezarán a remunerar nuevamente esos productos. De hecho, empieza a haber ya ofertas, todavía pequeñas, para imposiciones grandes, pero irán a más, en lo que puede ser el inicio de una nueva guerra de captación del pasivo entre las entidades a medida que los tipos sigan subiendo. La cara contraria, desde luego, la presentan los deudores, que han vivido una década de gloria en la que el coste de financiar el endeudamiento ha sido nulo, o negativo en el caso de numerosas emisiones de deuda pública. Tanto gobiernos como empresas y particulares van a ver como se encarece su acceso al crédito, como los tipos de los préstamos y de las emisiones de deuda subirán y, por tanto, costará más financiarse. Esto puede tener consecuencias de muchos tipos, y la más obvia es el del frenazo en la demanda de crédito y, con ello, la buscada moderación de la demanda, pero también va a provocar efectos interesantes sobre muchas empresas y proyectos, que han sobrevivido durante muchos años gracias al endeudamiento sin costes y ahora se enfrentan a la necesidad de refinanciar créditos que van a ser un coste que antes no existía. Sin él era mucho más fácil obtener rentabilidad de un negocio, con él algunos negocios empezarán a dar pérdidas, y puede ser interesante comprobar cómo les va a algunas empresas y sectores que esta última década se han hecho enormes en el contexto de la deuda gratuita. Para millones de particulares, el mayor de los efectos derivado de la subida de los tipos es el alza que provocan en el euríbor y, por consiguiente, en las hipotecas variables que tienen suscritas. Nunca había sido tan barato lanzarse al mercado hipotecario, pero eso se acabó. Es de esperar que en los próximos meses se note un freno en la concesión de hipotecas, dado que el euríbor ya lleva dos o tres meses subiendo, anticipándose a estos movimientos del BCE, y en media mensual cerrará este mes de julio muy cerca del 1%.

Si la inflación se mantiene, y tiene pintas de que así será mientras el capullo de Vladimiro nos extorsione con los productos energéticos, el BCE y otras autoridades monetarias seguirán subiendo los tipos, no tienen alternativa, y es probable que, en condiciones normales, el frenazo económico que se provoque nos lleve a tasas de crecimiento ridículas, o nulas, a finales de año. Con que el chantaje ruso del gas que todos tememos se de la recesión de la que muchos hablan puede ser una realidad en apenas seis meses, y quizás esa sea la única vía para aplacar los precios, una vía dolorosa. Lo cierto es que las materias primas llevan ya unas semanas bajando, y eso se debe, probablemente, a que anticipan que la recesión que llegará sí o sí provocará la caída de la demanda. Aquí estaremos para seguir lo que suceda. De momento, por si acaso, además de disfrutar del verano, sea algo frugal.

jueves, julio 21, 2022

Draghi se tambalea

La política italiana es un arte complejo y a veces sutil, del que los españoles no hemos aprendido nada. Comparadas con sus marrullerías y pactos sibilinos, lo nuestro es bronca cruda, juegos de primitivos de maleducados. Algo del espíritu de los Medici y Borgia, que eran valencianos, corre por las venas de los políticos transalpinos cada vez que se enfadan y repactan en medio de la enésima crisis de gobierno, que interesa a muy pocos, y nada a la población de un país acostumbrado a vivir de espaldas a su gobierno, que realmente no rige los asuntos trascendentes de una nación que vive sobre los restos de su pasado, que le enseñan tanto la inmensa grandeza que alcanzó como lo volátil que fue y lo olvidada que llegó a ser.

¿Hay algo diferente en esta crisis italiana respecto a las anteriores? Quizás sí, o por lo menos se corre el riesgo de causar daños más serios que en otros casos. Ayer Draghi consiguió un voto de la cámara respaldando su continuidad, lo que a prirori es una buna noticia, pero el problema es que obtuvo más síes que noes de entre los que acudieron al parlamento a votar, pero fueron muchos más los que no se presentaron. 5 estrellas, la Liga y Forza Italia decidieron no aparecer por allí, dejando claro que el hasta ahora primer ministro no cuenta con su apoyo. Por eso la sesión acabó teniendo un toque muy amargo, y es probable que la dimisión que Draghi presentó para hacerla efectiva ayer acabe siendo real hoy, tras lo sucedido en la votación. Don Mario encabeza un gobierno de salvación nacional en el que están incluidos casi todos los partidos italianos, desde los populistas de izquierda a los de derecha, y se ha logrado mantener en pie gracias a las habilidades de un dirigente con una cabeza inmensa y un enorme sentido del poder, pero a medida que las formaciones que conforman el gabinete se han enfrentado con la realidad de la gestión, y la realidad de la vida se ha puesto cuesta arriba, el barco que dirige el mejor de los capitanes ha empezado a reventar. El movimiento 5 estrellas, que fue el más votado en las últimas elecciones, se ha fragmentado y escindido en corrientes que no se aguantan, la Liga de Salvini cae en las encuestas, siendo fagocitada por “fratelli de Italia”, movimiento aún más populista y más de extrema derecha, que actualmente lidera las encuestas, y son constantes los cuestionamientos, desde las formaciones políticas, a un primer ministro que fue elegido legalmente por el parlamento pero que no se ha presentado a elección alguna. Draghi ha intentado hacer ver a todos los miembros de su gabinete que la situación es muy grave, con la economía tambaleándose como el resto de las europeas al ritmo de la inflación y los precios energéticos, en una nación que es muy dependiente del gas ruso, y con el melón de la gestión de los fondos europeos de recuperación post pandémicos, siendo Italia el mayor beneficiario de la ingente cifra de dinero que la UE ha destinado a ese fin. Este motivo fue el esgrimido en su momento para que, ante la ruptura del anterior gabinete, encabezado por el “estrellista” Giuseppe Conte, Draghi apareciera como el técnico salvador y lograse encabezar un ejecutivo de unidad. Su prestigio internacional es enorme, incuestionable la solvencia que ha mostrado a la hora de ejercer sus funciones, y pocos hay en el mundo que, hablando italiano, puedan concitar semejante respeto y admiración entre los que detentan el poder en el mundo. Poner a Draghi de presidente fue un golpe de prestigio italiano que aplacó algunas de las variables económicas que asfixian a la economía italiana, y le dio al conjunto de Europa una referencia en un tiempo bastante falto de ellas. Si finalmente Draghi cae Italia puede verse sumida en el marasmo, con unas más que probables elecciones anticipadas en octubre, que nadie desea, empezando por gran parte de los propios italianos. Para entonces es bastante fácil que la tormenta económica y energética ya nos haya golpeado, y lo que quede del barco italiano, sin capitán, sea zarandeado por crueles olas en el mar de la inestabilidad.

No dejaría de ser amargo que, hoy, precisamente hoy, el día en el que el BCE va a subir los tipos de interés por primera vez desde hace un montón de años, dimita como primer ministro aquel que, en medio de la crisis de deuda que amenazó con destrozar por completo economías como la española, entre otras, se vaya. Don Mario es, en gran parte, responsable de que usted y yo sigamos aquí, de que el Euro siga existiendo y que la UE como proyecto conjunto se mantenga, sin haber reventado por las costuras financieras. Pocos celebraran su marcha, pero uno de ellos, no lo dude, será Putin, que ve como la disensión empieza a cundir en la UE.

miércoles, julio 20, 2022

225 millones de euros

Ayer el Euromillón sorteaba un bote de 225 millones de euros, una cifra estratosférica, que se escapa a la capacidad de comprensión de casi todos nosotros. Si la gente está dispuesta a hacer locuras por cincuenta euros, cuando las cifras llegan a cientos de miles se rompen todos los precintos, y el concepto de “millón” es embriagante hasta cuando se pronuncia su combinación de consonantes suaves, dulzonas, empalagosamente gustosas. Si todo el mundo tiene un precio, creo que el millón de euros es una cota en la que se puede aspirar a comprar a la inmensa mayoría de la población. Los que no, o tienen reparos éticos muy bien enraizados o, los más numerosos, tienen más dinero y quieren más. Haberlos “haylos”.

Ante semejante bote, y oportunidad de alterar la vida en caso de fortuna, una de mis jefas propuso ayer en la oficina jugar de manera conjunta a este sorteo. Típico caso de aportación simbólica de un euro por parte de todos los compañeros para que juntar en el entorno de la veintena y que uno se lanzase al establecimiento correspondiente para hacer las apuestas que fueran posibles. Parafraseando a Astérix, todos los que trabajamos en la planta nos apuntamos al sorteo… ¿todos? No. Un irreductible, en este caso no galo, renunció expresamente a hacerlo, y no aportó. ¿Quién será el iluminado que renuncia al encuentro de la diosa fortuna, se preguntará usted? Evidentemente, si el que escribe soy yo, no puede ser otro el disidente del juego. Como sucede cada vez que hay juegos de azar, loterías y cosas por el estilo, nunca participo, a sabiendas de que existe una mínima probabilidad, no nula, de que esté cometiendo un error, pero también teniendo claro que todo ese tipo de sorteos y cosas por el estilo son trampas que el organizador, en este caso el estado, pone delante de los ciudadanos para sacarles dinero de una manera que parezca indolora para ellos. No lo hago por un prurito de soberbia, no, sino por el mero hecho de que el negocio es una estafa, de que es casi imposible que pueda tocar y que mes a mes, cuando se repiten los sorteos, está más que claro quién es el que realmente gana dinero con ellos; el organizador. Pasa lo mismo en loterías privadas o en negocios como los bingos, casinos o cosas por el estilo, en los que no tengo memoria de haber participado nunca. Si la ruleta del casino cierra será síntoma de que el negocio no era tan bueno para el crupier y sus compinches, por lo que merecería la pena apostar. La gran pregunta es, por tanto, a sabiendas de que estas loterías y sorteos son una estafa, ¿por qué tienen tanto éxito? Por algo muy sencillo, porque las personas no somos racionales, actuamos pensando, sí, pero en el fondo instintos primitivos arraigados desde que la bilogía y la evolución dieron forma a los seres vivos nos siguen dominando. Todo el mundo se hace castillos en el aire con la posibilidad de que le toque el sorteo, y lo que, tras la celebración, vaya a hacer con el dinero cobrado. Sueños de grandeza, tapar agujeros, ayudar a otros, ayudarse sin límite a uno mismo, comprar cosas, dejar el XXX trabajo y mandar al ZZZ jefe a la mierda, hacerse con un casoplón y un yate (nunca entenderé lo del yate) y cosas por el estilo. El personal cree que la inyección de dinero le va a llevar a una vida de ensueño, de riqueza, de no trabajar, de hacer que todos los sueños que posea se hagan realidad, y ese deseo nubla cualquier otra consideración. La tentación es muy elevada, y aunque en el fondo de la cabeza alguna maquinita susurre que, la verdad, es casi imposible que el premio le toque dado el diseño del juego, la tentación de la vida anhelada se impones y la frase maravillosa de “va, intentémoslo” se impone, se graba en mármol y se eleva sobre columnas salomónicas. El bote de aportaciones de los compañeros crece a un ritmo constante, tanto como lo hace la lista de los participantes a repartir el futuro porrón de millones y, con la recaudación concluida, el proceso de apuesta llega a su final. Ya les advierto que a mis compañeros no les ha tocado nada, así que hoy será un día normal, como el de ayer, aderezado con la penilla de “ay, lo que hubiera hecho de habernos tocado” que impregnará muchas conversaciones.

No les quiero engañar. A mi, como a todo el mundo, me gusta el dinero y me importa, y si me dan varios millones de euros no los voy a rechazar, desde luego, pero no veo en los sorteos la manera de lograrlos. No me preocupa para nada que a los que me rodean les toque algo y a mi no, la gran excusa que se utiliza para justificar la multiparticipación en Navidad, en la que se mezcla tanto la avaricia ensoñadora asociada al premio posible antes comentada como la envidia más nefasta posible ante la felicidad ajena y la no propia, en una combinación de sentimientos agresivos y primitivos ante los que el raciocinio sucumbe de manera casi total. Y desde luego no, no soy muy racional, cometo errores fruto de mis deseos y de ingenuidades, caigo en ardides que el márketing y otras estrategias me ponen delante. Me equivoco una y mil veces, pero al menos, en el caso de los juegos, trato de no errar. Aunque sean muchos millones los que tienten.

martes, julio 19, 2022

Malditos incendios

La imagen es devastadora. Todo el plano lo cubren, desde abajo, trigales crecidos que están dorados como en una postal, pero donde se acaba el cultivo no se encuentra el azul del cielo, formando los colores de la bandera de Ucrania (por eso es así ese emblema) sino un humo negro y las llamas desatadas del incendio que parece arrasarlo todo. Un tractor avanza por el límite entre el trigo y el humo y, de repente, un hombre se baja de él. Hace gestos y en un momento se intuye que el fuego le ha alcanzado. Corre, trata de huir, camino del trigal, y es claro que lleva parte de la ropa prendida. Algunas personas acuden desde una esquina de la imagen para tratar de auxiliarle. Luego sabremos que está vivo, a salvo, que trataba de hacer cortafuegos y el incendio le atrapó.

Esta escena se dio ayer en el incendio de Zamora, pero decenas iguales se han podido dar en cualquier punto de España, donde siguen ardiendo multitud de fuegos como consecuencia final de la enorme ola de calor que hoy se da por oficialmente superada, pero que no vendrá seguida de un alivio térmico y las tan necesarias lluvias. Zamora, Ávila, Cáceres, Málaga, Barcelona… el reguero de fuegos es enorme y los destrozos que están causando igualmente disparatados, y permanentes. Además de la propia masa boscosa que se pierde con el incendio, el mayor de los valores, que despreciamos en nuestra ceguera, casas, propiedades rústicas, terrenos de labranza, cosechas, animales, vehículos… el reguero de pérdidas que sí sabemos contar y valorar en euros es inmenso, y se ceba en zonas donde la riqueza, escasa, está muy ligada precisamente a estos parajes naturales y a la explotación de los mismos. Perder ganado en un pueblo agrario es una tragedia absoluta, perder el monte que da cobertura a los lindes, suministra humedad y alimento y recursos es un desastre total. Y permanente. Las espesuras que se están quemando no volverán a crecer en décadas, los paisajes que se destruyen en unas horas tardarán muchos años en volver a ser lo que eran, y para varias generaciones, lo que ha sido su entorno vital de siempre ha desaparecido por completo en un santiamén, y ya nunca lo van a recuperar. Lo repito una y mil veces, no hay peor desastre natural que un incendio forestal, pero seguimos viéndolos como un problema menor, como algo que no nos afecta. Y es un error. Las causas de los incendios, habiendo temperaturas en el entorno de los 45 grados y no habiendo llovido desde hace semanas son bastante obvias, y es una mezcla de mala suerte, imprudencia y delincuencia, porque también los ha habido provocados. Junto a los factores que se dieron en el día en el que comenzó el fuego se juntan muchos otros que llevan tiempo cebando los incendios de hoy y de mañana. La visión ecologista urbanita, ciega, pija y equivocada, que ve el paisaje como un lugar que debe permanecer virgen durante todo el tiempo para que algunos vayan a visitarlo los sábados por la mañana ha creado un enorme mal en nuestros campos, alimentando su despoblación de una forma irreversible. Si el trabajo agrario y pastoril no es rentable o, disparates hay, directamente se prohíbe por conservacionismo, ese bosque que antes generaba recursos y se cuidaba, por el propio interés de los que de él sacaban rendimiento, ahora está abandonado. Si, urbanistas ilusos lo visitan el fin de semana, y dejan ahí sus residuos, encantados de haberse conocido, pero el resto del tiempo la maleza y el desorden crecen a sus anchas y, ahora, son el combustible perfecto para que la extensión y virulencia del fuego sean prácticamente inabordables. ¿Se evitarían todos los incendios devolviendo la vida económica a los bosques? No, no se puede ser ingenuos, pero es probable que su dimensión y potencia se reducirían. Después de un paisaje de cenizas autoridades de todas las administraciones repiten sin cesar que los incendios se apagan en invierno y primavera, con trabajos de limpia y poda, por ejemplo, pero luego llega el invierno y no se hace nada. Y así año tras año. Desastre tras desastre.

El cambio climático, que siempre es escogido como la excusa perfecta para achacarle todos nuestros males, es una realidad, pero me da que no hay manera de que ya, con la inercia que tienen los procesos atmosféricos, podamos revertir unas subidas de temperaturas que nos van a dejar cada vez, con más frecuencias, olas de calor como las de este año. Hay que trabajar mucho más en prevención sobre el terreno, en acopio de material y de personal de extinción, en cuidado forestal, en fomento de las actividades agropecuarias que den rendimiento al monte, en replantar superficies para tratar de recuperar las perdidas. Y, desde luego, en castigar con muchas decenas de años de cárcel a los malnacidos que provoquen fuegos. Eso también.

lunes, julio 18, 2022

Un día con la madera

Ayer, mientras media España ardía y toda ella se sofocaba, y los ucranianos seguían muriendo bajo los bombardeos decretados por Putin, me pasé todo el día encerrado en el piso envuelto en cartones, cintas, plásticos y maderas fruto de las compras que había hecho pocos días antes en una multinacional nórdica de muebles de montaje de todos conocida. No es que haya comprado muchas piezas, ni muy originales. Dice mi madre que carezco de gusto a la hora de conjuntar, y en todo no, pero en esto creo que tengo que darle la razón, por lo que el salón que he imaginado no pasará a la historia ni lucirá en revistas de diseño, pero si me sirve para poner los CDs, libros y cosas que quiero hará su servicio, que de eso se trata.

Curiosamente el encargo, que tenía un amplio intervalo de hora de entrega a lo largo de la mañana, llegó apenas pasados unos minutos del inicio de ese periodo, cosa que es de agradecer. Los operarios aparecieron por el ascensor cargados de cajas de cartón enormes y las metieron en casa con una facilidad pasmosa, más si luego uno trata de recolocar esos bultos y ve que apenas tiene fuerza para moverlos ligeramente. A partir de ahí se trataba de planificar cómo desembalar las cosas, romper cajas y empezar la tarea de una manera organizada, tratando de llegar lo más tarde posible al colapso del salón, que ahora es más grande que antes, pero no hay tamaño suficiente para afrontar el despliegue de embalajes y maderos de unos muebles nuevos. Decidí que los estantes, que ya conozco bien en forma y proceso de montaje, serían lo último, y que la pieza principal sería el mueble que soporta la televisión, y sus aparatosos cajones, cuatro, que se montan uno a uno con sus tapas y rieles. El sistema de montaje de esa multinacional sueca es bastante convencional, pero posee trucos que empezaron a darme dolores de cabeza. Frente al cajón de toda la vida, que corre sin más por presión humana sobre huecos de madera, todos los del mueble llevan un sistema de rieles que, en este caso, permite que se cierren suavemente cuando son presionados, pero que supone un conjunto de piezas metálicas enrevesadas que se van poniendo en el interior del mueble y que, a medida que se colocan y se montan los cajones, se convierten en físicamente inaccesibles para las manos. Los cajones nunca se podrán caer al suelo, no son extraíbles, pero me da que si alguna pieza falla todo el tinglado debe ser desmontado. En la obtención y separación de las piezas del mueble tardé un buen rato, y ya dejé todo el suelo lleno de hojas, maderas y desorden de cartones. Me dije a mi mismo que no había prisa alguna, que todo el día iba a estar dedicado a esto y que, cuando acabara la jornada, lo hecho hecho estaría y lo pendiente me esperaría para la tarde noche siguientes, y las que llegaran. Monté los cajones y parte de la estructura del mueble, con los primeros dolores asomando ya en mis brazos de juguete, y luego me puse a investigar cómo iba el montaje de los rieles, que me llevó bastante tiempo, y me hizo retroceder pasos en la estructura del mueble, que no podía llegar al nivel de construcción alcanzado si quería montar lo otro. Sin tener muy claro cómo, monté un primer juego de rieles y coloqué el cajón sobre ellos, guiándome no tanto por lo que indicaban las instrucciones impresas como cierta intuición, y tras darle algunas vueltas, sin saber cómo, logré que el primer cajón se ajustase al mecanismo y funcionara, y no se soltase ni cayera. Curioso, éxito. Ahora, como si fueras el buen funcionario que, casi, eres, sólo tienes que volver a hacerlo por triplicado. Les va a dar la risa, pero el segundo cajón me costó más que el primero, pero tras él el tercero y cuarto fueron más sencillos. Mis brazos empezaban a doler con ganas y las manos a fallar. Desde el principio me puse los guantes de la bici para que palmas y resto de la mano estuvieran protegidas de tornillos, rebordes de madera y demás agresivos, pero las puntas de los dedos quedan al aire. Cuando logré terminar el mueble de la tv, con éxito, ya me había hecho la primera herida en el extremo de un dedo al fallarme la fuerza del brazo contrario y empujar el destornillador contra lo que no debía. Aparatoso, pero leve.

A eso del mediodía había vencido al mueble más complejo de los que me esperaban de tarea. Sólo quedaban dos estanterías y media, enormes, aparatosas, pero de montaje más sencillo. Lo más difícil con ellas es mover las piezas, largas y pesadas, con las que apenas puedo en condiciones normales, y menos tras la dura mañana que llevaba. Finalmente pude montarlas y rematar el trabajo cuando no pasaba mucho de las cinco de la tarde, y con una segunda herida en la cabeza, fruto de una tontería, que como la del dedo, era aparatosa, pero nada seria. Derrengado, contemplé lo hecho, y a su lado, cajas de cartón sin fin que iban a tener que iniciar su camino al contenedor, en múltiples, agotadores y calurosos viajes. Daba igual que el destino estuviera cerca de casa, ya me había dejado todas las fuerzas en la madera del salón.

viernes, julio 15, 2022

Calor extremo

Si usted estuvo ayer en Madrid y su sensación era que no podía hacer más calor se puede felicitar, porque estaba en lo cierto. La memoria meteorológica es nefasta, pero lo cierto es que ayer Madrid batió récords de temperatura mínima y máxima. En la estación de Retiro se marcó una mínima de 26,4, máximo registro nocturno jamás alcanzado, y una máxima de 40,1, que si no iguala llega casi a los registros más altos alcanzados. No es habitual superar los cuarenta grados en Madrid, y menos rozarlo día tras día como está sucediendo a lo largo de esta semana, en la que el Sol y el calor sahariano se ha hecho con casi la totalidad del país.

La ola de calor de junio, temprana y de una enorme intensidad, coincidió con los días más largos del año, era casi imposible escapar de la luminosidad del Sol. Fue más corta que la que ahora vivimos pero de una intensidad sólo ligeramente inferior. Nos pilló un poco desprevenidos, y con las actividades escolares aún en marcha, lo que forzó a adelantar el final de las mismas en no pocas ocasiones para evitar males de otro tipo. Esta ola de julio, a las puertas de la canícula, que comienza hoy, nos llega con los días un poco más cortos, y recortando en el entorno de un minuto cada jornada, notándose sobre todo en el amanecer, pero aun así la duración del día es muy extensa, y la intensidad que está mostrando el calor es enorme. El fenómeno al que nos enfrentamos es casi idéntico al de mediados de junio, una DANA, depresión aislada en niveles altos, sita en frente a las costas de Portugal, que se comporta como lo que es, una pequeña borrasca, girando en el sentido anti horario, lo que le permite elevar masas de aire sumamente recalentadas del interior del Sáhara y llevarlas a la península. Las dos naciones que compartimos el territorio estamos sometidas al mismo régimen de viento sur, polvo sahariano, aire recalentado y elevadísima indecencia solar, lo que hace que el efecto sea el mismo. España y Portugal se achicharran y, por doquier, surgen incendios que son muy virulentos y ponen al límite a los servicios de extinción. Con estas temperaturas y lo reseco que está el campo hace falta un auténtico milagro para evitar que, accidental o por imprudencias, no se desaten incendios por todas partes. Ahora mismo tenemos varios activos en la zona de Cáceres, devorando masas forestales en las cercanías del parque nacional de Monfragüe en la comarca de las Hurdes, este último adentrado también en la provincia de Salamanca. Ayer hubo un desarrollo tormentoso algo más intenso de lo previsto que afecto casi en exclusiva a Galicia, lo que permitió remojar esa zona y aliviar el sofocón de bastante más de cuarenta grados que allí han vivido a principios de semana, pero en el resto del país no ha caído una gota desde hace mucho mucho tiempo y las temperaturas no dan tregua. Los cuarenta y bastantes se alcanzan día tras día en provincias como las extremeñas, las del valle del Guadalquivir y varias de Castilla la Mancha, el dígito 4 de las decenas se toca en Madrid, gran parte de Castilla y León, Galicia, Murcia y, cada vez más, en el valle del Ebro. De este infierno sostenido sólo se salvan las costas cantábricas, que no el interior de esas comarcas, y la costa del sol y granadina, que con un régimen sostenido de levante no muy fuerte está logrando que Málaga y otras ciudades del entorno tengan unas temperaturas que superan los treinta por muy poco. Las previsiones indican que el día más intenso de esta ola pudo ser el de ayer, y que los termómetros han podido tocar techo, pero lo cierto es que el descenso de los mismos no se ve con consistencia en unos modelos que insisten en mantener un calor muy alto durante varios días por delante. La paciencia va a ser muy necesaria a medida que el efecto del calor va asentándose en los cuerpos y hogares, y las reservas de aire fresco se acaban. La sequía, que ya era significativa, se agudizará notablemente tras este episodio de gran dureza.

Del calor se puede huir según el trabajo y la renta que uno tenga. Los que estamos en oficina vivimos protegidos de las inclemencias del exterior, esta y sus opuestas, pero los que trabajan al aire libre se comen todos estos episodios sin muchas opciones de refugio. En casa, los que tengan medios y aire acondicionado lo llevarán mejor que quienes viven en pisos donde sólo existe la opción del ventilador, y de ponerlo en función de cuánto dinero quede para pagar el disparatado recibo de la luz. Como en todos los casos, más ingresos hacen la vida más fácil, y en situaciones extremas como las que vivimos, es evidente hasta qué punto se cumple esa realidad. Manténganse a la sombra lo que puedan, aún queda calor del nefasto para rato.

jueves, julio 14, 2022

El James Webb y la belleza

El telescopio espacial James Webb funciona. Estas seis palabras esconden casi un milagro que se extiende a lo largo de más de dos décadas de diseño, financiación, experimentación, cambios, correcciones, errores, soluciones, más presupuesto, problemas, nervios y esperanzas. Todo en la construcción de esa joya de la ciencia y la técnica ha sido una carrera de obstáculos que, en cada momento, parecía que iba a lograr descarrilar el proyecto. Sólo el proceso de lanzamiento, que desde un principio condicionó la estructura y forma del propio dispositivo, fue una de las cosas más tensas que se ha vivido en la carrera espacial reciento. Salió bien.

Diseñado como el sucesor del Hubble, el James Webb es un telescopio de infrarrojos de tecnología, dimensiones y capacidades que van mucho más allá de lo que era capaz el afamado telescopio Hubble. Enorme tanto en su espejo primario, con más de seis metros de diámetro frente a los poco más de dos del antecesor, constituido por hexágonos que se ajustan para cubrir la superficie buscada, es mucho más grande que cualquier otro instrumento científico lanzado al espacio anteriormente, y está muy lejos. Frente al Hubble, que orbita en zona baja, el Webb está en el punto de Lagrange 2 del sistema Tierra Sol, a más o menos un millón y medio de kilómetros de la Luna, en el extremo de la línea que formaría el Sol, la Tierra y el telescopio. Allí, bajo unas condiciones de temperatura extrema que oscilan en función de la radiación que reciba, y bajo un muy aparatoso manto que busca no sujetar el telescopio, sino amortiguar precisamente esos cambios de temperatura para que el instrumental no los sienta, el universo entero se despliega ante él y se ofrece para ser visto como nunca antes. Las enormes dimensiones del telescopio y su suporte impedían que, en su formato original, fuera lanzado por ningún tipo de nave espacial existente. Es por ello que el diseño de todo el complejo se tuvo que realizar previendo que iba a ser plegado, como una especie de origami japonés, para luego, ya en el espacio, desplegarse y adoptar la forma y configuración prevista. Esto disparó los costes del proyecto, su complejidad y los riesgos. En Tierra, una vez que uno diseñaba algo que se pudiera doblar para que entrase en la cofia del cohete, era relativamente sencillo plegarlo y doblarlo, pero el proceso de despliegue se debía realizar fuera, en el espacio, sin asistencia alguna, de manera totalmente automatizada, paso a paso, y cada uno de esos pasos era un riesgo enorme. Si uno de ellos fallaba las posibilidades de que todo el sistema fuera incapaz de terminar su despliegue eran muy elevadas. Creo que eran cerca de cuatrocientos los procesos de despliegue que iban a tener lugar una vez efectuado el lanzamiento y puesto en su órbita inicial. El proceso mismo del lanzamiento era de un peligro extremo. Unido al riesgo que siempre se da al poner en marcha un cohete, que es una herramienta bastante bárbara una vez que está todo encendido, se unían las vibraciones y esfuerzos que el paquete, plegado, iba a soportar durante el tiempo de ascenso. Los satélites que se lanzan se testan en cámaras en tierra en las que, entre otras muchas pruebas se les somete a zarandeos y agitaciones bruscas para ver cómo responden a las múltiples fuerzas G que van a sufrir en el momento del despegue. De nada sirve que la tecnología de comunicación que en ellos se monta funcione en el hostil entorno espacial si alguna de las piezas se rompe cuando, a 7 u 8 G, la tensión estructural en la cofia, empuja a todo como si estuviera en el centrifugado de la lavadora. Pues bien, el pánico con el que los miles y miles de personas que han trabajado en el telescopio contemplaron el lanzamiento, a cargo de una Arianne de la ESA desde la Guayana y el posterior proceso de despliegue concluyó en alivio. Todo había salido bien.

Esta semana la NASA ha mostrado las primeras imágenes tomadas por el Webb, escenas que muestran campos de galaxias, nubes de polvo de las que pueden surgir nuevas estrellas y otra serie de fenómenos cósmicos. Pero, por encima de todo, el Webb nos ha mostrado belleza, pura belleza. Más allá de la ciencia que se va a poder desarrollar con las capacidades de este instrumento, algunas de ellas todavía en pruebas y ajustándose, lo que el Webb va a reafirmar, como lo hizo el Hubble en su momento, o el más modesto telescopio que uno puede echarse al ojo, es la inmensidad, en dimensión y belleza, de lo que nos rodea, del Universo que nos acoge como especie viva en uno de sus innumerables planetas. Además de mucha mucha ciencia, el Webb nos lleva, como no, al mundo de la filosofía. No me digan que no es fantástico.

miércoles, julio 13, 2022

Pagaremos más impuestos

No les voy a engañar, no estoy siguiendo en detalle el debate sobre el estado de la nación, al que el término debate le queda inmenso con la generación actual de dirigentes políticos. En medio de una economía que nos clava la inflación hasta los huesos y con las enormes incertidumbres que nos acechan tras el verano, asistir a un juego del “y tú más” resulta deprimente, y es probable que la audiencia y relevancia del propio debate haya quedado opacada en la sociedad entres los miles de problemas diarios, a los que esta semana se suma un calor tan intenso que lo hace todo más difícil y pesado. Facilidades vitales por doquier.

Para combatir los efectos de la crisis de precios, Sánchez ha tirado del recetario clásico de la izquierda ochentera, y ha decidido subir impuestos a los malos malísimos, a las empresas energéticas, petroleras y la banca, para que ese dinero se destine a sufragar subvenciones a estudio y a abonos de transporte. Desde el punto de vista políticos, a corto plazo, esta medida le puede resultar rentable de cara a su electorado, al que vende una historia tan sencilla como que subimos los impuestos a los ricos para dar el dinero a los necesitados. Los suyos, los que desgobiernan en su gabinete y sus medios afines estarán unos cuantos días loando esta medida y luego se olvidarán de ella. Puede que le sirva para recuperar algo del desencantado electorado de izquierda, que es lo único que le obsesiona. Por el lado económico, que es lo realmente importante, la medida es demagógica y contraproducente. Es falso que ese dinero que se vaya a recaudar por las nuevas figuras se destine al gasto anunciado, o a cualquier otro, porque en España los impuestos no son finalistas, su recaudación se agrega, por lo que si se dan variaciones en ingresos o en gastos es porque la coyuntura cambia y se toman decisiones en uno u otro lado. No hay figura que se destine a un tipo de gasto o a otro. En lo relevante, los impuestos que ha anunciado Sánchez recaudarán bastante menos de lo que se ha previsto, porque la demanda se va a contraer a lo largo del otoño invierno, y no los van a pagar bancos y eléctricas, no, sino los consumidores que usen servicios bancarios o fuentes de energía. Parece que el gobierno no sabe que todo agente que puede repercutir un impuesto que soporta lo hará. Los bancos y eléctricas aumentarán sus precios, vía más comisiones, vía recargos en tarifas o lo que sea, para absorber el incremento de coste y los ciudadanos (usted, yo, todos) pagaremos la factura. Si está pensando en que una medida de este tipo supone un incremento de precios y, con ello, más inflación, está en lo cierto. El anuncio de Sánchez sentó como un tiro a las empresas afectadas en bolsa, pero eso es un poco lo de menos (no tanto para los millones de accionistas de las mismas, entre los que me encuentro) porque lo relevante va a ser que esas figuras ni van a recaudar lo previsto ni van a servir para paliar problema alguno. Ante la que viene el recetario viejuno no funciona. El gobierno debe recomponer toda su estructura de gasto, eliminando algunas partidas y ampliando otras, y teniendo en todo momento presente el incremento del coste de la deuda asociado a la subida de los tipos de interés. Bien está que se aumenten las becas y se subvencione el transporte púbico, pero esos gastos extraordinarios debieran salir de recortes de otras partidas actuales de gasto, y este gobierno tiene mucho de donde recortar, porque en costes improductivos, de estructura y de gestión es de los más derrochones que hemos tenido, que ya es decir. Sánchez empezó en su discurso a hacer mención a las perspectivas oscuras que vienen en otoño, y pueden serlo, y mucho, pero no hizo ningún propósito de sacrificio, ni personal ni de su gobierno, y eso hace que cualquier otra medida que impulse sea vista como un parche cosmético, nada más.

No es cierto que la economía de un gobierno es como la de una empresa o familia, los recursos y posibilidades de un ejecutivo exceden a los de cualquier cuenta de pérdidas o ganancias contable, pero los criterios de prudencia, visión a largo plazo, rentabilidad, sentido común y ajuste deben presidir la gestión económica de las tres instituciones. Si usted va al mercado, la lista de la compra se le dispara y los ingresos no crecen sólo tiene dos opciones; o compra menos o compra lo mismo y reduce en otras partidas que tenía previstas. Sí, se puede endeudar, pero es un juego peligroso y va a ser más caro. Si el gobierno no se recorta a sí mismo, no se impone sacrificios y no asume lo que viene, el vendaval económico se lo puede llevar por mucho anuncio de impuestos populistas que haga.

martes, julio 12, 2022

Miguel Ángel Blanco, 25 años después

Hoy hace 25 años también era un día soleado, radiante y caluroso en Bilbao, aunque la sombra del terrorismo lo cubriera todo. Miguel Ángel Blanco, concejal del PP de Ermua, había sido secuestrado el jueves y Eta, y sus socios y colaboradores, plantearon un chantaje a la sociedad, sometiéndola a lo que, sin dura, iba a ser una pena de muerte ejecutada a cámara lenta. No había muchas dudas sobre lo que los malnacidos terroristas iban a hacer entonces. Ya lo hicieron con el ingeniero Ryan, y con otros tantos cientos de víctimas, y les hubiera gustado hacerlo con Ortega Lara, a quien dichosamente la Guardia Civil sacó del campo de concentración en el que estaba recluido. El sol iluminaba, pero no había luz en esos días.

Nos concentramos en Bilbao miles y miles de personas en una enorme manifestación que pedía a ETA liberar a ese chaval, que quería exigir, pero aún no se atrevía a usar ese término, que el terrorismo se acabara y que esa banda mafiosa y todo su conglomerado se disolviera de una vez. Fue la mayor manifestación que tuvo lugar hasta ese momento contra el terrorismo, y el germen de un movimiento cívico contra el fanatismo etarra que luego sería el gran dolor de cabeza del poder dominante en el País Vasco, el poder nacionalista que, vía amenazas de unos, seducción de otros y asesinatos de aquellos era, y sigue siendo, el hegemónico. Evidentemente no estábamos todos en aquella manifestación, no sólo porque, aunque Bilbao es infinito, no permitía acoger a todo el mundo. Varios miles y miles de personas esperaban también esa tarde que ETA cumpliera su amenaza, pero porque querían que la ejecutase. Miles de supremacistas que consideraban a Miguel Ángel como a otro maketo eliminable, a otro de esos que debían someterse a su sueño imperial de una Euskadi grande y libre, sujeta a su designio, como lo estuvo España durante décadas sometida al designio de otro dictador. Arnaldo Otegi, ahora el rubricante de infames acuerdos y leyes con un gobierno que se dice progresista, pasó esa tarde de sábado en la playa, sin que su conciencia, inexistente entonces y ahora, le perturbara el descanso lo más mínimo. Si acaso, intuyo, con el nerviosismo que todo asesino profesional debe tener antes de ver cómo otro de sus colegas realiza su trabajo. En esa manifestación había representantes del gobierno vasco y del nacionalismo no terrorista, convencidos en parte de que el secuestro de Miguel Ángel era un delito pero, sobre todo, un error de cara a su estrategia de dominio de la sociedad. Durante ese fin de semana el PNV, el partido más listo y con mayor sentido del poder que hay en España, fue el primero que vio que un poder autóctono emergía, fuera de su control, en su territorio, y ya desde el lunes empezó a trabajar para que ese movimiento no llegase a más, para que lo que siempre había sido suyo siguiera siéndolo, como lo es hoy. En esa manifestación también habría curas y religiosos, pero a buen seguro pocos, escondidos, amparados en la multitud. Expertos excomulgantes que tronaban desde sus púlpitos ante los débiles de la sociedad pero que callaban, y callan, ante el delito flagrante cometido por el poder que amedrenta. En las iglesias vascas apenas hubo, en décadas, ni el más mínimo gesto de conmiseración ante los asesinados y los suyos, y sí toda la complicidad del mundo con los asesinos, sus jefes e ideas. Nunca un religioso fue objeto de atentado por parte de ETA, porque ninguno de los jefes con alzacuellos oso jamás a lanzar un mensaje contra el terrorismo. Sólo cuando empezaba a verse la debilidad de la banda y que la vida del que contra ella se postulaba dejaba de correr peligro se les vio a los prelados girarse. Tampoco estaban en la manifestación miles y miles de colaboracionistas interesados, chivatos, delincuentes, colaboradores, sujetos que en los pueblos llevaban el control de qué hacía cada uno y en qué se significaba, para que la mafia etarra le diera un aviso y se mantuviera en el redil adecuado. Soplones baratos, basura que trabajaba de manera coordinada, efectiva y barata. De esos en Bilbao no estuvo ninguno, claro.

En Bilbao estuvimos miles y miles de pringados. Miles y miles y miles de gilipollas que sabíamos que ETA iba a matar a Miguel Ángel Blanco pero que, por lo menos, no renunciábamos a nuestro derecho a la pataleta, a salir a la calle a gritar que la infamia en la que llevábamos años viviendo era insoportable, y que no se podía seguir así. El resultado de aquellos días lo conocen perfectamente quienes así lo vivieron y desean, y no lo saben quienes, por expreso deseo del poder nacionalista que persiste, no lo han aprendido porque nadie se lo ha contado. Hoy ETA no existe, estamos miles de veces mejor que entonces, pero las infamias que hicieron muchos en el pasado, de las que siguen mostrándose orgullosos, jamás se blanquearán por mucho que un débil gobierno nacional lo pretenda. Muchos mataron a Miguel Ángel, no sólo los malnacidos que le dispararon. Y muchos entonces, y no pocos ahora, lo siguen festejando.

lunes, julio 11, 2022

Magnicidio en Japón

Un atentado en Japón es, de por sí, una gran noticia. Los niveles de violencia en ese país son bajísimos, menores aún de los que vivimos en las muy tranquilas sociedades europeas occidentales. Hay una alta tasa de suicidios, pero los actos de violencia premeditada contra otras personas son rarezas que acaparan toda la atención informativa. Más allá de las acciones de la Yakuza, la mafia local, que combina el exterminio con la amputación de miembros más que con la eliminación completa de rivales, los atentados en aquel país han tenido habitualmente tintes religiosos o mesiánicos. El estricto control de la venta de armas hace que sean venenos o armas blancas las utilizadas en los esporádicos ataques que se dan en tan pocas ocasiones.

Por eso el magnicidio que el viernes acabó con la vida del ex primer ministro japonés Shinzo Abe es una noticia tan rara, y que ha dejado a aquella sociedad sumida en el shock absoluto. Amplifica aún más el impacto el que Abe haya sido, probablemente, el primer ministro más conocido desde el final de la II Guerra Mundial tanto en el país como fuera. Con una idea bastante clara del necesario resurgimiento de su país, usando para ello una doctrina bastante nacionalista, Abe abrió Japón al mundo mucho más que sus predecesores, tejió alianzas con países socios como EEUU y suscitó rechazo en vecinos como China y Corea, en los que aún siguen vivas las heridas de las invasiones niponas del siglo XX. En lo económico, Abe luchó en sus dos mandatos contra el estancamiento en el que vive la economía de aquella nación, y le tocó vivir los efectos de la pandemia. Suya es la que mundialmente se ha conocido como “Abenomics” un programa de impulso de la economía basada en tres flechas (monetaria, fiscal y de reformas estructurales) que se tradujo fundamentalmente en la expansión desmesurada del balance del banco central nipón, en consonancia con lo vivido en el resto de economías occidentales, con la idea fundamental de escapar de la atonía de precios que vivía su nación desde más allá del estallido de su propia burbuja inmobiliaria, hace ya varias décadas. Japonización de la economía es una expresión que hace referencia a esa caída en el letargo, al apagamiento de las variables, a la permanencia en un pozo de nulo crecimiento del PIB, de los precios, de todo, convirtiéndose poco a poco en menos relevante en el creciente mundo global. Abe, por tanto, era una celebridad absoluta. No pudo terminar sus dos mandatos por problemas de salud, y se presentaba ahora a las elecciones parlamentarias, celebradas ayer domingo, para conseguir un escaño en la cámara japonesa. El atentado, extraño, acabó con su vida mientras celebraba un mitin poco concurrido en una ciudad mediana. Con la habitual escasa seguridad que allí se estila, Abe estaba, micrófono en mano, subido a una pequeña tarima hablando ante unos congregados, pocos, cuando se escuchan un ruido sordo y se empieza a crear una gran confusión. En segundos se escucha otro sonido similar, que se empieza a parecer a un disparo, pero como apagado, y la figura de Abe, que ante el ruido anterior se había girado extrañado como todos, se desploma. Si el primer disparo no lo alcanzó el segundo lo hace de pleno. El político cae y empieza a ser rodeado por los suyos, mientras algunos agentes de seguridad, apenas dos o tres, inmovilizan al presunto autor del ataque, que no hace grandes esfuerzos para resistirse. La situación de Abe es y se le traslada a todo correr a un hospital, donde morirá poco después. El arma con la que ha sido atacado es improvisada, una especie de escopeta de cartuchos fabricada de manera artesanal por el atacante. Todo es raro, la escena es impropia y el sentimiento de incredulidad crece en Japón y el resto del mundo.

A lo largo del fin de semana se ha sabido que las causas del atentado no son políticas, sino, a lo japonés, difíciles de entender. La madre del atacante se arruinó dando donativos a un grupo religioso al que Abe había alabado en algunas ocasiones, y esto hizo que el hijo comenzase a odiar al político y le acusase de la ruina de su progenitora. Fríamente el odio creció y le hizo planear una venganza, que le ha llevado a fabricar esa arma y organizar un atentado durante meses y meses, años. Abe murió a manos de un sujeto que le odiaba por algo que el fallecido jamás hubiera sido capaz si quiera de imaginar. Su cadáver aún resuena en un Japón marcado esta semana por los rituales funerarios para su antiguo líder y por la victoria del partido de Abe en las elecciones de ayer.

viernes, julio 08, 2022

Boris Johnson y el anillo de poder

Creo que comenté ayer, o hace ya tiempo, que Johnson pudo haber dimitido mucho antes y salvar algo su honra, pero no, decidió aferrarse al poder y así perder el cargo y también el honor por completo. Ya con los escándalos de las fiestas, mientras el resto de la nación estaba obligada a permanecer encerrada, su marcha era inevitable, pero se aferró al poder hasta que ayer se vio obligado a dejarlo de una manera vergonzante, abandonado por todos, tras una comparecencia exprés que no suscitó el aplauso ni el reconocimiento de casi nadie. Pocas salidas más humillantes que las de Boris. ¿Por qué forzó llegar hasta ese punto? ¿Por qué se aferró a algo que era inevitable que perdiera?

En el café de ayer algunos de mis amigos de trabajo se hacían la misma pregunta, y OOM comentaba el caso, visto hace apenas un par de semanas, de Mónica Oltra, que también se marchó mucho más tarde de lo debido, tras un fin de semana de vergüenza y miles de negativas a abandonar su cargo por el escándalo de ocultamiento de abusos sexuales que le afectaba. Oltra estaba condenada a dejarlo, todos lo sabíamos, pero al igual que Johnson, se aferró de una manera ridícula, arrastrándose lo más posible por el fango cunado dimitió con tanto destiempo. No encontré una respuesta a la cuestión que planteaba OOM y otros compañeros de descanso, más allá de los tópicos de la negación de la realidad que acaba rodeando a todo aquel que posee algo de poder, y se ve aconsejado por quienes de él dependen para que no abandone el cargo que da sustento a esos mismos asesores. Sin embargo, creo que la cosa va más allá. Los que se presentan a estos cargos poseen ambición, quieren mandar, luchan por llegar hasta el puesto de poder, y hacen todo lo posible para conseguirlo. Antaño matar era una vía legitimada por la sociedad para alcanzar el gobierno, ahora ya no, al menos en nuestro entorno, pero se pueden hacer todo tipo de barrabasadas que resultan infames para lograr el objetivo del gran cargo. Eso hace que las personas que detentan estos puestos no estén dispuestas a dejarlos así por así dado el enorme esfuerzo que han hecho para llegar hasta allí, pero hay algo más. El poder engancha, atrapa, se convierte en una droga que genera satisfacción al que la toma pero que le produce dependencia. A todos nos gusta ser adulados y ver convertidos nuestros deseos en realidad, y el que está en lo alto de la cima es el que más peloteo recibe, más coba, y más adicto se vuelve a ello. El vicio que genera el poder está detrás de muchas obras clásicas, y Shakespeare en Macbeth lo refleja como pocos, pero creo que es Tolkien en su Señor de los Anillos el que describe a la perfección la sensación que posee el que, embaucado por el poder, acaba siendo atrapado por el mismo. El anillo que protagoniza la obra embauca por igual a hombres, hobitts, enanos, elfos o cualquier otra criatura que tenga la fortuna, más bien desgracia, de ser su portador. Empieza siendo divertido, otorga poderes sugerentes, pero acaba carcomiendo cuerpo y mente. El portador que lo llevaba al principio con gusto empieza a sentir que el anillo es tan suyo como mismamente suyo es él respecto al anillo, Se vuelve dependiente, adicto al influjo que emana del aro dorado. La caída de la voluntad del portador en manos del anillo es algo progresivo, lento, pero imparable. Bilbo es, forzado por Gandalf, el único que deja caer voluntariamente el anillo de su mano, pero no quiere hacerlo. Se revuelve, se enfrenta al mago, uno de sus mejores amigos, por el vicio que le consume, y es el terror que le infunde un Gandalf que demuestra que no es sólo un viejo gris el que le hace renunciar a la presa. Esa escena es muy impresionante. Por su propia voluntad, mediante el consejo razonado de aquellos que le apreciaran, Bilbo nunca hubiera abandonado el anillo. Jamás. Sólo lo hizo forzado.

El poder, grande en el caso de Johnson, ridículo por comparación en el de Oltra, menor o mayor según sea el cago o la sensación que se tenga, es como el anillo de Sauron. Engancha, domina, altera la voluntad, se enquista en el interior de quien lo posee y le hace actuar de manera irracional vista desde fuera, desde los que carecemos de poder y afirmamos, en los cafés, con los amigos, que nosotros no actuaríamos así. Pero es casi seguro que caeríamos igualmente. Recuerde que Frodo, el protagonista del libro, noble hasta el extremo, no es el que destruye el anillo, porque también acaba consumido por él. Nadie puede resistirse a la voluntad del poder.

jueves, julio 07, 2022

Anarchy in the UK

Este fue el punki titular con el que The Economist llenó su portada en el número publicado tras el aciago Brexit. En ella creo que eran unos calzoncillos raídos con la estampa de la Union Jack británica descolorida que ondeaban como bandera los que presidian toda la página, en señal de la rebeldía nihilista que acababa de asestar un duro golpe al europeísmo y a lo que la lógica económica, social y, también, sentimental, dictaba. Ese fue el primer gran síntoma de la degeneración que había alcanzado la política británica, que lo fue todo en su momento, que fue el ejemplo de sobriedad, seriedad, también hipocresía y, desde luego, profesionalidad a la hora de llevar los asuntos y tratar en privado las discrepancias. Eso, al parecer, se acabó.

Es por ello que Boris Johnson, el hombre despeinado, es el perfecto producto de esa fábrica de liderazgos británica que parece naufragar al otro lado del canal. Cierto es que desde esta orilla no se pueden dar lecciones a los londinenses y resto de ciudadanos del país, dada la necedad de nuestra clase política. Eso sí, podemos darles la bienvenida al mundo de la ineptitud, al que se suman con fuerzas renovadas. Los episodios de dimisiones vividos en estos dos últimos días, que han dejado descompuesto el gabinete de un Johnson desbordado surgen tras el último escándalo conocido, en el que el protagonista es otro parlamentario conservador, responsable del correcto comportamiento de los miembros de su grupo y que, al parecer, metía mano a todo hombre que pasaba más de cinco minutos en su despacho. Un tema vidrioso, el de los escándalos sexuales, recurrente en la política británica, donde todos se declaran heterosexuales y casi nadie lo es, y todos dicen ser castos y puros y cada dos por tres aparecen medio muertos en violentas prácticas de masturbación o en casos de sodomía colectiva. En este último escándalo Johnosn ha seguido el nefasto guion que aplicó sin éxito cuando le pillaron en las fiestas ilegales de Downing Street en el confinamiento: primero negación de los hechos, luego admisión de que han existido, pero eran menores, y después reconocimiento de una culpa propia y petición de perdón. Táctica defensiva que esconde la búsqueda permanente de ocultar el escándalo, de hacer como que no ha sucedido. Johnson ha demostrado ser, desde el principio, un personaje que puede definirse por su peinado; caótico, desordenado, improvisado. Hombre muy culto, tan aficionado a la fiesta como a la mentira, sabe moverse en el mundo de los medios y las redes, pero no es capaz de llevar a cabo un proyecto de largo plazo. Amante del poder, alcanzarlo es su único fin, y luego, instalado en él, parece aburrirse, dejarse llevar por una indolencia en la que de vez en cuando poses absurdas y declaraciones extrañas le relajan, para volver a la desidia del día a día. Su tirón electoral es innegable, como lo fue la arrolladora victoria cosechada poco antes del inicio de la pandemia, pero ahora mismo el proyecto de Johnson es un barco hundido, una ruina que naufraga en el Támesis del que todo el mundo trata de escapar, con un capitán que se niega a admitir la realidad. El espectáculo que está ofreciendo Johnson en particular, y la política británica en general, es patético, a la altura de seriales cutres como el vivido por el PP hace unos meses con la caída de Casado (aún más grave fue aquello, se apuñalaban sin ni siquiera tener poder) o, en general, escenas que todos recordamos de nuestra historia política reciente, que producen vergüenza ajena. Pues ahora, mire usted por donde, el altivo, señorial y siempre recto Reino Unido muestra ante todo el mundo el desbarre más absoluto, la mayor de las incompetencias y la sensación de que su dirigencia camina sin rumbo hacia la nada, despedazándose sin contemplaciones. Sospecho que, década tras década, empiezan a asumir que su ensoñación de imperio es eso, mera fantasía, y les esperan muchos tránsitos por el descansillo de la decadencia. Bienvenidos.

Para políticos, intelectuales y gentes de todo tipo de Europa el Reino Unido ha actuado muchas veces como lugar de refugio, como ese sitio estable en el que desde hace siglos no se producen golpes de estado ni guerras internas ni nada por el estilo. Es lugar de huida, de exilio. Sitio extraño, de clima feo, nefasta comida y suaves paisajes, en el que cada medio siglo miles de españoles, por poner una nacionalidad, han encontrado refugio escapando del infierno desatado en su país. Era UK ejemplo para políticos sobre cómo gestionar de manera sobria, espartana, seria y comprometida una nación. Parece que ese ejemplo se difumina. Johnson es muestra, síntoma y ejemplo, de la decadencia de una nación. Su marcha es obligada pero, tras él, el problema de fondos seguirá ahí.

miércoles, julio 06, 2022

Desgobierno enfrentado

Suelo usar el término desgobierno para definir al grupo de personas que, supuestamente, rigen el país, fijándome más en el resultado de sus acciones que en la forma que posee. Quizás el término bigobierno sea más exacto, porque nunca se ha dado una unión cierta no ya entre los equipos, sino ni si quiera en las líneas de actuación entre la rama socialista y la de Podemos. La crisis del verano pasado, que quizás se repita, en la que Sánchez sólo cambió ministros socialistas. Y la negativa a cesar a algunos de los ministros de Podemos tras sus sonoros y evidentes fracasos muestra que el gobierno es uno y dúo, y que se opone a sí mismo. Como mínimo curioso, en general, triste.

Es normal que en toda coalición haya disputas y diferencias, por algo son uniones entre formaciones distintas que deciden agruparse para gestionar un poder que sólo de esa manera logran alcanzar. Es el interés egoísta de cada uno lo que les lleva al pacto, en un ejemplo que a Adan Smith le encantaría, seguro que no tanto a Ione Belarra. Sin embargo, lo que vemos desde que se conformó el gobierno de Sánchez es otra cosa. Dos ramas, una grande, la socialista, que sabe lo que es gobernar y lo que supone estar al cargo de instituciones, aunque lo haga mal, y otra, la de Podemos, que sigue viviendo en esencia en el mundo asambleario y que lo único que parece tener claro es la abultada nómina que sus dirigentes y colocados reciben a final de mes tras el no desempeño de sus obligaciones. Gobernar es difícil, sacrificado, duro, cuesta. Sí, ahora uno de los tres lectores que aún me siguen me han mandado a la porra, ayy, pero es como veo que debe ser el ejercicio del poder en nuestras sociedades. Los ministros de Podemos ocupan cargos de responsabilidad elevada, tienen acceso a presupuestos públicos, obtenidos mediante la recaudación de impuestos de todos los ciudadanos, les hayan votado a ellos o no, y deben ser conscientes de que ocupan esos cargos porque el voto popular que ellos y el resto de partidos que los apoyan les otorgó mayor representación en el Congreso que a sus oponentes. Poseen un contrato temporal en el sentido más estricto del término. Le deben coherencia y respeto a su jefe en el gobierno, Sánchez, y si no la lealtad plena que el militante socialista observa hacia su ungido jefe, si la mínima imprescindible para que la labor colegiada del gobierno y los ministerios no sea un constante ejercicio de lucha interna. Si uno como miembro de una formación política discrepa de los acuerdos o las decisiones de su jefe en el gobierno trata de arreglarlo, vía debate o griterío, pero a puerta cerrada, y si la cosa no mejora siempre está la opción de dimitir y dejar el cargo. Que una parte del gobierno realice la oposición a la otra en un tema como el del aumento del presupuesto de defensa tras la cumbre de la OTAN es tan incomprensible como que los dirigentes de dicha rama opositora sigan cobrando, sin pestañeo alguno, los emolumentos de sus cargos, que proviene del hecho de ser parte de ese gobierno. Ayer a Boris Johnson le dimitieron dos de sus más cercanos e importantes ministros, uno el de economía, por el último escándalo en las filas conservadoras, de acoso sexual de un dirigente a otros hombres del partido, ante el que el jefe de pelo encabritado ha actuado como siempre; tarde, mal y arrastras una vez que la noticia ya era imparable. Los dos ministros, seguramente hartos tras los escándalos pasados, han debido pensar que ya es suficiente y que no iban a aguantar más. Son miembros del mismo partido que el premier, pero se han ido, lo han dejado. A nadie se le obliga a ser ministro, y uno siempre tiene la oportunidad de irse, pero ninguno de los cargos de Podemos ha abandonado sus bien remunerados puestos por problemas de conciencia o incompatibilidad entre lo que el gobierno decide y lo que él proclama en sus mítines o declaraciones. Seguramente varios miles de euros al mes dilatan todas las estrecheces políticas y éticas que uno pueda tener, y darse una vuelta turística por Manhattan a cuenta del presupuesto público bien vale la hipocresía de apoyar a un gobierno en el que uno, en este caso una, nunca ha creído.

En todas las coaliciones llega un momento, a medida que se acercan las siguientes elecciones, en las que hay que escenificar la ruptura para que las formaciones que las componen se puedan presentar cada una por su lado ante el electorado, presumiendo de manera individual de todos los logros colectivos del ejecutivo y achacando al otro, u otros, los fallos y lo que no ha podido ser en la experiencia de gobierno. Pareciera que en este experimento de Sánchez esa escenificación comenzó al par de semanas de echar a andar el pacto de gobierno, lo que lo hace todavía más complejo. Los politólogos lo deben estar disfrutando, pero el resto de los ciudadanos, paganos y sometidos a las inclemencias del día a día, no, nada.

martes, julio 05, 2022

Trump, el golpista

Celebró ayer EEUU su fiesta nacional del 4 de julio en un ambiente poco celebrativo. No sólo por el habitual tiroteo de cada día, que deja un reguero de muertes insoportable, sino por una conjunción de factores entre los que la salvaje inflación, sí, también allí, lo enturbia todo. Lo más grave es la creciente polarización de la sociedad y el crecimiento de fronteras, de momento mentales, las más difíciles de derribar después, entre distintos grupos de ciudadanos. Cuando esas fallas se alimentan y se intensifican pueden convertirse en males crónicos que lastran una sociedad. Nosotros estamos acostumbrados a vivir con ese problema, y nos resta permanentemente. Para los EEUU es algo relativamente nuevo. Y les restará.

Uno de los efectos de esta división es la de justificar actuaciones totalmente horrendas, indefendibles bajo cualquier punto de vista, como el asalto al Capitolio que tuvo lugar el 6 de enero de 2021, en lo más parecido a un golpe de estado tumultuoso que se ha visto en la capital imperial. Hordas fanáticas con personajes extravagantes que violentaron la sede de la soberanía nacional, causaron muertes y pusieron el país al borde del caos. Durante meses una comisión del Congreso ha ido recogiendo testimonios para investigar cómo se pudo organizar aquello, y la semana pasada se pudo escuchar, en una de las últimas audiencias, a una estrecha colaboradora del entonces presidente en funciones Donald Trump, que dejó unas palabras para la historia y la galería de los horrores. Hasta ahora se sabía la complicidad sentimental que el impresentable de Trump mostró hacia los asaltantes, con incesantes mensajes de comprensión ante el horror que sucedía a pocas manzanas de la Casa Blanca. Ahora sabemos, gracias a ese testimonio, que Trump intentó ir al asalto para apoyar a los asaltantes. No sólo decía esas bobadas de que esos golpistas eran “buena gente” con “buenos sentimientos” y sandeces similares, no, sino que lso veía como lo que realmente eran, las huestes que él había ido convocando con sus soflamas y discursos deslegitimadores tras las elecciones de noviembre. La táctica de Trump, infame, era sencilla. Si gano, bien, si no gano, el resultado es falso, todo está amañado y soy víctima de una conspiración para alejarme del poder, que es mío. Absurdo, pero así fue. Desde el día siguiente de las votaciones, cuando algunos recuentos se presentaban ajustados pero la victoria de Biden empezaba a ser clara, Trump no cesó de mandar mensaje sobre el robo de las elecciones, lo injusto que estaba siendo todo y que sólo él podía ser el legítimo ganador. Se ha demostrado que, en todo momento, Trump intentó que el poder y los que estaban a su servicio hicieran todo lo posible para alterar el resultado electoral, exigiendo recuentos innecesarios, presentando demandas, e incluso pidiendo abiertas manipulaciones de los resultados en determinadas circunscripciones., La ridícula imagen de un Guliani desbordado de tinte del pelo, cayéndole por la cara en medio de una rueda de prensa en la que se enoja tanto como suda defendiendo a su presidente de la mentira electoral urdida por los demócratas nos puede parecer risible, y lo es, pero esconde una oscura estrategia de fondo que dejaba al oscuro tinte del abogado neoyorquino convertido en blanco polvo de tiza. El aliento a la conspiración y el rechazo a los resultados no cesó día tras día desde una Casa Blanca en la que Trump, enajenado, veía como el poder real le abandonaba. Por ello, el asalto del día de reyes no tuvo nada de improvisado, sino que era el colofón a una serie de mensajes y de dictados, que emanaban desde el propio Trump. Al parecer fue parte del personal de la residencia presidencial y del servicio secreto quienes, desobedeciendo su juramento, no acataron las órdenes de Trump y no le llevaron ante sus fieles bárbaros, que estaban en pleno aquelarre bajo la cúpula del Capitolio.

Si durante los años de su mandato Trump acumuló suficientes evidencias de un ejercicio del poder despótico e infame, su final ha sido digno de un dictador bananero que se resiste a ser depuesto. Probablemente sea difícil probar en un juicio la acusación de que el maldito Donald orquestó un golpe de estado, pero queda en el poso de todos los que vimos aquello, y hemos seguido las comparecencias, que Trump es el primero de los presidentes de la historia de EEUU que ha tenido la tentación de acabar con la democracia, y ha actuado en ese sentido. Su paso por el poder será recordado como uno de los tiempos oscuros de la historia de la nación, pero lo peor es que nada garantiza que, en un par de año, el golpista frustrado pueda volver a sentarse en el despacho oval.

lunes, julio 04, 2022

Cajas de cartón

Castillos de cartón fue el título de una de las primeras novelas de Almudena Grandes, de su etapa personal, por así llamarla, que se vendió muy bien, como todas las suyas. Debido a la mudanza de piso en la que me embarqué el jueves he acumulado suficiente cantidad de cartón como para construir no ya un castillo, sino una ciudadela a su alrededor, y con grandes fosos y fortificaciones de esas renacentistas, de formas estrelladas que se extienden mucho más allá de las murallas de las torres del homenaje medievales. Y en su interior, por el tamaño, podría cobijar guarniciones de soldados, víveres y enseres como para resistir asedios perpetuos, siempre que no llueva y el cartón se reblandezca, claro está.

Este fin de semana, de prácticamente encierro en el nuevo piso, me lo he pasado abriendo cajas, vaciando su contenido y comprobando que todo lo que debía ser transportado lo fue. He pasado de un cierto orden organizado en bloques de cartón, que se asemejan a sillares de obra predispuestos para elevarse unos contra otros, a pilas y torres de libros de aspecto informe, de desorden controlado pero alta inestabilidad, una especie de manhattans pegados a las paredes en los que la altura y el equilibrio permite que se puedan ir descargando las cajas pero que no las tienen todas consigo a medida que torres y torres se van solapando unas con otras. Como los rascacielos de la Avenida de las Américas de Nueva York, incesante secuencia de paralelepípedos que le deja a uno convertido en casi nada. No tenía mucha cosa en casa en lo que hace a efectos personales, y la ropa es algo a lo que no me dedico en exceso, por lo que su transporte y puesta en orden fue algo bastante rápido. Los enseres de cocina son un mundo desconocido para mi, y todo lo que tiene relación con vajilla, cubertería y cosas por el estilo no fue capaz de llenar una sola de las cajas de la mudanza. CDs de música hay bastantes, pero los empaqueté en cajas por mi cuenta antes de la mudanza para mantener el relativo orden que tenían, y en volumen no han ocupado excesivamente. Pero, ay, los libros, eso es otra cosa. Si algo he comprado estos años sin control ni medida han sido libros, y son los que me han traído por el camino de la amargura de la falta de espacio. Ellos fueron colonizando poco a poco cada esquina del pequeño piso, y sus accesorios inevitables, las estanterías, comenzaron a aparecer poco a poco, envolviendo paredes y achicando el espacio vital, ya de por sí comprometido desde un principio en una vivienda de 41 metros cuadrados. Poco a poco lo fui organizando todo en torno a los libros, y algunos recortes de periódicos que insertaba en ellos cuando se publicaban cosas que los nombraban, o entrevistas a sus autores. Organicé en la habitación pequeña la sección de ensayo, con tres excepciones de novelistas que tenía casi en su totalidad, y en la habitación principal la de novela, nacional y extranjera. Las Billys de esa marca de muebles escandinavos que a todos nos salvan la vida comenzaron a aparecer en casa, tras la compra de dos estantes baratos de un cercano centro comercial, que al par de años me demostraron por qué salían tan económicas. Las Billys son algo más caras, tampoco mucho, y ofrecen un rendimiento espectacular. Sólo tienen un problema, se llenan si el pirado de su dueño compra y compra ejemplares sin control. A medida que pasaron los años la acumulación se empezó a hacer inmanejable, veía que el piso no daba más de sí y por la noches me entraban sudores fríos sobre un posible hundimiento de la estructura y yo en las noticias como culpable de un desastre en la escalera. Había que tomar medidas drásticas, y poco antes de la pandemia me compré un trastero, a donde he llevado algo más de un tercio de toda mi biblioteca. Pero claro, las compras seguían, con el interludio de los tres meses de encierro. El problema iba a más.

Cambiarse de piso porque no entran los libros es un argumento que suena a bilbainismo del más chulesco, si cabe, pero es la justificación más precisa que puedo darles del porqué de este movimiento. También el hecho de que, en ciertos puntos, el piso pequeñito iba a necesitar, de manera ineludible, una inversión para reformar ciertos aspectos que ya eran inevitables, y que he ido retrasando por pereza, desidia y temor ante los efectos de las obras. La solución de venderlo y comprar uno más grande era la mejor para arreglar todos los problemas de golpe, aunque era la que más miedo me daba, pero lo cierto es que es la que finalmente ha sucedido, con una serie de carambolas que me han venido muy bien. Ahora el piso nuevo está lleno de torres de libros y cajas de cartón de embalaje. Sigue habiendo mucho trabajo para ordenarlo todo.

viernes, julio 01, 2022

La imagen de la cumbre

En todo encuentro se dan multitud de imágenes que pueden ser seleccionadas perfectamente como las representativas de lo que allí ha sucedido. Ante la sobreabundancia cada vez es más complicado escoger con cuál quedarse, pero hay que reconocer que en la recién terminada cumbre de la OTAN en Madrid hay una que destaca sobre todas ellas. Se muestran en la misma los mandatarios que han acudido al encuentro, en una sala enorme, y en medio, presidiéndolo todo, Las Meninas de Velázquez, un cuadro que, por su calidad, historia, significado y, también, dimensiones, sobresale frente a todos los que junto a é posan, contingentes mortales con una obra eterna.

Hay que reconocer que la idea del gobierno de Sánchez de organizar un pase privado con cena en el museo del Prado ha sido excelente, y ha propiciado no sólo una montaña de imágenes curiosas, sino que realmente ha servido de revulsivo para el propio muso, ofreciéndole una de las promociones mundiales más sugerentes e impactantes posibles. Millones y millones de espectadores de todo el mundo han contemplado, aunque sea parcialmente, las salas, claustros y demás instalaciones de la pinacoteca, quizás la mejor del mundo, que es conocida más allá de nuestras fronteras, pero que está a un nivel de importancia, la otorgada por el turismo, por debajo de otros grandes nombres como el Louve, el British Museum o la Galería de los Uffizzi, por decir tres joyas mundiales. El Prado es sólo pinacoteca y escultura, no compite en otras áreas como arqueología, y el nivel de expolio de terceros países que presenta es ridículo frente a contenedores como el británico o el parisino, donde gran parte de sus joyas son fruto de la conquista imperial de sus naciones en pasados siglos. No, El Prado es un museo curioso, construido en torno a las colecciones privadas de los reyes de España, una especie de gabinete particular, que recoge los gustos de quienes se sentaron en el trono durante siglos y las modas que vivieron. Eso da a la colección del Prado una unicidad difícil de ver, que le permite actuar como guía de medida de la historia de España. Si a ello le juntan que genios universales como Velázquez, Goya, Murillo, Zurbarán o El Greco, por citar algunos, se muestran en sus salas en toda su plenitud concluye uno que ese museo es algo más que un mero contenedor de cuadros. En un Madrid en el que sus iglesias son menores, su catedral un pestiño y sólo algunos pequeños edificios religiosos merecen la pena pasar al catálogo de lo brillante, El Prado actúa como la auténtica catedral de la ciudad, el estandarte, el edificio que hay que ver si uno visita Madrid. El propio contenedor que lo conforma, basado en la obra de Juan de Villanueva, presenta formas y dimensiones más modestas que, pongamos, el Louvre, que es tan gigantesco como abrumador, y las sucesivas ampliaciones que se han ido haciendo, con no pocas polémicas, han tenido claro que el edificio de Villanueva es el rey y todo lo demás a él debe supeditarse. El claustro de los Jerónimos, donde tuvo lugar la cena del miércoles, está incorporado a la última ampliación, ejecutada por Rafael Moneo, de una manera extraña, casi imposible de identificar desde fuera, envuelto en un edificio de ladrillo rojo bastante anodino, pero el acceso al mismo desde el interior del museo revela la potencia de la actuación, dejando ese espacio porticado en lo alto del conjunto de salas de exposiciones temporales, que fueron colocadas en un plano inferior. No quiso Moneo que su reforma destacase vista desde la calle, y así el edificio de Villanueva no tiene oposición alguna. Sólo desde dentro, cuando uno está en los accesos inferiores, descubre la nueva ala, salas y acceso al claustro. Es meritorio que un arquitecto tan brillante se oculte de una forma tan respetuosa.

La noche del miércoles fue la de un grupo de mandatarios que deambulaban por las salas quedándose en muchos casos absortos ante lo que contemplaban. Se ha destacado mucho a Boris Johnson, obnubilado ante un montón de cuadros, o a Macron, viendo los Goya que retrataban la realeza española a punto de sucumbir ante su compatriota Napoleón, pero en general las escenas eran las mismas fuera cual fuese el mandatario retratado. Relativo éxtasis y gusto en un marco espectacular. En lo que se denomina poder blando El Prado dio un golpe de autoridad esta semana y se mostró, ante todo el mundo, como lo que realmente es, una joya absoluta, uno de los lugares que más arte y belleza atesora.