Al final sucedió lo que se esperaba. En el mismo día en el que Draghi renunciaba al cargo de primer ministro italiano y el país se veía abocado a nuevas elecciones el BCE, dirigido por su sucesora Christine Lagarde elevaba los tipos de interés, tras once años sin hacerlo. La subida que se planteaba hace poco más de una semana era de un cuarto de punto, pero desde principios de esta los mercados apostaban por una intervención más dura, y finalmente así ha sido, con el medio punto del que se hablaba estos días. Lagarde dejó la puerta abierta a nuevas subidas de mientras la inflación siga en valores tan infames como los que soportamos actualmente.
La subida de tipos tiene efectos variados y, como siempre, a algunos benefician y a otros perjudican. Es la típica medida que se pone en marcha para frenar la economía, porque encarece el dinero, lo retira algo de la circulación, y por usar un símil en tiempos de graves incendios, echa agua en las brasas de la economía para enfriarla. Es una medida muy efectiva para frenar los precios y apaciguar el mercado cuando estamos ante situaciones de demanda exacerbada, como las que se vivieron por ejemplo antes de la gran crisis de 2008, pero no está tan bien diseñada para actuar cuando la inflación proviene de restricciones como las que se viven ahora, con la energía en estos momentos y los cuellos de botella postpandémicos hace meses como fuentes principales de la tensión. El problema es que, sea cual sea la fuente de la inflación, las autoridades monetarias sólo poseen herramientas monetarias para hacerle frente, y claro, son más efectivas cuando la base del problema es monetario. Ahora mismo todos los bancos centrales occidentales se enfrentan a enormes inflaciones que buscan reducir mediante subidas de tipos, es decir, mediante el enfriamiento de la demanda, que es una vía bastante basta de aplacar unas tensiones de precios que no tienen tanto que ver con el exceso de demanda, aunque algo hay como, sobre todo, con las restricciones de oferta. En el corto plazo, la subida de tipos tendrá efectos para ahorradores y deudores. Tras años de represión financiera, con un rendimiento nulo de los productos financieros conservadores, el ahorrador miedoso que se refugiaba en el depósito bancario en busca de una rentabilidad y que huyó de los mismos cuando empezaron a no dar nada será nuevamente tentado por bancos y cajas, que empezarán a remunerar nuevamente esos productos. De hecho, empieza a haber ya ofertas, todavía pequeñas, para imposiciones grandes, pero irán a más, en lo que puede ser el inicio de una nueva guerra de captación del pasivo entre las entidades a medida que los tipos sigan subiendo. La cara contraria, desde luego, la presentan los deudores, que han vivido una década de gloria en la que el coste de financiar el endeudamiento ha sido nulo, o negativo en el caso de numerosas emisiones de deuda pública. Tanto gobiernos como empresas y particulares van a ver como se encarece su acceso al crédito, como los tipos de los préstamos y de las emisiones de deuda subirán y, por tanto, costará más financiarse. Esto puede tener consecuencias de muchos tipos, y la más obvia es el del frenazo en la demanda de crédito y, con ello, la buscada moderación de la demanda, pero también va a provocar efectos interesantes sobre muchas empresas y proyectos, que han sobrevivido durante muchos años gracias al endeudamiento sin costes y ahora se enfrentan a la necesidad de refinanciar créditos que van a ser un coste que antes no existía. Sin él era mucho más fácil obtener rentabilidad de un negocio, con él algunos negocios empezarán a dar pérdidas, y puede ser interesante comprobar cómo les va a algunas empresas y sectores que esta última década se han hecho enormes en el contexto de la deuda gratuita. Para millones de particulares, el mayor de los efectos derivado de la subida de los tipos es el alza que provocan en el euríbor y, por consiguiente, en las hipotecas variables que tienen suscritas. Nunca había sido tan barato lanzarse al mercado hipotecario, pero eso se acabó. Es de esperar que en los próximos meses se note un freno en la concesión de hipotecas, dado que el euríbor ya lleva dos o tres meses subiendo, anticipándose a estos movimientos del BCE, y en media mensual cerrará este mes de julio muy cerca del 1%.
Si la inflación se mantiene, y tiene pintas de que así será mientras el capullo de Vladimiro nos extorsione con los productos energéticos, el BCE y otras autoridades monetarias seguirán subiendo los tipos, no tienen alternativa, y es probable que, en condiciones normales, el frenazo económico que se provoque nos lleve a tasas de crecimiento ridículas, o nulas, a finales de año. Con que el chantaje ruso del gas que todos tememos se de la recesión de la que muchos hablan puede ser una realidad en apenas seis meses, y quizás esa sea la única vía para aplacar los precios, una vía dolorosa. Lo cierto es que las materias primas llevan ya unas semanas bajando, y eso se debe, probablemente, a que anticipan que la recesión que llegará sí o sí provocará la caída de la demanda. Aquí estaremos para seguir lo que suceda. De momento, por si acaso, además de disfrutar del verano, sea algo frugal.
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