jueves, abril 30, 2015

Segunda noche de violencia en Baltimore

No deja de sorprender que, coincidiendo con la presencia, por primera vez, de un negro en la Casa Blanca, se estén produciendo en EEUU algunos de los disturbios raciales más graves y violentos de las últimas décadas, en una especie de juego de fichas en las que una actuación policial, salvaje y desmesurada, acaba con la vida de un joven negro en determinada localidad, y sirve de chispa para desatar disturbios en ese lugar, que en unos días se aplacan para, con motivo de otra muerte violenta, desatarse nuevamente en otro lugar. Un patrón que se repite con demasiada y triste periodicidad.

Baltimore, ciudad del Este del país, sita en una conurbación casi continua que enlaza a Washington en el sur y a Filadelfia y Nueva York al norte, es el escenario de estos días. Centro de negocios venido a menos y puerto algo decrépito, la ciudad es conocida por muchos por ser el escenario donde se sitúa la acción de la serie “The Wire” que no tengo vista, pero que trata, sin tapujos, de la violencia policial, la corrupción, el mundo de las drogas y las bandas, y muestra un duro reverso del sueño americano, más bien cuán grande puede ser la pesadilla que es capaz de engendrar. Tras la noche del martes, en la que la violencia se desató por completo y se vieron escenas que bien podían corresponder a zonas de guerra, la intervención de miles de efectivos de la guardia nacional y de la policía ha conseguido refrenar los furiosos ánimos y aplacar la lucha, pero como ya pasó en Ferguson en verano, la calma impuesta permite que los medios de comunicación, al no ver carnaza, retiren su ojo de ahí, pero que sigan latentes los problemas que dieron origen al estallido. Además de las condiciones socioeconómicas que siempre se aducen, de menor nivel de renta y mayor desempleo de la comunidad negra respecto a la blanca, en todos estos episodios nos encontramos con una actuación policial desmesurada, que acaba por matar a un sospechoso. Los vídeos que siempre han circulado por la televisión y la red han dejado bien claro que, en general, la policía en EEUU primero pega, quizás luego dispare y, finalmente, pregunte. Ante el alto de un policía allí lo mejor que uno puede hacerse es volverse modosito y no arriesgarse a que su vida o huesos acaben en un cutre arcén próximo al centro comercial de rigor. Las grabaciones de móvil, que ya están disponibles para todo el mundo, han servido como prueba en los últimos casos denunciados de que, más allá del delito que hubiera podido cometer el acusado, la policía norteamericana parecía actuar siempre con la idea de acabar con el sujeto, de pegarle, de reducirle a la nada, quizás sin matarle, pero sí con la intención de que saliera de ahí en muy mal estado, y ya se sabe que la frontera entre la vida y la muerte puede ser muy tenue. Urge que las autoridades del país, y el conjunto de la sociedad, además de actuar sobre las causas de fondo de la discriminación, pongan coto a un modo de trabajo policial que carece de cualquier sentido de la proporcionalidad y que, visto desde este lado del charco, realmente asusta. Quizás la policía de EEUU siga mentalmente instalada en los ochenta, época de enorme violencia en las calles, que quedó muy bien reflejada en la serie “Canción triste de Hill Street”. Ese “tengan cuidado ahí fuera” que se repetía en cada episodio indicaba el peligro que corrían los agentes en una era de drogadicción, bandas y pillaje muy extendido en todas las grandes urbes del país. Hoy en día la situación ha cambiado mucho, y a mejor, pero los protocolos policiales parecen seguir viendo enemigos en cada ciudadano. Y esa mecha debe ser cortada para evitar explosiones de violencia como las que estamos viendo.

Y, en un plano más general, no puedo dejar de pensar en cómo el grado de violencia que anida en la sociedad norteamericana es mucho más salvaje e intenso que en la nuestra. Tras años de crisis, privaciones y mucha desesperación, en España jamás se han visto imágenes como las de esta semana en Baltimore, no ya de guerrilla, sino de auténtica guerra urbana. ¿Por qué allí suceden esas cosas y en Europa, en general, no? ¿Cuál es la raíz de nuestra calma social, más allá de un estado de bienestar que proporciona una red mínima de supervivencia? EEUU, que en muchos aspectos es un país modélico, también es una sociedad que no se corta un pelo a la hora de mostrar sus fallas y miserias.

Mañana es fiesta, 1 de Mayo, subo a Elorrio y me cojo el Lunes festivo, por lo que el siguiente artículo debiera aparecer el Martes 5 de Mayo. Sean felices, descansen y disfruten de los primeros calores del año.

miércoles, abril 29, 2015

Varoufakis, noqueado

El desarrollo de la negociación del nuevo gobierno griego con la UE es una historia que no acabará nunca, fuente de constantes noticias, y muestra de qué distancia hay de los sueños a la realidad. Tsipras ganó sus elecciones, como todo el mundo pronosticaba, subido al carro de la indignación popular y con un programa de gasto desmesurado para aliviar la pobreza de la población griega. Una filosofía errónea, en mi opinión, pero que uno puede llevar a cabo y optar por ella, si dispone de dinero para ello, claro está. Grecia, y parece que esto es lo que no ha asumido el nuevo gobierno de Atenas, sigue quebrada, y sin el auxilio internacional, colapsaría.

La estrella mediática de este juego extraño en el que la UE, troika y demás instituciones se reúnen con los griegos es el ministro de finanzas, Yanis Varoufakis, un personaje muy interesante, brillante, listo, mediático, de formas rompedoras, estética impactante y habilidad en la mesa de juego. Pero, ay, qué poco dura la gloria en donde la banca no reside. Tras unos meses de éxito rutilante en los medios, y de enfrentamiento a cara de perro con todo el mundo, Grecia, y Varoufakis en su nombre, han ido cediendo poco a poco, porque aunque uno posea alma de trilero debe tener al menos una bolita debajo de los vasos. Desde un primer momento la posición negociadora de Atenas era casi insostenible. Podía jugar el órdago de la salida del Euro, pero a sabiendas de que ese escenario, prácticamente imposible, sería muy malo para el conjunto de la UE, pero letal, la hecatombe, para la propia Grecia y su población. Ha intentado hacer un juego a varias bandas, amenazando con que chinos y rusos aportarían los capitales que la UE cede actualmente, buscando otros socios alternativos (de cuya sentido caritativo mejor no opinaré) para así amedrentar a Bruselas, pero tampoco ha funcionado del todo, y la paciencia de los jugadores se agota. En la última reunión del Eurogrupo, la semana pasada en Riga, Varoufakis debió recibir una bronca tremenda por parte de sus socios, hartos de un mareo que de momento sólo sirve para perder tiempo, no ganarlo, y exigieron que de una vez Grecia se ponga las pilas, empiece a reformar su economía de una vez, acabe con unas bolsas de corrupción e ineficiencia que la lastran sin fin (sólo un ejemplo, los armadores griegos, chulos ellos, Onassis se creen todos, por ley están exentos de impuestos) y todos, conjuntamente, avancemos para arreglar este problema. La primera consecuencia de este rapapolvo ha sido la decisión de Tsipras de apartar a Varoufakys de la negociación con la UE. No lo ha cesado, porque eso sería una rendición en toda regla, pero lo ha dejado en la esquina. Cuando se supo la noticia las bolsas de toda Europa subieron y bajaron las primas de riesgo, la que más, la helena. ¿Está hundida la carrera política del superministro Yanis? No, pero hace aguas, y cada vez le queda menos tiempo y, sobre todo, menos dinero, para remontarla. La noticia que surgió ayer de que su ministerio prepara una amnistía fiscal (¿les suena?) para tratar de que los capitales huidos retornen a Grecia puede ser la puntilla que hunda su imagen en cierta prensa y colectivos, muy ideologizados, que sueñan con ideas, algunas de ellas nobles, pero que siguen sin darse cuenta de que en economía, y en la vida real, nada es gratis, de que las cosas hay que pagarlas, y de que si no tienes dinero para ello, o lo pides prestado y estás a merced de quien te lo de o lo obtienes tú a costa de otras partidas. Y eso destroza la imagen de cualquier político, gestor o adulador que busca captar votos y voluntades.

Todo esto resulta, por cierto, muy relevante de cara al devenir de los movimientos populistas surgidos en toda Europa, de distinto signo político (desde la extrema izquierda de Podemos a la ultraderecha del Frente Nacional) que han visto en Grecia y Varoufakis un signo de rebeldía frente al poder establecido y Bruselas, el ogro que focaliza el mal. La victoria de Tsipras fue un aliento para todos ellos, pero su incapacidad para la gestión, y el mantener promesas que no puede cumplir va a llevar a que muchos votantes europeos vean que los cantos de sirenas sólo llevan, como les paso a todos menos a Ulises, a embarrancar contra los arrecifes. Lecciones de la Grecia clásica que ni Varoufakis ni nadie debiera olvidar.

martes, abril 28, 2015

Antes fue Haití, ahora Nepal

Las imágenes y testimonios que, poco a poco, llegan de Nepal, ayudan a hacerse una idea de hasta qué punto ha sido destructivo el terremoto que se produjo en ese país el pasado Sábado. Un recuento de muertos que empezó por pocos centenares, y ya escala a varios miles, y no se sabe dónde se detendrá, y escenas de ruinas que se extienden de manera inverosímil a lo largo de ciudades y pueblos. Vistos desde el aire, convertidos en una montaña de escombros, poco diferencia hay entre la vistosa arquitectura de la zona y la del cualquier otra parte del mundo. Los montones de cascotes se asemejan todos unos a otros, y bajo ellos casi siempre, esconden y entierran vidas.

Hay varios paralelismos entre lo que puede estar empezando a pasar ahora en Nepal y lo que sucedió hace ya algunos años en Haití. Son países pobres, más Haití que Nepal, dotados de infraestructuras precarias, que en el día a día están muy lejos de ser capaces de dar el servicio al que los occidentales estamos acostumbrados como correcto, y que ante problemas mucho menores que el actual sufren colapsos. Son países sitos en zonas de riesgo sísmico, más Nepal que Haití, pero que nunca han tenido medios como para plantearse construcciones resistentes, o una mera planificación urbanística que les ofrezca algo de espacio y resistencia. La preocupación de los arquitectos de la zona ha sido construir rápido y barato para que toda la población, carente de recursos, pueda alojarse, y mañana Dios, o en su defecto, la Tierra, dirán. Los dos son sometidos habitualmente a catástrofes naturales, bien huracanes en el caso del Caribe o temblores y avalanchas de nieve en Nepal, que dañan aún más sus infraestructuras, haciendo plenamente real ese cruel aforismo que hace referencia al perro pulgoso y sus desgracias constantes. Por si eso fuera poco, les han tocado terremotos muy malos, de mucha intensidad (7,9 en el caso de Nepal, una burrada) y muy superficiales, lo que hace que el reflejo del temblor en la superficie sea más intenso y, obviamente, destructivo. A igualdad de intensidad, cuanto más profundo es el temblor menos daños provoca, por eso no sólo de la magnitud Richter dependen las consecuencias. Y son países lejanos. Están muy lejos de nosotros, en lo físico, pero sobre todo en lo emocional. Nepal es sinónimo de Everest, de excursiones carísimas de alpinista profesionales, de medios de comunicación y de, en general, occidentales bien dotados de recursos, que acuden allí para deleitarse con las mayores montañas del planeta (fruto por cierto del impacto de la placa india contra la asiática, la misma que ha causado este temblor) y ascienden a esos picos, dejando recursos que son una de las principales fuentes de ingresos para el estado y los habitantes de esa tierra. De Katmandú nos viene a la cabeza el exotismo, leyendas y cuentos orientales, pero poca realidad. Casi nada se de ese país, y no conozco a nadie que haya estado allí, salvo mi amiga EIA, a la que citaba ayer, que hace unos años fue con su novio a hacer rutas en bici. Esa lejanía hace que, pese a que ahora los medios de comunicación se vuelquen en la noticia y haya una corriente de solidaridad internacional de ayuda y rescate, no sea mucho el tiempo que pase para que la noticia se disuelva, empiece a perder relevancia, sea vista como algo “lejano” y, como pasó en Haití, una vez que los nacionales estén más o menos a salvo, la cobertura de la noticia pierda peso en los titulares y acabé en el montón, donde en apenas unas frases o segundos se le siga la pista. Hasta que desaparezca del todo y, como en el caso de Haití, a pesar de la insistencia de Forges, nos olvidemos de ella.

Es por eso que esta ventana de oportunidad mediática que tiene ahora Nepal es su principal baza para poder obtener recursos necesarios para una reconstrucción que será, como siempre en estos casos, dura, difícil y muy lenta. Urge ahora seguir buscando a posibles supervivientes, y salvar todas las vidas que se puedan, pero para los miles que han perdido techo y hogar, y que ya duermen al raso, empieza ahora una nueva vida en la que todo lo que tenían se ha perdido y deben comenzar de nuevo. Contarán con la ayuda de los suyos, y la nuestra… mientras que Nepal sea noticia. Luego Dios, y nuevamente la temblorosa tierra, dirá. ¿Saben ustedes algo sobre cómo está hoy Haití? Pregúntenselo antes de pensar en el futuro de Nepal.

lunes, abril 27, 2015

Correr hasta desfallecer (para EIA y amigos)

Ayer Madrid se vistió de norte. Con cielos encapotados, nubes densas, lluvia que en ocasiones daba tregua, pero se vengaba con intensidad en otros momentos, y un viento que de vez en cuando amenazaba con llevarse a toda la ciudad por delante, miles de personas salieron a las calles armadas con unas zapatillas, una camiseta y un pantalón corto para correr por unas avenidas, habitualmente atestadas de coches, que estaban cortadas para que ellos pudieran desarrollar sus músculos y pisar el asfalto, hacerse con él, dominarlo. Durante varias horas los coches cedieron el paso a la marabunta de corredores que hicieron humana la ciudad.

¿Qué lleva a alguien a ponerse a correr? Eso que llamamos deporte tiene dos categorías básicamente, tal y como yo las veo. Una es aquella en la que el deportista, sólo o en compañía, se enfrenta a otros deportistas. Son estos juegos los que tienen más éxito mediático y acaparan portadas, dinero, aficionados, escándalos y relevancia. La otra es la del individuo que se enfrenta a sí mismo. Deportes que se practican en solitario o en grupo, pero que llegado el momento se viven como una lucha interior. Ciclismo, natación, atletismo o gimnasia entran dentro de esta categoría. Dada mi torpeza absoluta, falta de coordinación, e inapetencia general por el ejercicio físico, el poco deporte que he hecho en mi vida se engloba en esta segunda categoría, concretamente ciclismo, aunque tampoco soy una fiera en ello, la verdad. Ahora hay una fiebre impresionante por correr, y como somos muy modernos, eludimos ese verbo castellano sustituyéndolo por otro término anglosajón que sucede al, también guiri, que usábamos en los ochenta. Correr está de moda. Pasea uno por parques y calles y ve a un montón de gente corriendo. Es un deporte barato, en tiempos de escasez de medios, en el que las zapatillas son la inversión principal, que no depende demasiado de la meteorología, y que puede practicarse en cualquier parte. Y la maratón de ayer es su fiesta principal. Una buena amiga mía, EIA, amante de ponerse retos y franquearlos con valentía y pundonor, se enfrentaba ayer por primera vez a los 10 kilómetros de carrera, y unos amigos suyos y compañeros de trabajo, a la media maratón. Con tal motivo estuve en meta esperándolos y pude ver las escenas de los que, carrera ya terminada, y una vez superado el puesto de recuperación y guardarropa, salían de la vallada zona de meta. Había imágenes de todo tipo, pero predominaban las de alegría de los familiares y amigos que habían ido a esperar a los suyos, que llegaban exhaustos pero satisfechos, deshechos tras el esfuerzo y golpeados por un tiempo que no les dio tregua en ningún momento. Para algunos, como mi amiga, era su primera carrera, y la ilusión del principiante, unida al éxito de haberla terminado, les proporcionaba una alegría enorme. Otros eran veteranos, de esos que usted o yo puede cruzarse todos los días y que más que correr parece que van subidos a una cinta de lo rápido que avanzan, que llegaban solos a meta y miraban su equipamiento analizando las marcas y sintiendo si ayer había sido buen o mal día. ¿Por qué corrió esa gente ayer? ¿Qué les hizo madrugar en un día de perros para castigarse? No lo se, supongo que hay tantas respuestas como personas en la carrera. Superarse, apuestas, promesas, retos, objetivos en una preparación, experimentarse, verse capaz de ello, atreverse… Todos los que usted sea capaz de imaginar y, seguro, muchos más.

Mi amiga estaba asustada porque no se veía capaz de acabar, pero lo logró, porque como es habitual en ella, sacó fuerzas de flaqueza y no se rindió. Nunca se rinde. Como le comentaba días antes de la carrera, cuando tenía miedo de hacer el ridículo, todos los que ayer salieron, o los que se preparan e intentan un reto de estas características, u otra aventura personal o profesional, se enfrentan al mismo desafío, y no hacen el ridículo, porque se han atrevido a lanzarse, porque durante días, semanas… años, se han estado preparando para ello, porque le han dado importancia y se han dedicado a ganar ese reto. Y desde el momento en el que, bajo el frío y la lluvia de ayer, salen a la carrera, ya han ganado. El resto son sólo kilómetros, dolor, y una meta al fondo en la que ser recibido.

viernes, abril 24, 2015

La Tierra gira alrededor del Sol

Seguro que este título de hoy les sorprende, y piensan que tras él escondo una sofisticada metáfora política o económica, en la que el Sol, por ejemplo, es Alemania, y la Tierra, nosotros, o algo por el estilo. Pues no, el significado del título es literalmente el que es. Nuestro planeta gira alrededor del sol, en una órbita ligeramente elíptica, cuya duración es lo que denominamos año. Lo hace inclinado algo más de 20 grados sobre el plano, lo que genera las estaciones meteorológicas, y es nuestra rotación lo que genera el día y la noche. El sol no sale y se pone, aunque lo sigamos diciendo. Rotamos en torno a él.

Esto viene a cuento de los resultados de la VII Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología de FECYT, presentada ayer, en la que se encuentran perlas como que un 27% de los preguntados cree que es el Sol el que gira en torno a nosotros, como pensaba casi todo el mundo hasta la revolución copernicana. Una cuarta parte de la población está equivocada en lo más profundo, y sobre un concepto archidemostrado que se estudia, en teoría, en todos los colegios, aunque visto el resultado del sondeo habrá que poner en cuarentena lo del estudio y los colegios. Si quieren ustedes consolarse, en 2006, no en el siglo XIII, el porcentaje de los que pensaban que el Sol rota en torno a nosotros era del, agárrense, 38%, una cifra por la que darían toda su sangre PP y PSOE para poder alcanzarla en cualquiera de las citas electorales que tenemos en lo que queda de año. En este sentido hemos mejorado bastante, pero aun así con una cuarta parte de los votos, se pueden conseguir mayorías cualificadas para gobernar. Yendo a aspectos más cualitativos, la encuesta muestra que la percepción de la ciencia por parte de la población ha mejorado. Es un 59,5% el que señala que la ciencia tiene más beneficios que perjuicios, frente al 53% que opinaba eso mismo en 2012. Vamos mejorando, pero muy poco. Y no es suficiente. De hecho últimamente hay muchas noticias de movimientos anticientíficos que alcanzan relevancia y, como es de esperar, sus consecuencias son nefastas. No me refiero sólo a los que tienen montado el gran negocio del ocultismo, astrología y prácticas similares, que parecen ser tan fuertes que no podrán ser erradicados nunca, no. Ni los creacionistas y/o defensores del diseño inteligente, otra corriente de opinión profundamente equivocada, que entre nosotros afortunadamente no tiene mucho peso, pero que sigue siendo muy fuete en EEUU, y está logrando que su teoría, disparatada, se enseñe en algunas escuelas como contraste a la de la evolución darwiniana, como queriendo ofrecer dos alternativas posibles ante los hechos para que el alumno escoja, cuando la ciencia no es escoger, sino demostrar y descartar. Asombroso. Los que han cogido mucho bombo últimamente son los del movimiento antivacunas. Subidos a la moda de la vuelta a una arcadia natural, que es falsa entre otras cosas porque nunca existió, hay grupos organizados, no sólo de padres, que rechazan que a sus hijos se les vacune de ciertas enfermedades porque la vacuna puede causarles males mayores. Podríamos pensar que esto es una sandez muy grande, y lo es, pero las consecuencias que tiene son enormes. Enfermedades erradicadas, que son muy peligrosas, que durante milenios han matado sin control, y que gracias a las vacunas han conseguido ser vencidas, reaparecen por una decisión irracional basada en temores y miedos carentes de todo sentido. Y eso es una de las consecuencias no de no creer, sino de no respetar a la ciencia, de no valorarla como es debido.

Resulta muy curioso que en nuestro mundo, al que hemos llegado y podemos vivir gracias al desarrollo científico y tecnológico, en el que esos avances nos rodean por todas partes y hacen de nuestra vida la más cómoda y sencilla de las que han existido a lo largo de la historia de la humanidad, el negacionismo, el rechazo al avance, tenga tanta fuerza entre nosotros. El giro del Sol, los antivacunas, movimientos que parecen surgidos de tiempos medievales, arraigan en medio de nosotros y transmiten sus mansajes a través de miniordenadores que utilizan las frecuencias electromagnéticas, los smartphones, que no son sino uno de los frutos de esa ciencia que tanto critican y detestan. Queda mucho por hacer en el campo de la divulgación y, sobre todo, en el del convencimiento. Hay que seguir trabajando. ¡¡¡Viva la ciencia!!!

jueves, abril 23, 2015

El libro en papel o en digital, lo importante es leer

Hoy, 23 de Abril, se celebra el día del libro, de ese maravilloso invento que nos entretiene, forma, divierte y hace pasar el rato como ningún otro. Con tal motivo se cumplirán las tradiciones ya clásicas de la lectura del Cervantes, la entrega del premio homónimo en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en esta ocasión a Juan Goytisolo, el descuento del 10% en todas las librerías y, en idea importada de Cataluña, la proliferación de rosas de Sant Jordi, que ahora se encuentran ya en todas las tiendas de España. Un día para comprar y, como todo el resto del año, para leer.

En pasadas semanas he visto algunos artículos que ahondan en la polémica sobre el formato del libro. Los defensores del clásico en papel alzan su voz frente a la desmaterialización del digital, los amantes de lo novedoso miran a los del papel como especies a las que la evolución arrincona en una orilla del camino, y las posturas se mantienen enfrentadas. Yo, comprador compulsivo de libros en papel, tengo una postura bastante clara y, como suele parecerme a veces a mi mismo, contradictoria. Me encanta el papel para los libros. Me paso a veces medio día delante de la pantalla del ordenador, en la que leo sin cesar, por trabajo o por lo que sea, y la fortuna ha querido que no se me cansen los ojos, pero para leer en casa o en el camino prefiero el libro de toda la vida, y no me voy a pasar al digital hasta que, si llega el caso, la edición en papel sufra una debacle similar a la que vive el mundo del CD. Pero nada tengo en contra del libro electrónico, ¿por qué debiera criticarlo? Es un soporte que tiene evidentes ventajas, como son la portabilidad y la posibilidad de aumentar el tamaño de letra de lo que se lee, fundamental llegada una edad en la que los ojos están tan cansados como el resto del cuerpo. También tiene problemas, como el asunto de las baterías, que siempre duran menos de lo debido, y la sensación de anonimato que genera cada título, que es visto de igual manera a través de la misma pantalla. Pero todo eso da igual. Cada soporte posee ventajas e inconvenientes dadas sus características, y son indisociables. Cuestiones como el sentimiento, la practicidad, la experiencia, gusto o manía, por citar sólo algunas, condiciona cómo apreciamos cada una de las ventajas o inconvenientes que podríamos denominar objetivos, y hace que al final nos decantemos por uno u otro soporte. Como pasa con todas las demás cosas de la vida. Y eso no las hace excluyentes, ni mucho menos. Habrá nichos de mercado, como el de la educación, en el que tabletas y libros electrónicos se muestren superiores al clásico libro de texto, y otros en los que el libro en papel sea el pujante. Y el gusto, afición, moda y deseo del consumidor será el que finalmente determine qué formatos prevalecen en cada momento, aunque me da la sensación de que, como sucede muchas veces, se alcanzará un ajustado grado de convivencia entre todos. Por ello desde aquí animo a la gente a todo el mundo, a que se compre libros en papel, tabletas, Kindles, lo que le de la gana, pero sobre todo, lo importante, lo más importante, a que lea. Porque me da igual si uno mira a una hoja en la que la tinta impresa remarca un tipo gráfico o a una pantalla retroiluminada o de tinta electrónica. La emoción del texto, su calidad, lo que nos cuente, es lo relevante. Si está compuesto en Arial, Trebuchet o brilla es, sinceramente, lo de menos. El hecho es leer y vivir al historia que el autor nos ha querido contar.

Viviendo en metro al trabajo veo a gente que lee en todos los soportes posibles. Somos menos que antes de que el smartphone, con el whatsapp y los juegos, se convirtiera en el rey del transporte público, y me temo que de la vida en su conjunto, pero aún se ve a muchos leyendo. Hay una chica, guapa la verdad, a la que veo habitualmente en las últimas paradas antes de llegar a la oficina, que casi siempre está leyendo en su smarrtphone. Pasa páginas, no se en qué formato, y se mantiene concentrada en su lectura, en una pantalla pequeña y un tipo de letra minúsculo, aparentemente muy inadecuado. Pero ella lo disfruta, lee y le gusta. Y eso es lo realmente, lo único importante. Feliz día del libro, compren (paguen a los autores) y que buenas historias lleguen a sus vidas.

miércoles, abril 22, 2015

Hacienda es la “repera patatera”

Hace un par de días validé el borrador de mi declaración de la renta. Como todos los años desde que me compré el piso, y gracias a la desgravación hipotecaria de la que todavía me puedo beneficiar el saldo es a devolver, abundantemente, cosa que hace que mi visión anual del fisco siempre sea más bondadosa que la de la media. Otro cantar será cuando acabe de pagar la hipoteca o, temo que antes, cambie de piso porque ya no quepa, y diga adiós a esa gracia fiscal que tan bien me vino en el pasado, y que la ley actual no contempla. Era la “repera” pensaré al recordarla.

El escándalo Rato y toda la polémica que hay encima de la mesa sobre la amnistía fiscal de 2012 y los más de setecientos investigados ha estallado en plena campaña de la renta. Los asalariados, como es mi caso, no tenemos vías reales para defraudar, por lo que somos la ubre que el estado exprime sin reparo ni error alguno para abastecerse de ingresos. Pero parece ser que hay muchos cientos de miles que pueden eludir el control del fisco, y deciden hacerlo. Consideran que el resto de españoles somos pringados, gilipollas y tontos. El que ese pensamiento sea el dominante en nuestra sociedad durante muchos siglos es el que ha permitido que el fraude no sea perseguido con la intensidad debida, porque es comprendido por muchos. No se si las cosas están cambiando, sería la “repera” si así fuera. De momento el gobierno, en este caso, tiene un lío de mil narices encima de la mesa, porque la detención de Rato y su escarnio público, grave herida para el gobierno y el PP infringida, según muchos, por fuego amigo, ha dejado en evidencia no sólo a uno de los mitos del partido y maltrecha la historia de éxito del pasado, sino los agujeros y desastres que la amnistía de 2012 trató de encubrir. Vista desde cualquier perspectiva, esa decisión fiscal ha supuesto un tremendo error. No sirvió para ingresar mucho, poco más de mil millones de euros, que los de los ERE o los cursos de formación se pueden fundir en lo que se tardan en atiborrarse de gambas. Permitió que muchos miles de millones de euros más regresasen a España, pero en unas condiciones de tal ventaja que suponían una discriminación absoluta respecto a los patrimonios regulares que estaban desde antes aquí. Y, como era de temer, sirvió para para que presuntos, de momento, delincuentes lavasen sus ingresos y patrimonio, obtenidos no se sabe muy bien cómo o, siendo mal pensado, sabiéndolo perfectamente. Es cierto que la ley que ampara esa amnistía dice que, independientemente de la regularización, se investigaría si los capitales tenían una procedencia irregular y, en su caso, se perseguiría, pero quedaba claro que en ningún caso se iba a dar a conocer la lista de los que se habían acogido a la misma, por el simple hecho de que si yo ofrezco un trato ventajoso a alguien sólo se apuntarán los que, por vergüenza, sepan que van a seguir amparados en el anonimato. Los nombres de quienes, por ahora, sabemos que se acogieron a esa amnistía, han surgido porque están involucrados en otras causas penales (Gürtel, Pujol, Rato, etc) y son los jueces que las instruyen los que han requerido esa información. Sin embargo, ahora que sabemos que hay una lista de setecientos reyes de la sinvergonzonería entre el grupo de aprovechados amnistiados, sospecho que no pasará demasiado tiempo antes de que empiecen a filtrarse nombres o indicios que puedan señalar a unos y a otros. Y eso sería la “repera”

O no. Y por eso quizás la comparecencia de ayer del director de la Agencia Tributaria vino a transmitir un mensaje muy similar al que, de manera más abrupta y tosca, bramó Pujol en su comparecencia. “No movamos el árbol que se caen las ramas”, dijo el nada honorable. Esto es la “repera patatera” comentó ayer Menéndez en una expresión muy de tebeo de Mortadelo, pero que veía a decir que, como todos sabemos que todos estamos metidos en el ajo, mejor que no nos hagamos daño unos a otros. Y eso contribuye a mantener la imagen de que el que paga impuestos en este país es un “pringao”, que lo mejor es defraudar, vivir a cuerpo de Rey sin dar golpe y robando a los demás. Y luego, ser amnistiado por los míos o por los otros. Sí, sí que es la “repera patatera”

martes, abril 21, 2015

Un año después de Lampedusa, estamos peor

Hace un año aproximadamente vivimos la tragedia de Lampedusa. Unos trescientos inmigrantes fallecieron en su huida de las costas africanas y se ahogaron en las proximidades de la isla de Lampedusa. Hubo una conmoción internacional, se organizaron cumbres borrascosas y urgentes en Bruselas, el Papa Francisco dijo bien alto aquella palabra “vergüenza” en un italiano que la dulcificaba pero no quitaba expresividad alguna. Se habló de tomar medidas e invertir donde fuera necesario para evitar que algo así volviera a suceder en el Mediterráneo. Se hicieron muchos discursos y gestos.

Pasado un año desde entonces, la situación, lejos de mejorar, ha empeorado notablemente. El flujo de inmigrantes refugiados que tratan de alcanzar la costa europea no cesa, es más, se incrementa a medida que pasa el tiempo, y la situación de los países de donde surgen es cada vez más angustiosa. El desastre en el que se ha convertido oriente medio, con la interminable guerra de Siria y las nuevas guerras que se desarrollan en Irak y Yemen son una perfecta fábrica de refugiados, que huyen no sólo de la miseria, sino directamente de la muerte. Tras meses de periplo inimaginable, que a usted y a mi nos exterminaría con toda seguridad, llegan a los países del sur del Mediterráneo, y se dan cuenta de que en algunos casos, el concepto de “país” ha dejado de tener sentido. En Egipto hemos vuelto a consolidar una dictadura militar que nos ofrece seguridad y cobertura, pero en gran parte de la franja sur del “mare nostrum” la situación es desquiciante. Túnez mantiene un enfrentamiento soterrado, de lo que ahora se llama “bajo nivel” frente a las milicias islamistas que controlan parte del territorio del norte del país, y Libia, directamente, ha dejado de existir. El país que tiene la costa más cercana y amplia en esa zona es ahora mismo un caos, donde se enfrentan facciones rivales provenientes del antiguo ejército de Gadafi por el control del territorio, y con el aderezo del islamismo fanático de DAESH, que se ha hecho con varias localidades, donde sus huestes de decapitadores trabajan a destajo. Si en el caso de la UE con Egipto, o en el particular de España con Marruecos, existe un estado al otro lado con el que negociar, y seamos sinceros, pagar, para que mantenga estable la frontera y evite que los inmigrantes salten, ¿con quién se puede hablar en lo que queda de Libia? Ahora mismo con nadie. Una forma de definir el estado de ese país es que, pese a la situación que allí se vive, es posible volar y aterrizar en Bagdad, pero no se puede hacer lo mismo con Trípoli. Esta misma noche la abandonada embajada española en esa ciudad ha sido objeto de un ataque por parte de las milicias islamistas. ¿Quién no huiría de esa situación? ¿Aguantaría usted en un país en guerra constante, donde su vida no vale nada? Las “fábricas” de refugiados siguen trabajando sin descanso y, cuando esas personas llegan al mar y se ahogan, es cuando nos enteramos de que esos problemas existen, mucho más cerca de nosotros de lo que podamos imaginar y, desde luego, sentir. Estabilizar esos países, impedir que las guerras continúen, sería el primero de los muchos, complejos y lentos pasos que habría que dar para que el flujo de refugiados frenase, pero eso ahora mismo es una utopía. Esas guerras parecen imparables, y los huidos se cuentan por millares, millones. La situación en las zonas de conflicto está absolutamente fuera de todo control, y lo que vemos en el mar no es sino la punta de un inmenso y dramático iceberg de miedo, desesperación y lucha por la pura supervivencia de una población que, en muchos casos, sólo puede escoger en qué lugar y de qué manera va a morir.

Más allá de las palabras oficiales, escasas, y de las cumbres urgentes, inoperantes, a corto plazo debemos vigilar las aguas, rescatar a quienes allí se encuentran, y acogerlos en la UE mediante cupos por países. Y acto seguido debemos perseguir y exterminar a los piratas que con ellos trafican. Pero eso serán tiritas frente a los problemas de fondo que antes he señalado, que no tienen pinta alguna de solucionarse en el medio plazo, y que, es más, como en el caso de DAESH, no hacen sino agravarse. Por eso, las lecciones de Lampedusa siguen siendo las mismas, pero un año después, ante el mismo examen, el suspenso cosechado es aún con peor nota si cabe. Se nos acaban las convocatorias.

lunes, abril 20, 2015

Morir en el Mediterráneo

En la canción de Serrat el Mediterráneo es un lugar de nacimiento, vida y alegría. Luz que baña sus costas y aguas que ofrecen consuelo, alimento y paz. Lo cierto es que durante la mayor parte de la historia estas aguas han sido testigo de grandes batallas y episodios de crueldad. Sólo en los últimos tiempos sus costas se asocian a diversión, ocio, desenfreno y fiesta. De hecho hay una marca de cervezas que ha adoptado el concepto “mediterráneamente” como sinónimo de hedonismo y buena vida. Sus anuncios derrochan juventud, vida ligera y alegría sin fin.

Pero las aguas siguen cantando tristes historias cuando apagamos las luces de la fiesta. Casi cada semana, en lo que llevamos de año, se contabiliza un naufragio de inmigrantes que, provenientes de la orilla sur, tratan de alcanzar las costas de Europa, especialmente en el entorno de Lampedusa, Malta y Sicilia. Es difícil, por no decir imposible, saber a ciencia cierta cuánta gente ha muerto, sólo a lo largo de este año, en estos intentos. Pocos de ellos son exitosos, en muchos casos llegan bastantes menos de los que partieron, y hundimientos, vuelcos y pérdidas están a la orden del día. La semana pasada algunos supervivientes hablaban de 400 fallecidos en una embarcación que se hundió en medio del mar, y este fin de semana se habla de 700 en otra, que zozobró cuando los desesperados tripulantes vieron, a lo lejos, un mercante, y se agolparon en un lateral de la barca pidiendo auxilio, provocando que esta volcase. El relato de los supervivientes, siempre igual de angustioso, relata un lugar común de miseria, guerra y desesperación, y la lucha por sobrevivir, por salir de ese infierno, a sabiendas de que es muy posible que la vida que han logrado salvar en la tierra quemada la pierdan en el ancho mar. Da igual, después de haber vivido los horrores de la guerra, como en Siria o Libia, la alternativa de lanzarse al agua parece el menor de los peligros, un territorio en el que no hay enemigos, en el que, al fondo, se encuentra la salvación. Muchas veces, demasiadas, ese mar se convierte en su tumba. Muchos no saben nadar, y podrían ahogarse en piscinas en las que apenas tocasen suelo, por lo que imagínense en mar abierto. Cansados, agotados tras meses, años de huida, carecen de las fuerzas necesarias para aguantar en medio de un agua que, nada que ver con los baños que nosotros nos damos, es agotadora y cruel para un cuerpo humano pasadas unas horas de estancia en la misma. Hombres mujeres y niños, que en muchos casos nunca han visto el mar, embarazadas en diverso estado, que en ocasiones dan a luz en plena travesía, en condiciones de salubridad directamente inexistentes. Si uno lo piensa fríamente parece un milagro que alguien pueda ser capaz de llegar vivo a la otra orilla, a la nuestra. Los obstáculos son inmensos y, a falta de vallas, esa enorme extensión de agua es la barrera perfecta para impedir que esas pobres gentes puedan alcanzarnos. No es necesario construir un muro o una valla para impedir su llegada, basta con el agua, kilómetros y kilómetros de agua, que bajo las condiciones afables del verano se convierte en una tumba para miles y que en el invierno, con los temporales desatados, puede ser un lugar en el que nada ni nadie aguante más allá de unos minutos. Esa extensión de agua es nuestra frontera, nuestra verja.


Y a este lado del mar, donde nos encontramos, asistimos a las muertes en el Mediterráneo con una indiferencia absoluta, cuando no con regocijo. Nos da igual lo que pase más allá de ese mar, si vienen uno, cientos o miles. Sólo queremos que no lleguen, y el agua nos hace el trabajo sucio de impedirlo, de no dejar pruebas, de no mostrar cuerpos ni cadáveres, de no enseñarnos las imágenes del horror. Europa mira de espaldas, miramos de espaldas, a una inmensa tragedia que sucede a escasos kilómetros de nuestras costas, ante la que ni sabemos muy bien que hacer y, sobre todo, no queremos hacer nada. Y todo en torno a ese mar, el Mediterráneo, que junto a la luz de sus costas esconde, en su profundidad, la oscuridad de los seres humanos que en el mueren y de los que, viviendo en él, no los salvan.

viernes, abril 17, 2015

La detención de Rodrigo Rato

Cuando las imágenes lo dicen todo, escaso es el espacio que dejan a la palabra. Esa mano, posada sobre la nuca, que empuja para que la cabeza entre rápida y sin golpearse en el marco del coche, es la imagen del hundimiento, la de la justicia que se hace con una de las piezas más preciadas, la del descendimiento de uno de los hombres más poderosos que en la historia reciente de España han sido, y que pudo llegar a serlo el que más, al mundo del averno, a los infiernos de los juzgados, salas de declaración y pasillos de prisiones. Esa mano es la que toca a los, hasta hace casi nada, intocables.

Ya en la época de Bankia, con la desastrosa idea de su salida a bolsa, y todo lo que inevitablemente tenía que llegar después, y llegó, o más recientemente con el asunto de las tarjetas black de esa misma entidad, tuve la oportunidad de “zurrar” mediante estas líneas a la figura de Rodrigo Rato, sin dejarle apenas resquicio de duda u oportunidad. En el fondo, y a sabiendas, a quien estaba echando la bronca con esos artículos, en la figura de Rodrigo, era a mi mismo. Porque yo fui una de esas personas, como muchas otras, que confió en él, que lo veía como uno de los grandes, de los que habían hecho mucho por su país, por nuestro país. Lidiando con las reformas que permitieron entrar a España en el euro, la imagen de Rato, su capacidad dialéctica y su buen hacer, lo elevaron a los altares económicos. No se si fue en 2005 o 2006 cuando acudí como público a un acto en el que, en pleno centro de Madrid, le entregaban un doctorado honoris causa, o algo similar. El local estaba atestado, lo más de lo más en la época en la que era imposible tener más, se encontraba allí, rindiendo tributo y agasajo a la figura de Rodrigo, que escapado por unos momentos de su trono washingtoniano venía a hablar a los mortales. Esa era la sensación que daba, que compartíamos y aceptábamos. Gentes del PP, del PSOE, de todo el arco político de aquel entonces, estaban allí para verlo, para ser vistos con él. Se decía entonces que Rato había sido apartado de la carrera sucesoria del PP por un Aznar que veía en él a alguien demasiado independiente, fuerte, con personalidad e ideas propias, y eso le daba también un aura de poder y capacidad muy por encima del, por aquel entonces, mediocre panorama político nacional, que empieza a ser visto como una joya si lo comparamos con el erial en el que vivimos hoy en día. Y cada vez que en una charla o debate salía el nombre de Rato yo, y muchos otros, lo defendíamos. Por eso cuando empezó a hacer cosas raras, como esa espantada nunca aclarada del FMI (quizás ahora sepamos el por qué) me empecé a mosquear, pero siempre con el inmenso beneficio de la duda que le otorgaba a su persona. Mi quiebra con él llegó con la salida a bolsa de Bankia, aquel engendro creado aunando porquería financiera de toda índole, que estaba condenado al desastre. Su imagen tocando la campaña en el edificio de la bolsa, como bien me recordaba ayer el sabio BLL, es imborrable, y ya en su momento me pareció patética. “Qué haces, Rodrigo, embarcándote en ese Titanic que está condenado a hundirse” pensaba para mis adentros y, cada vez más, en mis opiniones públicas. Luego llegó lo que llegó, que a muchos cogió por sorpresa, pero a muchos otros no, y de ahí en adelante conocimos todos el reverso tenebroso de la fuerza de un personaje que, de poder serlo todo, decidió destruir su vida por la más absurda, infantil y estúpida de las codicias, la que llena el corazón de los hombres del afán del dinero y les hace perder la cabeza con el único objetivo de atesorar más y más. No se muy bien para que.

Esa mano que introduce a Rodrigo en el coche, de manera metafórica, también nos está pegando una buena y merecida colleja a todos los pringados que en su momento creímos en el Ministro, en el Gerente del FMI. Nos está haciendo agachar la cerviz , nos introduce en el coche virtual que nos arroja al mundo real de la corrupción, del blanqueo de dinero, de la estafa, del delito. Mucha manos como esas quizás hubieran salvado a este país del desastre al que ha llegado, pero en su lugar tuvimos muchas cabezas como las de Rato, y miles de mentes ingenuas como la mía, que nos arrojaron a las sombras. Ahora la mano que nos empuja la cabeza quizás sea la única capaz de rescatarnos, de salvarnos, de sacarnos del pozo.

jueves, abril 16, 2015

Femen asalta a Draghi en el BCE

Ayer había reunión del BCE, esas cosas que me interesan a mi y a unos pocos iluminados más, pero en esta ocasión Draghi, don Mario, no salió en las televisiones de todo el mundo por sus crípticas palabras, decisiones heterodoxas o recomendaciones de política monetaria, o de cualquier otro tipo, a los países de la eurozona, como España, sino por un incidente que da mucho que pensar. Una activista de Femen se hizo pasar por periodista y, en medio de la rueda de prensa, se subió a la mesa desde la que Draghi daba su rueda de prensa y tiró papeles y confeti a un asustado Mario y resto de ponentes, que imagino también atemorizados.

Desde hace pocos meses el BCE se ha mudado. Ha abandonado una torre del centro financiero de Frankfurt, en la que estaba de alquiler desde su constitución, para irse a un nuevo edificio, de propiedad, construido junto al río Meno, sito algo más al este del cogollo de rascacielos que crean el perfil de “Meinhattan”, como denominan algunos a la capital financiera de Europa. Esta nueva torre, de perfil modernista, compuesta por dos paralelepípedos apoyados uno en el otro, de unos 170 metros de altura, cuyo coste ha sido muy elevado, mucho más de lo presupuestado, dispone de todas las comodidades imaginables y, se supone, nuevas y reforzadas medidas de seguridad. Pues bien, no ha transcurrido ni un solo trimestre desde que se ha inaugurado cuando su seguridad ya ha sido puesta completamente en entredicho. La activista de ayer suplantó una identidad de periodista, accedió a la sala de la rueda de prensa y, por lo que se ve, pudo realizar su acción sin problema alguno. Y hubo suerte porque todo se quedó en una mera anécdota. Si la chica, en vez de intenciones de notoriedad, las llevase de asesinar, lo hubiera podido conseguir sin muchas dificultades. Es fácil que pudiera introducir objetos punzantes en la sala, que bien utilizados, y con la destreza que mostró a la hora de escalar a la mesa, podrían haber servido perfectamente para dejar a Draghi convertido en un guiñapo. Afortunadamente el incidente quedó en una anécdota que sirvió para eclipsar el momento de gloria de Pablo Iglesias en Bruselas, patrocinado por la HBO, pero es una muestra clara de hasta qué punto la seguridad, que se está convirtiendo en una obsesión, es más una mera apariencia que una realidad efectiva. Ahora el BCE tendrá que abrir una investigación para saber cómo alguien que no es periodista pudo pasarse por uno, y es probable que eso obligue a alterar los protocolos de seguridad de acceso a estas ruedas de prensa, lo que las va a hace aún más “divertidas” para los que las siguen en directo. Pero volvemos a situarnos ante el dilema de que no existe la seguridad absoluta, y de que pasan muchas menos cosas de las que podrían suceder si una mente perversa se dedicase a ello. No estamos aislados ante el mal, eso es cierto. Miles de profesionales trabajan día a día, sin descanso, para velar por nuestra seguridad, no sólo la de los altos cargos y personas “importantes“, la suya y la mía también. Pero situaciones como las de ayer demuestran que, ante un reto continuado, un solo falló, una única puerta abierta, es suficiente para que se pueda producir un desastre, y que decenas de acciones efectivas, en las que se ha evitado el peligro, se conviertan en un gran fracaso. Nunca debemos olvidar, en este y en todos los contextos, esa metáfora que dice que la resistencia de una cadena es la del más débil de sus eslabones.

No se si Draghi ha comentado algo respecto al incidente. En la imagen se le asustado, con cara de no entender que está pasando, con la vista hacia lo alto, donde se sitúa su atacante, y con las manos algo levantadas, en un gesto de autoprotección y tratando de decir “no, no”, probablemente sin entender nada de lo que está sucediendo en ese momento. Y sobre la escena, como si fueran títulos de deuda comprados por el BCE, papeles y confetis vuelan libremente. No deja de ser paradójico que a Mario, que es acusado de comprar todo el “papel” que puede, le sobrevuelen sus hojas en la escena desde la que, habitualmente, rige su mundo.

miércoles, abril 15, 2015

2.000 artículos en este blog

Dice Bilbo en el Hobbit, o en el Señor de los Anillos, no estoy seguro, que es peligroso ponerse en marcha en el camino, porque un pie lleva a otro y cuando menos se lo espera uno ha recorrido grandes distancias, llegado más lejos de lo que hubiera imaginado, y las ganas de seguir son cada vez mayores. Lanzarse a la aventura a veces te permite vivirla, con sus riesgos, emociones, problemas y satisfacciones. De hecho, todos los que estamos ahora en este mundo fuimos lanzados a esta aventura llamada vida, que llevamos como podemos, queremos o nos dejan, un poco de todo. Y a lo largo de esta vida creamos nuestros proyectos, o al menos lo intentamos.

Este artículo hace el número 2.000 desde que empecé el blog, allá por Febrero de 2006. Cuando lo creé, en un momento en el que se había producido un cambio laboral que me permitía ver la vida con más esperanza, lo hice porque desde pequeñito, cuando ya leía periódicos como un poseso, me encantaban las columnas de opinión. Veía distintas cabeceras, en algunas el articulista aparecía con foto, otras con un dibujo que lo retrataba, en la mayor parte de los casos sólo con su nombre. Y bajo ese capitel adornado, un fuste de letras impresas en las que el articulista opinaba sobre todo lo imaginable, y cada día de algo distinto. “Qué gente más lista” pensaba entonces con reverencia y admiración, y lo sigo haciendo hoy en día. En aquellos tiempos el oficio del periodista tenía más solera y respetabilidad que ahora, pero también se decía de él que era una mala profesión si querías hacer carrera y ganar dinero, aunque en mi infancia no tuviese muy claro que era eso de la carrera y, mucho menos, el dinero. Con el paso del tiempo aprendí algunas cosas, siempre pocas, pero seguía leyendo a los columnistas, a los que me gustaban y a los que no, y seguía reverenciándoles en mi interior. No hice la carrera de periodista, aunque tenía serias dudas de que mi elección, económicas, permitiese a mi persona y las miles con las que compartía facultad, mucho más brillantes que yo, por cierto, adquirir algo de dinero en el futuro y hacer carrera profesional. Seguía teniendo el gusanillo de “la columna” pero a medida que pasaba el tiempo lo veía como un sueño impracticable, una de esas cosas con las que uno se emociona al verse haciéndolas, pero que muchas veces se quedan en eso, en emoción volátil cual nube algodonosa. Pero entonces apareció internet, una de las tecnologías que más ha cambiado nuestra existencia, hasta el punto que no concebimos cómo podíamos vivir sin ella (y bien que lo hacíamos, ¿verdad?) Internet permitía tener una página web, escribir, colgar fotos, hacerse un hueco en un mundo virtual de dimensión infinita y que es accesible a todo el que quiera verlo. Parecía demasiado bonito para ser cierto, pero lo era. Creé alguna página web, que ahora dormirá en el sueño de una cinta de backup de algún armario de Leioa, donde se encontraban los primeros servidores web de la Universidad del País Vasco, pero no concreté la idea de “la columna”. Al poco empecé a trabajar, al año me vine a Madrid y todo fue tan deprisa y de forma tan confusa que durante un buen tiempo tuve que aparcar mis sueños para poder sobrevivir a las pesadillas.

Y en febrero de 2006, tras leer y curiosear sobre una herramienta que por aquel entonces estaba muy de moda, el blog, y que ahora sobrevive en medio del ruido social, me decidí. Di de alta una página en la que dudé si utilizar mi nombre verdadero, pero opté por él porque no quería escribir algo de lo que me fuera a avergonzar, y por tanto tampoco tenía por qué ocultar mi identidad. Escogí como título de la columna “Las Torres Gemelas” como homenaje a algo muy grande creado y destruido por el hombre, muestra de nuestra inmensa capacidad para el bien y el mal, y me puse a escribir cada día laborable desde entonces. Y si han llegado hasta este punto, es obvio que las gracias que les debo dar son miles de veces más intensas que el número de columnas escritas. Porque sin lector, sea un niño o un adulto, la columna, elevada, sólo sirve para acumular polvo en lo alto de su capitel.

martes, abril 14, 2015

Günter Grass y la culpa

Ayer, casualidades tristes de la vida, fallecieron dos grandes escritores, dotados de apellidos que empezaban por la letra G, y de los que poco, ya lo siento, puedo hablarles al respecto de su obra, porque debo confesar que, salvo artículos de prensa y entrevistas, no he leído sus novelas. Günter Grass, alemán, premio Nobel, pasados los ochenta años, y Eduardo Galeano, Uruguayo, pasados los setenta. Sus dos grandes obras, “El tambor de hojalata” y “Las venas abiertas de América Latina” respectivamente, los caracterizan, a decir de los expertos en su carrera. Su pérdida supondrá, para algunos como yo, la oportunidad de descubrirlos, tarde.

Más allá de su obra, Grass me parecía un personaje muy interesante, digno de estudio, y ejemplo perfecto de la tragedia absoluta que vivió Alemania e hizo vivir al mundo a lo largo del siglo XX. Respetado intelectual en su país y fuera de él, Grass escribió mucho sobre su pasado personal, y el de los suyos, el de la alucinación colectiva que vivieron en los años veinte y treinta, tratando de buscar algo que pudiera justificar que la nación más rica y culta de occidente se convirtiese en el nido de la perversión que alumbró a las peores criaturas imaginables. No se si encontró la respuesta, pero creo que la respuesta es no, dado lo que he leído y oído al respecto. Pero Grass, al contrario que muchos, vivió siempre cubierto de su propia culpa, y no vio otro camino para redimirla que el de la confesión pública. En sus memorias, publicadas en 2006, admitió que, como muchos, quedó embaucado por el nazismo. Revelo, como pocos lo han hecho, que militó en sus filas, y desveló, como casi ninguno lo ha hecho, que fue miembro de las SS, las tropas de asalto nazis, el cuerpo paramilitar de élite del régimen, dirigido por Himmler. Esta confesión le supuso meterse en un gran problema, e hizo que muchos de los que lo alababan por su obra y trayectoria ética lo repudiasen, se apartaran de él, lo arrinconaran. Y la verdad es que esa confesión es, en mi opinión, lo más grande que pudo hacer como hombre en vida, sobre todo porque si no llega a salir de él mismo nadie lo hubiera sabido. No actuó movido por un chantaje, por un miedo a la revelación de la información, sino por el agobio insufrible de portar en su interior la mayor mancha que imaginarse uno pueda, por el dolor que le producía su propio pasado, dolor que ya no podía eliminar porque los hechos pasados son incorregibles. Su vía a la expiación era someterse al escarnio de la época moderna, a destapar sus vergüenzas en público, a mostrarse débil, pecador y culpable. Y soportar el rechazo y castigo que iba a venir tras sus palabras. Hay otro historiador y periodista alemán, Joachim Fest, que tituló sus memorias “Yo no” haciendo referencia que, mientras que casi todos transigían, colaboraban o eran abiertamente miembros del régimen nazi, él se negó desde un principio a participar en esa locura. Fue lo suficientemente lúcido y valiente como para eludirla. Pero ese es un ejemplo extraño. Con muchos Fest y pocos Grass el nazismo no hubiera llegado a ser lo que fue. Lamentablemente hubo muchos, muchísimos más Grass que Fest, y por eso el régimen prosperó y consiguió destruir el país, el continente y, si se lo hubieran permitido, el mundo entero.


Pero ha habido pocos, muy pocos que, como Grass, lo han confesado, y que han vivido desde entonces atormentados por lo que hicieron y ayudaron a que pasase. En tiempos como estos, de irresponsabilidad, del “yo no he sido” o “yo no sabía nada” que afecta a todos los ámbitos de la vida, Grass es un ejemplo de coherencia, de cordura y de aceptación de su propia responsabilidad. Su ejemplo, cruel y duro, debiera servirnos para darnos cuenta de que reconocer nuestros errores, lejos de hacernos débiles, es la única vía posible para, si no evitar lo que ya hemos hecho mal, al menos pedir perdón por ello. La figura literaria de Grass será muy duradera. Su talla moral, sospecho, persistirá aún más.

lunes, abril 13, 2015

Grandes éxitos de la diplomacia de EEUU

El llamado sello del presidente de EEUU, una especia de anagrama de la institución, muestra, junto al lema de la Unión “E pluribus unum” un águila en cuyas garra derecha sostiene una rama de olivo y en la izquierda unas flechas. Un mensaje del tipo “puedo ser bueno pero también malo, tu escoges”. Tradicionalmente EEUU ha sido un país con una buena diplomacia, amparada por el ejército más poderoso inimaginable, que actúa como amenaza creíble, o de último recurso, a la hora de dar peso a la posición negociadora norteamericana. Esta situación requiere un equilibrio de fuerzas entre las dos “garras” que en ocasiones no se ha dado.

En estos días estamos viendo, tras años de cierta preponderancia militar que no generó los frutos deseados, una prevalencia de la diplomacia, y los logros que de ella se pueden obtener. Es muy pronto para saber si esta estrategia negociadora será rentable a largo plazo para los intereses de EEUU, que son los que defiende su presidente, obviamente, pero lo cierto es que la imagen del encuentro entre Obama y castro, producida este fin de semana en la cumbre de Panamá, y la firma del preacuerdo de desnuclearización de Irán, de hace un par de semanas, suponen dos golpes estratégicos de primer nivel, y cambian de manera profunda los patrones de comportamiento que, respecto a estos asuntos, imperaban en la política de EEUU desde hade décadas. Y si EEUU cambia de opinión, el resto del mundo tiende a hacerlo después. Ambos países, Irán y Cuba, eran vistos como parte integrante de lo que se denominó en su día “el eje del mal” expresión muy sonora pero más propia de una película de acción que de política práctica. Cada uno de ellos presenta problemas muy distintos, siendo Cuba un asunto casi interno de la política de Washington e Irán una molestia gorda que lleva décadas martilleando. En ambos casos se ha dado un cambio de personas dirigentes, que no de régimen, que ha permitido una mayor apertura, o al menos esa es la sensación general. La dictadura de los Castro agoniza a la par que lo hace Fidel, y la economía cubana, dependiente antaño de Rusia, después de Venezuela, da ejemplo cada día de hasta qué punto la miseria puede ser eterna y cómo la población puede acostumbrarse a la misma. No se si Raúl Castro será quien de el pistoletazo de salida de la transición cubana, pero es cierto que ha visto que el régimen y el país no dan más de sí. Su intento de reforma interna, o de apertura, es probable que sea la vía por la que Cuba se convierta en un régimen normal, en un país en el que la libertad pueda volver a pasear por el malecón. Ojalá sea así. En el caso de Irán, tras los ocho años de gobierno iluminado de Ahmadineyad (nuestro viejo amigo “Ahma”) la llegada de un moderado como Rohani ha permitido cambiar el discurso, habitualmente hostil y mesiánico, que sale de Teherán. Las sanciones internacionales y el derrumbe del petróleo han hecho mucho daño al régimen y la población, y es probable que esa apertura sea una vía para encontrar un aire, político y financiero, del que ya apenas se dispone. En este caso, si cabe, al situación es mucho más compleja y difícil de prever que en el de Cuba. Estamos mejor que antes, sí, pero es casi imposible saber hacia dónde nos dirigimos.

Y en ambos casos EEUU, ante condiciones más favorables, ha adoptado una estrategia “blanda” a mi juicio acertada, consistente en mostrarse comprensivo y permitir que se alcancen acuerdos. Hay mucha discusión, y argumentos de peso, sobre si esta es la manera adecuada de actuar o no, pero creo que en conjunto, ganan los pros, empezando por el hecho de que, tras años en los que la imagen norteamericana ha estado muy en entredicho, estas conversaciones logran que el poder blando de EEUU (concepto de Joseph Nye) , su capacidad de atractivo, crezca, y no sólo en las dos naciones con las que se han alcanzado estos compromisos. El antiamericanismo global ha sufrido un duro golpe con estos dos acercamientos, y eso en sí mismo es ya una gran victoria para EEUU.

viernes, abril 10, 2015

Mi primera sondeo electoral por teléfono

Hay muchas leyendas urbanas y mitos que perduran en nosotros y que, por su naturaleza, resultan difíciles de desbaratar, aunque sepamos que son falsos. Los OVNIs, apariciones marianas, el ligar en un bar, que te cojan tras una entrevista de trabajo, Rajoy decidiendo algo, que la chica a la que quieres se digne a saludarte… rumores sin fundamento ni base alguna. El de las encuestas electorales, muy de moda este año, es uno de ellos. Y ayer, por primera vez en mi vida, me llamó una encuestadora para hacerme cuestiones sobre intención de voto en las municipales y autonómicas.

En medio de la cena, levanté el auricular y, al oír un sonido raro, me preparé para, como siempre, de manera amable, mandar al aporra al pesado de Jazztel que no tiene otra cosa que hacer que insistir día tras día (aviso, Jazztel, nunca me cambiaré a vosotros, aunque me paguéis, por plastas) pero esta vez no era una oferta e fibra y televisión, sino una chica que me preguntaba si estaría interesado en responder a un cuestionario de intención de voto. Sorprendido, y curioso, le dije que sí, y empezó a hacerme preguntas, todas ellas centradas en las candidaturas, tanto municipal como autonómica, para Madrid. Ninguna de las cuestiones, en principio, daba opción a hacer valoraciones, ya que todas tenían una regla de votación, asignando valores de 1 a 10 en función de la antipatía – simpatía o nivel de conocimiento del candidato o partido, o criterios del tipo “mucho, bastante, poco o nada”. Primero trataban de saber si iba a ir a votar y luego si conocía a los candidatos que se presentaban. Y de entre los que conocía, tenía que valorarlos a todos ellos en una serie de características como su capacidad de liderazgo, valoración de las actuaciones pasadas, experiencia de gobierno, propuestas presentadas, etc. En estos últimos casos le iba avisando a mi interlocutora que, dado que casi todos los que se presentan lo hacen por primera vez, me era muy difícil puntuar en muchas de las preguntas que se me planteaban. Así, por poner un nombre, Esperanza Aguirre es conocida por todos, tiene experiencia de gobierno y sabemos lo que ha hecho, lo que no, y lo que de ella se puede esperar, pero su rival en el PSOE, Antonio Miguel Carmona, es un afamado tertuliano y posee una capacidad para hablar que rivaliza con la de los vendedores de feria, pero ¿Qué ha gestionado en el pasado? ¿Y si lo hizo, qué tal se comportó? ¿Qué resultados obtuvo? Ni idea. Luis García Montero, candidato de (lo que queda de) IU es un buen poeta y marido de Almudena Grandes, pero en política es un novato absoluto, lo mismo que los candidatos de Ciudadanos o de la plataforma “hacemos que ganemos y presentemos” por lo que, asignando valoraciones de cinco en muchas de las preguntas, o directamente señalando que no tenía información para valorar, sospecho que el tramo más grueso de la encuesta correspondiente a mi llamada resultaría improductivo. A medida que avanzaban esas preguntas iba soltando comentarios sobre los candidatos y formaciones para mostrar por qué no podía valorarlos bien y, de paso, para hacer más amena aquella conversación, tan estructurada, y confieso que logré arrancarle alguna sonrisa a la encuestadora.

Las preguntas finales versaban sobre la política en general, el grado de satisfacción con los políticos y los partidos, y dentro de lo posible traté de ser generoso, aunque se notaba que cuando me preguntaba por la ética, honestidad y limpieza de las formaciones ella lo hacía con la sensación de haber oído muchos exabruptos a lo largo de encuestas anteriores. Tras un cuarto de hora de preguntas, el cuestionario se acabó, y me despedí de mi interlocutora deseándole más suerte de la que puedan cosechar los candidatos a finales de mayo, lo que me agradeció con una risa que, me temo, no será muy habitual en ese duro trabajo.

jueves, abril 09, 2015

La locura de las letras del Tesoro a tipos negativos

Este pasado martes se produjo un hecho histórico, e irracional, en lo que hace a la financiación del país. Por primera vez una subasta de títulos de deuda arrojó intereses negativos. Concretamente, los títulos eran letras del tesoro pagaderas a seis meses, deuda muy líquida y de corto plazo, y el tipo alcanzado fue del -0,002%. Un valor ridículo, infinitesimal, sí, pero con un menos delante, que le hace ser único. A la hora de pedir prestado esto nos viene muy bien, claro está, pero ¿por qué se ha producido esto? ¿Qué significa? Ya les adelanto que, sobre todo, indica la anormalidad del mundo en el que nos encontramos.

Lo normal es que cuando uno pide prestado, el que le presta el dinero, y renuncia temporalmente a su uso, exija un precio. Eso es el tipo de interés. Ese precio variará en función de muchas variables. La más obvia es la de la seguridad. Cuanto más riesgo tenga quien me pide el dinero prestado, más caro se lo cobraré para asegurarme de que se preocupa en devolvérmelo. Cuanto más seguro sea el negocio, más barato le saldrá a alguien pedir dinero para financiarlo. La ley de la oferta y la demanda también funcionan aquí. Un negocio arriesgado es probable que tenga menos personas interesadas en invertir, ante al mayor probabilidad de perder su dinero, y que por ello los tipos de interés del préstamo sean elevados. Con negocios seguros, muchos serán los que acudan a prestar a sabiendas de que su capital apenas corre riesgo, y la rentabilidad obtenida será baja. Hace pocos años, cuando nuestra prima de riesgo estaba en 700 puntos, prestar a España era mucho más arriesgado que hacerlo a Alemania, básicamente por dos factores. Uno era que la economía española estaba hecha un desastre, y los rumores sobre la solvencia y capacidad de pago de España eran constantes. El otro es que había dudas sobre la integridad del euro, y eso penalizaba a las economías más débiles. Por ese motivo eran menos y exigían más los inversores que acudían a las subastas de deuda pública españolas, y había que pagarles mucho, un alto tipo de interés, para que comprasen el producto. El que ahora la prima haya descendido a niveles que oscilan en torno a 100 puntos respecto al bono alemán, ¿es indicativo de que nuestra economía está mejor? La respuesta obvia y correcta es que sí. Para un país muy endeudado como España, cuanto menos se pague por la colocación de la deuda, mejor que mejor. Sin embargo, esa bajada de la prima tiene otra causa, que es más importante que la propia evolución de la economía española, y es la actuación del BCE, el Banco Central Europeo, que desde que la prima alcanzó aquellos niveles insostenibles de 700 puntos ha desarrollado una política, de muchos gestos y algunas acciones, destinada fundamentalmente a lanzar un mensaje a todo el mundo. El euro es irreversible, y el BCE es su guardián. Ya el discurso de Draghi de 2012, en el que pronunció aquellas palabras mágicas “whatever it takes, and believe me, it would be enough” es decir, “haré lo necesario, y créanme, será suficiente” lograrorn relajar mucho las primas periféricas. El BCE salía al rescate y anunciaba que respaldaría al euro frente a los que dudaban de su futuro, y buscaban de paso hacer negocio con ello. Desde entonces, la prima y los tipos de la deuda con ella no han hecho más que bajar.

El interés negativo del martes, que significa que el inversor paga, no cobra, por prestar dinero, indica hasta qué punto la actuación del BCE y la coyuntura actual están distorsionando el juego de oferta y demanda en los mercados financieros. No tiene sentido alcanzar rentabilidades negativas, y en mi época de estudiante de macro sería un suspenso redondo obtener un resultado así en un problema, pero esa es la situación en la que nos encontramos. Estos valores, como los de la prima de 700 puntos, también causan distorsiones no deseadas, quizás más ocultas y difíciles de ver, pero que acabarán aflorando. De momento, como ahorrador, mi consejo es que no compre letras, ya que la ley le protege de perder dinero con el interés negativo, pero desde luego no va a ganar nada.

miércoles, abril 08, 2015

El PP ante los arrecifes de Mayo

La reunión de la junta directiva del PP de ayer sirvió para demostrar que cuanta más gente es convocada a una reunión, menos productiva será esta. Seguro que tiene experiencia en su trabajo de reuniones agotadoras que no sirven de nada más allá de la primera media hora y en la que todos los asistentes pugnan por hablar, sin que aporten en exceso. Aumentar el número de asistentes tiende a aumentar el ruido y las posibilidades de que todo se desmadre. Algo así sucedió ayer en Génova, pero en el silencio más absoluto y con la única voz de Rajoy. El resto calló.

La situación a la que se enfrenta el PP es, realmente, endiablada, y sus posibilidades, escasas, si es que se quiere acudir a algunas de ellas. Tras el avisado y comprobado desastre electoral en Andalucía, en seis semanas se celebran nuevas elecciones, autonómicas en muchas comunidades y municipales en todo el país. Son, después de las generales, las más importantes de todas, las que más poder otorgan y permiten tener una imagen bastante fiel del sentimiento del votante. Acude a ellas el PP en medio del marasmo de saberse perdedor moral de las mismas, estando por ver si será también el perdedor real. En las anteriores, 2011, alcanzaron los populares unas cotas de poder inmensas, y es obvio que, sea cual sea el resultado, perderán gran parte de ese poder. Eso lo sabemos todos. La cuestión es determinar qué grado de pérdida es asumible, a partir de qué punto esa pérdida se convierte en desastre, y las consecuencias que, para la cúpula del partido, léase gobierno, tengan esas pérdidas. Recordemos que a estas elecciones no se presenta Rajoy ni su gobierno, pero es él y sus políticas las que van a ser votadas en cada una de las urnas, y se temen los miles de alcaldes, concejales y cargos públicos locales del PP que sea en ellos en quienes, en primera instancia, el votante descargue esa ira que todas las encuestas señalan, haciéndoles perder el cargo, poder y sueldo por ser quien representa al gobierno. De ahí que desde hace días surgieran voces críticas y ruido de fondo, miedo a la pérdida, que es lo que ayer trató de acallar Rajoy con un discurso reiterativo dirigido a los suyos, con un mensaje de prietas filas y de que es la marca PP la que gana las elecciones, no los candidatos. ¿Le harán caso? Todos ayer dijeron que sí, o al menos, al no emitir opinión alguna, dieron validez a este mensaje, pero a medida que la campaña se acerque veremos cómo habrá candidatos, no solo la de siempre, que irán por libre, que harán una campaña tipo Susana Díaz, en la que la persona oculta las siglas, una marca, PP en este caso, que resta más que vende. Y del resultado de las urnas y de la dimensión de la pira se verá quién tenía razón. Como son tantos los lugares donde se eligen candidaturas, todos los ojos van a estar puestos en Madrid, ayuntamiento y comunidad, grandes feudos del poder del PP, gobernados ambos por mayoría absoluta desde hace décadas, donde se presentan dos candidatas muy distintas, y ambas con opciones de ganar las elecciones y perder el poder. Si el PP pierde Madrid poco importará el resultado del resto de citas, su derrota será estrepitosa. Si el PP conserva Madrid poco importará el resto de citas, habrá salvado la cara. Por eso el principal empeño de sus rivales será hacer campaña en Madrid y arrebatársela. A día de hoy, con las volátiles y desquiciadas encuestas en la mano, los rivales del PP pueden lograrlo.

¿Y Rajoy? Acostumbrado a no cambiar nada, su actitud me desconcierta. Al igual que llegó al poder con una ola de indignación contra ZP y de cierta esperanza, ahora puede verse sumergido por la ola de descrédito y hartazgo político que recorre el país, de la que sigue sin parecer ser consciente. Su discurso economicista, que es acertado, ya no cala en un votante hastiado y cínico a más no poder, que impulsa a nuevas formaciones como reacción de rechazo a lo conocido. Quizás el PP necesite una segunda derrota, tras la de Andalucía, para darse cuenta de que su rumbo es erróneo, pero a día de hoy sigue siendo un trasatlántico muy pesado que, atisbando arrecifes a proa, se muestra incapaz de virar a tiempo.

martes, abril 07, 2015

No es lo mismo morir en los Alpes que en Kenia

Decía un viejo dicho que la profesión de periodista consiste en tener que contarle a alguien que no conocía al señor Fernández la impactante noticia de la muerte del señor Fernández. No se si esto es así o no, pero si es verdad que las noticias nos afectan de una manera muy distinta en función de la distancia geográfica o emocional a la que se producen. Un centro comercial de Kansas City lo consideramos como propio mientras que una universidad africana puede ser lo más ajeno del mundo a nuestra realidad, y de ahí que lo que suceda en ambos lugares tenga un impacto mediático, y emocional, muy distinto.

En esta semana santa hemos asistido a un atentado horrendo, perpetrado por la milicia islamista de Al Shabab, contra un universidad en Kenia, en el que 147 personas fueron asesinadas de manera cruel y despiadada. Los atacantes asaltaron un campus en la localidad de Garissa y, seleccionando a sus víctimas en función de si se declaraban musulmanes o no, iban liberándolos o matándolos según cómo respondían a sus preguntas. Hay algunas imágenes en la web, no muchas, del resultado de la matanza, que ponen los pelos de punta. Este atentado se ha producido en Semana Santa, y ha consistido en una matanza de cristianos. Y sin embargo, ¿cuál ha sido su repercusión? No diré nula, porque se ha comentado, pero casi. No hemos visto enviados especiales al campus de Garissa, ni entrevistas a residentes kenianos en nuestro país, ni declaraciones solemnes por parte de nuestros dirigentes o de otros países condenando esta salvajada, cambiando sus agendas o realizando ofrendas florales. No hemos asistido a esos rituales que empiezan a ser parte de un protocolo establecido para condenar y mostrar repulsa ante el terrorismo. No, nada de eso. Apenas unos breves en las noticias, unas imágenes de agencia leídas con voz en off y situadas a mitad de metraje en los informativos. No se ha abierto en ningún caso con ello. Curiosa, y desgraciadamente, porque ambos son guarismos muy elevados, el número de muertos del atentado de Kenia es prácticamente el mismo que el de las víctimas del no accidente aéreo de los Alpes de hace un par de semanas. Centenar y medio de víctimas inocentes, muertas por la voluntad de alguien, en el caso del avión por una causa psicológica y en el de Kenia por el fanatismo, pero asesinadas igualmente. En ningún momento veremos en nuestros medios la lista de los muertos keniatas, sus nombres, su edad, sus estudios, sus orígenes y vivencias. No conoceremos a sus profesores, a sus amigos, novios, ni sabremos porqué estaban estudiando ahí y qué querían para su futuro. La matanza de Kenia, que de producirse en cualquier campus universitario occidental, con una décima o centésima parte de su dimensión, ocuparía todas las portadas del mundo, apenas ha suscitado unas pocas páginas en las secciones de internacional y pocas, muy pocas, reflexiones. No realizaremos minutos de silencio por esos muertos, ni pondremos coronas de flores, ni nos manifestaremos delante de la embajada de Kenia como muestra de solidaridad, porque muchos ni si quiera se habrán enterado de que ha sucedido algo tan horrible como lo que allí ha pasado. Una vez vueltos a la vorágine postvacacional, Kenia y lo que sucede en esa parte del mundo volverá a la oscura realidad de la inexistencia, salvo que un nuevo atentado, más brutal, sea capaz de hacerle volver a las portadas.

¿Y saben qué es lo más frustrante de todo esto? Que es normal, que es lógico que los medios no le den más cobertura, porque en el fondo aquello está muy lejos, física y, sobre todo, emocionalmente. Sentimos empatía de lo que está cerca de nosotros, de lo que nos es próximo o similar, bien por distancia o sentimiento. Y Kenia, África en general, está lejos, muy muy lejos, pero sobre todo en planos que no tienen nada que ver con la geografía. El medio de comunicación sabe que una matanza en Kenia “no vende” y por eso, sobre todo, no la lleva a portada. Y ser consciente de esa distancia es otra forma, sutil pero igualmente cruel, de hacer que las vidas de los asesinados en Garissa se pierdan para siempre.

miércoles, abril 01, 2015

Arabia Saudí, Irán, y la guerra “caliente” musulmana

Yemen es un país del que no sabemos casi nada, que se encuentra al sur de la península arábiga, ocupada casi en su totalidad por Arabia Saudí, y cuyas costas son bañadas por el océano índico y el mar rojo. El nivel de terrorismo islamista en Yemen ha sido habitualmente elevado, y el turismo es algo anda recomendable por aquellas latitudes. De un año a esta parte los enfrentamientos entre la comunidad sunita, en el poder, y los chiítas de la rama hutí, se han recrudecido hasta alcanzar el rango de guerra civil. Hace pocas semanas los chiís se hicieron con el poder en Saná, la capital yemení.

Y lo que era un enfrentamiento local, otro más, de los muchos que se suceden en todo el mundo musulmán entre chiís y sunís, y que muestran el inmenso desgarro que vive ese mundo, se ha transformado en toda una guerra regional, en la que los chiís hutíes cuentan con el apoyo más o menos abierto de Irán, y los sunitas, tras huir del poder para salvar su pellejo, han reclamado el apoyo del poderoso vecino suní saudí, y Riad ha respondido. Los aviones del ejército saudí, comprados todos a la industria norteamericana, desarrollan desde hace días bombardeos en territorio yemení, tratando de hostigar a las huestes hutíes, y es probable que esto no sea sino el inicio de una ofensiva en toda regla, solicitada por los fieles del depuesto régimen yemení, para que tropas alentadas por la casa de Saud penetren en el país y se hagan con el poder en Saná. Si se fijan, hasta hace poco el conflicto yemení se enmarcaba en los viejos patrones de la guerra fría, en la que las dos potencias, entonces EEUU y URSS, ahora Arabia Saudí e Irán, se enfrentaban militarmente por partes interpuestas, sin llegar nunca al enfrentamiento directo. Se cogía un país, por ejemplo Nicaragua, los unos financiaban a un bando y los otros a otro, morían nicaragüenses en ambos casos y, tras un periodo más o menos largo de enfrentamiento, se alcanzaba un acuerdo, con los dos grandes púgiles sacando lecciones de lo sucedido en aquel terreno de juego. En este caso el gobierno de Saná y los hutíes han jugado a ese juego, en nombre de los dos países que les patrocinan, pero el movimiento de ataque que ha ejecutado Arabia Saudí es, como mínimo, muy interesante. De ser una potencia regional, que utiliza como estandarte de su poder el ser el guardián de los santos lugares musulmanes, las inmensas reservas de petróleo y el armamento que acumula desde hace tiempo, los saudíes han pasado a la ofensiva de una manera brusca y, quizás, precipitada. Están preocupados, y mucho. Hay dos factores, al menos son los que percibo, que son fuente de su intranquilidad. Por un lado el petróleo barato, que lo han provocado ellos, para tratar de hundir las explotaciones de fracking norteamericanas, buscando retener al socio americano. Su marcha, léase independencia energética, sería un duro golpe para el gobierno de Riad. El otro es Irán, el eterno enemigo, chií y persa, frente al suní árabe que representan los saudíes. Irán tiene tentáculos extendidos por toda la zona, y su poder e influencia crece. La lucha en Irak contra DAESH supone la implicación de tropas iraníes que, de una manera u otra, lograrán asentarse en los feudos chiíes de Irak, extendiendo su poder por el hasta hace no muchos años enemigo. Y las conversaciones nucleares que se desarrollan entre Irán y la comunidad internacional, de llegar a un acuerdo, supondrían un alivio económico para el régimen de Teherán, agobiado por las sanciones y el crudo barato. A Arabia Saudí no le interesa que esas negociaciones triunfen, porque un acuerdo sería una ayuda para su enemigo.

El cruce de lo que sucede en Yemen con el desarrollo de esas conversaciones nucleares, que se han extendido hasta hoy mismo para alcanzar un acuerdo, es una buena muestra de hasta qué punto el “juego” se ha complicado en esa zona, el número de actores influyentes crece y las opciones de control de los mismos por parte de las grandes potencias se reducen a medida que pasa el tiempo. Hay ganas, por parte de ambos bandos, de llegar a un enfrentamiento armado entre Riad y Teherán, que sería un desastre absoluto para la región y el resto del mundo. De momento, y con todas las piezas que ahora hay sobre el tablero, la partida es confusa y no está claro quién va ganando. Lo único seguro es que, ahora mismo, pierden los yemeníes.

Subo a Elorrio en Semana Santa y me cojo el Lunes de Pascua. Si no pasa nada extraño, hasta el martes 7 de abril. Descansen y pásenlo muy bien.