viernes, agosto 30, 2019

Prohibido prohibir (para PBN)


El título del artículo de hoy es el de una de las expresiones o lemas que más circularon durante la revuelta del mayo del 68 francés, un movimiento estudiantil de protesta que logró poner París patas arriba y que demandaba libertada, aunque sobre todo buscaba hedonismo y acercar los regímenes democráticos occidentales a lo que se creía era el paraíso socialista. Debajo de los adoquines de París no había playa alguna y el este de Europa escondía dictaduras horrendas, pero el movimiento perduró en el tiempo como un momento de libertad exaltada, y era necesario atestiguar que uno estuvo allí para ser alguien. Si todos los que dicen haber sido revoltosos de la Sorbona en esa fecha realmente lo fueran, París hubiese tenido la población de Beijing.

Y he escogido este título para hoy porque quiero rememorar un episodio de mi pasado que estos días se me repite mucho en la mente. A finales de los noventa estaba yo, ingenuo (como ahora) en la universidad, con la carrera terminada, y desarrollando los cursos de doctorado y la tesina con vistas a sacar una tesis que nunca logré hacer. Pasaba mucho tiempo en el centro de cálculo, tanto por motivos de trabajo como por puro ocio, y conocí allí a personas excelentes, mucho más listas que yo, de las que hoy en día sigo aprendiendo. Uno de ellos era PBN, un par de años mayor que yo, que ya estaba embarcado en su tesis y también pasaba mucho tiempo en aquel lugar. A PBN le gusta el fútbol, y yo lo aborrezco, y estábamos una vez hablando de no se qué y sacó él su pasión por el balón y el equipo que le motiva, y como estaba yo un poco cansado de la plasta del fútbol le solté todo serio que “eso del fútbol habría que prohibirlo”. PBN se giró lentamente, me miró con cierta cara de conmiseración mezclada con desprecio, como la de Clint Eastwood a cada de sus víctimas en cualquiera de sus películas, y me soltó una perorata sobre quién era yo para pedir que se prohibiera algo, si al final sólo iba a existir aquello que le gustase al señorito y que la sociedad es mucho más abierta y plural de lo que es cada uno de sus individuos, y pretender imponer gustos es una muestra de dictadura. Yo, aunque utilicé un tono serio, no lo pensaba con tanta rotundidad, aunque no les niego que sí con un cierto regustillo, pero PBN me contestó serio, directo, adulto, como si realmente hubiera sentido una afrenta por parte de un chiquillo caprichoso que no sabía lo que decía. Reflexioné bastante sobre aquel episodio y, pese a que mi rechazo al fútbol no hace sino crecer día a día, ya entonces no pude sino darle toda la razón a PBN y admitir que, aún soltándolo de improviso, mi expresión y deseo de prohibir eran desacertados. Había dado rienda suelta al censor que todos llevamos dentro, al diablillo que nos sugiere que lo que nos gusta es superior a lo que no, y que si nos colocamos en una posición de poder y decisión empieza a ejecutar restricciones, sesgos y prohibiciones a tutiplén, porque todos deseamos el bien común que pasa, en primer lugar, por el propio. Y el considerar que lo que uno ve bien es lo que está bien es un paso que se otorga con una naturalidad pasmosa y que provoca enormes conflictos en todas las sociedades. Ese día PBN me dio una lección que no pocas veces recuerdo, y trato de volver a poner al frente de mis pensamiento, porque el diablillo censor existe, también anida en mi, no se lo niego, y lucha por hacerse un hueco hasta el control de mi garganta y brazos, para que pueda pedir en voz alta y con gestos estentóreos que algo, lo que sea que no me gusta, se prohíba. Y entonces la figura de PBN aparece en mi mente y sujeta al diablillo censor, le impide el paso, trata de aprisionarlo, y evita que mi persona haga el ridículo como aquel día en el centro de cálculo de la universidad.

Vivimos hoy en día tiempos extraños en los que los diablillos censores de todo el mundo están desatados, corren por las redes sociales y no dejan de demandar, de manera insistente y en todos los sentidos, que se prohíban cada vez más cosas en aras de una corrección y de unas presuntas ofensas que ya no bordean lo absurdo, sino que lo sobrepasan con creces. Conciertos, películas, actores, libros, series, cuadros, todo está sujeto a un ejercicio de censura absoluto que no deja de crecer y que no parece que pueda ser frenado, sino más bien es alentado desde posiciones de poder. Una ola de puritanismo, de moralidad absoluta, que no es sino el reflejo de diablillos censores que se desatan cuando el poder llega a las manos de sus poseedores. Ay, PBN, ¡por qué no se te hará más caso!.

jueves, agosto 29, 2019

Johnson cierra Westminster


Westmisnter es sagrado para los británicos, y por muchas causas. Allí se encuentra su abadía, famosa en el mundo entero, la “catedral del oeste” que es lo que quiere decir el nombre de ese lugar, así llamado por los residentes del antiguo Londres, que se fundó en lo que ahora es la city. Al oeste, desde su punto de vista, se encontraba la sede de la iglesia, el poder del cielo. Con los años, junto a ella, se creó el parlamento, el gestor del poder en la tierra. En la “Carta Magna”, depositada en Salisbury, se encuentra el primer caso, junto con el de la corte de León, en el que el monarca absoluto ve recortado su poder, que se traslada en parte a una asamblea de electos que delibera y toma decisiones. Es el embrión del parlamentarismo moderno, su cuna.

La decisión tomada ayer por Boris Johnson de cerrar el parlamento durante cinco semanas, al borde de la fecha límite del Brexit, es una sucia, muy sucia jugada, que ya era anticipada por algunos analistas como una de las vías que tendría el primer ministro para acallar la contestación que en ese parlamento iba a suscitar su gestión del Brexit. Con una mayoría cada vez más exigua, que ahora apenas alcanza el valor de un diputado, sabe Johnson que basta un pequeño trasvase de votos del grupo conservador para tirar abajo su plan de salida abrupta, y eso le provoca un miedo horrible. Conoce perfectamente este otro mandatario de pelos locos que su posición es mucho más débil de lo que aparenta, y ante esta coyuntura ha escogido la salida deshonrosa, humillante y zafia de acallar la voz del parlamento para evitar que le diga que no. Un movimiento, que según parece la Reina estaba obligada a ratificar, que muestra las oscuras formas de hacer política que, cada vez más, nos rodean a todos y que, pásmense, han conseguido hacerse con el control del poder del Reino Unido, una de las democracias más consolidadas y recias del mundo. En medio del Blitz alemán, con las bombas golpeando la ciudad, Churchill arengaba desde esos mismos bancos verdes cutrosos que se ven hoy en día en la tele, a una sociedad asustada, casi tanto como lo estaba él, para que resistiera y no se rindiera nunca. Fue el parlamento británico la voz que en esos días, años, los más oscuros de la historia Europea de los últimos siglos, se mantuvo alta y firme, como única luz en medio de la debacle. Johnson ha escrito una biografía sobre Churchill, que no he leído, pero me queda una enorme duda de si entendió algo de lo que supuso la vida de aquel legendario dirigente. O lo que es peor, me queda la enorme certeza de que Johnson se fijó sólo en la gestión del poder, en las formas para poder alcanzarlo y en la obstinación absoluta no por el bien de su nación y conciudadanos, sino en su propio beneficio y ego. No tengo muy claro hasta qué punto es constitucional la decisión tomada ayer, entre otras cosas porque Reino Unido carece de constitución escrita y se rige por normas y tradiciones forjadas a lo largo de siglos de práctica, pero si no estamos ante un suave golpe de estado sí es que se lo parece lo suficiente como para asustarse. ¿Qué es lo que va a suceder ahora? ¿Qué hará Johnson durante estas semanas en las que, aparentemente, va a ocupar un papel de autócrata? ¿Cómo va a soportar su partido, el conservador, el papel de defenderle tras una decisión de semejante calibre? ¿Qué acciones, legales, van a tomar el resto de formaciones políticas para tratar de parar esto? Y la sociedad británica, de la que tanto tenemos que aprender todos los demás en tantas cuestiones (y ellos también de nosotros, sí) ¿qué va a hacer? Esto empieza ya a ser no sólo una discusión sobre el Brexit, que es de por sí un asunto de enorme trascendencia, sino un debate sobre la legitimidad del poder que ahora gestiona el país y lo que ese poder ha hecho con sus atribuciones. Una vez creado el precedente, ¿qué impide que otro primer ministro actúe de igual manera y suspenda nuevamente el parlamento, por el tiempo que determine? ¿y si lo suspende indefinidamente?

Comentaba ayer, en plan de coña, que ante el desastre que ha sido la historia europea del siglo XX era el Reino Unido el destino obvio para exiliarse para españoles y miembros de otras nacionalidades, envueltos sus países en guerras y desastres varios. Londres era sinónimo de seriedad, rigor, pragmatismo, libertades ante todo, democracia representativa, estado de derecho, ley, regulación, seguridad y orden. Muchas distopías futuristas encarnan sus más sombrías predicciones en la caída de la democracia británica y su sustitución por un régimen despótico que traicione todo lo que Reino Unido ha sido en el pasado. Dudo que Johnson sea el preludio de algo así, pero también tengo claro que no le importaría mucho si sucediera con él al frente del gobierno. Lo de ayer, además de tristeza, da miedo.

miércoles, agosto 28, 2019

Macron gana el G7


Cierto es que jugaba en casa, con la comodidad que eso otorga y la sensación de control que produce. Cierto es que eso le permitía, como anfitrión, manejar la agenda de la reunión y tratar de modificarla para su beneficio y para el bien de la cumbre en su conjunto. Y también es cierto que las expectativas con las que partía el encuentro, muy bajas, se convirtieron en literalmente cero tras la andanada de tuits de Trump que comenté hace un par de días. Esa nula esperanza de acuerdo hacía que cualquier posible consenso, el mínimo posible, fuera visto como un éxito de altísimo nivel. Incluso no ahondar en las discrepancias pudiera ser un balance aceptable, visto lo visto.

Aprovechando todas estas bazas, y ejerciendo un papel de liderazgo que claramente le gusta, Macron ha sido el gran ganador de la cumbre del G7 celebrada este fin de semana en Biarritz, muy cerca de la frontera española. Las contramanifestaciones han sido mucho menores y anecdóticas de lo que se anunciaba, y eso ha aumentado aún más el prestigio del presidente francés, que sale reforzado interna y externamente del encuentro. Suya fue la idea, días antes del comienzo de la reunión, de poner parte del foco de la misma en las cuestiones ambientales, utilizando para ello los pavorosos, pero tristemente habituales, incendios de la amazonia brasileña, que han acaparado portadas y atención en estos últimos días, cuando es un desastre medioambiental que se da año tras año y no sólo en Brasil, sino también en Paraguay y Bolivia. Fijándose en este punto, Macron contaba con la complicidad de casi el resto de los participantes del encuentro, y su idea era tratar de acorralar a un Trump al que el medio ambiente le parece un engorro. En parte lo ha conseguido, haciendo que el encuentro hable del tema y apruebe un fondo simbólico contra la desforestación y para lucha contra los incendios que ha desatado las iras del presidente brasileño. Bolsonaro, un sujeto demagógico y exaltado, tiene un punto de razón cuando habla del comportamiento pseudocolonialista de los países ricos frente a Brasil, pero pierde todos sus argumentos cuando se lanza al campo de los insultos personales, centrados esta vez en la mujer de Macron, Briggitte. La respuesta del presidente francés ante esos ataques, templada, serena y de altura, lo ha engrandecido frente al rastrero comportamiento del presidente brasileño. El otro punto en el que, esta vez del todo, Macron ha dado un golpe de efecto ha sido la invitación realizada al ministro de exteriores de Irán para que se pasase por Biarritz el sábado por la tarde, para tener un encuentro con su homólogo francés. ¿Buscaba Macron una reunión de los iraníes con la delegación norteamericana? Probablemente sí, y quizás consciente de que ese era un objetivo muy elevado, forzó una situación intermedia, en la que un miembro del régimen de los Ayatolas, apestados para EEUU, se encontraba apenas a unas habitaciones del lugar del edificio en el que se celebraba la cumbre, lanzando el mensaje de que es posible abrir una vía de negociación entre las dos partes, con la presión del resto de países, para restaurar o reconstruir un acuerdo nuclear que impida a Irán tener la bomba pero que le permita participar en la economía internacional como cualquier otra nación. Curiosamente, y este es quizás el aspecto más sorprendente de lo sucedido en la cumbre, Trump ha estado apaciguado, apenas ha tuiteado y no ha respondido con su habitual soflama infantiloide ante gestos y posiciones como estas. Por mucho menos el presidente rubio dispara a diestro y siniestro contra quienes él cree que le toman el pelo o no le respetan, y en esta ocasión se ha comportado de una manera tan reservada como responsable. Es todo un misterio, pero buena noticia que así haya sido.

¿Tendrá recorrido este movimiento diplomático de Macron? Eso depende ya de los iraníes y norteamericanos, pero el esfuerzo ha sido realizado, y ha demostrado una gran audacia por parte de quien lo ha ejecutado. Comentaba hace un par de días en la comida, en el trabajo, con unos compañeros y amigos que Francia y reino Unido aún se creen que son los imperios que fueron, y actúan como si realmente todavía gestionaran el mundo, como sucedió hasta la II Guerra Mundial. Macron ha demostrado nuevamente sentirse como un líder global, como representante, desde la francofonía, de un poder que se extiende mucho más allá del que realmente posee. Y, curiosamente, lo ha hecho muy bien, está por ver si para el conjunto del planeta, pero desde luego sí para sus intereses personales y para la figura de la presidencia francesa.

martes, agosto 27, 2019

Inundaciones en Madrid


Cuando ayer les comentaba que caía una tormenta a las ocho de la mañana en Madrid era imposible prever que eso sería el preludio de un día, más bien una tarde, que pasará a los anales de la meteorología local en forma de un tormentón que anegó partes de la ciudad y afectó con saña a localidades cercanas, especialmente Arganda del Rey y otras del sur como Pinto y Valdemoro. El chubasco de la mañana fue duro, intenso, serio, con rayos y granizo por momentos, pero breve, como manda la tradición en estos casos, y pasados unos diez minutos no caía nada del cielo. Charcos abundantes y alcantarillas haciendo gárgaras durante unos instantes, y el olor a tierra mojada, el preticor, durante horas. Ideal

Por la tarde noche la cosa fue bastante distinta. Me quedé un poco por la tarde en la oficina, dado que en agosto no se trabaja a esas horas puedo hacerlo, para seguir la evolución de una gran tormenta que estaba sita al sur de la ciudad. Una formación enorme, oscura y que se movía muy muy despacio, vista desde mi posición, que descargaba con fuerza en lo que luego descubrí eran Pinto y Valdemoro. A unos cuantos kilómetros de donde yo estaba se empezaban a generar problemas serios. Ramales de esa tormenta se extendía a este y oeste. Estos últimos lograron alcanzar las localidades de Alcorcón y Móstoles, donde un compañero de trabajo me informó que estaba granizando con bolas del tamaño de canicas, más o menos como las que cayeron en mi barrio el pasado miércoles. Afortunadamente no tan grande como para causar destrozos pero sí lo suficiente como para asustar mucho y ensordecer. El ramal este de es tormenta se aproximaba hacia el corredor del Henares y la zona de Arganda, una vez que había superado mi barrio. Aproveché ese momento de calma para dejar la oficina y, metro mediante, llegar a casa, donde había llovido en abundancia, pero ya sólo goteaba, con un incesante rumor de truenos en la lejanía. Eran las seis de la tarde y salí a inspeccionar el panorama nuboso, dando un paseo hacia un altillo ajardinado que ahí a un par de kilómetros de mi casa, al borde ya de la M40, que ofrece buenas vistas de la ciudad. En el camino apenas me llovió, pero el rumor de truenos era creciente. Llegué a la atalaya, y Madrid e veía bastante bien, enmarcada en un resol, porque gran parte de la tormenta ya la había abandonado, pero en mi posición empezó a llover racheadamente y detrás de mi el trueno no cesaba. Conseguí parapetarme junto a un árbol y, paraguas en mano, esquivar la mayor parte de la lluvia, en medio de rayos que caían no muy lejos. Poco a poco la lluvia fue a menos y la tormenta se alejó, en lo que sería dirección a Arganda del Rey, por lo que me rozó el monstruo que acabó anegando esa localidad. Desde donde yo estaba era imposible determinar la dimensión e intensidad de la tormenta, de esas nubes negras y enormes que ocupaban toda la vista pero que podían tener mucha o poca profundidad, imposible determinarlo. No muy mojado, emprendí el camino de vuelta a casa porque veía que, por el sur, se acercaba otra tormenta, que con su rumor ya llamaba a la puerta de la ciudad, y consideré que ya había tenido bastante emoción por esa tarde. En el paseo camino a casa apenas fueron trescientos metros los que llovieron con intensidad, pero no sucedió nada remarcable. Llegué a eso de las 20 horas mientras que el rumor de los truenos no cesaba de crecer, y formas caprichosas de las nubes en el cielo adoptaban un aspecto de lo más tenebroso, retorciéndose y dejando asomar protuberancias rugosas dignas de escenas de relatos de Stephen King. Bajé las persianas casi del todo, porque ya la aplicación del radar meteorológico indicaba que se acercaba un chubasco muy potente, y me preparé para estar en el piso esperando. Se hizo de noche poco antes de las nueve menos cuarto, y poco antes de las nueve empezó a descargar el esperado chubasco, sin cesar, sin preludios, sin preavisos.

Cerca de una hora estuvo cayendo una manta de agua que anegó por completo jardines y caminos en mi barrio, pero que no lo inundó porque tiene pendiente, y los ríos de las alcantarillas atascadas acababan cayendo hacia abajo, buscando el alivio en zonas que intuía se inundarían de seguirla cosa así. Casi una hora de rayos constantes, como flashes de periodistas a la llegada de los famosos, que iluminaban sin cesar el cielo golpeándose unos a otros, y rumor incesante de trueno que no eran golpes, sino timbales tocados en masa y desconcierto, en un bramido constante e imparable. Para cuando la intensidad de la tormenta decreció, varios barrios de Madrid estaban inundados, líneas de metro cortadas, carreteras y variantes anegadas, y el caos era el dueño de todo.

lunes, agosto 26, 2019

Trump contra el mundo


Me van a echar la bronca por abusar de las metáforas tormentosas, pero ahora mismo, ocho en punto de la mañana, cae un chubasco de este tipo sobre un Madrid que ve llover por segunda vez en lo que vamos de mes, y todo ello de manera brusca, con chaparrones cargados de electricidad e ira celeste, no como debiera ser, de manera fina y continuada. Mejor esa lluvia brusca que ninguna, es verdad, pero este tipo de precipitación puede tener sus inconvenientes y arrasar el suelo más que aliviarlo. En general no es un elogio cuando acusamos a alguien de estar tronando, o estar tronado. Violencia y desvarío se suman a la acepción meteorológica y señalan que poco hay de bueno en el comportamiento del aludido. Más o menos como Trump el viernes por la tarde.

En una serie de tuits lanzados por la tarde del pasado viernes, al inicio de la mañana en el horario de Washington, Trump desarboló el mercado y creó el precedente perfecto para que la cumbre del G7 que hoy termina en Biarritz fuese poco más que una reunión de fotos vacías. Atacando a unos y otros, centró sus iras sobre China. Poco antes las autoridades de Pekín habían decidido subir aranceles como respuesta a un incremento efectuado por las autoridades norteamericanas semanas antes, y la respuesta de Trump fue de ira desatada. Acusó a China de ser enemiga de los EEUU, de robarle dinero desde hace décadas y de encarnar el mal en todas sus formas. Lanzó crudas amenazas sobre nuevos aranceles y, así, provocó una escalada en la guerra comercial que viven ambos países que la convierte en un enfrentamiento sin cuartel. Pero estaba animado el presidente y le sobraba tiempo para atacar a alguno más. El otro principal objeto de sus iras fue Jerome Powell, el presidente de la Fed, el banco central de EEUU, el Mario Draghi del otro lado del Atlántico, que sigue en el ojo de mira presidencial porque no hace lo que Trump desea. La insistencia del presidente en que desplome los tipos para estimular la economía norteamericana empieza a ser enfermiza, y se debe sobre todo a que el año que viene hay elecciones en aquel país, como siempre en noviembre, y sabe el líder del pelo amarillo que si la economía flaquea su reelección será imposible. En un ataque asombroso, y como continuación de los tuits lanzados contra China, se preguntaba Trump cuál era el mayor enemigo de EEUU, si Xi Jinping (el presidente chino) o Powell, en un texto que se puede leer una, cien, mil veces, pero que no deja de resultar tan asombroso como aterrador. Podría haber sido escrito por un crío de guardería y lo consideraríamos insultante, pero lo lanzó a las redes el presidente de la primera potencia del mundo, con todo lo que ello implica. ¿La respuesta del mercado ante semejantes disparates? La obvia. Las bolsas europeas llevaban una mañana tranquila y un relajado inicio de tarde, con subidas que rondaban el punto porcentual, y se dieron la vuelta en minutos, para acabar cayendo en torno al medio punto. La bolsa norteamericana, que había abierto hace no mucho, se giró bruscamente, y el índice Dow Jones se acabó dejando un 2,3% en un derrumbe importante, fruto del delirio de lo que leía en las pantallas emanado por los dedos de su presidente. Petróleo y demás activos indicadores de actividad cayeron con ganas y los índices de volatilidad subieron ante lo que parecía un ataque coordinado por parte de potencias extranjeras, pero no era sino otra muestra de la irresponsabilidad de quien se supone preside la mayor economía del mundo y el principal país del planeta. Entre sus mensajes, Trump ordenaba, como si fuera un César, que las empresas norteamericanas volvieran a EEUU y abandonasen China. Se nota que Donald tiene envidia de los autócratas a los que admira y sueña con que sus deseos se conviertan en órdenes ejecutivas indiscutibles. Las organizaciones empresariales norteamericanas siguen, todo el fin de semana, en estado de shock ante declaraciones propias de dictaduras bananeras.

¿Se va a cargar Trump el ciclo económico? No, no es capaz de eso, pero sin duda parece que va a contribuir con todas sus ganas a que el final llegue lo antes posible. La economía de su país lleva creciendo el mayor tiempo conocido desde que hay registros y es normal que flaquee, y lo mismo se puede decir de otras áreas económicas. Las tensiones comerciales juegan en contra de todos y, en definitiva, la economía global está en una situación de debilidad causada por múltiples factores, pero lo cierto es que, en esa coyuntura en la que más se necesita el acuerdo y cooperación entre naciones y líderes para minimizar la futura crisis, que siempre vendrá, la actitud chulesca y destructiva de Trump sólo contribuye a alimentar el pesimismo. Como diría José Carlos Díez, veremos a ver.

viernes, agosto 23, 2019

Tormenta económica, ¿crisis a las puertas?


Esta semana la cosa va de rayos y truenos. Si lo de ayer reflejaba una tormenta real que se vino sobre mi cuando ya estaba punto de refugiarme, lo de hoy es una metáfora por lo que pueda llegar a pasar en la economía global y, claro, en la española, tras un mes de agosto en el que bolsas y mercados se han comportado muy mal. Ya es casi una tradición funesta que, estando sometido al arrullo de las olas, y rebozado en arena, el inversor particular sea asaltado por debacles que hunden sus cotizaciones. La vuelta al cole del ahorrador es cada vez más una tortura, en la que mira las cotizaciones de sus activos, recuerda cómo las dejó y perjura sin fin.

El Ibex ha perdido este mes, en la práctica, todo lo que llevaba ganado en el año, y no era poco. Miles de millones de euros de cotización volatilizados que impactarán en los fondos y productos de todo tipo que tienen vinculación, más o menos directa, con el selectivo español. Los títulos deuda pública siguen escalando record tras record de precio y su rentabilidad no deja de hundirse, por lo que el ahorrador se encuentra entrampado en no se sabe qué pesadilla que le impide sacar renta alguna de sus recursos. En estos días han surgido con fuerza los temores de crisis, no porque haya nuevas noticias en el horizonte que sumar a las ya malas que sabíamos (Brexit, guerra comercial, etc) sino porque el efecto de todas ellas parece que empieza a estar no tanto en las portadas de la prensa como en la cotización de los activos (y en la curva de tipos, pero eso requiere una explicación aparte). Es evidente que políticas erróneas de este tipo van a tener, tarde o temprano, impacto en la economía global, resulta ingenuo pensar que no sea así, sólo que a veces ese impacto tarda en llegar y parece que no existe. Error. Los ciclos siempre están ahí y las malas políticas pueden acentuarlos. EEUU ha batido el record de expansión económica desde que esta se mide, por lo que no hay que ser un genio para pensar que el punto de inflexión debe estar muy cerca. La actitud camorrista de su presidente, amenazando a los países con los que comercia y presionando de manera infame al presidente de la Fed (su banco central) para que cambie los tipos en función de su calendario político demuestra que al mando de la gran nave de occidente no hay nadie sensato. China sigue en un proceso de consolidación, inyectando estímulos que frenen las consecuencias de los aranceles norteamericanos y tratando de controlar su deuda financiera, especialmente la privada, que no deja de crecer. La UE muestra síntomas de estancamiento absoluto, y lo que muestran muchas de sus naciones hace que pinten gruesos bastos; Alemania que ya ha entrado en crecimiento negativo en el segundo trimestre de este año y que de seguir así el tercero estará técnicamente en recesión, Francia está quieta, con tasas de crecimiento anémicas que no logran despertar a aquel país, Italia lleva años sin crecer y ahora mismo se encuentra sumida en unos de sus habituales marasmos políticos que parecen infinitos, Reino Unido prepara su salida con el inefable Boris Johnson al mando amenazando con la ruptura total como baza para tratar de renegociar un nuevo acuerdo y con síntomas de que su economía empieza a atragantarse de verdad por las consecuencias del Brexit, España sigue creciendo algo ajena a esta coyuntura, pero sus cifras flojean se mire el indicador que se mire y la inestabilidad política, ya endémica, amenaza con seguir meses y años….. como potencia exportadora, Europa sufre en primera línea los efectos de las disputas entre EEUU y China, y es Alemania, la que más vende a todos ellos, la que en primer grado muestra las consecuencias de esa guerra. Y si Alemania se frena Europa no podrá evitar detenerse. ¿Vamos entonces a una nueva crisis?

Eso parece, si nadie lo remedia. Reitero que es normal que un ciclo maduro como es en el que nos encontramos de muestras de agotamiento, pero empiezan a ser muchos los palos en la rueda que lo pueden acabar frenando, o descarrilando de golpe. Todos miran, otra vez, a los bancos centrales, como los salvadores de la economía global, pero su margen de actuación es cada vez menor y el rendimiento de sus políticas, decrecientes. Hacen falta adultos en la sala que gestionen bien la economía, combinen políticas monetarias y fiscales, logren acuerdos transnacionales y aporten estabilidad global para que, cuando se dé, la caída del ciclo sea lo más liviana posible. Como esas actitudes escasean, prepárense para un otoño que, parece, tendrá muchas curvas.

jueves, agosto 22, 2019

Tormenta de granizo


Qué pesados somos los que vivimos en Madrid. Llueve en la ciudad e inundamos las redes mucho antes de que rebosen las alcantarillas para comunicárselo a todo el mundo, de tal manera que parece que llueve en todo el país. El resto de la nación puede estar metida en sus asuntos sin descanso, pero saben que en Madrid llueve. Sería para colgarnos a todos del palo mayor si no fuera porque llover es algo tan esporádico, infrecuente, necesario y deseado en Madrid como, pongamos, ligar en el País Vasco, y cada vez que se produce, al menos lo primero, se comunica con efusividad desatada, haciendo partícipes a todos los que a uno le rodean, estén interesados en ello o no. De lo otro, de lo de ligar en Bilbao y alrededores, si se da, no se suele informar.

Ayer quedé por la tarde con el bueno de MLlP para hacer una visita a una de las últimas terrazas que se han abierto en la ciudad, la del edificio España, que tras años de abandono y obras ha sido reinaugurado por la cadena hotelera RIU tras no poca polémica en su proceso de adjudicación y obra. Demandas cruzadas e intereses de todo tipo siguen pleiteando en los tribunales al respecto de este gafado edificio, pero lo cierto es que RIU ha inaugurado parcialmente el hotel y abierto la terraza en lo alto, planta 27, a una altura de unos 110 metros sobre la calle. Las vistas desde lo alto merecen la pena, porque muestran un Madrid de tejados en el centro y verdes bosques en el flanco de la casa de campo. La orografía de la ciudad, llena de cuestas y desniveles, impide que uno pueda hacerse a la idea de su fisonomía completa, pero se ofrece una visión de la urbe y la sierra que merece mucho la pena. Allí arriba, en medio de un paisaje impactante y un paisanaje casi más, que atestaba el lugar, convertido en un bar de copas muy caras, se podían ver algunas de las tormentas que estaban previstas para la jornada de ayer y que, en principio, iban a llegar a la ciudad por la tarde. A eso de las 20 horas no había caído gota alguna en Madrid, pero en la sierra y corredor del Henares ya habían descargado chubascos de consideración. Se observaban desde la terraza dos grandes núcleos tormentosos, perfectamente conformados, uno al norte noreste y otro al este, que se movían demasiado lentos como para, desde nuestra posición, determinar su rumbo. Eran nubes imponentes, cumulonimbos completamente desarrollados, ya topados por las capas altas de la atmósfera que ofrecían todas las formas asociadas a estas nubes y unos colores espectaculares, fruto del ocaso de un Sol al que no le quedaba mucho para ponerse. A eso de las 21 bajamos de la terraza y fuimos a cenar algo por el centro, no sin comprobar antes que algunas de las nubes ya empezaban a mostrar los tonos ocres y rojos propio del final del día, el candilazo que se llama, y que parecían estar cada vez más cerca. Cenamos, charlamos un rato y poco antes de las 22 nos despedimos, cogiendo yo el metro camino a mi casa y mi amigo la calle y voluntad para, mediante un muy largo paseo, legar a la suya, en una de sus caminatas que tanto le gustan y tan pocos, seguro, son capaces de seguir. Vi en el metro, en una de las estaciones que tenía acceso a red, que la aplicación del radar meteorológico mostraba un impactante núcleo de tormenta en el este de la ciudad, prácticamente encima del aeropuerto de Barajas, y el mapa la pintaba de color violeta, uno de los más intensos posibles de la gama, que suele ser señal de granizo. La extensión de la tormenta no era mucha por el lado de la ciudad, pero sí lo suficiente, según veía en el mapa, para llegar al borde de mi barrio, sito en el lado este. Con esta información hice el intercambio que debía para acceder a la línea que me lleva a casa y, parada a parada, confiaba en llegar antes que la lluvia. Al llegar a mi estación y subir las escaleras mecánicas noté que se filtraba por los túneles el olor a tierra mojad, preticor, que se asocia a la lluvia, y empecé a temer empaparme.

Salí de la boca del metro y el cielo, cubierto, me esperaba. Rayos abundantes, algo de vendaval y unas primeras gotas que, en efecto estaban cayendo, pero aún no habían mojado plenamente la calle. Aceleré el paso para recorrer los trescientos metros, más o menos, que tengo del metro al portal, y a mitad de camino las gotas, ya gordas, se convirtieron en granizos pequeños, como canicas, que empezaron a caer, al principio dispersos, en buena compañía cuando estaba a cincuenta metros del portal. Bastó esa distancia., ínfima, para empaparme, y llegar a casa algo mojado. Subí en el ascensor viendo el mundo mojado a través de mis gafas y entré en casa en medio del estruendo de una granizada con rayos de fondo que, durante unos veinte minutos, descargó con saña contra un suelo, árboles, edificios y demás enseres que no habían visto caer gota alguna del cielo desde hace ya algunos meses. Y claro, no tenía más remedio que contarlo.

miércoles, agosto 21, 2019

El desastre del Open Arms


Desastre, como poco, es el único término que me viene a la cabeza para calificar todo, todo lo sucedido en el culebrón veraniego del Open Arms, una especie de serie emitida en directo en la que cada día se nos mostraba un nuevo capítulo regado de incompetencias, mala fe, aprovechamiento, cálculo político, miseria moral, afán de protagonismo y todo un reguero de males que no parecían cesar, como las aguas interminables de un Mediterráneo tan pequeño que puede hacerse infinito para los ojos de quien nada tiene y no sabe nadar. Quizás sean los propios emigrantes acogidos en el barco los únicos inocentes en esta historia, pero el resto, donde también estamos nosotros, poco nos podemos salvar. Menudo espectáculo.

Todo lo sucedido demuestra hasta qué punto no tenemos una solución de fondo al grave problema de la migración proveniente de África destino Europa, que no va sino a ir a más a medida que el desequilibrio demográfico entre las dos regiones sigue creciendo sin cesar. Libia, el lugar por el que parten la mayor cantidad de refugiados, no es un país, sino un territorio en disputa por varias bandas paramilitares que reinan en sus feudos y matan fuera de ellos. En el resto de naciones de la ribera sur se encuentran estados, como Marruecos, ansiosos de cobrarnos un precio para impedir que las pateras salgan, actuando como policía de frontera y manteniendo a todos esos inmigrantes en unas condiciones tan apestosas y humillantes como invisibles a nuestros ojos, y problema que no se ve, problema que no existe. A nadie podemos pagar en Libia, y de ahí surge ese reguero. Los barcos de las ONG acuden al rescate de los náufragos sin apenas condiciones para poder acogerlos ni mantenerlos el tiempo requerido hasta que lleguen a tierra, con mucho voluntarismo pero con poquísima capacidad y medios. Esta crisis ha desbordado por completo la capacidad de un ente privado como Open Arms, que bien haría en pedir al multimillonario Richard Gere que se hiciera menos fotos de propaganda y que, si de verdad le importa el tema, soltase algunos millones de euros (los tiene para aburrir) para organizar mejor las cosas. Pero han sido los gobiernos europeos los que han dado el espectáculo más escandaloso, con el subproducto que rige Italia a la cabeza y el tacticismo electoral que gobierna España detrás. Salvini, el hombre fuerte de la bota, el ministro del interior al que su primer ministro no osa llevar la contraria, se ha mostrado como lo que es, un sujeto sin escrúpulos, un racista profesional, un chulo de barrio y un oportunista que sabe muy bien que el mensaje duro contra la inmigración le aporta votos. Su actitud da miedo, porque demuestra que nada le puede frenar, y que sabe muy bien lo que quiere y cómo conseguirlo, y le da igual lo que tenga que hacer para ello. Si hace falta que se ahoguen algunos inmigrantes, que se ahoguen, pero donde hoy son inmigrantes mañana pueden ser ciudadanos de Nápoles o de cualquier otro lugar. Es el principal villano de esta historia y está encantado con su papel. El gobierno de España es, digamos, un paria que vive a golpe de sondeo y así actúa. Cuando ganó la moción de censura Pedro Sánchez sabía que mostrarse compasivo le daba votos, y trajo a nuestras costas el Aquarius, lo que generó un cierto efecto llamada en la zona del estrecho. Ahora sabe Sánchez que la llegada de inmigrantes en masa no da votos, y por eso hizo todo lo posible para demorar la salida del barco de Open Arms, desentenderse por completo de lo que hacía y, cuando no servía de nada porque era impracticable, ofrecer un puerto seguro en España a sabiendas de que no sería aceptado por una tripulación y rescatados en estado de colapso. La estrategia de Moncloa en toda esta historia ha sido de cinismo absoluto, y su lago así lo llega a llevar a cabo un gobierno del PP tendríamos manifestaciones y sentadas en todas las playas denunciando a un ejecutivo facha y racista.

En el fondo, los inmigrantes son, para los gobiernos europeos, un marrón de mucho cuidado. Europa los necesita, porque envejecemos y hace falta remplazo para trabajar, cotizar y mantener nuestras sociedades, pero el mensaje del miedo al otro ha calado en amplias capas de la población y se muestra recelosa. La llegada de inmigrantes quita más votos de los que da, y ese saldo es lo único que le interesa al político, sea del color que sea, que viste el argumentario como mejor puede y soborna a la prensa y demás medios amigos para que le defienda cuando da bandazos incomprensibles. Y todo para sacar un rédito en esas elecciones que, en todos los países, parece que son ya continuas, sucesivas, sin parar. Sí, desastre total, se mire por donde se mire.

viernes, agosto 16, 2019

Repartiendo letras escarlatas, para Plácido Domingo


Realmente poco voy a poder añadir hoy en mi artículo a lo ya expresado, y de manera tan certera, en piezas como la de Rubén Amón o Karina Sáinz Borgo, que argumentan una opinión al respecto de los casos de abusos de personalidades que comparto plenamente: Ha sido el tenor Plácido Domingo el último en vivir un episodio de estas características, debido a la acusación de una mezzo que hace tiempo trabajó con él. Ella, con nombre y apellidos, y otras mujeres, desde el anonimato absoluto, han lanzado acusaciones de contra el tenor por conducta inapropiada y acoso sexual, que él ejercía desde el pedestal de la gloria de su carrera. Inmediatamente han surgido defensores y acusadores de la figura de Plácido, y el debate el global.

Si se fijan, no hemos cambiado mucho desde la época medieval, nos encantan las ejecuciones en la plaza pública y jalear el ajusticiamiento de los reos. No sin motivo, esa era una de las principales diversiones que organizaban las autoridades en su tiempo. Hoy en día, en este moderno y tecnológico mundo que hemos inventado, nos encanta la asepsia y la aparente neutralidad, pero usamos las redes sociales como mentidero y, realmente, como palangana en la que evacuar toda nuestra bilis. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que se ha conocido la noticia de Plácido Domingo hasta que cientos de perfiles lo han lapidado? ¿Cuántas hipócritas celebraciones se dan en las redes ante la posible caída de una figura de su pedestal? Esas opiniones tienen tanto valor como la mía, es decir, ninguna, pero no pueden suponer un juicio ni generar consecuencias. Para evitar conductas como las medievales, que alentaban en infundio de unos contra otros para quedarse con sus bienes, se establecieron sistemas judiciales que buscan escapar de esa condena pública y tratar de emitir un veredicto lejos del ruido y la furia. La figura de la presunción de inocencia es un clásico del derecho, y sirve para que todos, usted y yo también, estemos a salvo de infundios que un tercero pueda lanzar sobre nosotros con a saber qué fines. Los delitos deben ser demostrado por quienes acusan y los culpables no lo son hasta que un tribunal lo dictamina, es así de fácil y sencillo. Las acusaciones lanzadas contra Plácido no son poca cosa, y más en estos tiempos, pero corresponde a las acusadoras aportar pruebas, testigos y evidencias que justifiquen esos comportamientos, para en su caso abrir un proceso judicial que determine ante lo que estamos. Todo lo demás es ruido, pose, postureo banal e hipócrita de una sociedad que está cada vez más sometida a un escrutinio público gracias a la transparencia de internet, que nos ha desnudado en forma y fondo, y que se rige por un falso concepto de lo políticamente correcto que exterioriza de manera histérica y falaz. Bienvenida sea la caza de abusadores que en el pasado y hoy en día perpetran sus fechorías, y que todo el peso de la ley caiga sobre ellos, y que las víctimas sean reconfortadas, compensadas y comprendidas por aquellos que en su momento no les ayudaron. Y bienvenido sea el momento en el que las violaciones, los abusos y demás delitos sexuales, que tienen una enorme gravedad, sean tratados con la seriedad con la que se deben, y no sean unos meros términos utilizados para elaborar y ejecutar venganzas labradas desde antaño. Como se cuenta en la excelente novela de Nathaniel Hawthorne, que menciona Karina en su artículo, estamos cada vez más rodeados de repartidores de letras escarlatas, de impresores de las mismas, que en aras de la justicia que ellos proclaman, dividen el mundo en puros y justos frente a los abominables que deben ser marcados de por vida y señalados. Lo que ese texto relata es un comportamiento extremo, pero para nada imposible, que se daba en una pequeña comunidad protestante integrista de la costa este de EEUU, pero hoy, siglo XXI ya bien avanzado, los policías la moral proliferan por doquier y reparten letras escarlatas sin cesar, y disfrutan con ello. Al igual que los medievales frente al ajusticiado.

Tengo mi opinión personal sobre Plácido Domingo. Creo que es inocente de lo que se le acusa, y que si cometió errores en el pasado (el que no los haya hecho que tire la piedra) no fueron ni de la dimensión ni de la talla de lo que se le acusa. Habrá que determinar finalmente de qué se le acusa y si eso tiene recorrido judicial o no, y en su caso si eso se traduce en sentencias o no. Pero en todo caso, pase lo que pase, y como reitero una y mil veces, hay que distinguir el autor de la obra. Domingo es una figura absoluta, única, en el mundo de la ópera, y son miles los momentos y testimonios que así lo destacan. Nada puede diluir esos hechos y creaciones. Nada. Aunque queden impresos con letras marcadas en sangre de vísceras.

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo dos días. Si no pasa nada raro, nos leemos el miércoles 21. Descansen y disfruten

miércoles, agosto 14, 2019

¿Qué ha explotado en Rusia?


La serie de Chernóbil, que no he visto, pero todo el mundo califica de excelente, narra el desastre nuclear que tuvo lugar en esa localidad, entonces soviética, ahora ucraniana, pero sobre todo cuenta el desastre humano que allí se vivió y la obsesión del régimen comunista para ocultarlo. Los mayores esfuerzos del gobierno ante lo sucedido se centran en que no trascienda, en que no se sepa, y en segundo lugar se fijan en el hecho en sí y en tratar de controlarlo y reducirlo. Esa política, de ocultación y revelación forzada a posteriori ante la acumulación de pruebas, es algo que los soviéticos llevaban a rajatabla, sin importar las vidas en juego, y los rusos mantienen.

Cada cierto tiempo hay un accidente en Rusia, en el que se ve implicado el ejército, y con el tiempo llegan noticias de fallecidos, heridos, desaparecidos y evacuados, en medio de rumores de todo tipo. Este guion se siguió a la perfección en el trágico accidente del submarino nuclear Kursk, una de las joyas de la marina rusa, que sufrió un accidente y se hundió, muriendo allí toda su tripulación. Para cuando se confirmó esta terrible secuencia de hechos hacía semanas que los cadáveres eran nada, en el interior de un sarcófago de metal. Las familias de esos desdichados soldados fueron tratadas no ya con indolencia, sino como absoluta escoria, y el asunto se dio por zanjado por un Putin que ya había mostrado maneras a la hora de imponer el ordeno y mando. Pues bien, como si fuera una mano del destino la que se le hubiera aparecido a la productora HBO tras el éxito de la serie sobre el accidente nuclear, llevamos una semana recibiendo noticias, con el cuentagotas de rigor, sobre un accidente producido en un complejo militar de Siberia, en el que se ha visto involucrado un ingenio nuclear, sin que se pueda precisar mucho más. Circulan algunos vídeos en la web en los que, a distancia, se observa una tremenda explosión con una potente onda de choque, que no llega a generar un hongo nuclear clásico, pero que a todas luces indica que algo muy grave ha sucedido. Tras los primeros rumores, ni palabra en fuentes de Moscú, y tras varios días de especulaciones, las autoridades acaban por admitir que lo sucedido está vinculado con la prueba de nuevas armas, prueba que ha salido bastante mal según parece. Se habla, y todo esto hay que ponerlo en cuarentena, de que el arma en cuestión es un misil de crucero de nueva generación, anunciada hace ya algún tiempo por Putin, y que ha sido una de las causas de la ruptura de los últimos acuerdos de reducción de armamentos entre Rusia y EEUU del que hablábamos hace unos días. Esta nueva generación de misiles, capaces de transportar cabezas nucleares, tienen un innovador sistema de guiado que los permite viajar muy a ras de suelo y están propulsados por tecnología nuclear, lo que permite que alcancen cualquier objetivo definido en un rango muy elevado de distancia y sean prácticamente indetectables por los actuales sistemas de radar hasta que llegan al punto preciso de impacto. Armas muy poderosas, sí, y muy anunciadas, pero ¿existen? ¿son fiables? ¿funcionan? Quizás, a saber, era algo así lo que se estaba probando en esa base siberiana, y lo que ha sucedido es un accidente en un prototipo, o en el simulacro de un misil ya creado, vaya usted a saber. Lo que sí es cierto es que, vaya vaya, los niveles de radiación en la zona no dejan de crecer, y las autoridades decretaron ayer la evacuación de una aldea cercana, por precaución. Una evacuación, por cierto, muy al estilo ruso. Llegará esta mañana un tren y se llevará a todos los habitantes, quieran o no. Siguiendo el guion pautado ya estamos en el paso de la admisión de que algo ha fallado, y ese algo tiene un componente nuclear. Admiten las autoridades rusas que cinco altos científicos han fallecido en lo que allí ha pasado, pero que todo está bajo control, y es entonces cuando uno puede empezar a alarmarse de verdad, conociendo el percal.

El que haya un componente nuclear poco nos dice sobre lo que allí se probaba y ha sucedido, dado que ese factor puede estar tanto en las cabezas de los misiles (algo convencional) como en el sistema de propulsión (algo muy novedoso), pero poco más se puede afirmar. A medida que las pruebas de lo que haya pasado en el polígono de Arjánsguelsk se empiecen a difundir por el mundo, quizás en forma de nube radioactiva como pasó en Chernóbil, consigamos que el Kremlim vaya soltando información sobre qué ha sucedido ahí y la magnitud de la tragedia. De momento todo son especulaciones, rumores y silencios, que es la peor de las maneras para gestionar cualquier problema. Pero sí, es lo que se acostumbra hacer en Rusia, y en otros lugares en los que la vida apenas importa.

martes, agosto 13, 2019

Nos la jugamos en Hong Kong


Eran espectaculares las imágenes de ayer, en las que miles de manifestantes, jóvenes en su mayor parte, ocupaban las enormes y modernísimas instalaciones del aeropuerto de Hong Kong, uno de los más importantes del mundo, provocando su cierre al impedir las operaciones de facturación y salida de viajeros. Las escenas, sin violencia, pero cargadas de tensión, mostraban como la revuelta en pos de los derechos democráticos en aquella ciudad no deja de crecer y conquistar nuevos espacios, a la vez que aumenta la intensidad del pulso no ya con las autoridades locales, sobrepasadas hace mucho tiempo, sino con el propio gobierno chino, auténtico Gran Hermano que vigila todo lo que allí sucede y medita los pasos a seguir.

La crisis de Hong Kong hace tiempo que ha superado la revuelta inicial en contra del proyecto de extradición a la China continental y se ha convertido en una revolución como la del terciopelo checoslovaco o la naranja ucraniana, un movimiento social masivo en favor de recuperar unas libertades o, en este caso, de mantenerlas frente al poder totalitario que se esconde al otro lado de la frontera, en la China continental. La cesión de la colonia británica en 1997 (aprende, España, si eres poderosa Gibraltar será tuya, si eres poca cosa no) establecía un régimen económico y legal especial que duraría, creo, cincuenta años, en los que aquella ciudad sería una especie de isla en ambas cuestiones. En lo económico las infinitas diferencias que existían entre Hong Kong y China se han ido diluyendo, de tal manera que el gigante asiático ya tiene urbes comparables y un tejido empresarial del que la excolonia requiere para su supervivencia, pero en lo político la situación no ha variado nada. Si me apuran, el hecho de que hayan pasado tantos años y que la dictadura china persista hace que las cosas estén aún peor. Y no es que se haya producido relajo alguno en el omnímodo poder del partido comunista chino, sino más bien al contrario. De una forma más amable pero igualmente rígida en el fondo, y exprimiendo al máximo las capacidades tecnológicas, el régimen de Pekín mantiene la mano más dura posible para controlar todo lo que pase en su territorio. Su gasto en defensa es enorme, sí, pero aún es mayor lo que dedica a seguridad interior, para acallar cualquier conato de protesta y perseguir a la disidencia allá donde esta pueda esconderse. Los métodos opresivos han cambiado pero la intención sigue siendo la misma, y desde luego el régimen no puede consentir una zona díscola, levantada contra él, y además en el enorme escaparate global que es Hong Kong, donde los medios internacionales e internet están disponibles para poder contar al resto del mundo lo que pasa. Al otro lado de la frontera, en la vertiente china, se acumulan tropas y tensión. El gobierno de Pekín medita mucho que hacer, cómo y cuándo actuar para sofocar una protesta que hace mucho que excedió los límites de lo tolerable, es decir, nada. Durante unas semanas ha confiado en la policía de la excolonia, que apenas ha podido contener a los manifestantes, y que poco a poco ha endurecido su actitud, pero que muestra su escasa capacidad y, probablemente, tamaño inadecuado para una urbe que no destaca por problemas de violencia urbana. ¿Entrarán las tropas chinas a sangre y fuego en las calles de Hong Kong y aplastarán la revuelta, como si de un Tianan Men II se tratase? No tengo dudas de que ese es uno de los escenarios que las autoridades de Pekín tienen sobre la mesa, y si consideran que es lo más útil, lo ejecutarán sin dudarlo un minuto. De hecho, harán lo que crean más conveniente, sin importarles en lo más mínimo las repercusiones humanas, sociales e internacionales.

Esa indiferencia ante lo que opinen los demás es un rasgo muy típico de toda dictadura, y garantiza que la violencia pueda ser utilizada sin freno, pero es que además, en este caso, sabe el gobierno chino que los Hongkoneses están solos, que si entra y arrasa a los manifestantes la comunidad internacional emitirá comunicados de protesta, pero no será capaz de tomar medidas contra un gigante económico y político como China, la segunda economía del mundo. Esa es la principal diferencia entre Hong Kong y el Berlín de la guerra fría. Ambas urbes luchan por su libertad frente a un imperio comunista, pero los berlineses no estaban solos, occidente estaba, estábamos con ellos. Los manifestantes de Hong Kong saben que nadie moverá un dedo para defenderles de un ataque chino, y eso exacerba su desesperación y lo envuelve todo en un cruel cinismo.

lunes, agosto 12, 2019

Cinco siglos de la vuelta al mundo


El 10 de agosto de 1519 partió del Guadalquivir una expedición de tres barcos, encabezada por el marineo portugués Fernando de Magallanes, con el objetivo comercial de llegar a las Molucas en una senda que cruzase el nuevo continente descubierto por Colón. El fin del viaje era comercial, dado que se intentaba encontrar una ruta alternativa para conseguir las ansiadas especias que tantos esfuerzos y dinero movían en aquella Europa, pero se era consciente de que, si el proyecto funcionaba, se lograría algo tan asombroso como dar la vuelta al mundo, demostrando que era redondo y que nuestro planeta era una bola que surcaba el espacio, y que se podía circunnavegar. Tras barcos y unos cientos de navegantes partieron rumbo al oeste.

Este sábado, en Sevilla, quinientos años después, se ha celebrado un acto modesto, casi clandestino, vergonzante e indigno, para conmemorar ese momento histórico de la partida de Magallanes y su expedición. Uno de los marinos que iba en aquel mítico viaje se llamaba Juan Sebastián Elcano, y fue el que comandó a los pocos que, tres años después de su partida, lograron arribar nuevamente a las costas españolas, tras una odisea de penalidades que son tan inauditas como repulsivas, y que demuestran hasta qué punto el amor por la aventura y la codicia puede mover a los corazones humanos. Como señalaba, el acto conmemorativo ha sido inapropiado, bonito en fondo y forma, pero carente de relevancia mediática, política y social alguna. Un grupo de veteranos marineros realizaron un homenaje a aquellos exploradores frente a la sevillana Torre del oro y posteriormente dio comienzo la singladura de un velero que va a repetir aquel viaje, pasando por aquellos lugares que vieron transcurrir la expedición originaria. Al ver un breve de dicha noticia en el telediario y constatar las pocas páginas que la mayor parte de la prensa ha dedicado al acontecimiento, me entró una congoja por lo pacatos y estúpidos que somos los españoles al tratar nuestra propia historia. No se trata de crear mitos falsos ni ondear banderas más altas que otras, pero gestas como la de Magallanes o Elcano son únicas, momentos estelares de la humanidad, que diría el gran Stephan Zweig, que da igual quién los hubiera llevado a cabo, qué nación se embarcase en ello, nos representan a todos. Se ha comparado muchas veces a aquellos locos, que se subían a unos baros destartalados, apenas unos cascarones vistos desde nuestros ojos, con los pioneros que, hace medio siglo, llegaron a la Luna, y en efecto hay similitudes. Ambas tripulaciones buscaban lo desconocido, ansiaban llegar a su destino y volver para contarlo, jugaban un juego que era organizado por sus gobiernos para ganar partidas globales, y sobre todo sabían que corrían un riesgo vital enorme, que se jugaban el pellejo en cada paso, maniobra, momento de la travesía. Un error se pagaba con la vida, y eso lo sabían muy bien los tres astronautas norteamericanos y las pasadas dos centenas de navegantes. Pero se embarcaron, y lo lograron. Y ayer y hoy su hazaña es un éxito global que todos celebramos como propio. Fue la bandera norteamericana la que hoyó la Luna, fue la bandera española la que logró circunnavegar el mundo por primera vez, pero fuimos nosotros, los humanos, los primeros que lo logramos, y eso es algo que excede a naciones y tiempos. Por eso, el acontecimiento cuyo aniversario se celebraba este fin de semana requería algo mucho más solemne, preciso, detallista y acorde a la magnitud de lo que estamos hablando. ¿Acaso hay un sentimiento de vergüenza por haber sido los primeros? ¿Tenemos que esconder lo logrado frente a los méritos de los demás? ¿Se imaginan el fasto con el que, pongamos, hubieran celebrado algo así franceses o británicos, en caso de haber sido ellos los que hubieran podido dar la vuelta al mundo por primera vez? No habría espacio suficiente en Reino Unido para crearla plaza de Trafalgar acorde a semejante gesta, ni columna elevada a tal altura para encumbrar a Magallanes o Elcano, en caso de llamarse Winston o Jack.

La web oficial del quinto centenario contiene información interesante sobre la expedición y los actos que se desarrollan para celebrarla, pero nuevamente ofrece una imagen desangelada, como de decir “bueno, perdón por ocupar este espacio, pero….” Resulta triste comprobar cómo vivimos en un país que, como todos los demás, tiene episodios gloriosos, oscuros y sombríos, en una combinación bastante diversa y entretenida a lo largo del tiempo de los mismos, pero somos incapaces de disfrutar y festejar los buenos momentos, mientras que no dejamos de auto flagelarnos con las desgracias que nos han sucedido en el pasado. Y el resto de naciones, que también tienen de todo, no dejan de festejar sus éxitos y, en muchos casos, esconden sus vergüenzas sin disimulo. Eso que hacen me parece falso, lo nuestro es deprimente. ¿No sería mejor algo intermedio?

viernes, agosto 09, 2019

Próximas elecciones en... ¿Italia?


Ha sido Italia el país en el que se han experimentado los nuevos fenómenos políticos desde hace décadas. Su querencia por gobiernos cortos y constantes elecciones y pactos ha permitido que la política de aquella nación corra mucho más que la del resto, haciendo que la teoría darwiniana de la selección natural se ejecute a cámara rápida. Con una economía estancada y decadente desde hace décadas, la política italiana también ha ido degenerando, en medio de una sociedad que se ha acostumbrado a vivir en la ausencia del gobierno y que se manejaba con total indiferencia respecto a quién ocupase los cargos del poder, a sabiendas de que no mandaban esos sujetos, sino otros, no elegidos. ¿Se romperá también este equilibrio tan italiano?

Ayer, el todopoderoso Mateo Salvini dijo que está harto de la coalición de gobierno y reclama elecciones. Las cada vez más intensas desavenencias entre dos socios de gobierno que son aparentemente opuestos y las encuestas, que no dejan de ofrecer la imagen de un Salvini que sube y sube hacían que la probabilidad de ruptura de la coalición fuera cada vez más intensa, y el interés del ministro del interior creciente para dar ese paso. Ya el acuerdo de gobierno fue visto como un ejercicio antinatura, porque juntaba dos formaciones que se odian en fondo y forma. Por un lado, la Liga de Salvini, un partido de extrema derecha, xenófobo y heredero de la antigua Liga Norte de Umberto Bossi. Ya no incluye la independencia de la Padania como uno de sus objetivos, pero sí mantiene el desprecio por toda la Italia meridional, la más pobre. En España equivaldría algo así a un cruce de Vox con el PDCAT de Torra, que si lo piensan tampoco es tan raro, porque son igual de sectarios y reaccionarios, sólo se diferencian del espacio geográfico sobre el que vierten sus amores y odios. El otro socio de gobierno, el Movimiento Cinco Estrellas, es una formación antisistema fundada por el cómico Beppe Grillo al calor de todos los movimientos que surgieron tras la crisis de 2008, y claramente puede ser asimilado a nuestro Podemos. Implantado sobre todo en la Italia pobre del sur, llegó a encabezar las encuestas hace un par de años y sacó un resultado electoral muy bueno, mucho mejor de lo que nunca hubiera soñado Iglesias, pero la juventud y escaso perfil de su actual dirigente, Luigi Di Magio, fue un lastre y se ha demostrado un problema de fondo una vez que él y Salvini formaron gobierno. Salvini se lo ha merendado. Escogieron a un técnico desconocido, Giuseppe Conte, para ser nombrado como primer ministro, porque el choque de egos de los dos socios impedía que cualquiera de ellos ocupara ese cargo, y la idea era manejar a Conte como un muñeco para que el gobierno realmente fuera una entente entre dos hombres fuertes, pero no ha sido eso lo que ha pasado. Con su actitud enérgica explotando el filón del miedo al inmigrante, con una política de gestos populistas descarnados y sin muchos pelos en la lengua, Salvini ha demostrado ser el más listo de todos los que componían este nuevo gobierno y se ha llevado el protagonismo de todo lo que pasaba. Ha opacado por completo a Di Maggio y los “grillini”, que es como se conoce a los seguidores de Cinco Estrellas, y se ha convertido en el hombre fuerte del país. Conte, el primer ministro, ha ido elevando su perfil poco a poco y ha mostrado ser menos manejable de lo que se esperaba, pero ante una figura como la de Salvini poco puede hacer, empezando porque él es un sujeto sometido a normas de comportamiento cortés y educado, mientras que Salvini es un macarra al que no le cuesta nada colgar en su Facebook imágenes de su última fiesta en la que, medio desnudo y bebido, despotrica contra todo envuelto en la bandera e himno italiano, en unas escenas bochornosas que, para que nos entendamos, combinan la estética de Gil y Gil con la parafernalia de Vox y Torra. Sí un cóctel tan rancio como indigesto y, visualmente, chocante.

¿Habrá finalmente elecciones? La política italiana es mucho más compleja que la nuestra y siempre posee vericuetos inexplorados que llevan a sorpresas no previstas, pero, de darse, Salvini parte como el gran favorito para ser el ganador. En la ola de Trump o Johnson, Salvini encarna el hombre fuerte, sin complejos, el líder autoritario antisistema que dice encarnar a los desfavorecidos para luchar contra los poderosos. Es un personaje siniestro, que no oculta su admiración por la época mussoliniana, pero que tiene olfato político para captar muchos votos en tiempos de descontento social e incertidumbre sobre el futuro. Lo que pase en Italia añadirá inestabilidad a la eurozona y puede ser otro freno al ciclo económico que, me da, empezará a darnos disgustos serios a partir de septiembre. Toca tener un ojo puesto en Roma y lo que allí suceda.

jueves, agosto 08, 2019

Sánchez en precampaña

Pocos políticos son más rehenes de las palabras que han pronunciado en el pasado que Pedro Sánchez, o al menos las múltiples personalidades que se esconden tras ese nombre, porque uno nunca tiene claro qué Sánchez se sitúa en frente. En la primera investidura fallida de Rajoy, la que llevó a la repetición electoral, dijo eso de que “la Constitución indica que la responsabilidad de formar gobierno corresponde en exclusiva al candidato propuesto por el Rey, y es suya y sólo suya, señor Rajoy” y así argumentó, de la manera más solemne posible, el no que le seguiría hasta su renuncia a la secretaría general del PSOE. Transcurrido no mucho tiempo, idéntico argumento puede ser lanzado sobre la cabeza del candidato Sánchez.

¿Busca Sánchez a toda costa la repetición electoral? Eso parece, y elabora argumentarios para que puedan ser utilizados en una futura campaña. Las reuniones agosteñas que está realizando con distintos agentes sociales (ahora todo el mundo es agente social, qué cosas) buscan fotos, sonrisas, imágenes de acuerdo, sensación de que se está negociando y trabajando, cuando realmente todo es un conjunto de poses buscadas por el candidato para escenificar un trabajo que no existe. La estrategia, piénsenlo, no es mala. Durante agosto, cuando casi nadie hace nada, día tras días me reúno con colectivos de todo tipo, a los que prometo el oro y el moro, y me fraguo una imagen de candidato electo progresista y negociador, dejando supeditadas esas promesas a que otros grupos me respalden. En primer lugar, presiono a un Podemos que se dice progresista pero que no se reúne con nadie, que no se compromete con nadie, y que parece ser la herramienta perfecta para frustrar todo acuerdo con tintes socialistas. En segundo lugar, dejo en mal lugar a la derecha, que con su abstención podría permitir el arranque del gobierno, de tal manera que les puedo acusar de ser constitucionalistas de boquilla, pero no de corazón, de no sacrificarse por el bien común permitiendo que España tenga un gobierno. Este es el corazón de la actual precampaña y, probablemente, de la campaña electoral de septiembre octubre. Fíjense también qué fácil es darle la vuelta a esta estrategia. Sánchez, en efecto, se reúne con mucha gente y aparece todos los días en los medios, pero no negocia con nadie, porque con esos con los que se cita a desayunar y comer no poseen escaños en el Congreso, por lo que pueden decir misa, pero no aportan votos. Todos los días el PSOE y algunos medios lanzan propuestas de cara a esos colectivos, pero no hay ofrecimiento serio de negociación o pacto a ninguna de las fuerzas políticas que pueden votar la investidura. Ni con Podemos, cuyas relaciones aparecen casi rotas, o con la derecha. Sánchez se sitúa en una posición altiva desde la que pide, casi exige, que el resto le permitan gobernar sin ofrecerles nada a cambio. Si de verdad quisiera una abstención activa de PP o Ciudadanos, ¿por qué no les ofrece un acuerdo en el que, por ejemplo, renuncie a la presidencia de Navarra como muestra de buena voluntad? Días sí y día también Sanchez insulta a los que podrían ser aliados suyos, por acción o por omisión, pero a los tres minutos les acusa de ser los responsables de un posible adelanto electoral. Es una situación esquizofrénica en la que los partidos, todos ellos, muestran una cerrazón absoluta, pero dado que el PSOE ganó las elecciones y Sánchez es el candidato a presidente, le corresponde a él moverse para buscar esos apoyos. Suya y sólo suya es la responsabilidad de lograrlo, y si el resto de formaciones adopta el papel del Sánchez que vimos frente a Rajoy poco podrá quejarse si no logra sus objetivos. Será víctima de la estrategia del “no es no” quizás su más profunda elaboración política, que ya dice mucho sobre la profundidad del pensamiento político que nos rodea.

En este duelo de argumentos de cara a una posible repetición electoral, ¿quién saldrá favorecido? Casi todo el mundo cree que lo serán los partidos grandes, frente a unos pequeños que no colaboran en la gobernabilidad. Ese va a ser el discurso pivote al que se van a agarrar PP y PSOE si llega el caso de la repetición, y el enemigo a batir por parte de un Podemos y Ciudadanos que temen como un nublado que una combinación de desafecto y voto útil los castiguen hasta dejarlos reducidos a poco más que comparsas. De todas maneras, y eso lo sabemos todos, abrir las urnas es una lotería, y el resultado puede ser el más insospechado. Sánchez y sus asesores también lo saben, pero pese a ello parecen encaminados a que juguemos a esa ruleta.

miércoles, agosto 07, 2019

Pesadilla medieval en Dubái


Es Dubái una especie de Walt Disney para millonarios, un parque temático enfocado a señores adinerados que se compran un piso en esa urbe de fantasía, con el infinito desierto a sus espaldas y el gogo pérsico de frente, plagado de islas artificiales, canales, yates inmensos y centros comerciales donde refugiarse del infinito calor exterior y gastar sin límite. Es uno de los emiratos que forman parte de Emiratos árabes Unidos, EAU, y carece prácticamente de hidrocarburos, por lo que se las ha ingeniado para prosperar a base de vender el paraíso para potentados. Mantiene el rigorismo islámico hasta el extremo, por lo que si uno tiene dinero y es hombre, pocos problemas padecerá. En caso contrario, el panorama es mucho más sombrío.

Estos días se le ha puesto cara en muchos medios del mundo al emir de Dubái, el jeque Mohamed Bin Rashid al Maktum, al que llamaré el jeque para simplificar, a cuenta de un problema conyugal de primer orden. Una de sus esposas, que ya saben que la poligamia no está permitida por el islam pero la practican muchos, ha huido a Londres y solicita medidas cautelares para buscar protección para ella y para sus hijos, alguno de los cuales intentó escapar del emirato con suerte dispar hace algunos años. El artículo de Walter Oppenheimer de este pasado domingo en El País relata las vicisitudes de esta mujer, Haya, y de sus hijos, y revela un escenario de auténtica pesadilla en el que el jeque no sólo ejerce el poder absoluto sobre las finanzas y política del emirato, encarnando una dictadura clásica de las que se estilan por la zona, sino que también trata a su familia con la misma condescendencia con la que emplearía alguno de sus múltiples coches. Acusaciones de malos tratos, retenciones, secuestros de facto, escenas de terror que se desarrollan en el interior de palacios suntuosos con vistas a rascacielos de ensueño… el panorama que se muestra es de auténtico terror. La estrategia del jeque, de cara a la galería, ha sido la de vender un Dubái occidental, moderno, atractivo para las clases pudientes occidentales, para las que la religión es algo exótico durante su primer fin de semana de estancia en el lugar y algo completamente ajeno después. No es Nueva York, pero si pretende ser una Miami del golfo, un lugar de recreo y ensueño, lleno de billetes y placeres para los que el islam no sea un problema. Emaar, la empresa del jeque encargada del desarrollo inmobiliario de la ciudad, está presenten en las mayores ciudades de occidente y comercializa residencias en aquel lugar para tratar de captar así inversiones de postín. Uno pasea por el centro de París o Londres y se encuentra oficinas de ese emporio vendiendo pisazos o villas en islas creadas de la nada. Lo cierto es que si uno se va a vivir a ese lugar, o pasa largas estancias en él, debe ser consciente de hasta qué punto es falso lo que ve y vive, falso no sólo por la artificialidad de una arquitectura insostenible en un entorno desértico sino, sobre todo, por la sensación de apertura y vida libre que se ofrece en lo que no es sino una extraña y hasta cierto punto distópica jaula de oro. El caso de Haya es horrible, pero sin duda alguna responde a lo que viven la mayor parte de las mujeres en esa zona del mundo, y en el caso de la jequesa las comodidades materiales ayudan a sobrellevar la prisión en la que se encuentra. Piense en las miles, millones de mujeres de esas naciones que, independientemente de su nivel económico, viven en una cárcel, de oro o de adobe, sometidas al deseo de sus maridos, que los tratan como vulgares posesiones, como una versión de camellos de dos piernas en vez de cuatro patas. ¿Por qué se consiente esto? Una de las imágenes que ilustran el reportaje al que antes me refería muestra al jeque luciendo el protocolo, absurdo, que rige en las carreras de Ascott, con su chaqué y sombrero de copa, saludando a la reina de Inglaterra. Ella sabe todo lo que pasa en los dominios de quien le mira, y también conoce cuánto dinero la familia del jeque y sus amigos invierten cada año en un Reino Unido que, cada vez más, es comprado al mejor postor, en forma de palacios, pisos, edificios de oficinas o centros comerciales de titularidad extranjera.

Sabe la Reina Isabel que para el jeque que le mira ella vale lo mismo que cualquier otra mujer, nada, pese a ser la soberana de una nación y una de las mujeres más ricas del mundo. Conoce hasta qué punto el invisible manto de la ley y jurisprudencia occidental le permite disfrutar de derechos que en Dubái son inconcebibles, y seguro que tiene la sensación de que cuando mira al jeque o le da la mano, sus dedos atraviesan ese manto protector y notan la frialdad de los del carcelero que, despótico, sin freno alguno, ejerce su antediluviana voluntad contra aquellos y aquellas a las que considera inferiores, indignas de su presencia. El caso de Haya es una muestra de que, en nuestro mundo, apenas unas horas de vuelo equivalen a una máquina del tiempo, que permite poder viajar al pasado y conocer cómo era la Edad Media.

martes, agosto 06, 2019

Escaramuzas comerciales chinas


Ay agosto, ese plácido mes para el veraneante, que no pocas veces es truncado por la aparición de medusas, vertidos fecales que obligan a cerrar algunas playas y desplomes bursátiles. Son varios los agostos en los que los inversores, rebozados en arena y con el agua a una marabunta de bañistas de distancia observan cómo las cotizaciones se derrumban, sea cual sea la causa que lo origine, y saltan los “stop losses” sistemas automáticos de venta al llegar a un precio mínimo de soporte, de tal manera que el baño les puede sentar mejor o peor, pero sus finanzas están como asaltadas por todas las medusas del Mediterráneo, picadas por ellas y escocidas hasta decir basta. Las cuentas corrientes tiemblan mientras que el Sol y la arena ni se enteran.

Ayer fue uno de esos días de agosto lleno de desastres en los mercados. Las escaramuzas comerciales entre EEUU y China elevaron su intensidad y agresividad, y los mercados respondieron al unísono, con caídas generalizadas, moderadas en los índices europeos, claramente superiores al 2% en los estadounidenses. Este capítulo del enfrentamiento comercial empezó a finales de la semana pasada, cuando Trump anunció una subida de aranceles a los productos chinos, adiciona a la que ya estaba en vigor, por considerar que Beijing no estaba cumpliendo su parte de los compromisos acordados para rebajar la tensión. Esto ya provocó que el tramo final de la semana fuera muy malo para las bolsas, con un Ibex que se dejó la cota de los 9.000 con una facilidad tan pasmosa como preocupante. Ayer se supo la respuesta china, que consistió en no llevar a cabo las compras de productos agrícolas norteamericanos a las que se había comprometido (malo para el votante de Trump) y, sobre todo, anunciar un nuevo cambio del yuan, la moneda china, depreciándolo respecto a todas las demás, con lo que en gran parte se diluye de manera automática el efecto de los aranceles, y de paso aumenta la competitividad de todos los productos chinos, en EEUU y en cualquier otro país. Es también una medida dolorosa para la propia China, porque encarece sus importaciones (el petróleo se paga el dólares y China compra muchos millones de barriles al día) y debilita la imagen de la nación, que siempre se asocia a una moneda estable y potente, pero desde luego es todo un golpe sobre la mesa, y hace que los anunciados tambores de guerra comercial lleven asociado el apellido “de divisas” por lo que la escalada es creciente, y en medio de la turbulencia, el dinero huye. Estemos ante una escaramuza de ambos gobiernos o ante algo más serio, lo cierto es que el clima de desconfianza que se ha instalado entre las dos naciones parece que ya no tiene vuelta atrás. Sabe EEUU que China es su rival directo en muchas cuestiones, y la única nación que realmente puede hacerle sombra en el mundo, por el tamaño de su economía y dimensión geopolítica, y es como el gran rival como empieza a ser vista desde todos los puntos de vista que dominan Washington, tanto políticos como económicos y militares. Es probable que de aquí en adelante asistamos a vaivenes en la relación de ambas naciones, y más conociendo el carácter ambivalente de un Trump que un día se despierta tuiteando sobre, pongamos, cómo arrasar a Corea del Norte y a los tres días califica de hermano del alma o cosas por el estilo al dirigente de aquel país. Comentaba Xavier Vidal Foch en un artículo hace unos días que Trump ha trasladado a la política las técnicas negociadoras que se estilan en el competitivo mercado inmobiliario de Nueva York, donde la amenaza y los puños en alto sirven para posicionarse frente a otro para acabar firmando sonrientes acuerdos. Puede ser, pero es obvio que el riesgo de que haya una trifulca entre promotores en el bajo Manhattan es menor que el que la disputa sea entre las altas esferas del poder global, y las pérdidas que ello puede ocasionar son mucho mayores.

Otra teoría retorcida que ha circulado estos días, y que es plausible, es que Trump sigue obsesionado con que la FED baje mucho más los tipos de interés para alargar el ciclo económico y garantizarse así la reelección. Como el mensaje de Powell la semana pasada le pareció decepcionante, ha decidido forzarle, provocando bajadas en los mercados, asustándolos, para que la FED no tenga otra opción. Otra negociación que empieza con puños descarnados, esta vez en las mismas calles de Wall Street. ¿Es posible? Con Trump al mando todo entra dentro de lo real, pero eso poco le importa a nuestro inversor playero, o a mi propia cartera de valores, que ayer se dio otro piñazo. Sea por China, por la FED o por lo que sea, el que pierde dinero sufre.

lunes, agosto 05, 2019

Terrorismo supremacista en EEUU


A lo largo de su historia, EEUU ha tenido un problema de fondo sobre la gestión de la violencia y el uso de las armas para dirimir las disputas y depresiones. Allí, como en todas partes, hay personas frustradas, enfadadas con la vida, decepcionadas, traicionadas, o lo que usted quiera pensar del reverso negativo de la vida, y una de las opciones de que disponen esos sujetos es la de acabar con sus problemas arma en mano, matando a los que consideran culpables de su frustración y, en muchas ocasiones, a ellos mismos. El acceso casi ilimitado al armamento y la comprensión de la violencia como forma intrínseca de ser de los norteamericanos provoca que los episodios de este tipo, incomprensibles allí, sean muy frecuentes en esa gran nación.

Este parece ser el motivo de fondo que explicaría el ataque perpetrado en Dyton, Ohio, que ha causado diez muertos, incluyendo al autor, el último de la serie de cientos de episodios tan absurdos como salvajes. Pero no es esto lo que se esconde tras la matanza perpetrada en El Paso apenas unas horas antes, en la que el balance de fallecidos se duplica hasta llegar a la veintena. Ambos han sido perpetrados por veinteañeros apenas mayores en longitud y peso que el fusil de asalto que portaban, pero las motivaciones han sido muy distintas, y si el primer sobrecoge por su horror y dimensión, al segundo debemos añadir las motivaciones como un nuevo factor de preocupación. Y es que el ataque de El paso no ha sido fruto de un pirado que odiaba a sus compañeros de trabajo o de un marido engañado ni nada por el estilo. Ha sido llevado a cabo por un sujeto imbuido en el mundo del supremacismo blanco, una ideología nacionalista que se basa en el color de la piel y el origen de las personas para distinguir entre unas y otras, para como siempre catalogar a unas de superiores y a otras de inferiores, en este caso fijándose en el color de la piel y un supuesto origen étnico. Ser vasco, ser blanco, ser hombre, ser hutu, ser ario, ser seguidor de Ala, …. ser X frente a Y, es lo que define a lo bueno frente a lo malo, y lo que excusa la eliminación de Y a manos de X. Siempre es igual, disparatado, absurdo, sin sentido, pero no deja de repetirse a lo largo de la historia, y en casi todas las naciones que uno estudie. El autor de la masacre, que se llama Patrick Wood, y que ha resultado detenido, publico minutos antes de emprender su macabro acto un manifiesto en internet lleno de basura conspiranoica, odio y desprecio hacia los latinos, a los que acusaba de estar invadiendo su país, deshacer el paraíso creado por el hombre blanco en el mundo y sembrar las bases para una degeneración social que él iba a combatir con sangre y fuego. Confeso admirador del asesino que arrasó varias mezquitas en Nueva Zelanda hace apenas unos meses, se consideraba un émulo de sus ideas y formas de actuar, y por eso acudió a un centro comercial de El Paso, una de las localidades sitas en la frontera con México, donde con más saña está teniendo lugar el enconado debate sobre la gestión de la inmigración en el país. Su objetivo era matar hispanos, y se fue a una ciudad donde seguro que iba a poder matar a más de uno si disparaba sin control. Entró en el establecimiento, un Wall Mart de esos enormes, donde es imposible no encontrar multitudes en cada pasillo o zona de compra, y se dedicó a la caza del inocente con todas las facilidades del mundo. Las cifras de muertos y heridos, enormes, casi parecen ser contenidas ante la capacidad letal que poseen las armas que portaba Wood y la indefensión absoluta de sus víctimas, asesinadas por un elemento que se creía brazo ejecutor de la raza superior. Visto con perspectiva es todo tan absurdo y cruel que parece inanalizable. ¿Cómo explicar a alguien que ha vivido semejante experiencia, a víctimas, a familiares de asesinados, que los suyos han muerto por una mentira demente? ¿Cómo gestionar un duelo causado por un odio ciego, irracional y que se ampara en unas ideas tan falsas como aberrantes?

Todos debiéramos reflexionar sobre el auge de estos movimientos terroristas, que funcionan como el islamismo, pero sustituyéndolo por otro “ismo” que justifique su locura exterminadora. Y también debiera reflexionar muy seriamente al respecto el actual inquilino de la Casa Blanca, un Trump que no deja de alentar en sus discursos un mensaje de odio hacia ciertas partes de su país, hacia colectivos propios y de otras naciones. Cierto es que sujetos como Wood no necesitan que alguien como Trump les aliente, y que este terrorismo existe desde mucho antes de su llegada al poder (piénsese en McVeigh en Oklahoma en los noventa) pero la irresponsabilidad de las palabras de Trump siembran un terreno abonado, y magnifican un problema que no deja de crecer día a día en aquella nación. ¿Será capaz de reflexionar el presidente? Lo dudo.

viernes, agosto 02, 2019

No hay nadie en casa, no venga


Ayer. Tras varios intentos infructuosos, consigo que el informático contestador derive mi llamada y logro hablar con una operadora de la empresa responsable de la revisión de gas que iba a tener lugar en mi casa. Le aviso que estoy en Madrid y que puede ser, pero que no llegaré a casa antes de las 17:00 por lo que le indico que se lo comunique al técnico para que se planifique la tarde y las visitas mejor. Vivo solo y hasta que llegue nadie va a haber en casa para poder atenderle. La operadora toma nota, me da las gracias y me pasa, por si acaso, el nombre y teléfono del técnico para que pueda comunicarme directamente con él. Le llamo unas cuantas veces a lo largo de la mañana pero no lo consigo. Por si acaso, le mando un whatsapp.

A eso de las 16:45 llego al portal de mi casa, accedo a la escalera y subo hasta mi puerta, y en el canto de la jamba me encuentro el papelito de aviso de que el técnico ha pasado por allí y no me ha encontrado, y me ruegan que llamo a la empresa para concertar una nueva cita en un día posterior. Cojo la hoja y la miro con cara de no entender nada, abro la puerta, entro en casa, me cambio, me siento en el sofá y, a unos diez minutos de las 17 horas del 1 de agosto miro al techo dando por sentado de que en breve allí no va a aparecer nadie. Hago algunas cosas, escucho la radio y pasadas las 17:30 tengo la constancia de que mi espera es bastante inútil, por lo que me vuelvo a cambiar y salgo a dar un paseo, para al menos airearme un poco. Por lo visto el aviso que di por la mañana a la empresa no sirvió de nada. Al bajar la escalera (suelo usar el ascensor sólo para subir) veo que en otras puertas también está el mensaje de aviso, y aunque desconozco si el resto de vecinos están en casa o no, han llamado a la empresa o no han avisado, sospecho que sus acciones, de producirse, hubieran sido tan irrelevantes como las mías. No todos los pisos de mi portal tenían revisión ayer, y no en todas las puertas de los pisos a revisar había papeles, por lo que algunas de las inspecciones tuvieron lugar, casi seguramente las que se daban en pisos donde vive gente que todo el día está en casa, o varias personas, y una de ellas permanece en el hogar. Pisos que cada vez abundan más en Madrid y otras ciudades, pisos de personas solas, que si son jubilados pueden atender los incomprensibles horarios de reparto y vista de este tipo de empresas, pero que si son ocupados por personas en edad laboral, como es mi caso, se convierten en hueco vacíos durante todo el día, en los que casi nunca hay nadie dentro de las horas de la jornada laboral, jornadas que cada vez son más largas. No es la primera vez que hablando con empresas de este tipo se empeñan en hacer entregas o vistas a las 11 o d12 de la mañana, y les reitero una y mil veces “es que a esa hora (y bastante antes y después) estoy trabajando y no hay nadie en casa para poder atenderles” y entonces una voz al otro lado del teléfono responde “bueno, si a las 12 no puede, ¿qué tal a eso de las 12:15”?. Y entonces uno levanta el auricular, lo mira y, además de no entender nada, se pregunta para qué sirve tanta inteligencia artificial cuando la natural no existe en ninguna parte. Este tipo de negocios no pueden seguir viviendo en la época pasada en la que las amas de casa vivían permanentemente en el hogar y estaban a cualquier hora. En agosto, y en noviembre, al mediodía, miles, millones de pisos están vacíos en una ciudad como Madrid, y sus residentes están trabajando, estudiando o dando vueltas envueltos en sus quehaceres, y miles de timbres pulsados suenan sin cesar emitiendo tonos de todo tipo, sin que puedan encontrar respuesta. Los repartidores o inspectores pierden tiempo, se desesperan, los clientes no obtienen el servicio que se esperaba, y todo es un ejercicio de melancolía costosa e improcedente.

Lo más divertido es que esta mañana me va a tocar volver a llamar a la empresa para concertar una nueva jornada de inspección, y a ver cómo le convenzo de que no pueden pasarse por mi casa a eso del mediodía o a muy primera hora de la tarde. Estoy por decirles que manden su revisión a la porra y que todo funciona muy bien, pero al parecer es obligatoria, impuesta por la Comunidad de Madrid, y eso hace que no pueda escaparme de sus garras. Ahora, esa obligatoriedad no es acorde a la existencia de un horario y una lógica. ¿Cuántos miles de paquetes y servicios se desperdiciarán hoy por malas gestiones como estas? A buen seguro muchas. Menudo desastre para ellos y todos los usuarios.