Ha
sido Italia el país en el que se han experimentado los nuevos fenómenos
políticos desde hace décadas. Su querencia por gobiernos cortos y constantes
elecciones y pactos ha permitido que la política de aquella nación corra mucho
más que la del resto, haciendo que la teoría darwiniana de la selección natural
se ejecute a cámara rápida. Con una economía estancada y decadente desde hace
décadas, la política italiana también ha ido degenerando, en medio de una
sociedad que se ha acostumbrado a vivir en la ausencia del gobierno y que se
manejaba con total indiferencia respecto a quién ocupase los cargos del poder,
a sabiendas de que no mandaban esos sujetos, sino otros, no elegidos. ¿Se
romperá también este equilibrio tan italiano?
Ayer,
el todopoderoso Mateo Salvini dijo que está harto de la coalición de gobierno y
reclama elecciones. Las cada vez más intensas desavenencias entre dos
socios de gobierno que son aparentemente opuestos y las encuestas, que no dejan
de ofrecer la imagen de un Salvini que sube y sube hacían que la probabilidad
de ruptura de la coalición fuera cada vez más intensa, y el interés del
ministro del interior creciente para dar ese paso. Ya el acuerdo de gobierno
fue visto como un ejercicio antinatura, porque juntaba dos formaciones que se
odian en fondo y forma. Por un lado, la Liga de Salvini, un partido de extrema
derecha, xenófobo y heredero de la antigua Liga Norte de Umberto Bossi. Ya no
incluye la independencia de la Padania como uno de sus objetivos, pero sí
mantiene el desprecio por toda la Italia meridional, la más pobre. En España
equivaldría algo así a un cruce de Vox con el PDCAT de Torra, que si lo piensan
tampoco es tan raro, porque son igual de sectarios y reaccionarios, sólo se
diferencian del espacio geográfico sobre el que vierten sus amores y odios. El
otro socio de gobierno, el Movimiento Cinco Estrellas, es una formación
antisistema fundada por el cómico Beppe Grillo al calor de todos los
movimientos que surgieron tras la crisis de 2008, y claramente puede ser
asimilado a nuestro Podemos. Implantado sobre todo en la Italia pobre del sur,
llegó a encabezar las encuestas hace un par de años y sacó un resultado
electoral muy bueno, mucho mejor de lo que nunca hubiera soñado Iglesias, pero
la juventud y escaso perfil de su actual dirigente, Luigi Di Magio, fue un
lastre y se ha demostrado un problema de fondo una vez que él y Salvini
formaron gobierno. Salvini se lo ha merendado. Escogieron a un técnico
desconocido, Giuseppe Conte, para ser nombrado como primer ministro, porque el
choque de egos de los dos socios impedía que cualquiera de ellos ocupara ese
cargo, y la idea era manejar a Conte como un muñeco para que el gobierno
realmente fuera una entente entre dos hombres fuertes, pero no ha sido eso lo
que ha pasado. Con su actitud enérgica explotando el filón del miedo al
inmigrante, con una política de gestos populistas descarnados y sin muchos
pelos en la lengua, Salvini ha demostrado ser el más listo de todos los que
componían este nuevo gobierno y se ha llevado el protagonismo de todo lo que
pasaba. Ha opacado por completo a Di Maggio y los “grillini”, que es como se
conoce a los seguidores de Cinco Estrellas, y se ha convertido en el hombre
fuerte del país. Conte, el primer ministro, ha ido elevando su perfil poco a
poco y ha mostrado ser menos manejable de lo que se esperaba, pero ante una
figura como la de Salvini poco puede hacer, empezando porque él es un sujeto
sometido a normas de comportamiento cortés y educado, mientras que Salvini
es un macarra al que no le cuesta nada colgar en su Facebook imágenes de su
última fiesta en la que, medio desnudo y bebido, despotrica contra todo
envuelto en la bandera e himno italiano, en unas escenas bochornosas que, para
que nos entendamos, combinan la estética de Gil y Gil con la parafernalia de
Vox y Torra. Sí un cóctel tan rancio como indigesto y, visualmente, chocante.
¿Habrá
finalmente elecciones? La política italiana es mucho más compleja que la
nuestra y siempre posee vericuetos inexplorados que llevan a sorpresas no previstas,
pero, de darse, Salvini parte como el gran favorito para ser el ganador. En la
ola de Trump o Johnson, Salvini encarna el hombre fuerte, sin complejos, el líder
autoritario antisistema que dice encarnar a los desfavorecidos para luchar
contra los poderosos. Es un personaje siniestro, que no oculta su admiración
por la época mussoliniana, pero que tiene olfato político para captar muchos
votos en tiempos de descontento social e incertidumbre sobre el futuro. Lo que
pase en Italia añadirá inestabilidad a la eurozona y puede ser otro freno al
ciclo económico que, me da, empezará a darnos disgustos serios a partir de septiembre.
Toca tener un ojo puesto en Roma y lo que allí suceda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario