Esta
semana la cosa va de rayos y truenos. Si lo de ayer reflejaba una tormenta real
que se vino sobre mi cuando ya estaba punto de refugiarme, lo de hoy es una
metáfora por lo que pueda llegar a pasar en la economía global y, claro, en la
española, tras un mes de agosto en el que bolsas y mercados se han comportado
muy mal. Ya es casi una tradición funesta que, estando sometido al arrullo de
las olas, y rebozado en arena, el inversor particular sea asaltado por debacles
que hunden sus cotizaciones. La vuelta al cole del ahorrador es cada vez más
una tortura, en la que mira las cotizaciones de sus activos, recuerda cómo las
dejó y perjura sin fin.
El
Ibex ha perdido este mes, en la práctica, todo lo que llevaba ganado en el año,
y no era poco. Miles de millones de euros de cotización volatilizados que
impactarán en los fondos y productos de todo tipo que tienen vinculación, más o
menos directa, con el selectivo español. Los títulos deuda pública siguen
escalando record tras record de precio y su rentabilidad no deja de hundirse,
por lo que el ahorrador se encuentra entrampado en no se sabe qué pesadilla que
le impide sacar renta alguna de sus recursos. En estos días han surgido con
fuerza los temores de crisis, no porque haya nuevas noticias en el horizonte
que sumar a las ya malas que sabíamos (Brexit, guerra comercial, etc) sino
porque el efecto de todas ellas parece que empieza a estar no tanto en las
portadas de la prensa como en la cotización de los activos (y en la curva de
tipos, pero eso requiere una explicación aparte). Es evidente que políticas
erróneas de este tipo van a tener, tarde o temprano, impacto en la economía
global, resulta ingenuo pensar que no sea así, sólo que a veces ese impacto
tarda en llegar y parece que no existe. Error. Los ciclos siempre están ahí y
las malas políticas pueden acentuarlos. EEUU ha batido el record de expansión
económica desde que esta se mide, por lo que no hay que ser un genio para
pensar que el punto de inflexión debe estar muy cerca. La actitud camorrista de
su presidente, amenazando a los países con los que comercia y presionando de
manera infame al presidente de la Fed (su banco central) para que cambie los
tipos en función de su calendario político demuestra que al mando de la gran
nave de occidente no hay nadie sensato. China sigue en un proceso de
consolidación, inyectando estímulos que frenen las consecuencias de los
aranceles norteamericanos y tratando de controlar su deuda financiera,
especialmente la privada, que no deja de crecer. La UE muestra síntomas de
estancamiento absoluto, y lo que muestran muchas de sus naciones hace que
pinten gruesos bastos; Alemania que ya ha entrado en crecimiento negativo en el
segundo trimestre de este año y que de seguir así el tercero estará
técnicamente en recesión, Francia está quieta, con tasas de crecimiento anémicas
que no logran despertar a aquel país, Italia lleva años sin crecer y ahora
mismo se encuentra sumida en unos de sus habituales marasmos políticos que
parecen infinitos, Reino Unido prepara su salida con el inefable Boris Johnson
al mando amenazando con la ruptura total como baza para tratar de renegociar un
nuevo acuerdo y con síntomas de que su economía empieza a atragantarse de
verdad por las consecuencias del Brexit, España sigue creciendo algo ajena a
esta coyuntura, pero sus cifras flojean se mire el indicador que se mire y la
inestabilidad política, ya endémica, amenaza con seguir meses y años….. como
potencia exportadora, Europa sufre en primera línea los efectos de las disputas
entre EEUU y China, y es Alemania, la que más vende a todos ellos, la que en
primer grado muestra las consecuencias de esa guerra. Y si Alemania se frena
Europa no podrá evitar detenerse. ¿Vamos entonces a una nueva crisis?
Eso
parece, si nadie lo remedia. Reitero que es normal que un ciclo maduro como es
en el que nos encontramos de muestras de agotamiento, pero empiezan a ser
muchos los palos en la rueda que lo pueden acabar frenando, o descarrilando de
golpe. Todos
miran, otra vez, a los bancos centrales, como los salvadores de la economía
global, pero su margen de actuación es cada vez menor y el rendimiento de
sus políticas, decrecientes. Hacen falta adultos en la sala que gestionen bien
la economía, combinen políticas monetarias y fiscales, logren acuerdos
transnacionales y aporten estabilidad global para que, cuando se dé, la caída
del ciclo sea lo más liviana posible. Como esas actitudes escasean, prepárense
para un otoño que, parece, tendrá muchas curvas.
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