martes, septiembre 30, 2014

A la muerte de Miguel Boyer


En estas últimas semanas ser español, haber detentado un puesto económico importante y tener más de setenta años son las condiciones idóneas para morir de una manera fulminante. La cascada de fallecimientos que se está produciendo, como mínimo, curiosa. La inauguró el más poderoso de todos, Emilio Botín, pero tras él han caído Isidoro Álvarez de El Corte Inglés y ayer por la mañana Miguel Boyer, que no hace falta presentar a nadie, pese a que, frente a los otros personajes, y que yo sepa, nunca dirigió una empresa, ni falta que le hizo. Es cierto, dirán algunos, que llegó a controlar Rumasa, pero no como empresario, por decirlo de una manera.

Boyer no llegó a ser ministro ni siquiera dos años. Sin embargo su paso por el Ministerio fue como un vendaval, que abrió las puertas de una institución que olía a rancia, como la mayor parte del país. Considerado un liberal entre los suyos, y sabedor de que lo que necesitaba España era liberarse de corsés y ataduras, no sólo políticas, Boyer entró como elefante en cacharrería y reformó todo lo que pudo, de una manera drástica, dura, aupado en su imagen de cerebrito, con amplia calva, gafas grandotas y pelos por detrás que le daban una cierta imagen de científico loco. En una coyuntura económica mala, con un país endeudado, con alta inflación y déficit exterior, Boyer trató de enerezar lo que pudo, sabiendo que el gobierno que le sostenía gozaba de una fantasiosa mayoría electoral de 202 escaños en el Congreso, la mayor que nunca ha existido (ni vuelva a existir, probablemente) y se legitimó en ella para hacer su trabajo. No le tembló el pulso para actuar y, en un paralelismo que resulta hasta cierto punto sorprendente con el momento que vivimos ahora, reformó de verdad una economía que necesitaba esas reformas. Ahí Felipe González tuvo la vista y acierto que no ha tenido Rajoy en su gobierno. González era consciente de que o se arreglaba la economía o no había nada que hacer, y para ello puso a una persona competente, dura y enérgica al frente de un superministerio, con todas las competencias, sabedor de contar con el respaldo del presidente pero con autonomía para decidir. Rajoy, en su gobierno, enfrentado a una coyuntura diferente, pero necesitado igualmente de medidas enérgicas y de calado, optó desde un principio por dividir el área económica en tres (Economía, Hacienda y su Oficina de Moncloa) restando peso a las figuras que dirigen cada una de esas materias, impidiendo que un superministro económico fuera la voz y cara del gobierno ante un tema tan trascendental. Quizás nadie quiso asumir semejante papel, condenado a un desgaste absoluto debido a las decisiones que había que tomar (algunas se han hecho, muchas otras, las de fondo, no) y por ello Guindos, que debiera quizás haber asumido ese reto en solitario, sólo ha actuado en uno de los frentes, y aunque su labor haya sido buena no creo que haya hecho todo lo que debía (y tenía) que hacer por esa falta de autoridad. Boyer demostró que tomar las medidas adecuadas supone un sacrificio personal y profesional duro, y a sabiendas de que algunas de ellas, como la expropiación de Rumasa, iban a costarle muy caro. Quizás nunca imaginó cuánto. Su sucesor, Carlos Solchaga, siguió por ese camino, aderezado con las revueltas derivadas de la reconversión industrial, y supo de primera mano lo que es quemarse, abrasarse más bien, con la presión de la calle. Con Boyer en una segunda línea, su imagen política se fue desdibujando, pero la mediática no dejaba de crecer a medida que Ruíz Mateos y sus payasadas iban a más. Y poco a poco desapareció de las portadas de los periódicos.

Su matrimonio con Isabel Preysler le hizo pasar a otro sector editorial, desde la prensa económica a las revistas del corazón, y lo que a muchos nos pareció una relación endeble se convirtió en un sólido matrimonio que ha durado un cuarto de siglo, y que terminó ayer, tras los dos años de coda final que le fueron concedidos tras el ictus que sufrió en 2012 y que casi acaba con su vida. Su funeral será en la intimidad. Ruiz Mateos, de quien se dice que se está muriendo encerrado en su chalet de Somosaguas, será uno de los espectadores de los muchos programas rosas que tratarán de buscar la imagen de la nueva viuda de España, la Isabel que no ha llegado a reina pero que todos cortejan como tal, y que tanto quería a Miguel.

lunes, septiembre 29, 2014

Pujol nos echa la bronca a todos


No esperaba mucho de la comparecencia de Pujol ante el parlamento catalán de este pasado viernes. El formato, muy similar a los que se usan en el Congreso (independientes para lo que quieren) está diseñado para ser amable con el compareciente y dificultar la labor de examen de la oposición, como así se pudo comprobar otra vez. Además daba por supuesto de que todo sería en catalán, lo que lo haría aún más pesado y farragoso para uno que, como es mi caso, entiende lo comprensible, pero no a Pujol, al que en castellano tampoco es fácil de seguir. Llegué a casa y, con la sesión ya empezada, me senté a verla.

Y el espectáculo que pude contemplar fue surrealista. En la primera rueda de intervenciones de los grupos asistí a la versión modosita y cobarde de una ERC que es muy dura frente a tantos, pero que en aquel momento mostraba complacencia frente a Pujol que, sin que me hubiera dado tiempo a verlo, parecía haber contado una historia familiar digna de un cuento sobre la conquista del oeste. El PSC, algo menos asustado, empezó a hacer preguntas, que se fueron repitiendo en el resto de intervinientes, dado que tanto Iniciativa como el PP y Ciutadans fueron allí a saber algo de la verdad y con intenciones de que Pujol las contase. El último grupo en intervenir fue el del CiU, con un portavoz que empezó diplomático y acabó convertido en la auténtica voz de su amo, que no estaba en su bancada, sino sentado en la silla del compareciente. Con la táctica del tú más, (sin la presencia de Mas) se dedicó a acusar a otros, especialmente al PP, de sus vergüenzas propias (que existen) y casi a pedir perdón a Pujol por hacerle pasar el rato que estaba viviendo. Acabado el turno de los grupos, Pujol volvió a intervenir, y ahí se desató. Enfadado, encogido, casi mirando al suelo, o con los ojos aparentemente cerrados, en una expresión más propia de su caricatura que de él mismo, Pujol empezó a abroncar a todos aquellos que habían ido a esa sesión a hacer preguntas, violentándole y propagando acusaciones falsas. En un tono de regañina desagradable, inadmisible y hasta cierto punto mafioso, Pujol se hizo con el hemiciclo y abroncó a los presentes y, sin duda lo pensaba, a los que estaban viendo esa sesión por la tele. Por un momento pensé que se levantaría y se iría, considerando que era indigno lo que estaba viviendo. Él, que todo lo ha sido y tenido, y que por lo que parece sigue siendo y teniendo, rebajado a la altura de los mortales, forzado a dar explicaciones, teniendo que aguantar a unos sujetos que osen a hacerle preguntas… No, No, pero dónde se ha visto eso!!!! Él, el único, el legítimo, el poseedor de la verdad, el portavoz de las esencias catalanas auténticas, el que ha hecho todo por la patria imaginada (empezando por quedarse un porcentaje de la misma) el que ha sacrificado vida personal y familiar para darla por una causa eleva…. No, NO. A cada palabra que usaba elevaba el tono, y su imagen se iba desdibujando entre improperios, amenazas veladas y acusaciones a quienes no fueran de los suyos, léase CiU y ERC, que no le habían tratado con el respeto debido y la cortesía necesaria. A aquellos que habían osado dudar de su palabra, que es la Ley, y que no necesita justificación alguna. En apenas unos minutos Pujol se transformó de un supuesto Joda a un auténtico Lord Oscuro del Sith, y sólo le faltó empuñar un sable láser y rebanar los pescuezos de quienes a él se enfrentaban.

Tras estas palabras los turnos de réplica eran innecesarios. Se ofrecieron por cortesía, pero para nada ya servían. Pujol no contestó a nada, porque a nada consideraba que se debía contestar, y dio una lección de cómo se ejerce el poder cuando se dispone de él. Películas de mafiosos, series de políticos sin escrúpulos, capítulos de gánsteres y demás ficción de calidad palidecen ante el espectáculo que ofreció el viernes el hombre más orgulloso, prepotente, déspota y autoritario que ha gobernado, y por lo que parece aún ejerce, en Cataluña durante casi medio siglo. Envuelto en su bandera, y su fortuna, Pujol se desenmascaró para quien no está ciego. Shakespeare hubiera hecho maravillas con su discurso acusatorio.

viernes, septiembre 26, 2014

Miles de personas haciendo cola por un Iphone 6


Esta noche se ha puesto a la venta en España el último modelo de Smartphone fabricado por la marca de la manzana mordida, la versión numerada como 6. Según las crónicas las reservas por internet son muy elevadas pero no se han registrado grandes colas a las puertas de las tiendas madrileñas donde esta noche se ha inaugurado el negocio. No ha sucedido lo mismo en otros países, con imágenes de colas interminables, noches y días de espera y escenas de ansia y felicidad al abrir las puertas de las tiendas de Apple que, como nuevas iglesias, recibían a sus alborotados fieles deseosos de postrarse ante el sagrario tecnológico.

No lo entiendo, lo admiro pero no lo entiendo. No soy capaz de explicarme qué es lo que lleva a alguien a estar horas, días, esperando tras una puerta de cristal para comprarse un aparato, el que sea, que puede adquirir sin cola alguna al día siguiente, o dentro de dos o de tres. Definitivamente el consumo y la marca ha desbancado a las creencias en nuestro mundo, y la posesión de determinados artículos, su exhibición, mostrarlos ante los demás, se ha convertido en el símbolo más deseado de ostentación, lujo y prestigio. La marca domina plenamente el mundo, aunque el producto que envuelva no sea el mejor. Los Iphone no son malos teléfonos (bueno, ordenadores) obviamente, pero no son los mejores. Prestaciones que ahora se incluyen en la última versión, empezando por las de una pantalla más generosa se ofrecen desde hace mucho tiempo en equipos de otras marcas que trabajan con los dos sistemas operativos que rivalizan con el de la manzana, Android o Windows phone. Pero fue aparecer un equipo de más de cinco pulgadas de tamaño en la presentación de Cupertino celebrada hace unas semanas, en una nueva reedición de las bienaventuranzas en formato consumista, lo que desató la locura. En definitiva, lo que otros venden a unos 300 euros Apple lo comercializa a cerca de 900, y podría venderlos igualmente a 9.000, los creyentes los pagarían. Es el éxito absoluto. En mi estancia parisina he vuelto a contemplar, asombrado, ese peregrinaje de ciudadanos de medio mundo, especialmente orientales, que desembarcan en las calles de lujo de París ansiosos por entrar en las tiendas palacio de las marcas de moda, cosméticos y complementos que todos conocemos, diseñadas con el máximo lujo y refinamiento, y en las que se exhiben piezas de ropa, bolsos y demás artículos a unos precios de fantasía, estos sí medidos en miles y miles de euros, que son comprados con pulsión por esas hordas, deseosas no tanto de lucir la prenda como la marca que lleva asociada, no la comodidad de unos zapatos insufribles, sino el poder de enseñar sus suelas rojas, no la practicidad de, para un hombre, el siempre misterioso bolso femenino, sino el emblema de una casa que es mundialmente conocida como sinónimo del lujo. Probablemente esas prendas, de calidad supuestamente alta, se hayan fabricado en el mismo taller en el que se hicieron otras mucho más cutres, y en las mismas condiciones de insalubridad para los que las elaboraron. O no, quizás fueran cortadas y cosidas artesanalmente con mimo, gusto y estilo, usando los mejores materiales, pero en todo caso es casi seguro que el desorbitado precio que lucen en esos escaparates de fantasía nada tiene que ver con el coste real de producción, porque ese precio no es sino una barrera, una señal, una cerradura en la que encaja la llave de la riqueza y que abre la puerta a la distinción pública, a la posibilidad de hacer ver a todo el mundo que soy rico, y que puedo comprarme lo que me otorga ese estatus. Es así de simple y pueril, y estúpido, según lo veo yo. En la rue de Montaigne, en París, el espectáculo era una mezcla curiosa entre obscenidad, sinsentido y descaro. Aunque sea por curiosidad antropológica, merece ser visto.

Decía al principio del párrafo que expresaba mi admiración. Evidentemente no hacia los compulsivos compradores, sino hacia las empresas que han logrado fabricar esas marcas y que han enamorado al público. Apple ha logrado lo que todas las marcas sueñan, convertirse en símbolo de estatus, en señal de poder, en objeto de adoración. Para el creyente en Apple, y los hay por millones, la hostia consagrada tiene forma de manzana mordida, y la palabra de Dios son las nuevas especificaciones del último modelo de la empresa. Es el sueño dorado de un negocio, cuyo objetivo último siempre es ganar dinero, y que en este caso lo logra con el deseo desatado de los compradores de gastar todo lo que puedan. Pese a ello ayer Apple cayó más de un 3% en Wall Street. Todo esto es asombroso.

jueves, septiembre 25, 2014

Francia y su primera baja en la guerra contra el islamismo


Esto parece un maldito rosario de cabezas cortadas. Primero fueron las de los americanos, periodistas ambos, con los que el EI no tuvo piedad alguna. Luego le tocó sufrir al reino Unido, que vio como uno de sus ciudadanos retenidos, cooperante en este caso, sufría el mismo y cruel destino, mientras que la suerte de otro de los suyos aún se desconoce. Ayer le tocó a Francia, que asistió asombrada hace unos días al secuestro de un guía turístico de dicha nacionalidad en Argelia por parte de un grupo que se había asociado al estado del terror proclamado por el EI. Ayer ese grupo asesinó a Hervé Gourdel, que así se llamaba el rehén.

Hollande, del que me he reído bastante en este blog, y que en general se ha mostrado incapaz de ejercer la presidencia como era de esperar, tuvo ayer un día horrible de verdad, de los malos. En su comparecencia ante la ONU en la Asamblea General (mejor no discutir si esa Asamblea sirve para algo o no) fue el propio Hoollande el que confirmó el asesinato, la decapitación, la barbarie cometida sobre uno de los ciudadanos que pudieron votarle hace unos años. Y con eso Francia entra de lleno en esta guerra contra el islamismo que no queremos llamar guerra pero que lo es. Días atrás cazas franceses participaron en operaciones de ataque contra algunas posiciones del EI en Irak, y el Lunes 15, en la mañana en la que yo paseaba por el Louvre, tuvo lugar una reunión no muy lejos de allí, en el Elíseo, de los ministros de exteriores de los países que se comprometían a colaborar en la lucha contra el terrorismo y fanatismo islamista. En este sentido Francia se ha mostrado muy cooperadora e impulsora de la acción militar frente al EI, lo cual es un poco curioso dado el, en realidad, escaso potencial militar que puede aportar a la causa y la situación de debilidad económica y política en la que se encuentra el país, pero en todo caso me parece un ejemplo encomiable y que debiera ser seguido por España, aunque no espero que Rajoy mueva un solo pelo de la barba en este asunto, dado que la mera mención de las palabras “guerra de Irak” hará que todos sus pelos se ericen como hirientes púas. Cuando llegaba al hotel por la noche en mi semana parisina ponía la tele, que sólo me ofertaba canales en francés, idioma que no conozco, y trataba de entender algo de los informativos de 24 horas, que se centraban fundamentalmente en tres asuntos. Los rumores (confirmados, Dios mío) de la vuelta de Sarkozy, la moción de confianza que Manuel Valls pasó por los pelos, y la implicación francesa en la guerra contra el EI. Por lo que podía apreciar había un debate intenso respecto a este punto (y no se imaginan hasta qué punto sobre los otros dos) en el que, en general, las opiniones mayoritaria era la de apoyar la postura del gobierno de Hollande, pero con muchas voces que advertían de los riesgos que suponía esta implicación, al sobreexposición que estaba ofreciendo Francia como principal valedora política, aparte de EEUU, de los ataques sobre el terreno, y los riesgos que suponía. Muchos periodistas y expertos advertían de que, como es obvio, estas cosas no salen gratis, y que la posibilidad de ataques terroristas sobre el país o sobre nacionales que se encontrasen en el extranjero crecían cada día que pasaba. El asesinato del rehén británico, que tuvo lugar mientras yo me encontraba en París, aumentó la intensidad de este debate y las voces críticas a la presencia francesa, que justificaban la intervención por las atrocidades que comete el EI, pero trataban de frenar a una Francia que veían más lanzada de lo que militar y socialmente era recomendable o posible. Así, noche tras noche, argumentos de uno y otro tipo se cruzaban ante mi envidia, al ver como el país sí debatía un asunto en que el ellos, y nosotros, y todos, nos jugamos mucho. En España, por el contrario, ni se habla de esto ni parece ser relevante para la dirigencia.

Supongo que hoy será un día triste en Francia, y que sus medios de comunicación llevarán a cabo el terrible ejercicio de contar las consecuencias del terrorismo no con corresponsales en otro país, sino con los periodistas de local en la casa de los familiares del asesinado. Una vuelta por las webs de Le Monde o Le Figaro, por poner dos ejemplos, muestra la misma imagen de portada, de un crespón negro sobre una foto del asesinado que cuelga de un balcón, y titulares que hablan de dolor y rabia por un cruel asesinato carente de sentido. Francia hoy llora a su primera baja en esta nueva guerra, sabiendo, me temo, que no será la última.

miércoles, septiembre 24, 2014

Y Gallardón dimitió (para ZCC)


La dimisión ayer por la tarde del Ministro de Justicia fue una de esas noticias gordas que no pilló a muchos por sorpresa después de las decisiones tomadas por su jefe en esa misma mañana y en días anteriores. Desautorizado por completo, al admitir Rajoy que el anteproyecto de Ley de la reforma del aborto no iba a llegar a ninguna parte, Gallardón, que puso todo su empeño e imagen en sacarlo adelante, quedaba colgado y desautorizado a la vista de todos. Su estrella legislativa moría y su única baza posible era la de dimitir. Algunos lo negaban aún ayer, pero a media tarde su comparecencia despejó muchas dudas al respecto. No todas.

No entiendo estos tres últimos años de carrera política de Gallardón. Por más que los miro y estudio no logro entender qué es lo que ha buscado en esta legislatura, y cómo ha sido capaz de destrozar su imagen púbica, labrada durante años de gestión, controvertida en ocasiones, y que llegaba al gobierno como un nuevo ascenso en una carrera que no parecía tener límites. Creo que Gallardón ha ganado todas las elecciones a las que se ha presentado, y casi todas ellas por mayoría absoluta. Dirigió la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital durante cuatro legislaturas, concitando un gran apoyo popular, una oposición debilitada y una ciudadanía que lo tachaba de megalómano, que lo fue, pero que aceptaba encantada túneles y obras inimaginables que, no lo vamos a negar, daban un resultado espectacular, aunque no esté nada claro como las podremos llegar a pagar. Aupado en una política de gasto, gestos y cercanía, Gallardón concitaba el apoyo del votante centrado y del de la derecha e izquierda moderada. Su olfato político, innato, le decía lo que todo el mundo sabe, que sólo con un discurso moderado se puede alcanzar el poder, que es en ese grupo de votantes de centro que basculan entre una y otra ala donde se encuentra habitualmente la llave que da el acceso al cargo. Y Gallardón los mimó siempre. Frente a él su oposición era Esperanza Aguirre, de su mismo partido, pero más escorado hacia la derecha, según dicen casi todos, o al populismo, como creo yo, que sacaba mayorías igualmente amplias pero con el espectro de voto más corrido hacia la derecha. Gallardón sabía, como otros muchos, que esa tendencia de voto no era extrapolable a toda España y que, por ello, las opciones nacionales de Esperanza eran escasas. Su tendencia a picar a la fiera para dejarla en evidencia y su apoyo a un líder suave y no extremista como Rajoy tuvieron sus frutos y, tras años de espera no disimulada, alcanzó un Ministerio, el de Justicia (cómo le hubiera gustado el de Fomento en la época de la burbuja) y llegó al gobierno como el más conocido y valorado de los ministros, en una época muy dura de la política y la economía. Era el terreno ideal para que esa mano izquierda, o mejor dicho, la inteligencia que le sobra al personaje, se utilizara para ablandar a la oposición social y ofreciera una cara más amable de un gobierno que, quisiera o no, iba a hacer cosas muy desagradables. Sin embargo, desde un principio, Gallardón fue protagonista de una gestión oscura, complicada y que no dejaba de crear problemas. Un pretendido afán reformista en sus discursos que, sin concreciones ni revoluciones, como son las que necesita la justicia en España, fue soliviantando a todos los que en ella participan de una u otra manera, concitando una oposición absoluta y una unanimidad contra el personaje que empezaba a sorprender. Por primera vez en su carrera política Gallardón era sinónimo de problemas y no de soluciones, de enfrentamiento y no de éxito. Su estrella empezaba a no brillar como se esperaba.

Y entonces llegó el tema del aborto, complejo y peliagudo como pocos, y su propuesta de reforma de la Ley de plazos de ZP, que la convertía en una de supuestos mucho más restrictiva que la que existía en los años ochenta, con un sistema de verificaciones digno de los que quiere imponer el BCE a la banca europea y que suscitó un rechazo enorme por parte de múltiples asociaciones. Era un texto casi diseñado para no poder ser puesto en marcha. Desde un principio se convirtió en su proyecto personal y en un marrón del que Rajoy nada quería saber. Con el paso del tiempo cada vez era más obvio que, por el interés político, esa ley no iba a llegar a ningún lado. Su apuesta de aprobación antes de que llegase el otoño quizás fue el último órdago que se jugó, a sabiendas de que lo perdería. Ayer se fue. Veremos a ver por cuanto tiempo.

martes, septiembre 23, 2014

Una silla para poder sentarse en París


El turismo urbano gratifica, llena los sentidos y alegra, pero agota. Podrá uno hablar de todas las cosas que ha visto y hecho, de lo bien que se lo ha pasado, y todos sentirán con un cierto conformismo, pero cuando haga referencia a lo que le dolían los pies, lo agotado que estaba o la sensación de paliza que se le viene a uno encima tras días y días de turismo, entonces suscitará el murmullo general de aprobación, y uno tras otro los interlocutores con los que esté empezarán a relatar sus propios dolores de turista, sus males en piernas y cuerpo en general, y de cómo necesitaban el reposo cada vez con más frecuencia.

Una ciudad inmensa como París agota tanto como su propia dimensión. Diseñada para asombrar, para dejar al visitante aplastado ante la magnificencia y el poder, lo consigue, pero sus grandes dimensiones y el no estar pensada para el clima soleado y radiante que me ha tocado la convierten en un potro de tortura para el cuerpo. El horario que me imponía en cada día de visita, basado en que duermo poco y madrugo mucho, hacía que las jornadas de catorce horas de caminata y paseo fueran lo habitual, lo que para un cuerpo desentrenado como el mío no deja de ser una exageración. Paseos, aceras, empedrados, suelos de losa, alfombras, en el día a día las zapatillas iban pisando de todo, y cada uno de esos golpes los sentía en unos pies que, en el caso del izquierdo desde el final del primer día completo, fallaron más de lo esperado. Esa jornada llegué al hotel a eso de las 10 de la noche muy cansado, y con ampollas variadas, y tras la ducha empecé a pensar que si todos los días iban a ser así lo iba a pasar mal, pero que merecía la pena. En el segundo día, Sábado, con sol igualmente espléndido, la sensación de cansancio no se iba, y pese a que en las colas o en breves momentos uno buscaba un asiento donde parar un instante, nada era lo suficientemente cómodo. La búsqueda puede desesperar, agotar por completo, pero a veces uno encuentra la solución sin siquiera proponérselo, le sale al paso como puesta por manos de otros. Y así, a media tarde, atravesando los jardines de las Tullerías camino a la plaza de la Concordia, alcancé una piscina octogonal que está justo antes de los cruces que dan acceso al obelisco. Y entorno a esa piscina decorativa, de esas de lámina de agua reflectante, rodeada como estaba de arboleda espesa y menuda, había puestas por el suelo sillas. Muchas, decenas, sillas metálicas de respaldo y apoyabrazos, algunas incluso diseñadas con un respaldo abatido fijo. Sueltas, que uno podía coger y poner allá donde quisiera, al sol o a la sombra, mirando a la piscina, al obelisco, a las ramas de los árboles o a la nada, que se podían juntar formando grupos y corros, o ponerse aisladas en un lugar en el que, por lo que fuera, no había nadie. Sillas públicas para usar en medio de una plaza, sin tener que recurrir a un banco de piedra recalentado al sol, o a un suelo que, en esa zona, era de una piedrilla arenosa que con el calor ambiental se transformaba en polvo cuando apenas un par de pasos avanzaban rápidos sobre ella.. La idea me pareció magnífica y sorprendente, y más aún el hecho de que, estando como estaba la zona, con mucha gente, hubiera sillas libres. No me lo pensé dos veces. Miré entre la oferta y cogí una de las que tenía el respaldo abatido. La levanté, comprobé que pesaba lo suyo pero que era fácil de transportar y, poniéndola a la sombra de uno de los árboles, la orienté con vistas al octógono y un poco más allá, al obelisco de la concordia. Me senté, dejé los trastos que llevaba sobre mi mismo, me estiré sobre el respaldo y me dejé caer sobre él.

La vista, no les voy a engañar, era de lujo, con la alineación monumental que se produce entre el obelisco y el Arco del Triunfo, y el imaginado arco de la defensa al fondo, invisible al estar oculto por una buena capa de contaminación, y el paisanaje de turistas, locales y gentes variadas, muchas de gran belleza, que por la zona se encontraban. Allí, bajo esa sombra, con un cielo azul radiante digno del Mediterráneo, descansé por primera vez desde que estaba en París, y aunque me dio pereza volver a levantarme, lo hice sabiendo que en ese jardín y, como luego descubrí, en otras plazas similares, alguna silla estaría esperándome para darme el descanso merecido.

jueves, septiembre 11, 2014

11de Septiembre, trece años después


Hoy es 11 de septiembre de 2014. Se conmemora el decimotercer aniversario de los atentados de Al Queda en Estados Unidos que asesinaron a decenas de personas en el Vuelo U93, a cientos en el Pentágono y a miles mediante la destrucción de las Torres Gemelas del WTC de Nueva York. Sobre las antaño humeantes ruinas que fueron llamadas zona cero se yerguen nuevos rascacielos, y la ciudad vive pujante con su furia constructiva y financiera sin fin, pero tras más de una década de esfuerzos, el islamismo no hace sino aumentar su amenaza y mostrar, ahora mismo, su cara más cruel y peligrosa. Cambian los presidentes en EEUU, pero el mal yihadista permanece, y su presencia sobre todos nosotros parece que nunca cesará.

Sea hoy un día de homenaje a las víctimas de la barbarie producida hace trece años, de recuerdo a sus seres queridos, y por extensión, de sentimiento hacia todas las víctimas del terrorismo, fruto siempre de una venganza fanática carente de justificación alguna.

Me cojo unos días de vacaciones, con viaje a París y posteriormente a Elorrio. Si todo va bien volveré a escribir a partir del Martes 23 de Septiembre, en menos de dos semanas. Descansen y sean muy felices.

miércoles, septiembre 10, 2014

Nunca un Botella gobernó Madrid


José Bonaparte, hermano de Napoleón, llegó al gobierno de Madrid impuesto por la invasión de las tropas francesas. Odiado y ridiculizado por el pueblo de la villa y corte, se le llamó Pepe Botella por su tendencia, que no parece que fuese mayor que la de la media, a la bebida. Tras el motín del 2 de Mayo y el inicio de la guerra, sabiéndose rechazado, huye de la capital y deja tras de sí pocos amigos y una evidente sensación de fracaso. Más de dos siglos después, en un contexto que nada tiene que ver, otra Botella, Ana en este caso, también abandona la alcaldía de la ciudad, que consiguió de rebote, y que no ha sabido ni podido ejercer como es debido.

La renuncia de Ana Botella a presentarse como candidata a la alcaldía de Madrid en las elecciones de Mayo de 2015 era una de las pocas noticias que todo el mundo anticipaba como segura, y que la realidad así lo ha confirmado. Quedaba la duda del cómo, de si el poder de Rajoy, que ya no la valoraba, la echaría directamente o le ofrecería la cortesía de anunciar su marcha, como finalmente ha sido. Atrás quedan algo menos de tres años de mandato heredado, tras el nombramiento de Alberto Ruiz Gallardón como Ministro de Justicia, y la ascensión de ella, número dos de la lista del PP por Madrid hasta el bastón de mando de la ciudad. Ana Botella había sido con anterioridad concejala de algunas áreas municipales, en las que no destacó por hacerlo ni bien ni mal. Su imagen, mediática y popular en todo el país por ser la mujer de Aznar, se sobreponía a todo lo que pudiera demostrar como capacidad de actuación propia. Iba a ser juzgada por quien era y de dónde venía, y eso era un hándicap muy grande. Los hechos de su gestión han contribuido a que esa losa inicial no haya hecho sino crecer a lo largo de este periodo. Madrid, capital, mentidero, es un gigantesco manicomio en el que millones de personas nos pegamos día a día por sobrevivir, una ciudad enorme, llena de ruido y furia, con una fuerza vital arrolladora y una capacidad destructiva igualmente voraz. Ana Botella no estaba capacitada, ni intelectual ni personalmente, para ejercer el cargo de regidora de este monstruo, y la realidad le ha desbordado por completo. Con unas cuentas municipales al borde de la quiebra gracias a las necesarias, sí, pero impagables obras que desarrolló Gallardón en sus años de faraonismo, lo único que podían hacer los gestores municipales del ayuntamiento era recortar, prescindir, subir impuestos… cosas muy desagradables. Quizás hubiera sido el momento de experimentar, de soltar el monstruo que esta ciudad lleva dentro y que fuera su vital sociedad la que la reinventara, con menos dinero pero más ganas, imitando el modelo exitoso que Berlín, otra capital financieramente muy tocada, está llevando a cabo, pero no se hizo así. Botella, de visión clásica, centró su mensaje en el recorte, la austeridad mal entendida y peor explicada, y el enganche a ciertos proyectos emblemáticos, como las olimpiadas o el Eurovegas (¿se acuerda den Eurovegas?) que resultaron ser memorables castillos de humo. Sus intervenciones públicas rozaban el absurdo, hasta el punto de que muchos humoristas seguramente se sentían plagiados por unos discursos, dicción y expresividad que ni ellos mismos hubieran sido capaces de crear en sus más oscuros y secretos momentos de mordaz crítica hacia el poder. Cada vez que Ana Botella hablaba su imagen quedaba destruida, y era un proceso imparable. La sensación de desgobierno iba creciendo por momentos y, en mi opinión, fue la tragedia del Madrid Arena, donde todo lo que tuvo que ver con el ayuntamiento fracasó, y su particular gestión de aquel asunto, del que no era culpable, lo que acabó por hundirla ante una opinión pública que no daba crédito a lo que veía y oía cada vez que la escuchaba.

Ana Botella ha resultado ser un fracaso como gestora, pero mayor culpa que la suya es la de quien la puso ahí, sin ser consciente de que no iba a ser capaz de dar la talla. Ser alcalde no es fácil, pero serlo de una ciudad como Madrid puede ser heroico. Tras estos años de decadencia, económica y, sobre todo, emocional, Madrid puede resurgir de sus cenizas, como siempre lo ha hecho, porque aunque yo no la tenga, la ciudad posee la fuerza necesaria para levantarse y volver a ser pujante y luminosa. Quizás sea necesaria una alcaldía que liberalice la ciudad, que deje crecer a los negocios, empresas y emprendedores, que encabece una gestión mínima y moderna, y que permita que el genio de Madrid salga de la botella en la que ha estado encerrado estos años.

martes, septiembre 09, 2014

Hollande, las infidelidades se pagan


Hace unos meses escribía aquí algunos artículos sobre los devaneos amorosos del Presidente de Francia, François Holande, un político que no pasará a la historia por su hacer de gobierno (en todo caso por su malo o nulo hacer) sino por su agitada vida sentimental. En aquellos artículos me mofaba bastante de él y lo veía con tono despectivo. Su imagen era la de una abeja, mejor abejorro, que va de flor en flor, libándolas a todas hasta secar a cada una de las que encuentra a su paso, y se puede entender como una metáfora o no. La cadena de infidelidades que jalonaban su vida era, a mi entender, patética.

Ahora parece que Hollande empieza a recibir algo parecido a la venganza, no usaré el término justicia porque el asunto es más bien personal, por parte de una de sus compañeras, la que conocemos como segunda, Valerie Trierweiler, con la que le puso los cuernos a la madre de sus hijos, Segolen Royal, y la que fue engañada por la joven actriz Julie Gayet. Conocido el lío con la actriz, Valerie encarnó el papel de la mujer despechada, ofendida, arrastrada a la vergüenza y, curiosamente, objeto de mofa por parte de muchos, y sin defensa alguna por el lado de esos grupos feministas que te lapidan si saludas a una mujer con una sonrisa pero que no dicen nada ante un señor que abusa de su poder para trajinarse a todas las que pueda y usarlas como si fueran objetos decorativos de su palacio. La cuestión es que Trierweiler, que utiliza el recio y duro apellido de su primer marido, ha decidido hacer honor a la sensación que te queda en la boca cuando lo pronuncias y ha publicado una especie de libro de memorias sobre sus años con Hollande, no para elogiar su papel como amante y pareja, no, sino para acabar de hundir en la miseria a quien fue su pareja y ahora vaga como alma en pena en la política y las encuestas, al borde del desahucio mediático. En esas páginas, que se venden como churros y engordan la cuenta corriente del editor y la compungida señora, se detallan muchos momentos íntimos de la pareja, con una tendencia al cotilleo muy estudiada que, aunque no revelase detalles de importancia, sería suficiente para convertirla en un libro de éxito en la estela de las “50 (horrendas) sombras” que todo lo invaden últimamente. Como muestra, parece ser que ella y Hollande se enteraron de la detención de Dominique Strauss Khan (menudo sujeto este también) después de haber hecho el amor, en la típica escena de él medio dormido tras el placer y ella viendo la tele desde la cama y mirando unos papeles. No se si al ver que uno de los rivales de Hollande a las presidenciales era arrestado delante de las cámaras de todo el planeta por acusaciones de abuso sexual fue suficiente alegría para el futuro presidente como para que despertase de su estado de modorra y volviera a la carga sobre su poderosa mujer, que fue quien le despertó e informó de lo que pasaba. En el libro, al parecer, Hollande queda como un pusilánime, un bocazas y un falso, como alguien que no quiere vivir una vida de izquierdas sino una de rico (bueno, eso es lo habitual, tampoco nos engañemos) que insulta a los pobres utilizando expresiones como “los sindientes” y que ansía el poder por encima de todo, lo que es comprensible tratándose de un político, esa es la meta de todos ellos. Con perlas de este tipo la obra, de cuya calidad literaria nada se, pero dado que la señora fue periodista es posible que esté bien armada, destroza la imagen del actual presidente un poco más de lo que ya lo estaba, y sirve el plato de la venganza en el comedor de Treirwieler aderezado con una suculenta guarnición de miles de euros contantes y sonantes, que a buen seguro harán más llevadera la soledad en la que vive la que no está claro si llegó a ser algún día primera dama de Francia.

Si la posición política de Hollande fuera fuerte es posible que este escándalo, que lo es, fuera controlable y con el tiempo se convertiría en poco más que en una fuente de ácidos y crueles chistes a la figura del presidente, pero es que todo esto se añade a una situación calamitosa para la economía francesa y a una presidencia que, cerca de llegar a la mitad de sus cinco años de mandato, está en caída libre en las encuestas, deslegitimada popularmente y con constantes cambios de primer ministro y gabinete para tratar de reconducir la situación. Que a un barco semihundido como el de Hollande Trerwieler le dispare esta andanada puede ser motivo suficiente para mandarlo a pique del todo, y que tanto presidencia como alcoba acaben en el fondo de la nada.

lunes, septiembre 08, 2014

España, un país que no cuenta en el mundo


Tras los años de la política exterior de Aznar, caracterizados por la sobreexposición y la obsesión por hacer todo lo que un equivocado EEUU determinase, la llegada al poder de ZP supuso un giro total en este plano, logrando que España desapareciese del plano internacional. Se acusó al anterior presidente del gobierno, con razón, de hacernos irrelevantes, de escondernos, de convertir a España en un país de segunda regional (no somos de primera, pero al menos seamos de la segunda buena) y de convertir nuestra política exterior en algo que oscilaba entre lo absurdo y lo ridículo. Esas críticas eran, a mi modo de ver, acertadas.

Pues bien, esas mismas críticas, ese mismo discurso, incluso algunas de las mismas crueles palabras que se destinaron a la diplomacia de ZP en el pasado pueden utilizarse hoy para calificar la postura de España, encarnada en la esfinge de Mariano Rajoy, en la pasada cumbre de la OTAN celebrada en Gales. Esa cumbre tenía dos asuntos fundamentales entre manos, a cada cual más grave e importante. Uno era el de Ucrania, en el que España acordó enviar buques de vigilancia a la zona si se considera oportuno y, tras múltiples gestiones, logró un encuentro bilateral entre Rajoy y el presidente ucraniano Poroshenko, un día después de lo que previamente se había informado. El otro asunto es el de la lucha contra el islamismo asesino del Ejército Islámico, el EI, y pásmense, a las reuniones sobre este asunto Rajoy no asistió. Se vino de vuelta a España tras anunciar a sus socios que, sobre el particular, ofrecía una posición de apoyo táctico y logístico a lo que se anunciase, pero que España se quedaba en la retaguardia. Asombroso. Casi la mitad de la cumbre dedicada a cómo abordar uno de los problemas más complejos y peligrosos a los que se enfrenta occidente, y las libertades en su conjunto en gran parte del mundo, y España decide que ni asiste a la reunión. Un encuentro en el que, seguramente, se expusieron las dudas, temores, recelos y problemas que cada uno de los países allí presentes veía sobre cómo atajar el crecimiento del EI, un problema muy muy complicado, y de paso ver cómo encauzar la vuelta de los combatientes, muchos de ellos europeos, que militan en sus filas y que poseen pasaporte comunitario, y que tal como se fueron a la yihad a las arenas del desierto, pueden volver para extenderla en la campiña inglesa o el páramo castellano. ¿Cuál es la opinión de España al respecto? ¿Qué opina el gobierno sobre el crecimiento del EI y sus cada vez mayor poder? ¿Qué plantea España para controlar a los yihadistas retornados? Estas y otras cientos de posibles y trascendentes preguntas no las va a contestar nadie, porque nadie en el gobierno habla de este asunto. Es alucinante. Amparados en una discreción cobarde que esconde vergüenzas más propias que ajenas, el gobierno de Rajoy, sospecho, se escuda en que el concepto de “guerra” e “Irak” remueve fantasmas que no quiere ni volver a imaginarse. Lo único que necesita ahora la posición, pensarán en Moncloa, es un banderín de enganche como la guerra para movilizar por completo a sus huestes, cuando nos enfrentamos a un problema muy distinto al de 2003, de una gravedad e intensidad muy diferente, y donde la pedagogía ante la población, como si no fueran suficientes los vídeos islamistas, sería muy útil para hacerla comprender que vamos a una guerra justa, con todos los matices que se puedan expresar al respecto, que los hay. Pero no, Rajoy opta por callar y esconderse. Como casi siempre.

Ante esta postura, ¿cuál sería la valoración de usted, querido lector, en caso de ser un dirigente de otra nación aliada? ¿Qué pensaría si uno de sus socios, que pide puestos de responsabilidad en instituciones varias y contar a la hora de tomar decisiones, no apoya ni ayuda cuando más se le necesita? ¿Nos vería como socio o como gorrón? Quizás en casa a Rajoy le funcione la táctica del avestruz, que no me gusta nada pero, hay que reconocérselo, le ofrece resultados. Pero en el extranjero, donde no se puede engañar a todo el mundo de una manera tan burda, ni Rajoy ahora ni ZP en el pasado son tomados como personas serias, porque eluden sus responsabilidades. Qué bien lo cuenta Carlos Sánchez. Léanle, léanle

viernes, septiembre 05, 2014

Y Mario Draghi sacó su bazuca


Ayer pensé escribirles sobre la reunión del día del BCE, pero a última hora, o minuto, decidí cambiar de tema ante el riesgo de que las dos o tres personas que me leen huyeran corriendo ante un nuevo artículo sobre Draghi y sus medidas. Y menos mal que actué así, porque, les confieso, tenía previsiones sobre la reunión de ayer que, en gran parte, eran erróneas, así que mi escrito hubiera sido como el de cualquier otro oráculo. Lleno de sentido pero errado en lo profundo. Corolario, no se crean ni lo que yo les diga ni a los oráculos, en este y otros campos de la vida. La pose es importante para hacer creer que se sabe de lo que habla, pero en el fondo hay fenómenos, como la economía, donde predecir es, demasiadas veces, fracasar.

Tras su discurso de Jackson Hole había muchas expectativas sobre la reunión del BCE de ayer. La mayor parte de analistas daban por seguro que no se tocarían los tipos de interés (yo también lo pensaba) que se anunciaría la posibilidad de medidas no convencionales (yo también lo creía) que quizás se implantase un programa de compras de deuda pública (yo no lo creía) y que, osados los más, Draghi podría ponerse a comprar otras cosas que no fueran de estados (me parecía una opción muy interesante pero difícil de ser aprobada por el consejo del BCE). Ayer, a media mañana, la situación era divertida. Con las bolsas europeas cayendo suavemente, había titulares de prensa de sesudos analistas que daban por sentada la intervención del BCE mientras que otros, igual de sesudos, anticipaban una decepción, un exceso de expectativas que Mario se encargaría de enfriar. Uno leía un poco de todo y llegaba a la conclusión de que tanto unos opinadores como otros tenían razón, lo que era un poco carente de sentido. Parecía más bien que cada uno de ellos apostaba por una actuación en concreto y buscaba en su escrito la secuencia lógica de argumentos que justificara su posición. En el fondo, a eso de las 11 de la mañana, nadie en Europa tenía ni idea de qué haría Mario y sus chicos. Un poco antes de las 13 saltó la sorpresa, porque Reuters filtró, hecho inédito, que el BCE sí anunciaría un programa de compras de activos, no de deuda pública de estados, sino de los llamados ABS y cédulas hipotecarias. Esto es complicado de explicar, pero dicho de manera cutre viene a ser que el banco coge los préstamos que ha dado a empresas y particulares y los “vende” al BCE, que le otorga a cambio el importe del préstamo concedido, con la garantía de que el señor o empresa que recibió el préstamo lo pagará. Esto permite al banco transformar un derecho de cobro que figura en su activo en pura liquidez, que pudiera volver a ser prestada, por lo que la medida, si todo funciona correctamente, permite aumentar la capacidad de crédito del banco, uno de los objetivos expansionistas del BCE. Esta era la posible cuarta medida que comentaba al principio, la compra de activos no vinculados a deuda pública, que yo veía con buenos ojos, pero difícil de ser aprobada. La noticia era impactante, y las bolsas reaccionaron dándose la vuelta y pasando de una suave bajada a subidas del 0,5%. El BCE anunciaba compras de activos!!!, un QE a la europea, por fin!!! Sorpresa gorda. Sin embargo la sorpresa más gorda, que es más simbólica que efectiva, vino a las 13:50 cuando se supo que Mario bajaba los tipos de interés del 0,15% al 0,05%, mínimo absoluto en Europa. Esto era un mensaje de que el BCE iba a tirar la casa por la ventana, hacer lo que fuera necesario y más para reactivar la economía de la eurozona. La bolsa se disparó y cerró el día con subidas del 2% y el euro cayó por debajo de la barrera del 1,3 por primera vez en mucho tiempo.

Así, mis previsiones se vieron incumplidas en su mayor parte, y Draghi nos sorprendió a todos. Sus medidas tendrán grandes efectos en la eurozona, pero recordemos que no bastarán para salir de este agujero por sí mismas. De hecho una lectura tenebrosa de las mismas es que muy asustado tiene que estar el BCE ante los datos de la eurozona para hacer lo que hizo ayer. Tiene que ver la deflación instalada, el espectro de un Japón de los noventa reencarnado en una Europa actual, y eso da mucho que pensar. En todo caso Draghi hizo ayer historia en la economía europea, y nos lanzó un mensaje “Ahora que yo he puesto todo mi arsenal sobre la mesa, os toca al resto, políticos y ciudadanos, hacer lo mismo para salir de esta”: ¿Le seguiremos?

jueves, septiembre 04, 2014

Los nada honorables Pujol


Si hemos llegado a alguna conclusión a lo largo de esta condenada crisis, que lo dudo, es que gran parte de lo que nos ha sucedido ha sido por la falta de ética de todos, todos, los que conformamos la sociedad. Desde el puesto de cada uno, con mayor o menor relevancia, hemos caído en la tentación de llevarnos crudo parte del dinero que pasaba, fueran comisiones ilegales, primas sobre el precio de los pisos o porcentajes en negro sobre cualquier transacción. Quién más pudo más se llevó, pero casi todo el que pudo, lo hizo. Por eso hay un movimiento en pro de la ejemplaridad, de la vuelta a la racionalidad y la ética, en los negocios y en lo personal, como único antídoto verdadero para evitar otra debacle.

Y en estas que llega Pujol y su familia. Tras años de investigaciones más o menos rápidas, más o menos interesadas y más o menos obstaculizadas, que de todo hay, Hacienda empieza a acorralar a los Pujol, extensa familia montada en torno al matrimonio Pujol Ferrusola, cuyos hijos han sido muy beneficiados por la riqueza acumulada por sus progenitores. Los escándalos con el apellido Pujol han sido muchos a lo largo de estas décadas, pero ha habido un interés común en ocultarlos, tanto desde Cataluña, donde han sido la auténtica familia Real, como desde el resto de España, donde el poder establecido veía con buenos ojos no mirar hacia donde no debía a cambio de un pacto político de mutua estabilidad y beneficio. Esta situación ha ido cambiando a lo largo de los años, los Pujol han empezado a dejar de ser imprescindibles, la gobernabilidad catalana se ha ido perdiendo a medida que la radicalidad nacionalista imperaba en las mentes de quienes eran llamados a ejercer el gobierno de la región y las posibilidades de pacto se iban difuminando. Pero el clan de los Pujol seguía ejerciendo su poder como si nada, amasando fortunas y decidiendo sobre lo divino y lo humano allí donde consideraban que tenían derecho a todo. Como Urdangarín, que creyéndose inmune bajo el apellido de su mujer, cavaba su fosa a base de corruptelas cada vez más inmensas y burdas, la familia Pujol se enredaba en nuevas operaciones financieras sin darse cuenta de que el velo de inmunidad colectiva que les había protegido durante décadas se estaba cayendo, que las prebendas que les permitieron medrar dejaban de existir. Seguramente alguien les advertiría estos últimos años de que frenasen, que dejaran sus negocios, que cambiaran de actitud, que las cosas ya no eran como antes, que las comisiones ilegales ya no estaban bien vistas, pero de nada sirvió. La sensación de inmunidad del que se cree poderoso puede cegarle hasta llevarlo al desastre. Con un gobierno de la Generalitat en manos de los herederos, de momento sólo políticos, del expresident, los Pujol seguían gozando de un estatus de reyes vitalicios, de intocables, de auténticos ciudadanos más allá de cualquier ley o norma. Mentar el hecho de que estaban envueltos en turbios asuntos era equivalente a ser acusado de todo desde la “sociedad catalana” es decir, desde los medios de comunicación y grupos de interés controlados por los Pujol, sus herederos y los nacionalistas, regentes eternos de la arcadia feliz a la que no han dejado de exprimir financieramente durante todos los años que han permanecido en el poder. La confesión por parte del patriarca de la herencia ilegal oculta durante años empezó a sacar a la luz toda esta trama que, por décadas, ha permanecido oculta, a sabiendas de muchos. Ahora, como un castillo de naipes, todo amenaza con derrumbarse sobre quien todo lo fue en Cataluña.

Y que sigue creyendo que todo lo es. Su displicencia a la hora de colaborar con la justicia y con el parlamento catalán demuestra no sólo su desprecio por ambas instituciones sino, sobre todo, la creencia de que él, los suyos, de nada tienen que responder ante esos lugares, diseñados para seres inferiores. La actitud de Marta Ferrusola, la jefa del clan, mandando a la mierda a los periodistas es una buena muestra del nulo propósito de enmienda y arrepentimiento que anida en esa familia, que ahora se empieza a ver acorralada, aunque nunca le falten interesados defensores. Al final, y por mucho que les pese a tantos, Pujol ha demostrado ser un vulgar Bárcenas.

miércoles, septiembre 03, 2014

Obama y la OTAN, golpeados por dos frentes


Esta semana se celebran dos reuniones muy importantes. La del BCE de mañana, en la que se espera todo de Draghi, así de desesperados estamos, y la de la OTAN, que reúne en Gales a todos sus miembros para tratar los candentes temas de actualidad, seguir repensando qué papel tiene la alianza en estos tiempos y discutir sobre dinero, sobre quién, además de EEUU, paga los costes de la organización, dado que ahora es Washington el que, don una diferencia abrumadora, financia el presupuesto de la organización. Está por ver que haya acuerdos en este y otros campos más allá de la retórica habitual de estas cumbres.

Si se fija uno, la verdad es que la situación de la OTAN, más que curiosa, es cruel. Creada como alianza defensiva de occidente frente al belicoso imperialismo de la Unión Soviética, y con el objetivo declarado de defender a los aliados de la misma, léase Europa Occidental, la OTAN contempla tan asombrada como el resto del mundo la caída del muro, hecho del que se cumplen este año justamente el veinticinco aniversario. De golpe y porrazo el mundo pasa de una guerra fría bipolar a una situación unipolar en la que EEUU lo controla todo. Y el boxeador, que es la alianza, se queda de repente sólo en el ring porque su oponente ha saltado más allá de las cuerdas y lo ha dejado. Y claro, no sabe qué hacer ahí. Desde los noventa se busca “utilidad” a la alianza, sin que se haya logrado realmente alcanzar ese objetivo. El hecho de que las principales amenazas para la seguridad occidental hayan provenido de actores no estatales, tipo Al Queda, contra los que no se puede declarar una guerra convencional, ha acentuado aún más la imagen de antigualla que los protocolos y procedimientos que rigen a la alianza, diseñada para un mundo mucho más clásico, en el que los estados y sus vínculos eran los actores fundamentales, por no decir únicos. El mundo unipolar de EEUU como regente nos ha durado poco, y estos años asistimos a lo que parece su desmoronamiento, caracterizado por la emergencia de otro contrapoder en su formato clásico, encarnado en una China que crece desaforadamente en todos los sentidos, por el surgimiento de actores no convencionales que plantan batalla en conflictos desorganizados en diversas zonas del mundo, y por la actitud gamberra de algunas naciones, que ven como el sistema de control que se trató de crear en los noventa ya no funciona. El enorme esfuerzo financiero y militar que supuso la guerra y postguerra de Irak para EEUU, unido a su magro resultado, ha dejado debilitada a la gran potencia de cara a las intervenciones en el exterior, y con las ganas de volverse más introspectiva y reservada. Sin embargo el mundo, y sobre todo Europa, sigue con un comportamiento esquizoide respecto al papel que debe jugar EEUU en la seguridad en el mundo. Se reclama muchas veces su intervención, dado que sigue siendo el único con poder para ejercerlo en todas partes y de manera disuasoria, pero así mismo se critica con saña esa capacidad, acusando velada, o directamente, al gobierno de Washington de querer controlar todo lo que suceda en el globo, amparado en su militarismo. En este sentido la Alianza es una muestra de esa, a mi modo de ver insana, pulsión entre países (Europa) que ni gastan en armamento ni poseen ejércitos dignos de tal nombre y una potencia (EEUU) que es la que más invierte en defensa del mundo y la que ha logrado juntar la maquinaria de guerra más potente y efectiva que jamás haya visto el mundo.

Así, la cumbre de la Alianza tiene su importancia. Para “amenizarla” Putin aumenta su pulso en el Este, alentando a los rebeldes prorusos a conquistar la independencia de una parte de Ucrania, en lo que es una nueva y cruel guerra europea. Y por otro lado los inteligentes psicópatas del IS mostraron ayer un nuevo vídeo, especialmente dedicado a Obama, en el que decapitan a un segundo periodista norteamericano retenido en sus dominios. Si la Alianza quería encontrar enemigos que le dieran sentido, ahí tiene un par de ellos, pero está claro que las tácticas y estrategias del pasado no valen ante las modernas amenazas del presente. De todo esto debiera debatirse en Gales.

martes, septiembre 02, 2014

La errada reforma electoral local del PP


Rajoy está nervioso. Se que esta es una afirmación arriesgada, porque si por algo se caracteriza el Presidente del Gobierno es por no transmitir, por mantenerse encerrado en un estado hierático que no transmite sensación alguna. Sin embargo sabe que el año que viene, electoral en todos los frentes, puede ser desastroso para el PP, entre otras cosas porque parte del mejor resultado posible y sólo puede empeorar. Los dos frentes de su gestión, la economía y la política, que creía tener encarrilados, pueden desmadrarse en cualquier momento, y lo sabe. Y los primeros que recibirán el golpe electoral serán los alcaldes y presidentes de las (mal llamadas) Comunidades Autónomas, que se votan en Mayo.

Por eso Rajoy ha presentado la propuesta de que el alcalde del Ayuntamiento sea el de la lista más votada, en previsión de que muchos de los municipios en los que ahora gobierna el PP por mayoría absoluta dejarán de estar bajo su control al perder un gran margen de votos. En el fondo la idea de que el alcalde lo sea el más votado no es mala. Es más, la votación a alcalde es lo más parecido que tenemos en España a unas elecciones presidenciales, dado que en ellas todo el censo afectado por la gestión del posible candidato puede votarlo (o no). En la práctica hay dos maneras de lograr que esto sea posible, siempre que no se gane la elección por parte de una lista directamente con mayoría absoluta. Una es la de la “prima electoral” un concepto que no existe en España pero sí en otros países, consistente en otorgar a la lista más votada un bloque de escaños (concejalías en este caso) que le lleven directamente a la mayoría absoluta. Es eficaz para lograr el objetivo previsto pero, a mi entender, genera excesivas distorsiones, y podría transformar un resultado muy reñido entre varias fuerzas en una aplastante (e irreal) victoria de una de ellas. Otra opción, que me parece más sensata, es la de elecciones a dos vueltas. En la primera concurren todas las listas y en la segunda las dos que han sido las más votadas en la primera elección, de tal manera que se obliga de manera expresa a todas las formaciones a posicionarse respecto a uno u otro candidato (o ninguno) y al final el elegido sí es el más votado entre todos los que se han presentado, lo que le da una mayor legitimidad. Evidentemente respeta más la proporcionalidad del voto que el primero de los casos, por lo que podría tener un mejor encaje en nuestra Constitución, que refleja la primacía de la proporcionalidad. Sin embargo exigiría una reforma legal profunda, creo que no sólo de la ley electoral en su parte local, sino también en lo que hace a la definición de las competencias municipales. Porque es evidente que un alcalde votado directamente en segunda vuelta por todos los electores posee un poder legitimado en el voto que no tiene ahora mismo, y por ello sus competencias debieran ser mayores (esa es la diferencia básica entre un sistema presidencialista como el Francés o el Americano y el nuestro, que aunque muchos piensen que lo es, ni se le aproxima). En todo caso, una reforma de este tipo requeriría no sólo de un amplio consenso, sino de un serio estudio de cómo implantarla y diseñarla para que los posibles sesgos que posee este sistema de votación, que los tiene, como todos, fueran pulidos de una u otra manera, sobre si debe aplicarse a todos los municipios o sólo a los que superen un determinado umbral de población, sobre que ocurre en el caso de que, por ejemplo por corrupción, un alcalde elegido de esta manera fuera procesado, y cómo se le relevaría de su puesto, etc. Es decir un estudio sosegado y en detalle, porque es un asunto serio, complejo e importante.

Y en todo caso, después de las elecciones. Eso por descontado. La ley electoral de este tipo se puede llevar como promesa a los siguientes comicios y, después de celebrados, el gobierno podría aprobarla, incluso en solitario, aunque sería ideal el consenso. Pero en todo caso no se puede alterar el sistema de elección a unos nueve meses de las elecciones por el temor de un partido, en este caso el PP, a perder poder a manos de otros partidos o movimientos que amenazan con acabar con su hegemonía. Esta propuesta demuestra el temor de Rajoy y, sobre todo, el pánico de los cargos locales del PP, que temen ser barridos en la primera de las embestidas electorales que se sucederán en 2015. Por ello no debe llevarse a la práctica ahora.

lunes, septiembre 01, 2014

El gran Lunes de Septiembre


Hoy, día 1, comienza semana y mes, y para muchos es el final de sus vacaciones, el día en el que se reincorporan al trabajo, en el que vuelven a la rutina de la que trataron de escapar cuando comenzó ese periodo mitificado hasta el absurdo llamado agosto. Septiembre es el mes del retorno, de los exámenes, del atasco de vuelta, el de reemprender el conocido camino hacia el trabajo, y es visto con malos ojos por muchos. Dicen algunos estudios que el día más triste del año se sitúa en torno al principio de Febrero, cuando las fiestas navideñas ya son historia lejana y los propósitos de año nuevo ya han fracasado. Hoy no le irá muy a la zaga.

Desde hace unos años se viene hablando del llamado síndrome postvacacional, una especie de tristeza que entra cuando, por ejemplo hoy, a media mañana, muchos se vean sepultados nuevamente por los papeles y tareas que habían dejado en su oficina. Creo que esto de denominar como enfermedad a cualquier cosa que nos pasa es síntoma, curiosamente, de lo enferma que está nuestra sociedad, aquejada de un infantilismo rayano en el absurdo, pero sobre todo es un sistema muy sencillo para que uno pueda liberarse de sus problemas, achacárselos a un mal externo y, aún mejor, que un tercero cobre por solucionarlo, bien sea mediante la recomendación de tomar pastillas de uno u otro tipo o por cualquier otra vía. Reincorporarse a la rutina laboral no es malo. Es más, muchos lo estarán deseando, porque habrán comprobado que sus idílicas vacaciones en familia no son tanto. De hecho este mes suele registrar un repunte en las peticiones de separación o divorcio, porque la convivencia a veces tiene sus complicaciones, y pasar varios días juntos tras estar gran parte del año sin verse puede ser una prueba muy dura para cualquier pareja. Y no digamos si hay niños alrededor. Yo creo, desde mi ignorancia en estos asuntos, que parte de la tristeza que nos embarga en la vuelta se debe a los excesos de expectativas que nos hacemos a la ida. Demonizamos el trabajo, volcamos en él todas nuestras amarguras, tristezas, frustraciones y miserias, y vemos las vacaciones justo como lo contrario, el paraíso, la salvación, el cielo que me sirva para escapar del infierno laboral. Y poner tantas expectativas en ese cielo puede hacer que, una vez llegado a él, comprobemos que hay nubes y a veces llueve. Y tras la estancia celestial, volver al infierno se antoja como una pesadilla, y de ahí la tristeza y amargura postvacacional. Es cierto que en muchas ocasiones el trabajo no es precisamente fuente de alegría, y el hecho de que nos paguen por hacerlo muestra hasta qué punto lo hacemos sin gusto (¿trabajaría usted sin cobrar? ¿En qué? ¿Cuánto tiempo?) y hay días, no pocos, en los que salir de la oficina se convierte en una necesidad vital, porque no podemos estar peor. No lo voy a negar, sería estúpido hacerlo, pero no es menos cierto que en el día a día del trabajo tenemos oportunidades, a veces escasas, otras no, de pasarlo bien, de confraternizar con la gente que está a nuestro alrededor, de compartir con ellos nuestras penas y alegrías. Uno no va al trabajo a hacer amigos, pero puede llegar a encontrárselos. Junto con las relaciones tóxicas, que abundan mucho, también se dan situaciones de apoyo y compañerismo, que son muy valiosas en sí mismo, y que pueden hacernos ver que en el trabajo también podemos encontrar resquicios de cielo, o al menos claros entre las nubes.

Seguro que nada de esto lo verán hoy millones de españoles que, a estas horas, 8:13 AM, o ya han llegado a su destino o están camino a él, por carreteras nuevamente llenas o estaciones y paradas de transporte público abarrotadas, en medio de un septiembre que comienza con el calor de pleno agosto. Mucho ánimo y fuerzas a todos, y también, aún más, a los que hoy se levantan con el trabajo de buscar trabajo, que añoran esos atascos, apretujones en el metro y discusiones en la oficina, porque saben que siempre puede haber grados en el infierno. Que tarden poco en encontrar un lugar donde, tras dejarse mucha piel, puedan pedir vacaciones.