Esto parece un maldito rosario de
cabezas cortadas. Primero fueron las de los americanos, periodistas ambos, con
los que el EI no tuvo piedad alguna. Luego le tocó sufrir al reino Unido, que
vio como uno de sus ciudadanos retenidos, cooperante en este caso, sufría el
mismo y cruel destino, mientras que la suerte de otro de los suyos aún se
desconoce. Ayer le tocó a Francia, que asistió asombrada hace unos días al
secuestro de un guía turístico de dicha nacionalidad en Argelia por parte de un
grupo que se había asociado al estado del terror proclamado por el EI. Ayer
ese grupo asesinó a Hervé Gourdel, que así se llamaba el rehén.
Hollande, del que me he reído
bastante en este blog, y que en general se ha mostrado incapaz de ejercer la
presidencia como era de esperar, tuvo ayer un día horrible de verdad, de los
malos. En su comparecencia ante la ONU en la Asamblea General (mejor no
discutir si esa Asamblea sirve para algo o no) fue el propio Hoollande el que
confirmó el asesinato, la decapitación, la barbarie cometida sobre uno de los
ciudadanos que pudieron votarle hace unos años. Y con eso Francia entra de
lleno en esta guerra contra el islamismo que no queremos llamar guerra pero que
lo es. Días atrás cazas franceses participaron en operaciones de ataque contra
algunas posiciones del EI en Irak, y el Lunes 15, en la mañana en la que yo
paseaba por el Louvre, tuvo lugar una reunión no muy lejos de allí, en el
Elíseo, de los ministros de exteriores de los países que se comprometían a
colaborar en la lucha contra el terrorismo y fanatismo islamista. En este
sentido Francia se ha mostrado muy cooperadora e impulsora de la acción militar
frente al EI, lo cual es un poco curioso dado el, en realidad, escaso potencial
militar que puede aportar a la causa y la situación de debilidad económica y
política en la que se encuentra el país, pero en todo caso me parece un ejemplo
encomiable y que debiera ser seguido por España, aunque no espero que Rajoy
mueva un solo pelo de la barba en este asunto, dado que la mera mención de las
palabras “guerra de Irak” hará que todos sus pelos se ericen como hirientes púas.
Cuando llegaba al hotel por la noche en mi semana parisina ponía la tele, que sólo
me ofertaba canales en francés, idioma que no conozco, y trataba de entender
algo de los informativos de 24 horas, que se centraban fundamentalmente en tres
asuntos. Los rumores (confirmados, Dios mío) de la vuelta de Sarkozy, la moción
de confianza que Manuel Valls pasó por los pelos, y la implicación francesa en
la guerra contra el EI. Por lo que podía apreciar había un debate intenso
respecto a este punto (y no se imaginan hasta qué punto sobre los otros dos) en
el que, en general, las opiniones mayoritaria era la de apoyar la postura del
gobierno de Hollande, pero con muchas voces que advertían de los riesgos que suponía
esta implicación, al sobreexposición que estaba ofreciendo Francia como
principal valedora política, aparte de EEUU, de los ataques sobre el terreno, y
los riesgos que suponía. Muchos periodistas y expertos advertían de que, como
es obvio, estas cosas no salen gratis, y que la posibilidad de ataques
terroristas sobre el país o sobre nacionales que se encontrasen en el
extranjero crecían cada día que pasaba. El asesinato del rehén británico, que
tuvo lugar mientras yo me encontraba en París, aumentó la intensidad de este
debate y las voces críticas a la presencia francesa, que justificaban la intervención
por las atrocidades que comete el EI, pero trataban de frenar a una Francia que
veían más lanzada de lo que militar y socialmente era recomendable o posible.
Así, noche tras noche, argumentos de uno y otro tipo se cruzaban ante mi
envidia, al ver como el país sí debatía un asunto en que el ellos, y nosotros,
y todos, nos jugamos mucho. En España, por el contrario, ni se habla de esto ni
parece ser relevante para la dirigencia.
Supongo que hoy será un día triste en Francia, y
que sus medios de comunicación llevarán a cabo el terrible ejercicio de contar
las consecuencias del terrorismo no con corresponsales en otro país, sino con
los periodistas de local en la casa de los familiares del asesinado. Una vuelta
por las webs de Le
Monde o Le
Figaro, por poner dos ejemplos, muestra la misma imagen de portada, de un
crespón negro sobre una foto del asesinado que cuelga de un balcón, y titulares
que hablan de dolor y rabia por un cruel asesinato carente de sentido. Francia
hoy llora a su primera baja en esta nueva guerra, sabiendo, me temo, que no será
la última.
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