viernes, agosto 28, 2015

Ángela Merkel muestra talla de líder

El llamado Mar Muerto es un lago muy salado sito en una depresión en el oriente europeo, en Israel. Se llama así porque su salinidad impide que los peces puedan vivir en él. Es objeto de atracción turística por ser uno de los puntos sobre la tierra sitos a menor nivel, está por debajo de las aguas marinas que le corresponderían, y porque la salinidad incrementa la flotabilidad, haciendo que sin esfuerzo alguno todos los que en él se meten floten. Es un lugar curioso y, por lo que parece, de recomendable visita. Sin embargo, al paso que vamos, el término “Mar muerto” va a hacer referencia al Mediterráneo, convertido en una fosa común para miles de inmigrantes que, huyendo de su desgracia, se hunden en su fondo.

Ayer se supone que fueron varios cientos, aunque no está claro el número exacto ni, probablemente, cabe sabiéndose nunca. Lo más asombroso de este drama, inasumible, es que ocurre a nuestras puertas, en la acera que da acceso a Europa. No pasa en un lugar remoto del que apenas podemos enterarnos y donde las montañas o los regímenes dictatoriales impiden saber lo que sucede. No, no, pasa aquí, delante de nosotros, todos los días. Nos enteramos de ello… y no hacemos nada. No hay manifestaciones ni muestras cívicas de condena. No hay convocatorias de minutos de silencio, declaraciones institucionales, concentraciones a las puertas de los ayuntamientos o instituciones. Las redes sociales no hierven con el tema, y por no haber ni existe un estúpido “hastag” para que los internautas nos sumemos y mostremos así nuestra condena de pacotilla sin compromiso alguno. Ni si quiera hay postureo. Anda. Una absoluta indiferencia, un abandono decidido, consciente y meditado. Los gobernantes europeos no actúan, no se reúnen, no acuerdan nada, pero en esto apenas hay voces que les critiquen. ¿Por qué? ¿por qué sucede este sinsentido? Porque el europeo, sentado en su sofá a la hora de las noticias, sabe en su fuero interno que esos inmigrantes, ahogados, asfixiados, rescatados, concentrados, como toque ese día la noticia, son competencia. Competencia para su puesto de trabajo, para la plaza de su hijo en el colegio, para el turno de asistencia médica en el ambulatorio, para la guardería del niño, para el asiento del transporte público, para el cobro de ayudas sociales, para la cola del desempleo, para las pruebas de acceso a la universidad… son competencia, y si no llegan, mejor. Nadie lo dice así, pero el silencio de la sociedad ante este drama esconde este pensamiento tan comprensible, a la vez que mísero y cobarde. Y los políticos lo saben, perfectamente, y por eso actúan como lo hacen, sin hacer nada, a sabiendas de que todo lo que hagan, gasten o se esfuercen a favor de los inmigrantes les supondrá, de manera callada pero continua, menos votos. Por eso las autoridades no actúan, porque representan a una sociedad que no quiere actuar, nos representan a nosotros, a usted y a mi, a los que si nos pregunta una encuesta por la calle nos mostraremos compungidos e indignados por lo que sucede, pero que tras salir del foco de la cámara cambiaremos de opinión, y muchos de los indignados se mostrarán, si no satisfechos, aliviados porque un barco hundido es menos competencia. Los votos de los partidos xenófobos crecen en toda Europa, y me temo que más que lo harán, y esa corriente populista que tan fácil es de detectar es la que permitirá a unos acceder o mantenerse en el poder. Y en política luchar contra la corriente es, casi siempre, perder. Y un político no quiere perder el poder. Vive para lograrlo y mantenerlo, no para perderlo.

Por eso oír las declaraciones de ayer de Ángela Merkel en las que instaba a la “rica Europa a actuar de manera solidaria” resultaba realmente asombroso, porque cada una de esas palabras que pronunciaba le suponían cientos, miles de votos perdidos. Cada letra era para ella un pataleo por parte de los ciudadanos no sólo de Alemania, sino del resto de la “rica Europa” que no quiere cambios ni saber nada ni sacrificarse. Ayer Ángela Merkel hizo un discurso de estadista, no de populista, se atrevió a decir lo que nadie quiere oír. Gustará más o menos, pero es la única que ha mostrado la valentía para decir en público lo que nadie quiere admitir en privado. Ayer Ángela Merkel actuó, por primera vez, y de manera notable, como la presidenta coherente de Europa.

Subo a Elorrio y me cojo el Lunes festivo. Pásenlo muy bien y feliz final de agosto

jueves, agosto 27, 2015

Alemania, ante el reto de la inmigración

Ayer Ángela Merkel sufrió un aluvión de abucheos e insultos en su propio país, en una escena que no habíamos visto nunca. Sucedió mientras visitaba un albergue de refugiados que había sido atacado por extremistas hace unos días, incendiado y casi destrozado mientras acogía a cerca de veinte inmigrantes recién llegados al país. Los que le abucheaban no eran ni miembros de Syriza ni griegos desaforados ni opositores a sus políticas, no. Eran simpatizantes de los salvajes que días antes habían atacado ese centro para refugiados. Merkel vio ayer con sus propios ojos como el fantasma de la xenofobia coge fuerza en Europa.

Ayer comentaba que la inmigración proveniente de los países en guerra va a acabar generando un enorme problema social en una Europa que no sabe cómo acogerles y que se limita a levantar vallas, que de una manera o de otra serán franqueadas, y cuando esas vallas se superan se llega a la tierra prometida de Alemania, un país de ochenta millones de habitantes, en paz, con una economía pujante y líder en valoración mundial en aspecto como la ética profesional, la responsabilidad y el rigor. Se estima que ochocientas mil personas pedirán asilo en Alemania a lo largo de este año, muchas veces más, he llegado a leer que hasta cuatro, de las que lo hicieron el año pasado. Eso supone un 1% de la población del país, más o menos como si España acogiera a cuatrocientas cuarenta mil personas, en un año. ¿Cómo lo haríamos? ¿Cómo lo veríamos desde aquí? Nuestro país pasó, en pocos años, y al calor de la burbuja, a ver cómo se disparaban las tasas de inmigración sin que, afortunadamente, se produjeran rebrotes racistas de importancia, en ningún caso violentos, si no recuerdo mal. El desplome económico y el paro disparado eran el caldo de cultivo para que hubiéramos visto episodios racistas, pero milagrosamente no se han dado, y creo que es algo de lo que debemos estar muy orgullosos. Cierto es que gran parte de nuestra inmigración es hispanohablante y católica. ¿Hubiera pasado lo mismo con un elevado porcentaje de población musulmana proveniente de oriente medio? Porque ese es el perfil mayoritario de los refugiados de las guerras del Daesh que huyen despavoridos y llegan a nuestro continente. Tras décadas en las que las pulsiones étnicas han estado dormidas, pese a conflictos siempre abiertos como lo ha sido el terrorista etarra, de fuerte componente racista, o las atroces guerras yugoslavas de los noventa, habíamos pasado unos años tranquilos que tornan a su fin. La crisis económica y el temor a que “el de fuera” me quite el trabajo ha hecho que partidos cuya ideología dominante es el racismo, de una manera más o menos encubierta, dominen las encuestas. El discurso separatista de Convergencia en Cataluña, las soflamas xenófobas de la Liga Norte en Italia o el UKIP en reino Unido, el inteligente y perverso mensaje que día tras día lanza Marine LePen hacia el éxito en Francia… y muchas otras formaciones que se basan, esencialmente, en lo mismo. Nosotros frente a ellos, lo de aquí frente a lo de fuera. Esta política no sólo es injusta y carente de sentido, sino que evidentemente resulta muy peligrosa, al tocar la fibra sensible de muchos ciudadanos que, machacados por ese discurso, acaben sintiéndose amenazados por el de fuera, y reaccionan violentamente. Los racistas alemanes de Pegida han cogido bastante fuerza a lo largo del año, sino en los votos al menos sí en algunas calles de ciudades del país, y en su nombre se producen esos constantes asaltos a centros de refugiados, instalaciones de acogida y cualesquiera que puedan verse como lugares en los que el gobierno destina el dinero “de los nuestros” a ayudar a “los de fuera”. Ataques que no cesan y que tarde o temprano acabarán produciendo, por pura probabilidad, una desgracia.

Hay que ser muy firmes ante estos hechos. No debemos dudar nunca en condenarlos, jamás justificarlos, y perseguir con saña legal y policial a la zafia chusma que los perpetra, pero también debemos crear un discurso que permita acoger a aquellos que lo necesitan y que, por economía y demografía europea, nos pueden ayudar a salvar nuestras envejecidas naciones. Este no va a ser un reto fácil, ni mucho menos. Quizás sea de los más complejos, largos en el tiempo y peligrosos de los que abordamos en nuestra baqueteada Europa, pero debemos hacerlo con firmeza, convicción democrática, unidad, sentido común y visión interesada de largo plazo. No podemos consentir que los que abuchearon ayer a Merkel se hagan con el discurso y la iniciativa. Eso nos llevaría al desastre seguro.

miércoles, agosto 26, 2015

La inmigración que huye del caos desarbola a Europa

Hace unas semanas tuvo lugar un episodio que demuestra, a las claras, que en Europa no todos somos iguales y que no afrontamos en serio nuestros problemas comunes. Varios intentos de avalancha de inmigrantes que trataban de acceder al túnel del canal de la Mancha para pasar de Francia  Reino Unido motivaron reuniones intergubernamentales, puesta a disposición de ambas naciones de fondos de la UE para aumentar la seguridad y el acuerdo para reforzar las vallas existentes y construir nuevas que impidan la entrada de nadie al túnel. Si España fortifica sus vallas en Ceuta y Melilla todos le critican. Si lo hace Francia o Reino Unido, todos les entienden.

Sin embargo, miles de muertos en el Mediterráneo o el colapso de refugiados que se agolpan en Grecia o Macedonia no es capaz de generar ni siquiera una reunión de segundo nivel en Bruselas, o menos la puesta en marcha de instrumentos financieros que ayuden a paliar el desastre que ahora se vive en la zona este del sur de Europa. Ya no es noticia que rescatemos a un alto número de inmigrantes en las aguas comunes y que otro número, desconocido y nada menor, forme parte de los fondos de ese mar en forma de cadáveres. Decenas de miles de personas huyen de guerras infinitas, como las de Siria o Libia, de la brutalidad del islamismo de Daesh que tanto vuela templos milenarios como asesina sin piedad, y por mar o por tierra, se encaminan hacia una Europa que, dado que no combate a sus enemigos, al menos puede ser lugar de acogimiento. Grecia, país pobre e intervenido, soporta en su suelo a cientos de miles de refugiados que lo han convertido en la primera etapa de un largo viaje rumbo al norte de Europa. El sueño se llama Bélgica, Holanda, Dinamarca y, sobre todo, Alemania, esa rica tierra de promisión en la que el paro no existe, nacen los Mercedes, llueve y la hierba acolcha los pies descalzos que no pueden caminar más. Si muchos jóvenes españoles han salido de nuestro país rumbo a esos destinos buscando empleo ante nuestra crisis, cómo no entender que personas que lo único que buscan es conservar su vida hagan lo mismo. Ese tráfico de refugiados pasa por Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría y Austria, antes de llegar a la misma Alemania. En cada una de estas naciones, ante la oleada de miles de individuos y familias que huyen con lo puesto, se trata de controlar la situación de una manera bastante común. Bloqueándola, impidiendo el paso, creando campos de refugiados, muros y vallas. El castillo europeo, en el que vivimos algunos de los más ricos del mundo, se parapeta ante un mundo exterior en el que guerras y conflictos rebrotan y generan un escenario de pesadilla. Cada noticia que veamos en los telediarios referida a un bombardeo en Siria, en el que hayan muerto varias decenas de personas, implica que varios miles saldrán huyendo hacia donde sea para salvar su vida. ¿Qué haría usted en su caso? ¿Qué hicieron muchos españoles cuando la guerra civil llegó a sus pueblos? ¿Y muchos europeos al verse hostigados por el avance nazi en la II Guerra Mundial? Lo mismo, huir. Buscar refugio allá donde lo hubiera, o creyeran que se encontrase. En este siglo XXI hipercomunicado en el que el egoísmo personal alcanza cotas inauditas, el contraste entre nuestra riqueza y la de la miseria de la que huyen esos refugiados es la máxima posible, y a mayor distancia económica y vital, más presión migratoria nos vamos a encontrar. Si alguno de los países “importantes” sufre este problema, como he comentado al principio, no se escatiman medios ni recursos para intervenir, aunque sea para hacer muros, pero si los países que no importamos, y somos frontera exterior de la UE, lo sufrimos día tras día, no hay auxilio comunitario ni sensación de alarma. Y esto tarde o temprano va a acabar creando una situación violenta en un país de acogida que lamentaremos mucho.

No se cuál es la solución a este complejo problema, incluso tengo dudas de que realmente la haya, pero sí tengo claras dos cosas. Que es un problema común que afecta a toda la Unión y que debemos solucionarlo, o afrontarlo, de manera igualmente común. El circo de pequeñas naciones que, carentes de recursos, apenas pueden ni organizar campos de refugiados para que miles de personas puedan al menos dormir a cubierto es desolador, y ver cómo los egoísmos nacionales y las xenofobias se alimentan a costa de la miseria de esas pobres personas resulta, como mínimo, angustioso. Esto va a ir a más, cada vez vendrá más gente hacia nosotros buscando la salvación. No podemos mirar hacia otro lado. No podemos.

martes, agosto 25, 2015

El cisne negro de 2015 es un oso panda chino

La semana pasada ya les comenté algo sobre el efecto que podía tener la devaluación del yuan decretada por el gobierno chino, efecto en dos vías fundamentalmente. Una era lo que implicaba respecto al resto de competidores y otra, más jugosa, lo que revelaba sobre la salud de la propia China, cuyas cifras económicas son siempre misteriosas, como mínimo. A lo largo de estos días se ha ido imponiendo la percepción de que China está peor de lo que se cuenta, de que se está frenando mucho más de lo que se esperaba, y el riesgo de que el aterrizaje suave se convierta en brusco se ha disparado. Y la sensación se extiende.

Ayer, fruto de esa sensación que ha transformado la perspectiva del clima económico mundial de un bonancible verano a un amargo otoño, las bolsas de todo el mundo se dieron un castañazo monumental, empezando por las asiáticas, con un índice de Shanghái a la cabeza de las pérdidas con un 8% tan redondo como explosivo. Las europeas tuvieron una jornada de mal a mucho peor para acabar en peor, con un Ibex que, perdiendo el 5%, resultó representativo, y la jornada la cerró Wall Street con un inicio desolador, cayendo entorno a los 1.000 puntos, cerca del 6%, de tal manera que su cierre en pérdidas del entorno del 3,5% casi sabe a victoria. Para rematar la jornada, el petróleo, que llevaba flojo durante los días pasados, se dejó en torno al 6% y el barril americano perdió claramente la cota de los 40$. Ayer fue un día en el que el cerdo agridulce chino no tenía nada de dulce. Más allá del desplome de un día, y las consecuencias para las carteras financieras, que sufrieron de lo lindo, lo cierto es que el panorama económico se ha enturbiado mucho. El posible reventón de la triple burbuja china (de inversión, inmobiliaria y financiera) puede ser devastador para el país asiático, necesitado de altas tasas de crecimiento para mantener una paz social y el flujo de trabajadores que huyen del campo rumbo a las cada vez más masivas y descontroladas ciudades (en España sabemos bastante bien las consecuencias que tiene la explosión de una burbuja, ¿verdad?) Los datos de comercio mundial muestran, desde hace meses, un frenazo en las transacciones que es compatible con un enfriamiento tanto de las economías desarrolladas como las emergentes. Esta caída comercial ya indicaba un frenazo en la economía china, y esto ha generado enormes turbulencias en las divisas y economías emergentes, especialmente latinoamericanas y asiáticas, aunque no sólo ellas, que ven como el principal cliente de sus exportaciones ya no les va a comprar tanto como antaño. Si China se para, y es uno de los principales motores económicos del mundo, su efecto es global. Las exportaciones de empresas industriales europeas y norteamericanas a Beijing se frenarán, y con ello sus ventas y ganancias, y eso dañará las economías industrializadas. Eso aumenta la presión para que la FED norteamericana no suba tan deprisa los tipos de interés, medida que se esperaba para mediados del mes de septiembre, y pone a Janet Yellen, la gobernadora, ante un dilema endiablado, ya que si sube tipos en medio de un frenazo global contribuirá a aumentar la fuerza de la frenada, y si no lo hace se quedará sin herramientas para actuar en caso de necesitarlo, dando además una señal peligrosa de que la FED no controla el rumbo de la economía norteamericana tanto como muchos desearían. El derrumbe del petróleo, glorioso para países importadores como nosotros, destroza las economías de los países productores y arruina a las empresas petroleras de todo el mundo, que con el barril a 100$, como estaba hace un año más o menos, se embarcaban en cuantiosas inversiones en todo el mundo, financiadas a crédito como es natural. Ahora, a 40 dólares el barril, esas inversiones no valen nada, o casi, y los créditos pasados se van a convertir en su mayoría en deudas impagables, lo que arrastrará a varias financieras en todo el mundo.

Y así podemos seguir durante bastantes párrafos desglosando los efectos imparables que tiene una convulsión en una de las piezas de las economías que, cada vez, para bien y para mal, están más interconectadas. El desmadre bursátil, financiero y monetario (se habla de nuevas devaluaciones del yuan, más devaluaciones emergentes, el euro sube como refugio, etc) va a durar todavía un tiempo, pero como en años pasados, quizás no sea sino la señal de que la coyuntura, apacible durante los últimos dos años, se vuelve a torcer. Esperemos que no, pero el riesgo de que así sea crece con fuerza. Y España, pequeño barco que navega en este mar global, se verá afectado por este temporal, tanto para lo bueno como para lo malo. Aún es pronto para saber cómo, pero indemne no vamos a salir del zarpazo del panda chino.

lunes, agosto 24, 2015

Daniel Rabinovich ya está en el cielo con Mastropiero

Todos caemos, todos caen. Uno no se hace a la idea de que las personas que quiere y admira acabarán falleciendo, dejándonos en este mundo y no pudiendo ofrecernos más su arte, ingenio, sonrisa, esperanza, o la causa que fuera por la que les admirábamos. A medida que pasan los años, no solo para mi, obviamente, los decesos crecen y busco personajes que los suplan. A veces es fácil. Otras, como en el caso del genial Rabinovich, será casi imposible, porque su grandeza para el humor y la música eran, son, insuperables. Alguien dotado de un gran genio en ambas facetas podría suplirlo. ¿Quíen? No lo se.

Hablar de Daniel Rabinovich, fallecido este viernes a los 71 años, es hacerlo de Les Luthiers. Conocí a este grupo tarde, teniendo en cuenta que llevan muchas décadas sobre los escenarios. Fue a finales de los noventa, gracias a MLP, amigo del alma que los adoraba, y que un día, hablando de música y demás, me comentó que había un grupo argentino que se hacía sus propios instrumentos y cantaban canciones de risa, en una especie de espectáculo que mezclaba teatro, variedades y humor, todo ello con la mejor de las músicas posibles. Me sonó interesante, y me pasó algunas cintas con espectáculos de ese grupo, Les Luthiers, grabadas en algunos casos en vivo y en otros en formato original. Eran buenísimos!!! Sonaban muy bien, se notaba que tenían una destreza inmensa en lo que a interpretar la música, pero es que sus letras y gags eran muy buenos. Todos los integrantes de la banda aportaban mucho, pero en especial era el papel de Marcos Mundstock, el serio narrador, y el de Daniel Rabinovich, el desatado humorista, los que sostenían la mayor parte de los espectáculos. Rabinovich, en algunos aspectos, me recordaba a Tip. Alto, locuaz, desenfrenado, incontrolable, era imposible saber por dónde iba a salir en cada caso, pero su capacidad para la risa, el humor chocante e inteligente era total. Cuando empezaba a hablar sabías que tarde o temprano iba a soltar una de las suyas que te dejaba asombrado, y te hacía reír de manera descontrolada. Con un gesto serio, un bigote recortado y pinta de ejecutivo bancario de cajas de ahorros, su gesto se tornaba en mueca a la velocidad a la que asía uno de sus imposibles instrumentos, y lo hacía sonar con una candidez y excelencia difíciles de imaginar. El grupo en su conjunto creaba unos espectáculos geniales. Pocos años después de haberlos conocido en cinta, los vi en directo, en la primera de varias oportunidades que he tenido para ello, y sobre el escenario eran mejores, mucho mejores que en las grabaciones. Les veías tocar aquellas cosas que, no se muy bien cómo, sonaban de manera casi milagrosa, y sus guiones, basados en episodios viejos o nuevos, seguían siendo muy divertidos. Parodiaban todos los estilos musicales, no sólo los propios del folclore latinoamericano, sino también el jazz, rock, swing, música de publicidad y, sobre todo, clásica. Todos los miembros del grupo son músicos profesionales de altísimo nivel, y para ellos las cantatas barrocas, las chaconas medievales y los pizzicato del romanticismo no tenían secreto. Junto a Johann Sebastian Mastropiero, el eterno compositor cuyas andanzas describían en muchos de sus números, Les Luthiers ofrecían un compendio de música y humor que, en castellano, nadie ha logrado igualar. Su calidad en ambos aspectos era enorme, y el público acababa siempre entregado a una función muy distinta a cualquier otra que se pueda ver en los teatros hoy en día. Eran, son, unos genios.

Sin la figura de Rabinovich el grupo sufrirá una pérdida que tratará de paliar como pueda, pero la imagen de ese señor alto, bigotudo y genial siempre estará ahí. Quizás ahora pasee por el cielo, laúd en ristre, tocando pavanas y gigas mientras ve a un señor de peluca blanca, también llamado Johann Sebastian, en este caso apellidado Bach, que camina a su encuentro, para darle un abrazo, en nombre de un Mastropiero ficticio que, sin duda, habría hecho mucha ilusión de conocerlo al cantor de Leipzig. Y los dos se abrazarán en el cielo, y los cánones, fugas y corales sonarán para festejar que dos grandes se han vuelto a reunir… hasta que Rabinovich logre que todos los angelitos dejen de tocar, muertos de risa con una de sus bromas.

viernes, agosto 21, 2015

Tercera cita electoral en Grecia en 9 meses

Llevábamos unos días sin hablar de Grecia, pero como los autores de tragedias clásicas no son nada sin su público, una nueva escena en el drama se nos presenta ante nosotros. La estabilidad de la política griega se parece mucho a la de una ruina descuidada, o a esas ánforas que se exhiben en los museos, agrietadas y frágiles, que parece que usan los pedestales para apoyarse y evitar su ruptura total. Nada dura mucho en Grecia, y menos en sus partidos políticos, que se fragmentan, dividen y recomponen a la velocidad a la que el país se funde el dinero de los rescates.

Tras la aprobación del tercero de ellos, hace pocos días, y su puesta en marcha, todo apuntaba a que Tsipras adelantaría elecciones. El pacto firmado con la troika y el resto del mundo es una absoluta enmienda a la totalidad al programa electoral con el que ganó las elecciones en Enero de este mismo año, hace sólo ocho meses. Desde entonces el ímpetu izquierdista abanderado por una soñadora Syriza se ha enfrentado a la angustiosa realidad de una economía completamente quebrada y dependiente de la asistencia financiera exterior hasta un grado que nos es muy difícil de imaginar. El gobierno, encabezado por el ministro Varoufakys, que pasará a los anales de la incompetencia y la palabra gratuita, ha desarrollado durante meses una política de negociación completamente suicida, que ha destrozado lo poco que quedaba en pie de la economía helena. Cada día era más evidente el error que suponía para la pobre Grecia, pobre en todos los sentidos del término, enfrentarse a todos, insinuar alianzas con enemigos estratégicos de la UE como Rusia, y hacer día sí y día también declaraciones a la prensa en la que se acusaba a todos los demás de conspiradores, gánsteres, terroristas, y lindezas por el estilo. La caída de Varoufakys fue el primer paso de Tsipras hacia el realismo, la victoria del no en el referéndum un aval a su mandato personal y la aceptación del tercer rescate, con unas condiciones mucho más duras que las rechazadas en la votación popular, una claudicación en toda regla. Desde entonces, con el voto de algunos de los suyos y de los ajenos, el parlamento griego ha ido aprobando todas las medidas contenidas en el acuerdo de rescate, y con cada votación la fragmentación en Syriza ha ido a más. Tsipras remodeló su gobierno hace un par de semanas, si no recuerdo mal, a sabiendas de que su base parlamentaria cada vez era más una fiel imagen del ruinoso Partenón, nada que ver con la sólida roca de la Acrópolis donde asentaba su gobierno en Enero. Se rumoreaba desde hace días o la convocatoria de un congreso extraordinario de Syriza para ver qué pasa en el partido o unas nuevas elecciones o ambas cosas. Finalmente ayer Tsipras, que está en la cresta de la ola de su popularidad personal, dimitía y sin aún convocarlas, espera que el 20 de septiembre los griegos voten, por encima de todo, su figura personal, quitándose de encima el lastre de los críticos, los Varoufakys, que han estado a punto de hundirle, y que sigue estando por ver si concurrirán a las elecciones o no. Puede darse el caso de que, como ayer lo comentaba Antonio Delgado, corresponsal de RNE en Bruselas, Tsipras gane tres elecciones en nueve meses, cada una de ellas con un programa distinto, y de todas extraiga conclusiones diferentes respecto a lo realmente votado. Es asombroso, a la par que apasionante.

Lo de Grecia de ayer ha sido una piedra más en el camino de los mercados financieros de este complejo mes de agosto, que muestra peor cada a medida que avanza hacia su final. El desacelerón chino, su efecto en el precio del petróleo, resto de materias primas y países emergentes, las dudas sobre si la FED subirá los tipos en septiembre o a final de año, los datos mixtos que salen de EEUU que no dejan de ser contradictorios y datos de coyuntura europea peores de lo previsto están haciendo que el sentimiento económico global se esté tornando mucho más gris de lo que se preveía apenas hace unos meses. El marasmo griego, y sus efectos en la política española ante un trimestre de dos elecciones no ayudarán a recuperar a un alicaído IBEX.

jueves, agosto 20, 2015

Sea infiel, y veamos con quién

Me asombra hasta qué punto internet y las aplicaciones móviles han transformado el mundo del ligue y la búsqueda de pareja. En un principio surgieron webs que hacían las albores de las antiguas agencias matrimoniales, con un cierto aire de seriedad en sus propósitos para emparejar, pero a medida que los Smart se han hecho con el mundo el número de aplicaciones destinadas a “jugar” ha crecido de una manera exponencial. Hoy en día tiene una al alcance de su mano no sólo el objeto de placer, sino infinitas formas de ponerlo en contacto con quien puede suministrárselo, si se me permite la broma subida de tono. Todo ha cambiado en ese mundo, quizás para siempre.

La web de Ashley Madison es una de las veteranas en esto, y surgió como portal de búsqueda de relaciones infieles, una vez que ya existían otras webs que permitían buscar pareja a solteros. La idea es obvia. Una vez casado, la infidelidad existe en abundancia, así que por qué no hacer negocio con ella. Con un compromiso de confidencialidad absoluto, y en este caso mucho más comprensible que en otros, personas con parejas estables se apuntaban a la web de Ashley para buscar rollos, flirteos y aventuras, con la garantía de profesionalidad y discreción puesta en manos de la empresa a la que uno pagaba por ello. El negocio es curioso, sí, pero floreciente. En el campo de la infidelidad esta web consiguió convertirse en la número uno de su mercado, realizando campañas en medios de comunicación convencionales, demostrando hasta qué punto podemos estar viviendo en una sociedad de doble moral, que mantiene puticlubs a la salida de cada pueblo, que nunca cierran ni quiebran, y negocia servicios de infidelidad en medio de eternas y sólidas declaraciones de fidelidad. Algunas de esas campañas fueron muy sonadas, como una en la que se usaba la imagen de la Reina Sofía, rodeada por entonces de rumores sobre las presuntas andanzas del aún rey Juan Carlos I con Corinna. ¿Cuál es el punto débil del negocio del Ashley? Obviamente, la ruptura de la confidencialidad, que puede venir del comportamiento equivocado del usuario respecto a su pareja conocida (vamos, lo que siempre ha sido lo habitual, que te pille la parienta) o por parte de la propia web. No se cuáles eran los sistemas de Ashley ni la tarifa que cobraba, pero puedo suponer que, por su bien, serían buenos y alto su precio. Sino el negocio entero correría el riesgo de derrumbarse. Por eso, cuando hace unos días se supo que unos hackers habían conseguido robar datos de la empresa y listados de los “usuarios” y datos personales de los mismos (incluyendo teléfonos, tarjetas de crédito y cargos) un viento frío empezó a recorrer habitaciones y despachos de medio mundo, en los que miles de hombres y mujeres empezaban a temer que lo que formaba parte de su reverso tenebroso, de su lado oscuro, saliera a la luz y destrozase su reputación ante sus parejas, amigos y demás familia. Imagino que durante algunos días el consumo de tranquilizantes se habrá disparado en algunos hogares y habría sido muy curioso poder ver conversaciones en las que él, o ella, como prefieran, comenta a su pareja la noticia del robo de los datos de la web mientras que el respectivo, comentándola con el aire más frío posible, comienza a sudar sin control alguno y desea que el mundo le trague, o al menos devore a los malnacidos que han robado sus datos, y lamenta por encima de todo el maldito día en el que se creyó que la confidencialidad en la web era total. “Bueno, al menos toda esa información nunca saldrá a la luz” pensará el secreto usuario mientras apura la cena y confía en que su pareja cambie de tema de conversación.

Y entonces llega esa mañana en la que el usuario mira a la pantalla de su ordenador y descubre, aterrado, que los ladrones de la información de Ashley no han decidido sobornar ni encubrir a nadie, sino que directamente la han colgado en abierto para que todo el mundo pueda consultarla. Datos correspondientes a 32 millones de personas, sí, 32 millones, que en todo el mundo usaban esa web para jugársela a su respectiva y darle “alicientes” a su vida. Un 95% de los usuarios son hombres, que ahora deben estar sudando la gota gorda para que nadie rastree su presencia en esa web. Quien sabe, si usted ve a alguien esta mañana en el metro o en el autobús con cara preocupada, sudoroso pese al viento fresco de la mañana y con cara de no haber pegado ojo, quizás esté en presencia de un “Ashley”….. o ¿es usted mismo el que padece esos síntomas? ¿tiene algo que contarnos, pillín????

miércoles, agosto 19, 2015

Contra toda la censura, JesuiMatisyahu

A principios de año asistimos horrorizados al atentado islamista en la sede del semanario satírico parisino Charlie Hebdo, en el que un comando terrorista asesinó a varios de los integrantes de la redacción. Nos manifestamos públicamente, aquí y en el resto del mundo, en solidaridad con los familiares de los asesinados y con el semanario. Gritamos a favor de la libertad de expresión, que se veía amenazada, y exhibimos en nuestra presencia en las redes sociales un infantil JesuiCharlie en el que, anónimamente o no, nos pretendía hermanar con la revista y su capacidad para expresarse, estuviéramos de acuerdo con ella o no.

Y es que el atentado de Charlie Hebdo fue, sobre todo, y ante todo, un atentado contra la libertad de expresión, una acto de censura, ejercido de una manera terrorista y sádica, que buscaba acallar a quienes expresaban una opinión, en este caso humorística y con viñetas, que no era del agrado de los islamistas. Decía Voltaire a sus oponentes que no compartía sus ideas, pero que daría la vida para que pudieran expresarlas. Ese es el espíritu ilustrado que, en un momento dado, logró convertir a Europa en un faro de libertad en un mundo oprimido por el poder, que siempre está en contra de cualquier opinión que se exprese en su contra. Podrían gustarnos más o menos las caricaturas y el estilo humorístico de Charlie Hebdo, pero debe poder publicarlas, y si a alguien no le gusta, es libre de demandarle. Pero debe poder publicarlas. Aquello sucedió fuera de nuestras fronteras, y era sumamente cómodo sumarse a la corriente pro Charlie, etiquetarnos el “jesui” con un grado de infantilismo muy típico de nuestra actual sociedad, y seguir como si tal cosa, con la conciencia tranquila por haber hecho lo políticamente correcto en ese caso. Esta semana, muy cerca, en nuestro entorno, sin que afortunadamente se haya llegado a grado alguno de violencia, se ha producido otro caso de censura, en este caso por parte de la organización de un festival de música veraniega, el Rototom, un evento centrado en el reggae. Uno de los artistas invitados, un músico norteamericano de origen judío llamado Matisyahu, ha sido excluido de la programación del festival ante las presiones de un grupo de plataformas solidarias con la causa palestina, que exigían que el artista se pronunciara inequívocamente en contra de la actitud del gobierno de Israel en el conflicto palestino. El artista, que tendrá su opinión propia al respecto de este asunto, y que no importa cuál sea, se negó a optar públicamente al respecto, y finalmente fue eliminado de la programación del evento. La embajada de Israel y varias asociaciones judías han protestado vehemente en contra de lo que consideran, con razón, un acto de censura impropio de una sociedad democrática, y el cantante, a quien yo no conocía de nada, se ha visto inmerso en medio de una polémica en la que el festival, autoridades locales y regionales, que pagan parte de los costes del festival, y opinadores de todo tipo se enzarzan en un debate sobre si lo que ha sucedido es censura o no. El hecho ha pasado en nuestro entorno, en el supuesto contexto de un conflicto, el palestino israelí, en el que la mayor parte de la opinión pública española tiene una posición muy clara al respecto, y ha resultado políticamente correcto expulsar al artista sin que se hayan oído voces críticas ni por parte de compañeros suyos de profesión ni de fuentes presuntamente progresistas, que más bien han actuado de la manera más rancia posible. Las redes sociales no han actuado, no se ha creado la etiqueta JesuiMatisyahu ni YosoyMatisyahu ni nada por el estilo, y supongo que el cantante no volverá a España en mucho tiempo, escarmentado por la actitud cobarde y sectaria de una parte de la sociedad que, volviendo a tiempos pasados, requiere un carnet de pureza ideológica para convalidar la presencia de una persona en su entorno.

Repito, no se qué opinión tiene el artista sobre el conflicto que nos ocupa, como no la se de muchas otras personas, pero eso es independiente de su calidad musical y del hecho de que pueda actuar o no en un acto, financiado además con dinero público. La censura, se practique donde se practique y contra quien sea, debe ser combatida, aunque sea mucho más cómodo hacerlo contra lo que sucede allá donde nos molesta que en nuestro entorno cercano, donde opinar sí puede tener un coste, y más según quien gobierne y reparta subvenciones. Todo este asunto, como lo expresa perfectamente Antonio Muñoz Molina sólo me genera un sentimiento. El de la vergüenza.

martes, agosto 18, 2015

La explosión de Tianjin como metáfora china

Fue en la tarde del miércoles de la semana pasada, hora española, muy de noche en China, cuando todos pudimos empezar a ver los vídeos que mostraban unas enormes explosiones en el puerto de la ciudad de Tianjin, una urbe gigantesca de más de siete millones de habitantes, desconocida para casi todos, que deja a las ciudades europeas convertidas en modestas barriadas residenciales, y que está sita a unos 170 kilómetros al sureste de Pekín. Las imágenes mostraban unas enormes bolas de fuego que, en medio de la oscuridad, parecían aún más impactantes. A lo largo del día siguiente se fueron viendo imágenes de la devastación producida en el puerto. Total.

No está nada claro ni que es lo que ha pasado en Tianjin ni la dimensión que ha tenido ni el porqué, y dada la actitud clásica de las autoridades chinas, probablemente nunca lo sepamos por completo. Tianjin y su puerto son, la verdad, una perfecta metáfora de lo que durante todos estos años ha sido China, de sus fortalezas y miserias. Un puerto convertido en una gigantesca industria exportadora, en la que los controles de seguridad y calidad ambiental no existen, en la que el único fin es el lucro a costa de lo que sea y donde los trabajadores y ciudadanos locales no son sino piezas de una maquinaria al servicio del negocio, prescindibles y sustituibles tanto si protestan como si fallecen. Un puerto regido por un conglomerado industrial dotado de amplios contactos con las élites dirigentes en la ciudad y en el gobierno de Pekín, entre los cuales se habrán cruzado, es más que seguro, jugosos sobornos y contraprestaciones a cambio de que los responsables de la autoridad no hicieran ejercicio alguno de la misma y que los encargados del puerto pudieran seguir con su negocio a toda vela. Como China es una dictadura, nada de todo esto, que es sabido y conocido por casi todos puede ser denunciado, y sólo en ocasiones como esta, en la que un accidente descontrolado supera a las fuerzas empresariales y políticas, surgen los problemas. Y como en toda dictadura, lo más importante ante una catástrofe de este tipo no es el auxilio a la población y el arreglo del desperfecto surgido, no, sino el control de la información, el ocultamiento y la presión policial sobre los ciudadanos residentes en el entorno del desastre, para que no protesten y se mantengan callados. A medida que vamos conociendo detalles de lo sucedido van a florando las noticias típicas en estos casos. Esas corruptelas antes señaladas, falta de permisos oficiales para el desarrollo de muchas de las actividades, subcontratas irregulares, falta de planificación, la acumulación de sustancias tóxicas donde no debieran estar, el manejo descontrolado de las mismas, el engaño a la población que, a millares, vivía pegada a las instalaciones portuarias, la falta de medios técnicos y humanos, y su escasa cualificación, para atender un posible accidente en unas instalaciones tan complejas y peligrosas, errores en la gestión de la crisis y en la forma de abordarla… en fin, todas las que ustedes puedan imaginarse. Y la actuación del gobierno chino, más allá de ir soltando con cuentagotas datos sobre la alarmante situación que se vive en Tianjin y su entorno (agua y aire), se basa en el ocultamiento, la suspensión de sitios web en los que se denuncian todas estas cosas, la persecución de los portavoces vecinales que reclaman saber qué es lo que realmente sucede más allá de sus portales, y el ocultamiento de unas víctimas, cuyo número sospecho que nunca sabremos realmente ni las causas finales de su muerte, dado que al gobierno de Pekín lo que menos le importa, en este y todos los demás asuntos, es la propia población china, que puede ser sacrificada en cualquier momento en aras al logro económico o político que se considere necesario en cada momento.

En cierto modo, y guardando las distancias respecto al tipo de accidente acontecido, la sucedido recuerda mucho al Chernobil de los ochenta, donde el mundo se iba enterando de lo que había pasado en la central por los registros de radioactividad que llegaban a Europa occidental, mientras que el gobierno de Moscú lo negaba todo y trataba, mandando a la muerte de manera indirecta a un montón de personas, de controlar y extinguir el reactor de la central, con unos medios que, años después, se mostraron infames y completamente inadecuados. Aterra pensar que, hoy en día, la segunda potencia económica del mundo y el país más poblado adolece de los mismos vicios, la misma dictadura, que esconde “tianjines” por todas partes y que no sabemos cuándo estallará el siguiente ni el daño que puede hacernos.

lunes, agosto 17, 2015

Amargura por la muerte de Rafael Chirbes

El sábado por la tarde, sin avisar, de improviso, cuando nadie lo esperaba, Rafael Chirbes murió. La noticia me pilló de improviso en un lugar muy turístico de Madrid, consultando en el teléfono la actualidad, y me ensombreció el día. Esas no son formas de irse, comentaban muchos de los que sigo, apenados por la sorpresiva pérdida de una de las voces más propias y serias de nuestra literatura, que sólo desde hacía unos pocos años había sido reconocida con la grandeza debida, sólo desde que la actualidad, con sus noticias, decidió imitar a Chirbes.

Escritor no conocido por muchos, Chirbes no es fácil de leer, o al menos no me lo parece. No deja resquicio al descanso del lector, ni física ni emocionalmente. Sus obras, algunas breves de poco más de cien páginas, otras largas de entorno a las quinientas, son hoscas, duras, sin contemplación alguna con sus personajes y su entorno. No son violentas en el sentido sanguíneo del término, sino en el moral. Alcanzó la fama para el gran público con Crematorio, una crónica precisa del boom inmobiliario en el levante, donde vivía. En ella los personajes, complejos y poliédricos, no son caricaturas de buenos y malos, sino que presentan todos los enveses posibles, destinados en su totalidad al lucro, a la usurpación, al negocio para forrarse sea como sea. La novela fue adaptada como miniserie por Canal Plus y eso hizo que muchos se fijasen en el autor de semejante trama, más propia de una recia y dura novela negra norteamericana que de un escritor español. Pero antes de esta, hubo muchas otras, como “Mimoun”, “la larga marcha”, o “la caída de Madrid”, que las tengo leídas, y otras más, que cimentaron una carrera lúcida, comprometida y, a la vez, tan propia como ajena a todos los demás. Su última novela, “en la orilla” premio nacional de narrativa 2014, describe el mundo después del estallido de la burbuja, el desastre que ha quedado tras aquellas falsas luces, y es precisamente la coincidencia de la actualidad económica y social de esta crisis lo que llevó a la relevancia a Chirbes. Algunos lo bautizaron como el escritor de la crisis, como el narrador de lo que le estaba pasando al país, y él siempre lo negaba. Decía que sus novelas siempre, antes del estallido, han retratado la realidad social de su entorno, de su mundo, que como hacía Galdos, su maestro, un genio al que siempre hay que volver, narraba en ficción la realidad que existía en todo momento a su alrededor, y que no tenía la culpa de que justo ahora los telediarios abrieran con las historias que él había retratado. Justo este espíritu galdosiano le fue echado en cara en no pocas ocasiones, acusándole de reaccionario, de antiguo, de vivir en un mundo pasado de moda y alejado de las corrientes del momento. Él, que era muy suyo, llevaba a gala el no estar en el mundo de las estrellas literarias. Vivía sólo, junto con dos perros, en una pequeña casa de campo en un municipio valenciano, alejado de los focos, las galas y los premios. Ajeno al círculo mediático en el que viven muchos creadores, se resistía a conceder entrevistas, y cultivaba una fama de ermitaño gruñón que hacía difícil su conocimiento para el gran público. Muchos no reconocerán su imagen en los reportajes que se han publicado estos días, pero sus escritos, que son inconfundibles, lo delatan. Vayan a ellos, acudan a su obra, toda ella editada por Anagrama, y dejen que su crudeza les golpee y zarandee como un árbol sometido al vendaval.

Le vi alguna vez, en la feria del libro, y en la edición de este año traté de coincidir para que me pudiera firmar algunas de sus obras, pero no hubo suerte. Apenas había otra opción para coincidir con él, dada su alergia ya mencionada a actos y promociones. Ahora, con sólo sesenta y seis años, y víctima de un fulminante cáncer de pulmón, se ha marchado, sin hacer ruido, tal y como vivió. Ya sólo nos van a quedar sus escritos, sus textos, su pensamiento puesto en letra, porque su voz y futura escritura ya sólo será un recuerdo de lo que pudo ser y no fue.

viernes, agosto 14, 2015

Lo que tiene pasar un rato con Rato

Hay una cosa que tienen en común España y Grecia. En el cálido y desatado verano de 2015 sus parlamentos trabajan como si no hubiera vacaciones. La sesión maratoniana que se vive en Atenas para aprobar el tercer rescate va a someter al gobierno de Tsipras a otra votación en la que Syriza se va a cuartear, veremos si esta vez del todo y de manera oficial, mientras que en Madrid, a las 9:30, comparecerá el Ministro del Interior para explicar la reunión que mantuvo con Rodrigo Rato en su despacho oficial del Ministerio. Y curioso, en este caso también habrá división en las filas del partido gobernante, aunque no se hará visible, o al menos eso se espera.

Vamos con lo de Rato y Fernández Díaz en el Ministerio, que no deja de tener su toque de culebrón y es, así mismo, un asunto feo. Feo, sin saber el contenido de la reunión, en lo estético, y ya sabemos lo importante que es esto en política. Que Fernández Díaz, el jefe de la seguridad del estado, amigo íntimo y fiel del presidente Rajoy, reciba en su despacho oficial a quien hasta hace dos penas de telediario era uno de los máximos dirigentes de su partido, y que ahora se encuentra envuelto en un proceso judicial que puede acabar muy mal para su persona es, como mínimo, reprobable, dudoso, sospechoso, sucio y feo. Muy feo. El Ministro está más que obligado a explicar de qué hablaron, de qué no y, más allá de la incredulidad que pueda mostrar la oposición, ofrecer una versión que pueda ser creíble del motivo de esa cita. Cuando la noticia trascendió les reconozco que mi primera impresión fue la de reírme, porque realizar esa reunión en ese lugar me parece un error tan mayúsculo, en forma y fondo, que no me podía creer que fuera cierto. Era como si desde la propia dirigencia del PP se dedicasen a planificar qué es lo peor que podían hacer para infringirse el mayor daño posible y, una vez descubierto, asaetarse con ello hasta que la herida sea incontrolable. El cruce de comunicados entre el Ministerio y Rato, reconociendo ambos el encuentro pero dando versiones muy distintas de lo allí tratado (el leal Rodrigo, comenzando a apuñalar a los suyos, en quienes creyó encontrar amparo) no hizo sino elevar el incidente hasta el más alto de los chuscos posibles. Una versión de “entre pillos anda el juego” con moqueta oficial de primer grado. Imagino a la oposición incrédula, incapaz de entender si quiera cómo le ha podido caer semejante regalo del cielo, gracias a la torpeza del gobierno. Las posteriores declaraciones de Rajoy, que cada vez que habla para explicar algo hace que fallezca un asesor de comunicación política, que casi vuelve a recurrir a la expresión de “pelillos a la mar” terminaron por hundir la imagen del encuentro de cara a la opinión pública. Antes de esa cita con los periodistas en la Galicia vacacional, varios dirigentes del PP se mostraron muy enfadados con ese rato de reunión, y expresaron la necesidad de que el Ministro compareciera y se explicase, todos ellos con una cara de hartazgo y hastío comprensible, y muy justificable, viendo como nuevamente los esfuerzos de transparencia de un sector del PP, digamos el joven por simplificar, se estrellan en la muralla de opacidad y formas arcaicas de otro sector, el viejo para simplificar, que sigue viviendo ajeno a la realidad social de un país descreído y cabreado, aunque ahora ya no se lleven las coletas para expresar ese hartazgo.

Por eso la comparecencia de Fernández Díaz hoy es obligada, aunque me temo que de ese acto sólo saquemos bronca y acusaciones mutuas entre un ministro a la defensiva y una oposición que sería tan tonta como el gobierno si deja escapar esta enorme golosina que han puesto a sus pies. De lo importante, de la separación de poderes, de la sensación que tienen muchos de que hay corruptos de primera que cuentan con privilegios (y no sólo en el PP, desde luego) y la imagen de un gobierno que ha navegado en ese fango sintiéndose, como mínimo, nada asqueado, nada de nada. Así funciona la lucha contra la corruptela para muchos, con grandes discursos a la galería y celebradas reuniones a medioescondidas. Vaya rato nos espera esta mañana.

jueves, agosto 13, 2015

Dos familias arrasadas en Cuenca, otro crimen más

Parece el verano una época propicia para el crimen atroz, con saña, del que revuelve las tripas, conmociona a la sociedad y alimenta su morbo. Hace unas semanas un padre divorciado mataba en Galicia a sus dos hijos, en uno de los periodos en los que le tocaba la custodia de los mismos, llevamos una racha intensa de crímenes de género que se han llevado por delante a varias mujeres y, suicidio mediante, a algunos asesinos, y ayer se descubrieron en un paraje natural los dos cuerpos, quemados y semienterrados en cal, de las dos chicas desaparecida en Cuenca desde el pasado fin de semana. Una historia que empezó mal, que tenía toda la pinta de que iba a acabar mal, y que, desgraciadamente, es como ha terminado. Ira y llanto.

Un nexo común a todas estas muertes es el amor, presunto amor, que los asesinos tenían respecto a sus víctimas. Amor filial del padre, amor pasional de los maridos, parejas y novios. En todos los casos es ese presunto amor el causante de un asesinato, lo que no deja de ser completamente absurdo y cruel. Se da en muchos de los crímenes y actos terroristas que vemos todos los días y nos asustan. El amor a una persona, a una religión, a una ideología, a lo que sea, impulsa a matar en nombre de ella, y es algo que, por mucho que lo vea sin cesar, nunca entenderé. ¿Qué provoca que un novio quiera matar a su pareja? No se me ocurre causa alguna. El maltrato, la vejación a la que miles de mujeres son sometidas día sí y día también es algo que se me escapa. Vemos en televisión programas en los que se alienta el papel de un “macho castigador”, un sujeto impresentable, chulesco y brusco, que tiene a su corte de admiradoras que le miran embelesadas, y se cree el rey de la manada. En muchos de los casos de violencia de género, especialmente los de aquellas parejas que tienen menor edad, se ven patrones de este tipo, repulsivos socialmente, caracterizados por una relación enfermiza entre él y élla donde lo que desde luego pare que no hay es amor. ¿Por qué esas parejas surgen y se consolidan? En tiempos en los que la información circula libre y desatada en la red, en donde llamar al 016 es una vía directa para encontrar protección policial y profesionales que puedan ayudar a consolar, muchísimas parejas viven en su día a día situaciones repugnantes que no pueden ser toleradas, no ya por la sociedad, sino por cada uno de los miembros de esa presunta, otra vez la palabrita, pareja. A veces las impresiones pueden ser engañosas, ya me disculparán, pero uno ve las imágenes de las chicas asesinadas en Cuenca, la del novio de una de ellas, presunto asesino, y no le cuesta mucho formarse la idea de una relación en la que estaba claro quién dominaba a quién, quién ejercía ese dominio y cuál era el sentimiento y cariño que existía en ese mundo. Quizás me equivoque, pero ellas y él eran candidatos a programa televisivo de mediodía o de noche de cadena televisiva, y no voy a mencionar programas ni cadena porque ambos me repugnan. ¿Dónde estaban las amigas de esas pobres chicas, que no pudieron ayudarles a romper antes esa relación y protegerlas? ¿Dónde las familias que no supieron o pudieron ver el peligro que se cernía sobre ellas? ¿Por qué ellas mismas, antes, mucho antes, no percibieron que algo iba mal y buscaron ayuda? No lo se, no tengo respuestas a ninguna pregunta, sea pertinente o no, pero el patrón de este atroz crimen se parece tanto a muchos de los que hemos visto en el pasado que a la pena por la muerte de las chicas se une la rabia y la impotencia de ver que, nuevamente, no hemos avanzado mucho, que no hemos conseguido evitar que otra relación enfermiza haya acabado de la peor manera posible, en medio de un camino polvoriento lleno de zarzas y restos.

No es el calor el causante, el culpable de toda esta violencia, no. Lo somos nosotros, los humanos, nuestra sociedad. Cada uno debe, desde su situación personal, tratar de evitar que nuevos asesinatos como estos se repitan, no siendo un héroe, que no es necesario, sino advirtiendo, estando atentos y pidiendo ayuda a quien sabe y pueda proporcionarla. Esta violencia bastarda como pocas, que usa el amor como excusa, es de las más infames que uno pueda imaginar, y lejos de ver como lógica la imagen, que aún domina en muchas mentes, de que una pareja implica sumisión, acatamiento y servilismo, hay que luchar contra esta lacra deteniendo a sus culpables, encerrándolos en la cárcel muchísimo tiempo pero, sobre todo, repudiando sus actos, condenándolos, no comprendiéndolos, no excusándolos. Nunca jamás.

miércoles, agosto 12, 2015

China, constipada, devalúa e intranquiliza al mundo

La crisis griega sigue, y es el centro de atención de Europa, con la firma del preacuerdo del tercer rescate, producida ayer, pero ya en su momento les comenté que hacia donde mira todo el mundo, cada vez con más preocupación, es hacia China. Desde hace meses resulta evidente que su ritmo de crecimiento está bajando, no tanto por las estadísticas oficiales de Beijing, que cada vez son menos creíbles, sino por otros indicadores, como los PMI que miden la actividad empresarial o los flujos de la balanza de pagos, que indican una señal clara y llena de consecuencias: Frenazo.

El derrumbe que vivió la bolsa de Shanghái hace unas semanas fue, para muchos, el pistoletazo de salida del pinchazo de la burbuja china, pero todo puede ser un poco más complicado, y más en aquel enorme y, realmente desconocido, país. Sin embargo, la decisión tomada ayer por sorpresa por las autoridades chinas de devaluar su moneda, el yuan, en un 1,86% es una admisión ante todo el mundo que la pujanza de la economía china no es la que oficialmente se proclama, sino la que oficiosamente se anuncia. Años de exportaciones e inversión disparada han contribuido a aumentar los costes de producción en China, a hacerlas menos competitiva frente a otros países de su entorno. Su modelo de crecimiento, intensivo en inversión, no puede sostenerse a medio plazo y el consumo, que es la base del crecimiento, con mayor o menor intensidad, en las economías capitalistas, no acaba de despegar. Todo el mundo tiene en la cabeza la asombrosa cifra del 7% como el nivel de crecimiento que China requiere para absorber de manera “ordenada” el flujo de ciudadanos que salen del campo buscando oportunidades rumbo a las cada vez más mastodónticas ciudades, y que permite mantener la paz social que, en caso de descontrolarse, obligaría a la dictadura reinante a mostrar nuevamente el poderío de sus tanques en las ahora atascadas autovías de esas urbes pseudofuturistas. Este parón chino, dada la dimensión global que ha adquirido su economía, tiene efectos por todo el mundo de enormes consecuencias. El resto de países emergentes, muchos ellos exportadores de materias primas destinadas a abastecer a la maquinaria china, ven como su principal cliente ya no compra como antes, y lo notan en sus cuentas. América Latina y África empiezan a sufrir enormes daños en sus balanzas por cuenta corriente, y sus divisas se desploman al ser tan dependientes de los vaivenes chinos. Brasil es, a estos efectos, el ejemplo perfecto de crisis, con orígenes propios, que se desata por completo tras el frenazo de las exportaciones chinas. La demanda de petróleo, que China consume como si fuera agua refrescante en el verano madrileño, es cada vez menor, y los precios del barril, que habían iniciado una suave remontada en los últimos meses tras el desplome del pasado año, vuelven a caer y a situarse por debajo de la barrera de los 50$, con las consecuencias tremendas que eso tiene para economías completamente dependientes de la exportación de crudo como la de las dictaduras de oriente medio o la autocracia rusa, por poner sólo dos de ellas. Los efectos geoestratégicos de esta bajada también pueden ser intensos, y habría que seguirlos. También se duda de si el movimiento de devaluación de ayer será el primero de una carrera competitiva entre naciones, una “guerra de divisas” que de desatarse, como todas las habidas en el pasado, sólo contribuiría a empobrecer a los contendientes. Tampoco se puede descartar el efecto de esta medida en la prevista política de aumento de tipos de la FED, con la revaluación automática del dólar que supone este movimiento.

Y podría seguir párrafos y párrafos desgranándoles posibles efectos de este movimiento, pero todos ellos se pueden resumir en un concepto. Incertidumbre. China es la segunda economía mundial y lo que a ella le pase, para bien o para mal, nos afecta ya a todos. Hay análisis para todos los gustos, desde los que pasan porque el futuro chino es similar al japonés tras el reventón de su burbuja en los noventa, con varias décadas perdidas por delante, a los que afirman que esto son los dolores de crecimiento de una economía que se transforma para aumentar su competitividad y ser más “sana”. Quién sabe. El futuro es complejo pero lo que parece seguro es que China va a ser uno de los principales focos de atención económica global, y si hasta ahora lo era por su éxito, va a empezar a serlo también por sus sombras.

martes, agosto 11, 2015

Turquía entra en una crisis total

Ayer una cadena de atentados en Turquía, en Estambul y otras ciudades, dejó un balance de nueve muertos entre terroristas y fuerzas de seguridad del estado, elevando aún más la tensión existente entre el gobierno de Ankara y las milicias kurdas del PKK, que rompieron el alto el fuego hace poco más de un mes y, desde entonces, han iniciado una campaña de atentados en el país como respuesta a los bombardeos que el ejército turco realiza a las posiciones kurdas en el este del país y en territorio sirio. Años de conversaciones y distensión entre ambas partes se han volatilizado en apenas semanas.

Turquía, una de las naciones llamada emergentes, cuya economía creciente y su original capacidad de aunar el islam como religión privada con un estado laico, ejemplo para muchos de una vía alternativa de desarrollo para las naciones de oriente medio, lleva unos meses en una deriva muy peligrosa que lo inestabiliza cada vez más. Desde fuera no hay buenas noticias. En el plano económico todos los países emergentes están siendo golpeados por la debilidad china, lo que hunde el valor de sus monedas y sus exportaciones, generando déficits abultados en la balanza de pagos y una más que probable recesión. A Turquía también se le junta el que uno de sus vecinos sea el infierno de Siria, con combates entre las fuerzas leales al régimen y el islamismo de DAESH en Kobane, justo al borde de la frontera sureste del país. De hecho fue un atentado en territorio kurdo de los islamistas lo que inició una campaña de bombardeos del ejército turco, dirigida inicialmente, por fin, a atacar a DAESH, pero que derivo rápidamente a un asalto a las posiciones kurdas, paradójicamente las que más están luchando en terreno enemigo contra los islamistas asesinos. Esto reavivó el secular enfrentamiento entre Ankara y los kurdos y es la mecha que prendió atentados como los registrados ayer y, me temo, los que vengan en el futuro. Por si todo esto no bastase para inestabilizar un país, en el plano interno las cosas no van bien. Reelegido hace poco sin mayoría absoluta, Erdogan gobierna el país cada vez con un talante más autoritario, y con un sesgo islamista que no gusta a casi nadie. La república turca actual, fundada por Ataturk, basa en el laicismo su propia existencia, confiando al ejército la labor de garantizar que el islamismo no se haga con el poder. Poco a poco y venciendo muchas resistencias, Erdogan ha ido dando poder a los grupos conservadores que reclaman una vuelta a la influencia del islam y ha aumentado la fractura de la sociedad turca entre los integristas y los laicistas. Su manera de reprimir las protestas urbanas en torno a la plaza Takshim de Estambul hace un par de años dejó muy claro que el diálogo no es precisamente la herramienta de trabajo de un Erdogan que, de ser un interlocutor deseado por los gobiernos occidentales (¿se acuerdan de la alianza de civilizaciones con ZP?) empieza a ser visto cada vez más como un sujeto al estilo Putin, revestido de democracia, pero con un carácter autoritario que no duda en ejercer ante cualquier problema o situación que se le enfrente, aún a riesgo de incendiar la región o la estabilidad de su propio país, como es el caso de la ofensiva sorpresa contra los turcos. Así, poco a poco, Turquía entra en el radar de los países con problemas y todo esto tiene efectos muy negativos sobre el país, su sociedad y economía, que pueden, sin duda, acentuar el marasmo político.

No es lo más importante, pero como muestra, el impacto del atentado de ayer en Estambul sobre el turismo en esa ciudad, una de las principales fuentes de riqueza, será significativo y negativo, tanto como en los viajes previstos al resto del país. Es de temer que ante esta escalada de tensión Erdogan aplique la política que ha seguido manteniendo hasta ahora, de mano cada vez más dura y golpee con fuerza a los kurdos. Habrá que estar muy atentos a lo que pase, pero parece que el único país vecino de Siria que no estaba sufriendo el conflicto en sus propias carnes lo empieza a hacer, aunque a través de una derivada propia y no prevista. Malas noticias para la región y, sobre todo, para el pueblo turco.

lunes, agosto 10, 2015

El mayor desastre ecológico es un incendio forestal

Llevamos un mal año en lo que se refiere a incendios forestales. Las altísimas temperaturas, que no dejan de batir records mes a mes, junto a una sequedad total, con la lluvia convertida en mito en la mayor parte del país, unido todo ello a la imprudencia, desidia o simple delincuencia, han hecho que los fuegos se hayan disparado respecto a años anteriores, llevando consumidas hasta ahora tantas hectáreas como, hasta estas mismas fechas, el acumulado de los dos años precedentes, que es cierto que en lo meteorológico fueron más clementes. ¿Es el aumento de los incendios otro indicador de la “recuperación”? quizás sí.

Me asombra, en el caso de los incendios, la comprensión social que existe hacia ellos. Vemos día sí y día también campañas de ecologistas que luchan contra la extinción de una especie, o entorno natural, o denuncian vertidos. Asistimos asombrados a cómo la muerte de un león en África adquiere relevancia mundial y todos nos debemos mostrar compungidos al respecto. Pero ante un incendio, lo único que se oye es el crepitar de las llamas y el silencio del terreno arrasado. No hay desastre medioambiental que sea peor que un incendio. Todo queda arrasado por el fuego, sea vegetal o animal, y esos árboles destruidos por las llamas tardarán muchos muchos años en volver a rebrotar, y tras ellos vendrán las especies animales, pero no antes. La desertización que sufren los terrenos incendiados los condena a perder un valioso sustrato, lo que hará que las nuevas especies que crezcan lo hagan peor y de una manera más débil, y eso si no llega en octubre una dura tormenta que lo arrastre del todo, inunde de lodo el valle y aumente la desertización de unos terrenos que, en nuestro país, están casi condenados a ella dado el clima que tenemos. Y por no hablar de las pérdidas económicas en forma de explotaciones agrarias o cultivos, casas de campo, e impacto en el turismo de una zona que con los bosques arrasados pierde su reclamo. Todo es horrendo en un incendio. Y sin embargo no se percibe en la sociedad esa sensación. Parece que aceptamos con normalidad, incluso con gracia, el que llegue la “temporada de los incendios”. Pasa un poco como sucedía hace años con las víctimas de tráfico. Se veía normal que murieran siete mil personas al año, era una fatalidad, y cada fin de semana con veinte o treinta muertos se trataba el asunto con la irrelevancia del buen tiempo en verano. Ha costado mucho cambiar esa percepción, inocular en la sociedad la idea de que el accidente de tráfico es una tragedia que hay que evitar y se puede evitar, y que es delito provocarlos y atentar, correcto verbo, contra los demás subido en un coche. Queda aún mucho por hacer, pero empieza a no quedar impune matar conduciendo. Pues ese mismo proceso tenemos que hacerlo, desde el principio, con los incendios forestales. Puede haber accidentes, sí, pero la mayor parte de los fuegos se derivan de actitudes negligentes o, malnacidos ellos, actos provocados. Debemos cambiar la mentalidad para darnos cuenta de que un incendio es una enorme desgracia contra la que hay que luchar, y que quienes los provocan también atentan contra nosotros mismos. Duras penas de cárcel para los pirómanos es una medida que aún hoy se ve con reparos, incluso son muchos los incendios provocados en los que todavía no se han detenido culpables y están empantanados en los juzgados o despachos administrativos. Hay que cambiar muchas cosas para lograr frenar esta plaga de muerte que todo lo consume, y a todos nos toca hacer un trabajo al respecto.

Esta semana han sido los vecinos de la extremeña sierra de Gata los que han vivido en sus carnes el miedo y la impotencia del fuego. El incendio ha consumido gran parte del patrimonio forestal de muchos pueblos de esa comarca y arrasado con sus cultivos, atacando con fiereza los dos pilares, turismo y agricultura, en los que se asienta la economía de esa zona. Esas localidades saben desde hoy lo que es ser una zona catastrófica, se declare así oficialmente o no, y ahora tocará ayudar económicamente a sus habitantes para que salgan adelante. Pero sus tierras y pinares, esos que han sido destruidos, no volverán hasta dentro de varias décadas. Sólo pensarlo llena de congoja.

viernes, agosto 07, 2015

A Pablo Iglesias se le escapa Desembarco del Rey

Seguro que a usted le han tomado alguna vez la tensión. Le ponen alrededor del antebrazo esa cinta gruesa llena de velcro, se la cierran, y una presión mecánica empieza a actuar sobre el músculo hasta un punto que puede llegar a incomodar. Entonces la tensión deja de crecer y poco a poco se relaja, a un ritmo más lento que el que empleó para aumentar, y en un momento dado una pantalla le muestra los resultados de la máxima y mínima, y ahí es donde empiezan (o no) los problemas en función de lo que los números canten. A veces es necesario repetir el proceso para asegurarse de una correcta medición.

A la marca electora Podemos le está pasando lo mismo que a la presión de su brazo en la toma de la tensión. Subió muy alto y muy deprisa, pero una vez que ha tocado techo inicia un suave y continuo descenso que todas las encuestas vienen certificando desde hace meses, la última la del CIS, conocida esta semana y que con su maestría habitual destripa Kiko Llaneras. ¿A qué se debe esta bajada? Creo que no es difícil deducir que hay dos fuentes causantes, propias y ajenas. Las ajenas vienen derivadas de, vaya símil más completo que he encontrado, una cierta bajada de la tensión social del país. La recuperación económica no es completa, ni plena, ni nos va a devolver a los años falsamente dorados previos a la burbuja, pero existe. Miles de personas encuentran trabajo, precario y mal pagado puede ser, pero salen del paro y se sienten mejor. Los indicadores macro que suben reflejan en el fondo una tendencia de mejora que poco a poco se extiende por la sociedad. No será suficiente quizás para que el PP arrase en las elecciones generales, que es lo que busca, pero sí para impedir que los movimientos alternativos puedan despegar más. Otro facto ajeno es que el resto de formaciones, como es obvio, no se han dejado insultar por parte de Podemos sin responder, y los ataques recibidos hacen mella en la formación de Iglesias. Pero con ser estos importantes, creo que los factores propios son los determinantes para explicar la bajada de la formación, y su propio líder, Pablo Iglesias, los encarna perfectamente. La prepotencia, chulería, soberbia, la infinita altanería con la que este personaje se mueve en el mundo le ha convertido en el segundo político peor valorado por la sociedad, sólo superado en inquina por Rajoy. La imagen de esperanza de la formación queda supeditada a un líder autoritario que muestra rasgos dictatoriales a cada paso que da, que en cada pregunta que se le hace es incapaz de esconder las ganas que tiene de mandar detener al periodista, que fue muy listo a la hora de detectar un sentimiento de rabia y canalizarlo, pero que vive cegado en el orgullo. El trato que ha dado a formaciones como IU es, simplemente, humillante, y ha provocado que muchas de las bases “naturales” de Podemos huyan ante un la presencia de un personaje que no hace más que aumentar la sensación de rechazo. El resto de portavoces de la formación no han aprendido mucha dialéctica de su líder, pero si modales toscos y agresivos, y hacen que cuando se presente un portavoz de Podemos en una debate o programa sepamos que ya tenemos ahí a quien va a tratar a los demás como “casta” basura mientras que él y los suyo son la virginidad inmaculada. Es una forma caricaturesca de describirlo, pero basta aguantar unos minutos de esos debates para sacar esa sensación. Como estrategia de comunicación pública es, como mínimo, suicida.

Sumen a todo esto la llegada de Podemos al poder real, en forma de ayuntamientos y comunidades, y la catarata de decisiones para la galería tomadas, fundamentalmente cambios de retratos y bustos reales, y una incapacidad de gestión práctica que, a la vuelta del verano puede convertirse en un serio problema de seguir así, para que muchos votantes que pensaban que las soluciones iban a venir de esos círculos empiecen a verlos como un problema más. En las siguientes generales Podemos sacará buenos resultados, y puede ser determinante en algunos pactos, pero no es la formación líder del país, ni la jefa de la oposición. Y debe asumirlo y empezar a comportarse con correcta y modesta normalidad. Pablo, Desembarco del Rey está cada vez más lejos.

jueves, agosto 06, 2015

En el fondo del mar, ¿nos importan los inmigrantes?

La noticia de que puede haber cientos de muertos en el hundimiento de una barcaza repleta de inmigrantes en el canal de Sicilia, hecho sucedido ayer, no logra, ni siendo Agosto, encaramarse a lo más alto de los titulares de la prensa digital. A la hora que escribo esto, 8:02 AM, ni El País ni El Mundo lo colocan arriba del todo. Sin maximizar la ventana del navegador, en el caso del diario de Prisa la noticia aparece tras diez pantallazos, con una cifra de víctimas de en torno a 25, mientras que para el medio de propiedad italiana son siete los pantallazos para llegar a un titular secundario que alude a cientos de víctimas mortales.

Y es que lo segundo que más impacto me produce de toda la tragedia que está teniendo lugar estos meses, años, con la inmigración en Europa, después del shock que supone el problema en sí mismo y sus dramáticas consecuencias, es la absoluta indiferencia con la que se vive por parte de la población del continente. Durante años los países que somos frontera sur con la inmigración, especialmente España e Italia, hemos sido tratados con menosprecio por los del norte, siendo acusados por estos últimos de lesionar los derechos humanos de los inmigrantes por impedirles saltar las vallas, como en el caso de Ceuta y Melilla, pero dejando claro que no podemos permitir que lo hagan. En el caso del Mediterráneo es el mar, ese bello y asesino mar, el que hace de eficaz valla, llevándose al fondo vidas que, para muchos, no son un problema. Los problemas que desde hace semanas se viven en el paso de Calais, boca de entrada francesa al eurotúnel que une al Reino Unido con el continente, han hecho que la inmigración sea noticia de portada en los países de destino de la misma, no en los de tránsito como es nuestro caso. ¿Y cuáles han sido las medidas tomadas para solventarla? Poner más vallas, alambradas y policía, y quizás, también, concertinas. Ha bastado una semana de incidentes en Francia y quejas por parte de París y Londres para que la Comisión Europea destine más dinero a este asunto (para comprar rejas) en esos países que lo que se ha gastado en años para asistir al gobierno de España o, sobre todo, Italia, que acoge a miles de refugiados sin ayuda alguna, lo cual nos vuelve a demostrar que, no sólo en el caso del Euro, Europa es una unión de diferentes con muy distinto poder e influencia. ¿Qué pasaría si Ceuta y Melilla fueran francesas, o inglesas? ¿Cuán altas serían las vallas instaladas, o afiladas sus concertinas? El inmigrante que se ahoga en el Mediterráneo es el favorito para los políticos europeos pero, sobre todo, para la población de los países, sí, para todos nosotros. Nos permite expresar una profunda congoja por su destino, por lo injusto del mundo y por lo mal que va todo, pero ese hombre o mujer que se hunde bajo las aguas no hará cola en “mi” centro de salud, ni será competencia a la hora de encontrar “mi” empleo, ni sus hijos lucharán por las plazas de “mi” guardería, y así una tras otra, las miles de razones que no nos atrevemos a decir en público, porque son políticamente incorrectas, pero que aplaudimos en privado, y que hacen que partidos abiertamente xenófobos alcancen grandes porcentajes de voto, y que obligan a los partidos que no lo son a mantenerse callados en este tema, porque también saben que de opinar de otra manera, perderán votos. Así de cruel es todo esto.


Europa, un continente rico, rodeado de mucha pobreza y guerra en el sur, debiera empezar a plantearse una gestión inteligente y de largo plazo de la inmigración. Somos un continente envejecido, con población menguante y que a largo plazo, por puro interés de supervivencia, necesita mucha población nueva. No sólo por solidaridad, también por egoísmo, podemos acoger a decenas de miles de personas, que seguirán huyendo del infierno de sus países hagamos lo que hagamos. Dejarlos morir, olvidarlos, que un león ocupe más portadas que sus vidas, es una muestra de lo (poco, nada) que nos importan, y servirá de baremo para juzgarnos moralmente en el futuro. Todo este complejo asunto resulta desolador.

miércoles, agosto 05, 2015

Sin ordenador no soy nada

Cuando he llegado al trabajo tenía varias alternativas sobre qué iba a escribir en mi artículo de hoy, a la hora habitual. Dudaba entre escoger algo de la actualidad, como los presupuestos de 2016, o el dilema de la inmigración en Europa, o en algo más personal, pensando sobre todo en la tarde que pasé ayer en compañía de unos amigos y compañeros de trabajo, que nos fuimos de visita a la casa de una amiga que ha tenido que ser operada de una rodilla, y pasa este agosto entre vendas, muletas y sillas de ruedas. Quizás el tema de las barbacoas en las largas tardes de verano diera juego, pensaba…

Pero este y otros pensamientos se han deshecho cuando he encendido la pantalla del ordenador y he visto que el monitor no me mostraba el mensaje de Windows para introducir contraseña, sino un texto en formato DOS con error de arranque. Suelo dejar en ordenador encendido entre semana, dado lo largo y tedioso que es el proceso de arranque en el trabajo, y evidentemente ayer se debió ir la luz o algo similar (seguimos de obras en el edificio) y el equipo se debió arrancar solo. Y no pudo. He pulsado el botón de inicio para empezar nuevamente la secuencia y, una y otra vez, obtenía un mensaje de error en la pantalla y se quedaba todo bloqueado en el momento en el que lo había descubierto al llegar mío. Es entonces cuando uno se empieza a poner nervioso. Otro intento, y otro, y el nervio se convierte en una ligera sensación de miedo que refresca el cuerpo mucho más de lo necesario en este cálido verano de 2015. Empieza uno a temer que todo lo que tiene en el equipo, tanto de trabajo como personal, se haya perdido, o no sea accesible, que para el caso es lo mismo, y recuerdas que la última copia de seguridad que hiciste de los archivos fue hace unos seis meses, y ese tiempo entonces te parece eterno, infinito, como una distancia sideral de miles de millones de años luz. Y los temas previstos en el blog desaparecen de la mente, y descubres que sin el ordenador no sólo el blog no existe, sino que no hay manera de hacer nada. Ni de escribir ni ver imágenes, ni compartir archivos... nada. El mismo concepto de archivo, ligado ya para siempre a un soporte virtual, se convierte en una entelequia. Vuelves al mundo primitivo de la mesa blanca, el papel y el bolígrafo, y te sientes perdido por completo, sin saber ni qué hacer ni qué decir. Pasadas las 8:20 de la mañana, sólo por completo en la oficina y sin que los del departamento de informática hayan venido, la sensación es desoladora. No hay ni compañeros a los que decirles si a ellos les ha pasado lo mismo, ni superiores, no hay nadie. Bajas a la planta en la que están los de informática y, obviamente, descubres que el resto de los mortales tiene en agosto unas costumbres que les hacen llegar a la oficina a unas horas menos indecentes y tempraneras que las mías, y como no tienes manera de mandarles un correo de aviso ni nada por el estilo, apuntas en un papel su teléfono y, de vuelta a la mesa, llamas de vez en cuando, esperando que una voz acabe por salir al otro lado de unos pitidos que, como telégrafo de principios de siglo, gritan un SOS para quien pueda recibirlo. Como un Titanic que se hunde, ansías que alguien responda, y a medida que pasa el tiempo y nadie lo hace, al sensación de que el agua sube es, literalmente, imparable.

Finalmente una voz aparece al otro lado del teléfono y me dice que va a subir. Y sube, y como caballero blanco al rescate de su medieval doncella, aparece por un pasillo vacío rumbo al ordenador que nada ordena. Tras varios experimentos y pruebas, conseguimos, sin saber muy bien cómo, que el equipo arranque, y yo agradezco infinitamente a mi salvador su ayuda que, tras “desfacer” el entuerto, se va por el pasillo. Y con todo en marcha, y la sensación de inseguridad bien metida en el cuerpo, me pongo a escribir este artículo del blog, con un tema nada agradable que no importa a nadie, menos a un hombre que sin la tecnología no es ni capaz de expresar su desvalimiento.

martes, agosto 04, 2015

Carmona y los líos del PSOE de Madrid

Agosto ya no es lo que era. Se ve mucha gente en el metro, en la oficina el desierto de antaño está salpicado de oasis laborales y la política no se toma vacaciones. No les voy a dar hoy la plasta con la convocatoria electoral del iluminado de Artur Mas, pero sí quiero comentarles el último episodio de la eterna guerra que se libra, quizás desde antes de su fundación, en el PSOE de Madrid, donde ayer se destituyo a Antonio Miguel Carmona, conocido tertuliano y dicharachero comentarista, de su papel de portavoz del grupo socialista en el Ayuntamiento. Carmona, en su rueda de prensa posterior, fue otra vez el tertuliano estrella.

Las guerras socialistas en Madrid son como las franco alemanas, hay una para cada época. En los ochenta y noventa el partido se dividió en taifas encabezadas por líderes que las denominaban. Estaban los guerristas, acostistas, balbases y otros clanes similares enfrentados en una lucha intestina por alcanzar el poder y relegar al resto de adversarios al ostracismo más oscuro posible. Esto fue hábilmente aprovechado por un PP en alza para relegar al PSOE a la oposición tanto en el ayuntamiento como en la comunidad. Todos los intentos de pacificar el partido por parte de la dirección federal acababan en lo mismo. Decisión manu militari que se cargaba una ejecutiva vigente y, gestora mediante, colocaba otra en su lugar. Las aguas se calmaban durante un tiempo hasta que, nuevamente, con la excusa más peregrina, comenzaban otra vez las luchas enconadas sin fin. Lo que ahora vivimos es, exactamente, lo mismo. Tomas Gómez, arrasador alcalde de Parla, fue visto como la esperanza del partido para acabar con la Esperanza popular, pero su actuación como jefe de la oposición, sus formas, modales y estilo acabaron desesperando a propios y extraños. Ante las trascendentales elecciones de Mayo de este 2015 Ferraz optó por liquidar a Gómez (se acuerdan de la escena del cambio de cerradura, verdad??), instaurar una gestora dirigida por el veterano Rafael Simancas, y colocar a Gabilondo, un afín a Pedro Sánchez, en la candidatura a la comunidad. Para el ayuntamiento el candidato ya nombrado era Carmona, que se había hecho famoso en las tertulias televisivas, que no se calla ni debajo del agua aunque no tenga nada interesante que decir, y que con un aire de chulería muy castiza iba diciendo a todo el mundo en campaña que le tratasen ya como el alcalde que, seguro, iba a ser. Tras las elecciones el PSOE sacó un buen resultado en la Comunidad, perdiendo ante el PP, y nefasto en el Ayuntamiento, quedando por debajo del PP y de Podemos (Carmena). Pese a ello Carmona se sentía como ganador, con el peor registro de votos alcanzados por el PSOE en la capital desde que hay constancia, y tras la firma del pacto de gobierno con Carmena, se sentía seguro y protegido. Hace una semana, en una elección primaria a cara de perro entre la candidata de Pedro Sánchez y el de Tomás Gómez, fue esta última, llamada Sara Hernández, la que se impuso para gobernar el POSE en la región y salir de la situación de gestora vigente desde Abril. Carmona apoyaba al otro candidato, por lo que la derrota del suyo debió sonarle como un aviso. Seguro que ni él ni nadie esperaba que fueran a descabellarle tan rápido y mandarle a toriles con la prisa con la que lo hicieron ayer.

Carmona amenaza con dar guerra, y desde luego es seguro que callado no se va a quedar, porque no sabe. Más allá de las disputas políticas, se ha demostrado como un mal candidato, incapaz de contactar ni con las bases históricas del partido ni con las generaciones nuevas, desencantadas con la política. La decisión de, en el fondo, Pedro Sánchez, simplifica la política madrileña, porque todos nos equivocábamos cada dos por tres entre Carmena y Carmona, pero amenaza con que las noches televisivas se llenen de su verborrea imparable y estruendosa, lo que aumentará la venta de analgésicos. Corolario de todo esto. Ya visto con Wert, ahora con Carmona. Por favor, tertulianos, absténganse de ser candidatos políticos.

lunes, agosto 03, 2015

Mis recuerdos del Café Comercial

Leer la prensa junto a un café, pasar las hojas con texto e imágenes, informándome y disfrutando de la lectura. Oír el tintineo de vasos, tazas y demás enseres, el paseo de camareros cargados con desayunos pedidos desde esa o aquella mesa. La calle, cuya luz se filtra por las grandes ventanas que alcanzan hasta el techo, uno de esos altísimos que denotan la edad y solera del edificio. Voces susurrantes que se expresan en múltiples lenguas y que, por causa del azar o el deseo, se han reunido en un mismo lugar a disfrutar del desayuno y el tiempo. Ese tiempo que pasa junto a la ventana y no cesa.

Muchas son las mañanas de Domingo que he pasado en el Café Comercial de la Glorieta de Bilbao, el más antiguo de los de su especie que sobrevivía en Madrid, y que tras su cierre obliga a usar todos los recuerdos a él referidos en un término pasado que resulta angustioso a la vez que triste. Iba a media mañana, a eso de las diez y media pasadas. Justo antes pasaba por el quiosco sito en frente de su puerta giratoria, compraba un par de periódicos y, armado con el papel, entraba al café, me sentaba en una mesa, casi siempre en la misma situación, y pedía un café con leche. El camarero que me atendía, que muchas veces era siempre el mismo, me miraba a menudo con cara de “sólo un café con leche” a sabiendas de que iba a pasar un buen rato sentado leyendo por un bajo “precio de entrada” pero no decía nada, y se iba a la barra a cantar mi pedido y otros muchos más. A esa hora el salón no estaba lleno, ni mucho menos, pero sí solía haber algunas mesas ocupadas, a veces las de los fieles, señores que tenían su sitio reservado y que, como una prolongación de su casa, lo usaban para vivir. La anexa boca del metro engullía y vomitaba gente de manera continua, y de estos últimos alguno siempre acababa entrando al café. A veces eran turistas, a los que se les veía con esa cara de perdidos que tenemos todos fuera de nuestro terreno habitual, otras eran lugareños de toda la vida, o personas silenciosas, parejas con o sin niños, jóvenes con pinta resacosa que acudían a por algo sólido tras muchas horas líquidas, personas que se citaban allí para verse, trabajar o contarse historias…. El salón era un ir y venir de personajes y situaciones que, muchas veces, hacían la competencia a la intensa actualidad que chillaba desde los titulares de la prensa. Miles de historias cruzadas, en las que se podían ver todos los rasgos y expresiones humanas, desde la tristeza profunda de alguien que necesita ser consolado, y ha quedado allí con quien pueda dárselo, a la de las alegrías de la celebración, pasando por los tipos grises, como yo, que leíamos la prensa y no hacíamos mucho ruido. No me he enamorado en el Comercial, pero sí he visto mujeres de belleza desbordante, solas o acompañadas, que en ese marco lucían con una elegancia imposible de igualar. A veces veías a alguna chica sola que, como yo, leía periódicos con un café, y te daban ganas de saber qué es lo que le había llevado hasta aquel lugar, cuál era su motivación para pasar una mañana disfrutando del mismo placer que yo buscaba. Huelga decir que nunca pregunté nada a ninguna, y que a partir de ahora esa pregunta, y ese mismo entorno, carecen ya de sentido.


No se por qué ha cerrado el Comercial. Quizás por motivos económicos, porque éramos muchos los que pasábamos tiempo con un café, o por que ha recibido una oferta irrechazable de una cadena de moda para montar otra clónica tienda de ropa, como las hay a millares, o porque como se ha publicado por ahí las dueñas estaban ya pachuchas y no querían seguir con el negocio. Sea como fuere, de manera brusca y sorprendente, el Comercial ha cerrado. Antes he dicho que no me enamoré en el Comercial, pero sí me enamoré de él. De su espacio, de su ambiente, de lo que significaba. Ahora sólo puedo, como cuando los amores se van, sentir su ausencia y dolerme por ella.