Seguro que a usted le han tomado
alguna vez la tensión. Le ponen alrededor del antebrazo esa cinta gruesa llena
de velcro, se la cierran, y una presión mecánica empieza a actuar sobre el
músculo hasta un punto que puede llegar a incomodar. Entonces la tensión deja
de crecer y poco a poco se relaja, a un ritmo más lento que el que empleó para
aumentar, y en un momento dado una pantalla le muestra los resultados de la
máxima y mínima, y ahí es donde empiezan (o no) los problemas en función de lo
que los números canten. A veces es necesario repetir el proceso para asegurarse
de una correcta medición.
A la marca electora Podemos le
está pasando lo mismo que a la presión de su brazo en la toma de la tensión.
Subió muy alto y muy deprisa, pero una vez que ha tocado techo inicia un suave
y continuo descenso que todas las encuestas vienen certificando desde hace
meses, la
última la del CIS, conocida esta semana y que con
su maestría habitual destripa Kiko Llaneras. ¿A qué se debe esta bajada?
Creo que no es difícil deducir que hay dos fuentes causantes, propias y ajenas.
Las ajenas vienen derivadas de, vaya símil más completo que he encontrado, una
cierta bajada de la tensión social del país. La recuperación económica no es
completa, ni plena, ni nos va a devolver a los años falsamente dorados previos
a la burbuja, pero existe. Miles de personas encuentran trabajo, precario y mal
pagado puede ser, pero salen del paro y se sienten mejor. Los indicadores macro
que suben reflejan en el fondo una tendencia de mejora que poco a poco se
extiende por la sociedad. No será suficiente quizás para que el PP arrase en
las elecciones generales, que es lo que busca, pero sí para impedir que los
movimientos alternativos puedan despegar más. Otro facto ajeno es que el resto
de formaciones, como es obvio, no se han dejado insultar por parte de Podemos
sin responder, y los ataques recibidos hacen mella en la formación de Iglesias.
Pero con ser estos importantes, creo que los factores propios son los
determinantes para explicar la bajada de la formación, y su propio líder, Pablo
Iglesias, los encarna perfectamente. La prepotencia, chulería, soberbia, la
infinita altanería con la que este personaje se mueve en el mundo le ha
convertido en el segundo político peor valorado por la sociedad, sólo superado
en inquina por Rajoy. La imagen de esperanza de la formación queda supeditada a
un líder autoritario que muestra rasgos dictatoriales a cada paso que da, que
en cada pregunta que se le hace es incapaz de esconder las ganas que tiene de
mandar detener al periodista, que fue muy listo a la hora de detectar un
sentimiento de rabia y canalizarlo, pero que vive cegado en el orgullo. El
trato que ha dado a formaciones como IU es, simplemente, humillante, y ha
provocado que muchas de las bases “naturales” de Podemos huyan ante un la
presencia de un personaje que no hace más que aumentar la sensación de rechazo.
El resto de portavoces de la formación no han aprendido mucha dialéctica de su
líder, pero si modales toscos y agresivos, y hacen que cuando se presente un
portavoz de Podemos en una debate o programa sepamos que ya tenemos ahí a quien
va a tratar a los demás como “casta” basura mientras que él y los suyo son la
virginidad inmaculada. Es una forma caricaturesca de describirlo, pero basta
aguantar unos minutos de esos debates para sacar esa sensación. Como estrategia
de comunicación pública es, como mínimo, suicida.
Sumen a todo esto la llegada de Podemos al poder
real, en forma de ayuntamientos y comunidades, y la catarata de decisiones para
la galería tomadas, fundamentalmente cambios de retratos y bustos reales, y una
incapacidad de gestión práctica que, a la vuelta del verano puede convertirse
en un serio problema de seguir así, para que muchos votantes que pensaban que
las soluciones iban a venir de esos círculos empiecen a verlos como un problema
más. En las siguientes generales Podemos sacará buenos resultados, y puede ser
determinante en algunos pactos, pero no es la formación líder del país, ni la
jefa de la oposición. Y debe asumirlo y empezar a comportarse con correcta y
modesta normalidad. Pablo, Desembarco del Rey está cada vez más lejos.
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