miércoles, agosto 12, 2015

China, constipada, devalúa e intranquiliza al mundo

La crisis griega sigue, y es el centro de atención de Europa, con la firma del preacuerdo del tercer rescate, producida ayer, pero ya en su momento les comenté que hacia donde mira todo el mundo, cada vez con más preocupación, es hacia China. Desde hace meses resulta evidente que su ritmo de crecimiento está bajando, no tanto por las estadísticas oficiales de Beijing, que cada vez son menos creíbles, sino por otros indicadores, como los PMI que miden la actividad empresarial o los flujos de la balanza de pagos, que indican una señal clara y llena de consecuencias: Frenazo.

El derrumbe que vivió la bolsa de Shanghái hace unas semanas fue, para muchos, el pistoletazo de salida del pinchazo de la burbuja china, pero todo puede ser un poco más complicado, y más en aquel enorme y, realmente desconocido, país. Sin embargo, la decisión tomada ayer por sorpresa por las autoridades chinas de devaluar su moneda, el yuan, en un 1,86% es una admisión ante todo el mundo que la pujanza de la economía china no es la que oficialmente se proclama, sino la que oficiosamente se anuncia. Años de exportaciones e inversión disparada han contribuido a aumentar los costes de producción en China, a hacerlas menos competitiva frente a otros países de su entorno. Su modelo de crecimiento, intensivo en inversión, no puede sostenerse a medio plazo y el consumo, que es la base del crecimiento, con mayor o menor intensidad, en las economías capitalistas, no acaba de despegar. Todo el mundo tiene en la cabeza la asombrosa cifra del 7% como el nivel de crecimiento que China requiere para absorber de manera “ordenada” el flujo de ciudadanos que salen del campo buscando oportunidades rumbo a las cada vez más mastodónticas ciudades, y que permite mantener la paz social que, en caso de descontrolarse, obligaría a la dictadura reinante a mostrar nuevamente el poderío de sus tanques en las ahora atascadas autovías de esas urbes pseudofuturistas. Este parón chino, dada la dimensión global que ha adquirido su economía, tiene efectos por todo el mundo de enormes consecuencias. El resto de países emergentes, muchos ellos exportadores de materias primas destinadas a abastecer a la maquinaria china, ven como su principal cliente ya no compra como antes, y lo notan en sus cuentas. América Latina y África empiezan a sufrir enormes daños en sus balanzas por cuenta corriente, y sus divisas se desploman al ser tan dependientes de los vaivenes chinos. Brasil es, a estos efectos, el ejemplo perfecto de crisis, con orígenes propios, que se desata por completo tras el frenazo de las exportaciones chinas. La demanda de petróleo, que China consume como si fuera agua refrescante en el verano madrileño, es cada vez menor, y los precios del barril, que habían iniciado una suave remontada en los últimos meses tras el desplome del pasado año, vuelven a caer y a situarse por debajo de la barrera de los 50$, con las consecuencias tremendas que eso tiene para economías completamente dependientes de la exportación de crudo como la de las dictaduras de oriente medio o la autocracia rusa, por poner sólo dos de ellas. Los efectos geoestratégicos de esta bajada también pueden ser intensos, y habría que seguirlos. También se duda de si el movimiento de devaluación de ayer será el primero de una carrera competitiva entre naciones, una “guerra de divisas” que de desatarse, como todas las habidas en el pasado, sólo contribuiría a empobrecer a los contendientes. Tampoco se puede descartar el efecto de esta medida en la prevista política de aumento de tipos de la FED, con la revaluación automática del dólar que supone este movimiento.

Y podría seguir párrafos y párrafos desgranándoles posibles efectos de este movimiento, pero todos ellos se pueden resumir en un concepto. Incertidumbre. China es la segunda economía mundial y lo que a ella le pase, para bien o para mal, nos afecta ya a todos. Hay análisis para todos los gustos, desde los que pasan porque el futuro chino es similar al japonés tras el reventón de su burbuja en los noventa, con varias décadas perdidas por delante, a los que afirman que esto son los dolores de crecimiento de una economía que se transforma para aumentar su competitividad y ser más “sana”. Quién sabe. El futuro es complejo pero lo que parece seguro es que China va a ser uno de los principales focos de atención económica global, y si hasta ahora lo era por su éxito, va a empezar a serlo también por sus sombras.

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