Agosto ya no es lo que era. Se ve
mucha gente en el metro, en la oficina el desierto de antaño está salpicado de
oasis laborales y la política no se toma vacaciones. No les voy a dar hoy la
plasta con la convocatoria electoral del iluminado de Artur Mas, pero sí quiero
comentarles el último episodio de la eterna guerra que se libra, quizás desde
antes de su fundación, en el PSOE
de Madrid, donde ayer se destituyo a Antonio Miguel Carmona, conocido
tertuliano y dicharachero comentarista, de su papel de portavoz del grupo
socialista en el Ayuntamiento. Carmona, en su rueda de prensa posterior, fue
otra vez el tertuliano estrella.
Las guerras socialistas en Madrid
son como las franco alemanas, hay una para cada época. En los ochenta y noventa
el partido se dividió en taifas encabezadas por líderes que las denominaban.
Estaban los guerristas, acostistas, balbases y otros clanes similares
enfrentados en una lucha intestina por alcanzar el poder y relegar al resto de
adversarios al ostracismo más oscuro posible. Esto fue hábilmente aprovechado
por un PP en alza para relegar al PSOE a la oposición tanto en el ayuntamiento
como en la comunidad. Todos los intentos de pacificar el partido por parte de
la dirección federal acababan en lo mismo. Decisión manu militari que se cargaba
una ejecutiva vigente y, gestora mediante, colocaba otra en su lugar. Las aguas
se calmaban durante un tiempo hasta que, nuevamente, con la excusa más
peregrina, comenzaban otra vez las luchas enconadas sin fin. Lo que ahora
vivimos es, exactamente, lo mismo. Tomas Gómez, arrasador alcalde de Parla, fue
visto como la esperanza del partido para acabar con la Esperanza popular, pero
su actuación como jefe de la oposición, sus formas, modales y estilo acabaron
desesperando a propios y extraños. Ante las trascendentales elecciones de Mayo
de este 2015 Ferraz optó por liquidar a Gómez (se acuerdan de la escena del
cambio de cerradura, verdad??), instaurar una gestora dirigida por el veterano
Rafael Simancas, y colocar a Gabilondo, un afín a Pedro Sánchez, en la
candidatura a la comunidad. Para el ayuntamiento el candidato ya nombrado era
Carmona, que se había hecho famoso en las tertulias televisivas, que no se
calla ni debajo del agua aunque no tenga nada interesante que decir, y que con
un aire de chulería muy castiza iba diciendo a todo el mundo en campaña que le
tratasen ya como el alcalde que, seguro, iba a ser. Tras las elecciones el PSOE
sacó un buen resultado en la Comunidad, perdiendo ante el PP, y nefasto en el
Ayuntamiento, quedando por debajo del PP y de Podemos (Carmena). Pese a ello
Carmona se sentía como ganador, con el peor registro de votos alcanzados por el
PSOE en la capital desde que hay constancia, y tras la firma del pacto de
gobierno con Carmena, se sentía seguro y protegido. Hace una semana, en una
elección primaria a cara de perro entre la candidata de Pedro Sánchez y el de Tomás
Gómez, fue esta última, llamada Sara Hernández, la que se impuso para gobernar
el POSE en la región y salir de la situación de gestora vigente desde Abril. Carmona
apoyaba al otro candidato, por lo que la derrota del suyo debió sonarle como un
aviso. Seguro que ni él ni nadie esperaba que fueran a descabellarle tan rápido
y mandarle a toriles con la prisa con la que lo hicieron ayer.
Carmona amenaza con dar guerra, y desde luego es
seguro que callado no se va a quedar, porque no sabe. Más allá de las disputas
políticas, se ha demostrado como un mal candidato, incapaz de contactar ni con
las bases históricas del partido ni con las generaciones nuevas, desencantadas
con la política. La decisión de, en el fondo, Pedro Sánchez, simplifica la política
madrileña, porque todos nos equivocábamos cada dos por tres entre Carmena y
Carmona, pero amenaza con que las noches televisivas se llenen de su verborrea
imparable y estruendosa, lo que aumentará la venta de analgésicos. Corolario de
todo esto. Ya visto con Wert, ahora con Carmona. Por favor, tertulianos, absténganse
de ser candidatos políticos.
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