viernes, marzo 29, 2019

Japón, su demografía será la nuestra


Es curioso, pero desde hace décadas Japón funciona como brújula para saber lo que va a pasar a nuestras sociedades occidentales con unas décadas de adelanto. Tuvieron su explosiva burbuja inmobiliaria en los ochenta, que reventó como lo hizo la nuestra veinte años después, y tras una década perdida, la política monetaria expansiva, con un componente intervencionista por parte del gobierno, en lo que se ha llamado “Abenomics” en honor al primer ministro Shinzo Abe, ha generado un hundimiento de los tipos, un crecimiento débil y una deuda enorme e impagable, en una senda de suave subida del PIB sin ganancias de productividad. ¿Verdad que les suena?

Aunque es una sociedad muy distinta a la nuestra, su demografía también nos precede en el acelerado proceso de envejecimiento y caída de la población residencial. Es Japón el país con mayor esperanza del mundo, siendo España el segundo, y la longevidad de su población es elevadísima, un poco más que la nuestra para que se hagan una idea. El número de nacimientos en el país es bajísimo, y la cuantía de personas en edad fértil que no poseen relaciones físicas, no quieren tenerlas, e incluso les produce repulsión pensar en ellas no deja de crecer. Con este panorama es normal que Japón alcanzara ya en 2008 su máximo de población, con algo más de 120 millones de habitantes, apiñados en las cuatro islas, y sobre todo en Tokio, que con 34 millones es la mayor urbe del mundo. Los modelos registran desde entonces un estancamiento de la población que empieza a gotear a la baja y prevén que, si no hay cambios bruscos, la pendiente negativa en el registro de población se acentúe año tras año. El país alcanzaría los cien millones de habitantes en 2060, perdiendo así un sexto del total de sus habitantes, y el proceso seguiría inexorable, retroalimentándose al poseer cohortes de población cada vez más envejecidas y menor cantidad de gente joven año tras año. Esta sociedad, cada vez más envejecida, supone un reto en sí mismo. El cuidado de cohortes de ancianos cada vez mayores exigirá modificar los presupuestos de una nación en la que la atención a la infancia va camino de ser algo residual, y el pago de pensiones y cuidados geriátricos no dejará de crecer. Esa población envejecida ahorra más y consume menos, y eso aletargará aún más el proceso de crecimiento económico, dado que la inversión productiva cada vez será menos necesaria ante la disminución de necesidades vitales de generaciones que no se van a dedicar a producir. Hay tres remedios posibles ante estos escenarios. Uno es el de aumentar la tasa de natalidad de las generaciones jóvenes actuales, pero nada parece que eso pueda producirse, ni en Japón ni en nuestro mundo. Una segunda opción es la de la inmigración, de la que en Europa hablamos mucho, sabemos poco y necesitamos lo mismo, pero en Japón es un concepto que no se plantean. Una de las diferencias fundamentales respecto a nuestro mundo y aquel es que la inmigración apenas existe en aquel archipiélago, fruto de unas restricciones muy fuertes a la entrada, que afectan tanto a sus vecinos como a cualquier otra nacionalidad, y que surgen por el concepto nacional que tienen los japoneses, en el que la preservación de su modo de vida y, por qué no decirlo, su imagen de superioridad respecto al resto del mundo, les hacen ver su país como un fortín de integridad. Parece que el gobierno quiere cambiar algunos aspectos de esta visión tan rancia para fomentar la llegada de nuevas personas al país, pero son movimientos tímidos y, en todo caso, muy insuficientes. La tercera vía es la que el país lleva aplicando desde hace mucho, la tecnología, la robótica y el desarrollo de aplicaciones que realicen esa tarea asistencial. Por eso, entre otros motivos, allí los robots son mucho más abundantes y la visión que se tiene de ellos es mucho más positiva y necesaria de la que nos rodea. ¿Será suficiente la vía tecnológica para afrontar este reto?

Algunos signos y noticias indican que no. Ayer volvimos a ver otro breve en el telediario sobre ancianos japoneses que cometen pequeños delitos para ser encarcelados, como vía para tener un techo y comida, en un país en el que las pensiones son mucho menores que aquí. Y, también, para encontrar compañía. Allí y aquí la soledad empieza a ser una epidemia devastadora, cada vez son más los casos de ancianos encontrados muertos en sus casas y que nadie echó de menos porque en vida ya se les dio por acabados. Japón, por delante, explorará algunas vías, nosotros tendremos que hacerlo también, porque el envejecimiento y la soledad se abaten, de manera parece que irremediable, sobre nuestras sociedades. Y ensimismados en debates pueriles y ruidosos, no prestamos la atención a graves tendencias como esta.

jueves, marzo 28, 2019

El Brexit lo destruye todo en UK


Hace unos días comentó, acertadamente, un analista en una emisora de radio que si alguno de los países del sur de Europa ofreciera el triste espectáculo de división y batalla que se ve a todas horas en el parlamento y sociedad británica los medios anglosajones hace mucho que hubieran superado el calificativo de “pigs” para definirlo. Recuerden que pigs, cerdos en inglés, corresponde al acrónimo de Portugal, Irlanda, Grecia y “Spain” y tuvo mucho éxito en los años más duros de la crisis financiera. Se nos calificaba de tan elogiosa manera por parte de algunas naciones, como reino Unido, que eran ejemplo de cordura, seriedad, rectitud, pragmatismo y eficiencia. Ahora es cuando toca hacer un suave carraspeo, como ironía, para no decir lo que se piensa.

Tras quedar enfangado el gobierno de May y el laborismo de Corbyn en la ciénaga del Brexit, ahora es el propio parlamento de Westmisnter el que se empieza a hundir en semejante montaña de lodo, incapaz de gestionar una situación que parece completamente inasumible, y que está llevando al país a su mayor crisis política y social en décadas. Ocho fueron las votaciones que tuvieron lugar ayer en la angosta cámara de los comunes, ocho eran las alternativas que se estudiaban, desde un segundo referéndum hasta un acuerdo tipo EFTA y todas las combinaciones que ustedes quieran. Ocho Noes enormes, cantados por el presidente de la cámara, el ya muy famoso John Bercow, fueron el resultado de las ocho votaciones. Ayer se vio, otra vez, que no hay acuerdo en la cámara ante ninguna alternativa, que todo son rechazos masivos a cada una de las propuestas que se presentan y que el debate está en punto muerto, mientras los plazos corren y la incertidumbre crece. Quizás sea esta la estrategia de May, forzar la situación para cercar a los parlamentarios y obligarles a escoger entre dos alternativas. La mala, salir con el acuerdo que ella ha presentado. La peor, salir sin acuerdo. Los comunes han mostrado ya varias veces su rechazo a estas dos opciones, pero también reniegan de todas las demás posibles, por lo que al final el dilema puede acabar reduciéndose entre esas dos posibilidades. Para forzar el voto a favor de su acuerdo, May ofrece su cabeza, que visto lo visto ya no vale demasiado. Ayer ofreció su dimisión si el parlamento finalmente aprueba su acuerdo, comprometiéndose a que sea otro el que lidere el proceso efectivo de salida y la gestión del reino Unido ya fuera de la Unión. Es esta una táctica para que los diputados más conservadores y euroescépticos se tapen la nariz y acaben claudicando para reunir el número suficiente de votos para que el acuerdo se salve. De momento esta medida ha sido suficiente para generar disensiones entre ese grupo de euroescépticos duros, donde uno de sus líderes, el espigado Jacob Ress-Mogg, ya se ha mostrado partidario de modificar su postura y apoyar el acuerdo. El problema es que serían necesario muchos de esos diputados y el apoyo de los nacionalistas norirlandeses del DUP para que finalmente el acuerdo saliera, y a esta hora los números siguen sin dar. Quizás para los más recalcitrantes la cabeza de Amy en bandeja ya sea poca cosa, dada la sangría de poder que sufre su figura desde hace semanas, lanceada desde todos los frentes y abandonada por muchos, sobre todo los que se dijeron suyos en un momento. Personajes como Borish Johnson ve ahora una nueva oportunidad para volver a la primera línea del poder con la caída de May y quizás también se animen a cambiar el sentido de su voto. Si lo logra, May concluirá su carrera política con el mérito de haberse abrasado en unas llamas que no avivó en su momento, pero nada quiso o pudo hacer para evitar que se descontrolasen. Su figura empieza a adquirir dimensiones de tragedia griega.

Imagino que, como nos pasa a nosotros con la inestabilidad política y el tema catalán, el brexit devora las energías de todos los políticos británicos, monopoliza los debates y lo llena todo, expulsando cualquier otro tema de la agenda y contribuyendo a pudrir problemas urgentes y del día a día que exigen debate, tiempo y esfuerzo de gestión. Parece una derivada menor, pero esa parálisis, que vivimos nosotros mismos, es muy lesiva para los intereses de la nación, el crecimiento económico ya la calidad de vida de los ciudadanos. Los británicos se introdujeron hace tres años en esta pesadilla de la mano de líderes incompetentes (maldito Cameron) y populistas mentirosos, valga la redundancia. Veamos, con pena, a dónde conducen las falsas recetas de esos estafadores, se vistan del color que se vistan.

miércoles, marzo 27, 2019

El asalto a la embajada norcoreana en Madrid

Hay historias reales que dejan en mantilla a las ficciones por las que muchos se desvelan ante el televisor o el papel, y es que la realidad siempre es capaz de superar nuestras expectativas, casi nunca de la manera que hubiéramos sido capaces de imaginar. Se imagina uno las historias de espías, tan bien narradas por LeCarré, Forsyth o Marías, en unos ambientes brumosos, británicos, en una época pasada, con aires rusos de guerra fría y en lugares o bien remotos o distinguidos, con frío y mal tiempo. Pero resulta que no, que estas historias se pueden dar en el extrarradio de Madrid, en un decorado bastante convencional, y bajo el sol de justicia que este 2019 no nos abandona.

Fue noticia, no muy comentada, que el pasado 22 de febrero se produjo un asalto a la embajada norcoreana en España, sita en el madrileño barrio de Aravaca, en una zona confortable de casas y adosados rodeados de vegetación. La embajada funciona bajo mínimos desde que el anterior gobierno del PP retirase las credenciales al entonces embajador, llamado Kim Hyok-chol. La intrusión en la embajada fue violenta y se produjo el robo de material y enseres que se encontraban en la misma. En un principio, y dado el poco personal que había en la legación, se sospechó incluso de un atraco cometido por delincuentes convencionales, que atacaron ese chalet como podían haberlo hecho con cualquier otro del selecto barrio, pero poco a poco la realidad ha ido tomando una forma mucho más compleja y, para que negarlo, atractiva. La instrucción judicial que se abrió con el asalto dio lugar ayer a un relato pormenorizado de lo que tiene toda la pinta de ser una operación encubierta de servicios secretos en busca de material e información norcoreana relevante. La secuencia del asalto a la embajada se centra en la figura de Adrian Hong Chang, el líder del comando de varias personas que realizaron el asalto. Relata el escrito judicial como Hong Chang planificó el asalto varios días antes de llevarlo a cabo, comprando material para efectuarlo, entre ello pistolas simuladas, cómo proceden a entrar en la embajada y al violencia que utilizan contra el personal, escaso, que en ese momento se encuentra en el interior del edificio. Tras el asalto, y se supone que con el botín buscado ya en mano de la banda de Hong Chang, éste vuela de Madrid a Lisboa y de allí lo hace a Nueva York, donde ya se había puesto en contacto con personal del FBI. Todo esto hace sospechar que el jefe de esta banda era un mandado de los norteamericanos, y que el asalto a la embajada era una operación que buscaba información sensible sobre ese extraño país. ¿Cuál? ¿Por qué motivo? No se sabe, pero hay una pieza importante que vincula a Madrid con las más altas jerarquías del régimen de Pyongyang. Tras ser expulsado de Madrid, el anterior embajador, recordemos que se llamaba Kim Hyok Chol, vuelve a la capital norcoreana y no tarda mucho en convertirse en una de las piezas fundamentales del equipo negociador de Kim Jong Un en todo lo relacionado con el proceso de desnuclearización del régimen. Así, Hyok Chol pasa del anonimato a ser uno de los principales interlocutores con los norteamericanos, y personaje clave en la organización del encuentro entre Kim y Trump que se celebró en Vietnam a finales de febrero, encuentro que empezó con muchas risas y acabó en un estrepitoso fracaso. Demasiado rápido parece el ascenso de Hyok Chol, ¿no?. Una hipótesis que aparece sola al leer esta secuencia de hechos es que, de mientras estaba en Madrid, el entonces embajador ya era una pieza fundamental de Kim en todo lo relativo a la nuclearización, y de ser así es obvio que tendría en su poder informaciones de alto valor, tanto de cara a un proceso negociador como a saber cuál es realmente el alcance y dimensiones del programa nuclear de aquel país. ¿Era eso así? ¿Estaban en el chalet de Aravaca algunas de las claves nucleares de Kim?.

El que una operación de asalto como la comentada se llevase a cabo apenas una semana antes de la cumbre Kim Trump refuerza esta idea. Los norteamericanos buscaban información de cara a esa cumbre y a futuras actuaciones, y sospechaban que algo se dejó Hyok Chol en Madrid. Organizaron un comando y procedieron al asalto en busca de esa información. La violencia y precipitación de la huida muestra una operación más bien chapucera, con demasiadas pistas dejadas por el camino. ¿Fruto quizás de las prisas ante la inminencia de la cumbre? ¿Estaba en Aravaca la información que buscaban? ¿Tuvo que ver este incidente en el desenlace abrupto de la cumbre? ¿Qué conexiones reales hay entre Hong Chang, el asaltante, y los miembros de su banda con la disidencia norcoreana y con la CIA y otros servicios de espionaje? No me digan que no es apasionante.

martes, marzo 26, 2019

Iglesias y Abascal, dos líderes tóxicos


El sábado volvió Él. Como colofón a un garrafal error de estrategia, que en el fondo deja muy clara cómo es su personalidad, Pablo Iglesias se dio un chapoteo de masas, que no baño dados los que estaban, este pasado sábado en la plaza del museo Reina Sofía, lugar emblemático para Podemos. Cuando uno vuelve a los mitos teniendo tan pocos años de edad como esa formación política quiere decir que algo no va bien. Pocas sorpresas dio Iglesias en su discurso, en el que volvió al estilo mitinero y bronco que le caracteriza, sin dejar resquicio alguno a los que no son plenamente fieles a su idea de la política, del partido, de la sociedad y de todo lo que él quiera entender en el mundo. O conmigo o contra mi, en un aire viejuno y desgastado. Ni unidos ni ya pueden.

Parece que en estas elecciones de abril un par de cosas están claras, y son la bajada de Podemos y la aparición de Vox en el Congreso. Quizás lo que baje uno suba el otro, y no es por casualidad. Podemos ha perdido el aura de partido de moda, de estar en la onda, de ser la herramienta para castigar al sistema, y ese papel lo juega ahora la formación ultraderechista. ¿Es absurdo plantear que hay trasvase de votos entre el comunismo podemita y el franquismo voxero? No, porque más allá de los fieles de ambas formaciones, que seguirán hasta el día del juicio final, una masa de votantes díscolos puede oscilar entre ambas formaciones, pendulando de un extremo a otro. Y además no sólo muchas de las ideas de ambos partidos son similares, sino que el liderazgo que ejercen sus jefes es perfectamente equiparable. Muchas cosas diferenciarán a Iglesias de Abascal, pero en lo profundo se parecen mucho. Ambos, por encima de todo, desean dictar, entienden el liderazgo como un proceso de sumisión absoluta del otro a sus propios designios. La libertad de ideas no existe en sus mentes, donde sólo una idea anida y el resto se persiguen, y la discrepancia se convierte rápidamente en disidencia y de ahí al ostracismo no hay nada. Sus formas son las de los años treinta, la de los líderes duros, visionarios, creadores de nuevos amaneceres, que bien se inspiran en la revolución de clase o en el orden social, pero que ansían sobre todas las cosas el poder perfecto, perpetuo y eterno. Ambos admiran regímenes de aborrecible recuerdo y de siniestra similitud en formas de desarrollo y represión. Para Iglesias todos los que no piensan como él en el extremo del espectro en el que vive son “izquierda amable” dicho con el rintintín de desprecio más absoluto hacia los que considera los peores traidores posibles. Para Abascal, los que no comulgan con su militarista y ultra visión social son “derechita cobarde” expresión que recita con el mismo tono que usa Pablo y, casi seguro, con la misma imagen de ira depositada en aquellos que ve como vendidos, claramente inferiores. Representan ambos la peor versión del liderazgo, del ejercicio de las ideas, que todos podemos ver en público, pero que muchas veces, en el día a día, observamos en entornos de trabajo o familia, donde protodictadores similares tratan de crear nichos de verdad y poder incontestables, convirtiendo en tóxicos aquellos ambientes en los que se desenvuelven. Estos comportamientos, de los que conviene huir como de la peste, han adquirido últimamente un cierto prestigio en la esfera pública, algo que soy incapaz de entender. El tertuliano borde, el jurado d concurso chulesco que se mofa y se hace el duro con todo aquel al que se dirige obtiene un inusitado premio de audiencia y gana más dinero con ello, mientras que el opinador moderado es arrasado, arrinconado. La duda se castiga, le fe ciega se premia, y entre semejantes ejercicios de demagogia, se arruina el debate, marchita el tejido social y se resiente al democracia en su conjunto.

¿Sabe Iglesias que su tiempo como líder supremo se agota? Quizás sí, porque será muchas cosas, pero tonto no, pero la idea de rodearse de colaboradores de fe ciega para protegerse ante un descalabro quizás indique su intención de resistir como sea. La alternativa de colocar a Irene Montero como sucesora sería un movimiento que lo equipararía con, pongamos, Daniel Ortega y su mujer, que encabezan la dictadura nicaragüense desde hace años en una sucesión familiar tan absurda como paródica. En todo caso, tanto Podemos como Vox representan lo peor de la política en España, suponen el contagio a nivel nacional de demagogias basura como la encarnada por Puigdemont y sus secuaces en Cataluña, y contaminan el debate político en un proceso de degradación que, legislatura tras legislatura, no parece conocer fondo.

lunes, marzo 25, 2019

Trump está celebrando el informe Mueller


Cerca de dos años se han tardado en conocer las conclusiones llevadas a cabo por el fiscal especial Robert Mueller sobre el llamado Rusiagate, la presunta trama mediante la cual Rusia influyó en el devenir de las elecciones americanas de 2016, en las que Trump se alzó con la victoria. Las primeras versiones de su prolija investigación, llevadas a lo largo de todos estos años con tesón y constantes presiones de todo tipo, suponen una victoria para Trump y los suyos, porque para decirlo de manera muy resumida, Muller encuentra a Trump no culpable de colaboración en esa trama rusa, que no ve demostrada. Es un gran espaldarazo para el actual presidente y una baza que juega muy a su favor en el proceso electoral de 2020.

Parece ser, dado que no he leído los resúmenes que se han publicado del informe, que Mueller sí considera que se puede acusar a Trump de obstrucción a la justicia, pero es ese un cargo muy menor respecto a lo que se estaba dirimiendo en el conjunto de la investigación. Si finalmente el informe completo mantiene estas conclusiones y espíritu, una de las grandes manchas de la presidencia de Trump se habrá disuelto y, al menos de manera oficial, nadie le podrá acusar de haber cometido delitos de lesa gravedad contra la seguridad de su propia nación. Esto aleja mucho las posibilidades de ejecutar contra él un “impeachment” o proceso de destitución por parte de las cámaras y consolida el relato del magnate al menos hasta el año que viene. En ese próximo ejercicio, en noviembre, se celebrarán las elecciones presidenciales, y nadie duda de que Trump se presentará a la reelección, y ahora con el aval del informe Mueller en su haber. Para los demócratas las conclusiones del informe suponen, reitero que sin saber en detalle el contenido exacto del mismo, un importante varapalo. Una acusación de colaboración con Rusia hubiera sido letal para las aspiraciones de Trump, o eso al menos se suponía, y habría dado consistencia legal a las múltiples acusaciones y rumores que corren por todas partes desde hace años sobre la buena, privilegiada relación que mantienen Trumo y Putin, dos personajes muy parecidos no en las formas, pero sí en el fondo de su comportamiento. Dominados por los intereses personales, amparados por la presunta defensa de los intereses de su nación, sólo el dinero y el poder es lo que les mueve, y cuanto más de uno y otro caiga en sus propios bolsillos, mejor. No creo que nadie cambie la imagen que posee de Trump por el contenido del informe, pero es evidente que estas conclusiones son un enorme valor de oxígenos para una presidencia convulsa, polémica, llena de disparates y que, ahora sí, ve en la reelección de 2020 una posibilidad cierta. La venganza que Trump puede lanzar desde su boca y medios contra aquellos que le han acusado de conspirar puede ser épica, y ahora con argumentos legales que le defienden. Quizás la alianza entre este personaje y el presidente ruso no fuera de tipo político, sino simple y llanamente comercial, ambos querían forrarse aún más, y las noticias sobre el presunto proyecto de una torre Trump en Moscú apuntan a intereses financieros sobre todo. Por eso quizás Mueller no ha encontrado pruebas de conspiraciones políticas, porque a buen seguro ni Trump esperaba ganar las elecciones de 2016, que seguro vio como una inmensa campaña de propaganda de sí mismo y sus empresas. La victoria lo cambió todo y puso los focos sobre todo lo que hizo, y no, el personaje. Ahora cae una de las mayores acusaciones que le han perseguido durante estos años.

La lista de colaboradores de Trump que han pasado por los juzgados y tienen la cárcel en mente o presta a pisar es larga y densa. Su ex abogado, el jefe de campaña… pesos pesados de su entorno han ido cayendo como fichas de dominó cuando la justicia los ha investigado, especialmente por motivos económicos, y muchos daban por sentado que el informe Mueller iba a ser la vía para acceder a lo más alto del poder para derribarlo. No parece que vaya a sr así, y cundirá hoy la decepción entre los que veían en esta investigación fiscal la vía para acabar con Trump. Ahora las cosas se complican y, para echar a Trump, los demócratas tendrán que ganarle en las elecciones del año que viene. Y créanme, no será tarea fácil.

viernes, marzo 22, 2019

Movistar quiere ser fintech


Con la crisis financiera de 2008 se generaron, o agravaron, tres tendencias que, desde entonces, condicionan el negocio bancario y lo convierten en un nicho nada atractivo. Una es la del derrumbe de los tipos de interés, y el efecto que eso genera en un operador que vive del margen de intermediación, ya que su beneficio surge de la diferencia entre lo que cobra por prestar y lo que paga por custodiar los ahorros. Con tipos nulos y rentabilidad de depósitos agotada el margen bancario se derrumba. Otro proceso es el de la rigidez normativa, cada vez mayor y más exigente, para evitar desmanes y controlar a un sector que hizo creer en la autorregulación pero que demostró que eso era una falacia. Un banco empieza a parecerse en su forma de ser a un Ministerio.

El tercer factor, que venía de antes y va a más cada día, es el de la digitalización. Las tecnologías de la información afectan a todos los sectores, y el bancario no puede excluirse. De hecho es uno de los más intensivos en su uso desde la aparición de los ordenadores. Las aplicaciones y servicios webs han hecho que el papel de las sucursales se reduzca día a día y que el personal que trabaja en ellas vea su futuro muy mermado. Pero el caballo de batalla de la digitalización son las llamadas fintech, compañías puramente tecnológicas que pueden entrar en el negocio financiero porque conocen a los usuarios mejor que su madre, saben lo que hacen en cada momento, lo que desean comprar, lo que gastan y lo que ingresan. Siempre se ha pensado que Amazon sería una de las que primero se embarcaría en este sector, y muchos creíamos que la aparición de un botón gritando “te lo financio” en su web a la hora de hacer las compras sería a revolución que dejaría temblando a las entidades financieras. De momento ese paso no ha llegado, que yo sepa, y pese a que hace un par de años Facebook obtuvo licencia bancaria en España, los múltiples rumores sobre el uso financiero de sus aplicaciones, como la propia red social o Whatsapp, no acaban de concretarse en un servicio novedoso. Ayer se supo que la que quiere lanzarse a este mundo es Movistar, el nombre comercial de Telefónica, que agrupa a todas sus marcas. En asociación con Caixabank, va a lanzar una línea de créditos para sus clientes por pequeños importes, del entorno de los 4.000 euros, se supone que destinados principalmente al consumo. Esos créditos poseen unos intereses cuya TAE supera ampliamente el 10%, por lo que son de lo más ruinoso para los clientes que los contraten y de lo más rentable para la operadora si consigue colocarlos. Todo parece indicar que este es el primer paso en el proceso de crear una entidad propia, Movistar Money lo han llamado, que vaya creando un ecosistema financiero de préstamos y créditos, primero dirigido en exclusiva a los actuales clientes de Movistar, pero que luego saltaría al mercado general, convirtiéndose así en un nuevo actor, en competencia directa con las entidades financieras puras y las empresas que ya hoy en día se dedican en exclusiva al crédito rápido (y carísimo) al consumo. No consta que este servicio de Movistar vaya a ser una entidad bancaria como tal, porque eso implicaría la aceptación y custodia de depósitos y el uso, por tanto, de una ficha bancaria otorgada por el Banco de España, pero parece obvio que la compañía quiere explorar un nuevo nicho de mercado y sacar rentabilidad a sus datos, nuestros datos, con los que opera sin cesar. En la sede del barrio madrileño de Las Tablas conocen como la palma de la mano a sus clientes, nos tienen monitorizados y no pueden dejar escapar la oportunidad de sacar dinero de unos comportamientos que analizan en detalle. El big data, entre otra muchas cosas, sirve para eso, y para eso es por lo que las empresas están invirtiendo en él.

¿Deben preocuparse los bancos por estos movimientos? La respuesta obvia es que sí, aunque cuentan con la enorme ventaja de saber mucho mejor que estos nuevos competidores cómo funciona el negocio financiero y cómo sacarle hasta el último céntimo de rentabilidad. De todas maneras ya hemos visto que la irrupción de la digitalización masiva ha transformado por completo aquellos sectores a los que ha llegado, y las finanzas no serán una excepción. ¿Hacia dónde se encamina el sector? ¿Serán estos nuevos actores, u otros aún por desarrollar, la competencia de la banca comercial de toda la vida? ¿Se reinventarán los bancos para competir? Todo está por ver, hagan sus apuestas. De momento, consejo, nunca pida un crédito al consumo en ninguna parte, es una ruina para usted.

jueves, marzo 21, 2019

Las listas de los generales

En unos pocos días se acaba el plazo del que disponen los partidos para confeccionar las listas de candidatos a las elecciones generales del 28 de abril. Nuestro sistema de votación en el Congreso es mediante listas cerradas y bloqueadas, por lo que el orden de los candidatos y su número vienen determinados por lo que el partido ha decidido. El votante selecciona marca electoral, nada menos, pero nada más. Eso da poder a las organizaciones políticas, que estiman cuántos escaños van a sacar por provincia y así determinan quién se lleva el premio gordo de un puesto en el Congreso y quién no. A la hora de hacer las listas siempre hay peleas, disputas y broncas en todos los partidos.

Para el caso de las que vienen ahora se ha comentado mucho el paralelismo que ha habido a la hora de hacer las listas en el PP y el PSOE. Ambos, por motivos diferentes, han visto como el jefe de la casa, Sánchez o Casado, ha impuesto a los suyos por encima de todos los demás de unas formas y maneras que han sido muy criticadas, sobre todo por los perdedores, pero que en general se han visto como un ejercicio de imposición y cesarismo que deja claro que la democracia interna de los partidos es tan profunda como el río Manzanares a su paso por Madrid. Sánchez ha laminado a los susanistas en Andalucía y, en general, a todos los que no le prestaron apoyo en los momentos que vivió en el exilio tras su renuncia a la secretaría general hace algunos años. Su afán de venganza y de cobrarse cuentas pendientes ha sido evidente, y tiene la posibilidad de crear un grupo parlamentario de fieles rocosos que nada le discutan. Las encuestas, que coinciden en el que el PSOE superará los 84 diputados que pose ahora, le daban más margen para incorporar fieles a unas listas más exitosas, y eso ha hecho. Nombres relevantes como Planas en Sevilla (susanista a muerte) o Urquizu en Aragón (un señor bastante interesante, poseedor de un sólido discurso) han desaparecido. Sonado ha sido el caso de Pepe Blanco, que no repetirá como eurodiputado. Susanista moderado, en los últimos meses ha tratado de hacer méritos como sanchista exaltado, pero se ha convertido en el perfecto ejemplo de la expresión clásica que reza que “Roma no paga traidores”. Él y Elena Valenciano dejan el parlamento europeo y su futuro político, si existe, será gris a más no poder. En el PP las aguas bajan turbias por otros motivos. El liderazgo de Casado es aún muy débil y las encuestas coinciden en que ni soñando logrará alcanzar los 134 diputados que tiene ahora, por lo que el número de cesantes, de manera obvia, sólo puede crecer. Casado ha aprovechado estos dos elementos para hacer limpia del marianismo, que apoyó mientras le fue útil y del que ahora reniega día sí y día también. La posibilidad de enfrentarse a un mal resultado (menos de cien escaños sería una derrota clara) ha provocado que trate de crear unas listas de fieles seguidores para que, sean los que sean los elegidos, le apoyen y no discutan su liderazgo independientemente de cuál sea el resultado electoral. Busca así prolongarse en el tiempo y sobrellevar lo que, en su campaña diaria, no es sino la asunción de un mal escrutinio para la marca PP. El PSOE realizó primarias para algunas de sus listas, el PP ni se ha molestado en simularlas (o amañarlas, como Ciudadanos en algún caso) y el resultado ha sido el mismo en ambas formaciones. Prietas las filas y servilismo absoluto al líder. Podemos y Ciudadanos han optado por tácticas distintas y resultados dispares. Los de Rivera han mezclado los fichajes mediáticos con primarias dirigidas desde la cúpula, y algunas han salido bien y otras un desastre, tanto las primarias como los fichajes. Podemos vive en la indefinición, la ruptura con las confluencias y el ansiado retorno de ÉL, que traerá luz y vida a una formación que parece entrar en barrena.

No es nueva, como antes señalaba, esta forma de elaborar listas y el uso de las mismas como premio y, sobre todo, castigo. En la época de Alfonso Guerra como secretario general del PSOE su dictado en este aspecto (y en casi todos) era palabra de Dios, y nadie osaba a discutirle nada hasta que empezó a caer en desgracia. Y en el PP lo mismo. Álvarez Cascos, que durante muchos años fue el responsable de este tema, era apoderado General Secretario en Génova, por el poder absoluto que tenía y por cómo decidía quién era candidato y quién no. Eran épocas pasadas, sin redes sociales ni muchas tonterías de las que hoy nos dominan, pero ya ven, la forma de funcionar de (todos) los partidos no ha cambiado casi nada. Sólo los perdedores suelen reclamar un cambio en las formas, hasta que alcanzan el poder de decisión, y las ven correctas.

miércoles, marzo 20, 2019

Torra, el ilegal


Esperar a que Quim Torra cumpla la ley es como sentarse ansiando la lluvia en Madrid este año. Ambas cosas son necesarias pero tan escasas como infrecuentes, y cuando se dan parece que es por casualidad, por efecto de la suerte y no por hechos consumados. El de los lazos amarillos en las fachadas de los edificios oficiales de la Generalitat no es sino el último de los episodios, desafíos de juguete de aprendiz de pirómano, de un personaje tan siniestro como irrelevante, que a cada día que pasa muestra más tanto su incompetencia como mala fe, producto de las negras ideas que anidan en su seno, y que contamina con su actitud a todos aquellos que con él se relacionan. Toma nota, PSOE, de a quién te arrimas.

La verdad es que poco se podía esperar de Torra y los hechos han ido demostrando hasta qué punto es la nada lo que anida en su dimensión política, y sólo el sectarismo es lo que exhala en su comportamiento diario. Elegido por el pirado de Waterloo, donde pueden ustedes darle varias acepciones al concepto de pirado, Torra era un completo desconocido para casi todo el mundo. Cuando fue señalado por el representante en la tierra del cielo soberanista muchos pudimos conocerlo, y lo que vimos fue horrendo. Un sujeto gris que había trabajado en una compañía de seguros y que en sus manifestaciones públicas (escasas) y escritos (más abundantes) no dejaba de referirse al mundo en términos de racismo y xenofobia. Dominado por un discurso de odio, supremacista, en el que los que con él comparten afinidad son los superiores y el resto bestias inmundas, las palabra de Torra eran el perfecto manual del extremista, dichas en un tono amable y clerical por el autor de las mismas, en un intento quizás de rebajar el tono de lo que realmente piensa, para no asustar. Esa táctica está ya demasiado vista, y es utilizada por muchos extremistas. En tiempos “sin complejos” cada vez menos, pero es un clásico. Los vaivenes de la política española han puesto en manos de Torra la gobernabilidad de toda la nación. Fue decisivo el voto de los suyos para tumbar el gobierno de Rajoy y aún más lo fue para tirar a la basura los presupuestos de Sánchez, y con ellos el gobierno socialista. Los devaneos del presidente, que pasó de calificarlo el Le Pen español cuando Sánchez no gobernaba a reunirse amablemente con él y aceptar algunos de los puntos de la delirante agenda independentista hablan mal de un Sánchez que nos ha acostumbrado a ser veleta a cada día, pero deja a las claras las rocosas convicciones de un exaltado que, ahora mismo presidente de la Generalitat, ejerce claramente funciones tóxicas para su cargo, institución y ciudadanía. Cada actuación de Torra en público es un compendio de disparates, algunos ilegales, otros no, pero que en su conjunto dibujan la figura de un sujeto obsesionado por la etnia, la diferencia, la separación, la exclusión, los buenos y los malos, los puros y los impuros, los dignos y los indignos. Y él y los suyos, claro, son los que antes, ahora y siempre dictaminan quién pertenece a uno de los bandos, los escogidos, y quién no. Si Torra no llevara el nacionalismo por bandera sería visto en todo el país como lo que es, un racista sectario, pero el envolverse con banderas regionales otorga, sin que tenga muy claro el por qué, un aura de respetabilidad que a parte de nuestra sociedad cautiva. Es digno de resaltar como la izquierda mediática y sociológica no es capaz de ver en este personaje, y movimientos similares, a un enemigo absoluto a todo el discurso que el socialismo, solidario, internacionalista y progresista, encarna. Torra es un sectario racista y, por cierto, muy de derechas, y es comprendido en ambientes que se declaran de izquierdas, incluso de extrema izquierda, lo que no logro explicarme de ninguna manera. No es que los pueda engañar, que Torra no tiene capacidad para ello. ¿Por qué algunos aún se dejan engañar por estos personajes?.

Acabe quitando los lazos, o no, Torra se ha demostrado como el perfecto valido del delincuente fugado. Entre los dos han destrozado lo que antaño era el vehículo político de la burguesía catalana, han arruinado empresas, obligado a marcharse a ciudadanos de sus lugares de residencia y sembrado el virus del nacionalismo etnicista en una sociedad que siempre tuvo un componente nacionalista en su seno, pero atemperado por el pragmatismo por encima de todo. Pasarán años, quizás décadas, hasta que la normalidad vuelva a ser nuevamente moneda corriente en Cataluña, y entonces muchos se preguntarán cómo alguien como Torra llegó a ocupar y degradar de semejante manera el cargo del Molt Honorable President de la Generalitat.

martes, marzo 19, 2019

El terror como respuesta


Aún no está claro qué es lo que pasó ayer en Utrecht, en un acto de aspecto terrorista que causó tres muertos y varios heridos. Un individuo, de origen tuco, disparó en uno de esos tranvías tan cucos, como de juguete, que viajan por las calles del norte de Europa, y sembró el terror en la localidad holandesa. Su detención se produjo entrada ya la tarde, y el sospechoso es un viejo conocido de la policía holandesa, con varias causas y antecedentes de todo tipo. Se sospecha que incluso el móvil sentimental pudiera estar detrás de lo sucedido, perdiendo fuerza la hipótesis de terrorismo que a lo largo de la mañana dominaba todas las redacciones. Habrá que verlo.

Pero el mero hecho de que conocida la noticia todos pensáramos en terrorismo es un mero, clarísimo, triunfo de la propaganda que los malvados han sembrado en nuestras sociedades. Tras el atentado de Nueva Zelanda del viernes era fácil pensar en una respuesta, y que algo así sucediera en la vieja Zelanda desataba todas las conexiones lógicas que nuestras mentes no dejan de hacer, sean correctas o no. La sensación de cierta inseguridad que el terrorismo yihadista ha inoculado en nuestras vidas es un absoluto éxito por su parte, y hace que su presencia, aunque se haya atenuado mucho respecto a lo que fue hace unos años, se mantenga. Como una especie de sombra tenebrosa, recurso muy utilizado en novelas fantásticas, el yihadismo ha conseguido existir entre nosotros como amenaza sin ni siquiera ejecutar actos viles, sólo con la posibilidad de que estos puedan darse. Para el terrorista clásico, el anarquista de principios del siglo XX o el nacionalista de la segunda mitad del pasado siglo, imponer una sensación de miedo en la sociedad era el objetivo fundamental. Sabían perfectamente que carecen de poder, y sólo ese miedo ese su arma para amedrentar y tratar de condicionar el debate. El mismo término “terrorista” indica cuál es la herramienta, el terror, que utiliza para ejercer su acción. Si analizamos las cifras fríamente, sabemos que la inmensa mayoría de los asesinados por yihadistas son musulmanes, y lo son en naciones musulmanas, principalmente de oriente medio. El número de muertos por terrorismo en los países occidentales supone un porcentaje, sobre el total de la población, absolutamente ridículo, ínfimo, estadísticamente despreciable, pero el miedo que nos genera es incomparable. El componente suicida de los ejecutores del yihadismo nos produce miedo absoluto tanto por el daño que cometen como por el mero hecho de que ellos mismos son los primeros dañados, los primeros muertos. A partir de ahí, ¿qué esperanza nos queda? Poca. Y ese es el triunfo absoluto del terrorista. El clásico de épocas malvadas, maligno y despreciable como todos, buscaba por encima de todo su seguridad, y eso acotaba los objetivos y acciones que podía desarrollar. Londres con el IRA y, sobre todo, Madrid con ETA, vivían con la existencia de comandos terroristas que se sabían planificaban atentados, pero con un cierto grado de control sobre las dimensiones y alcance de los mismos. Incluso cuando la despiadada ETA comete matanzas como las de Hipercor en Barcelona o la plaza de la República Dominicana en Madrid no logra inocular el miedo de manera absoluta. Pero todo eso cambió, y sabemos perfectamente que día sucedió esa transformación. Fue un 11 de septiembre de 2001, cuando el mundo contempló no sólo el horror terrorista, sino el nihilismo absoluto encarnado en el centro de la modernidad global.

La sensación de que, si se produce, el riesgo de morir es altísimo y que poco se puede hacer para evitarlo han elevado la amenaza yihadista a la categoría de fenómeno de la naturaleza, como si fuera un asteroide que, cada cierto tiempo, se abate sobre nosotros y que sólo podemos esperar a que le de a otros. Como bien señala Muñoz Molina, el 11 generó un estado de paranoia que aún no nos hemos quitado de encima. Ante noticias como las de Utrecht la mente se nos dispara y recreamos una forma de atentado indiscriminado, lo sea o no. Por mucho y bien que trabajan la policía y servicios de inteligencia para evitar estos actos (son nuestro “escudo antiasteroides”) sabe el terrorista que, desde hace diecisiete años y medio, cuenta con una baza enorme, en forma de torres, de aviones, de destrucción absoluta. Y ese es su superpoder.

lunes, marzo 18, 2019

Terrorismo supremacista en Nueva Zelanda


La mañana del pasado viernes 15 nos enteramos de que en CristChurch, localidad sita en la isla sur de Nueva Zelanda, en nuestras antípodas, se estaba perpetrando una horrenda matanza terrorista. Aún no estaba claro el número de atacantes pero sí el objetivo de su ira y que el número de muertos y heridos iba a ser alto. Finalmente se ha confirmado que uno sólo era el atacante, que armado hasta los dientes con fusiles automáticos, disparo sin concesión alguna a los fieles que en ese momento rezaban. El modus operandi de la acción tiene muchas similitudes con el del yihadismo pero, sorpresa, corresponde a una motivación completamente opuesta. Nueva Zelanda sufrió una atroz masacre a manos de un supremacista blanco, y las víctimas fueron musulmanes orantes en mezquitas.

El sujeto detenido por la acción, que se enfrenta a penas que no se si en aquellas tierras suponen cadena perpetua, es un australiano que no llega a la treintena de años y cuyo nombre no quiero ni molestarme en escribir para que no se regodee porque se sigue hablando de él en alguna parte del mundo. Decoró sus armas con nombres de otros supremacistas, entre ellos un español que cumple pena de cárcel por un asesinato cometido en Madrid hace ya algunos años, y desplegó toda la parafernalia estética que se asocia a su intolerante movimiento y al moderno uso de las tecnologías de la comunicación. Emitió su acción en directo a través de Facebook para conseguir la mayor notoriedad posible y, como suele ser común en estos casos, la red social tardó mucho, muchísimo, en censurar esa infame emisión y en tratar de impedir su divulgación, cuando ya eso era imposible. Si en el vídeo de este asesinato se hubieran colado un par de tetas quizás la diligencia de los algoritmos de Zuckerberg a la hora de la censura hubiera sido pareja a la del rápido crecimiento de las víctimas de esta masacre. El atentado es antiyihadista en su espíritu y objetivo, pero es plenamente yihadista en su forma de actuación, lo que pone de manifiesto por un lado el triunfo de los yihadistas a la hora de crear fenómenos de violencia de masas y la extendida irracionalidad de los que las perpetran, se parapeten tras las ideas que sean. En todos los casos las víctimas son personas inocentes, en este caso fieles que rezaban en mezquitas de esa tranquila localidad neozelandesa. Padres, hijos, personas jóvenes, ancianos, un reguero de vidas individuales trenzadas en estructuras sociales y vitales, que compartían una fe y acudieron ese día a celebrarla, como lo harían muchos otros musulmanes ese viernes en otras partes del mundo, o judíos al sábado siguiente, o cristianos el domingo. Reuniones humanas como las que se dan, por motivos religiosos o de cualquier otro tipo, sin cesar a lo largo del mundo, y que son vistas como indeseables por fanáticos como el perpetrador de este atentado, un sujeto amoral, vacío de sentido pero lleno de odio, con un corazón comido por ideas falsas, violentas y peligrosas, que no cesan de proclamar la existencia de enemigos en todas partes, de acusar a todos los que le rodean de ser infieles, impíos, subhumanos dignos no sólo de extinción, sino de obligada poda para crear la nueva sociedad de hombres libres, fuertes y verdaderos. Bobadas de discursos como este, por muy alambicados que sean, se repiten sin cesar a lo largo de nuestro mundo, y encuentran armazón ideológico en percas de todo pelaje. El yihadismo es una de ellas, el nacionalismo es otra, el supremacismo blanco una más, y así podríamos ir analizando cada una de esta fuentes de vileza y encontraríamos rasgos tan comunes que, al final, se harían indistinguibles. Da igual la apelación a un Dios, se le llame como se le llame, o a una verdad. Todos los discursos esconden violencia a mansalva, desprecio hacia el otro, autoafirmación y necesidad de limpieza de los que no son elegidos. Y todos tratan de buscar personas que, con debilidades y carencias, puedan ser manipuladas para servir de ariete contra los demás. La tragedia de estas historias es tan profunda como repetitiva.

El atentado terrorista de Nueva Zelanda nos plantea el riesgo, creciente, de que sectores ultras de nuestras sociedades cada vez recurren más a la violencia directa como forma de expresar e imponer sus ideas, y que esas violencias se autojustifican unas a otras. Para los líderes yihadistas atentados como el del viernes son oro puro, excusas perfectas para volver a golpear con saña, y esas respuestas alimentarán el odio supremacista. El deseo de los que agitan estas mierdas ideológicas sería el de la escalada, en enfrentamiento máximo, y de paso la eliminación de los débiles que se encuentran en medio de lo que ven como una lucha entre elegidos. Este panorama de pesadilla es remoto, y en ínfimo el número real de personas que lo comparten, pero la disponibilidad de armas y la tecnología les otorga un poder y relevancia inaudito. Debemos redoblar la vigilancia policial ante estas amenazas y desenmascarar estos discursos de odio.

viernes, marzo 15, 2019

El caos del Brexit se agudiza


Tres han sido las votaciones celebradas en Westminster esta semana dentro del inacabable proceso del Brexit, que han deparado un resultado conjunto que nos deja en zona de sombra, de duda e incertidumbre. La primera de ellas, perdida por May, descartó el acuerdo alcanzado con Bruselas, y con ello la alternativa de salida menos dañina. La segunda, el miércoles, rechazó salir sin acuerdo, por lo que descartó la alternativa de salida más dañina para todos, y la celebrada ayer acordó solicitar una prórroga de la entrada en vigor del Brexit, prevista para el próximo 29 de marzo, buscando ganar tiempo para dedicarlo a no se sabe muy bien qué.

Dentro del absoluto caos que es todo este proceso, lo único que parece claro es que el Reino Unido no sabe lo que quiere y que no hay manera de llegar a parte alguna con la profunda división que se sufre en su sociedad y sistema político. La locura que empezó con el condenado referéndum de junio de 2017 (maldito seas, David Cameron) ha fracturado a aquella nación de una manera, no se si irremediable, pero si profunda y duradera. No hay estructura que no se haya partido en torno a esta cuestión, y7 el derroche de esfuerzos que supone este debate está agotando no ya la flema británica, sino su propio espíritu. Los principales partidos británicos son meras carcasas rotas que alojan guerrillas internas de intensidad desconocida entre antaño partidarios de siglas e ideologías, y cada votación que se celebra en el parlamento muestra esa descomposición de los grupos. ¿Han muerto el laborismo y el conservadurismo en Reino Unido? No diría yo que tanto, pero parecen auténticos zombis. La decisión de pedir más tiempo, que probablemente Bruselas conceda, no es sino una manera de dar una patada adelante a este enorme problema, pero sin que nadie sepa muy bien qué hacer con él. Los partidarios de la salida abrupta siguen enfrentados contra los que defienden la permanencia de la isla en la Unión y en medio hay un montón de diputados que visten una u otra chaqueta política pero que tienen opiniones diversas sobre el tema. No hay un consenso social sobre qué es lo que se pretende con el movimiento de salida, ni alternativas claras a todas las disposiciones económicas presentes en el acordado, y por dos veces rechazado, tratado de salida. Ni desde luego existe consenso sobre cómo gestionar el muy espinoso tema de la frontera norirlandesa, auténtico caballo de batalla de este divorcio, que juega el papel de las joyas de la pareja (ahora quizás ese papel puede desempeñarlo la tarifa plana de Netflix) que originan la disputa cruel para saber quién se queda con ellas. El aplazamiento, si se concede y es largo, obligaría a Reino Unido a participar en las próximas elecciones europeas de finales de mayo, dentro de poco más de dos meses, con lo que sería otra pieza que mantendría retenida a la pérfida Albión en las instituciones europeas, y así sería exhibida como tal por parte de los eurófobos, que no son mayoría pero sí son los más ruidosos. Realmente nadie tiene muy claro qué es lo que se puede hacer con ese tiempo de aplazamiento pedido si no se produce un acuerdo interno en el propio país. Todas las opciones siguen abiertas, desde una convocatoria electoral anticipada a un segundo referéndum o a cualquier otra cosa que a ustedes se les pueda ocurrir. En este serial sin guion que vivimos veinticuatro horas al día la incertidumbre es máxima, y no hay reality de televisión que lo iguale en intensidad, audacia y, también, cutrez de determinadas escenas. Algún día lo que quede de los Sex Pistols y el movimiento Punk tendrá que salir a la palestra para pedir orden y concierto, y quizás sus voces no se escuchen entre el griterío que llena a la sociedad británica y sus representantes.

Quizás, a pesar de todo, se puedan sacar algunas lecciones positivas de todo este desastre. Vemos en directo, en una gran nación, las lesivas consecuencias de tomar caminos populistas, de pretender decidir de manera simplista entre un Sí y un NO asuntos de enorme trascendencia sin pensar en las consecuencias de esas opciones ni en cómo llevarlas a cabo. El desmadre que todos vemos en directo sirve de vacuna ante otros procesos de salida de la UE, que ejercitados por países menos influyentes y poderosos que Reino Unido acabarían en catástrofe total para sus ciudadanos, y los “–exit” que se recrearon hace unos años se han diluido ante al crudo ejemplo británico. Su desastre nos sirve de vacuna a todos, pero las consecuencias de este problema también las vamos a pagar todos. Condenados populismos, fuente eterna de desgracias.

jueves, marzo 14, 2019

La crisis del 737 de Boeing


Vivimos en directo lo que no es sino un perfecto ejemplo de eso que se hace llamar efecto mariposa, de concatenación de sucesos aparentemente alejados unos de otros pero que tienen nexos comunes y generan consecuencias inesperadas e intensas. Quién iba a sospechar que la desgracia de un accidente aéreo acaecido la mañana del domingo 10 de marzo en Etiopía iba a generar una crisis aérea global y la puesta en la picota de Boeing, la mayor empresa aeronáutica del mundo, un gigante industrial cuyos números desbordan y cuya planta de montaje en Everett, cerca de Seattle, estado de Washington, es el mayor edificio industrial del mundo. Pues aquí lo tienen, en apenas días, la crisis total para un imperio.

El accidente del domingo fue el segundo, en meses, del nuevo modelo 737 Max 8. Los 737 son aviones muy veteranos de Boeing, pero que han sido mejorados en nuevas entregas y, la verdad, poco tienen que ver con su diseño original. Es como si en coches hablamos del Golf y juntamos a un modelo de los noventa con uno que salga ahora de las plantas de montaje de Volkswagen. Las últimas series del avión, esas apellidadas MAX 8 y 9, son modelos ultracompetitivos, dotados de grandes avances tecnológicos y potentes y eficientes motores, que les otorgan un ahorro de combustible fantástico, lo que los hace imbatibles para las compañías aéreas, obsesionadas por los costes. El principal de todos ellos es el combustible, y este modelo otorga ahorros que se sitúan en el entorno del 15% respecto a lo conocido. Sus ventas han sido muy buenas y la cartera de pedidos enorme, y era ahora mismo el modelo estrella de la marca. A medida que los aviones han ido evolucionando también lo ha hecho la informática que los gestiona y ayuda a pilotarlos, y cada vez son más los parámetros que los ordenadores de abordo controlan y las tareas que se automatizan. Eso puede tener sus riesgos, y en modelos nuevos, en los que la aviónica es distinta respecto a los precedentes, ese riesgo crece. El primer accidente del 737 MAX tuvo lugar hace pocos meses en Indonesia, se achacó a un mal mantenimiento, pero ya entonces surgieron voces de cómo los ordenadores del nuevo avión interpretaban a veces de manera errónea lecturas de algunos sensores relacionados con la medición del ángulo de ataque del morro en los despegues, y de cómo los pilotos debían no hacer caso a las indicaciones de la informática para garantizar una operación segura. Salieron artículos sobre la posibilidad que tenían los pilotos de desconectar algunas de las secuencias de software para que eso no pasara, y cómo todos esos procesos de desconexión no eran nada sencillos. Poco más se supo hasta el pasado domingo, cuando otro 737 MAX se estrelló al poco de despegar. El que esta vez no fuera una línea de bajo coste la sufridora de la tragedia sino una compañía de prestigio escamó mucho, y que se repitiera el suceso en el mismo y novedoso avión empezó a disparar las alarmas. En no muchas horas eran ya varias las compañías y países que solicitaban la inmovilización del modelo y las alertas se dispararon. El proceso ha sido de auténtica cascada, hasta llegar a la orden de Trump de ayer, que obligaba a dejar en tierra en los propios EEUU a todos los aviones de ese modelo. Esa orden es una manera de gritar a los cuatro vientos que el problema existe, y que los tenemos directamente en casa. La situación no es exactamente inédita, dado que algo similar se vio con las baterías de un anterior modelo de Boeing, que también dieron problemas y obligó a inmovilizar aparatos, pero nunca en una escala semejante y con las posibles consecuencias, en forma de pérdidas económicas, por parte de una empresa que, ahora mismo, se juega parte de su futuro.

¿Qué ha pasado en estos accidentes? Es pronto para afirmarlo, pero lo sabremos, porque en aviación, salvo lo del vuelo de Malaysia Airlines, lo acabamos sabiendo todo, pero si el problema como parece es de software, Boeing va a tener que reconfigurar todos sus sistemas para garantizar la seguridad de un modelo ahora totalmente en entredicho. Imagino que decenas, cientos de ingenieros e informáticos llevan días y noches sin parar investigando qué es lo que ha podido pasar, en medio de su enfado asombro y miedo ante un futuro que se les ha descontrolado. Que todos estos problemas y disgustos en máquinas tan enormes puedan venir de algo tan intangible como la informática dice mucho, casi todo, del mundo complejo y volátil en el que nos movemos.

viernes, marzo 08, 2019

El BCE ve crisis


Pocas novedades tuvo la reunión de ayer del BCE, pero fue eso precisamente, el cumplimiento de las expectativas sobre lo que iba a suceder, lo que supuso un varapalo para los mercados y, especialmente, para el sector bancario. Las decisiones tomadas y el mensaje que transmitió Draghi tienen un punto en común, que es del ineludible deterioro de la economía de la eurozona, y por ende de Europa. No se va a quedar parado el BCE, pero al activarse oficializa la existencia de un problema económico, que no sólo es europeo, sino global, y da por, sino terminada, si agostada la recuperación vivida tras la crisis. Vienen curvas, vino a decir Don Mario, en forma de previsiones de crecimiento raquíticas.

Dos fueron las principales medidas adoptadas tras la reunión de ayer. Una es la extensión de los programas de TLTRO, cuyo destino era ir agotándose. ¿Qué es esto? Dicho de una manera muy cutre, son préstamos en muy buenas condiciones que el BCE hace directamente a los bancos de la eurozona con la condición de que destinen ese dinero a crédito en el mercado real, tanto a particulares como a empresas. Las condiciones financieras de esos préstamos son muy ventajosas para las entidades financieras y, en el fondo, es una forma de que el BCE impulse el crédito real, cosa que con sus medidas y competencias no puede hacer. Estimular el crédito es una medida de reactivación económica que se hace cuando el ciclo desciende, por lo que extender e intensificar estos programas es una manera de luchar contra un frenazo en la actividad. La otra medida, de aún mayor calado si cabe, es la de dejar claro que los tipos de interés no van a subir durante mucho más tiempo del que era esperado. Hace meses se especulaba con la posibilidad de que, siguiendo el ejemplo de la FED norteamericana, el BCE aumentara tipos este 2019, una vez casi seguro y dos probablemente, en función de la coyuntura. Sin embargo, con el otoño del 2018 y los cada vez más crudos datos de comercio internacional, y la sensación de frenazo global, la FED frenó en sus escaladas de tipos, que allí ya han subido hasta el 2% – 2,5% y se puso en modo espera, lo que trastocó esas previsiones alcistas que existían a ambos lados del charco. En la reunión anterior, de principios de año, Draghi no fue muy claro al respecto, dejando abiertas tanto la posibilidad de subidas futuras como su negación. Ahora ha sido mucho más explícito, reconociendo que en el contexto actual una subida de tipos sería una especie de puñalada trasera a la economía de la eurozona. Esto es la asunción completa del frenazo económico, y para los bancos es una muy mala noticia. Su principal negocio es el margen de intermediación entre lo que pagan la depositante de ahorros y lo que cobran al que solicita crédito, y con los tipos muertos como están desde hace mucho en la eurozona el negocio vive en estado anoréxico. Futuras subidas hubieran sido para ellos un revulsivo en sus cuentas, y así lo cotizaban en los mercados bursátiles. Tras la decisión de ayer las caídas de esas empresas en bolsas fueron muy duras, con bajadas de hasta el 7% en casos como Sabadell, y medáis del 3% – 4%. Los que también ayer se debieron quedar muy chafados son los hipotecados que, en los últimos tiempos, han contratado productos a tipo fijo para protegerse de esas cacareadas subidas de tipos y que, mes a mes, pagan un sobreprecio respecto al variable sin que se vea que el euríbor, que sube con una velocidad similar a la modestia de Pablo Iglesias, pueda convertirse en un peligro a corto o medio plazo. En economía apostar sobre lo que va a suceder es siempre necesario, dado que muchas decisiones se toman ahora pero se ejecutarán en el futuro, y en este caso los que así han actuado con sus hipotecas no han acertado. Sí lo han hecho las entidades financieras que han podido colocar esos tipos fijos, por cierto.

¿Qué perspectivas nos deja esto para el conjunto del año? Inciertas y muy abiertas. Es poco probable que nos topemos con una recesión en toda regla en la eurozona, pero la debilidad de economías como la italiana, que probablemente si viva una recesión, y el estancamiento alemán, muy penalizado por las guerras comerciales, hacen que el conjunto no pueda carburar mucho. Factores incontrolables como el Brexit, los populismos en las elecciones europeas o la relación entre EEUU y China van a condicionar el rumbo de estos meses y obligarán a todos los actores a posicionarse. En todo caso este año pinta algo más gris y complicado en la macro que los anteriores. Y Draghi acaba su mandato en octubre. A ver qué es lo que sucede.

Subo a Elorrio el fin de semana y cojo unos días de ocio. Si todo va bien nos leemos el próximo jueves 14. Sean felices.

jueves, marzo 07, 2019

ÉL


ÉL. Así, en mayúsculas, bien visibles, llenando todo, marcando territorio y, metafóricamente, masculino paquete. Cubriendo en cartel con su presencia e imagen, siendo el centro de todo lo que hubo, hay y habrá, dejando a las claras que su mujer es una mera sustituta interina, y que todos los demás no son sino siervos a su servicio. Él se reencuentra con la gente y la gente vuelve a tener en él al líder soñado que les conducirá al paraíso, que liberará a la estúpida masa, incapaz de pensar, de sus cadenas, porque él, el ser superior, el señalado, el ungido, sabe lo que es lo mejor para todos. En él se encarnan los valores del pueblo escogido. Él es, de hecho, el pueblo.

Hay dos cosas que pugnan por ser lo más asombroso del montón de estupideces que se desvelan en el cartel de la vuelta de Pablo Iglesias a la política. Una es que él mismo se cree esa figura de adulación máxima que ha creado, y ejerce sin disimulo como tal. Lo segundo es que, en ciertos ámbitos y reductos, funcione, y que haya personas dispuestas a seguir a este tipo de liderazgos hasta el extremo creyendo, sinceramente, que en ellos anida la verdad. El desvarío mental de Iglesias, porque no se muy bien sino como calificar el ego que se le escapa por todos los poros, puede ser una curiosa excepción, sólo le afecta a él y está confinado en el seno de su infinita autovaloración, en su eterna y elevadísima imagen de amor propio que cultiva sin fin. El que eso tenga éxito es un asunto más profundo, que nos dice mucho sobre la psicología de masas, sobre la capacidad que el líder tiene de influir en aquellos que creen en él y llevarlos hasta el precipicio, y llegado el caso mandarles que se arrojen por él y conseguir que esas masas aborregadas se suiciden con caras sonrientes. A lo largo de la historia hemos visto innumerables ejemplos de liderazgos políticos exacerbados que siempre han acabado igual. El culto a la personalidad es algo común en la política, pero en sus extremos se convierte en seña de identidad única y plena, la causa fundamental del movimiento. Hitler o Stalin encarnaron, desde posiciones aparentemente opuestas, pero realmente iguales, el mesianismo perfecto, que no es sino otra forma de definir la dictadura absoluta. Ellos eran su régimen, y su final era el final de todo, porque en ellos todo empezaba y terminaba. El lavado de cabeza de sus sociedades fue absoluto, gracias al empeño de miles de profesionales y servidores en todas las áreas posibles dedicados en cuerpo y alma al engrandecimiento del ser superior. El caudillismo latinoamericano, del que tanto bebe Iglesias, tanto envidia y tanto desea emular, resulta ser una versión más burda y chusca de esos movimientos totalitarios europeos, pero no por ello menos efectiva. Ahí tenemos los casos de Hugo Chávez o Daniel Ortega, casi canonizado el primero por sus engañados seguidores (afortunadamente cada vez menos) y manteniéndose el segundo al frente de una Nicaragua destruida por su ego y mano de hierro. ¿Cómo logran estos personajes lamentables el respaldo unánime y el servilismo ciego? No lo se, no me lo explico. Son listos, sí, saben que teclas pulsar para emocionar a los suyos y crear corrientes de opinión favorables, pero un mero análisis de un par de minutos por parte de una mente serena arroja siempre la misma conclusión. Son una falsedad total, un ejemplo perfecto de egolatría propia de psiquiátrico y unos personajes ávidos de riqueza y poder hasta el extremo. Sus discursos se basan en tópicos falces y en argumentaciones de quita y pon. Las fuerzas ocultas que se oponen a su clarividencia son las culpables de todos los males, y armados de la verdad y la palabra, en ellos, afirman, radica la verdad, cuando esos dos minutos de análisis bastante para destapar la inmensa montaña de chorradas que son sus, en apariencia, serios y hondos discursos. De ahí que reírse de ellos sea muy fácil y que, por su puesto, todos estos sujetos carezcan, por completo, de sentido del humor.

Personajes de estos se encuentran a lo largo de todo el espectro ideológico, porque lo suyo no son ideas políticas sino egolatría y ansia de poder. De hecho se puede jugar a las siete diferencias entre Iglesias y Abascal y acabar en unos pocos minutos encontrando apenas tres. Resulta obvio que todo lo que antes he comentado tiene un componente religioso que lo impregna todo, y es que todos estos líderes aspiran, por encima de todo, a fundar una religión de fieles a su persona. Y no deja de ser cruel que Iglesias se autoproclame el Mesías liberador cuando las elecciones en las que su formación (él) puede sufrir un mal resultado se celebran a los pocos días de la Semana Santa. Pero seguro que desde la dacha de Galapagar se cree en la resurrección de la carne de Iglesias, de su cuerpo. Y cruel será el castigo a los que carecen de fe.

miércoles, marzo 06, 2019

Sigue el pulso Guaidó Maduro en Venezuela


Hace unos días pudimos ver la auténtica cara del régimen de Maduro en los enfrentamientos acaecidos en los puentes fronterizos entre Venezuela y Colombia. Envíos de ayuda humanitaria quemados y bandas de paramilitares a sueldo del régimen militar hostigando a civiles y personal humanitario que trataba de ayudar a los miles de venezolanos que han encontrado en esas vías y en el país vecino la única escapatoria posible a la miseria y hambre que les corroe. A pesar de que parte de la opinión pública internacional los miraba, los mafiosos a sueldo de Maduro actuaron con saña. Se frustró la entrega de ayuda en esa frontera y, con su actuación, el régimen quedó aún más retratado si cabe.

Tras una gira por naciones vecinas del subcontinente sudamericano, Guaidó ha vuelto a Venezuela, en un movimiento arriesgado en el que las posibilidades de que algo le saliera mal eran muy elevadas. Y de momento la suerte le sonríe, aunque quizás habría que eliminar el término suerte y sustituirlo por poder, al menos una porción del mismo, que empieza a recaer de manera efectiva sobre sus hombros. Maduro amenazó con detenerlo a su vuelta a Caracas, y Guaidó anunció cuándo y cómo iba a volver para convocar a sus seguidores. Masas humanas como muestra de respaldo popular y, también, como escudos para protegerlo de un posible intento de detención. ¿Qué ha hecho Maduro esta vez? Nada. Ni el más mínimo asomo de policías o militares leales tratando de detener a Guaidó o de obstaculizar su regreso. ¿Por qué? Hay varias respuestas, pero una, directa, es que Guaidó empieza a ser peligroso para el régimen, empieza a concitar un respaldo no sólo nominal, sino real entre gran parte de la población del país, no digamos en el exterior, y sabe Maduro que sus garras empiezan a no ser muy efectivas ante la coraza “presidencial” que empieza a proteger, de manera efectiva, al autoproclamado presidente. Vista desde fuera, la situación venezolana se ha enquistado en un desequilibrio de poder que, poco a poco, bascula hacia un equilibrio entre los dos personajes, con un ejército que, en todo caso, no da muestras de decantarse unánimemente a favor de Maduro ni de oponerse con saña contra Guaidó. La medida de cuán grande es la división entre los militares es la única que puede decantar esta situación, pero es probable que el proceso que se ha iniciado de engrandecimiento de Guaidó no cese mientras que la decadencia de Maduro se agrave. ¿Cuál es el problema? La velocidad de ambos procesos. Este tipo de situaciones no pueden prolongarse mucho en el tiempo porque son inestables por definición, y están llenas de riesgos de todo tipo. Al poder no le gusta bascular, sino vivir asentado y quieto, y en una situación como la presente las posibilidades de insurrecciones y movimientos armados son más que reales. El hartazgo de la población venezolana es inmenso y es poco probable que, si el régimen ataca a Guaidó, no responda de manera simétrica. Maduro, como todo buen dictador, no quiere dejar el poder, y a medida que la situación se prolongue es probable que su nerviosismo aumente, y cometa actos violentos o desesperados, que pueden, sí, acelerar su caída, pero causar daños y víctimas en un país ya lleno de ellas. Por parte de Guaidó, a pesar de que corre riesgos evidentes, en un país lleno de paramilitares y armas por doquier, su posición se ve favorecida por el tiempo, pero tampoco puede aspirar a prolongar sine die el equilibrio actual. Es una alternativa de poder, no un contrapoder. De momento va ganando, poco a poco, pero un proceso lento de consolidación tampoco le favorece.

Es muy difícil realizar predicciones, en toda coyuntura, y más en esta. No han sido pocos los regímenes en la historia que, con aparente solidez, se han derrumbado estrepitosamente en apenas días sin que nadie lo hubiera previsto, mientras que otros han aguantado años y años en una situación de aparente fragilidad, pero con los resortes internos del poder oculta y bien controlados. Nuevamente, son los militares los que van a decantar la situación. Hay un goteo de deserciones pero no se ve, de momento, el paso masivo de oficiales del madurismo a la libertad. Si ese paso se diera el régimen caería en horas. Sin él, la situación puede encallar y convertirse en una larga partida de desgaste de incierto futuro. Y todo con una población que sufre y pasa penalidades sin fin, inimaginables desde nuestra acomodada posición. Y pensar que no pocos de los de aquí han añorado y defendido esa dictadura hasta hace un par de minutos. Qué triste.

martes, marzo 05, 2019

Decretos legales electoralistas


Sí, se va a hacer muy duro llegar, sino vivo, cuerdo hasta el final de esta ruidosa campaña electoral en la que vivimos, donde todo es materia arrojadiza y el ruido envuelve cualquier noticia. Ya no sólo las falsas, todas están mediatizadas por la campaña y el nivel de infantilismo sectario que se vive en los extremos ideológicos está afectando a todo tipo de medios y fuentes. ¿Sobreviviremos a este ambiente irrespirable? Una opción es sumergirse y escapar de toda información política, pero a los que nos gusta el tema no nos está permitido hacer eso. Soportar el continuo bombardeo de propaganda al que nos someten los partidos y sus terminales resulta hastiante. Mucha suerte a los que, por obligación profesional deben vivir en ese mundo.

Pongamos el caso de los reales decretos. Sánchez ha dicho que va a gobernar hasta el último minuto y que aprobará decretos que considera de urgencia en la Diputación Permanente del Congreso porque su acción de gobierno se extiende hasta el día de las elecciones. La mesa de la cámara ha protestado por este uso del Real Decreto y la polémica está servida. ¿Cuál es la situación real de fondo? La de siempre, la del enfrentamiento a cara de perro entre PP y PSOE. Me bastan cuatro preguntas y sus monosilábicas para saber de qué va el asunto y tener una opinión formada al respecto. ¿Es legal lo que está haciendo el gobierno de Sánchez?. Sí. ¿Hay precedentes a la hora de actuar de igual manera en un gobierno en funciones antes de las elecciones?. Sí. (ahora mismo, de mis cuatro lectores, los dos socialistas están aplaudiendo y los dos peperos juran que no me leerán nunca más). ¿Hay urgencia en las medidas que se aprueban por decreto que justifiquen su adopción?. No. ¿Son parte de la estrategia electoral y se usan por el gobierno como meras armas de campaña? Sí. (ahora los lectores votantes socialistas están muy mosqueados y los peperos se sienten con la revancha cobrada). ¿Qué conclusión se saca de estas cuatro preguntas y respuestas? Lo que les comentaba al principio, que en toda carrera electoral no hay nada que no se utilice como arma, yq eu se vende el interés de estado y las necesidades sociales como argumento para sacar ventajismo, en este caso desde el poder, y se acusa al que puede ejercitar de esa palanca de manipulador y falso por parte de los que, ahora en la oposición, carecen del BOE como herramienta de propaganda electoral. Si uno entabla no ya un debate sino una mera conversación den defensores y detractores del asunto de los Reales Decretos acabará cayendo en apenas unos segundos en una espiral de arguementarios prefabricados desde la sede de ambos partidos, que son repetidos como mantras por los medios de comunicación de ambos partidos, y que además de ser falaces, son de una puerilidad digna de parvulario. Como señalaba en el párrafo introductorio, quizás la opción más sensata, cuando surja un debate sobre este u otro tema electoral, sea la de tomar las de Villadiego y salir corriendo, quizás no sólo metafóricamente, y eludir la bronca. Que sean los muy cafeteros de ambos partidos los que se enzarcen en una discusión a la que no van a llegar a nada, porque no van a salir de sus respectivas atalayas, y en el fragor de la batalla tratar de buscar escapatoria, y si es con otra persona que también trata de huir, mejor que mejor. Tanto PP como PSOE tienen parte de razón en las excusas que ofrecen para justificar su comportamiento en este asunto como abusan de manera torticera y falaz de las herramientas que las instituciones les ofrecen, a cada uno en el papel que ocupa ahora mismo, para ejercer su política y protesta. El principal damnificado de esta bronca es, como siempre, la institución en la que se desarrolla, el Congreso, y la herramienta legislativa del Real Decreto, que se pensó para ser usada de una manera y es constantemente utilizada de otra, muy distinta y alejada pro completo del espíritu inicial que poseía el legislador.

Quizás lo que acabe sucediendo en la ficticia discusión banderiza que les he descrito es que los oponentes acaben acordando algo, y sea precisamente atacar a el quinto personaje, a usted, a este escribiente que duda y no otorga la razón a ninguno de los dos y que piensa, a la vez, que ambos poseen algo de acierto en sus posiciones. El melifluo, el acomplejado, que se diría ahora, el tibio, el que no quiere enfangarse en posiciones sectarias, el que posee un cierto criterio propio, acertado o no, ese es el peligroso para el que fabrica argumentarios partidistas, de “conmigo o contra mi”. Mil veces mejor que yo lo expresaba este Domingo Lucía Méndez en su columna de El Mundo, admitiendo que tiene complejos, y de lo cuesta arriba que se le ha puesto el trabajo y la vida. Cuánta razón lleva, cuánto hartazgo nos rodea.

lunes, marzo 04, 2019

Revueltas en Argelia frente a Buteflika


Miramos poco a nuestro vecindario sur, y mal que hacemos, porque están mucho más cerca de lo que creemos y su influencia también es intensa y creciente. Pensamos que todo es Marruecos, pero ni mucho menos. Junto al reino alauí está Argelia, un enorme país, de varias veces el tamaño del nuestro, desértico en su mayor parte, que fue colonia francesa durante más de un siglo, que tiene muy malas relaciones con Marruecos, y por el que las primaveras árabes, preludio de inviernos islamistas, no pasaron, porque anteriormente ya sufrió lo suyo en forma de guerra civil en los noventa, entre islamistas y el ejército.

En los noventa el FIS, partido islamista, ganó la primera vuelta de unas elecciones que le abrían la puerta al poder en Argel, y el miedo se extendió entre parte de la población del país y el resto de los vecinos, y el ejército dio un golpe de estado. Eso abrió la puerta a la guerra que antes he mencionado, que desangró al país y ofreció una especie de preludio, en forma de salvajismo y sadismo, de lo que luego veríamos en Siria o Libia. El ejército acabó ganando la batalla y el poder volvió a los civiles, de manera oficial pero no completa, tras unas elecciones en las que ganó Abdelaziz Buteflika, un hombre menudo que desde hace veinte años preside el país. Buteflika ha ido encadenando victorias en las dos décadas que lleva en el poder apoyado por el estamento militar y siendo cada vez una figura más fantasmagórica, por su absoluta ausencia. Delicado de salud desde hace mucho, en 2013 sufrió un derrame cerebral que le mantiene postrado en una silla de ruedas y no se sabe mucho más. Son contadas sus apariciones públicas, no se le ha escuchado palabra de su boca en años y consta que pasa más tiempo hospitalizado en clínicas europeas de lo que reside en Argel. ¿Gobierna el país? Todo el mundo sospecha que no, que es una camarilla, participada por su hermano y algunos militares, los que realmente gestionan el día a día, mientras que Buteflika ostenta un cargo que ni si quiera es capaz de representar. Tras dos décadas de status quo parece que la tranquilidad se ha roto en el país, o la paciencia se ha acabado. Como muchos de sus vecinos, Argelia tiene una natalidad pujante, lo que hace que la media de su población sea muy joven. Unos cuarenta millones de habitantes viven en un país cuyo principal, casi único, recurso económico es la explotación de los hidrocarburos, especialmente gas. Cerca del 90% de la economía de la nación es ese sector, y precios bajos del petróleo condicionan el devenir de la sociedad y de toda la vida del país. Muchos jóvenes, que sólo han conocido el mandato del fantasma Buteflika, ven como el país se mantiene estancado en un extraño limbo político sin visos de apertura, y las perspectivas laborales son escasas, tendiendo a nulas. El número de inmigrantes ilegales que se lanzan a cruzar el Mediterráneo crece sin parar, al igual que lo hace el de nacionales que acuden a la metrópoli colonial, Francia, en busca de un futuro que ya no ven en su país de origen. Aislado de las revueltas que sacudieron a Túnez y Libia, Argelia ha sido un remanso de paz, impuesta por los militares y comprada por los ingresos del gas, que parece haberse roto por el lado de siempre, el de la población joven que tiene ansias de futuro y no lo ve. En nuestras sociedades envejecidas ese problema existe, pero la proporción de jóvenes es muy escasa, mientras que en las poblaciones musulmanas y, en general, en toda África, es la juventud la inmensa mayor parte de la sociedad, dada su estructura demográfica, y sus revueltas son capaces de conmocionar a todo el país. El anuncio de Buteflika de optar al quinto mandato y presentarse vía carta, porque ni es capaz de aparecer en televisión, ha soliviantado a muchos y abierto la espita de unas protestas potencialmente peligrosas para la estabilidad del país.

Cada vez que encendemos el gas en España, más que en Putin, debiéramos pensar en Argelia, desde donde nos llega un poco más de la mitad del total que consumimos. Tenemos fuentes diversificadas, pero Argelia es para nosotros como Rusia lo es para el centro y este de Europa en cuanto a suministro energético, por lo que todo lo que suceda allí puede afectarnos de una manera mucho más directa de lo que imaginamos. ¿Se encamina Argelia hacia una revuelta tipo Egipto o Túnez? ¿Es un movimiento reformista auténtico lo que vemos o, como pasó en otras naciones, el islamismo se esconde tras las manifestaciones? Y como siempre, en estos países, la pregunta clave. ¿Qué papel va a adoptar el ejército? ¿Qué posición? Todo está abierto y desconozco las respuestas a estas y otras muchas preguntas.

viernes, marzo 01, 2019

Arzalluz, el emperador Palpatine


Más de una vez comenté con algunos amigos que, poco a poco, Arzalluz iba mutando en algo similar al emperador Palpatine de Star Wars, tanto por su sombría maldad como por su demudado aspecto físico. Si una toga hubiera cubierto el rostro de Xabier en sus años muy mayores y le hubieran enfocado de la forma adecuada el parecido sería prácticamente completo. Lo que la imagen no hubiera podido reflejar es que, al igual que en las películas, también un manto de miedo y poder emanaba de esa figura y, durante años, controlaba todos los resortes de un País Vasco que moldeaba a su antojo, desde su posición de preminencia del PNV, y sacando todo el partido posible de la violencia que no cesaba, del terror etarra del que tanto se aprovechó.

Arzalluz murió ayer, tras años de silencio, en una situación supongo que incómoda para él, que todo lo fue y que con orgullo portaba una imagen de poderoso que nadie debiera osar no ya discutir, sino si quiera dudar. Fue jesuita, y lo dejó, pero la religión que pasó por él lo marcó, no por el lado de las buenas acciones y el amor al prójimo, sino por el de la disciplina, el de la jerarquía y el respeto al dogma. Durante tantos años que parecieron todos, dirigió el PNV, que es algo más que un partido, y lo hizo al modo de las sectas, encarnando un liderazgo férreo y sin resquicios, pero sabiendo a la vez movilizar al electorado para para que le siguiera a él, y no a los díscolos. Iglesias, Abascal y toda esta nueva hornada de líderes cargados de ego debieran aprender de él para saber cómo llevar a la práctica sus mesiánicos impulsos (bueno, pensándolo bien, mejor para todos que no aprendan y fracasen). En su reino peneuvista hubo díscolos y disidentes, por supuesto, pero acabaron todos en el ostracismo. La ruptura más sonada fue la de Carlos Garaikoetxea, que acabó en escisión en la casa sabiniana. Aquello fue un trauma que poca gente fuera del País Vasco es capaz de imaginar, con familias, sociedades gastronómicas y demás entidades partidas por completo entre los puros del PNV de Arzallus y los traidores de EA de Garaikoetxea. Nunca perdonó ni dejó de perseguir a los que consideraba que se escapaban de su línea. Encontró en Ardanza un Lehendakari gestor y gris, que le fue útil hasta que se aburrió de él, y lo sustituyó por Ibarretxe, otro iluminado, una especie de prePuigdemont, que siguió las enseñanzas sectarias del padre Arzallus hasta hacerse el pupilo predilecto (Padawan en el argot galáctico). Cuando Ibarretxe cayó se fijó en Josu Jon Imaz, pero Imaz era mucho más listo que cualquier otro, y no quería saber nada de la toxicidad que anidaba en el fondo del partido en el que se había criado desde pequeño, y se escapó, en un caso de renuncia a la política lleno de dignidad, inteligencia y digno de estudio. Egibar fue entonces su mano derecha, su leal servidor, y lo ha sido hasta hoy, mucho tiempo después de la retirada del amado líder de la política activa. Maestro a la hora de negociar con otros partidos, se alió al PSOE o al PP en función de lo que le conviniera a él y los suyos, ese era su único norte. Su relación con la violencia etarra fue curiosa, porque al contrario de muchos, que fueron distanciándose con los años de ese mal, Arzallus recorrió el camino contrario. Proveniente de una familia carlista hasta el extremo, se fue radicalizando con los años, extremando su visión sectaria de la sociedad y el racismo que anidaba en su interior, entre el “nosotros” los vascos y “ellos” todos los demás. En ese esquema de pensamiento la violencia contra “ellos” era casi una respuesta natural, y su comprensión hacia la misma fue a más. No se cortó al admitir que recogía las nueces que caían del árbol que otros golpeaban, reconociendo como propios a los asesinos etarras y amparando su violencia en el esquema de pensamiento nacionalista sabiniano, etnicista hasta el extremo, donde el Rh, los apellidos y bobadas por el estilo son los que separan a unas personas, las válidas, las de aquí, las nuestras, de todas las demás, que son inferiores. Su imaginario fue poco a poco estrechándose en esta visión sectaria, y es probable que haya muerto convencido de ir al paraíso de los vascos, al que sólo los puros como él pueden acceder.

Hace pocos meses murió en San Sebastian el obispo Setien, personaje con el que Arzallus compartía tantas similitudes y afinidades ideológicas. Ambos sujetos eran muy similares y ejercieron la plenitud de su poder de manera coordinada. Melifluos en las palabras (más Setién que Arzallus) racistas hasta le médula y llenos de odio hacia los que no eran como ellos, mandaron mucho, y sobre muchos. Se aprovecharon de la violencia que existía a su alrededor, nunca apoyaron a las víctimas y comprendieron a los asesinos, que en el fondo veían como adolescentes descarriados de una secta que ellos comandaban, “los chicos de la gasolina” a los que una vez se refirió Arzallus tras unos graves incidentes de Kale Borroka. No se pueden entender las décadas del terror etarra sin estos dos personajes. Y son historia, y ejemplo a no seguir nunca más.