Hay
historias reales que dejan en mantilla a las ficciones por las que muchos se
desvelan ante el televisor o el papel, y es que la realidad siempre es capaz de
superar nuestras expectativas, casi nunca de la manera que hubiéramos sido
capaces de imaginar. Se imagina uno las historias de espías, tan bien narradas
por LeCarré, Forsyth o Marías, en unos ambientes brumosos, británicos, en una
época pasada, con aires rusos de guerra fría y en lugares o bien remotos o
distinguidos, con frío y mal tiempo. Pero resulta que no, que estas historias
se pueden dar en el extrarradio de Madrid, en un decorado bastante
convencional, y bajo el sol de justicia que este 2019 no nos abandona.
Fue
noticia, no muy comentada, que el pasado 22 de febrero se produjo un asalto a
la embajada norcoreana en España, sita en el madrileño barrio de Aravaca, en una
zona confortable de casas y adosados rodeados de vegetación. La embajada
funciona bajo mínimos desde que el anterior gobierno del PP retirase las
credenciales al entonces embajador, llamado Kim Hyok-chol. La intrusión en la
embajada fue violenta y se produjo el robo de material y enseres que se
encontraban en la misma. En un principio, y dado el poco personal que había en
la legación, se sospechó incluso de un atraco cometido por delincuentes
convencionales, que atacaron ese chalet como podían haberlo hecho con cualquier
otro del selecto barrio, pero poco a poco la realidad ha ido tomando una forma
mucho más compleja y, para que negarlo, atractiva. La instrucción judicial que
se abrió con el asalto dio lugar ayer a un relato pormenorizado de lo que tiene
toda la pinta de ser una operación encubierta de servicios secretos en busca de
material e información norcoreana relevante. La
secuencia del asalto a la embajada se centra en la figura de Adrian Hong Chang,
el líder del comando de varias personas que realizaron el asalto. Relata el
escrito judicial como Hong Chang planificó el asalto varios días antes de
llevarlo a cabo, comprando material para efectuarlo, entre ello pistolas
simuladas, cómo proceden a entrar en la embajada y al violencia que utilizan
contra el personal, escaso, que en ese momento se encuentra en el interior del
edificio. Tras el asalto, y se supone que con el botín buscado ya en mano de la
banda de Hong Chang, éste vuela de Madrid a Lisboa y de allí lo hace a Nueva
York, donde ya se había puesto en contacto con personal del FBI. Todo esto hace
sospechar que el jefe de esta banda era un mandado de los norteamericanos, y
que el asalto a la embajada era una operación que buscaba información sensible
sobre ese extraño país. ¿Cuál? ¿Por qué motivo? No se sabe, pero hay una pieza
importante que vincula a Madrid con las más altas jerarquías del régimen de Pyongyang.
Tras ser expulsado de Madrid, el anterior embajador, recordemos que se llamaba Kim
Hyok Chol, vuelve a la capital norcoreana y no
tarda mucho en convertirse en una de las piezas fundamentales del equipo negociador
de Kim Jong Un en todo lo relacionado con el proceso de desnuclearización del régimen.
Así, Hyok Chol pasa del anonimato a ser uno de los principales interlocutores
con los norteamericanos, y personaje clave en la organización del encuentro
entre Kim y Trump que se celebró en Vietnam a finales de febrero, encuentro que
empezó con muchas risas y acabó en un estrepitoso fracaso. Demasiado rápido
parece el ascenso de Hyok Chol, ¿no?. Una hipótesis que aparece sola al leer
esta secuencia de hechos es que, de mientras estaba en Madrid, el entonces
embajador ya era una pieza fundamental de Kim en todo lo relativo a la
nuclearización, y de ser así es obvio que tendría en su poder informaciones de
alto valor, tanto de cara a un proceso negociador como a saber cuál es
realmente el alcance y dimensiones del programa nuclear de aquel país. ¿Era eso
así? ¿Estaban en el chalet de Aravaca algunas de las claves nucleares de Kim?.
El que una operación de
asalto como la comentada se llevase a cabo apenas una semana antes de la cumbre
Kim Trump refuerza esta idea. Los norteamericanos buscaban información de cara
a esa cumbre y a futuras actuaciones, y sospechaban que algo se dejó Hyok Chol
en Madrid. Organizaron un comando y procedieron al asalto en busca de esa
información. La violencia y precipitación de la huida muestra una operación más
bien chapucera, con demasiadas pistas dejadas por el camino. ¿Fruto quizás de
las prisas ante la inminencia de la cumbre? ¿Estaba en Aravaca la información
que buscaban? ¿Tuvo que ver este incidente en el desenlace abrupto de la
cumbre? ¿Qué conexiones reales hay entre Hong Chang, el asaltante, y los
miembros de su banda con la disidencia norcoreana y con la CIA y otros
servicios de espionaje? No me digan que no es apasionante.
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