Sí,
se va a hacer muy duro llegar, sino vivo, cuerdo hasta el final de esta ruidosa
campaña electoral en la que vivimos, donde todo es materia arrojadiza y el
ruido envuelve cualquier noticia. Ya no sólo las falsas, todas están
mediatizadas por la campaña y el nivel de infantilismo sectario que se vive en
los extremos ideológicos está afectando a todo tipo de medios y fuentes.
¿Sobreviviremos a este ambiente irrespirable? Una opción es sumergirse y
escapar de toda información política, pero a los que nos gusta el tema no nos
está permitido hacer eso. Soportar el continuo bombardeo de propaganda al que
nos someten los partidos y sus terminales resulta hastiante. Mucha suerte a los
que, por obligación profesional deben vivir en ese mundo.
Pongamos
el caso de los reales decretos. Sánchez ha dicho que va a gobernar hasta el
último minuto y que aprobará decretos que considera de urgencia en la
Diputación Permanente del Congreso porque su acción de gobierno se extiende
hasta el día de las elecciones. La
mesa de la cámara ha protestado por este uso del Real Decreto y la polémica
está servida. ¿Cuál es la situación real de fondo? La de siempre, la del
enfrentamiento a cara de perro entre PP y PSOE. Me bastan cuatro preguntas y
sus monosilábicas para saber de qué va el asunto y tener una opinión formada al
respecto. ¿Es legal lo que está haciendo el gobierno de Sánchez?. Sí. ¿Hay
precedentes a la hora de actuar de igual manera en un gobierno en funciones
antes de las elecciones?. Sí. (ahora mismo, de mis cuatro lectores, los dos
socialistas están aplaudiendo y los dos peperos juran que no me leerán nunca más).
¿Hay urgencia en las medidas que se aprueban por decreto que justifiquen su
adopción?. No. ¿Son parte de la estrategia electoral y se usan por el gobierno
como meras armas de campaña? Sí. (ahora los lectores votantes socialistas están
muy mosqueados y los peperos se sienten con la revancha cobrada). ¿Qué
conclusión se saca de estas cuatro preguntas y respuestas? Lo que les comentaba
al principio, que en toda carrera electoral no hay nada que no se utilice como
arma, yq eu se vende el interés de estado y las necesidades sociales como
argumento para sacar ventajismo, en este caso desde el poder, y se acusa al que
puede ejercitar de esa palanca de manipulador y falso por parte de los que,
ahora en la oposición, carecen del BOE como herramienta de propaganda
electoral. Si uno entabla no ya un debate sino una mera conversación den
defensores y detractores del asunto de los Reales Decretos acabará cayendo en
apenas unos segundos en una espiral de arguementarios prefabricados desde la
sede de ambos partidos, que son repetidos como mantras por los medios de
comunicación de ambos partidos, y que además de ser falaces, son de una
puerilidad digna de parvulario. Como señalaba en el párrafo introductorio,
quizás la opción más sensata, cuando surja un debate sobre este u otro tema
electoral, sea la de tomar las de Villadiego y salir corriendo, quizás no sólo
metafóricamente, y eludir la bronca. Que sean los muy cafeteros de ambos
partidos los que se enzarcen en una discusión a la que no van a llegar a nada,
porque no van a salir de sus respectivas atalayas, y en el fragor de la batalla
tratar de buscar escapatoria, y si es con otra persona que también trata de
huir, mejor que mejor. Tanto PP como PSOE tienen parte de razón en las excusas
que ofrecen para justificar su comportamiento en este asunto como abusan de
manera torticera y falaz de las herramientas que las instituciones les ofrecen,
a cada uno en el papel que ocupa ahora mismo, para ejercer su política y
protesta. El principal damnificado de esta bronca es, como siempre, la
institución en la que se desarrolla, el Congreso, y la herramienta legislativa
del Real Decreto, que se pensó para ser usada de una manera y es constantemente
utilizada de otra, muy distinta y alejada pro completo del espíritu inicial que
poseía el legislador.
Quizás
lo que acabe sucediendo en la ficticia discusión banderiza que les he descrito
es que los oponentes acaben acordando algo, y sea precisamente atacar a el
quinto personaje, a usted, a este escribiente que duda y no otorga la razón a
ninguno de los dos y que piensa, a la vez, que ambos poseen algo de acierto en sus
posiciones. El melifluo, el acomplejado, que se diría ahora, el tibio, el que
no quiere enfangarse en posiciones sectarias, el que posee un cierto criterio
propio, acertado o no, ese es el peligroso para el que fabrica argumentarios
partidistas, de “conmigo o contra mi”. Mil
veces mejor que yo lo expresaba este Domingo Lucía Méndez en su columna de El
Mundo, admitiendo que tiene complejos, y de lo cuesta arriba que se le ha
puesto el trabajo y la vida. Cuánta razón lleva, cuánto hartazgo nos rodea.
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