Cerca
de dos años se han tardado en conocer las conclusiones llevadas a cabo por el
fiscal especial Robert Mueller sobre el llamado Rusiagate, la presunta trama
mediante la cual Rusia influyó en el devenir de las elecciones americanas de
2016, en las que Trump se alzó con la victoria. Las primeras versiones de su
prolija investigación, llevadas a lo largo de todos estos años con tesón y
constantes presiones de todo tipo, suponen una victoria para Trump y los suyos,
porque para decirlo de manera muy resumida, Muller
encuentra a Trump no culpable de colaboración en esa trama rusa, que no ve
demostrada. Es un gran espaldarazo para el actual presidente y una baza que
juega muy a su favor en el proceso electoral de 2020.
Parece
ser, dado que no he leído los resúmenes que se han publicado del informe, que
Mueller sí considera que se puede acusar a Trump de obstrucción a la justicia,
pero es ese un cargo muy menor respecto a lo que se estaba dirimiendo en el
conjunto de la investigación. Si finalmente el informe completo mantiene estas
conclusiones y espíritu, una de las grandes manchas de la presidencia de Trump
se habrá disuelto y, al menos de manera oficial, nadie le podrá acusar de haber
cometido delitos de lesa gravedad contra la seguridad de su propia nación. Esto
aleja mucho las posibilidades de ejecutar contra él un “impeachment” o proceso
de destitución por parte de las cámaras y consolida el relato del magnate al
menos hasta el año que viene. En ese próximo ejercicio, en noviembre, se
celebrarán las elecciones presidenciales, y nadie duda de que Trump se
presentará a la reelección, y ahora con el aval del informe Mueller en su
haber. Para los demócratas las conclusiones del informe suponen, reitero que
sin saber en detalle el contenido exacto del mismo, un importante varapalo. Una
acusación de colaboración con Rusia hubiera sido letal para las aspiraciones de
Trump, o eso al menos se suponía, y habría dado consistencia legal a las
múltiples acusaciones y rumores que corren por todas partes desde hace años
sobre la buena, privilegiada relación que mantienen Trumo y Putin, dos
personajes muy parecidos no en las formas, pero sí en el fondo de su
comportamiento. Dominados por los intereses personales, amparados por la
presunta defensa de los intereses de su nación, sólo el dinero y el poder es lo
que les mueve, y cuanto más de uno y otro caiga en sus propios bolsillos,
mejor. No creo que nadie cambie la imagen que posee de Trump por el contenido
del informe, pero es evidente que estas conclusiones son un enorme valor de oxígenos
para una presidencia convulsa, polémica, llena de disparates y que, ahora sí,
ve en la reelección de 2020 una posibilidad cierta. La venganza que Trump puede
lanzar desde su boca y medios contra aquellos que le han acusado de conspirar
puede ser épica, y ahora con argumentos legales que le defienden. Quizás la
alianza entre este personaje y el presidente ruso no fuera de tipo político,
sino simple y llanamente comercial, ambos querían forrarse aún más, y las
noticias sobre el presunto proyecto de una torre Trump en Moscú apuntan a
intereses financieros sobre todo. Por eso quizás Mueller no ha encontrado
pruebas de conspiraciones políticas, porque a buen seguro ni Trump esperaba
ganar las elecciones de 2016, que seguro vio como una inmensa campaña de
propaganda de sí mismo y sus empresas. La victoria lo cambió todo y puso los
focos sobre todo lo que hizo, y no, el personaje. Ahora cae una de las mayores
acusaciones que le han perseguido durante estos años.
La
lista de colaboradores de Trump que han pasado por los juzgados y tienen la cárcel
en mente o presta a pisar es larga y densa. Su ex abogado, el jefe de campaña…
pesos pesados de su entorno han ido cayendo como fichas de dominó cuando la
justicia los ha investigado, especialmente por motivos económicos, y muchos
daban por sentado que el informe Mueller iba a ser la vía para acceder a lo más
alto del poder para derribarlo. No parece que vaya a sr así, y cundirá hoy la
decepción entre los que veían en esta investigación fiscal la vía para acabar
con Trump. Ahora las cosas se complican y, para echar a Trump, los demócratas
tendrán que ganarle en las elecciones del año que viene. Y créanme, no será
tarea fácil.
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