viernes, mayo 29, 2020

Arde Minnesota


Las cifras de muertos e infectados por el coronavirus en EEUU siguen creciendo, frenando su aceleración, es cierto, pero siguen incrementándose día a día, alcanzando registros espantosos. Hace un par de días superaron los 100.000 fallecidos en aquella nación, y cada jornada es un suma y sigue de decesos y de enfermos. Cierto es que en los ratios per cápita EEUU está lejos de naciones como, sin ir más lejos, España, que es de las peores del mundo. Aquí superamos ampliamente los quinientos fallecidos por millón de habitantes y allí están justo por encima de los trescientos, pero que nosotros fracasemos entra dentro de lo previsible, mientras que EEUU lo haga no es algo que aparezca en guion alguno.

Desde luego concentrarse en tumultos y algaradas no contribuye a mantener la distancia social. Esta ha sido la tercera noche de disturbios, saqueos e incendios en Minneapolis, capital del norteño estado de Minnesota, una ola de violencia que se está llevando propiedades de todo tipo, hasta comisarías de policía, que son pasto de las llamas provocadas por hordas de enfurecidos protestantes. Lo que allí sucede es el reflejo, una vez más, de la tensión racial que vive ese país. Hace unos días se pudo ver el vídeo de la detención por parte de la policía de la ciudad de un ciudadano negro llamado George Floyd. El vídeo es muy duro. En él se ve a Floyd reducido por los agentes tirado en el suelo, y con el cuello entre la rueda delantera derecha de uno de los coches de la policía y la rodilla de uno de los agentes, que le ahoga sin mostrar consideración alguna. Floyd se queja, pero el agente no hace gesto alguno para aliviar la presión que sufre el cuello de Floyd, y ni quien graba la escena ni nadie alrededor muestra importancia a lo que allí está sucediendo. Pasados unos minutos llega una ambulancia y Floyd es depositado en ella, de manera inerte. No se si para entonces ya está muerto o no, pero lo parece por la forma fofa en la que el cuerpo responde a los zarandeos de los policías que cargan con él. Los agentes son cuatro, todos blancos, y Floyd es negro, y la escena se parece demasiado a otras tantas que hemos visto en las que, sea cual sea el origen del altercado que presenciamos, el final va a terminar en forma de cadáver negro. Tras una primera noche de protestas en las que se vieron los primeros altercados tanto la familia de Floyd como las autoridades de la ciudad llamaron a la calma, y el alcalde decretó la expulsión inmediata del cuerpo de los cuatro agentes, pero esos llamamientos han caído en el saco roto de la frustración, y ahora mismo la ciudad se encuentra en un estado de descontrol total en el que la seguridad no existe. Las autoridades han hecho un llamamiento para que intervenga la guardia nacional y no está claro ni cuándo ni cómo se va a frenar esta ola de violencia en la que ya han surgido los habituales aprovechados que, a río revuelto, asaltan supermercados y comercios de todo tipo para apropiarse de sus pertenencias, en un tipo de escenas de violencia máxima que, lamentablemente, son bastante habituales en aquel país. Mucho se van a tener que esforzar las fuerzas de seguridad y, sobre todo, los representantes de la comunidad negra, para que las aguas vuelvan a su cauce, antes de que se produzca algún tipo de incidente que suponga pérdida de nuevas vidas. Por lo poco que he podido ver la familia de Floyd está desde el principio tratando de contribuir a la calma, consciente de que lo que podía suceder en Minneapolis es lo que ya pasó en otras ciudades ante hechos similares, pero por ahora sus voces no se escuchan entre el ruido y la furia desatadas en aquella ciudad.

Cada poco tiempo EEUU muestra ramalazos de violencia impropios de una sociedad moderna, en los que la brutalidad policial y la discriminación racial son constantes. Desde la presidencia del país, bajo distintas administraciones, se ha tratado de buscar solución a estos problemas, pero no se ha encontrado, y no tengo dudas que bajo el actual designio de Trump no se hará nada al respecto. El virus de la violencia y el racismo tiene sus propias dinámicas, y también necesita vacunas de las que no está claro de si disponemos. La semana pasada, en el estado de Minnesota, se infectaban cada día cerca de ochocientos ciudadanos y morían una treintena por el coronavirus

jueves, mayo 28, 2020

Cierra Nissan en Barcelona


A medida que los datos sanitarios del coronavirus empiezan a aflojar, o al menos a entrar en una senda de contención que depende de nuestro comportamiento, la crisis económica asociada empieza a adquirir una dimensión equivalente a la del desastre vital que hemos pasado. Nada de todo eso parece ser relevante para nuestros representantes políticos, desgobiernen o no, que ayer volvieron a ofrecer otro lamentable espectáculo en el Congreso, muy interesados los unos en eliminar las voces críticas en las instituciones que rigen como si contaran con mayoría absoluta y muy centrados los otros en el ruido para poder obtener un posible rédito electoral en futuras y sombrías elecciones. Nada de todos ellos vendrá en nuestra ayuda.

Era una noticia ya comentada por varios medios desde hace días, pero en la noche de ayer se hizo oficial. Nissan anunció el cierre de su planta en Barcelona, una factoría de montaje de vehículos de tamaño medio, que da trabajo directo a unas tres mil personas e indirecto a muchos más, piense usted en algunas decenas de miles, con motivo de la reestructuración global que la compañía ha puesto en marcha para afrontar las bajadas de las ventas que ya se venían produciendo desde el año pasado y que este pueden ser apoteósicas. Los efectos de la crisis del coronavirus van a ser enormes, no sólo por el hecho de que durante algunos meses tanto la oferta como la demanda productiva han estado paralizadas, que también, sino sobre todo por el destrozo que ha generado a las cadenas internacionales de valor y suministro, que han quedado muy tocadas, y la sensación global que se ha creado de que es necesario reducir la dimensión de estas cadenas para no quedar atrapados en cuellos de botella como los que se han visto por la brutal sobredependencia de algunos productores, como es el caso de China. Las presiones para que los fabricantes globales trasladen parte de su producción a sus países matrices, o que al menos deslocalicen menos sus procesos puede generar que no sólo naciones como el gigante asiático mencionado y aledaños sufran por el cambio de estructuras. Países como el nuestro, en el que la automoción supone un porcentaje del PIB algo superior al 10%, donde tenemos plantas de montaje de un montón de productores globales, y donde no tenemos un solo productor que sea nacional, quedan expuestos a que otras naciones donde si radican esos productores puedan cambiar procesos y eso se traduzca en pérdidas de empleos en España. El caso de Nissan es el primero, pero puede que no sea el último. Son muchas las voces en Francia que hablan de condicionar las ayudas a los fabricantes galos (Renault y PSA) a cambio de que plantas sitas en otros países vuelvan a la casa gabacha, y movimientos de ese tipo se pueden dar en otras naciones, que sí poseen productores propios. A favor nuestro se encuentra el factor de que las plantas españolas son de las más eficientes y rentables del mundo, fruto de años de trabajo e inversión, y de responsable colaboración entre trabajadores, empresarios, sindicatos y autoridades, que saben lo estratégicas que son. También influye a futuro el hecho de que una planta de coches de las grandes (PSA en Vigo y Figueruelas, Renault en Palencia Valladolid, Ford en Almusafes, Volkswagen en Landaben,etc) es un complejo de producción de tales dimensiones, físicas y financieras, que ni se puede mover de un día o año para otro, y que decisiones estratégicas de largo plazo ofrecen tiempo para plantear alternativas y opciones. Pero a nadie se le escapa que lo que ha provocado el coronavirus es un terremoto global que puede alterar, modificar o acelerar decisiones y tendencias que ya existían en los distintos sectores. El mundo post covid va a ser diferente a lo que conocíamos, y no sólo en temas visibles como el de la mascarilla. Las implicaciones van a ser enormes.

Para el área industrial de zona franca de Barcelona, donde Nissan era el jugador pequeño frente al gigante SEAT de Martorell, el golpe que provoca el cierre de la planta japonesa no es menor, ni mucho menos, y abre una espita a la incertidumbre futura que no es buena para nadie. Y todo ello en medio de un panorama política nacional y regional de una alta inestabilidad en el que las prioridades futuras pasan por los desvaríos nacionalistas, a los que lo que menos les importa es el empleo y el bienestar de las personas. Hoy varios miles de trabajadores del sector y dependientes de él se levantan angustiados. ¿qué respuestas obtendrán de políticos que siguen ensimismados con repúblicas falaces?

miércoles, mayo 27, 2020

Cumplir, o no, el confinamiento


A medida que las curvas del coronavirus van bajando en intensidad y virulencia se relajan las medidas de confinamiento y, si se fijan, crecen las protestas en las sociedades que están sometidas a estas duras medidas de restricción. En esto los países asiáticos nos llevan una notable ventaja, tanto por su sentido de la disciplina como por el miedo que le tienen a no respectar medidas impuestas desde el gobierno. Ello provoca que allí las curvas no sólo se aplanen, sino que alcanzan valores de cero en infectados y fallecidos, mientras que en occidente estamos llegando a estadios mínimos, pero no nulos, en ambas variables.

Sobre el cumplimiento de la fase dura del confinamiento en España he de reconocer que hemos sido bastante estrictos y que, salvo alguna excepción como la del ya exalcalde de Badalona, autoridades y población en general hemos llevado a cabo un encierro casi absoluto en las semanas en las que era requisito estar enjaulado en casa para cortar la propagación del virus. Ahora mismo en Reino Unido, país en el que las cifras de contagio y fallecidos siguen siendo elevadas, se enfrentan a una agria polémica por la ruptura de ese confinamiento por parte de un personaje público y nos muestran lo que hubiera pasado aquí y la bronca que tendríamos de encontrarnos ante una situación similar (sí, más bronca aún de la que ya padecemos). Se llama Dominic Cummings el gran asesor de Borish Johnson el personaje que está en medio del escándalo, que cogió su coche y se llevó a su hijo a casa de sus abuelos, a cuatrocientos kilómetros al norte de Londres, en medio de lo más duro del encierro. Desde que se ha sabido la noticia Cummings trata de defenderse, justificando su comportamiento en la actitud inexcusable que, como padre, tenía ante la salvaguardia de la salud de su hijo, pero hay una bronca intensa en el país sobre lo sucedido y las encuestas señalan que la mayor parte de la opinión pública no ve con buenos ojos lo que este señor ha hecho. Y ojo, porque Cummings no es un señor cualquiera. No tiene cartera ministerial, pero puede que, desde hace unos cuatro años, sea el personaje con mayor capacidad de influencia en el poder en todo aquel país. Ideólogo profundo del Brexit, ha sido la sombra de Johnsosn y de los baluartes conservadores desde la campaña del referéndum y se le ha calificado tanto de genio brillante como de auténtico Rasputín. De formas duras, calificado como asocial, posee una visión del país y la sociedad que pocos comparten pero que ha llegado a condicionar a la nación en la que reside de una manera que es difícil de medir, pero que es imposible de evitar. Envuelto en anteriores escándalos, como el de Cambridge Analytica y la manipulación de redes sociales de cara a la campaña del referéndum del Brexit (Benedict Cumberbatch le interpretó en la miniserie que se hizo al respecto) Cummings acapara más poder real en aquel país que muchos de los que ocupan carteras ministeriales, y también tiene enemigos poderosos, que ha ido creando a lo largo de unos años de desplantes y desprecios generalizados a los que no comparten su visión y manera de hacer las cosas. Echarle sería para Johnson renunciar a una de sus mayores influencias y consejeros, pero con más de treinta mil muertos encima de la mesa, la posición del gran Dominic no deja de deteriorarse. Veremos a ver si saltarse el confinamiento se lo lleva por delante o no.

En contraste a esa actitud laxa ante el encierro, tenemos el rigor de Mark Rutte, primer ministro de Países Bajos, ese señor alto de gafas que siempre se opone a las transferencias de fondos de las naciones del norte europea a las del sur. Durante la pandemia ha muerto su madre, pero Rutte ha sido disciplinado y, como el resto de ciudadanos de su país, no ha podido ni organizar ni acudir a ningún tipo de entierro ni se ha podido despedir de ella antes de que falleciera. Mediante la cruel vía que esta enfermedad ha mostrado, Rutte ha sido de los que no ha podido ni escenificar su duelo ante la pérdida de un ser querido, como tantos miles de personas en todas partes. Aquí el gobernante ha padecido el mismo trauma que sus gobernados, no lo ha eludido, y merece la pena ser destacado

martes, mayo 26, 2020

Datos mal contados


En mi trabajo manejar datos es el pan nuestro de cada día, y los que los generan son organismos del estado y las CCAA, que desarrollan proyectos y cofinancian ayudas en las que participan los fondos estructurales de la UE. Para llevar la gestión de todos los proyectos hay una aplicación informática en la que todo el mundo tiene que volcar los datos, con unos formatos y campos predeterminados, que fuerza a todos a hacerlo de una manera homogénea, de tal manera que los euros de unos y de otros se puedan sumar cuando se refieren a lo mismo. Aun así, hay grandes discrepancias entre los organismos sobre ciertas cuestiones y el sistema sueles estar en permanente revisión con vistas a mejorar.

No les voy a engañar que, al menos un poco, entendí a Fernando Simón ayer cuando explicaba el inexplicable hecho de que los datos de la pandemia del día mostraban una revisión profunda de las cifras y, nada menos, la resurrección de casi dos mil fallecidos que se habían dado por tales en días anteriores, especialmente en Cataluña, pero no sólo. Siempre es mejor que los muertos bajen a que aumenten, pero no parece muy lógico que puedan resucitar, y escuchar sus explicaciones me retrotraía a discusiones eternas de mi oficina sobre cómo contabilizar ciertas cosas, sobre las, al menos, diecinueve opiniones, una por cada CCAA, sobre criterios a seguir a la hora de tratar determinados datos y lo que cuesta establecer criterios comunes que sean seguidos por todos. En nuestro caso, además, existen unos reglamentos comunitarios que sirven de marco a la gestión de todos los países que obligan a que haya un mínimo común denominador de datos comparables tanto aquí como en Bélgica o Austria o cualquiera de las naciones que conformamos la UE. Muchas veces es esta reglamentación común la que nos sirve de base fuerza para encauzar los criterios de las CCAA, y resulta evidente que ante el problema de la gestión de la información de la pandemia no hay ni una autoridad superior internacional que dicte un criterio ni el Ministerio de Sanidad ha sido capaz de establecer una forma de contabilización de la información que sea utilizada por todas las CCAA de manera estandarizada. Ese proceso de unificación se está haciendo sobre la marcha, apresuradamente, puliéndolo cuando hay tiempo y los organismos regionales encargados de la recogida y gestión de los datos son capaces de ello, y es evidente que hay disfunciones de todo tipo, la más llamativa de las cuales es la múltiple resurrección de almas vivida ayer, que deja los milagros bíblicos convertidos en baratijas. Una muestra de hasta qué punto ahora mismo la gestión de los datos de la pandemia está descontrolada es que la web del Instituto Carlos III que recoge los datos desagregados está sin ser actualizada desde las cero horas del 21 de mayo, el pasado jueves, hace ya cinco días. Desde esa web se pueden descargar archivos csv para poder ser tratados en los que diariamente se recoge la evolución, por CCAA, de variables como las de infectados detectados por PCR, hospitalizados, ingresos en UCI o fallecidos, entre otras, y se pueden generar series históricas de lo que uno desee analizar. Lo que ayer explicó Simón supone la ruptura, nuevamente, de la coherencia temporal de los datos que se recogen en esa web, y es de esperar que un día de estos, a saber cuándo, se reconstruyan los datos para reflejar las resurrecciones que ayer se anunciaron, pero lo cierto es que a día y hora de hoy, martes 26 de mayo, no se puede hacer ningún tipo de estudio fiable para ver cómo evoluciona la pandemia en el trascendente momento de la desescalada, lo que no es sólo inconcebible, sino también peligroso.

Es por ello que no sólo éste humilde escribidor, que realiza análisis de juguete con esos datos, muestra su enfado y desesperación ante lo que ve, sino que todos los profesionales que están tratando de encontrar en esos datos información relevante de lo que sucede con la pandemia están sumidos en la desesperación, y buena muestra de ello es la crónica diaria de Kiko Llaneras, que ayer mostraba la impotencia más absoluta. Vivimos tiempos de big data, en los que no se cesa de repetir el mantra de que los datos lo son todo, y en medio de esas verdades aún no somos capaces de contabilizar con precisión las víctimas de esta tragedia que nos asola.

lunes, mayo 25, 2020

Comprar libros


Me encanta comprar libros, lo hago en exceso y me gusta tener varios ejemplares en cola en casa, esperándome, sabiendo que cuando acaba el que está en mis manos habrá otros, y luego otro, apenas a unos metros para tener lectura. No soy así en el resto de cosas. Voy a la compra de comida por obligación, a sabiendas de que es necesaria, pero sin el más mínimo interés, sólo con la idea de reponer lo necesario en el armario en el que deposito las cosas, y no les cuento las compras de cosas como ropa o similares, que son algo a lo que me veo forzado cuando no me queda otra opción, no ya sin disfrute, no, sino con cierto padecimiento.

Este viernes por la tarde fui a comprar libros, cosa que no hacía desde el viernes 6 de marzo, cuando la amenaza del virus ya estaba presente en todas partes menos en las mesas de los que podían tomar decisiones al respecto. Terminé el stock de libros pendientes de lectura en casa a las dos semanas de confinamiento y desde entonces he releído algo, no mucho, pero sin que nada nuevo entrara en mis estantes. Pensé en recurrir al comercio electrónico, pero en vista del desastre económico que atenaza a todos los negocios, y ni les cuento a las librerías, opté por esperar a que fuera posible acudir a ellas y darles unos pocos euros, que a buen seguro les serán muy necesarios. Salí de casa por la tarde, con un calor de verano, enmascarillado, y acudí al metro, que no utilizaba desde hacía dos meses, para ir camino al centro y visitar allí dos establecimientos donde poder comprar. El viaje en metro no fue anómalo, si se entiende como tal un desplazamiento en el que, viernes tarde, los vagones estaban poco concurridos y sin que ningún rostro estuviera separado de su mascarilla, en una imagen de nueva normalidad que sólo sirve para añorar el pasado de hace unos meses, que ahora nos parece la gloria. El centro ofrecía una imagen similar a la del metro, más vacío aún si cabe, con muy poca gente andando por las estrechas aceras de las callejuelas de Malasaña bajo un sol de puro verano, y todos con el rostro semicubierto, del que ahora sólo los ojos son expresión de algo humano, estando embozado todo lo demás. Mi idea era la de visitar dos librerías pequeñas, una especializada en temas económicos y otra de esas modernas y acogedoras que abrieron hace unos años en las que el bar es tan importante como las propias estanterías. Son negocios que visito de manera esporádica, tres o cuatro veces al año, dado que mis compras fundamentales las suelo hacer en las grandes librerías que hay en el entorno de Callao Gran Vía, pero sí que, cuando llega la feria del libro, las casetas de estos dos establecimientos son de visita obligada y compra segura. Este año no hay feria del libro, se programó para que empezase este próximo viernes 29, pero es otro de esos eventos a los que el coronavius ha puesto en hibernación, y su ausencia es una tragedia para las pequeñas librerías, que en esas dos semanas de casetas en el Retiro logran facturaciones que pueden suponer tranquilamente una cuarta parte de todo su ingreso anual. No son pocas las librerías que, ya antes de esta tragedia, vivían justas de ingresos y tenían un panorama oscuro. Tras el paso de esta peste moderna muchas, junto a otro tipo de negocios, cerrarán, incapaces de lograr unas ventas que cubran sus pérdidas. El sector va a quedar laminados y años de esfuerzo y entrega por parte de libreros enamorados de su oficio pueden acabar convertidos en un “Se Vende / Se Alquila” que es como el “The End” de un comercio.

Hice mi recorrido por las tiendas y compré unos títulos, cinco, tampoco hice nada exagerado, y estuve hablando con los que llevan los negocios. Todos mostraban su alivio por estar sanos y que su entorno también lo estaba, y lo preocupados que están por la crisis económica que se está generando y cómo van a poder capearla. Incertidumbre, dudas, temores, eran los sentimientos unánimes que salían en cada frase. Todos tenían la intención de seguir levantando la persiana hasta que no pudieran más, pero no sabían si iban a ser capaces de aguantar mucho o poco. Me da que esa es la inquietud que vive en el alma de millones de pequeños negocios y empresas de nuestro país, a los que el virus ha robado la primavera, el futuro, la cuenta corriente y todo lo que uno quiera imaginar. Compremos en ellos, es lo que necesitan para poder sobrevivir.

viernes, mayo 22, 2020

Nadia, sola


Ayer por la tarde Nadia habló, y demostró tener valor y principios, mucho más que sus jefes. En una reunión telemática en la que participaba el vicepresidente de la Comisión Europea, dijo que la reforma laboral en estos momentos es absurda y contraproducente, y dejó una frase para la historia que todos los políticos y cargos públicos tendrían que tener grabada en piedra a la entrada de sus despachos y, sobre todo, en la nómina que reciben cada mes. “estamos aquí para resolver problemas en lugar de crearlos”. No se puede decir de una manera más breve y profunda cuál debe ser la labor de un cargo público y, sobre todo, lo que no debe hacer nunca.

Todo esto llegó después de veinticuatro horas de desmadre en el que el gobierno se ha metido solo al firmar con Bildu un pacto el miércoles, que mantuvo oculto hasta después de la votación del estado de alarma, en el que se comprometía a la derogación urgente y total de la reforma laboral a cambio de la abstención de los filoetarras en la votación de la prórroga del estado de alarma. Un compromiso absurdo en un escrito que no era necesario en lo más mínimo para sacar adelante esa prórroga, una vez amarrados los votos del PNV y Ciudadanos, que logró soliviantar a todas las formaciones políticas y que obligó al PSOE a emitir casi al borde de la media noche del miércoles una nota en la que corregía parte de lo aprobado, sin que ello fuera tenido en cuenta por la mañana del jueves por parte de un engreído Pablo Iglesias y de un crecido Arnaldo Otegui, que exigían el cumplimiento íntegro de lo realmente firmado. Todo es un desastre absoluto, en forma y fondo (da vergüenza ajena leer el contenido expreso del documento, redactado de una manera tan cutre que no superaría un examen de lengua de EGB) y que ha generado una enorme marejada en todas partes, desde las directamente implicadas hasta cualquier que uno pueda imaginar. La CEOE decidió ayer levantarse de la mesa del diálogo social al considerarse, en toda lógica, no sólo ninguneada, sino más bien expulsada de un foro que carece de sentido. Los sindicatos, más comprensivos con el gobierno, no daban crédito a la manera oscura con la que se había pactado algo tan relevante y que se les había ocultado por completo, y así una cascada de reacciones en las que la incredulidad iba de la mano del enojo. Lo más divertido es que parece que casi nadie del propio gobierno sabía qué es lo que se estaba tramando en el Congreso, y que una vez que se hizo público este acuerdo relevantes ministros empezaron a aporrear puertas para saber quién había sido el responsable de semejante disparate. A lo largo del día de ayer Moncloa, donde la inteligencia parece que hace tiempo desapareció, fue transmitiendo mensajes que parecían hacer entender que era consciente del desastre que se había organizado y empezó a dirigir las culpas de lo sucedido al grupo parlamentario socialista, y concretamente a la figura de Adriana Lastra, portavoz en el Congreso, ariete de incisivo, amante del trazo grueso y del enfrentamiento, a la que un trazo grueso no le va a faltar nunca en sus intervenciones plenarias. ¿Acabarán forzando su cese tras lo sucedido? Es lo mínimo que debieran hacer, y hasta el periódico del gobierno reclama que se actúe así, pero no confíen en ello.

Lo cierto es que Sánchez ha vuelto a traicionar su palabra, cuando repitió una y mil veces que no pactaría con Bildu, demostrando que sus declaraciones tienen menos valor que el papel en el que están impresas, y que sus incumplimientos son totales. En medio de una crisis sanitaria devastadora, que aún no ha terminado, y de una crisis económica que probablemente sea del mismo calado, el gobierno se dedica a florituras con aquellos que, un día antes, callaron mientras sus cachorros atacaban la casa de Idoia Mendía, responsable socialista del País Vasco. En fin, ayer Nadia Calviño demostró tener muchos más arrestos que la tropa de incompetentes machos alfa que se disputan el poder en una Moncloa enfangada.

jueves, mayo 21, 2020

Escraches, nunca


Creo que fue en Argentina, aunque puedo estar equivocado, donde surgió la práctica del escrache, esa concentración de protesta que acosa a los políticos y, en general, a quien sea, en sus hogares. Se trata de una manera de protestar que traspasa todos los límites morales y que lleva el conflicto político a las habitaciones privadas de las personas y de sus allegados. Los hijos, las parejas de los políticos ven cómo su intimidad resulta asaltada por pancartas, gritos, proclamas y todo tipo de mensajes de ataque. Nadie tiene derecho a hacer algo semejante ante nadie.

En España esta táctica de protesta llegó con la crisis económica de 2008 y todo su derrumbe posterior. No afectó al gobierno del PSOE, que cayó en 2001, y sí al de PP, que hasta 2013 vio como la economía seguía sumiéndose en un pozo depresivo aparentemente sin fondo. Alentada por plataformas ciudadanas en un principio, como la de los antidesahucios, de donde surgirían figuras como Ada Colau, el escrache apareció en nuestros medios de comunicación como palabra y forma de actuar de la mano de Podemos, casi al poco de nacer la formación política. Sus dirigentes, peronistas de forma y fondo, trasladaron el estilo que se llevaba en las calles argentinas a las nuestras, y realizaron actos de acoso ante las viviendas de algunos de los entonces dirigentes del gobierno. Especialmente llamativo fue el que sufrió la que era vicepresidenta, Soraya Sánez de Santamaría. Por aquel entonces Iglesias calificaba aquellos actos de “jarabe democrático” y no sólo los respaldaba, sino que los alentaba. Nunca dudé en denunciar semejantes horrores y a quienes los desarrollaban, lo que me costó no pocas críticas. Varios años después, y en medio de la desolación social y económica que está provocando la maldita pandemia, esta semana hemos visto actos equivalentes contra algunos de los mismos que los alentaron en el pasado. Jaleados por Vox, sin que públicamente sus dirigentes lo reconozcan, algunas personas han acudido a manifestarse y a hacer presión ante el chalet en el que ahora reside Pablo Iglesias y familia, a quienes la vida no les ha tratado nada mal estos años, y otras figuras del gobierno, como el Ministro de Fomento José Luis Ábalos se han visto en las mismas, con grupos de personas criticándoles y coreando consignas gruesas a las puertas de sus viviendas. Si era infame hacer semejantes actos ante políticos del PP, también lo es hacerlo frente a políticos del PSOE o Podemos. Si era condenable entonces también lo es ahora. Si entonces se trataba de una indigna manera de manifestarse y un auténtico ejercicio del acoso por parte de quienes a esos domicilios se dirigían ahora se puede, y se debe, decir lo mismo. Iglesias alentó una manera infame de manifestarse que ahora se le vuelve en su contra, pero era tan criticable cuando él la ejercía como cuando él la sufre. La vida privada de las personas es de ellas, de los suyos, y de nadie más. La casa, el piso, el lugar en el que uno vive con las personas queridas es un refugio personal, es un lugar de intimidad, y no hay motivo ni justificación para que sea invadido, presionado, asediado por huestes de ningún tipo. Nada justifica los escraches, nadie puede llevarlos a cabo y nadie debe sufrirlos. Es así de simple y sencillo. No es tan difícil escribirlo, decirlo y ejercitarlo. No, nadie, nunca.

Lo sucedido en estos días al respecto de esta práctica, que me niego a llamar política, refuerza mi teoría, compartida por mi mismo y poco más, que las diferencias ideológicas de Podemos y Vox son realmente escasas. Ambos visten ropajes que se expresan, presuntamente, de convicciones políticas antagónicas pero, en el fondo, sólo transmiten una posición totalitaria, de tal manera que cada uno de ellos se cree poseer la verdad absoluta y todos los demás no son sino encarnaciones del mal que deben ser perseguidas. Vox y Podemos son pulsiones extremistas que yacen larvadas en todas las sociedades, y que momentos extremos de crisis, como las vividas en el pasado o esta, exacerban. Y esas pulsiones pueden acabar contaminando todo el tejido político. Ese es uno de los mayores peligros. No caigamos en él.

miércoles, mayo 20, 2020

Ciudadanos en la encrucijada


A medida que Sánchez ha ido prorrogando los estados de alarma se ha visto la enorme debilidad parlamentaria que lo sostiene. Actúa Sánchez con las formas y aspectos de presidente absoluto, pero cada votación en el Congreso muestra que conseguir la mayoría absoluta necesita un esfuerzo enorme, y que nada está garantizado. Sus presuntos socios, compañías tan poco aconsejables como Esquerra, le dejan tirado a las primeras de cambio y muestran que Sánchez es para ellos poco más que un tonto útil para poder exprimir a voluntad. Esto exige que la fábrica de propaganda de Moncloa cada vez se esfuerce más para ocultar lo obvio.

En la sesión del Congreso de hoy la prórroga que va a salir es de quince días, no el mes deseado por Sánchez, y gracias nuevamente al voto de Ciudadanos, un partido que arriesga mucho con esta posición pero que repite apoyo, como lo hizo ya hace dos semanas. De la mano de Arrimadas Ciudadanos ha adquirido un perfil distinto y se muestra como un partido pactista, que es por cierto para lo que nació, y desde la pequeña posición que ocupa en el Congreso, fruto de su desastre electoral de noviembre del año pasado, busca sacar un rendimiento a sus escaños. Lo cierto es que la posición de los naranjas es bastante incómoda. Por un lado saben que acordar con el gobierno medidas económicas de urgencia y mantener el estado de alarma mientras la movilidad deba estar restringida es algo necesario para el bien común de todo el país, pero a la vez corren el riesgo de que, pasada la alarma, Sánchez y los suyos vuelvan a dejar el sentido común en la cuneta y retomen las conversaciones con los independentistas catalanes para tratar de acordar todo tipo de cosas ilegales. Jugar en medio de dos orillas es un juego peligroso, porque al final quedas lejos de ambas y corres el riesgo de que desde todos lados te miren mal, pero creo que Ciudadanos está haciendo lo que debe hacer. Hace ahora un año, sólo un año que parece un siglo, con un resultado electoral excelente en abril, el Ciudadanos de Rivera erró de estrategia. Quizás el PSOE no quiso nunca pactar con él, pero se equivocó el dirigente naranja al no ofrecerse y dejar en evidencia la estrategia socialista. A Rivera se le abrió la posibilidad de superar al PP y eso le obnubiló, le llevó a soñar con un sorpasso en la derecha que era tan difícil como ilógico, pero en ello empeñó sus fuerzas. En la repetición electoral Ciudadanos sufrió una sangría espectacular, rivera se fue, y Arrimadas se ha hecho con el control de una formación famélica en el Congreso, pero que tiene que lograr dar valor a su apenas decena de escaños. Desde el acuerdo de hace dos semanas han sido muchas las críticas que se han lanzado sobre Arrimadas, la mayoría de ellas, como siempre, de personajes y sectores que nunca irían a votarla, hiciera lo que hiciese, pero también ha habido críticas internas, con la renuncia de caras muy visibles de la formación, como Juan Carlos Giraulta hace unas semanas y ayer mismo Marcos de Quinto, tras el acuerdo que hoy refrendará en su última votación como diputado. Sin duda esto debe ser duro para Arrimadas y su equipo, pero la política no es amable, sino una descarnada lucha por el poder, donde priman los intereses particulares y poco más. El cinismo vive a sus anchas en las dirigencias de los partidos, y esto es algo que todos debiéramos tener muy claro.

¿Saldrá beneficiado Ciudadanos, política y electoralmente, de estos movimientos? Es difícil saberlo, pero en el estado de semiruina en el que se encuentra poco importa empeorar un poco más. Es cruel este país, en el que la sociedad demanda constantemente pactos y acuerdos, pero que a la vez critica con saña a quienes a entendimiento llegan. Arrimadas está demostrando ser valiente y jugar de manera arriesgada. Cierto que eso no le garantiza recompensa futura, pero tampoco lo haría quizás en caso de mantenerse enquistada en sus posiciones. En todo caso, siendo la única mujer dirigente de un partido nacional, está demostrando tener bastante más “huevos” que muchos de los que junto a ella se sientan en el Congreso, y eso ya es mucho decir.

martes, mayo 19, 2020

Macron y Merkel mueven Europa


Ayer fue un día de grandes ganancias en los mercados financieros, cosa que es de agradecer en medio de este panorama. Las bolsas globales subieron con fuerza y las primas periféricas europeas cayeron. En lo que hace al Ibex remontó algo más del 4%, en medio de un sentimiento global optimista ante los inicios de la desescalada en muchos países, alentado aún más por las noticias de que algunos experimentos con vacunas, en este caso norteamericanas, son alentadores. Recuerden que lo que hoy son buenas noticias mañana pueden ser dudas, por lo que deben ser vistas con prudencia, pero a algo hay que agarrarse en medio de la tormenta.

Lo más importante de ayer, en lo económico y lo político, fue el acuerdo presentado por Merkel y Macron para crear un fondo europeo de reconstrucción de ámbito europeo, dotado con 500.000 millones de euros, que sería un complemento del presupuesto comunitario, que se gestionaría desde Bruselas, que se financiaría con deuda emitida por parte de las instituciones europeas y se dirigiría a apoya a las naciones más castigadas, entre ellas España, centrado en las áreas sanitarias, medioambientales y turísticas, entre otras. Lo que escenificaron ayer los dos principales dirigentes de la UE fue el acuerdo para crear un instrumento, la iniciativa política que lo va a respaldar, y que abre las puertas a que el conjunto de la UE lo haga. Cierto es que hasta que se produzca el acuerdo definitivo puede pasar tiempo y las cosas que ayer se dijeron, expresadas en una decisión comunitaria, pueden ser distintas, pero como decía refiriéndome a las subidas de la bolsa, es algo a lo que agarrarse en tiempos de zozobra. La iniciativa es distinta a otras ya presentadas y conocidas, sobre todo porque en ella se habla de transferencias, no préstamos, y se abre por primea vez la opción de emisión de deuda conjunta europea, que no computaría como deuda nacional de ningún país en concreto. Reitero, falta pulir los detalles, que siempre son delicados, pero lo de ayer fue lo más parecido que creo que vamos a ver a la creación de los famosos coronabonos, y eso es ya por sí mismo un gran avance. Un enorme avance. También se indica en el acuerdo que esas transferencias de dinero estarán acompañadas no exactamente de una condicionalidad, pero sí de la necesidad de que el estado receptor realice reformas y ajustes en sus economías, por lo que en este caso no estaríamos hablando de rescate propiamente dicho, como sí lo sería el recurrir al MEDE, pero en todo caso quien de estos recursos haga uso no podrá hacerlo libremente, porque se verá sujeto a una supervisión. Y es lógico, porque eso también supone la corresponsabilidad que tanto se demanda por parte de las naciones económicamente débiles, que necesitan recursos. Si te falta dinero y alguien te lo va a dar o dejar (no es lo mismo obviamente) el que te lo cede tiene derecho a condicionar para qué te lo da y cómo lo vas a emplear. Países como el nuestro o Italia, poseedores de cuentas públicas muy debilitadas, que empezaron este año con grandes niveles de deuda y déficit, se encuentran de bruces con una crisis devastadora que les va a descalabrar todos sus presupuestos y elevar los niveles de deuda hasta cifras estratosféricas, inasumibles. Las acciones de compra desplegadas por el BCE y el soporte de instrumentos como el MEDE pueden servir a corto plazo para dar un respiro a estas economías y permitirles afrontar los gastos de emergencia, pero carecen, carecemos, del músculo necesario para afrontar la reconstrucción sin una disciplina fiscal y unos recursos ausentes. Y ahí la presencia de este fondo puede resultar decisiva.

Una muestra de qué países están en condiciones de poder afrontar la crisis en solitario es la noticia conocida ayer de que lo puesto encima de la mesa por Alemania para sus empresas supone la mitad del volumen de las ayudas otorgadas en el conjunto de la UE. Es evidente que, pongamos España, no es capaz de hacer un esfuerzo ni siquiera comparable, y claro, eso penaliza aún más a las empresas españolas respecto a las alemanas. El acuerdo de ayer es un primer paso, y muy importante, en el camino de la creación de una integración fiscal europea y, si me apuran, movido por el optimismo, de un tesoro europeo. Pero no nos ceguemos, es necesario que en casa, como señaló ayer el gobernador del Banco de España, ajustemos las cuentas públicas a riesgo de que de poco sirva lo que desde fuera nos puedan dar.

lunes, mayo 18, 2020

Cacerolas


A lo largo del puente capitalino se han extendido las protestas, vía cacerolas desde los balcones o con aglomeraciones en la calle, contra la gestión del gobierno de la crisis del coronavirus. Lo que empezó como un hecho pintoresco en una zona muy rica del rico barrio madrileño de Salamanca ha ido creciendo a lo largo de la capital y otras ciudades españolas. Todas esas concentraciones tienen un tono y estética similar, fácilmente identificable, y alentado sin disimulo por una formación política, de logo verde y nada ecologista, que ya ha dejado claro que quiere que se celebren y las apoyan.

La gestión del gobierno de la crisis sanitaria es mala, muy mala. A día de hoy seguimos en cabeza mundial en la ratio de infectados por millón de habitantes y, lo que es más relevante, somos el segundo país del mundo, tras Bélgica, en lo que hace a muertos registrados por ese mismo millón de habitantes. No hace falta ideologías, sino apenas un par de números, para constatar el fracaso del gobierno en su manera de afrontar un enorme problema que le ha pasado por encima y le ha dejado laminado. Pero en eso, en el fracaso, no está sólo el gobierno nacional. Más de la mitad de los fallecidos en esta tragedia corresponden a residencias de ancianos, lugares de reposo y cuidado que esta pandemia ha transformado en centros de muerte, en los que el virus ha circulado sin control alguno y donde el personal que ahí trabaja ha sido abandonado por completo, no digamos los residentes. La gestión de esas residencias corresponde a las Comunidades Autónomas, y ahí las tenemos de todos los colores políticos, desde las gestionadas por partidos nacionales, con o sin coalición, a las que están regidas por partidos nacionalistas, más o menos independentistas. A todos ellos se les llena la boca al hablar de los éxitos de su trabajo contra el virus pero niegan cualquier responsabilidad en la gestión residencial que les toca, más o menos como hace el gobierno nacional, presumiendo de lo que quiere y le beneficia pero ocultando todo en lo que ha sido negligente. Y es que para alcanzar un desastre de muertos por millón como el que hemos alcanzado, les recuerdo que a día de hoy el segundo peor registro del mundo, muchas cosas tienen que salir mal y el fracaso ha debido ser generalizado. A la mala suerte de que los brotes se hayan exacerbado en las ciudades más populosas y conectadas del país se han juntado todos los despropósitos de la mala gestión política, que no ha entendido de colores e ideologías, y que ha fracasado con estrépito allá donde uno quiera mirar. ¿Hay excepciones? Sí, pero pocas. Algunas Comunidades Autónomas como Asturias o Murcia, y en general las geográficamente periféricas, pueden mirarse como exitosas, pero es cierto que tuvieron brotes mucho menores y por ello más fáciles de controlar. De entre las que ya vivieron disparos del virus de alta intensidad quizás sea Castilla y León la única que ha afrontado todo esto con serenidad, no pudiendo evitar en todo caso el desastre residencial, que le ha golpeado de una manera brutal en provincias como Soria o Segovia. Las dos grandes Comunidades, Madrid y Cataluña, rivalizan en errores asistenciales, metodológicos y de recuento, pese a que los medios sólo pongan el foco en lo que se hace en la región en la que se encuentra la capital, y junto al gobierno nacional son el principal exponente de fracaso en esta crisis. Una mínima reflexión de los tres gestores de esas autoridades les llevaría a la renuncia de sus cargos y a pedir perdón por lo hecho, y sobre todo por lo no hecho, pero es más probable que resucite algún fallecido de coronavirus que un político pida perdón y se vaya por su mala gestión.

Si era una irresponsabilidad manifestarse el 8 de marzo, con el virus expandiéndose, lo es hacerlo el 16 de mayo, con el virus aún en la calle. Si era suicida juntarse en un partido de fútbol o mitin electoral el segundo fin de semana de marzo también lo es agruparse por la calle protestando el tercer fin de semana de mayo. En ambos casos ideologías extremistas desprecian la salud pública y ponen en riesgo a una sociedad que tiene que ver cómo ideologías moderadas, que son las que gobiernan, fracasan en la gestión del problema. Y entre unos y otros los ideólogos y militantes se acusan de todo, y usted y yo, pobre ciudadano, pagamos los impuestos y las consecuencias.

jueves, mayo 14, 2020

Muy lejos de la inmunidad de grupo


Ayer por la tarde se hizo público el primer avance de resultados el estudio de seroprevalencia, desarrollado por personal de distintos organismos públicos y privados y coordinado por el Instituto de Salud Carlos III. Este estudio aún está en ejecución, pero existen ya algunos resultados preliminares, que fueron los que se hicieron públicos ayer. Lo más básico de lo sabido es que las noticias no son buenas. La tasa media de infectados detectados en el país es del 5%, con picos provinciales que superan por poco el 10%, por lo que el concepto de inmunidad de grupo, buscado por algunos epidemiólogos, está muy lejos de haberse logrado.

Este estudio es una encuesta, que busca ver el alcance nacional de un fenómeno por métodos estadísticos. Es imposible testar a toda la población, por lo que se ha recurrido a herramientas ya conocidas y validadas para saber el alcance global de la enfermedad. Piense usted en la EPA o en un sondeo de intención de voto. Se genera una muestra de la población que se quiere analizar, representativa en el nivel de detalle buscado, en este caso provincial, que no tenga sesgos de edad, género u otras variables. En el caso de la EPA el INE pregunta a esa muestra sobre su situación laboral para conocer el estado del mercado de trabajo. En el caso del voto la empresa demoscópica cuestiona a la muestra sobre sus intenciones de cara a unas futuras elecciones, y con esos datos se crea una proyección de voto nacional. En este caso las “preguntas” consisten en la realización de test de anticuerpos a la muestra poblacional seleccionada, test que nos dirán si las personas pasaron la enfermedad o no, que no nos dirán cuándo la pasaron o con qué intensidad, o dónde o cómo se contagiaron. Sólo si han sido afectados o no. A partir de ahí los datos se extrapolan y obtenemos una imagen nacional, desagregada por provincias, de la incidencia de la enfermedad. Esta encuesta va a tener dos olas más, es decir, se va a proceder a testar nuevamente a la población muestral dos veces más con intervalos de dos semanas, para comprobar si existe una evolución en la tasa de contagio en ese periodo de mes y medio, pudiendo así no sólo una imagen fija del nivel de contagio sino también una cierta evolución de los mismos, obteniendo por tanto una valiosa información de hasta qué punto la tasa de contagio evoluciona en el tiempo. El resultado obtenido, muy bajo, es malo, malo en el sentido de que hace que la gravedad del problema que tenemos entre manos sea aún mayor de lo que pensamos. Piense usted que la catástrofe absoluta que hemos vivido se ha dado con unas tasas de infección realmente bajas, por lo que imagínese lo que pudiera suceder si los infectados hubieran sido, pongamos, el doble. Las insoportables cifras de muertos que arrastramos se multiplicarían quizás por esa proporción. También se puede estimar, de una manera burda pero acertada, cuál es la letalidad real de esta enfermedad, y con los datos de ayer y los de fallecidos que tenemos se puede situar en poco más del 1%. A algunos les parecerá muy baja, pero es realmente alta, y sobre el conjunto de la población española ese poco más del 1% supone cerca de medio millón de personas. Un disparate. Una temporada de gripe común suele situar su letalidad claramente por debajo del 0,1%, por lo que estamos ante un enemigo mucho mucho más mortífero que el de la gripe estacional. Sí, no es el ébola o la viruela, cuyos porcentajes son mucho más altos, pero es lo suficientemente virulento para ponernos a todos contra las cuerdas y bloquearnos, y hacernos sufrir lo impensable.

Sobre la inmunidad de grupo, recordar que este es un concepto teórico que se alcanza cuando se supera determinado umbral de infectados, y depende tanto de la letalidad de la enfermedad como de su capacidad de transmisión. Se estima que para este virus esa inmunidad empieza a funcionar a partir del 60% de la población. Estamos lejísimos, por lo que las posibilidades de un rebrote del mal en posteriores olas, que ya eran elevadas, lo son mucho más una vez conocidos estos datos. Desde luego, hasta que haya vacuna o tratamiento, nada volverá a ser como antes, porque este maldito virus lo ha trastocado todo y apenas nos ha empezado a afectar como población susceptible.

Mañana es San Isidro, patrón de Madrid y festivo local en la ciudad. Concepto absurdo este de festivos en estos tiempos de pandemia, pero así es. No habrá artículo en este, su blog.

miércoles, mayo 13, 2020

Así se las gastan en Rusia


A medida que avanza el tiempo resulta curioso ver cómo se comporta la epidemia en los distintos países y comprobar que, con retardos, las curvas que se generan en la mayoría de las naciones son idénticas en la forma y con perfil más o menos propio. Las grandes naciones europeas somos de las que peor lo estamos pasando y presentamos unas ratios de mortalidad e infección más graves (con España casi en el pódium global de ambas clasificaciones) pero día a día disminuimos en número de fallecidos y nuevos enfermos, dando muestra de contención de la enfermedad. Ahora son otros países, especialmente EEUU, Rusia y Brasil, los que muestran gráficas propias de proceso de expansión.

El caso de Rusia es bastante interesante. Allí el gobierno de Putin presumió desde el principio que la enfermedad no les tocaría, y decretó un cierre de fronteras muy prematuro, lo que fue visto por muchos como una medida anticipatoria para evitar que en aquella nación se viviera lo que pasaba en otras. Viajar a Moscú fue imposible desde el principio de toda esta pesadilla, y el cerrojazo nacional decretado por el kremlin parecía una buena idea. Pero si algo ha demostrado el virus es que es demasiado poroso para la tradicional frontera administrativa. Los casos llegaron tarde a Rusia, pero llegaron, y a partir de ahí la política del régimen ha pasado de la negación a la aceptación de una manera muy forzada, manteniendo siempre ocultismo en los datos y mensajes confusos a su población. Con los primeros infectados la idea fuerza de Putin era que eso era excepcional y que no iría a más. Al crecer el número de positivos los gerifaltes empezaron a asustarse y Putin decretó una especie de semanas de vacaciones pagadas extraordinarias, con el objetivo de contener los contagios, pero no se instó al confinamiento. Las imágenes que llegaban de Moscú mostraban una ciudad extraña, sin trabajo oficial pero con atascos y mucha gente por la calle, sin que el gobierno alertara en ningún momento de la gravedad real de la situación, mientras que en los países occidentales los muertos ya los contábamos por centenares al día y los confinamientos se hacían cada vez más estrictos. Putin tenía todo muy planificado para que a finales de abril un referéndum trampa revalidase la estafa de reforma constitucional que había diseñado para perpetuarse en el poder otro montón de años más, y que el sábado 9 de mayo, día en el que Rusia conmemora el final de la II Guerra Mundial, fuera el del festejo de esa reforma y el de la celebración de su dictadura de la manera más pomposa posible, con desfiles militares nunca vistos y aclamaciones. Muy a su pesar toda esta falsa tramoya se ha derrumbado a medida que el virus se expandía por Moscú y alrededores, y desde hace algunas semanas Rusia ha tenido que admitir que se enfrenta a la misma pesadilla que el resto de naciones del mundo, y con la misma falta de recursos y ausencia de planificación. Allí también se levantan hospitales improvisados de la nada que baten récords de velocidad en su construcción, y los profesionales sanitarios se quejan sin cesar de que carecen de equipos de protección y material. Lo distintivo es que, de vez en cuando, alguno de estos médicos que protestan se cae por la ventana, y claro, deja de quejarse. Son ya tres los casos conocidos que, como era de esperar, han apaciguado las protestas de los profesionales de una manera brusca, digamos que muy a lo Putin, con su habitual estilo para la negociación y el acuerdo. Otra noticia muy rusa conocida ayer habla del fallo de respiradores de fabricación local, y la muerte de varios enfermos por los incendios provocados por cortocircuitos, en lo que es una nueva muestra de que la tecnología de aquel país hace tiempo que se quedó atrás en todo lo que no sea cuestiones militares.

En estos momentos Rusia contabiliza unos diez mil infectados al día y su tasa de crecimiento está completamente desbocada. Va camino de ser el segundo país del mundo por número de casos detectados, y junto a ello ofrece una tasa de mortalidad asombrosamente baja, que apenas supera el 1%, lo que hace sospechar a todo el mundo de la credibilidad de sus cifras. Sabido es que la transparencia es algo que en Rusia sólo hace referencia al reflejo de la helada mirada de Putin cuando se fija en alguien, pero lo cierto es que la epidemia parece estar completamente fuera de control en aquella nación y que el sufrimiento de su población no va a hacer otra cosa que crecer, lo oculte su gobierno o no.

martes, mayo 12, 2020

El BCE y el Constitucional alemán


En medio del desastre provocado por la pandemia una noticia de gran importancia se ha colado en los medios, especialmente los económicos, y muestra las grietas que existen en el armazón jurídico que sostiene la UE. Cada vez que el constitucional alemán se pronuncia sobre alguna decisión de las autoridades comunitarias se hace el silencio y se cruzan todos los dedos para que sus sentencias sigan dejando pasar lo que la legislación de Bruselas dicta. Normalmente así es, pero hace unos días ese sí esperado se tradujo en un no parcial, y un escalofrío recorrió toda la UE y, especialmente, las primas de deuda.

En respuesta a una demanda contra el programa de compra de activos desarrollado por el BCE durante el mandato de Draghi, esa expansión cuantitativa denominada en la jerga QE y que llegó tras aquel salvador “lo que sea necesario” de Don Mario, que acabó por salvar el euro en sus horas más críticas, el constitucional alemán ha dictado una sentencia en la que afirma que parte de aquel programa es contrario a la constitución germana, porque mezcal política monetaria y económica y supone, a juicio de los magistrados de Karlsruhe, una financiación encubierta de los estados. Da un plazo de tres meses al BCE para que alegue causas que justifiquen su comportamiento y amenaza con que el Bundesbank alemán deje de participar en ese proceso de compras. Dado que ese QE, reitero, es lo que salvó al euro y evitó que la crisis de deuda de 2012 arrasara con las economías de naciones como, por ejemplo, España, el que se produzca una disensión respecto a aquellas medidas se vio como un grave problema, porque el QE de entonces se va a quedar en casi nada respecto al programa de compras pandémicas planteado hace pocas semanas por el BCE, con el objeto de sostener las deudas soberanas de las naciones europeas, que van camino de quedar sepultadas por la misma para poder hacer frente a los compromisos derivados de la crisis del coronavirus. En su conjunto, el tema es complejo y muy importante, y supone el choque de dos legitimidades, la nacional alemana y la comunitaria. De cómo se dirima esta disputa puede quedar bastante claro hasta qué punto la UE es un proyecto viable o no, y es que si la UE da su brazo a torcer ante el constitucional alemán nada impide que otra nación que forma parte de la misma interprete que algo en los tratados no le gusta y debe ser modificado para adaptarse a su legislación nacional, y a partir de ahí llega el acabose. He intentado leer algo estos días sobre el tema y la cosa es complicada, con argumentos de todo tipo, algunos a favor de la interpretación alemana, pero en general domina una corriente de opinión que se basa en el poder de la competencia respecto a la legalidad nacional. Desde que uno firma la adhesión a un club se compromete a seguir las normas que imperan en ese club, son competentes para él, independientemente de lo que señale la normativa nacional, y si son contrarias a las leyes del propio país no queda más remedio que acatarlas. La vía para volver a hacer que la legislación nacional prevalezca es salirse del club, con los procedimientos de salida establecidos. En un ejemplo similar, aunque puede que si lee esto alguien de leyes me diga que no es así (sea benévolo el jurista con mi ignorancia), no son pocas las veces que la justicia europea ha llevado la contraria al tribunal Supremo español en temas de toda índole, y no ha quedado más remedio que acatar la sentencia que ha venido de Bruselas, o de Luxemburgo más concretamente, y es que España, como el resto de naciones de la UE, acuerda al incorporarse al club que los tratados y la legislación comunitaria son parte de su propia legislación, y que las disputas entre una y otra legislación le corresponde dirimirlas al Tribunal de Justicia de la UE, no a ninguna instancia española, por muy alto que sea su rango.

Este Tribunal de la UE ya dictaminó hace un tiempo que la política de QE del BCE estaba de acuerdo con los tratados y que, por tanto, era legal, y que todas las demandas en su contra no estaban justificadas. El propio BCE, que ha dicho tomar nota de la sentencia alemana, la ha considerado no válida en la práctica, amparado en el anterior pronunciamiento del Tribunal europeo, y mantiene sus programas de compra pandémicos. Sin embargo, es cierto, esta sentencia es un problema, sobre todo por el hecho de que viene de Alemania, el país con más poder en la UE, y su resultado deberá ser reconducido a buen puerto, por el bien no sólo del BCE, sino de todo el proyecto europeo. Como teníamos pocos problemas, pues uno más.

lunes, mayo 11, 2020

El tribunal de las fases permanece oculto


Cierto va a ser eso que se nos dijo que mucho más complicado será gestionar la desescalada que el confinamiento, y es que es fácil mandar cerrar, de golpe y en todas partes, que ir abriendo la mano, con lo que eso supone de oportunidades para el desmadre. No es sólo lo que se ve en algunos comportamientos, minoritarios, en las horas de recreo deportivo adulto, sino sobre todo en el comportamiento de algunos dirigentes políticos, que siguen sin asumir la gravedad de la situación en la que nos encontramos y sus consecuencias. Y este mal comportamiento está ideológicamente muy repartido, como todo, porque en ninguna parte reside la exclusividad de la virtud o la necedad.

Mal por el equipo de expertos encabezado por Fernando Simón, al mantener el secretismo de quienes lo componen y la batería detallada de indicadores que van a servir para gestionar este proceso. Simón alegó que dar a conocer los nombres de quienes van a valorar la situación sería someterlos a una presión mediática insoportable y que eso dificultaría la toma de decisiones. Es indudable que la presión de los medios, y de la sociedad, está al máximo en estos momentos, porque es muy alta la tensión con la que se vive una de las mayores crisis que imaginarse uno pueda, pero Simón debiera ser consciente que el ocultismo, además de ser ilegal, es contraproducente, y contribuye a crear dudas sobre lo que ese comité decide y cómo lo hace. Espero que en pocos días, mejor pocas horas, se rectifique, como ya es marca de la casa, y se de a conocer a los miembros de ese comité, que como todos, puede aceptar y errar. Es inaudito que no los sepamos. Y en esta cadena de malas formas de hacer las cosas, ayer el gobierno de la Comunidad de Madrid alcanzó nuevos hitos, dejando el listón bastante alto. Ya el día anterior había sido polémica la decisión, discutida a lo largo de todo el día por el gobierno de coalición regional, sobre el solicitar que la Comunidad pasase a fase 1, informándonos de un enfrentamiento, nada soterrado, entre Ignacio Aguado, vicepresidente de Ciudadanos, que quería ese cambio de fase, y la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, que optaba por la prudencia y no lo tenía claro. Al final del miércoles se tomó la decisión, unánime, de solicitar el cambio, y dado el ocultismo que comentaba al principio sobre, entre otras cosas, los indicadores y sus umbrales a la hora de decidir el cambio empezó a tomar cuerpo la sospecha social de que Madrid, principal foco de la pandemia junto a Cataluña, no estaría en condiciones de afrontar ese cambio de fase tan rápido. La respuesta del gobierno regional fue el silencio, como queriendo no oír. Ayer por la tarde, en una decisión que dispara alarmas, dimitió la directora de salud de la Comunidad, dimisión que, parece obvio recordarlo, pero no viene mal, se produce en medio de una devastadora crisis sanitaria. Todo muy normal, dirán unos pocos. En su carta de despedida Yolanda Fuentes, que así se llama la hasta ahora responsable del cargo, denuncia que la Comunidad no está en condiciones de solicitar el cambio de fase, y que por lo tanto no quiere tener nada que ver con una medida que considera precipitada y peligrosa. Estamos, por tanto, ante un técnico cuya voz no se ha escuchado en lo más mínimo, un técnico que ocupa un puesto de responsabilidad en un gabinete, designado para ello por un político, y un técnico que renuncia a dicho puesto porque pone por delante del puesto y remuneración lo que considera que son los criterios de responsabilidad sustentados en datos e impresiones técnicas, las de la materia en la que es experta. El paso dado por Yolanda Fuentes es de un enorme valor y, a primera vista, un ejemplo a la hora de poner la profesionalidad por delante de la carrera personal. Pocos casos tenemos en España de algo así, muy pocos.

Si nos fijamos en el resto de las CCAA y de las propuestas que se nos han hecho llegar a la opinión pública respecto a sus procesos de desescalada, veremos que el comportamiento colectivo se parece mucho al de la inmensa mayoría de ciudadanos que respectan las franjas de paseos y la distancia social. Petición generalizada de cambio de fase con la excepción de las capitales castellanoleonesas, Granada, área de Málaga y una gran extensión de Cataluña, dominada por el área metropolitana de Barcelona. Quizás Madrid debió optar por eso mismo, solicitando el cambio en la zona norte, la sierra, de la Comunidad y esperando en la capital y todos los núcleos aledaños, pero no, no hizo eso. Un buen ejemplo sobre cómo no hace estas cosas es el que en estos días nos ha dado el equipo de gobierno regional madrileño.

viernes, mayo 08, 2020

Desmadre en la gestión de las fases


Cierto va a ser eso que se nos dijo que mucho más complicado será gestionar la desescalada que el confinamiento, y es que es fácil mandar cerrar, de golpe y en todas partes, que ir abriendo la mano, con lo que eso supone de oportunidades para el desmadre. No es sólo lo que se ve en algunos comportamientos, minoritarios, en las horas de recreo deportivo adulto, sino sobre todo en el comportamiento de algunos dirigentes políticos, que siguen sin asumir la gravedad de la situación en la que nos encontramos y sus consecuencias. Y este mal comportamiento está ideológicamente muy repartido, como todo, porque en ninguna parte reside la exclusividad de la virtud o la necedad.

Mal por el equipo de expertos encabezado por Fernando Simón, al mantener el secretismo de quienes lo componen y la batería detallada de indicadores que van a servir para gestionar este proceso. Simón alegó que dar a conocer los nombres de quienes van a valorar la situación sería someterlos a una presión mediática insoportable y que eso dificultaría la toma de decisiones. Es indudable que la presión de los medios, y de la sociedad, está al máximo en estos momentos, porque es muy alta la tensión con la que se vive una de las mayores crisis que imaginarse uno pueda, pero Simón debiera ser consciente que el ocultismo, además de ser ilegal, es contraproducente, y contribuye a crear dudas sobre lo que ese comité decide y cómo lo hace. Espero que en pocos días, mejor pocas horas, se rectifique, como ya es marca de la casa, y se de a conocer a los miembros de ese comité, que como todos, puede aceptar y errar. Es inaudito que no los sepamos. Y en esta cadena de malas formas de hacer las cosas, ayer el gobierno de la Comunidad de Madrid alcanzó nuevos hitos, dejando el listón bastante alto. Ya el día anterior había sido polémica la decisión, discutida a lo largo de todo el día por el gobierno de coalición regional, sobre el solicitar que la Comunidad pasase a fase 1, informándonos de un enfrentamiento, nada soterrado, entre Ignacio Aguado, vicepresidente de Ciudadanos, que quería ese cambio de fase, y la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, que optaba por la prudencia y no lo tenía claro. Al final del miércoles se tomó la decisión, unánime, de solicitar el cambio, y dado el ocultismo que comentaba al principio sobre, entre otras cosas, los indicadores y sus umbrales a la hora de decidir el cambio empezó a tomar cuerpo la sospecha social de que Madrid, principal foco de la pandemia junto a Cataluña, no estaría en condiciones de afrontar ese cambio de fase tan rápido. La respuesta del gobierno regional fue el silencio, como queriendo no oír. Ayer por la tarde, en una decisión que dispara alarmas, dimitió la directora de salud de la Comunidad, dimisión que, parece obvio recordarlo, pero no viene mal, se produce en medio de una devastadora crisis sanitaria. Todo muy normal, dirán unos pocos. En su carta de despedida Yolanda Fuentes, que así se llama la hasta ahora responsable del cargo, denuncia que la Comunidad no está en condiciones de solicitar el cambio de fase, y que por lo tanto no quiere tener nada que ver con una medida que considera precipitada y peligrosa. Estamos, por tanto, ante un técnico cuya voz no se ha escuchado en lo más mínimo, un técnico que ocupa un puesto de responsabilidad en un gabinete, designado para ello por un político, y un técnico que renuncia a dicho puesto porque pone por delante del puesto y remuneración lo que considera que son los criterios de responsabilidad sustentados en datos e impresiones técnicas, las de la materia en la que es experta. El paso dado por Yolanda Fuentes es de un enorme valor y, a primera vista, un ejemplo a la hora de poner la profesionalidad por delante de la carrera personal. Pocos casos tenemos en España de algo así, muy pocos.

Si nos fijamos en el resto de las CCAA y de las propuestas que se nos han hecho llegar a la opinión pública respecto a sus procesos de desescalada, veremos que el comportamiento colectivo se parece mucho al de la inmensa mayoría de ciudadanos que respectan las franjas de paseos y la distancia social. Petición generalizada de cambio de fase con la excepción de las capitales castellanoleonesas, Granada, área de Málaga y una gran extensión de Cataluña, dominada por el área metropolitana de Barcelona. Quizás Madrid debió optar por eso mismo, solicitando el cambio en la zona norte, la sierra, de la Comunidad y esperando en la capital y todos los núcleos aledaños, pero no, no hizo eso. Un buen ejemplo sobre cómo no hace estas cosas es el que en estos días nos ha dado el equipo de gobierno regional madrileño.

jueves, mayo 07, 2020

Trump desfigura a Lincoln


Es innegable que la puesta en escena era absolutamente perfecta, impactante, tan poderosa que, realmente, se puede decir que sólo era imagen lo que se veía. Trump ofreció a principios de la semana una entrevista a la Fox, su medio favorito, en el monumento a Lincoln, que realmente es un inmenso templo erigido en Washington al final del eje del poder que configura el urbanismo de la ciudad. Las dimensiones y posición que ocupan ese monumental edificio en la ciudad reflejan una visión del poder imperial, con su imagen y la del obelisco dedicado a George Washington alineados frente al Capitolio, sede de las cámaras. Nada en el diseño de la urbe, ejecutado por L’Enfant e inspirado en Aranjuez, se dejó a la improvisación.

En EEUU se está comprobando estos días hasta qué punto estamos ante un país federal en el que el gobierno posee unos poderes limitados frente a los estados, capaces de dictaminar políticas muy distintas unos de otros, y en ocasiones nada coordinadas respecto a la autoridad general. Ya el hecho de que uno pueda morir o no por cometer un delito debiera hacernos caer en la cuenta de que es muy distinto vivir en un estado norteamericano que en otro. En tiempos de Trump esta distinción crece con fuerza porque el tradicional papel de coordinación y referencia del gobierno nacional se ve desdibujado por la nefasta gestión presidencial ante la pandemia. Con un comportamiento errático, basado en la negación hasta donde fue posible, el pasotismo posterior y la búsqueda de culpables después, Trump ha vuelto a dar ejemplo una vez más de antiliderazgo y lo pernicioso que puede ser en todos los ámbitos que imaginarse uno pueda. Frente a los miles de muertos causados por la pandemia parece algo menor, pero la epidemia pasará, y los daños que Trump ha generado en el sistema estadounidense y en la defensa de sus valores serán, me temo, mucho más perdurables. Y no les cuento nada sobre la imagen internacional que proyecta la nación en el mundo, herida a cada decisión adoptada por el magnate, que ve como el número de contagios y muertos se dispara sin que nada se haga desde la imagen presidencial para evitarlo. Ahora mismo la principal obsesión que recorre los pasillos de la Casa Blanca es la de encontrar alguien a quien echarle la culpa de los muertos del coronavirus y que políticamente pueda ser utilizado en la campaña de unas elecciones para las que queda menos de seis meses. Trump y los suyos, con la Fox muy a la cabeza, han visto en China el candidato perfecto para ser acusado de todos los males. La enfermedad empezó allí, de allí se expandió al mundo, y visto lo visto nadie se cree las cifras de infectados y fallecidos que mantiene como ciertas el régimen de Beijing. Cierto es que China debe dar muchas explicaciones al mundo de lo que realmente sucedió en Wuhan y los demás debiéramos haberle exigido desde un principio que nos explicara en detalle a lo que nos enfrentábamos, que construían hospitales porque esta enfermedad genera un problema de colapso que, al contrario de la gripe, sólo se puede tratar en una estancia hospitalaria con muy alta disponibilidad de UCIs, y otras muchas cosas más, pero la teoría conspirativa de que el virus fue creado en un laboratorio de Wuhan simplemente no es cierta. Estamos ante una enfermedad zoonótica, derivada de animales, como son la gripe, la viruela y muchas otras, y no necesitamos introducir conspiraciones humanas en un mundo en el que la naturaleza y la combinatoria genética se bastan para crear, cada cierto tiempo, enemigos letales. Que Trump apoye semejante patochada demuestra tanto el nivel de desesperación al que empieza a llegar por la magnitud del desastre como la absoluta nulidad de su figura, su nada ante cualquier tema de la realidad. Su fracaso en la presidencia del país más poderoso del mundo va camino de ser épico, y no, eso no es bueno ni para sus compatriotas ni para nadie.

Volviendo a la imagen de la entrevista ante el monumento a Lincoln, realmente la imagen lo dice todo. Es curioso que ambos políticos pertenezcan al partido republicano, lo que allí se llama el GOP (Great Old Party, gran y viejo partido) pero que distintas son sus figuras y realidades. Realmente para comparar la talla de ambos dirigentes basta con observar la presencia humana de Trumo frente a la inmensa estatua del sentado Lincoln, es misma es la diferencia de altura entre uno y otro. Imagino al bueno de Abraham, que tanto sufrió en su mandato, penar en lo más íntimo al ver lo que un presunto sucesor suyo está haciendo con la nación por la que tanto se desvivió.

miércoles, mayo 06, 2020

No puedo ver los debates del Congreso

Es casi seguro que, tras amarrar anoche los votos de Ciudadanos en un acuerdo de última hora, y con el probable apoyo del PNV, el gobierno consiga hoy en el Congreso la renovación por otras dos semanas del estado de alarma, independientemente de lo que vote el PP. Me inclino a pensar que se abstendrá, para no dar una imagen de recuento de votos en la que aparezca junto a ERC. Si es así, el gobierno hubiera sacado esta prórroga sin necesidad de acuerdo alguno, porque recordemos que son necesarios más votos a favor que en contra para lograrlo.

Ya les aviso que, como ha pasado con anteriores debates de la prórroga y muchos otros, no voy a ver la sesión por la tele, y no es porque tenga que salir a la calle y me sea imposible, o porque mi casa sea tan grande que el televisor me pilla mal. No, no es por ninguna excusa de ese tipo. Es simplemente porque se me hace insoportable asistir a una confrontación barriobajera en la que sólo los de muy bajos instintos se pueden sentir reconfortados. Tanto el gobierno como el PP llegan a esta sesión enfrentados hasta el extremo y hundidos en la incompetencia de la gestión de la crisis. Miente el gobierno cuando afirma que sólo el estado de alarma es la vía para gestionar la respuesta económica y social ante el Covid19, porque si es verdad que las restricciones de movilidad, aún necesarias, sólo se pueden amparar bajo esa fórmula jurídica, todas las demás medidas adoptadas, empezando por los ERTEs, se sujetan a un Real Decreto que se puede desvincular de ese estado excepcional. Frente a ellos, el PP miente al solicitar, con voces discordantes, derogar ya el estado de alarma a sabiendas de que esa medida supondría que, a partir de las 0 horas del lunes todo el mundo podría moverse libremente por todo el país, porque ninguna CCAA posee las atribuciones necesarias para ejecutar semejante confinamiento, pero aciertan los populares al denunciar el chantaje al que Sánchez somete al conjunto del país al agrupar toda la respuesta en la figura de un estado de alarma que tendrá que decaer como tal cuando la movilidad nacional sea plena, quizás para finales de junio. Lo que debiera ser la obligación de ambos partidos, la negociación de la “desescalada” de la alarma y de la reescritura de las normas ya en vigor para adaptarlas a esa situación se ha convertido en una situación política mucho más parecida a la del enfrentamiento bélico al que tan aficionados son los escritores de discursos de Moncloa para describir, de manera errónea, lo que vivimos en tiempos de pandemia. Sánchez sigue creyendo que posee un poder absoluto desde el palacio de la Moncloa, cuando tiene poco más de 120 diputados propios y, como gobierno, sigue muy lejos de esa mayoría de pleno confort, y mantiene unos comportamientos y actitudes presidencialistas que son ajenos a nuestra constitución e imposibles de ejercer con su exigua cosecha de escaños. El PP, por su parte, sigue atrapado entre las construcciones mediáticas de la Moncloa y el fuego a discreción que se lanza sin freno desde las filas de los exaltados de Vox, que día a día, como Podemos, muestra hasta qué punto los que les han votado han desperdiciado su papeleta al escoger a estos impresentables. No quiere el PP ser cómplice de las medidas que adopta el gobierno ante la pandemia ni tiene escaños suficientes para imponer medidas propias, y así no se llega a ninguna parte.

Y mientras tanto, ambos partidos, que gobiernan la nación y todas menos dos CCAA, siguen sin pedir perdón a la sociedad por la negligente gestión de la crisis, no se han dignado a pasarse por alguna de las muchas residencias que han sido arrasadas por el virus y postrarse ante ellas, mostrando arrepentimiento por su culpa en lo sucedido. Nada. Sólo orgullo de perdedor que no admite su error, y la clásica costumbre hispánica de arrojarse cadáveres unos a otros a ver quién es capaz de salir sin necesitar un respirador de semejante hedor moral. No, no veré la sesión parlamentaria, ninguna gana tengo de asistir a semejante despropósito.

martes, mayo 05, 2020

Martínez Almeida y Margarita Robles


Las crisis suelen aflorar liderazgos y, a la contra, muestran a veces las fallas de aquellos que se suponían líderes. Lo que sucede es que nunca se sabe por dónde va a soplar el viento y quiénes se van a ver favorecidos por él, o aprovecharlo de la mejor manera. Referido a los mercados financieros, dice Warren Baffet que al bajar la marea es cuando se sabe cuántos bañistas están desnudos. Con agua alta todos flotan y el mar esconde sus vergüenzas. Cuando vienen mal dadas es cuando se descubre quién está realmente al mando y lo que es capaz de hacer. Ojalá nunca vinieran tiempos malos, pero lo hacen.

En esta fenomenal crisis que nos desvela hemos visto el hundimiento de algunos personajes, que iban de salvadores del pueblo, de tribunos de la plebe y de luchadores contra la casta, que se envuelven en ideologías reaccionarias extremistas, y que día a día muestran su cobardía escondiéndose o bien bajo el paraguas del poder o la furibunda oposición demagógica. También ha quedado claro que los primeros espadas de la política nacional realmente empuñan varas de gomaespuma, porque es tan escaso el fuste que demuestran que al primer envite se tronchan. Tanto aparejo y constructor de relato para vestir carreras políticas muy vacías. Y hay dos personas que, sorprendentemente para muchos, han demostrado ser líderes natos en medio del desastre global, y que suscitan el apoyo de los suyos y los ajenos, por la gestión que han hecho, por lo que dicen y por cómo lo dicen. Uno es el alcalde de Madrid, José Luís Martínez Almeida, un político bisoño, que llegó a candidato del PP al consistorio casi de rebote tras el arrase que la corruptela generó en las listas populares, que alcanzó el bastón de mando con un pacto con Ciudadanos y el permiso de un Vox tan altisonante como zafio, y que se convirtió en el hazmerreír de gran parte de los medios de izquierdas, y no sólo, por su aspecto, su poca cosa. Sin embargo, cuando el mar se secó y el agua se convirtió en cadáveres, Almeida se puso a ejercer de alcalde de todos los madrileños con el objetivo de salvar vidas, todas las que fueran posibles. No se dedicó a la gestión de su imagen, sino a tratar de gestionar una ciudad colapsada en la que, literalmente, no cabían los cadáveres. Serio, activo, con discurso centrado en lo debido, Almeida ha arrasado entre propios y extraños con una actitud de servicio público y de entrega a sus ciudadanos que ha suscitado, con toda la lógica del mundo, el aprobado colectivo. Un caso similar es el de Margarita Robles, ministra de defensa, encargada de la gestión de las tropas en tiempos en los que la sociedad da la espalda a sus militares, y que ha mostrado que tiene mucha mili encima. Veterana dirigentes socialista, curtida en varios gobiernos y en coyunturas serias, ha priorizado la eficacia de los militares a su servicio para hacer que estén plenamente al servicio de la sociedad, ha gestionado aspectos poco vistosos, relacionados con la logística, pero que son vitales para que otras acciones más llamativas puedan ser llevadas a cabo, ha exhibido una experiencia en el mando y gestión de primero nivel, ha mostrado en todo momento una mezcla muy necesaria entre solidez y serenidad. Y, importantísimo, ha sido generosa con sus subordinados, otorgándoles el reconocimiento de los aciertos que han logrado, y exigente consigo misma, asumiendo en primera persona y sin atajos de ningún tipo los errores que se hayan podido cometer. En declaraciones como las suyas se ha visto una voluntad de servicio público de un nivel extremo, sin que la ideología ni el partido asomasen por ninguna parte. Excelente.

Frente a un malo presidente del gobierno y un mal líder de la oposición, y unos extremos ruidosos y que sólo buscan la destrucción del adversario, Almeida y Robles han dado toda una lección de liderazgo. ¿Y qué es eso del liderazgo? No es una construcción mediática de un personaje, no, sino una forma de ejercer el cargo en la que la entrega, el sacrificio, la visión, la asunción de los errores y el no ocultar los méritos de los demás están por encima de todo. Cuando se ejerce así se logran consensos, porque los demás quieren seguir a esa persona. Ese liderazgos se puede usar para buenos y malos fines, como todo en la vida, y es evidente que en esta ocasión estos dos políticos han buscado el bien común de nuestra sociedad. Algo tan escaso entre nosotros que merece mucho ser reconocido y agradecido.

lunes, mayo 04, 2020

Salir a la calle

Para todo llega el momento, y cuanto más tarda, con mayor ilusión se espera e intensidad se ejercita. Anunció Sánchez en su homilía de hace un par de fin de semanas que este pasado sábado era la fecha marcada en el calendario para poder salir a la calle para pasear o hacer deporte para la población en general. A lo largo de la semana se fue conociendo la organización en franjas horarias de este proceso de salida, para evitar que adultos, personas mayores y niños coincidiéramos por la calle, y finalmente se determinó que a primeras y últimas horas del día fuesen los momentos de expansión de la población de edad mediana.

Salí el sábado por la mañana a por el periódico, temprano, como lo hago los fines de semana, y ya entonces puede ver a bastante gente corriendo, en bici o paseando con garbo, cosa que en las semanas anteriores no existía. Las calles antes eran un páramo, pero antes de ayer empezaban a tener vida, una vida extraña, de agitados paseantes por avenidas carentes de tráfico. Opté por escoger el turno de tarde para pasear, y tras los aplausos de las 20 horas me puse las zapatillas, atuendo deportivo y salí a una calle en la que esperaba encontrar gente y confiaba en que el amplio parque que nace cerca de mi barrio y se extiende varios kilómetros hacia el este sirviera para dispersar a toda la multitud, pero lo que encontré superó todas mis expectativas. Riadas de personas salían sin cesar de portales de edificios que, hasta ese momento, habían permanecido atestados, y se juntaban en una especie de procesión creciente que iba, ritmo este, tomando posesión de ese parque que, durante semanas, ha sido terreno vetado. Una congregación de personas de todo tipo con la cara de estreno, con la sensación de libertad recuperada, con sonrisas pero sin festejo, con la idea de estar haciendo algo extraño y, a la vez, compartido, que hasta el día anterior era impensable y que desde hace semanas estaba prohibido. La transgresión en tiempos de coronavirus supone traspasar el umbral del portal de casa y ponerse a andar. Ya decía Bilbo Bolsón que eso era una acción peligrosa, porque pones tus pies sobre el camino y no sabes nunca hasta dónde te pueden llevar. En este caso sabíamos todos que no llegaríamos a ninguna ciudad lago, porque el dragón Smaug, con forma vírica, sigue ahí y eso lo ha ce todo imposible. Había muchas personas haciendo deporte, los pocos con patines, los muchos corriendo o en bici, pero la mayoría andábamos, más o menos rápido, intentando guardar las distancias de seguridad y sin pararnos. Se veían parejas que caminaban juntas, que supongo han pasado este encierro en compañía, y que a buen seguro necesitaban esta oxigenación exterior más que muchos de los que lo llevamos en soledad, y pocos grupos de personas, muy pocos, por encima de la pareja. Al llegar al extremo del parque, que se va anchando a medida que avanza, se encuentra un promontorio desde el que un mirador ofrece una gran vista de Madrid y la sierra, y permite ver atardeceres de gran belleza. A ese punto acabamos confluyendo muchos de los paseantes, ansiosos de llegar hasta allí para ver ponerse el sol. Por momentos, y en ese concreto lugar, la distancia de seguridad se convirtió en algo realmente difícil de respetar, pero la responsabilidad colectiva y la presencia cercana de alguna patrulla policial impidió que la cosa fuera a mayores, y no sin dificultades, las distancias se mantuvieron entre casi todo el mundo.

Llegó el ocaso, bonito, aunque bastan te plano dado que apenas unos cirros de fondo aportaban un ligero fondo sobre el que reflejar el cromatismo de la muerte solar, pero era el primer atardece que podía ver desde el jueves 12 de marzo, hacía casi dos meses. Mi piso da al este y no tengo acceso visual a línea de horizonte alguno. Fue un atardecer especial, disfrutado como pocos, retratado a conciencia, visto por miles y miles de personas que, a buen seguro, nunca se hubieran concentrado de esa forma para ver el atardecer, pero ante ellos se mostraba el espectáculo, y nos recordaba que la libertad y la esperanza están ahí, a la espera de ser recobradas. Volví a casa, hacía calor, paseando, en la primera noche de verano de 2020.