miércoles, mayo 27, 2020

Cumplir, o no, el confinamiento


A medida que las curvas del coronavirus van bajando en intensidad y virulencia se relajan las medidas de confinamiento y, si se fijan, crecen las protestas en las sociedades que están sometidas a estas duras medidas de restricción. En esto los países asiáticos nos llevan una notable ventaja, tanto por su sentido de la disciplina como por el miedo que le tienen a no respectar medidas impuestas desde el gobierno. Ello provoca que allí las curvas no sólo se aplanen, sino que alcanzan valores de cero en infectados y fallecidos, mientras que en occidente estamos llegando a estadios mínimos, pero no nulos, en ambas variables.

Sobre el cumplimiento de la fase dura del confinamiento en España he de reconocer que hemos sido bastante estrictos y que, salvo alguna excepción como la del ya exalcalde de Badalona, autoridades y población en general hemos llevado a cabo un encierro casi absoluto en las semanas en las que era requisito estar enjaulado en casa para cortar la propagación del virus. Ahora mismo en Reino Unido, país en el que las cifras de contagio y fallecidos siguen siendo elevadas, se enfrentan a una agria polémica por la ruptura de ese confinamiento por parte de un personaje público y nos muestran lo que hubiera pasado aquí y la bronca que tendríamos de encontrarnos ante una situación similar (sí, más bronca aún de la que ya padecemos). Se llama Dominic Cummings el gran asesor de Borish Johnson el personaje que está en medio del escándalo, que cogió su coche y se llevó a su hijo a casa de sus abuelos, a cuatrocientos kilómetros al norte de Londres, en medio de lo más duro del encierro. Desde que se ha sabido la noticia Cummings trata de defenderse, justificando su comportamiento en la actitud inexcusable que, como padre, tenía ante la salvaguardia de la salud de su hijo, pero hay una bronca intensa en el país sobre lo sucedido y las encuestas señalan que la mayor parte de la opinión pública no ve con buenos ojos lo que este señor ha hecho. Y ojo, porque Cummings no es un señor cualquiera. No tiene cartera ministerial, pero puede que, desde hace unos cuatro años, sea el personaje con mayor capacidad de influencia en el poder en todo aquel país. Ideólogo profundo del Brexit, ha sido la sombra de Johnsosn y de los baluartes conservadores desde la campaña del referéndum y se le ha calificado tanto de genio brillante como de auténtico Rasputín. De formas duras, calificado como asocial, posee una visión del país y la sociedad que pocos comparten pero que ha llegado a condicionar a la nación en la que reside de una manera que es difícil de medir, pero que es imposible de evitar. Envuelto en anteriores escándalos, como el de Cambridge Analytica y la manipulación de redes sociales de cara a la campaña del referéndum del Brexit (Benedict Cumberbatch le interpretó en la miniserie que se hizo al respecto) Cummings acapara más poder real en aquel país que muchos de los que ocupan carteras ministeriales, y también tiene enemigos poderosos, que ha ido creando a lo largo de unos años de desplantes y desprecios generalizados a los que no comparten su visión y manera de hacer las cosas. Echarle sería para Johnson renunciar a una de sus mayores influencias y consejeros, pero con más de treinta mil muertos encima de la mesa, la posición del gran Dominic no deja de deteriorarse. Veremos a ver si saltarse el confinamiento se lo lleva por delante o no.

En contraste a esa actitud laxa ante el encierro, tenemos el rigor de Mark Rutte, primer ministro de Países Bajos, ese señor alto de gafas que siempre se opone a las transferencias de fondos de las naciones del norte europea a las del sur. Durante la pandemia ha muerto su madre, pero Rutte ha sido disciplinado y, como el resto de ciudadanos de su país, no ha podido ni organizar ni acudir a ningún tipo de entierro ni se ha podido despedir de ella antes de que falleciera. Mediante la cruel vía que esta enfermedad ha mostrado, Rutte ha sido de los que no ha podido ni escenificar su duelo ante la pérdida de un ser querido, como tantos miles de personas en todas partes. Aquí el gobernante ha padecido el mismo trauma que sus gobernados, no lo ha eludido, y merece la pena ser destacado

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