viernes, mayo 22, 2020

Nadia, sola


Ayer por la tarde Nadia habló, y demostró tener valor y principios, mucho más que sus jefes. En una reunión telemática en la que participaba el vicepresidente de la Comisión Europea, dijo que la reforma laboral en estos momentos es absurda y contraproducente, y dejó una frase para la historia que todos los políticos y cargos públicos tendrían que tener grabada en piedra a la entrada de sus despachos y, sobre todo, en la nómina que reciben cada mes. “estamos aquí para resolver problemas en lugar de crearlos”. No se puede decir de una manera más breve y profunda cuál debe ser la labor de un cargo público y, sobre todo, lo que no debe hacer nunca.

Todo esto llegó después de veinticuatro horas de desmadre en el que el gobierno se ha metido solo al firmar con Bildu un pacto el miércoles, que mantuvo oculto hasta después de la votación del estado de alarma, en el que se comprometía a la derogación urgente y total de la reforma laboral a cambio de la abstención de los filoetarras en la votación de la prórroga del estado de alarma. Un compromiso absurdo en un escrito que no era necesario en lo más mínimo para sacar adelante esa prórroga, una vez amarrados los votos del PNV y Ciudadanos, que logró soliviantar a todas las formaciones políticas y que obligó al PSOE a emitir casi al borde de la media noche del miércoles una nota en la que corregía parte de lo aprobado, sin que ello fuera tenido en cuenta por la mañana del jueves por parte de un engreído Pablo Iglesias y de un crecido Arnaldo Otegui, que exigían el cumplimiento íntegro de lo realmente firmado. Todo es un desastre absoluto, en forma y fondo (da vergüenza ajena leer el contenido expreso del documento, redactado de una manera tan cutre que no superaría un examen de lengua de EGB) y que ha generado una enorme marejada en todas partes, desde las directamente implicadas hasta cualquier que uno pueda imaginar. La CEOE decidió ayer levantarse de la mesa del diálogo social al considerarse, en toda lógica, no sólo ninguneada, sino más bien expulsada de un foro que carece de sentido. Los sindicatos, más comprensivos con el gobierno, no daban crédito a la manera oscura con la que se había pactado algo tan relevante y que se les había ocultado por completo, y así una cascada de reacciones en las que la incredulidad iba de la mano del enojo. Lo más divertido es que parece que casi nadie del propio gobierno sabía qué es lo que se estaba tramando en el Congreso, y que una vez que se hizo público este acuerdo relevantes ministros empezaron a aporrear puertas para saber quién había sido el responsable de semejante disparate. A lo largo del día de ayer Moncloa, donde la inteligencia parece que hace tiempo desapareció, fue transmitiendo mensajes que parecían hacer entender que era consciente del desastre que se había organizado y empezó a dirigir las culpas de lo sucedido al grupo parlamentario socialista, y concretamente a la figura de Adriana Lastra, portavoz en el Congreso, ariete de incisivo, amante del trazo grueso y del enfrentamiento, a la que un trazo grueso no le va a faltar nunca en sus intervenciones plenarias. ¿Acabarán forzando su cese tras lo sucedido? Es lo mínimo que debieran hacer, y hasta el periódico del gobierno reclama que se actúe así, pero no confíen en ello.

Lo cierto es que Sánchez ha vuelto a traicionar su palabra, cuando repitió una y mil veces que no pactaría con Bildu, demostrando que sus declaraciones tienen menos valor que el papel en el que están impresas, y que sus incumplimientos son totales. En medio de una crisis sanitaria devastadora, que aún no ha terminado, y de una crisis económica que probablemente sea del mismo calado, el gobierno se dedica a florituras con aquellos que, un día antes, callaron mientras sus cachorros atacaban la casa de Idoia Mendía, responsable socialista del País Vasco. En fin, ayer Nadia Calviño demostró tener muchos más arrestos que la tropa de incompetentes machos alfa que se disputan el poder en una Moncloa enfangada.

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