miércoles, abril 30, 2014

La EPA y la demagogia política


Ayer se dio a conocer la EPA del primer trimestre de 2014, calculada con la nueva base censal de 2011, lo que ha supuesto un pequeño salto metodológico y la necesidad de reconstruir las series pasadas para hacerlas compatibles. Resumiendo mucho los datos, la economía española sigue destruyendo empleo, algo menos que antes, y como el número de personas que abandonan el mercado laboral (caída de la población activa) es un poco mayor, la diferencia es que el número de parados baja, en algo más de dos mil personas. Al dividir ese número de parados (dos mil menos) entre la menguante población activa (casi doscientos mil menos) la tasa sube al 25,9%

Una visión rápida, simplificada y acertada de ese montón de datos la pueden obtener ustedes de, por ejemplo, aquí, donde también se enlaza a la nota oficial del INE. Sin embargo, a lo largo del día de ayer era consultar los medios y escuchar declaraciones oficiales y opositoras que parecían vivir en mundos opuestos, ambos ilusorios, en los que, obviamente, sólo importaba el voto de las siguientes elecciones. El gobierno y todo lo relacionado con el PP trataba de glorificar los datos, sin saber muy bien cómo hacerlo. El PSOE y sus medios buscaban la manera de convertir la EPA en la lápida del gobierno, y así unos contra otros usando los números como armas arrojadizas y los porcentajes como cuchillos con los que poder clavar al adversario, y en medio del ruido, el ciudadano común y corriente, perdido, desorientado. Ayer vi una reflexión interesante de la encuesta en televisión, en el apartado de Economía en 24 horas, por la tarde, y un análisis certero por parte de Carlos Alsina en la Brújula, por la noche, en el poco tiempo que le dejo el partido de fútbol que, según parece, se jugó anoche. Pero son excepciones. Esta mañana uno se desayuna con las cabeceras de los medios y más o menos sabe lo que van a decir de esos datos. Mi consejo es que los lean, mucho, y desconfíen más. La EPA es mejor que otras pasadas, sí, pero es rematadamente mala. Comparándolas con las horribles sale beneficiada, pero esconde unos datos feos. Seis años después de iniciada la crisis seguimos destruyendo empleo, a un ritmo que se ralentiza porque no queda mucho por destruir y porque la población activa cae, bien por cuestiones demográficas (más jubilados que jóvenes incorporados) o por desánimo (gente que renuncia a buscar y que ya ni cuenta) o por emigración. Esa es la causa por la que hace ya algunos meses alcanzamos el máximo número de parados que llegaremos a ver en la crisis, pero en las tasas seguimos claramente por encima del 25%, y lo que nos queda. La reactivación que vivimos desde hace unos meses, que desde el gobierno se nos vende como el nuevo dorado y desde la oposición como un falso espejismo (papeles inversos del PP y del PSOE a los que representaban en 2009, pena que no sea curioso) todavía no se traduce en creación de empleo, y esa será la prueba de fuego para determinar que, por fin, esta suave recuperación comienza a transmitirse a la economía real. Y me da que todavía queda tiempo para que eso suceda. Ahora vienen trimestres buenos para el empleo, dado el repunte turístico de la estación y la coincidencia de la Semana Santa en un tardío y preveraniego Abril. Ojalá la segunda y tercera EPA muestren creación de empleo, pero de momento no acabo de verlo. Los casi doscientos mil empleos destruidos este trimestre son muestra de la losa que arrastramos y no conseguimos superar. La reducción continua de población activa, otro de los males, nos dice que la economía española, concretamente su mercado de trabajo, se estrecha, cada vez es más pequeño, y eso es malo se mire por donde se mire. Hay mucho que hacer para solucionar este desastre, muchas reformas que acometer y, desde el gobierno y demás instituciones, una cantidad de labores pendientes que debieran ser la urgencia suprema desde hace mucho mucho tiempo.

Pero no lo son. Ya puse aquí una vez que, en realidad, en España a nadie que tenga responsabilidad pública le importan los parados. Sólo a ellos mismos y sus allegados. Lo importante, ahora que hemos entrado en periodo electoral, es ganar las elecciones, tanto para unos como para otros como para todos los demás. Nadie va a promulgar ahora las reformas que serían imprescindibles para empezar a cambiar de modelo de mercado de trabajo, como el contrato único de indemnización creciente, la voladura del corrupto sistema de formación continua que tenemos, la simplificación en el proceso de creación de empresas, la bajada de las cotizaciones sociales, etc Nadie. Sólo se recurrirá al titular fácil y al porcentaje arrojadizo. Y el parado, que se pudra, calle y me vote. Así de simple y cruel es como lo veo.

Mañana es fiesta en toda España, el día del trabajo, que debiera darnos vergüenza celebrarlo, y pasado es fiesta en Madrid, por lo que si no sucede nada extraño, volveremos a leernos el Lunes 5 de mayo. Disfruten, descansen, lean y sean muy felices.

martes, abril 29, 2014

La burbuja culinaria no cesa


Ayer tuvo lugar en Londres la ceremonia anual de entrega de los premios restaurant, que consagran a los mejores restaurantes del mundo. Tras un año como líder de la clasificación, el Celler de Can Roca, local sito en Gerona, fue desbancado por el danés Noma, que ostentaba el número uno hasta que los hermanos Roca le arrebataron esa posición hace un año. Hay otros dos restaurantes españoles entre los diez primeros (Aduzir y Arzak) y muchos otros entre los cincuenta, en los que, al parecer, no figura ningún japonés. Es probable que la fiesta se celebrara hasta altas horas de la noche en medio de un ambiente de elevado lujo.

Todos los que me conocen saben, y me critican y achacan, mi nulo gusto culinario, mis extraño paladar (concretamente todo lo que no me gusta, que es muchísimo) y mi desprecio hacia la comida y todo lo que ella conlleva. Y en estos tiempos en los que los fogones han sido encumbrados hasta los altares más selectos esta faceta mía aún es más sórdida y repugnante. Sin embargo, seguiré fiel a ella pese a quien le pese. Y sin entrar en gustos personales, seguiré siendo una especie de lunático Don Quijote que, en medio de la soledad, no me cansaré en denunciar hasta qué punto todo lo relacionado con la cocina se ha convertido en una enorme burbuja de diseño, impostura, maneras y orgullo difíciles de soportar. Los chef son dorados como reencarnaciones de artistas, que así se les llama en muchos lugares, se les otorga un poder absoluto, que pueden utilizar con mimo o desprecio, tanto hacia sus empleados como los comensales, enarbolando unas formas que ni a los banqueros se les permiten, y todo lo que se vincula a la gastronomía se ha convertido en uno de los negocios más boyantes de los que existen. Programas de televisión, revistas, series, especiales, concursos… vaya uno donde vaya se encuentra a un señor, mucho más que a una señora, con un delantal, haciendo no se que cosas, poniendo a parir a quien no las hace, y exaltando los supuestos valores de un plato que él ha hecho y que pareciera una indignidad que fiera comido por unas bocas que no saben apreciar su arte. Y no, la cocina no es arte. Es una necesidad, un negocio, una técnica, una forma de hacer las cosas, una manera de preparar los alimentos, una distracción, un entretenimiento, pero no es arte. Ahora, con la excusa del arte y las “experiencias” (Consejo, manténganse muy alerta cuando vean esa palabra en torno a cualquier cosa o situación) ir a comer a algunos sitios se ha convertido en una inversión enorme, algo al alcance de muy pocos, de un sibaritismo que se exhibe sin pudor alguno, de algo de lo que poder presumir sin que genere mala conciencia, de alardear delante de los conocidos de haberse gastado un montón de euros en cenar en no se qué lugar y observar, con deleite, como el resto alaba nuestro gusto, nos mira admirados, con tono de envidia y pone nuestro ego a la altura de los vapores que se escapan de una olla mal cubierta. Mercados gastronómicos que disparan los precios de sus productos, bares y barras de tapas que, subidos a la burbuja, hacen que las recetas de siempre se decoren de manera psicodélica y sus precios sufran una inflación desatada… todo por eso que se da en llamar “sentir una experiencia” que al final se traduce en que la cartera de uno es la que más “siente”.

Es necesario comer bien, de manera sana, variada y nutritiva, y se que yo no lo hago, pero la ostentación en la que se ha subido este mundo empieza a parecerme auténticamente insufrible, y la tontería que lo rodea, aún más. Se que mi voz clama en el desierto, y en este asunto aún más, pero comprobar como gran parte de la humanidad sigue pasando hambre mientras en los países desarrollados la obesidad empieza a ser epidémica y la gente se gasta enormes sumas en productos orgánicos o que estén de moda me parece un comportamiento fuera de todo lugar. Y es que en este caso, además de desnudo, el emperador está sometido a un constante ataque de gula

lunes, abril 28, 2014

Inflación de Papas en Roma


Ayer tuvo lugar en Roma un acto muy especial, con verdadero rango de histórico, en el que el Papa vigente, Francisco, y el dimisionario, Benedicto XVI (ya sólo por esto es memorable) canonizaron a dos Papas que les precedieron, Juan XXII y Juan Pablo II. Se le ha llamado la ceremonia de los cuatro Papas, y algo de verdad hay en esa expresión. El Vaticano, el mayor experto en ceremonial y protocolo de mundo, borda este tipo de actos y los desarrolla con una parsimonia no exenta de espectacularidad, que atrae tanto a fieles devotos como a opositores y curiosos de todo el mundo. El acto se desarrolló sin incidentes y entre la algarabía y fervor de los miles de personas congregadas en Roma.

La verdad es que, fijándose un poco, las figuras canonizadas ayer no pueden ser más distintas, opuestas incluso en algunos aspectos, pero ambas tienen un valor que, si en lo religioso es obvio, en lo social es incuestionable. Juan XXIII tuvo un pontificado muy breve, de cinco años, y Juan Pablo II superó ampliamente las dos décadas. El Papa italiano apenas salió del Vaticano, hizo un único viaje fuera de sus fronteras y fue a una peregrinación en Italia, mientras que el Papa polaco fue un viajero incansable que extendió su mensaje e imagen por todo el mundo. Roncali era un hombre modesto, algo apocado, nada mediático y ajeno a los medios de comunicación, mientras que Wojtyla era expansivo, abierto, locuaz, amante de los medios, experto en su uso, telegénico y comunicador de masas como pocos los ha habido. En el plano doctrinal también sus diferencias fueron grandes. Juan XXIII pasará a la historia por la convocatoria del Concilio Vaticano II, que fue la gran reforma de la iglesia del siglo XX, modificando la liturgia, y el sentido de la misma, abriéndola a una sociedad nueva que demandaba nuevas formas de actuar por parte de la iglesia, y que ya empezaba a mostrarle un cierto rechazo formal y moral. Los años de Roncali, breves, fueron en este sentido muy intensos, y en parte la iglesia aún vive de sus rentas. Juan Pablo II, por el contrario, tuvo una idea mucho más clásica de la teología, de la visión apostólica de la iglesia, y de su carácter combativo, quizás debido a los años que tuvo que pasar en la clandestinidad en su Polonia, sometida al yugo soviético, donde la religión era perseguida. Frente al mensaje renovador y aperturista del Vaticano II, Wojtyla refuerza las esencias del cristianismo “duro” y da alas a movimientos renovados caracterizados por una visión de la religión muy pegada a la palabra, alejada en parte de la realidad social y poseedores de un cierto aroma de exclusividad, pero que son la garantía de reemplazo a las viejas generaciones cristianas y que, allí donde la religión está siendo hostigada, perseguida u olvidada, trabajan sin descanso para reconstruir la estructura de la iglesia y poblarla nuevamente de fieles. La distancia temporal con Juan XXIII y la enorme duración del papado de Juan Pablo II han hecho que nuestra percepción personal de la iglesia esté mucho más condicionada por la figura del segundo que por la del primero aunque, paradojas de la vida, veamos más en el día a día las consecuencias de las reformas que impulsó Roncali, empezando por el hecho nada trivial de que las misas se ofician en el idioma local y con el sacerdote dirigiéndose al público asistente. En fin, si uno explora la vida y obra de ambos encontrará diferencias que se van agrandando y visiones de una vida, fe e iglesia que pueden parecer incluso opuestas. En este sentido la canonización es curiosa. Algunos han dicho que es una forma de equilibrar las corrientes que anidan en la iglesia, contentando a ambas, como una solución de compromiso diplomático. No se si es así, pero lo parece.

Sin embargo, pese a todas esas diferencias señaladas, y a parte de su fe, que se le supone a todo Papa y en estos casos era cierta, algo profundo une a estos dos hombres, y es que ambos lograron conmover y emocionar a personas en el mundo entero. Todavía Juan XXIII es conocido como el “Papa bueno” lo que dice mucho de él y de los otros Papas, y Juan Pablo II aleccionó con su obra a millones en todo el mundo, que vieron en él la guía y referencia moral que faltaba en sus vidas y en la sociedad. Ambos fueron personas ejemplares que, más allá de la religión supusieron un asidero moral para creyentes y no creyentes. Hicieron historia, forman parte de ella, y canonizados o no, su recuerdo y enseñanzas permanecerán por mucho tiempo.

viernes, abril 25, 2014

El acuerdo palestino y sus posibles consecuencias


Una de las noticias más sorprendentes de la semana, que no entraba en mis cálculos de ninguna manera, ha sido al acuerdo al que han llegado Al Fatah y Hamás para sellar la paz en el conflicto que viven desde hace años ambas facciones palestinas. Esta reconciliación se hacía impensable hace unos años, incluso hace una semana, y sin saber muy bien cuáles han podido ser las causas que han motivado este acercamiento, abre un nuevo escenario en la siempre compleja y convulsa zona de próximo oriente, y mete a las actuales conversaciones de paz entre Israel y Palestina-sección Al Fatah en un lío muy gordo.

¿Cuáles pueden ser las consecuencias de este acuerdo? La primera ha sido el anuncio por parte de Israel de la suspensión temporal de las mismas, lo cual entra dentro de la lógica. Hamás es un grupo integrista que tiene entre su ideario fundacional la eliminación del estado de Israel, y está reconocido internacionalmente como una organización terrorista. Su práctica de la Sharia en la franja de Gaza, zona que controla desde hace años, ha generado enormes controversias en el mundo palestino, y es difícil imaginar que pueda convertirse en un actor negociador como los demás que, actualmente, participan en las conversaciones. A partir de ahí se me ocurren dos posibles alternativas una vez alcanzado el acuerdo, una buena y una mala, y que tienen que ver fundamentalmente con algo que desconozco, y es cuál de las almas palestinas ha logrado convertirse en al líder tras la firma de esta paz. Si es Hamás la que sale reforzada por el acuerdo, la perspectiva es mala. La radicalización palestina sólo acabaría conduciendo a una más que probable radicalización israelí y, tarde o temprano, estallaría algún conflicto tipo intifada, con violencia de mayor o menor intensidad, pero violencia a fin de cuentas, y lo que se ha avanzado estos años en el asentamiento de la paz y reconocimiento de la solución “una tierra, dos estados” se iría en gran parte a la basura. Volveríamos a décadas pasadas, en las que las imágenes de los atentados, las piedras y los fallecidos serían, tristemente, comunes. Sin embargo, si ha sido Al Fatah, el brazo moderado de la OLP, quien ha conseguido reducir y controlar las posiciones islamistas de Hamás, la perspectiva sería muy distinta. Imaginar que Hamás recondujera su ideario hacia el reconocimiento efectivo del estado de Israel y su derecho a la existencia sería un avance muy grande, dado que gran parte de la tensión que se vive en la zona viene de esa franja de Gaza controlada por los islamistas y los grupos de igual corte que se desenvuelven, con dificultad, pero a veces con éxito, en el territorio de Cisjordania. Así mismo, si Hamás se “integra” en el islam moderado y renuncia a la violencia, sería una señal muy fuerte y clara para otros grupos radicales islamistas que mantienen el terrorismo como estrategia de lucha y, diríase, única forma de vida conocida. Supondría un debilitamiento muy claro de las posiciones defendidas por Al Queda y organizaciones similares, y ayudaría a apaciguar el ansia terrorista en otras partes del mundo. ¿Cuál de los dos escenarios es el más factible? Pues no tengo ni idea. Deseo el segundo, temo el primero y no se lo que va a acabar pasando. ME da que, al igual que a mi, que no soy experto en la materia, este acuerdo ha pillado completamente por sorpresa a los que sí son entendidos y conocedores de la zona, y aún está por analizar su contenido y las segundas y terceras lecturas que de él se puedan extraer.

Y si esta interpretación del acuerdo resulta compleja, sus posibles segundas y terceras derivadas son aún más impredecibles. Existe un nexo claro, aunque no sea fácil de ver, entre las conversaciones palestinas e israelíes y las negociaciones del programa nuclear iraní, y es una hipótesis de trabajo que tiene lógica el que si las segundas van bien, también lo irán las primeras, y de momento avanzan por buen camino. Tampoco debemos olvidar el desarrollo de la cruel e interminable guerra Siria, que tanto por vecindad como por presencia islamista condiciona todo lo que suceda en ese entorno. Por lo tanto, un nuevo elemento de juego se ha puesto en marcha en el tablero, sin que aún tengamos un manual de instrucciones para saber qué papel desarrolla. Habrá que seguirlo con atención.

jueves, abril 24, 2014

El bochornoso espectáculo de Elpidio Silva


En España la profesión de tertuliano siempre ha estado muy cotizada. Opinadores profesionales que saltan de cadena en cadena, mostrando que el día puede tener muchas más de 24 horas, y hablando con solemnidad y presunto conocimiento de todos los temas posibles, mostrando una superficialidad enorme en la mayoría de las ocasiones, cuando no un directo desconocimiento, tan grande como el descaro al emitirlo. La crisis económica y social que atraviesa el país, unida al ansia de venganza y al descontento social, ha generado una especie de “burbuja” en la que los tertulianos indignados proliferan y hacen un gran negocio.

Elpidio Silva es uno de los últimos que se han subido a este sustancioso y rentable carro, bien lleno de dinero si uno sabe aprovecharlo. Juez, alcanzó gran notoriedad el año pasado no tanto por su nombre, que también, sino por la instrucción que realizó sobre las preferentes de Caja Madrid, siendo raudo a la hora de mandar a la cárcel a un personaje odiado por gran parte del país como es Miguel Blesa, antiguo presidente de la Caja y uno de los principales responsables de su quiebra. Con la fama de Blesa en la cárcel, y aupado por los medios, que se disputaban su presencia, Elpidio comenzó su carrera de tertuliano, enarbolando las banderas de la justicia social, la venganza contra los poderosos, y otros lemas similares que suscitaban la adhesión inquebrantable de preferentistas y de otros muchos miles de indignados. De mientras, los recursos de los abogados de Blesa por cómo se estaba llevando la instrucción de su caso prosperaron, en medio de insistentes rumores sobre la errática conducta del Juez Elpidio, que el confirmaba día a día en sus cada vez más estrambóticas apariciones en televisión. Finalmente Elpidio es apartado de la causa, se decreta la nulidad de sus actos, se asigna otro juez para que juzgue la labor de Blesa en Caja Madrid y se enfrente a un juicio contra sí mismo por prevaricación, que es uno de los delitos más infames de los que puede ser acusado un juez. Ante este panorama Elpidio enarbola la bandera del crucificado, se presenta como el justiciero que está siendo víctima de los poderosos y de siniestras conspiraciones urdidas por todo el mundo, anuncia que su candidatura a las elecciones europeas y demuestra, cada vez que es entrevistado, que si no está en sus cabales disimula bastante bien. A lo largo de esta semana comienza el juicio contra Elpidio, justo cuando se acaba el plazo para la presentación de las listas electorales europeas, y el circo ya adquiere dimensión global. Renuncia a su abogado, se presenta como martirizado y perseguido, trata de suspender la vista con decisiones formales y, como desea, consigue presencia mediática en todos los medios de comunicación, haciéndole estos la campaña de las europeas sin inversión alguna por parte del personaje. En la vista de ayer, en la que compareció Blesa, el ridículo ya fue total. Preferentistas, lógicamente indignados, insultaron al expresidente de Caja Madrid y se organizó un circo en la sala del juicio que ni Berlanga hubiera podido diseñar. Y Elpidio, a quién en medio del escándalo se le pudo oír “esto es lo que buscaba” solicitaba permiso para salir a llorar y dejaba bien claro hasta qué punto es el irresponsable generador de la triste bufonada que ayer pudimos contemplar.

¿Y saben ustedes qué es lo peor? Que parte de los gravísimos delitos presuntamente cometidos por Miguel Blesa pueden quedar impunes por la desastrosa actuación de Elpidio, que se está aprovechando de la desgracia de los preferentistas de una manera muy similar a como el propio Blesa se aprovechó inicialmente de sus ahorros. No entiendo como un personaje como este puede tener el más mínimo apoyo social o mediático, como algunos le pueden reír las gracias, cómo se le puede considerar como un adalid de la lucha contra la corrupción y la restauración moral, cómo puede llegar a conseguir votos. La imagen de Elpidio me parece, aunque les asombre, mucho más similar a la de Berlusconni que a la de cualquier otro sujeto y, en ambos casos, su discurso y presencia sólo me producen inquietud y repulsión.

miércoles, abril 23, 2014

Primer día del libro sin Gabriel García Márquez


No ha sido una sorpresa, dada su avanzada edad y cada vez más precario estado de salud. Hace unos años se supo que empezaba a padecer de Alzheimer, y quizás desde ese momento comenzó a dejarnos. En todo caso, la muerte de Gabriel García Márquez, a quien sus íntimos llamaban Gabo, ha sido una conmoción a nivel mundial, ha supuesto un aldabonazo en el mundo de la cultura en castellano y, en general, en todo el universo de la literatura. Su marcha se llora en español, inglés, alemán, chino, coreano... muchas son las palabras escritas en las más diversas lenguas que expresan pena por su muerte.

La figura de García Márquez es indisoluble de “Cien Años de Soledad”, su novela cumbre, la que llevó a los cielos de la literatura y al fondo de los corazones de los lectores, la que le otorgó el Nobel y le convirtió en mito. Alguno se va a enfadar conmigo por lo que voy a escribir ahora, pero mi recuerdo de la lectura de los “Cien Años” no es demasiado gozoso. Me gustó, sí, pero tampoco demasiado. Me hice un lío entre los familiares Buendía, y algunas páginas, bellas hasta decir basta, se me hacían como islas en medio de un mar de aguas en las que no lograba navegar con placer. No es mi novela preferida del autor. “El coronel no tiene quien le escriba”, o “Crónica de una muerte anunciada” me gustaron mucho más. Pero el éxito de “Cien Años” es incuestionable, no sólo por lo que supuso para su creador, sino para el idioma en el que estaba escrito. Es la novela que ha representado al castellano por todo el mundo a lo largo del siglo XX, la que más ha influido en escritores y lectores de países tan distintos y remotos como uno pueda imaginar, y ha permitido que la literatura latinoamericana se coronase como una de las cimas de las letras mundiales. El realismo mágico, esa mezcla entre ficción, fantasía y costumbrismo, que sólo podía surgir en Latinoamérica, se narró por boca de García Márquez y gracias a él lo conoció todo el mundo. Muchos otros han seguido su estela, pero en general la literatura castellana está en deuda eterna con él por todo lo que supo y se atrevió a plasmar sobre el papel. Además García Márquez aunó dos facetas que muchas veces son difíciles de encontrar, como la maestría literaria, innegable, y el aplauso del público. Sí, sí, era un autor rentable, vendía mucho y muy bien, y era leído por quienes compraban sus libros, cosa que a veces, por paradójico que parezca, no sucede. Sus lanzamientos eran notica en los medios, y pocas veces se aupaban en las listas hasta los puntos más altos, no eran Best Sellers, pero sí Long Seller, títulos que sostenían sus ventas en el tiempo, que demandaban ediciones sucesivas y que no dejaban de sostenerse en puestos elevados en las clasificaciones de ventas. En su muerte son muchos los testimonios de famosos y personalidades que le han leído y conocido pero, sobre todo, es ingente la riada de lectores de todo el mundo que han disfrutado con sus páginas, que han pasado una noche desvelados, prefiriendo soñar con la imaginación narrada de sus escritos a cerrar los ojos y dormir en soledad. Desde todo el mundo los mensajes de afecto a su figura y pena por su marcha se suceden, y había quien, apurando el realismo mágico hasta lo religioso, soñaba que su muerte un Jueves Santo terminaría con su resurrección el Domingo de Pascua. Parece que no ha sido así, pero un autor nunca muere, siempre vive en la memoria de quienes, días a día, disfrutan de su creación.

Hoy, 23 de Abril, día del libro, con el aliciente de un  10% de descuento en el precio de venta, es un buen momento para volver a homenajear a la figura de García Márquez, y a la del resto de autores y literatos. ¿Cómo? Sencillo. Salgan a la calle, pasen por las librerías, tiendas, puestos callejeros, estantes, casetas de ocasión, lo que quieran. Cojan algunos libros, uno o muchos, a su elección, paguen por ellos. Y luego ábranlos y hagan una de las cosas más placenteras que nos ofrece la vida. Lean, lean, lean, lean…..

martes, abril 22, 2014

Correr por la vida en Boston


Ayer se celebró la maratón de Boston, una de las más importantes del calendario internacional. Esta noticia sólo despertaría la atención de los forofos por correr, que ya son una legión, si no fuera porque se cumplía el aniversario del atentado que, el año pasado, dejó cuatro muertos tras la explosión de unas mochilas bomba puestas a traición muy cerca de la meta. En esa jornada todos nos quedamos atónitos al ver las imágenes de las explosiones, el pánico en la meta, los corredores, agotados, que huían de lo que se presumía el fin de su carrera y se había convertido en una pesadilla. En fin, del horror en el que se convirtió una prueba deportiva.

Los autores del atentado ya fueron detenidos, o abatidos, y las causas y la metodología se siguen estudiando, pero el dolor que allí se generó tardará mucho en remitir. Fueron incontables los corredores y espectadores de la prueba que resultaron heridos, muchos de manera leve, no pocos sufriendo crueles amputaciones, especialmente de sus piernas, algo sumamente cruel y vengativo tratándose de una carrera. En esa jornada pudimos ver claramente los dos extremos del alma humana, el más despiadado y cruel, el que usa su inteligencia para causar el mayor mal posible, y el lado desinteresado, noble y bondadoso, que se entrega a los demás para aliviar su sufrimiento y tratar de salvar la vida de los otros. Fueron dos los causantes del mal y miles los que ayudaron a las víctimas, lo que demuestra lo sencillo, lo malditamente sencillo que es destruir, y lo costoso que es reconstruir (maldita segunda ley de la termodinámica). En la prueba celebrada ayer, mucho más que el resultado de la carrera y el evento deportivo, pesaba en el ánimo de todos estos sucesos, y cómo los iban a afrontar. Y Boston ha dado una lección de superación, de entrega y de ganas no ya de correr, sino de vivir. Con una seguridad máxima, que siempre es más visual que efectiva, se batió el record de participantes de la prueba y se sucedieron los actos de homenaje a las víctimas, heridos y sus familiares. Desde las declaraciones de autoridades, minutos de silencio y actos oficiales hasta los testimonios de aquellos que ese maldito día socorrieron a sus semejantes, Boston ha sido un desfile de voluntarios que han mostrado en todo momento su solidaridad y entrega a los demás. Quizás la imagen más conmovedora haya sido esa en la que miles de zapatillas, apiladas o sueltas, están dejadas a lo largo del recorrido, recordando los muchos pies y piernas que ya no pueden portarlas. Seguro que los que ayer corriendo por las calles de la ciudad norteamericana, o los que salieron a correr en todas partes del mundo, como parte de su entrenamiento personal o para darse un momento de ocio, pensaron en alguna de sus pisadas en la jornada del atentado, y espolearon sus gemelos para acelerar, para dar una zancada más fuerte que la otra, y rendir tributo a los caídos por la barbarie terrorista de la única manera en la que un atleta puede hacerlo en la distancia, sudando por otros, sufriendo por otros, corriendo, en este caso, por aquellos que ya no pueden hacerlo. Millones de zancadas en todo el mundo pisotearon ayer al terrorismo, le vencieron, en esa lucha cruel que se gana día a día, que hace un año perdimos de la manera más absurda imaginable, pero que ayer volvimos a ganar.

Hablando de pies, piernas y zancadas, es imposible no mencionar aquí a esas personas que ayer corrieron con prótesis, con piernas artificiales, que lo hicieron pedaleando con sus brazos desde las sillas de ruedas a las que se han visto confinados, y que fueron, sin duda, el mayor exponente de superación que se vio en las calles de Boston. Seguramente muchos heridos siguen en rehabilitación, y ayer vieron las imágenes de la carrera por la tele, o se negaron a verlas para no recordar lo sucedido, pero esas personas que, amputadas, salieron a correr, son el mejor ejemplo que podemos tener de que las tragedias se pueden superar, y de que en la lucha diaria por la vida no nos queda más remedio que seguir corriendo para ganar, para sobrevivir, para llegar a la meta soñada.

lunes, abril 21, 2014

Vivir la Semana Santa sin tópicos


Nos recibe Madrid a los que hemos vuelto de vacaciones con su cara más fría y oscura. Completamente cubierta de nubes, empapada tras una noche de chubascos intensos y con la sensación de que hoy será un día ideal para despojarse de los recuerdos soleados de los días pasados, santos o veraneantes, ociosos en todo caso, y disfrutados bajo un sol casi generalizado, que ha hecho que el tópico que señala que por Semana Santa siempre llueve este año no se cumpla. Sí será cierto para los que hoy, Lunes de Pascua, tengan fiesta, pero estarán de acuerdo conmigo que este año ha hecho muy buen tiempo.

Pasar la Semana Santa en, por ejemplo, Elorrio, mi pueblo, es como irse al extranjero. Viendo por televisión las interminables procesiones, alardes y desfiles que se dan en cada uno de los pueblos que son de interés turístico y cultural, demasiados, mirar por la ventana de mi casa ofrece una imagen completamente distinta. Una localidad que, como cada vez que hay festivos, se vacía, en la que la gente huye hacia destinos vacacionales, pueblos de origen o, simplemente, buscando el reposo que no encuentra en su residencia habitual, y deja las calles vacías, silenciosas, con huecos para aparcar donde habitualmente no hay manera de poner el coche, y silencio, mucho silencio. Con las fábricas paradas, los coches aparcados y los pisos vacíos estos días son de silencio sepulcral. Pudiera usted pensar que roto por el tañer de las procesiones, pero no. En ese silencio no se mueve casi nada. En mi pueblo no hay procesiones ni demás eventos típicos de estas fechas, y las misas de los días santos no son sino celebraciones que se producen a una hora algo distinta a la habitual, pero poco más. Acompañando a mi madre he asistido a casi todas ellas, y en algunas creo que he sido el más joven de todos los presentes, lo que a cada año que pasa dice menos dada mi menor lozanía. Media entrada, edad elevada, silencio y comentarios a la salida sobre achaques, dolores, vistas hospitalarias, tratamientos y otras dolencias. Y luego el vacío. Acompañados este año por un sol casi de verano, inusual, y unas temperaturas cálidas, la entrada y la salida de misa era un ritual en el que los viejos del pueblo aprovechan para saludarse, dado que en pocas ocasiones más se ven, y en algunos casos para despedirse, no vaya a ser que la próxima cita tenga lugar ya en el otro mundo. Miradas algo perdidas, deambulantes, piernas inestables, y todo el muestrario imaginable de cachavas, muletas, palos, apoyos y demás ayudantes para el camino, que para muchos es el del calvario, que separa su portal de la iglesia. Si uno tiene que buscar las raíces o la revitalización de su fe en estos escenarios, no la va a encontrar, sospecho. Más bien descubrirá la cara decrépita, el ocaso de una tradición, la lenta agonía de una fe que quizá fue viva en el pasado pero que se marchita poco a poco a medida que el relevo generacional se apaga. Sin turistas que jaleen, hagan fotos o se emocionen, el cortejo de penitentes que soportan bajo sus pies el peso de su edad sale de la iglesia y, a ritmo de paso, se encamina hacia su casa, dispersándose poco a poco en silencio, ni roto por palmas ni por trompetas ni por flashes. El silencio más absoluto.

Y luego, poniendo la tele, ve uno los despliegues de Semana Santa del sur, del norte y de otras partes, en los que me da la impresión de que la fe cada vez cuenta menos, frente al espectáculo, el costumbrismo, el turismo y el negocio. Procesiones en las que hay codazos por participar, quizás para penitenciar, seguro que para figurar. Y en compañía de miles de personas que no quitan sus ojos de las imágenes, los pasos avanzan lentos, solemnes, por las calles atestadas, mientras que, a la misma velocidad, los últimos viejos llegan a sus casas en mi pueblo, en medio del silencio y la soledad. Porque no todas las Pasiones son iguales.

martes, abril 15, 2014

Haciendo negocios con los golfos del Pérsico


Si en la vida diaria muchas veces nos tenemos que morder la lengua para no decir lo que realmente pensamos y disimulamos para mantener las formas, las relaciones internacionales son el campo perfecto para las actitudes hipócritas, falsas y reprobables, dado que en ese campo no existe amistad ni aprecio. Sólo interés. Creo que esta es la regla básica para entender cómo funciona el mundo internacional. Sólo las personas tienen amigos, los países, que no son personas, tienen intereses, y si no son capaces de satisfacerlos, pierden, y otro vendrá que se lleve el premio por el que han luchado. Puede sonar muy cínico y crudo, pero creo que es así.

Viene esto en relación a la visita que estos días lleva a cabo el Rey Juan Carlos, junto con varios ministros del gobierno y una amplia y selecta representación de empresarios a las monarquías del Golfo Pérsico, concretamente a Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Si uno se da una vuelta por las redes sociales leerá comentarios de todo tipo, que van desde la indignación hasta más allá de la revolución contra los viajantes y sus receptores. Denuncian los que por escrito proclaman su ira que esos países del Golfo son monarquías absolutas, teocracias feudales, dictaduras crueles en las que los derechos humanos sólo figuran en las emisiones de los canales de TDT de ciencia ficción, en los que la mujer es tratada como un animal sumiso, y que basan gran parte de su prosperidad en la explotación de miles de trabajadores llegados especialmente del sureste asiático, que son tratados como esclavos en la antigua Roma, que fallecen en grandes y desconocidas cantidades en las faraónicas obras que allí se desarrollan y cuya suerte no importa a nadie. ¿Están estos indignados en lo cierto? Sí, desde luego, todo eso que denuncian es verdad. Incluso puede que se queden cortos, dadas algunas prácticas repugnantes que hemos conocido que se dan en la familia real saudí, que hacen pensar qué no tendrá lugar con las mujeres y los parias de esas naciones. Pero una vez dicho esto, resulta que esos indignados, los medio pensionistas que apenas saben dónde está Croacia y los ejecutivos de cuentas de las empresas farmacéuticas, vamos, casi todo el mundo, saldrán de su casa, se subirán a su coche y girarán la llave para ir al trabajo, a una manifestación, a hacer la compra o a dar un paseo al campo. Y en ese acto de girar la llave y arrancar el motor del coche está la fuente del poder de esas naciones. Mientras los coches no funcionen con zumo de naranja (poco probable) y no tengamos suministros propios de petróleo, a los que por lo visto renunciaríamos en caso de existir, tenemos que comprar el crudo y el gas que proviene de esos países. Y eso nos hace depender de ellos, y eso genera que esas dictaduras teocráticas sean uno de los regímenes más ricos del mundo, ociosos a más no poder, que parecen no tener fin en el absurdo propósito de dilapidar los ingresos fabulosos que obtienen a través de la exportación de hidrocarburos, y que dado que les tenemos que pagar por ello, la única posibilidad de recuperar parte de ese dinero es que nos contraten para construirles infraestructuras, para gestionarlas, para diseñarlas, para explotarlas… para lo que sea, pero que nos contraten. Por eso la visita del Rey y su séquito no es sino una enorme (y muy necesaria) campaña de promoción comercial, ni más ni menos, para vender nuestros productos allí. A escala, es lo mismo que el tenderete que el vendedor de móviles pone en las galerías del metro o el mantero en Preciados. Se acerca a su cliente, rico y poderoso (sí, en este caso el poderoso es usted o yo) y le ofrece la mercancía para que soltemos nuestros cuartos y él se los lleve. Comercio. Simple y sencillo, viejo como el mundo.

¿Qué el Rey se va a llevar una comisión de muchos euros en caso de que se consigan algunos contratos? Pues bienvenida sea la comisión, millonaria o más, a cambio de la firma de los proyectos para empresas españolas. Porque si es el Rey, la comisión se la llevará Obama y los contratos las empresas americanas, o Xi JinpIng y las empresas chinas, u Hollande (y la novia que tenga en ese momento) y las empresas francesas. En el juego de tronos de las relaciones internacionales no jugar equivale a perder, y hacerlo, siendo inevitable mancharse, es la única forma de optar a ganar. Y si sigue indignado, piense en silencio a ver qué tal se siente en la próxima comida familiar delante de su suegra, cuando le sirva todos los platos que ella ha cocinado para usted.

Me cojo mañana Miércoles como festivo. Pasen una buena Semana Santa, descansen y, si todo va normal, nos vemos nuevamente el Lunes 21

lunes, abril 14, 2014

Ucrania se deshace como un azucarillo


Tras un par de semanas en las que nuevos asuntos han copado las portadas de los medios, Ucrania vuelve a reclamar su trono en los titulares y aperturas informativas. Se sabía que, tras la reconquista rusa de Crimea, el este del país, en el que residen muchos habitantes de origen ruso, iba a ser objeto de disputa entre ambas comunidades. Jarkov, Donetsk y otras ciudades de esa zona ya habían mostrado los dientes al gobierno de Kiev, pero ha sido a lo largo de fin de semana cuando el problema ha erupcionado de forma violenta, con la toma de comisarías de policía y edificios oficiales por parte de fuerzas civiles prorusas. La tensión crece.

Ayer fue un día raro, en el que desde Kiev se lanzaban amenazas y se relataban los pormenores de las actuaciones que el ejército ucraniano llevaba a cabo para recuperar esas ciudades, bajas incluidas, y desde el terreno los corresponsales de televisión daban cuenta de una calma tensa, sí, pero calma, en la que los prorusos seguían atrincherados en sus posiciones y nada se sabía de las fuerzas militares ucranianas, encargadas de retomar el control de la situación. Pareciera por un momento como si el gobierno de Kiev sólo fuera escuchado por los medios, y desde luego en ningún caso por las tropas de su ejército, y menos aún por Rusia y todo lo que con ella tenga relación. ¿Hasta qué punto ese gobierno provisional que reside en Kiev controla el país? Empiezo a sospechar que más allá de la M40 de Kiev el gobierno no pinta nada, y que esa sensación, que ha calado entre los prorusso, alienta nuevas sublevaciones y tomas del poder que son vistas con deleite por Moscú, tengan apoyo logístico o personal del otro lado de la frontera o no. El juego de Crimea parece volver a ponerse en marcha y Putin va fabricando nuevamente la excusa de la intervención militar de Ucrania sobre la indefensa y maltratada población rusa del este como argumento más que suficiente para tomar posicione sobre el terreno, intervenir militarmente o actuar de la manera que considere oportuna para garantizar la seguridad de la población rusa. El mismo esquema que vimos hace un mes a orillas del mar negro y que puede volver a repetirse en lo más profundo de la estepa. ¿Qué es lo que va a pasar? No lo tengo nada claro, y sospecho que ninguno de los actores del conflicto tampoco. Intuyo que el pánico anda suelto en Kiev, al ver como el país se deshilacha como si fuera un trapo viejo ensartado en unas zarzas, impotente, aislado, lleno de buenas palabras y mensajes provenientes de occidente pero sin ningún respaldo económico ni militar. Desde Moscú la situación es interesante, y con elevadas opciones de ganar pase lo que pase. Si finalmente las revueltas triunfan y Kiev no puede lograr imponer el control sobre la zona Rusia obtendrá con alta probabilidad una nueva porción del territorio de la antigua Ucrania y verá salvaguardados sus intereses, acercándose aún más a una Europa del Este cada vez más asustada y mostrando determinación ante su población. Si las revueltas son aplacadas, sofocadas o no triunfan, Rusia puede esgrimir que no las apoyó como muestra de buena voluntad con su vecino y con la comunidad internacional, para que todo el mundo vea que no posee ansias expansionistas, y quedar como bueno de la película. El único escenario malo para Rusia es el desastroso para todos, que se empiece a liar una guerra, o un enfrentamiento civil entre ucranianos y rusos, que haya disparos y víctimas, y que la intervención de las tropas rusas que se encuentran al otro lado de la frontera sea casi inevitable. Una invasión del territorio ucraniano, sea por la excusa que sea, sería una declaración de guerra, que como todas las que han sido a lo largo de la historia son muy fáciles de proclamar y muy difíciles de frenar. Ese escenario sería una pesadilla para todos  y creo que es el menos probable, pero poder puede darse.

¿Y qué hacemos el resto? Visto lo visto, nada. Esta noche el Consejo de Seguridad de la ONU ha vuelto a evidenciar la soledad de una Rusia a la que no parece importarle mucho ni esa institución ni sus veredictos. La OTAN y las potencias occidentales se sumen en la duda, porque no desean intervenir en Ucrania de ninguna manera, la población del país cada vez estará, supongo, más inquieta por la posibilidad de que un conflicto estalle en su nación, y el gobierno de Kiev, cada vez más débil, reza para que las elecciones del 25 de Mayo puedan celebrarse en el territorio que aún sigue marcado como su país en los mapas de Googleearth, pero a cada día que pasa eso parece menos probable.

viernes, abril 11, 2014

Cada vez somos más los que vivimos solos


¿Cómo es el hogar en el que usted vive? Quizás haya iniciado recientemente su aventura de convivir en pareja, y esté comprobando las ventajas y los inconvenientes de la vida compartida, o resida en su vivienda con la clásica familia de varios hijos, con o sin personas mayores. Puede que se haya divorciado recientemente y que alterne periodos de soledad con otros de convivencia con sus hijos, en los momentos en que a usted le corresponda hacerse cargo de ellos, o que viva sólo por gusto o necesidad, o que esté compartiendo piso en alquiler con otras personas por motivo de trabajo, estudio o apetencia…

Lo cierto es que los datos muestran que a medida que avanzan los años aumentan las tipologías de hogares, entendiéndolos como cada una de las formas en las que se organiza la vida privada, y se reduce la dimensión de los mismos. Cada vez es más difícil encontrar el hogar clásico, de familia con hijos y que a veces reúne también a abuelos, coexistiendo tres generaciones bajo el mismo techo. Los datos presentados ayer por el INE relativos a su Encuesta continua de Hogares, para el año 2013, muestran que la pareja con hijos que vive en el hogar sigue siendo el modelo mayoritario, pero por poco, y representa sólo un tercio de los hogares existentes. Podría pensarse que las parejas sin hijos son el segundo de los modelos de hogar, pero no es así, ya que han sido superados por los hogares unipersonales, que es una forma técnica y aséptica de denominar a las personas que viven, vivimos, solas. Representamos un 24,2% del total de hogares, frente al 21,6% que suponen las parejas sin hijos. Este es, junto a la reducción del número de componentes del hogar medio, el cambio más relevante que se ha producido en este campo de estudios social desde los últimos años. Se está dando, de manera continuada, un aumento en el número de personas que viven solas, por causas muy heterogéneas, pero que acaban llevando a una vida en soledad dentro de la vivienda. Somos cerca de cuatro millones y medio de personas las que vivimos solas, esencialmente porque estamos solteros, que es mi caso, separados o son personas de la tercera edad que o han enviudado o llegaron a la misma ya en soledad. Yo, que tengo una vida un poco rara para ser encuadrado en ciertas estadísticas, encajo en esta como un guante, dado que como señala en INE, el prototipo del hombre que vive sólo tiene una edad comprendida entre 40 y 44 años, y me encuentro desde hace poco en la mitad exacta de esta franja. Cuando subo a Elorrio voy a casa de mi madre, que vive sola por viudedad, caso en el que se encuentran el 48,4% de las mujeres que residen solas, por lo que mi madre vuelve a ser plenamente representativa. Durante esos fines de semanas cambiamos momentáneamente la configuración de nuestros hogares, pero luego volvemos a la vida real de cada día, en el que ella y yo, y sospecho que muchos de los que retornamos a la ciudad, nos volvemos a encontrar bajo nuestro vacío techo. Hay muchas causas que explican este incremento del número de hogares unipersonales en la población de edad joven y media, dado que el caso de las viudas es especial porque, obviamente, su soledad viene impuesta por la biología del difunto marido. Los ritmos de trabajo, las dificultades cada vez mayores para encontrar pareja, el deseo de comodidad personal, la posibilidad de acceder a fuentes de ocio privadamente sin necesidad de compartirlo con alguien, la disyuntiva que surge a veces entre la carrera profesional y las necesidades personales de la pareja, la posibilidad de disfrutar del sexo sin teóricos compromisos ni ataduras..

Son muchas las causas, pero lo cierto es que en nuestras ciudades, repletas de gente, se da la paradoja de que muchas de las personas que las abarrotan se enfrentan, cuando llegan a casa, a una vida solitaria, que no quiere decir vacía, aunque pueda serlo. El problema de esto es, obviamente, cuando se da una soledad forzada, no querida, que puede ser tan dolorosa como una vida en pareja no deseada. Creo que la cifra de cuatro millones de solitarios me parece muy elevada para ser fruto de una elección personal, y que entre toda esa gente habrá muchos que aspiren a compartir su vida con otros. Piense en esto la próxima vez que vea un gran bloque de viviendas, con muchas ventanas, tras las cuales pueden encontrarse parejas, niños, y muchas personas solas.

jueves, abril 10, 2014

Los Lannister vuelven para cobrarse sus deudas


Pudiera pensarse que el tema que ha suscitado la atención global es el debate sobre la consulta soberanistas de Cataluña, o el avance del Ébola en Centroáfrica, o el atentado que ayer mató a más de veinte personas en un mercado en Pakistán, o los graves disturbios de las facciones prorusas que tratan de hacerse con el poder en el este de Ucrania, o incluso, para algunos pocos, los éxitos o fracasos de sus equipos deportivos en esas competiciones de guasa en las que se juegan el todo por el todo. Sí, hay muchos acontecimientos en la actualidad que pudieran ser el centro de la atención de todo el mundo.

Pero no ha sido ninguno de todos ellos, no. Lo que ha revolucionado a todo el mundo ha sido el estreno de la cuarta temporada de Juego de Tronos, la serie televisiva basada en los libros de George R.R. Martin. El Lunes por la noche en horario de la costa Este de EEUU, la HBO, esa cadena que se ha hecho universalmente conocida por la calidad de las series que financia y emite, dio a conocer el primer capítulo de los diez que van a componer esta nueva temporada, en la que se va a seguir el argumento que se expone más o menos, en la segunda parte del tercero de los libros de la saga, titulado “Tormenta de Espadas”. Millones de fieles seguidores, casi fanáticos de la saga, esperaron expectantes ante el televisor, tablet, o cualquier otro dispositivo dotado de pantalla, para ver como los Stark, Lannister, Tyrrelj, Targayren y demás apellidos que determinan las casas protagonistas siguen su encarnizada lucha por el poder de Poniente, y ya de paso de las ciudades libres de Oriente. A la vez, millones de internautas empezaron a grabar y almacenar el episodio para compartirlo, y en apenas un par de días más de un millón de descargas ilegales se han realizado de dicho capítulo, por lo que se ha batido el record de ser el episodio televisivo más pirateado de la historia. En su emisión norteamericana la audiencia fue magnífica, igualando prácticamente la que alcanzó el último capítulo de Los Soprano, la serie que elevó la HBO al pedestal de los consagrados y la que, a lo largo de sus temporadas, supuso el estandarte de la renovación televisiva, que ha convertido a la serie en un producto de culto y calidad que, en muchas ocasiones, supera con creces al cine. Seguro que ustedes conocen a algún fanático de Juego de Tronos, alguien que se ha devorado los libros, que se ve los capítulos nada más ser estrenados, que no puede aguantar la espera y que, sabiendo o no lo que pasa en las tramas, mataría con la ira propia de un dragón a todo aquel que le reventase algún detalle o le contara algo en particular que en la versión televisiva sea novedosa o diferente respecto a los libros. En este sentido Juego de Tronos es una serie muy peligrosa, dada la elevada mortalidad que aflige a los personajes, ay sean principales o secundarios. Resulta complicado cogerle cariño a alguno de ellos, sabiendo el gusto retorcido que tiene el autor por degollarlos, ensartarlos en una pica o, simplemente, destruirlos. Esa incertidumbre, que parece estar grabada a fuego en la mente de los personajes, hace que cada uno de ellos viva cada día de su vida como si fuera el último, con la mayor intensidad posible, jugándose el todo por el todo en cada momento, arriesgando mucho, cometiendo errores y dándolo todo por lograr al ansiado poder, para luego perderlos a veces tan deprisa como ha sido alcanzado. Quizás sea esa una de las causas que vuelven loca a la audiencia, la sinceridad de los personajes, su entrega total, y el aura de sacrificados que todos ellos pueden tener. Nadie es intocable en Poniente, todos pueden morir en cualquier momento.

En este sentido la serie, que tiene componentes fantásticos como los dragones, los caminantes blancos o la magia valyria, es muy realista. Representa la lucha que día a día vemos en nuestras vidas por el poder, el dinero, el sexo y la influencia, pero eso sí, sin cortapisas ni límites morales de ningún tipo. Suelo decir que en la trama hay personajes malvados y luego otros peores, pero que bueno bueno, lo que se dice bueno, no los hay. Algunos opinan que es una mezcla entre El Señor de los Anillos, Los Soprano y una peli porno, y algo hay de todo ello, pero es innegable la calidad de su producción, el inmenso trabajo que hacen los actores y que, como no, uno se lo pasa en grande leyendo los libros y viendo la serie. Y como la cosa va bien, seguirá al menos dos temporadas más. Disfrutémoslo.

miércoles, abril 09, 2014

El problema de la consulta independentista catalana


Si se fijan y siguen habitualmente este blog, cosa que les agradezco muchísimo, alabando de paso su santa paciencia, verán que, pese a dedicarme a comentar temas de la actualidad, hay algunos de ellos a los que he prestado muy poca atención, casi ninguna, pudiera ser. El asunto catalán, la consulta independentista y todo lo que gira en torno a ella es uno de esos. No por falta de interés, que lo tengo, ni por minusvalorar el problema que supone, importante, de fondo y extremadamente complejo, sino por pura pereza y hastío ante el discurso nacionalista que, en esta ocasión, enarbola una bandera de varias barras, a veces estelada, otras no.

En la sesión del Congreso que tuvo lugar ayer se rechazó, con los votos de PP, PSOE y UPyD la proposición del Parlamento de Cataluña para que se le cediera la competencia de organizar consultas, de tal manera que fuese legal llevar a cabo el referéndum anunciado para el 9 de Noviembre. El debate fue largo, intenso, educado y con discursos de fondo, que seguramente no decepcionó a los que lo siguieron (yo lo hice cuando podía, en una tarde laboral larga) y del mismo se puede sacar, como conclusión, que todo sigue igual. Los nacionalistas catalanes siguen defendiendo la necesidad de la consulta y cada vez que hablan, como lo hacen los nacionalistas vascos, lituanos, ucranianos y e cualquier otra región, se arrogan la representación de la colectividad a la que pertenecen. Un nacionalista habla siempre en nombre de la única e indivisible figura de su nación soñada, sea esta la que sea, y le dan igual los ciudadanos que residen en su territorio, que pueden querer a esa nación, amarla, odiarla o serle absolutamente indiferente. Este es uno de los rasgos distintivos del nacionalista, y en España lo sabemos bien, tras décadas de sometimiento a un nacionalismo que, en nombre de una España soñada, se dedicó a destruirla y con ella a sus ciudadanos. Pese a la derrota, la posterior aparición televisiva de Artur Mas, que tenía que haber venido al Congreso a defender su propuesta, como sí hizo Ibarretexe en 2005, y que no vino por cobardía, tactismo o vaya usted a saber, vino a decir que todo sigue igual, y que si ayer se cerró una puerta ya abrirá él otra. Al discurso nacionalista se han sumado los grupos de izquierda locales, en una nueva muestra de irracionalidad, porque uno puede suponer que el nacionalismo, que se basa en presuntos agravios de escasa base y fundados egoísmos fuera más propio de una postura, digamos, de derechas (y viendo por ejemplo la ideología y base del PNV y CiU se comprueba que así es) mientras que la izquierda, por definición, busca el progreso de los desfavorecidos, acabar con los privilegios de clase y la internacionalización de sus ideas. Un izquierdista nacionalista es un sinsentido, algo completamente absurdo, como un conductor ciego o un mudo parlante. Sin embargo en España se da a menudo la conjunción de ambos factores, cosa que sigue sombrándome. El propio PSOE vive un desgarro interno, no sólo en Cataluña, entre una corriente abiertamente nacionalista, allá donde se encuentre, y un espíritu federal pero de carácter nacional, y esas dos almas tensionan mucho al partido y le obligan a veces a realizar ejercicios de contorsionismo en los que muestra un absurdo similar a las indemnizaciones diferidas de Cospedal. Ayer Rubalcaba expuso un discurso que, en el fondo, era el mismo que Rajoy, pero que en la forma trataba de calmar a esa corriente con la idea de la España federal, que tiene sus pros y sus contras, pero que nadie ha sido aún capaz de articular en una propuesta en la que se recoja el diseño, estructura y atribución de competencias de la misma. Y sin garantías de que los nacionalistas fueran a conformarse con ella. Por abreviar, el debate fue interesante, el resultado el previsto y, en general, la situación sigue donde ayer estaba.

Les he comentado antes que el nacionalismo, sobre todo, me produce pereza. Y es verdad. Y Europa es una fábrica de perezas en la que Cataluña, Euskadi, Bretaña, Padania, Escocia, Flandes, Lombardía, y otros muchos territorios mantienen abiertas disputas nacionalistas en las naciones en las que ahora se encuentran, volviendo a resucitar viejas historias de división y enfrentamiento entre europeos, que es lo que se ha vivido en este continente a lo largo de tantos y tantos siglos. En un mundo en el que las barreras caen gracias a la tecnología, y en el que la integración política crece para poder competir frente a actores de la talla de EEUU o China, la emergencia nacionalista en los pequeños y cada vez más insignificantes países de Europa me da pena pero sobre todo, sí, me genera una enorme sensación de pereza.

martes, abril 08, 2014

De momento, la distancia nos salva del Ébola


Hay veces en las que poner tierra de por medio resulta ser la mejor opción para evitar los problemas. Si pudiera, Rajoy lo haría. EEUU es el típico caso de estudio de las ventajas que ofrece estar aislado físicamente del resto del mundo, y separado por una enorme masa de agua, para así garantizar la inviolabilidad de sus fronteras. Esto es verdad, pero el mérito de los norteamericanos está en haber convertido lo que también podía ser un hándicap para relacionarse con todos los demás en una vía de comunicación muy especial. En todo caso, huir de los problemas, cuando se descontrolan, es una salida instintiva y, a veces, la mejor de las posibles.

El Ébola es un ejemplo de esto. Confinado en regiones remotas de África, sus apariciones, periódicas a lo largo de los años, han sido controladas tanto por la virulencia del virus como por el pánico que provoca, que hace huir a la gente de los alrededores del brote, y contribuye a controlarlo ante la ausencia de portadores. Este virus es muy dañino, y parece diseñado específicamente para ser el protagonista de una de esas películas de desastres a las que tan aficionado es Hollywood. Se contagia a través del contacto físico entre portadores o sustancias que hayan sido compartidas por ambos, pero no por el aire, como la gripe, o mediante picaduras de mosquitos, como la malaria. Su periodo de incubación es largo, unas tres semanas, por lo que el paciente puede estar infectado durante todo ese tiempo sin saberlo, lo cual es muy peligroso de cara a la propagación, y una vez puesto en marcha, es de una letalidad asombrosa. Ratios de fallecimiento del 70 o el 80% son habituales en los brotes que se han producido hasta ahora, y no hay vacuna ni medicamento que pueda frenarlo. Supone algo parecido a una condena, de ahí el miedo atroz que despierta su nombre. Es precisamente esta altísima mortalidad lo que, aunque les parezca curioso, juega a favor de su control, dado que los portadores del virus mueren en exceso como para garantizar que la extensión del brote se mantenga aún en poblaciones estáticas. Es, por así decirlo, demasiado efectivo como para poder crecer, mata a demasiados portadores como para que su tasa de crecimiento pueda mantenerse en el tiempo. Esto, que es positivo de cara a su control, especialmente en poblaciones no muy extensas, no sirve de mucho si el brote de Ébola se produce en una aglomeración urbana, una ciudad densa en la que miles de personas se cruzan y comparten existencia en una muy pequeña porción de espacio. Una de las pesadillas de los epidemiólogos era que el virus lograse alcanzar una zona así, en la que los protocolos de actuación ante la enfermedad ni están desarrollados ni es tan fácil proceder al aislamiento de las personas afectadas. En ese caso es muy probable que frenar la enfermedad supusiera aislar a toda la ciudad y, literalmente, paralizarla, con los estragos económicos, sociales y de todo tipo que eso puede suponer, y que son fáciles de imaginar. Sin embargo, ese escenario de pesadilla cada vez está más cerca de producirse. El último brote de la enfermedad, que surgió hace un mes más o menos, se extiende ya por cuatro países del África central, ha alcanzado por primera vez a Mali, uno de los muy poblados entre los de la región, y en el que se sigue desarrollando un conflicto civil que dificulta enormememnte las labores sanitarias, y por primera vez ha llegado a una ciudad, Conakri, la capital de Guinea, con dos millones de habitantes que residen en su alargada silueta, poseedora de un puerto de gran actividad y un aeropuerto internacional con vuelos a muchos destinos a lo largo del mundo. Ya ha habido un susto con un vuelo procedente de esa ciudad con destino París, que fue retenido en el aeropuerto Charles de Gaulle, en el que finalmente los vómitos de un pasajero no tenían relación con la enfermedad, pero los nervios ya están algo descontrolados.

De momento el brote está lejos de ser controlado, y los casos aumentan a tasas muy elevadas. Las medidas de control que se llevan a cabo en esos países cada vez son más intentas y es mayor el número de especialistas que trabajan sobre el terreno, pero evidentemente el brote es serio, grave y peligroso. La falta de cura es lo más alarmante, y sólo pensar que un paciente infectado pueda extenderlo fuera de África sería un escenario de pura pesadilla. Imaginar que el virus logra llegar a Asia, con las densidades de población que se alcanzan en las urbes chinas, por ejemplo, nos llevaría a una situación muy peligrosa. Hay que seguir atentamente esta noticia, y confiar en que el brote pueda ser confinado dentro de los límites actuales, e investigar, investigar mucho para encontrar una cura que no lo haga tan peligroso.

lunes, abril 07, 2014

20 años del genocidio de Ruanda


Genocidio es uno de esos términos que banalizamos con el uso casi diario, al aplicarlo a situaciones que nada tienen que ver con el espanto y dimensión que conlleva esa palabra. Cuatro muertos no son genocidio, mil muertes no son genocidio… ¿cuántas tienen que ser? Muchas, demasiadas para poder imaginarlas. Hace hoy veinte años, no doscientos ni tres mil, sólo veinte, un auténtico genocidio empezó a montarse en Ruanda, África, y su dimensión mortuoria y su feroz y vertiginosa ejecución aún causan asombro y espanto.

El 6 de abril de 1994 el avión en el que viajaba el presidente ruandés, Juvénal Habyarimana, de etnia hutu, facción moderada, fue abatido con un misil cuanto trataba de aterrizar, y esa fue la señal para que los radicales hutus se hicieran con el poder, asesinasen a otras muchas autoridades políticas, y pusieran en marcha su programa de gobierno, que se podía resumir en tres palabras. Muerte al tutsi. Los tutsis formaban una minoría étnica en el país, de mayoría hutu. Armados con machetes, sin pistolas, fusiles o rifles, los hutus salieron de sus casas tal día como hoy de hace veinte años con el único objetivo de cazar tutsis y matarlos. Espoleados por las nuevas autoridades, jaleados por medios de comunicación que vomitaban odio y mentiras, alentados por historias amañadas en las que los tutsis eran la fuente de todo mal, la carnicería de los hutus fue rápida, concienzuda y devastadora. En los tres meses que duró la ola de violencia murieron asesinados unos 800.000 tutsis, sí, sí, casi un millón de personas en apenas tres meses. Pueden realizar ustedes los cálculos sobre cuántas muertes suponen al día, a la hora, y obtendrán unas cifras pasmosas a la par que terroríficas, y todo ello con el simple y único uso de machetes. Fue un genocidio artesanal, sin recurrir a infraestructuras de muerte o a alta tecnología, como hicieron los nazis en los años cuarenta. Sólo fue necesario el uso de miles, cientos de miles de afiladas hojas de acero y, eso sí, fuertes brazos movidos por el odio, el absoluto odio al diferente. En eso este genocidio fue igual a todos los que han existido y los que vendrán. Odio, mentiras, basura que corroe los corazones y envenena las mentes, y convierte a las personas en odiadores, en sujetos que buscan venganza a través de la muerte del otro, que no es visto como un igual sino como alguien inferior. Las dimensiones y la crudeza de lo que sucedió en Ruanda hace veinte años son, realmente, inimaginables. Hay decenas de memoriales erigidos en todo el país para recordar lo que allí pasó, tratando de que ese recuerdo se convierta en anestésico que impida que el odio resucite, y son incontables los testimonios de supervivientes, que cuentan su pesadilla, que de horrorosa parece un relato de ficción, pero que cuando se nos muestran y enseñan en su cuerpo las mutilaciones y heridas sufridas nos hacen recordar que esos relatos son verdad, que cuentan lo que han vivido e, increíblemente, pueden recordarlo sin sentirse aplastados por una memoria de tanto dolor y sufrimiento. Resulta descorazonador comprobar que, los mismos seres humanos que padecieron tanto dolor pudieron ser los causantes del mismo, que en nuestro interior anida todo el bien y el mal que podamos imaginar, y que si la bondad es inmensa cuando la practicamos, también lo puede ser el odio. En Ruanda volvió a fracasar el ser humano, como especie, como inteligencia, como proyecto.

Verán en la prensa muchos artículos donde se recuerda lo que allí sucedió hace dos décadas, y donde también se critica la pasividad del resto del mundo, que no hizo, que no hicimos, nada para evitarlo, porque estaba lejos, eran pobres, negros, y a nadie le interesaba. Les recomiendo el fantástico programa de En Portada “El diablo anduvo suelto” en el que ese maestro del reportaje que es Jose Antonio Guardiola vuelve a Ruanda, a los escenarios de la barbarie. Y nos los pone delante de nuestros ojos, y nos hace ver lo que allí pasó de la mano de los que aún pueden contarlo. Recordar para homenajear a los caídos, no olvidar para no repetir algo así nunca más. Esa es la única esperanza que allí queda.

viernes, abril 04, 2014

Yo, que sí tengo los ocho apellidos vascos


Es impresionante, y me alegra mucho, el éxito cosechado por la película “8 apellidos vascos” que está dejando asombrados a sus creadores, crítica y analistas de todo tipo. Construida como una comedia costumbrista a base de tópicos, su estreno fue bueno, pero ha logrado tras tres semanas en cartel aumentar la recaudación en cada fin de semana respecto al precedente, algo insólito, y logrando marcas de ingresos y de asistencia de personas a las salas que son de récord. Ya es una de las películas españolas más taquilleras y más vistas de todos los tiempos, y aún le queda un gran recorrido comercial. Alucinante.

No voy a hablarles de la película, porque aunque no se lo crean, aún no la he visto, sino de aspectos relacionados con lo que en ella se cuenta, que me los conozco en demasía. Seguramente la cinta consiste en un episodio alargado de “Vaya semanita” la exitosa y valiente serie de la ETB de hace unos años, que rompió el tabú sobre el humor en la política vasca y, en general, sobre todo lo que tenga que ver con lo que allí pase. Se dice, con razón, que los vascos tenemos un sentido del humor recóndito y sombrío, como un pinar local. Y es cierto. Existe ese sentido del humor, como en todas partes, pero la expresión pública del mismo se ha visto, hasta hace poco, como algo irrespetuoso, ofensivo, indigno. Todo es demasiado serio, trascendente, importante, sagrado, ancestral, y no se pueden hacer chistes sobre ello. Hubo un intento, si no recuerdo mal, en los años noventa, de hacer una serie de tiras cómicas en la ETB a semejanza de los guiñoles del Plus, que en aquella época tenían un gran éxito. Recuerdo que se llegó a emitir algún episodio, pero la iniciativa fue cancelada rápidamente, aduciendo excusas sobre que no estaba el horno para bromas y que no se pueden hacer chistes sobre ciertas cosas, cuando ciertas cosas en el País Vasco es casi todo. “Vaya Semanita” supuso una revolución, fue algo transgresor, pero de verdad, no como ahora, que se utiliza ese término para calificar a una adolescente que busca poner cachondo a su público para ganar más dinero. No, transgresor de verdad, que rompió normas muy consolidadas en la rígida y anquilosada sociedad vasca, y que amparado en una época de tregua, sin muertos, osó a meterse con el nacionalismo, con el constitucionalismo, y con los etarras, a reírse de ellos y de su panda de socios, secuaces que, si no fuera por las pistolas, darían tanta risa que nadie se los tomaría en serio. En su momento hubo muchas críticas a ese programa, no sólo del intocable mundo batasuno, que siempre se ha creído más allá del bien (lo está) y del mal (que es donde vive) sino del nacionalismo de toda la vida, el que impregna la calle y vela porque las costumbres que, rígidamente, comprimen a la sociedad, se mantengan. En este sentido el País Vasco siempre ha sido un lugar paradójico, donde el emprendimiento empresarial, la innovación y el desarrollo tecnológico conviven codo con codo con una forma de ver la vida arcaica, retrógrada, centrada en ideas falaces basadas en la sangre, al tradición y la eterna historia, mítica y falsa, dominado todo ello por un cristianismo viejo, de sacristía de pueblo, de beatismo incesante, pero de (casi) nulas raíces humanistas y compasivas. De ahí en parte el papel jugado por la iglesia en todo lo relacionado con ETA, a lo que me refería la semana pasada. Así, “ocho apellidos vascos” también le da un buen golpe a todo eso, se ríe de ello. Y ha recibido críticas muy duras por parte del Gara (que se fastidien) pero no sólo. En un mismo medio digital se pueden leer críticas muy dispares, como esta, que no le ha gustado nada, y esta otra, que comparto, y que la alaba. Y sobre todo, ha sido bendecida por un éxito de público en todo el país que demuestra lo sano, contagiosa y limpio que es reírse de uno mismo.

Y sobre el tema del ligue, que en la película se muestra en el sentido inverso, mi experiencia personal no sirve como modelo para otras personas, afortunadamente, pero doy fe de que tener ocho apellidos vascos no sirve en absoluto para encandilar a las féminas, que ligar con una chica vasca es tan difícil como cuenta el tópico (diría que imposible) y que hacerlo con una no vasca resulta más o menos igual de complicado, aunque es cierto de que es más fácil fracasar con ellas mientras te miran con una sonrisa en la cara, palabras agradecidas y peinado suelto y desmelenado. A ver si algún día me afinco junto a la Torre del Oro y doy rienda suelta a los tópicos, y me río con, y de ellos….

jueves, abril 03, 2014

Mario Draghi y la deflación


Sospecho que al leer el título los 3,4 seguidores de media que me siguen al día se habrán reducido instantáneamente a menos de la mitad, y cuando les confirme que el tema del día es, efectivamente, la decisión que pueda tomar hoy Don Mario y el contexto económico en el que nos movemos, temo que me habré quedado sólo. Pero no me queda más remedio que hacer ciertos apuntes sobre la reunión del BCE, de qué alternativas dispone y si la coyuntura actual le otorga al emisor monetario muchas o pocas vías de actuación para, esto es lo importante, apuntalar el crecimiento económico que estamos viviendo. Esperanzador, pero frágil. Ilusionante pero débil y problemático.

Más allá de los mensajes, que son muy importantes, Draghi se enfrenta a una de las amenazas más graves, y de las que más miedo generar entre los economistas, y no es la inflación, sino su prima bastarda, la deflación. En estos momentos el mundo occidental se encuentra en una situación de contención generalizada de los precios, y en concreto Europa está bordeando esa palabreja, que se puede definir como la reducción sostenida en el tiempo de los precios, justo a la inversa de la inflación, que no hace falta ni definirla porque todos lo sabemos y la sufrimos. ¿Es verdad que estamos en deflación? Pues como casi todo en la vida, depende. En España el último dato publicado por el INE, correspondiente a Marzo, mostraba una variación interanual del -0,2%, negativo, bajada de precios. Este valor ha suscitado mucha polémica, porque si cuando el IPC sube nadie discute que la vida cada vez es más cara, cuando baja las voces discordantes se multiplican, afirmando que el IPC no recoge bien determinados precios que sí suben y que está enmascarando una inflación real que en el día a día notan los consumidores en sus bolsillos. Lo cierto es que llevamos varios meses de tasas impositivas que no han variado, de descensos en los precios de la energía (fíjese en su gasolinera más cercana y haga memoria) factor volátil que se suele contabilizar aparte, pero que usted y yo pagamos sí o también, y que las ofertas se suceden en productos de consumo y ocio. La inflación subyacente, al de fondo, que excluye los energéticos y los alimentos frescos, que son muy volátiles, está muy baja y estable, y si es complicado decir que sí estamos en deflación, hay consenso en afirmar que vivimos una etapa de nivel de precios “demasiado bajos”. Las bajadas de precios, que a primera vista pueden sonar como algo atractivo y deseable, son muy peligrosas, porque suponen en el fondo un freno al consumo (para que voy a comprar algo hoy si mañana se que me va a costar menos) una erosión en los márgenes de beneficio de las empresas (que son los que permiten contratar e invertir) y, muy importante, un aumento de la carga de la deuda, lo que para sociedades ahogadas en deuda como la nuestra es fundamental. En efecto, las deudas, contraídas en un momento dado a un valor dado de X euros, se ven minoradas de manera natural por la inflación, dado que la cuantía X inicial no varía y los precios y salarios que tenemos en el día a día tienden a crecer en condiciones de inflación, reduciendo el valor de la deuda. La inversa también es cierta, manteniendo esa deuda X constante, bajadas de precios y salarios hacen que el valor relativo de la deuda se incremente, y por ello el pasivo crezca de una manera descontrolada. Y eso es peligroso, y en nuestra coyuntura, más. El gremio de economistas se divide ahora mismo entre los que demandan más inflación, con ayuda del BCE, por supuesto, para aliviar la carga de la deuda en determinados países como el nuestro, y que de paso sirva de estímulo para el consumo, y los que dicen que los precios muy bajos son sanos, porque muestran que la economía española ha cambiado de manera estructural, ha efectuado una devaluación interna real y que las ganancias de competitividad que de ello se generan permitirán aumentar los ingresos y cubrir las deudas sin recurrir al fantasma de la inflación.

Y como siempre, ambas posturas tienen algo de verdadero. Nos vendría bien un poco de inflación, cerca de ese objetivo clásico del 2% anual, pero con cuidado de no cebarla para que se dispare en un momento dado, y debemos mantener un esfuerzo de reformas que mantenga las ganancias de competitividad que esa devaluación interna, que sí se ha producidos, y la deflación es una forma de reflejarlo, nos ha proporcionado. Hoy son muchas las voces que presionan a Draghi para que mueva ficha para apoyar la primer de las posturas mencionadas, y está por ver si lo hará o decidirá esperar un poco más hasta determinar si estos precios “bajos” son algo pasajero o han venido para quedarse. La solución, hoy en Frankfurt a las 13:45.

miércoles, abril 02, 2014

Las palabras y los silencios de Rouco Varela


El lunes, tras un chubasco primaveral, con el suelo mojado y el cielo nuboso, tuvo lugar en la Catedral de La Almudena el funeral de estado por el alma de Adolfo Suárez, con lo que se cerró el capítulo de homenajes oficiales a su figura tras la muerte, acaecida una semana y un día antes. Todo el mundo estaba en la iglesia, y la ceremonia, oficiada por el Cardenal de Madrid Rouco Varela, fue solemne y con momento intensos. Sin embargo, serán unas palabras, desafortunadas, del sermón de Rouco, lo que quede como recuerdo de ese acto, lo que sin duda es de una gran injusticia para la memoria del homenajeado, Adolfo Suárez.

Rouco hizo ciertas alusiones a la coyuntura actual, a la necesidad de volver a un espíritu de concordia, que es el que prevaleció en la transición, y hasta ahí todo el mundo está de acuerdo, pero luego asoció el actual clima de crisis social con el que provocó la guerra civil de 1936, en un salto histórico carente de sentido y red, y llegó a considerar que el peligro de que vuelva a producirse un nuevo enfrentamiento civil existe. Esas palabras describen algo que no es cierto, suponen un gran error en lo histórico y lo conceptual, en alto o en silencio casi nadie las comparte, y serán asociadas a su figura durante mucho tiempo. Así concluía el que probablemente sea el último gran discurso público de Rouco Varela, una vez que Ricardo Blázquez ya ha sido designado como sucesor al frente de la Conferencia Episcopal y que la plaza que detenta en Madrid será cubierta en breve por un nuevo designio vaticano, dada la edad del Cardenal. No voy a dedicarme aquí a abroncar la figura de Rouco, polémica en grado sumo, por lo que ha dicho y hecho a lo largo de estos años al frente de la iglesia española, que ha sido mucho y muy opinable desde varios puntos de vista, sino a afearle la conducta, a él y a todos los demás miembros de la jerarquía eclesial española, por lo que no han hecho, por el silencio clamoroso que han guardado ante uno de los más graves y crueles asuntos que ha vivido la sociedad española. Me refiero, obviamente, al problema del terrorismo etarra, y la actitud silente, cuando no cómplice, del clero, tanto el tradicionalmente nacionalista, que ha ocupado hasta hace poco todo el poder religioso en el País Vasco, como el de las demás diócesis españolas. Durante décadas se han sucedido los asesinatos perpetrados a manos de ETA, y no diré nunca, pero casi, se ha escuchado una voz religiosa que los condene. En los años en los que Adolfo Suárez era presidente casi cien personas morían cada año tiroteadas, reventadas por bombas, asesinadas a sangre fría, y sus familiares veían como los funerales se hacían a escondidas, por miedo y vergüenza, soportando las miradas de una sociedad que los arrinconaba y de un cura que, las más de las veces, los acusaba a ellos de provocar, de ser merecedores de lo que les había pasado. En las décadas posteriores el ritmo de la muerte decreció, pero no la vileza de sus autores y colaboradores, y ahí siguió la iglesia callada, muda, ante el pecado, sin decir nada. Convocando ruidosas manifestaciones para defender privilegios adquiridos o derecho religiosos, pero nunca para arropar a las víctimas del terrorismo o para ofrecer un mínimo consuelo, algo de caridad cristiana. Hubo, es cierto, sacerdotes que se desmarcaron de esta postura hipócrita, y que se jugaron el tipo, presentándose a las elecciones municipales en los noventa en las listas no nacionalistas, pero fueron una minoría, y tuvieron que soportar el insultos de muchos de sus feligreses, y el desprecio de la jerarquía eclesial, que los veía como algo peligroso, algo que acercaba el miedo a que ETA atentase contra la iglesia, cosa que nunca ha hecho, porque la iglesia nunca se le ha opuesto.

Con Rouco, Blázquez y nuevamente Rouco al frente, la iglesia española, seguramente con el beneplácito del Vaticano, ha callado y traicionado a su compromiso de fe al abandonar a las víctimas del terrorismo. El enfrentamiento que durante décadas han mantenido gobiernos y jerarquía eclesial ha sido, a mi modo de ver, por cuestiones importantes, pero moralmente ridículas en comparación con la muerte, el asesinato y la cobardía, a la que nadie prestó caso. Por eso, en la marcha de Rouco y la nueva llegada de Blázquez, mi juicio ante ambos es y será muy duro, pero no por lo que hayan dicho, no, sino por lo mucho que han callado durante todos estos años, y por lo que aún no han pedido perdón.

martes, abril 01, 2014

Hollande ante su gran derrota


La segunda vuelta de las elecciones municipales francesas aportó pocas novedades respecto a la primera, y consolidó el giro que experimenta el país vecino hacia la derecha, otorgando a la UMP, el partido en el que milita Sarkozy, una gran victoria en la mayoría de municipios galos, concediendo al Frente Nacional de LePen algunas alcaldías, en su primer intento de acceso al poder municipal francés, y propinando un duro castigo al Partido Socialista, que puede ver con alivio como conserva el control de París en la figura de la gaditana de origen Anne Hidalgo, pero que a cambio pierde casi todo su poder local. Ha sido el claro y rotundo perdedor de las elecciones.

Hollande, la figura a la que los franceses han golpeado con cada voto que a su partido han negado o a la oposición han brindado, sale muy debilitado, aún más, tras estas elecciones. Con dos años de mandato a cumplir en Mayo, con tres años aún por delante, y con unos índices de popularidad que apenas alcanzan el 20%, su presidencia de momento se puede calificar de rotundo fracaso. La economía gala no acaba de arrancar, las tasas de paro suben lenta y constantemente, la indecisión al frente del gobierno es constante y por lo que más conocen los franceses, y el resto del mundo, a su presidente, es por sus escándalos de cama y líos de faldas. El balance es pobre de solemnidad. Tratando de enderezar esta situación, Hollande decidió ayer cambiar todo su gobierno, empezando por la figura del Primer Ministro, nombrando a Manuel Valls, de origen catalán, ya hasta ahora Ministro de Interior, como nuevo responsable de la máxima gestión política francesa. Valls es mucho más popular y querido que Hollande, entre los suyos y los de enfrente. Con un talante moderno y algo hiperactivo, su gestión en interior ha estado marcada por su dureza frente a la inmigración, queriendo así atraerse algunos votos que ahora mismo son feudo de una extrema derecha muy pujante en Francia, y perdiendo a cambio los de una izquierda radical que, en principio, apoyó en las presidenciales al PS. Controvertido, amante de la polémica y con magnetismo, Valls es la estrella ascendente de un socialismo ligero, sin carga ideológica, pragmático, y que mira mucho más al votante de centro que al de la izquierda. Con su nombramiento Hollande vira completamente su discurso político, que hasta ahora estaba amucho más centrado en los mensajes de la izquierda clásica, mientras que su dudosa y débil actuación no era ni de izquierdas ni de derechas. Valls puede aportar la dosis de pragmatismo necesario para que Hollande y el PS sobrevivan a la tormenta perfecta que el centro derecha galo y, sobre todo, la extrema derecha de Le Pen, amenazan con desencadenar para acabar con el poder del PS. Pero este nombramiento también tiene una lectura interna para el propio PS y la figura de Hollande. En las filas socialistas francesas Valls no es muy bien visto por muchos, dada su gestión en interior, a la que muchos acusan de derechista, y es probable que en el día a día asita a una creciente división dentro del partido entre socialistas “Vallistas” y clásicos, que le hagan la vida cada vez más imposible. Para Hollande nombrarle como segundo puede ser peligroso porque, siendo como es y más popular que él, una gestión exitosa puede catapultarle a una campaña presidencial propia, acabando por mandar a Hollande al cuarto de los juguetes rotos, pero también existe la opinión de que Hollande le ha hecho a Valls un regalo muy envenenado, ofreciéndole el cáliz del poder en un momento en el que de esa copa sólo se puede esperar sufrimiento y martirio. Siendo cínicos, y dado que Valls es el mayor rival que tiene Hollande en sus filas, qué mejor que promocionarle para que se achicharre en el día a día de la gestión de una Francia sumida en enormes problemas políticos y económicos. Si todo golpe y protesta que reciba Valls a partir de ahora serán golpes que elude el propio Hollande. Retorcida, sí, pero bastante plausible idea, que habrá que ver cómo se desarrolla en el tiempo.

Lo que estas municipales también revelan, aunque en menor medida de lo real, es el cada vez más imparable ascenso del Frente Nacional de Marine Le Pen, que amenaza con convertirse en la fuerza más votada en unas elecciones generales en Francia. Con candidaturas en poco más de la décima parte de los municipios, Le Pen ha logrado un éxito en votos, y ya se prepara para unas elecciones europeas, las del 25 de Mayo, que pudieran convertirse en su primer triunfo nacional. El movimiento de nombrar a Valls también trata de frenar al Frente Nacional, pero está por ver que lo logre. Marine es la figura ascendente de la política francesa, y sólo este hecho muestra hasta qué punto Francia se encuentra sumida en una crisis de grandes dimensiones, no sólo económica, y muy compleja solución.