Sospecho que al leer el título
los 3,4 seguidores de media que me siguen al día se habrán reducido
instantáneamente a menos de la mitad, y cuando les confirme que el tema del día
es, efectivamente, la decisión que pueda tomar hoy Don Mario y el contexto
económico en el que nos movemos, temo que me habré quedado sólo. Pero no me
queda más remedio que hacer ciertos apuntes sobre la reunión del BCE, de qué
alternativas dispone y si la coyuntura actual le otorga al emisor monetario
muchas o pocas vías de actuación para, esto es lo importante, apuntalar el
crecimiento económico que estamos viviendo. Esperanzador, pero frágil. Ilusionante
pero débil y problemático.
Más allá de los mensajes, que son
muy importantes, Draghi se enfrenta a una de las amenazas más graves, y de las
que más miedo generar entre los economistas, y no es la inflación, sino su
prima bastarda, la deflación. En estos momentos el mundo occidental se
encuentra en una situación de contención generalizada de los precios, y en
concreto Europa está bordeando esa palabreja, que se puede definir como la
reducción sostenida en el tiempo de los precios, justo a la inversa de la
inflación, que no hace falta ni definirla porque todos lo sabemos y la
sufrimos. ¿Es verdad que estamos en deflación? Pues como casi todo en la vida,
depende. En
España el último dato publicado por el INE, correspondiente a Marzo, mostraba
una variación interanual del -0,2%, negativo, bajada de precios. Este valor
ha suscitado mucha polémica, porque si cuando el IPC sube nadie discute que la
vida cada vez es más cara, cuando baja las voces discordantes se multiplican,
afirmando que el IPC no recoge bien determinados precios que sí suben y que
está enmascarando una inflación real que en el día a día notan los consumidores
en sus bolsillos. Lo cierto es que llevamos varios meses de tasas impositivas
que no han variado, de descensos en los precios de la energía (fíjese en su
gasolinera más cercana y haga memoria) factor volátil que se suele contabilizar
aparte, pero que usted y yo pagamos sí o también, y que las ofertas se suceden
en productos de consumo y ocio. La inflación subyacente, al de fondo, que excluye
los energéticos y los alimentos frescos, que son muy volátiles, está muy baja y
estable, y si es complicado decir que sí estamos en deflación, hay consenso en
afirmar que vivimos una etapa de nivel de precios “demasiado bajos”. Las
bajadas de precios, que a primera vista pueden sonar como algo atractivo y
deseable, son muy peligrosas, porque suponen en el fondo un freno al consumo
(para que voy a comprar algo hoy si mañana se que me va a costar menos) una
erosión en los márgenes de beneficio de las empresas (que son los que permiten
contratar e invertir) y, muy importante, un aumento de la carga de la deuda, lo
que para sociedades ahogadas en deuda como la nuestra es fundamental. En
efecto, las deudas, contraídas en un momento dado a un valor dado de X euros,
se ven minoradas de manera natural por la inflación, dado que la cuantía X
inicial no varía y los precios y salarios que tenemos en el día a día tienden a
crecer en condiciones de inflación, reduciendo el valor de la deuda. La inversa
también es cierta, manteniendo esa deuda X constante, bajadas de precios y
salarios hacen que el valor relativo de la deuda se incremente, y por ello el
pasivo crezca de una manera descontrolada. Y eso es peligroso, y en nuestra
coyuntura, más. El gremio de economistas se divide ahora mismo entre los que
demandan más inflación, con ayuda del BCE, por supuesto, para aliviar la carga
de la deuda en determinados países como el nuestro, y que de paso sirva de estímulo
para el consumo, y los que dicen que los precios muy bajos son sanos, porque
muestran que la economía española ha cambiado de manera estructural, ha
efectuado una devaluación interna real y que las ganancias de competitividad
que de ello se generan permitirán aumentar los ingresos y cubrir las deudas sin
recurrir al fantasma de la inflación.
Y como siempre, ambas posturas tienen algo de
verdadero. Nos vendría bien un poco de inflación, cerca de ese objetivo clásico
del 2% anual, pero con cuidado de no cebarla para que se dispare en un momento
dado, y debemos mantener un esfuerzo de reformas que mantenga las ganancias de
competitividad que esa devaluación interna, que sí se ha producidos, y la
deflación es una forma de reflejarlo, nos ha proporcionado. Hoy
son muchas las voces que presionan a Draghi para que mueva ficha para apoyar la
primer de las posturas mencionadas, y está por ver si lo hará o decidirá
esperar un poco más hasta determinar si estos precios “bajos” son algo pasajero
o han venido para quedarse. La solución, hoy en Frankfurt a las 13:45.
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