La segunda vuelta de las
elecciones municipales francesas aportó pocas novedades respecto a la primera,
y consolidó el giro que experimenta el país vecino hacia la derecha, otorgando
a la UMP, el partido en el que milita Sarkozy, una gran victoria en la mayoría
de municipios galos, concediendo al Frente Nacional de LePen algunas alcaldías,
en su primer intento de acceso al poder municipal francés, y propinando un duro
castigo al Partido Socialista, que puede ver con alivio como conserva el
control de París en la figura de la gaditana de origen Anne Hidalgo, pero que a
cambio pierde casi todo su poder local. Ha sido el claro y rotundo perdedor de
las elecciones.
Hollande, la figura a la que los
franceses han golpeado con cada voto que a su partido han negado o a la
oposición han brindado, sale muy debilitado, aún más, tras estas elecciones.
Con dos años de mandato a cumplir en Mayo, con tres años aún por delante, y con
unos índices de popularidad que apenas alcanzan el 20%, su presidencia de
momento se puede calificar de rotundo fracaso. La economía gala no acaba de
arrancar, las tasas de paro suben lenta y constantemente, la indecisión al
frente del gobierno es constante y por lo que más conocen los franceses, y el
resto del mundo, a su presidente, es por sus escándalos de cama y líos de
faldas. El balance es pobre de solemnidad. Tratando
de enderezar esta situación, Hollande decidió ayer cambiar todo su gobierno,
empezando por la figura del Primer Ministro, nombrando a Manuel Valls, de
origen catalán, ya hasta ahora Ministro de Interior, como nuevo responsable
de la máxima gestión política francesa. Valls es mucho más popular y querido
que Hollande, entre los suyos y los de enfrente. Con un talante moderno y algo
hiperactivo, su gestión en interior ha estado marcada por su dureza frente a la
inmigración, queriendo así atraerse algunos votos que ahora mismo son feudo de
una extrema derecha muy pujante en Francia, y perdiendo a cambio los de una
izquierda radical que, en principio, apoyó en las presidenciales al PS.
Controvertido, amante de la polémica y con magnetismo, Valls es la estrella
ascendente de un socialismo ligero, sin carga ideológica, pragmático, y que
mira mucho más al votante de centro que al de la izquierda. Con su nombramiento
Hollande vira completamente su discurso político, que hasta ahora estaba amucho
más centrado en los mensajes de la izquierda clásica, mientras que su dudosa y
débil actuación no era ni de izquierdas ni de derechas. Valls puede aportar la
dosis de pragmatismo necesario para que Hollande y el PS sobrevivan a la
tormenta perfecta que el centro derecha galo y, sobre todo, la extrema derecha
de Le Pen, amenazan con desencadenar para acabar con el poder del PS. Pero este
nombramiento también tiene una lectura interna para el propio PS y la figura de
Hollande. En las filas socialistas francesas Valls no es muy bien visto por
muchos, dada su gestión en interior, a la que muchos acusan de derechista, y es
probable que en el día a día asita a una creciente división dentro del partido
entre socialistas “Vallistas” y clásicos, que le hagan la vida cada vez más
imposible. Para Hollande nombrarle como segundo puede ser peligroso porque,
siendo como es y más popular que él, una gestión exitosa puede catapultarle a
una campaña presidencial propia, acabando por mandar a Hollande al cuarto de
los juguetes rotos, pero también existe la opinión de que Hollande le ha hecho
a Valls un regalo muy envenenado, ofreciéndole el cáliz del poder en un momento
en el que de esa copa sólo se puede esperar sufrimiento y martirio. Siendo
cínicos, y dado que Valls es el mayor rival que tiene Hollande en sus filas, qué
mejor que promocionarle para que se achicharre en el día a día de la gestión de
una Francia sumida en enormes problemas políticos y económicos. Si todo golpe y
protesta que reciba Valls a partir de ahora serán golpes que elude el propio
Hollande. Retorcida, sí, pero bastante plausible idea, que habrá que ver cómo
se desarrolla en el tiempo.
Lo que estas municipales también revelan, aunque
en menor medida de lo real, es el cada vez más imparable ascenso del Frente Nacional
de Marine Le Pen, que amenaza con convertirse en la fuerza más votada en unas
elecciones generales en Francia. Con candidaturas en poco más de la décima
parte de los municipios, Le Pen ha logrado un éxito en votos, y ya se prepara para
unas elecciones europeas, las del 25 de Mayo, que pudieran convertirse en su
primer triunfo nacional. El movimiento de nombrar a Valls también trata de
frenar al Frente Nacional, pero está por ver que lo logre. Marine es la figura
ascendente de la política francesa, y sólo este hecho muestra hasta qué punto
Francia se encuentra sumida en una crisis de grandes dimensiones, no sólo económica,
y muy compleja solución.
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