miércoles, enero 31, 2018

Preacuerdo en la Opel de Figueruelas

Mientras Puigdemont sigue sembrando discordia entre los suyos propios y generando enormes destrozos, sociales y económicos, en la sociedad catalana y en toda España, otras personas demuestras que el pragmatismo y la cabeza fría son la mejor guía en tiempos convulsos como estos, que a todos nos descolocan. Hay una expectación muy alta para conocer, creo que poco más allá del mediodía, el resultado de la votación a la que ha sido sometido entre los trabajadores de la planta de Opel en Figueruelas el acuerdo alcanzado por la nueva propiedad, PSA, francesa, y los sindicatos, tras unas negociaciones que, durante días, han hecho asomar el traslado de parte de la producción y la enorme pérdida que eso supondría.

He leído estos días varios artículos al respecto y no se ponían de acuerdo sobre si esta industria representaba el veinte o el veinticinco por ciento de la economía aragonesa. Qué más da, cualquiera de esas cifras es salvaje. El impacto que la planta tiene en su entorno es enorme, y el arrastre que genera, indiscutible, en términos de riqueza, población y servicios. Con cerca de siete mil empleados directos, repartidos en turnos, y con decenas de miles en las industrias auxiliares que se sitúan en las proximidades de la planta, y con miles y miles de trabajos vinculados directa e indirectamente, la Opel de Figueruelas aparece como el nodo central de una enorme red financiera y económica que surte de empleo y prosperidad a su entorno. Desde que se estableció, a principios de los ochenta, y al igual de lo que ha sucedido en otras localidades donde se han asentado empresas de este tipo (Almusafes en Valencia con la Ford, Vigo con PSA, Valladolid – Villalobón con Renault, etc) los municipios de su entorno han visto cambiar completamente la fisonomía y perfil de sus habitantes, empezando por el mero hecho del disparo de población asociada, y todos ellos, empleados o no de la fábrica, pero que viven en torno y gracias a ella, saben que mantenerla allí, en marcha, es el objetivo número uno de sus vidas. La productividad de las plantas de coches españolas es altísima, y el proceso de aumentos salariales que se dio desde que se implantaron, atraídas en su momento por nuestro país por los bajos costes laborales, no ha causado deslocalización alguna. Los grandes centros productores de coches han ido creciendo sin cesar, y creo recordar que sólo Santana motor en Linares ha decaído, y la planta de PSA de Villaverde Madrid siempre está en la cuerda floja. España es uno de los principales productores de automóviles de Europa, con casi tres millones de unidades montadas en el pasado año 2017, muchas más de las que se venden en nuestro territorio, lo que hace de esta industria una de nuestras más grandes exportadoras. Producir coches en España sigue siendo rentable pero, en general, producir coches en el mundo se está convirtiendo en un negocio cada vez más complicado, y no tanto por asuntos de deslocalización y costes laborales, que siempre están ahí, sino por la transformación que empieza a sufrir la industria del automóvil, que intuye que se acaba una época pero que no es capaz de vislumbra cuál será la que viene. Competidores asiáticos que están haciendo mucho daño a las marcas europeas, mercados emergentes con dinámicas propias, revolución tecnológica que amenaza el dominio absoluto del motor de combustión interna, normativas ambientales cada vez más estrictas, pérdida de atractivo del coche como elemento distintivo para muchos jóvenes, la irrupción del coche autónomo y su discutido futuro, junto con los ya presentes sistemas de alquiler por uso y renting… sí, hacer y vender coches se está complicando mucho, y la presión para los fabricantes va a más. Los enormes costes fijos de esta industria hacen que los cambios no puedan ser bruscos, y las estrategias sean a largo plazo. Un cóctel complicado en el que los trabajadores se encuentran, también, en una nueva época.


El preacuerdo en Figueruelas, que esperemos sea ratificado en la votación de hoy, es una gran noticia, sobre todo para los trabajadores de la planta, porque garantiza su futuro y vuelve a mostrar el sentido de la responsabilidad que poseen. Es el nuestro un país en el que montamos coches, pero carecemos de industria automovilística que decida, diseñe y planifique, y eso a largo plazo es un grave problema. El ejemplo de Figueruelas sirve como guía para actuar, con cabeza, ante un dilema que tiene un alto componente emocional. La planta, ojalá, seguirá produciendo, y con ella todas las que tenemos en el país, pero siempre con un ojo puesto en la evolución de un mercado que como todos, debe ser rentable, pero que puede cambiar más en los próximos diez quince años que en el último medio siglo.

martes, enero 30, 2018

La batalla de la Nutella

Nos creemos racionales, seres equilibrados en los que los cálculos y el análisis objetivo dominan el instinto, pero la realidad nos demuestra, día tras día, que no es así. Bastaría con ver el desquiciado comportamiento de Puigdemont para comprobar como los humanos podemos ser mucho más irracionales de lo que uno pudiera imaginar, pero comportamientos desquiciados, Puigdemoniacos, como dice el gran Carlos Alsina, los cometemos todos cada día. Y constantemente se nos alienta a ello, porque esa es la vía más rápida y segura para que nos gastemos nuestro dinero. Los genios del márketing nos tientan y, una cine, mil veces, caemos en la trampa.

La semana pasada se produjeron serios disturbios en unos establecimientos de una cadena de supermercados franceses por una oferta chollo de Nutella. La promoción, única, especial, irrepetible, histórica, consistía en bajar el precio de cada envase de 4,5 a 1,5 euros, un descuento salvaje del 70%, que está por ver si era legal al, quizás, situarse por debajo del valor de rentabilidad del producto. La oferta es muy tentadora, y el producto ideal. Si uno analiza fríamente los datos se da cuenta de que el ahorro es de tres euros, tres. Da para un par de cafés, depende en qué lugar, y poco más. El porcentaje de la rebaja es enorme, sí, pero la ganancia que obtiene el consumidor es escasa. Pues bien, esos tres euros de nada fueron suficientes para que algo muy similar a batallas campales se dieran en los establecimientos que vendían la Nutella. Colas enormes, clientes ansiosos, luchas encarnizadas por conseguir uno o varios botes, manos y brazos desatados a por el dulce y piernas sueltas apuntando a las espinillas del contrario… escenas propias de una marabunta exaltada que huyese de un incendio o de una guerra, o que fuera a enfrentarse en otra. Algo completamente sin sentido. ¿Por qué la gente acudió en masa a esta promoción, sin duda generando un coste para su economía muy superior a los consabidos tres euros?. Piensen en el tiempo empleado, los posibles destrozos en la ropa, las malas sensaciones, no hablemos de heridas, lesiones o similares…. ¿Compensa eso tres euros? No, desde luego que no, pero eso era irrelevante en el momento de la batalla, en la que el valor era conseguir el premio, el triunfo era superar a los demás, y nada de aquello era economía o negocios, sino una simple regresión a nuestra versión animalista, primitiva, cazadora, defensora de su territorio frente al rival. Dos fueron, principalmente, los reclamos que usaron en el fondo los estrategas de la campaña para convocar a las masas. El primero, el obvio, el descuento, el chollo, la irresistible oferta, que no tiene parangón y que es tan asombrosa como única. El otro, asociado, es el de la prisa. La oferta dura poco, muy poco, corre antes de que se acabe, no lo dejes para el final, se el primero, ve antes de que otros lo hagan, deja todo lo que estás haciendo y sal corriendo en busca de tu oferta maravillosa. Chollo y prisa son la combinación perfecta, generan esa sensación de urgencia, de oportunidad única que no se puede dejar pasar, que resulta muy irresistible. Son tácticas que se emplean muy a menudo en promociones comerciales de todo tipo, las rebajas son un clásico a la hora de utilizarlas, y que modernas figuras como “el día sin IVA” o el “Black Friday” han extendido y optimizado aún más. Lo ideal es forzar la combinación de componentes para alentar lo más posible el instinto. Descuentos acentuados durante un tiempo muy breve, y el caso de la Nutella era el ejemplo perfecto. Chollazo del 70% de bajada hasta que se acabasen las existencias de los botes, por lo que el tiempo lo definía la horda de compradores. Cuantos más acudieran, menor era la ventana de oportunidad. Y una vez desatado el instinto, con los consumidores babeando cuales perros paulovianos, las escenas que vimos eran tan obvias como, por supuesto, rentables para el vendedor.


¿Actuó ilícitamente la cadena de supermercados? Si no cayó en un precio de ventas por debajo del coste, difícilmente podrá ser acusado de violar la ley, pero es obvio que actuó de manera marrullera y poco ética. Las marcas, tanto de la cadena de tiendas como del producto, recibieron una publicidad global con un impacto de millones de telespectadores de todo el mundo, aunque está por ver si el poso final de lo sucedido deja buena o mala imagen. Y todos los que los veíamos movíamos la cabeza pensando “qué gente más tonta” sin querer admitir que la inmensa mayoría de nosotros hubiera reaccionado de una manera similar ante estímulos semejantes en nuestro entorno. Y es que, por mucho que lo neguemos, no somos tan puros como pensamos. En nuestro interior anida un Puigdemontin perverso que, escondido, espera que nos comportemos como fieras.

lunes, enero 29, 2018

Kabul, masacre terrorista en la plaza de Sadarat

Dando por sentado que todos sabemos que Kabul es la capital de Afganistán, ¿sería usted capaz de situarla en el mapa? ¿Conoce alguien a alguna persona que viva allí? ¿Sabemos algo de lo que sucede en el día a día de esa ciudad, de los gustos de sus habitantes, de los resultados de sus equipos deportivos? ¿es Kabul algo más que un nombre? Quizás alguien posea referencias, contactos, historias relacionadas con esa ciudad, pero es probable que pocos, muy pocos en nuestro entorno estén en esa situación. Para nuestras vidas, Kabul está muy lejos en lo físico, pero a una distancia infinita en lo emocional, y en el fondo, nada de lo que allí suceda nos importa o afecta en exceso.

Este fin de semana, otro atentado en Kabul ha sacudido a la ciudad, provocado decenas de muertos y convertido sus calles en improvisados campos de batalla y a cualquier local afectado en morgue temporal. Un suicida ha hecho estallar los explosivos que portaba, que llenaban su vehículo, una ambulancia bomba, causando un centenar de muertos y un número mucho mayor de heridos. Piensen por un momento en la contradicción absoluta que encierran las palabras “ambulancia bomba”, el unir un sinónimo de salud y auxilio con el terrorismo más indiscriminado. De esa combinación aberrante sólo puede surgir el horror que ha segado vidas en un Kabul que, día tras día, se hunde en una espiral de atentados terroristas talibanes que conmocionan a sus sufridos habitantes y les hacen vivir, para siempre, en la pesadilla de la guerra. Las imágenes que hemos podido ver a lo largo del fin de semana, que no han sido demasiadas, son indistinguibles de las que vimos la semana pasada y hace otras tantas. Carreras, cuerpos, dolor, rabia, sufrimiento, cascotes, coches destrozados, calles polvorientas y secas, y confusión y un constante idioma que se nos hace ajeno e indescifrable. Uno ve el mapa de la ciudad y la posición de los últimos atentados y se da cuenta de lo que están sufriendo los residentes de ese lugar, sometidos a un constante ataque por parte de los integristas islámicos, sin que a mucha gente le parezca importarle. ¿Hemos visto campañas en internet con corazoncitos asociados a Kabul? ¿Se ha apagado la Torre Eiffel o algún otro monumento emblemático como solidaridad con las víctimas y allegados? No, nada de eso, ni ha sucedido, ni lo hemos demandado ni lo hemos echado en falta. Porque Kabul está muy lejos, infinitamente lejos. El centro de las grandes y famosas ciudades occidentales está, para muchos de nosotros, más cerca de nuestro corazón e imaginario que el extrarradio de nuestras propias ciudades, en las que vivimos y debiéramos sentir como propias. La esquina de la 42 con Broadway es más identificable para casi todos nosotros que, pongamos, muchos barrios madrileños sitos fuera de la M30, y lo mismo podríamos decir de zonas de Londres, París, Roma, Ámsterdam y muchas otras urbes, donde lo que sucede lo sentimos como propio, y su daño sí que nos duele. El atentado de este sábado en Kabul se ha producido en la Plaza de Sadarat, según veo en internet, plaza cuyo nombre no me dice nada. Podría ser Sadarot o Dasarat y me hubiera quedado igual. Es un lugar vacío, lleno de personas y edificios, sí, pero vacío de sentimientos para mi, y sospecho que para la mayoría. No nos dice nada, no lo ubicamos ni en el espacio ni en sentimiento alguno. Este fin de semana ha sido escenario de una salvajada, pero puede que nunca más en nuestras vidas oigamos ese nombre y nada de lo que allí suceda vuelva a llegar a nuestros oídos, o aparecer en nuestras pantallas. Y de hecho, casi seguro, para la hora de la comida, siendo generoso, habré olvidado ese nombre, ese espacio en el callejero de Kabul, y volverá al rincón de la nada de donde salió, explosivamente, este sábado.


Años y años de guerra en Afganistán que, nuevamente, se traducen en inestabilidad y descontrol, con un gobierno local que parece estar perdiendo no el terreno, pero sí la seguridad, frente a os talibanes y todo tipo de insurgencia yihadista que ataca sin piedad a la capital y a otros lugares aún más remotos y desconocidos. Tras las guerras famosas y mediáticas, Afganistán y sus desgracias han sido confinados al espacio intermedio de la actualidad internacional, a la tierra de nadie informativa a la que no se le presta demasiada atención, más bien poquísima, y que no vende nada. Pero las desgracias se suceden, y hoy esa plaza de Sadarat será escenario de duelos, llantos e intentos de vuelta a una forzada normalidad, hasta el siguiente atentado. Ojalá sea capaz de recordar el nombre de esa plaza, ojalá no pueda olvidarlo.

viernes, enero 26, 2018

El dólar débil dispara el valor del euro

El mercado de divisas es el más intenso, inmenso y complejo del mundo, no cierra nunca y es imposible de predecir. Y supone un constante juego de espejos, porque el cambio cruzado de una moneda contra otra permite ser visto como la fortaleza de una o la debilidad de otra, o viceversa. Los movimientos son relativos, por lo que lo que parece el ascenso de uno puede deberse a la caída de otro, y ello complica mucho las interpretaciones y el saber qué es lo que realmente está pasando. Lo que es innegables es que variaciones en los cambios acaban afectando a la economía real de las naciones, en forma de alteraciones de competitividad, efectos sustitución y derivadas de muchos tipos, algunas de ellas claras, otras no tanto.

Ahora mismo parece que se está fraguando una nueva guerra cambiaria, con el dólar como principal jugador. Sea por intención o descuido, las declaraciones de hace un par de días del secretario del tesoro norteamericano, Steven Mnuchin, en las que glosaba las ventajas de un dólar débil, han sembrado incertidumbre en los merados y agudizado el momento de debilidad que vive el billete verde, que se traduce en estos lares en un aumento de la cotización del euro, que está cómodamente instalado en el 1,24. Ayer, en una jornada muy volátil, con declaraciones cruzadas de Mnuchin y de un preocupado, e irritado, Mario Draghi, el euro alcanzó la barrera del 1,25, valor que no se veía desde 2014, para luego perder algo tras un intento de apaciguar los ánimos por parte de los responsables de la economía norteamericana. ¿Busaca Trump una guerra cambiaria? No diría yo tanto, pero sí parece que está muy contento con un dólar débil, que supone en la práctica una política de defensa proteccionista para su mercado frente a las importaciones. Moneda débil implica que los productos extranjeros se encarecen en EEUU, lo que reduce su consumo frente al producto nacional, y aumenta la competitividad de las empresas norteamericanas en el exterior al abaratar sus productos en los mercados internacionales. Es como poner un arancel a la entrada y un subsidio a la salida. El simétrico también se da, por lo que las importaciones que necesita EEUU también se le encarecen. Sabe Trump, al menos seguro que lo conoce su equipo, que ese factor no es tan grave en el imperio porque productos como el petróleo, que los europeos importamos a mansalva, ya es producido en el interior del país, y eso hace que los efectos de su subida (cotiza en dólares y suele mostrar un comportamiento inverso a la fortaleza o debilidad de la divisa) sea menor de lo que pueda ser para terceros países. Evidentemente el resto de actores comerciales, pongamos Europa, China y Japón, ven como uno de sus principales competidores dopa sus exportaciones vía bajada de precios y restringe importaciones por el alza de las mismas (por esa débil divisa) y no van a quedarse quietos. Un cambio del euro superior a 1,20$ empieza a hacer daño al sector exportador europeo, y Alemania contempla con preocupación cómo sus ventas fuera de la UE empiezan a verse amenazadas por una moneda nada competitiva. Esto mete presión, y mucha, al BCE. Se supone que en este 2018 debiera empezar el proceso de normalización monetaria, con la progresiva retirada de estímulos y, quizás, subida de tipos. Dice el manual que eso fortalecería la cotización del euro, pero ahora mismo eso es justo lo que no desea nadie, por lo que el BCE empieza a verse situado en una posición muy comprometida. Sería necesario, siempre lo es, una actitud coordinada y cooperativa entre las principales economías globales para tratar de buscar un beneficio mutuo, dado que todas ellas están muy relacionadas, pero es evidente que bajo el mandato de Trump esa confianza no existe, y la coordinación hace aguas. ¿Guerra de divisas? Me parece precipitado y algo alarmista el titular, pero desde luego no hay paz cambiaria.


Hoy Trump habla en Davos, en la última jornada del Foro Económico Mundial: Todo el mundo da por sentado que su discurso tendrá un carácter antiliberal y proteccionista, justo en uno de los foros que más lucha contra esas dos ideas. De lo que diga, cómo se interprete y cómo respondan las monedas podremos sacar algo en claro, pero lo fundamental es que la coordinación que existió en los años de la crisis entre la FED y el BCE parece haber pasado a la historia y, créanme, esa es una mala noticia. Todos los augurios económicos para este año 2018 son excelentes, y de momento las bolsas responden, pero yo empiezo a ver algunos nubarrones serios. Como no acierto pronóstico alguno no me hagan mucho caso, pero esto no me gusta nada de nada.

jueves, enero 25, 2018

Davos, Felipe VI y el lobbysmo

En Davos, Suiza, es donde se sitúa la acción de “La Montaña Mágica”, de Thomas Mann, novela inmensa en tantos sentidos, que relata al estancia de Hans Castorp en un sanatorio de montaña durante lo que iban a ser unas semanas, convertidas finalmente en años, a lo largo de los cuales desfila la Europa burguesa previa a la Primera Guerra Mundial. La novela ofrece un retrato perfecto de la sociedad de su tiempo y el proceso de maduración de Castorp, que aprende algo de todos los personajes que deambulan por aquel entorno. No se si ese espíritu de retrato colectivo, de aunar a personajes, fue lo que inspiró a los creadores del Foro Económico Mundial para situarlo en Davos, pero lo cierto es que se da, quien es algo allí va, y quien no lo es, no.

España ha estado ausente de Davos durante muchos años. Entiéndaseme bien, acudíamos con una delegación, pero era de risa. Ausencia total de dirigentes de peso, ocasionalmente algún ministro, pero nada relevante, como queriendo dar la imagen, real, de que no nos importa la política exterior y asumiendo hasta el extremo la irrelevancia práctica de nuestro país en el contexto internacional, que para nosotros es un marco dado sobre el que muy poco podemos hacer más allá de adaptarnos. Esta vez es diferente. Por primera vez en la historia, el Rey ha acudido a Davos, en medio de la crisis catalana, y con la idea central de restaurar la imagen de España ante el mundo tras lo sucedido. Felipe VI ha hecho un discurso muy importante ante el foro más relevante en el que podía estar, y no ha eludido la situación, ha relatado el desgarro sucedido por Cataluña, el desafío soberanista, el marasmo producido en el conjunto del país y el deterioro de nuestra imagen por todo lo que ha pasado, y sigue sucediendo. El mensaje del Rey ha sido claro: la ley es la garantía de que los derechos se respetan y de que la democracia se mantiene. Sin ley, la democracia sucumbe ante la arbitrariedad, y ha sido muy acertado vincular este mensaje, y el episodio catalán, incomprensible para muchos (cada vez más para mi) con la ola populista que recorre el mundo, que extrema posiciones, que transforma democracias en regímenes autoritarios y que pretende disolver las bases de la libertad y los derechos que las sociedades abiertas nos hemos dado. Hungría, en la UE, es un buen ejemplo de lo que un gobierno populista puede llegar a destruir si alcanza el poder, Turquía es otro claro caso de depreciación democrática y de camino hacia el autoritarismo, y no hay duda de que los idearios de formaciones como el UKIP, Frente Nacional, Liga Norte, Alternativa por Alemania y cosas por el estilo ansían hacer lo mismo en sus respectivas naciones. Quizás pocos de los asistentes fuesen capaces de resumir, en pocas palabras, que es lo que sucede en España y Cataluña, pero entienden muy bien los movimientos extremistas que se dan en sus propias naciones. Con su discurso Felipe VI hizo el mejor de los trabajos de lobby que he visto en muchos años a favor de la imagen de España, y de paso se unió al coro de voces que, encabezadas en Europa por Macron y Merkel, se han convertido en resistencia frente al oscurantismo populista. Ayer Felipe VI puso a España, durante un breve instante, en el foco de la actualidad internacional, y ofreció la imagen de una sociedad abierta, libre, tolerante, que sufre problemas y carencias, pero que no se repliega, que trata de avanzar, que trabaja, que combate las ideas extremas, que aspira a un mundo abierto, libre, sabedora de lo que es estar décadas en la oscuridad de la dictadura. ¿Cuánto supone, en términos de imagen, de rentabilidad, de prestigio, de posicionamiento, un acto como el del Rey de ayer? Mucho, muchísimo, algo reamente impagable. Y, por cierto, del discurso y papel del Rey también debieran aprender los políticos españoles, dirigentes y no, que ayer volvieron a quedar retratados al bajo nivel en el que se encuentran, frente a la altura de Felipe VI.

Como contraste, hoy, en el mismo Davos, intervendrá Donald Trump, adalid de todo lo contrario a lo defendido por el rey. Trump es una anormalidad, más bien el reflejo de un problema de fondo, pero su discurso agresivo, proteccionista, egoísta, basado en el miedo, el orgullo mal entendido, la superioridad manifiesta, el comportamiento altivo y el rechazo a la cooperación, representa lo peor de la política y de la sociedad. Mucho se esperan sus palabras, más con miedo que con ganas, y de no producirse sorpresa alguna, volveremos a tener otra triste jornada en la que uno de los hombres más poderosos del mundo utilizará su influencia en pos del perjuicio global. Luces ayer en Davos, probables sombras hoy. Como consejo, lean a Thomas Mann, sus novelas son espléndidas.

miércoles, enero 24, 2018

El debate sobre la prisión permanente revisable

Con motivo de los sucesos de Bilbao y, especialmente, tras la resolución del asesinato de Diana Quer, se ha vuelto a poner sobre la mesa el debate de la prisión permanente revisable, PPR para abreviar, y hay una campaña de recogida de firmas en internet para evitar la derogación de la misma. Este es uno de esos debates que tiene bastantes aristas y requeriría un tiempo y algo de sosiego para ser desarrollado. Decidir en caliente ante el resultado de un crimen es el camino, casi seguro, para el error. Pero en España somos dados a los debates broncos, rápidos, extremistas y en poco tiempo pasamos a otra cosa. Mala forma de gestionar los asuntos de importancia (y todos los demás)

Mi opinión sobre la PPR es que sí estaría a favor de implantarla, pero teniendo en cuenta siempre, y esto debe quedar muy claro para víctimas potenciales y sus familiares, que el efecto disuasorio de la medida será muy escaso. Afortunadamente vivimos en una sociedad muy tranquila, con unos bajísimos niveles de criminalidad. Es uno de los mayores lujos de nuestro país, y apenas sabemos apreciarlo. Por ello es poco probable que los principales destinatarios de una condena de este tipo fueran asesinos y terroristas, que lamentablemente los hay, pero no tantos, no. Todos al pensar en la PPR tenemos en la cabeza a violadores y/o pederastas como sus grandes usuarios, como aquellos a los que someteríamos a la mayor de las condenas. Se cumplen en esos sujetos varias de las condiciones que uno puede esperar para que la sociedad se proteja de ellos hasta el punto de no dejarles nunca salir. Suelen ser insaciables, no dejan de cometer delitos hasta que son detenidos, actúan de una manera depravada que resulta incomprensible para el ciudadano normal y, punto muy relevante, no son reinsertables. El argumento más fuerte en contra de la PPR es que las leyes penales y el sistema de cárceles buscan, al final, la rehabilitación del delincuente, su reforma y vuelta a la sociedad tras haber pagado un precio por el mal cometido. Tenemos casos de reinserción que se dan en todo tipo de perfiles criminales, incluso en el de terrorismo, pero todos sabemos que violadores y sujetos de ese tipo tienden a la reincidencia con una tasa demasiado elevada como para asumir el riesgo. Se ha llegado a decir que alguno de ellos solicitaba medidas porque sabía que no sería capaz de controlarse cuando el deseo le surgiera. Da que pensar. Hubo en España un intento, chapucero, de alargar las condenas, que fue lo que se conoció como “doctrina Parot” que el Tribunal de Luxemburgo derogó porque estaba jurídicamente mal construida. Esa doctrina era una vía que la justicia encontró para, evitando a los políticos el debate farragoso de la PPR, tratar de satisfacer a la sociedad, pero era un atajo erróneo, y así se vio desde Europa. Su derogación supuso que varios delincuentes salieran a la calle, entre ellos muchos etarras y menos violadores, y creo que sólo personajes de este segundo grupo han vuelto a prisión por cometer delitos. Y era, tristemente, lo que muchos esperábamos. Por ello, por la altísima tasa de reincidencia de estos maleantes, la PPR puede ser una alternativa viable para defendernos de ellos. Pero también, por el irracional instinto que les hace actuar de esa manera, me temo que la PPR no disuadirá al violador o abusador de atacar a su víctima. Nos permitirá protegernos de él una vez que haya cometido sus fechorías, pero es muy poco probable que evite que nuevos casos salgan a la luz, y que conductas tan aberrantes como incomprensibles se den. Y eso creo que debe quedar muy claro para todos. Como todo en la vida, las panaceas y milagros no existen, y en este caso aún menos.


Una posible alternativa a la PPR puede residir en la tecnología. Tal y como avanzan las cosas podemos conseguir detectar, en todo momento, dónde se encuentra alguien, e incluso saber qué es lo que hace. Un violador, tras su condena, podría vivir con un implante que monitorizase toda su vida, para poder actuar a tiempo en caso de que reincidiera. En ese caso su libertad es vigilada, y mucho, y no posee los derechos de privacidad que la ley nos otorga al resto de ciudadanos, pero para algunos puede ser una intervención legal menos intrusiva que la de la PPR. En fin, el debate es amplio, intenso y debe ser manejado con sumo cuidado. Por ellos, si ven una tertulia televisiva hablando de esto, por favor, cambien de canal, por respeto a las víctimas y sus familias.

martes, enero 23, 2018

Ciudadanos pone muy nervioso al PP

Las encuestas electorales conocidas la semana pasada han alterado mucho la visión del panorama político nacional. Año nuevo, vida nueva, se dice, y puede que algo haya de eso. Subido a la ola de los excelentes resultados electorales cosechados en Cataluña, Ciudadanos recibe una prima de respaldo en toda España y empate a nivel técnico con un PP que no deja de, poco a poco, caer desde el momento de la victoria electoral en verano de 2016. Por su parte el PSOE consolida su nivel de voto, pero no aumenta, y Podemos entra en un proceso de desangre permanente que le hace perder puntos, proceso agudizado sin duda por su opinión respecto a todo lo que ha sucedido y sucede en Cataluña. La crisis de Podemos va a más, y cuanto más se nieguen a verlo su iluminado dirigente y coro de fieles, peor será.

¿Tiene opciones reales Ciudadanos de ganar unas elecciones generales? Es una pregunta muy difícil de contestar, y aunque ahora mismo me incline por decir “no” la mera posibilidad de que fuera “sí” sería tan fascinante como revolucionaria. Además, recordemos, una cosa es ganar en votos y otra es la asignación de escaños, y eso son dos asuntos muy distintos. Y otra tercera es ganar y gobernar, que a veces tienen poco que ver. Hay regiones, como se ha visto en Cataluña y se intuye en Madrid, en las que hoy en día Ciudadanos ganaría al PP y se convertiría en la primera fuerza electoral. En otras como Valencia y las Castillas la cosa está más disputada, y es probable que en Andalucía y, sobre todo Galicia, el PP conserve un electorado muy fiel y venza tranquilamente a los naranjas. En todo caso, el resultado catalán, un desastre absoluto para los populares, que siguen sin querer verlo y aceptarlo, ha encendido las alarmas en Génova, mucho más tarde de lo que debiera haber sido conveniente para sus intereses. Ciudadanos, no lo olvidemos, surge tras la decepción del votante no nacionalista, popular y socialista, ante el conchabeo de sus formaciones con el nacionalismo pujolista, encarnado por figuras del clan o secuaces de segunda línea. La visión de Albert Rivera, un hombre joven, sin pasado ni deudas, es novedosa y rupturista, y su forma de hacer campaña, muy moderna, frente al anquilosamiento de PP y PSOE. Con el tiempo Ciudadanos se consolida como cuarta fuerza electoral y, escondido tras el gran resultado de Podemos en las dobles elecciones de 2015 2016, aguanta el pulso y logra alcanzar un pacto de legislatura con el PP. Y entonces estalla con toda su fuerza la crisis catalana, y ahí todos los partidos se ven retratados. Para el votante no nacionalista Ciudadanos es la única fuerza política coherente, digna y sensata, y las encuestas así lo van reflejando. Génova y Ferraz desprecian esos augurios y, tras el resultado electoral, lloran por su derrota y error. En el PP, convertido en fuerza marginal en Cataluña, se inicia una campaña contra los de rivera para solicitar que les ayuden a tener grupo propio, acusándoles de no querer combatir con la fuerza necesaria a los nacionalistas, después de haber sacado un escrutinio propio de una fuerza (muy) antisistema, y las encuestas de la semana pasada, por fin, desatan el miedo en el PP. Rajoy, que como ahí aguanta demuestra ser el más listo de todos, sabe que suya es la competencia para convocar elecciones, y cuanto más tarde sean más espera que se diluya el dulce momento electoral de Ciudadanos. Rivera lo sabe, y el mayor error que puede cometer es caer en la prisa, el orgullo y la complacencia que tanto ejerció Podemos en el pasado, que le ha llevado a su actual crisis. Le toca seguir trabajando cada día y no dejarse emborrachar por estadísticas que, como veletas, un día soplan a favor y otro en contra.

Juega con ventaja Ciudadanos respecto al resto de formaciones políticas. No gobierna, no gestiona. Su discurso regenerador y reformista no se ha enfrentado a la cruda realidad de la decisión política del día a día, en minoría, negociando, que todo lo enturbia y deja como resultado un pacto que nunca satisface a nadie. ¿Sería un gobierno de Ciudadanos tan distinto a lo que ya conocemos? No se si tendremos la oportunidad de comprobarlo, pero no duden que habría notables diferencias entre su discurso y la actuación. Pasa siempre. De momento, viven un momento dulce, que a nadie le amarga, salvo a los rivales, que ven con angustia como los naranjas crecen y ellos menguan. Apasionante se presenta este ciclo político.

lunes, enero 22, 2018

Críos que asesinan en Bilbao

Bilbao vivió conmocionado las navidades pasadas tras el asesinato de un joven, vecino de la localidad de Amorebieta, sucedido en una de sus más ilustres calles. Noche profunda, pocos días antes del gran festivo, y el chico, de apenas cuarenta años, volvía de la cena navideña de la empresa cuando en la calle Navarra fue asaltado por unos desconocidos que le querían robar. Se llevaron su cartera, sí, pero no sin antes darle una paliza y dejarle tirado en la acera, contra la que impactó y se destrozó el cráneo. Una viuda y un crío de menos de diez años, sin saberlo, dormían a veinte kilómetros de allí, ajenos a la desgracia que iba a truncar sus vidas para siempre.

Este suceso desató críticas por la falta de seguridad en una ciudad en la que, una vez sofocada al violencia terrorista, la ausencia de actos vandálicos es la nota predominante. La detención de los autores del asesinato dejó una cierta sensación de tranquilidad, al saberse ya que no iban a cometer más delitos, pero un mal cuerpo generalizado, por tratarse de menores, uno de ellos de tan sólo trece años, inimputable siquiera. Se supo que este grupo de salvajes estuvo también implicado en otros hechos delictivos, como una agresión sexual que tuvo lugar en Barakaldo, por lo que, al parecer, su detención suponía la desarticulación de un auténtico comando del crimen. En medio de las consecuencias de todo esto discurría la discusión sobre la seguridad en Bilbao hasta que la semana pasada un matrimonio de ancianos era apaleado hasta la muerte en su piso con la aparente causa de un chapucero robo de por medio. El suceso tenía lugar en una modesta vivienda de Otxarkoaga, barrio a las afueras de la ciudad, de mala fama en los ochenta, que ha mejorado algo con los años, pero que desde luego está muy lejos de las luces del Guggenheim y los brillos del ensanche. Otra vez el susto en el cuerpo, la denuncia de los vecinos ante la ausencia de las patrullas de seguridad, la sensación de descontrol ante una violencia irracional y sin sentido, y para las fuerzas de seguridad, una nueva carrera para detener cuanto antes a los autores de semejante hecho, para que no vuelvan a hacerlo, para llevarlos a la justicia y, sobre todo, para tranquilizar a un vecindario y ciudad que no deja de tener en la crónica de sucesos el dolor suyo de cada día. Ayer la Ertzaina detuvo a los autores del ataque a los jubilados, uno en Balmaseda, localidad cercana a la urbe, y otro en Bilbao, Se trata de dos chavales de catorce años, sólo catorce años, otra vez menores, que tendrán que explicar lo sucedido. Al parecer son vecinos del barrio de los jubilados, por lo que puede que incluso les conocieran. ¿Planificaron su acto? Tenían pensado robar y sabían que esos dos pobres viejos no iban a poder defenderse? ¿Por qué matarlos a golpes y patadas? Preguntas estas, y otras decenas, que a todos nos surgen en la cabeza al conocer hechos de este tipo, pero que ahora mismo quedan subsumidas en la perplejidad al comprobar que los dos crímenes, el anterior y posterior a Navidad, han sido cometidos por críos que debieran estar jugando y empezando a descubrir la vida, adolescentes en el inicio de su viaje más alocado. Con trece o catorce años, que penalmente es distinto pero humanamente es lo mismo, esas criaturas han actuado con un sadismo y crueldad propio de matones profesionales, de asesinos depravados, que no dudan en golpear a sus víctimas hasta matarles, abusando de su fuerza y superioridad hasta el absurdo. Que esa conducta se reproduzca, una y varias veces, en personas de tan corta edad me deja tan asombrado como incapaz para ofrecer respuestas.


Ahora surgirán artículos a montones sobre el mundo juvenil, la falta de expectativas, la adicción a los videojuegos, los contextos familiares y personales de esos chavales, de los que nada se, y otras decenas de posibles vías para obtener respuestas ante este agujero negro de violencia. Y es probable que algo de verdad se esconda en todas ellas, no lo niego, pero que un chaval de trece años pegue una patada a un hombre en el suelo y lo remate, que un crío de catorce golpee con sadismo a un anciano indefenso y moribundo en la cocina de su casa es, ante todo, la muestra de un fracaso, de un desastre, social y personal, que nos debe hacer reflexionar a todos. La excepcionalidad de hechos así los hace destacar aún más, pero la gravedad de lo que reflejan nos obligan a todos a meditar, mucho, sobre por qué suceden cosas así, y qué podemos hacer para evitarlas.

viernes, enero 19, 2018

Vivir solos

Ayer salió en el Telediario la noticia de que el gobierno de Reino Unido ha creado una Secretaría de Estado para atender los problemas de la soledad que, cada vez, domina la vida de más personas en aquel país. Principalmente mayores, pero no sólo, el número de personas que viven solas en sus hogares crece sin freno y empieza a ser enorme, y las consecuencias sociales, sanitarias y personales aumentan sin cesar. No piensen que este problema se da exclusivamente en sociedades del norte, donde las relaciones personales son más difusas y el sentido familiar menor que en nuestro entorno, no. Dense una vuelta por su vida y la de las personas cercanas y verán que la soledad de muchos es total.

Escribía Marta Fernández un duro y certero artículo este pasado Domingo en El País titulado “cuando la soledad mata” en el que relataba experiencias y caso de servicios sociales, en este caso de la cuidad de valencia que, cada vez más, encuentran a ancianos muertos en sus casas sin que nadie los haya echado en falta, notado su ausencia. Bomberos, servicios de asistencia y otras profesiones sociales contaban su experiencia ante personas que, mayores, débiles y solas, habían sufrido accidentes domésticos y que no habían podido avisar a nadie para ser socorridos, y habían muerto en su hogar, atrapados en él. Una caída a gran edad sin que nadie pueda atenderla se puede convertir en una sentencia de muerte, creando una escena tan absurda como cruel. Imaginar la agonía de una persona, tendida en el suelo de su casa, inmóvil, como sita en el fondo del barranco más oscuro y remoto del mundo, estremece hasta el infinito. La tecnología logra suplir en parte esta falta de conexión, y los servicios de tele asistencia y botones de ayuda que, al ser pulsados, mandan un aviso a un equipo sanitario para que acuda al domicilio de la persona en apuros pueden salvar vidas, y de hecho lo hacen, pero son un paliativo, una venda puesta sobre la herida de la soledad, el gran drama. Personas que gozaron de una vida activa en sus años jóvenes y maduros, que tuvieron o no familia que procrear y cuidar, y que con el paso de los años se han quedado solos, abandonados. Perdieron la cobertura del empleo, que les garantizaba ingresos altos y, sobre todo, actividad diaria, compañía y contacto con otros. Algunos no lograron superar el trauma que supone la jubilación, la ruptura con décadas de trabajo, madrugones y obligaciones, que tanto se critican de puertas para fuera pero que, no nos engañemos, tanto se necesitan. Puede que la mayoría tuvieran familia, fuesen padre o madre, y durante muchos años sus hijos y parejas fueron el centro de sus vidas más allá del trabajo, pero ese centro voló hace demasiado tiempo. Tantos son los hijos que no visitan a su padres cuando son mayores como las viudas, especialmente ellas, que sobreviven muchos años a la muerte de maridos que nunca se cuidaron como debían y fallecieron a edades más tempranas de lo debido. El porcentaje de mujeres solas es mayoritario, y mantienen rutinas como la de cocinar o las tareas domésticas, que les ayudan a pasar el tiempo y a sentirse útiles para sí mismas, y para mantener acogedor el entorno en el que se desenvuelven, pero que pueden llegar a ser peligrosas y generar accidentes potencialmente graves, especialmente los relacionados con fuegos, aceites y todas esas cosas culinarias. Esas personas, lo que más necesitan en la vida, es alguien con quien, de vez en cuando, poder hablar, mirar, sentirse acompañado, saberse rodeado en caso de problemas. No volverán los años de vida intensa, activa y compartida, pero al menos conservar un enganche con los demás, un ancla que impida que su vida derive hacia el agujero de la soledad absoluta.


Vivo solo, desde hace algunos años, también lo hace mi madre, desde la muerte de mi padre, y mi caso supongo que no tiene nada de original. En una ciudad como Madrid, atestada de gente, la soledad se percibe como algo más absurdo y, por ello, cruel. Nadie está más solo que el que vive rodeado de gente para la que no existe. Miro por la ventana de la oficina, contemplo miles y miles de edificios, millones de viviendas en las que, en muchos casos, una sola persona es su morador, y sospecho que esa situación va a más, en un mundo de relaciones cada vez más efímeras, fáciles de crear pero, también, mucho más fáciles de romper. Quizás llegue un momento en el que los “solos” seamos más que los que viven en compañía, no lo se, pero esa manera de vivir empieza a cambiar el mundo y a generar, en masa, sus propios problemas.

jueves, enero 18, 2018

Tregua olímpica en Corea

Este año, en un mes, se celebran los Juego s Olímpicos de invierno en la localidad surcoreana de PyeongChang. Supongo que no es casualidad que ese toponímico sea tan parecido a Pyongyang, la capital de Corea del Norte, lo que indica la similitud que existe, de fondo, entre ambas coreas. Lo mismo podría pensar un extranjero al llegar a España y ver en el mapa las provincias de Palencia y Valencia, una sola letra de diferencia, que causa confusiones lingüísticas a propios y extraños. Aquí no hay frontera que mantenga separados a las dos “alencia” pero allí sí. Y desde hace muchas décadas, y con un férreo control para evitar su traspaso.

La noticia de que las dos Coreas desfilarán bajo una bandera conjunta en esos juegos de invierno es positiva, e introduce un matiz de distensión en una península en la que se acumulan demasiados odios, influencia y armamento como para estar tranquilos. Pero no les voy a negar que es un acuerdo que me ha extrañado mucho. Venimos de meses de alta tensión que no deja de crecer entre Corea del Norte y EEUU a cuenta de los, exitosos, programas nucleares y armamentísticos de la dictadura Kim, y las bravatas entre los dos presuntos líderes no han dejado de crecer, mostrando el infantilismo de ambos, su complejo por el tamaño de las cosas y, desde luego, al aparente imprudencia que domina sus actos. Y tras eso, unas declaraciones raras, valga la redundancia, de Trump, en las que se muestra simpático con el dictador Kim, nada que ver con las alusiones al pequeño hombre cohete que le suelta cada dos por tres, y luego este acuerdo deportivo. Conocido es que el actual gobierno de Corea del Sur desea una relación amistosa con su vecino y es más partidario de la negociación que de la pose intimidatoria, pero ¿esconde este acuerdo deportivo algún movimiento de fondo? Ayer mismo Trump, en una nueva vuelta a la política del palo, acusó a Rusia de estar colaborando con Corea del Norte para que el régimen pueda eludir las sanciones económicas impuestas desde la ONU y otros organismos. ¿Existe alguna estrategia de fondo en este vaivén de declaraciones y poses? ¿está acordado que algunos actores van a hacer de malos y otros de buenos? ¿se juega con un plan a largo plazo en el que la negociación con Corea del Norte está encima de la mesa? No lo se. Lo único seguro es que las demostraciones nucleares de 2017 han convertido a Corea del Norte en una potencia nuclear de primera categoría, y sus capacidades balísticas ya no se toman a cachondeo en ninguna cancillería ni servicio de estudios. La estrategia que, al parecer, buscaba Kim, puede empezarle a funcionar. Convertirse en algo tan peligroso para el resto del mundo que le otorgue la credibilidad necesaria como para ser tratado como uno de los grandes, infundiendo miedo y respeto. Eludir así el escenario iraquí o libio, en el que la flagrante ausencia de armas de destrucción masiva convirtió a sus regímenes en eliminables por parte de fuerzas internacionales. La bomba y todos sus aparatos asociados se han convertido, a sabiendas, en la garantía de pervivencia del régimen, y en teoría, cuanto más tiempo pase y mayores sean las capacidades militares norcoreanas en el campo nuclear y balístico, más segura será la posición del gordito Kim, inexpugnable su país y respetado su régimen. Que eso supongo que la mayoría de los norcoreanos se mueran de hambre y, desde luego, vivan sometidos al yugo de una de las dictaduras más atroces y paranoicas imaginables es algo que se da por sentado y, desengáñese, no le importa a nadie. La “real politik” en pleno y triste apogeo.


Esta situación de equilibrio estratégico, del terror como se denominaba en la época de la guerra fría, tiene sus evidentes riesgos. Un colapso económico del régimen es factible, un accidente utilizando alguna de sus armas sería devastador y, desde luego, la tentación de atacar por parte de EEUU pensando que, frente a lo que sucedía en la guerra fría, estaríamos ante un conflicto local, no global. Ese pensamiento puede ser muy equivocado, porque China tiene mucho que decir en todo esto, y de momento no se sabe qué opina de los últimos movimientos. Por tanto, puede que algo se esté moviendo en el tablero coreano, pero no tengo manera de saber si es así o no. De momento la olimpiada rebaja la tensión y complica el trabajo de los comentaristas deportivos al citar la localidad en la que se celebra. Veremos a ver en qué queda todo.

miércoles, enero 17, 2018

Congreso de estafadores médicos

Una de las cosas más asombrosas de estos tiempos es el contraste que existe entre una ciencia que avanza de manera asombrosa, y nos facilita la vida de una forma que no somos capaces ni de imaginar, junto a las creencias, mitos y supercherías, que se proclaman sin disimulo y con todo el morro del mundo. Científicos y médicos conviven con estafadores y, casi casi, asesinos, que lanzan falsos mensajes sobre la curación en atractivos envoltorios místicos, que sólo buscan obtener atención y dinero, mucho dinero. A veces la ciencia se queda sin saber muy bien qué decir ante tantas muestras de tontería, y es en ese silencio en el que siguen creciendo los malnacidos que se recrean en el dolor ajerno.

Ha habido una reunión de estos delincuentes en Barcelona, en la que no se si participaban ya de paso algunos miembros de Convergencia o el PdCat, en la que se han dicho salvajadas sin fin, mentiras y bulos. Todos los presentes han usado el argumento de poseer un conocimiento ancestral, propio, arcaico y certero, que tu médico también sabe, pero no te lo dice porque está al servicio de las farmacéuticas. El mismo rollo conspiranoico de siempre que aparece ante cualquier tema del que desconocemos las causas y orígenes. Sanadores, naturistas, curanderos, escondidos bajo denominaciones por el estilo, muchas personas se han juntado bajo el lema “Un mundo sin cáncer. Lo que tu médico no te cuenta” en el que sólo han mentido, y a buen seguro habrán logrado vender algunos de sus productos y sacar unos buenos ingresos. Su actitud es muy parecida a la de una secta, dado que ellos poseen la sabiduría cierta, que sólo está en su mano poder ser empleada, y que debes creer para que surja efecto en ti. Nada de evidencias, experimentaciones y pruebas, nada de grupos de control, instrumental y ciencia, solo fe. Resulta muy curioso ver como, a la vez que se desploma la creencia religiosa tradicional, crece la fe en este tipo de sujetos, que ofrecen otra versión de paraíso, siempre a cambio de la compra de unos botes de sus pastillas, y que se alcanza también gracias a la fe, en este caso a la naturaleza y a enseñanzas arcaicas en vez de al mensaje religioso. ¿Qué opinaríamos si un sacerdote nos dijera que un cáncer se cura rezando, y no con la medicina moderna? Le mandaríamos a paseo sin duda. Entonces, ¿por qué no hacemos lo mismo con algunos de estos sujetos, cuyos nombres no pienso ni citar? Su estrategia es muy similar, y evidentemente no funciona, salvo para incrementar la cuenta corriente de sus vidas. Estos indeseables, que tontos no son, saben que la salud es uno de los principales problemas, y que ante una enfermedad seria como el cáncer la gente está dispuesta a hacer de todo para salvarse, y en ese “hacer de todo” introducen su mensaje. Personas que sufren, angustiadas por su futuro o por el de familiares y amigos, son susceptibles de ser engañadas por sinvergüenzas de medio pelo que conocen la forma y momento de actuar ante defensas emocionales más débiles, y así obtener de ellas todo lo posible. Es absolutamente repugnante. Al sufrimiento del enfermo y de su entorno se debe sumar el parasitismo de esta bandada de langostas que arrasa su entorno allá donde va, que esquilma propiedades, que autoculpabiliza a las personas por enfermedades que, en gran parte, poseen un origen puramente aleatorio, y que son de lo más natural. El enorme incremento de la esperanza de vida, la práctica erradicación de la mortalidad infantil, la supervivencia ante enfermedades que antes se consideraban condenas de muerte, los trasplantes de órganos, las terapias genéticas, la erradicación de muchas enfermedades contagiosas… los logros de la medicina, basados en el método científico son enormes, y entre otras cosas han logrado que usted, Puigdemont, estos malnacidos estafadores y yo estemos aquí sanos y salvos, pero nada de eso parece hacer mella en el discurso falaz que proclaman, envuelto en naturaleza y ecología.


Más que de ciencia, el problema que generan estos presuntos delincuentes es de orden público. Sus terapias son falsas, no ayudan nada, sólo pueden perjudicar al crear posibles contraindicaciones a los tratamientos médicos, e incluso animan con fuerza a la gente para que renuncie a dichos tratamientos, aumentando su desgracia y, tristemente, sus probabilidades de muerte próxima. Hay que empezar a pensar en avisar a la policía cada vez que se produzca una reunión de este tipo, porque fruto de ella aumenta la mortalidad. Estos personajes venden falsedad, mentira y muerte, y deben ser perseguidos por la razón y, desde luego, por la ley. No los siga, no los haga caso, y si conoce a alguien que ha caído bajo sus redes, ayúdele y sáquele de ahí.

martes, enero 16, 2018

La banda corrupta de Convergencia

El mérito inicial se lo debemos a Pascual Maragall. Él fue quien, en el Parlament, cuando aún el recinto no había sido vejado por los totalitarios, dijo en alto eso de “ustedes tienen un problema y se llama 3%” y todo el mundo, empezando por los suyos, salieron a la contra, acusándole de difamar, de acusar sin pruebas y, sobre todo, de haber roto la omertá, la ley del silencio que reinaba desde hacía décadas sobre la política catalana. ¿Quién se creía que era él, uno que no pertenecía a la élite, para destapar aquello? ¿cómo osaba a hablar de lo que nadie debía ni podía? Eso “no tocaba, nunca” hubiese dicho el jefe del clan, el Pujol máximo, y junto a él, Mas y el resto de secuaces.

La sentencia del caso Palau, conocida ayer, pone negro sobre blanco la trama corrupta que, durante décadas, ha alimentado las boyantes finanzas del nacionalismo político catalán, en el que el dinero entraba con toda la naturaleza del mundo y compraba voluntades, proyectos, cargos y designios. Envueltos entonces en la Senyera, Pujo y los suyos organizaron una fantástica maquinaria política, que rendía como pocas elección tras elección, y de paso un contubernio financiero que drenaba recursos de las arcas públicas y de instituciones sociales con los que amamantar a las huestes de la prole y a los cargos del partido. CiU expoliaba a la vez que sacaba muchos votos, y se convertía en una fuerza necesaria para la gobernabilidad en el conjunto de España, lo que le hacía sacar más votos en el terruño catalán y mucho más dinero allí y en todas partes. Una vez estuvo a punto de descarrilar el invento, y fue con el caso de Banca Catalana, un chiringuito financiero en el que estaban los Pujol y varios de los que serían luego altos cargos de la Generalitat durante décadas. Aquel caso acabó diluyéndose en los tribunales ante la pasividad de unas acusaciones que sabían que no debían de actuar con rigor. No convenía de cara a la estabilidad del país, de España. “No tocaba”. Con el paso de los años, la retirada de primera línea de Pujol y su clan y la ascensión de Mas al poder autonómico, el sistema se mantiene plenamente en marcha, pero CiU ya no saca tantos votos como antes, empieza a mostrar síntomas de debilidad, su electorado envejece y no logra captar a los jóvenes, desencantados. Y llega la crisis, la devastadora crisis, que para Ciu supone, sobre todo, la disminución de las mordidas porque los corruptures (absueltos en este caso, grave error) tienen menos dinero. Mala época para robar a un presupuesto público que mengua día a día. Mas se ve obligado a hacer recortes en las políticas públicas para mantener su cargo (y la red clientelar que sostiene) y llega al fondo de una crisis económica en la que empieza a sentir el riesgo de ser derrotado, apartado del cargo y, sobre todo, privado de sus pingües ingresos. Y Mas se asusta, pero como no es tonto, piensa y piensa y se le ocurre una idea. Coge la Senyera convergente y la transforma en estelada. Se envuelve en ella y usa todos sus recursos para convertirse en el líder de una nación oprimida que demanda libertad (y mordidas), y hace todo lo posible para que el independentismo cale como solución mágica entre una sociedad desnortada, golpeada por la crisis, asustada y sin referentes. El experimento le sale bien al principio pero, como les sucede a todos los aprendices de brujo, se le desmadra, y acaba con su cargo político, que es ocupado por el actual fantasma de Flandes. Los jueces cercan a la antigua CíU y ni siquiera la mafiosa comparecencia de Pujol en una comisión del Parlament, que ni Scorsese hubiera imaginado como guion de una de sus películas, logra apaciguar los ánimos. El cerco judicial se estrecha y Mas, acorralado, se va retirando de sus cargos hasta que, la semana pasada, cuatro días antes de conocer la sentencia, dimite de todos ellos alegando excusas de mal pagador (pero muy muy buen cobrador).


Escuchar ayer a los actuales responsables del PdCAT, o al propio Mas, afirmar que su formación no tiene nada que ver con Convergencia y que la sentencia no les atañe sólo servía para demostrar que no hay nada más duro en la naturaleza que la cara de un sinvergüenza. La condena expone una forma de corrupción, de robo, de usurpación de las instituciones para beneficio privado que es tan burda y zafia como intensiva y efectiva. Una manera de robar para el partido y para la vida privada de los corruptos que, durante décadas, se vio como algo natural, como el derecho adquirido de quienes, como los Pujol, Mas y resto de la banda, se veían como “seres superiores” a los que les rodeaban. ¿Cómo Maragall osaba a denunciar algo así? ¿Quién se creía acaso que era?

lunes, enero 15, 2018

Juegos de guerra en Hawai (a la memoria de Stanislav Petrov)

Este sábado los habitantes de HAwai se han dado uno de los sustos de su vida. El sistema de alertas que está instalado en aquel estado norteamericano del Pacífico, que permite a las autoridades lanzar mensajes a los teléfonos de los ciudadanos, emitió un aviso de alerta general por un ataque balístico contra la isla, la orden de encontrar refugio lo antes posible y la coletilla de que no se trataba de un simulacro. La imagen de los misiles de Corea del Norte, cargados de cabezas nucleares, se hizo presente en los habitantes de ese idílico lugar, y durante unos minutos, para muchos eternos, la huida fue lo único que ocupó la mente de los ciudadanos. Finalmente, sí era una falsa alarma, y todo se quedó en un susto, pero pedazo susto.

Esto es, en parte, lo que tiene cuando se juega al juego de las amenazas de guerra nuclear entre países, que crece la tensión y los incidentes y accidentes pueden ser más probables. Quizás fueron los sesenta y los ochenta los años en los que más presente estuvo en la conciencia global el riesgo de una guerra nuclear, y era un asunto de debate recurrente en los informativos y medios de comunicación. La caída de la URSS supuso, entre otras cosas, que ese problema desapareciera de la agenda y la conciencia de todos nosotros, lo que no es sino una muestra de los grandes errores que cometemos cuando creemos no ver problemas que siguen estando ahí. En efecto, los arsenales nucleares se mantienen, cierto que en menor cuantía que en la época álgida del enfrentamiento de bloques, pero aún con una capacidad más que de sobra para destruir por completo nuestra civilización decenas, quizás centenares de veces, y huelga decir que con una, o mucho menos, basta. Rusia y EEUU siguen siendo los poseedores del mayor número de cabezas nucleares y, oficialmente, China, India, Pakistán, Reino Unido y Francia también las tienen, en menor cuantía. Sudáfrica la tuvo pero desmanteló sus arsenales hace ya algunos años, y todo el mundo da por sentado que Israel posee la bomba, aunque nunca se haya reconocido de manera oficial. Corea del Norte hizo saber al mundo hace algunos años que se unía al club, y desde 2016, posee también misiles balísticos intercontinentales. No se sabe cuándo será capaz de instalar una cabeza nuclear en uno de esos misiles, pero si lo logra, y todo parece hacer pensar que lo conseguirá, se convertirá en una potencia nuclear de primera fila. Más allá de que se pueda producir una guerra nuclear, global o local, la mera existencia de estos dispositivos entraña riesgos muy altos, derivados de su conservación, mantenimiento y operatividad. Muchas de esas cabezas nucleares, que proceden de décadas pasadas, deben ser revisadas y puestas a punto para evitar que el mero paso del tiempo deteriore sus componentes y mecanismos, y las convierta en algo inútil o, aún peor, peligroso sin si quiera dispararlo. Mantener esos arsenales cuesta dinero, mucho dinero, y es una labor complicada y que está sujeta, como todas, a posibles errores y sorpresas. Imaginemos que se produce un accidente durante uno de esos trabajos, el que sea, y una de esas cabezas detona de manera accidental. Las consecuencias serían enormes, y eso que afectarían a zonas que, normalmente, están poco pobladas o sitas en lugares remotos, que es donde se almacenan los silos de lanzamiento. Sería una especie de accidente industrial demasiado virulento como para ser imaginado. Pero el riesgo más evidente, y factible, es que se produzca un lanzamiento o activación de una de estas bombas y se envíe contra un objetivo, por error o fallo de cálculo. En ese caso, sinceramente, ninguno de los presentes sería capaz de imaginar las consecuencias de algo así. Una sola explosión nuclear en un lugar habitado cambiaría nuestro mundo para siempre.


¿Es posible que un error de este tipo se pueda producir? La respuesta, horrenda, es que sí, sobre todo porque estuvo a punto de producirse en el pasado. En 1983 el mundo casi se acaba, y me hubiera pillado con 11 años en la EGB, y si hoy en día usted y yo, y lo que nos rodea, sigue aquí, es porque Stanislav Petrov tuvo la sangre fría suficiente como para intuir que la alerta que le mostraban las pantallas de su sistema de detección, que le obligaban a responder con un contraataque nuclear era falsa, y que la URSS realmente no estaba siendo atacada por EEUU. Petrov analizó la alerta, la vio errónea y, fríamente, no respondió. Y eso nos salvó a todos, Puigdemont incluido. Por ello, noticias como la de Hawai de este fin de semana nos vuelven a recordar que el riesgo está ahí, y que por accidente o decisión, nuestras vidas siguen pendiendo de un botón, a veces de gran tamaño

viernes, enero 12, 2018

Récord absoluto de turismo en España en 2017

Hace algunos días ya se barajaban cifras que eran de vértigo, y ayer se hicieron oficiales. Hemos recibido en 2017 a 82 millones de turistas, récord absoluto de la serie histórica de número de visitantes y, por primera vez en la historia, superamos a EEUU como país receptor, y nos colocamos en segundo puesto del mundo, por detrás de Francia. El gasto asociado a esas visitas es, igualmente, salvaje, cifrado en 87.000 millones de euros, algo más de mil euros de media por turista y una cifra que es algo superior al 8% de nuestro PIB. El volumen de estas transferencias de capital es difícil de imaginar y, desde luego, consolida al turismo como una de las grandes industrias nacionales, no se si la primera, y a España como líder global en el sector.

¿Hemos tocado techo? No lo se, está por ver cómo influirá la crisis catalana en las cifras de este año, pero quizás sí se haya llegado al punto de máxima ocupación posible en algunas zonas, especialmente en la costa mediterránea. Baleares es el máximo exponente de la distorsión que puede acabar generando una enorme población flotante que consume servicios y ocupa un espacio que, por definición, no puede ampliarse. Más allá de los brotes de turismofobia, que de momento son curiosas anécdotas, sí es verdad que lo que se vio desde un principio como una industria limpia empieza a no serlo. El volumen de residuos que generan millones de turistas sobrepasa las capacidades de gestión de ayuntamientos y algunas regiones, y los efectos de arrastre que genera pueden ser muy perjudiciales para los residentes en esas zonas. Basta con pensar el disparo de los precios de alquiler de vivienda en Baleares y ponerse en el pellejo de quien, ajeno al turismo, vive y trabaja allí, y tiene que encontrar un lugar de residencia donde poder vivir si, por trabajo, le han trasladado a las islas o lo ha encontrado. Hemos conocido casos sangrantes de médicos y profesores viviendo en barracones plagados de literas porque no hay un techo que puedan alquilar con su sueldo ante la carestía generada por la invasión. No me parece tanto problema, aunque para muchos quizás sea el mayor, la masificación de espacios y lugares como museos. Es cierto que hay que mantener el orden y las formas en ellos, y que el personal de esos locales debe emplearse a fondo para que una galería de estatuas o cuadros no se convierta en la Gran Vía madrileña en Navidad, pero es lo que tiene la oportunidad de poder acceder a esos lugares para ver las obras, de democratizar su acceso. Una manera obvia de que en el Louvre no haya aglomeraciones es multiplicar el precio de la entrada por, digamos, ocho o diez, y a buen seguro las salas estarán tranquilas y los visitantes que accedan disfrutarán de una cómoda estancia…. y quizás se dignen a contárnosla al resto, que no podríamos entrar a precios tan prohibitivos. ¿No les gusta la solución, verdad? A mi tampoco. Francia, que sigue siendo el primer país del mundo en volumen de turistas recibidos, se enfrenta a problemas similares al nuestro, especialmente en París, y otros lugares como Ámsterdam, Florencia, Venecia, Roma o Berlín están también preocupados por si son capaces de gestionar las avalanchas de cada día, aunque es verdad que las ciudades italianas, ya completamente saturadas, se encuentran ante una dimensión del problema mucho más grave. Pero pese a todo ello, el turismo es un gran invento, aunque parezca una frase vieja y apolillada. No permite conocer como es otra sociedad, porque las visitas suelen ser breves y no muy intensas, pero si las acerca, te da unas pinceladas de cómo otras personas, aparentemente tan diferentes a uno mismo, se enfrentan a problemas diarios tan similares como los que se dejaron en casa, y que buscan, como todos, lo mejor para los suyos y alcanzar una vida próspera y feliz. Es una primera vía para abrir la mente a los otros, y comprobar como todos somos, en el fondo, tan semejantes.


Si las cifras de visitantes marean, compare esos 82 millones con la población que los acoge y las dimensiones del país. Francia recibe más visitas, sí, con un poco más de superficie de España y una población superior, 67 millones frente a los 46 nuestros. Y no digamos EEUU, un continente en todos los sentidos donde esas cifras de turismo quedan muy disueltas. De cara al futuro, uno de los retos es el turismo que pueda ejercer la clase media china, que ya son cientos de millones de personas. Si conseguimos atraerlos podemos alcanzar cifras mucho más altas en un mercado turístico global que se dispararía. ¿Cómo afrontaremos ese reto? ¿tenemos agua y espacio para acoger a tanta gente? ¿modernizaremos a tiempo la infraestructura hotelera? ¿Airbnb se lo comerá todo?

jueves, enero 11, 2018

Qué esperar de Trump en 2018: Más fuego y furia

Ya les anticipo la respuesta. Cualquier cosa. La capacidad del personaje de producir noticias, a cada cual más esperpéntica e infame, resulta agotadora. Imagino que los periodistas que siguen la actualidad en Washington y los corresponsales extranjeros deben estar entre los mayores consumidores de tranquilizantes y otro tipo de sustancias, presuntamente relajantes. Día tras día polémicas nuevas y siempre turbias llenan la crónica de una Casa nada Blanca que se ha convertido en fuente de inestabilidad global, llevando a los EEUU a ser un problema en el antes denominado mundo libre, que era liderado por esa nación. Cosas veredes, amigo Sancho.

El inicio del año ha estado marcado por la publicación de Fuego y furia, libro escrito por el periodista Michael Wolff, en el que se cuentan algunos aspectos desconocidos de la vida diaria del personaje y su entorno, y el caos que reina en el presunto gobierno federal. Realmente nada de lo que se ha revelado del libro de Wolff resulta sorprendente. Si nos dijera que Trump, antes de dormirse, lee en la cama novelas buenas o ensayos relumbrantes, si nos dijera que lee, hubiera sido una revelación que nos habría dejado atónitos. Imagínense que Wolff revela que Trump posee momentos de lucidez en los que escucha a sus asesores y valora sus opiniones, se deja aconsejar, medita y sopesa las decisiones que toma, sería algo asombroso. Pero no, nada de eso. El libro de Woff no cuenta nada que no sepamos o se intuya, y también por eso tiene un valor relevante, porque pone negro sobre blanco y de manera ordenada, el decrépito estilo de vida y gobierno que se ha instalado en la Casa Blanca. El libro cuenta con las confidencias del otrora gran asesor Steve Bannon, líder poderoso de la derecha extrema y fabricante de bulos y mentiras a través de su portal breitbart news, que ni se lo enlazo para no darle una visita de más. Bannon cayó en desgracia hace unos meses y el libro, en cierto modo, es su venganza personal. Tras la publicación, y las amenazas de querella y pérdida de apoyos financieros por parte del entorno presidencial, Bannon ha reculado y dicho que lamenta que hayan salido a la luz algunas de las cosas que se mencionan en el texto, lo que añade la cobardía a las muchas facetas rastreras que caracterizan su comportamiento. Bannon, pero no sólo él, han calibrado mal el poder de la presidencia, la capacidad de influencia que se posee desde la cumbre del poder político, y cómo las alianzas que se tejen en torno a ese puesto, y las regalías que se esperan obtener, hacen que fuera de ese entorno el frío sea intenso. Desde hace meses, apenas semanas después de la investidura circense de Trump, venimos oyendo rumores de su pronta destitución, pero ya ha pasado un año desde la elección y la posición del presidente no se tambalea, a pesar de escándalos como el del libro. Ahora mismo el partido republicano es, sobre todo por interés propio, una piña en torno a ese personaje, y le defiende a muerte, sabedor de que presupuesto y cargos dependen de los caprichos del niño color zanahoria. Dos son las grandes sombras, conocidas y previsibles, que penden sobre el futuro político de Trump. Una,a corto plazo, es la investigación sobre la trama rusa que desarrolla el fiscal Mueller, que puede acabar derivando en un proceso real de destitución en la presidencia. La otra son las elecciones a mitad de término de noviembre, donde se renuevan parte de las cámaras, y un mal resultado republicano puede hacerles perder el control del senado, que ahora mantienen por apenas un par de escaños. Eso podría bloquear muchas de las medidas presidenciales.


Aunque, no nos engañemos, a Trump no le importa nada de nada. Ya se encargará de manipular, violar el espíritu de la norma y arrastrar por el fango la democracia americana con tal de garantizarse el poder y, desde luego, el mayor de los negocios. Como bien reflejó Rubén Amón en su crónica de hace unos días, Trump es lo que parece, ni más ni menos. El poder no lo ha amansado, porque nada puede cambiar a estas alturas la personalidad de un sujeto como él, y más nos vale que vayamos acostumbrándonos a soportar el dolor que producen sus decisiones, y desarrollar una hábil política de contención de daños por las nefastas consecuencias de sus actos. De momento la bolsa sube y el ciclo crece. Que no vire, que aguante, que no haya una crisis y nos pille con semejante personaje al frente de la sala de mandos.

miércoles, enero 10, 2018

Rato y Mas, dos fracasados que nunca admitirán sus errores

Por la tarde, en un ambiente de disputa con Puigdemont de fondo, Artur Mas, el que lo fue todo en la política catalana, el que más recortó, protegió a los corruptos y puso en marcha el “prucés” soberanista para salvar su pellejo y fortuna, dimitió de sus cargos al frente de la hueca carcasa en la que se ha convertido la otrora poderosísima CiU. Alegó los procesos judiciales que le rodean por el independentismo, pero nada dijo de la sentencia del caso Palau, que se conocerá el lunes, en la que él mismo y muchos de los suyos, muy suyos, se juegan años de cárcel y el descubrimiento de los patrimonios afanados. En sus días fue la esperanza joven del pujolismo. Hoy deja una Cataluña fracturada, una burguesía débil y la economía camino del desastre.

Por la mañana, en sede parlamentaria, comparecía Rodrigo Rato, otro que lo fue casi todo, que no llegó a la presidencia del gobierno de España pero que, chico listo, logró ascender al cargo de Director Gerente del FMI, mucho mejor remunerado y con muchísimo más poder que cualquier puesto que pueda alcanzarse en territorio patrio. La carrera de Rato es una de las más distinguidas, florecientes y alabadas de la política española, hasta que se estrelló, y con él nos dimos todos de bruces en el fondo de la ruina bancaria. Tras su paso por el FMI fue ascendido a la presidencia de Bankia, un Frankentein financiero que ocultaba más cadáveres en su interior que una mala película de zombies, y que sólo hubiera sido viable en un entorno como el actual, de tipos negativos y océanos de liquidez. Quizás Rato pensó que a él, a ÉL, en mayúsculas, nada ni nadie podía negarle sus deseos, y actuó como el Rey que pensaba que era. Su soberbia, siempre elevada, comenzó a planear a mucha mayor altura de la ya de por sí elevada en la que se situaba su despacho, en la cima de una de las torres Kio, antaño grandotas, hoy modestas frente a sus gigantescas vecinas del CTBA. El derrumbe de Bankia, que muchos anticipamos, y que se veía venir por todas partes, fue un desastre de enormes dimensiones que obligó a España a solicitar el rescate financiero (pronuncie al menos tres veces la palabra rescate para que tenga claro lo que sucedió) y supuso la espoleta definitiva de la crisis financiera, otro de los capítulos del desastre que comenzó en el verano de 2008. Pero ajeno a todo, Rato seguía siendo un Rey, así se veía, y sólo él era el inocente, rodeado de un mar de culpables. La futura detención del personaje, el descubrimiento por todos de sus negocios ilícitos, sus dineros blanqueados y chanchullos varios puso nombres exóticos y cifras mareantes a la carrera de un hombre que, admirado por tantos (sí, sí, yo también, lo he reconocido varias veces) engaño a muchos y defraudó a todos. Ayer, en el Congreso, en la poco útil comisión sobre la crisis financiera, acudió otra vez como el Señor que se cree que es, dando lecciones a todos, acusando al presente gobierno, al pasado y a los futuros de ineptitud y de ser la nada frente a su apolínea figura de estadista y financiero. Sacando trapos sucios, ciertos o no, Rato ofreció un lamentable espectáculo de chulería y prepotencia, ideal para ser analizado con el objeto de no caer en semejantes vicios, que no aclaró nada, y que sólo sirvió para cerciorarse de que, si él se encontrase en una situación similar, volvería a actuar igual, porque Él es la verdad, y los demás no.

Dice un viejo dicho que lo único que se aprende de la historia es que no se aprende de la historia. Mas y Rato ejemplifican, tristemente, esa máxima, porque ambos, ahora en el fondo de sus carreras, han fracasado por su propia incompetencia, por su sectarismo, por su ceguera, por su egoísmo. Pero lo peor de su fracaso, que es su propio problema, es que ha supuesto dolor, sufrimiento, pérdidas y angustia para una sociedad, para millones de personas que han visto sus ahorros perdidos o en peligro, la convivencia de su barrio fracturada y, en definitiva, su futuro ensombrecido por la actitud de estos dos demagogos e irresponsables. Futuras sentencias los juzgarán, pero la historia ya lo ha hecho. Y aunque ellos no aprendan de ella, todos somos conscientes de su lección….. bueno, todos no, Puigdemont desde luego que no.

martes, enero 09, 2018

El grupo Zeta cierra Interviú y Tiempo

Apenas ha empezado el año y ya tenemos noticias de impacto que nos hablan de un mundo nuevo, que no acabaos de conocer ni, desde luego, controlar. El grupo Zeta hizo ayer pública su intención de cerrar Interviú y Tiempo, dos cabeceras históricas en España, revistas semanales de enorme importancia y que, durante décadas, marcaron la actualidad política, económica y, también, erótica, del país. Muchos asociarán años enteros de su vida a artículos de Tiempo, columnas de opinión relevantes, y sobre todo, a reportajes de investigación de Interviú. Quizás los más recuerden momentos de euforia con algunas de las portadas y fotografías que esa revista consiguió colocar, como póster, en tantos pisos de estudiantes, camiones, casetas de obra y vaya usted a imaginar dónde más.

Se dice desde hace tiempo que asistimos a la muerte del periodismo clásico y la de los medios impresos, y noticias como ayer nos hacen ver que esa expresión se queda corta, porque ya enterramos los cadáveres. Este pasado domingo, inicio de rebajas, jornada de gran facturación publicitaria, la edición dominical de El País tenía 44 páginas, una finura que era apenas disimulada por el suplemento Ideas (12 páginas) y el Negocios salmón, más de veinte. Hace no demasiados años El País del domingo superaba ampliamente las cien páginas y sus cifras de ventas no tenían nada que ver con las de ahora. La crisis económica y, sobre todo, la revolución tecnológica, han destrozado el soporte clásico de los medios de comunicación a una velocidad que está haciendo prácticamente imposible la adaptación. Los muros de pago de las webs de noticias funcionan mejor o peor, pero son claramente insuficientes para aportar ingresos, y las páginas de los medios se dedican a disparar el recuento de clicks que reciben a base de titulares distorsionados y muchas veces sensacionalistas, que esconden o bien cosas que nada tenían que ver con lo anunciado o, directamente, el vacío. Los sueldos de la profesión se han desplomado, lo que ha eliminado viejas prácticas abusivas de gasto que no tenían sentido, pero sobre todo ha precarizado al sector, convirtiendo a la mayor parte de sus empleados en una especie de becarios. Muchos de ellos se han lanzado al mundo de internet con la creación de nuevas cabeceras, tratando de huir de los clásicos trasatlánticos que amenazan con hundirse a cada día que pasa, y el resultado es desigual, disperso y confuso. Surgen webs de noticias de alta calidad junto con portales sensacionalistas que no aportan nada, pero que poseen mucha audiencia. La confusión del consumidor de noticias va en aumento a medida que lo hace la pérdida de credibilidad de muchas de sus clásicas referencias, y en países como EEUU son las redes sociales, especialmente facebook, las que encabezan el ranking de suministradores de información. El auge de las noticias falsas y la manipulación supone otro cañonazo a la línea de flotación de un sector que se ve asediado por todas partes y no encuentra refugios. En España han surgido algunas publicaciones en papel de alta calidad y mérito, como son JotDown o 5W, por citar sólo algunas, que compaginan la edición impresa con una alta actividad web, centradas en el reportaje largo y el análisis, pero aún es pronto para saber si van a sobrevivir y cuál será su viabilidad financiera, y en todo caso acogen a un pequeño grupo de profesionales, apenas unos pocos frente a los muchos que trabajaban y lo siguen haciendo en los medios impresos. Las plantillas de los periódicos se reducen día a día a la velocidad a la que lo hacen el numeral de sus páginas, y me entra la duda de cuántas de las que consideramos inmutables seguirán existiendo en los quioscos en, pongamos, tres o cinco años. Incluso tengo dudas sobre la pervivencia de los propios quioscos.


Poco a poco el mundo digital se lo come todo. Cada sector o servicio que es digitalizado, convertido en un proceso gestionable y accesible vía web o app, se transforma por completo, reduciendo al mínimo las dimensiones del soporte físico que antes era consustancial a su definición de negocio. En EEUU, que suelen ir por delante en estas cuestiones, este proceso ya golpea con fuerza a las tiendas, centros comerciales y grandes almacenes, devorados por Amazon y la compra web. El derrumbe del “retail” como allí se le conoce, deja centros comerciales abandonados y emblemas como MAcy’s que apenas facturan lo que vale en términos inmobiliarios el solar en el que se asienta su sede de Manhattan. Un abrazo muy fuerte desde aquí a los profesionales del grupo Zeta, a los que les precedieron en el despido, y a los que vendrán después.

lunes, enero 08, 2018

Atascazo por la nieve en Reyes

Y mira que estaba avisada la nevada. Desde hace varios días los meteorólogos no hacían nada más que decir que se acercaba un temporal de invierno de los de toda la vida, y que todo el mundo estuviera precavido. La reacción de muchos de los de mi entorno ante este y otros aviso suele ser la de “ya están metiendo miedo otra vez los del tiempo” y, por lo visto, sus recomendaciones entran por un oído a los ciudadanos y, también, a los encargados de la seguridad y gestión de autopistas y autovías, sean estas de peaje o no. Lo malo es que, si son de peaje, se añade la frustración de haber pagado antes de llegar al caos, en vez de encontrárselo “gratis”. Hoy muchos debieran disculparse ante AEMET y los del tiempo.

Y al final, si uno lo mira con perspectiva, ha habido suerte, porque la situación que se vivió en la noche del sábado al domingo era potencialmente muy peligrosa. Miles de personas atrapadas en un monumental atasco en la AP-6 en medio de una ventisca invernal de cuidado, con temperaturas extremas y nieve por todas partes, sin poder ir a ninguna parte y sin opción a salir de sus coches, estuvieran como estuviesen, con depósitos llenos o vacíos, con o sin comida. Las escenas que vimos a lo largo de ayer, con los militares de la UME rescatando a viajeros, familias y enseres, desbloqueando vehículos y permitiendo que coches modernos fueran algo más que balsas varadas en medio de la nieve son muy similares a las vistas en años anteriores, bajo gobiernos anteriores, y bajo situaciones similares. Y eso nos debe hacer reflexionar a todos, conductores individuales y gestores de tráfico, públicos y privados, que somos los responsables de lo que pasa en nuestras vías. ¿Cuántos de los conductores que estaban en el atasco llevaban cadenas, forros para sus ruedas o equipamiento invernal? ¿Cuántos saben ponerlas? Sería interesante conocer datos al respecto, lo mismo que saber qué hacía la DGT y los medios públicos y privados durante la tarde del sábado, a medida que la nieve caía y la situación se complicaba, en los momentos en los que aún era posible mantener el control de la situación. ¿Se actuó con diligencia y cuando se debió hacer? ¿se intervino tarde? ¿fue la tardanza la causa del caos? En esta ocasión nadie puede echar la culpa a unas previsiones que, desde tiempo atrás, venían advirtiendo de la que se acercaba, y no es la primera vez que la AP-6 se convierte en una ratonera por la nieve. Todos sabemos que la gestión del tráfico es complicada y que, cuando el volumen de tráfico crece, se vice siempre en un inestable equilibrio que, apenas un par de sucesos aislados, puede convertir en un caos. Dense unos cuantos frenazos y acelerones sin sentido en una autovía con tráfico muy denso y el efecto rebote que eso produce hacia atrás generará un parón algunos kilómetros antes, sin que sea posible saber cuáles han sido las causas del mismo. Con la nieve los problemas crecen, y el cruce accidental de algunos vehículos es más que suficiente para organizar el gran tapón. Prohibir circular a los pesados y hacer convoyes tras los quitanieves suelen ser algunas de las medidas que se adoptan cuando la situación se pone muy seria, y se deben poner en marcha antes de que la nevada sea dura, porque entonces muy pocas cosas son realmente útiles. Por eso es fundamental saber cuándo se puso en marcha el dispositivo especial en la AP-6 y cuándo se debió poner en realidad, y ver si ahí está una de las causas del problema. Con el tapón formado, los coches bloqueados y la nieve arreciando el asunto pasa del tráfico a ser un tema de protección civil y rescate, y ahí la UME se ha portado de una manera ejemplar en un entorno de dificultad extrema.


Políticamente, tanto PP como PSOE han fracasado ante la nieve, y de las acusaciones que realizó el PP en su momento contra la gestión del PSOE vienen ahora las críticas del resto de partidos al PP gobernante. Lo trascendente sería saber si hemos aprendido algo de todo esto, y la respuesta más probable es que no. Creo que disponemos de los medios adecuados ante los temporales de invierno, tanto en maquinaria como en personal, que son esporádicos y nada tienen que ver con las olas de frío que asolan de vez en cuando Europa y EEUU, pero la coordinación de los mismos y su empleo parecen ser manifiestamente mejorables. Y los conductores, algunos obligados, otros viajeros por placer, también tienen su parte de culpa en todo esto. No la principal, pero algo sí. Como no aprendamos todos repetiremos una y otra vez escenas como las de este fin de semana, que eran de pesadilla.

viernes, enero 05, 2018

Revueltas en Irán

Terminó 2017 y ha empezado 2018 con revueltas en Irán, que han cogido por sorpresa a muchos, empezando por mí mismo. Lo que comenzaron siendo unos disturbios de poca monta localizados en el noroeste del país se han extendido por numerosas ciudades y han alcanzado gran fuerza. El régimen de los Ayatolas se ha puesto serio para reprimir las protestas y el balance de fallecidos supera la veintena, que se sepa. Tras ello el apagón informativo, el bloqueo de redes sociales para impedir la difusión de las protestas y las movilizaciones organizadas por el régimen para autoalabarse parecen haber llevado la insurrección a un punto muerto, o al menos nada sabemos de si siguen produciéndose protestas y represión de las mismas.

Sucede todo esto tras un par de años en los que el poder e influencia de Irán en su región no ha dejado de crecer. Es el más claro ganador de los convulsos movimientos que se han producido en Oriente Medio en los últimos tiempos. Irak ahora mismo se encuentra en su plena órbita de influencia, con muchos militares iraníes sobre el terreno, dado el apoyo que presta a la amplia población chií del país y al combate conjunto con los suníes locales frente a DAESH. La cada vez más clara victoria de Asad en la guerra de Siria, debida sobre todo a la ayuda rusa, hace que los chiíes sigan controlando aquella nación, y que los soterrados esfuerzos de Teherán en la loca guerra siria hayan visto fruto en forma de mantenimiento de un régimen aliado. Visto en conjunto, el poder de los Ayatolas no deja de crecer, y por eso aún resulta más sorprendente que la revuelta estalle justo ahora. Quizás todo se deba a lo de siempre, a lo poco que conocemos realmente de la vida en esas sociedades y a sus problemas diarios. La economía iraní no funciona, su renta sigue estancada y el levantamiento de las sanciones internacionales tras el acuerdo nuclear y su vuelta a los mercados se ha traducido en unas cifras macro interesantes pero en nada que pueda ser tenido en cuenta por el ciudadano de a pie, que vive lleno de privaciones. Los precios crecen, las importaciones son básicas para el funcionamiento del país y la economía sigue siendo completamente disfuncional. Quizás sea, precisamente, el esfuerzo realizado por el régimen en la política exterior y el gasto militar asociado el que haya tensado hasta límites insoportables la economía local y haya generado unas condiciones en las que las protestas son inevitables. A estos factores debemos sumarles una población muy joven, de bajísima edad media, que sólo ha conocido en su vida el actual régimen y que lleva todo el tiempo sumida en una dictadura teocrática regida por unos santones de mucha edad. Rohani, presidente del país, y que encarna el aperturismo, o al menos la línea moderada, ha tratado de calmar los ánimos y encauzar una crisis que, en gran parte, deslegitima su política, sus intentos de modernización y apertura, cercados tanto por la intransigencia del régimen como por agentes externos, entre ellos el cerril Trump. Pero Irán es un país extraño en el que el Presidente y demás cargos civiles son controlados por un comité de clérigos, que actúan como una especie de Consejo Jedi que tutela la nación y posee el poder auténtico sobre las instituciones y la gente. Ali Hamenei, Ayatola, líder supremo de la nación, es el rector de ese consejo y el auténtico detentor del poder en el país, y representa la línea más dura, en lo teocrático y dictatorial, que no quiere oír ni una sola palabra de aperturismo. Suyas y de su núcleo son las iniciativas de contramanifestación que llenaron los últimos días las calles de Teherán y otras ciudades, y que se presentan como muestra de fuerza y poder frente a una oposición debilitada y, sobre todo, una sociedad civil maniatada.


En este extraño cóctel tampoco debemos olvidarnos de la influencia exterior. EEUU y, sobre todo, Arabia Saudí, están encantadas con todo lo que puedan ser problemas en Irán, y desde luego apoyarán con todos los medios posibles las protestas que surjan en ese país, sea quien sea el que las aliente y por la causa que fuera. Eso complica mucho la situación de los que, legitimados ante la pobreza y la dictadura de los ayatolas, tratan de enarbolar un discurso modernizador, que con facilidad es tachado de traidor por parte de los sectores más integristas y nacionalistas de un Irán orgulloso de ser persa y chií en medio de tanto árabe suní. Como ven, un lío de cuidado en una zona cada vez más convulsa y donde los problemas crecen, no así las economías y las libertades.