Ya
les anticipo la respuesta. Cualquier cosa. La capacidad del personaje de
producir noticias, a cada cual más esperpéntica e infame, resulta agotadora.
Imagino que los periodistas que siguen la actualidad en Washington y los
corresponsales extranjeros deben estar entre los mayores consumidores de
tranquilizantes y otro tipo de sustancias, presuntamente relajantes. Día tras
día polémicas nuevas y siempre turbias llenan la crónica de una Casa nada Blanca
que se ha convertido en fuente de inestabilidad global, llevando a los EEUU a
ser un problema en el antes denominado mundo libre, que era liderado por esa
nación. Cosas veredes, amigo Sancho.
El
inicio del año ha estado marcado por la publicación de Fuego y furia, libro
escrito por el periodista Michael Wolff, en el que se cuentan algunos aspectos
desconocidos de la vida diaria del personaje y su entorno, y el caos que reina
en el presunto gobierno federal. Realmente nada de lo que se ha revelado del
libro de Wolff resulta sorprendente. Si nos dijera que Trump, antes de
dormirse, lee en la cama novelas buenas o ensayos relumbrantes, si nos dijera
que lee, hubiera sido una revelación que nos habría dejado atónitos. Imagínense
que Wolff revela que Trump posee momentos de lucidez en los que escucha a sus
asesores y valora sus opiniones, se deja aconsejar, medita y sopesa las
decisiones que toma, sería algo asombroso. Pero no, nada de eso. El libro de
Woff no cuenta nada que no sepamos o se intuya, y también por eso tiene un
valor relevante, porque pone negro sobre blanco y de manera ordenada, el decrépito
estilo de vida y gobierno que se ha instalado en la Casa Blanca. El libro
cuenta con las confidencias del otrora gran asesor Steve Bannon, líder poderoso
de la derecha extrema y fabricante de bulos y mentiras a través de su portal
breitbart news, que ni se lo enlazo para no darle una visita de más. Bannon cayó
en desgracia hace unos meses y el libro, en cierto modo, es su venganza
personal. Tras la publicación, y las amenazas de querella y pérdida de apoyos
financieros por parte del entorno presidencial, Bannon ha reculado y dicho que
lamenta que hayan salido a la luz algunas de las cosas que se mencionan en el texto,
lo que añade la cobardía a las muchas facetas rastreras que caracterizan su
comportamiento. Bannon, pero no sólo él, han calibrado mal el poder de la
presidencia, la capacidad de influencia que se posee desde la cumbre del poder
político, y cómo las alianzas que se tejen en torno a ese puesto, y las
regalías que se esperan obtener, hacen que fuera de ese entorno el frío sea
intenso. Desde hace meses, apenas semanas después de la investidura circense de
Trump, venimos oyendo rumores de su pronta destitución, pero ya ha pasado un
año desde la elección y la posición del presidente no se tambalea, a pesar de
escándalos como el del libro. Ahora mismo el partido republicano es, sobre todo
por interés propio, una piña en torno a ese personaje, y le defiende a muerte,
sabedor de que presupuesto y cargos dependen de los caprichos del niño color
zanahoria. Dos son las grandes sombras, conocidas y previsibles, que penden
sobre el futuro político de Trump. Una,a corto plazo, es la investigación sobre
la trama rusa que desarrolla el fiscal Mueller, que puede acabar derivando en
un proceso real de destitución en la presidencia. La otra son las elecciones a
mitad de término de noviembre, donde se renuevan parte de las cámaras, y un mal
resultado republicano puede hacerles perder el control del senado, que ahora
mantienen por apenas un par de escaños. Eso podría bloquear muchas de las
medidas presidenciales.
Aunque,
no nos engañemos, a Trump no le importa nada de nada. Ya se encargará de
manipular, violar el espíritu de la norma y arrastrar por el fango la
democracia americana con tal de garantizarse el poder y, desde luego, el mayor
de los negocios. Como
bien reflejó Rubén Amón en su crónica de hace unos días, Trump es lo que
parece, ni más ni menos. El poder no lo ha amansado, porque nada puede
cambiar a estas alturas la personalidad de un sujeto como él, y más nos vale
que vayamos acostumbrándonos a soportar el dolor que producen sus decisiones, y
desarrollar una hábil política de contención de daños por las nefastas
consecuencias de sus actos. De momento la bolsa sube y el ciclo crece. Que no
vire, que aguante, que no haya una crisis y nos pille con semejante personaje
al frente de la sala de mandos.
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