Una
de las cosas más asombrosas de estos tiempos es el contraste que existe entre
una ciencia que avanza de manera asombrosa, y nos facilita la vida de una forma
que no somos capaces ni de imaginar, junto a las creencias, mitos y supercherías,
que se proclaman sin disimulo y con todo el morro del mundo. Científicos y
médicos conviven con estafadores y, casi casi, asesinos, que lanzan falsos
mensajes sobre la curación en atractivos envoltorios místicos, que sólo buscan
obtener atención y dinero, mucho dinero. A veces la ciencia se queda sin saber
muy bien qué decir ante tantas muestras de tontería, y es en ese silencio en el
que siguen creciendo los malnacidos que se recrean en el dolor ajerno.
Ha
habido una reunión de estos delincuentes en Barcelona, en la que no se si
participaban ya de paso algunos miembros de Convergencia o el PdCat, en la que
se han dicho salvajadas sin fin, mentiras y bulos. Todos los presentes han
usado el argumento de poseer un conocimiento ancestral, propio, arcaico y
certero, que tu médico también sabe, pero no te lo dice porque está al servicio
de las farmacéuticas. El mismo rollo conspiranoico de siempre que aparece ante
cualquier tema del que desconocemos las causas y orígenes. Sanadores,
naturistas, curanderos, escondidos bajo denominaciones por el estilo, muchas
personas se han juntado bajo el lema “Un mundo sin cáncer. Lo que tu médico no
te cuenta” en el que sólo han mentido, y a buen seguro habrán logrado vender
algunos de sus productos y sacar unos buenos ingresos. Su actitud es muy
parecida a la de una secta, dado que ellos poseen la sabiduría cierta, que sólo
está en su mano poder ser empleada, y que debes creer para que surja efecto en
ti. Nada de evidencias, experimentaciones y pruebas, nada de grupos de control,
instrumental y ciencia, solo fe. Resulta muy curioso ver como, a la vez que se
desploma la creencia religiosa tradicional, crece la fe en este tipo de sujetos,
que ofrecen otra versión de paraíso, siempre a cambio de la compra de unos
botes de sus pastillas, y que se alcanza también gracias a la fe, en este caso
a la naturaleza y a enseñanzas arcaicas en vez de al mensaje religioso. ¿Qué
opinaríamos si un sacerdote nos dijera que un cáncer se cura rezando, y no con
la medicina moderna? Le mandaríamos a paseo sin duda. Entonces, ¿por qué no
hacemos lo mismo con algunos de estos sujetos, cuyos nombres no pienso ni
citar? Su estrategia es muy similar, y evidentemente no funciona, salvo para
incrementar la cuenta corriente de sus vidas. Estos indeseables, que tontos no
son, saben que la salud es uno de los principales problemas, y que ante una
enfermedad seria como el cáncer la gente está dispuesta a hacer de todo para
salvarse, y en ese “hacer de todo” introducen su mensaje. Personas que sufren,
angustiadas por su futuro o por el de familiares y amigos, son susceptibles de
ser engañadas por sinvergüenzas de medio pelo que conocen la forma y momento de
actuar ante defensas emocionales más débiles, y así obtener de ellas todo lo
posible. Es absolutamente repugnante. Al sufrimiento del enfermo y de su
entorno se debe sumar el parasitismo de esta bandada de langostas que arrasa su
entorno allá donde va, que esquilma propiedades, que autoculpabiliza a las
personas por enfermedades que, en gran parte, poseen un origen puramente
aleatorio, y que son de lo más natural. El enorme incremento de la esperanza de
vida, la práctica erradicación de la mortalidad infantil, la supervivencia ante
enfermedades que antes se consideraban condenas de muerte, los trasplantes de
órganos, las terapias genéticas, la erradicación de muchas enfermedades
contagiosas… los logros de la medicina, basados en el método científico son
enormes, y entre otras cosas han logrado que usted, Puigdemont, estos
malnacidos estafadores y yo estemos aquí sanos y salvos, pero nada de eso
parece hacer mella en el discurso falaz que proclaman, envuelto en naturaleza y
ecología.
Más
que de ciencia, el problema que generan estos presuntos delincuentes es de
orden público. Sus terapias son falsas, no ayudan nada, sólo pueden perjudicar
al crear posibles contraindicaciones a los tratamientos médicos, e incluso
animan con fuerza a la gente para que renuncie a dichos tratamientos,
aumentando su desgracia y, tristemente, sus probabilidades de muerte próxima. Hay
que empezar a pensar en avisar a la policía cada vez que se produzca una
reunión de este tipo, porque fruto de ella aumenta la mortalidad. Estos
personajes venden falsedad, mentira y muerte, y deben ser perseguidos por la
razón y, desde luego, por la ley. No los siga, no los haga caso, y si conoce a
alguien que ha caído bajo sus redes, ayúdele y sáquele de ahí.
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