Y
mira que estaba avisada la nevada. Desde hace varios días los meteorólogos no
hacían nada más que decir que se acercaba un temporal de invierno de los de
toda la vida, y que todo el mundo estuviera precavido. La reacción de muchos de
los de mi entorno ante este y otros aviso suele ser la de “ya están metiendo
miedo otra vez los del tiempo” y, por lo visto, sus recomendaciones entran por
un oído a los ciudadanos y, también, a los encargados de la seguridad y gestión
de autopistas y autovías, sean estas de peaje o no. Lo malo es que, si son de
peaje, se añade la frustración de haber pagado antes de llegar al caos, en vez
de encontrárselo “gratis”. Hoy muchos debieran disculparse ante AEMET y los del
tiempo.
Y
al final, si uno lo mira con perspectiva, ha habido suerte, porque la situación
que se vivió en la noche del sábado al domingo era potencialmente muy
peligrosa. Miles
de personas atrapadas en un monumental atasco en la AP-6 en medio de una
ventisca invernal de cuidado, con temperaturas extremas y nieve por todas
partes, sin poder ir a ninguna parte y sin opción a salir de sus coches,
estuvieran como estuviesen, con depósitos llenos o vacíos, con o sin comida. Las
escenas que vimos a lo largo de ayer, con los militares de la UME rescatando a
viajeros, familias y enseres, desbloqueando vehículos y permitiendo que coches
modernos fueran algo más que balsas varadas en medio de la nieve son muy
similares a las vistas en años anteriores, bajo gobiernos anteriores, y bajo
situaciones similares. Y eso nos debe hacer reflexionar a todos, conductores
individuales y gestores de tráfico, públicos y privados, que somos los responsables
de lo que pasa en nuestras vías. ¿Cuántos de los conductores que estaban en el
atasco llevaban cadenas, forros para sus ruedas o equipamiento invernal?
¿Cuántos saben ponerlas? Sería interesante conocer datos al respecto, lo mismo
que saber qué hacía la DGT y los medios públicos y privados durante la tarde
del sábado, a medida que la nieve caía y la situación se complicaba, en los
momentos en los que aún era posible mantener el control de la situación. ¿Se
actuó con diligencia y cuando se debió hacer? ¿se intervino tarde? ¿fue la
tardanza la causa del caos? En esta ocasión nadie puede echar la culpa a unas
previsiones que, desde tiempo atrás, venían advirtiendo de la que se acercaba,
y no es la primera vez que la AP-6 se convierte en una ratonera por la nieve.
Todos sabemos que la gestión del tráfico es complicada y que, cuando el volumen
de tráfico crece, se vice siempre en un inestable equilibrio que, apenas un par
de sucesos aislados, puede convertir en un caos. Dense unos cuantos frenazos y
acelerones sin sentido en una autovía con tráfico muy denso y el efecto rebote
que eso produce hacia atrás generará un parón algunos kilómetros antes, sin que
sea posible saber cuáles han sido las causas del mismo. Con la nieve los
problemas crecen, y el cruce accidental de algunos vehículos es más que suficiente
para organizar el gran tapón. Prohibir circular a los pesados y hacer convoyes
tras los quitanieves suelen ser algunas de las medidas que se adoptan cuando la
situación se pone muy seria, y se deben poner en marcha antes de que la nevada
sea dura, porque entonces muy pocas cosas son realmente útiles. Por eso es
fundamental saber cuándo se puso en marcha el dispositivo especial en la AP-6 y
cuándo se debió poner en realidad, y ver si ahí está una de las causas del problema.
Con el tapón formado, los coches bloqueados y la nieve arreciando el asunto
pasa del tráfico a ser un tema de protección civil y rescate, y ahí la UME se
ha portado de una manera ejemplar en un entorno de dificultad extrema.
Políticamente,
tanto PP como PSOE han fracasado ante la nieve, y de las acusaciones que
realizó el PP en su momento contra la gestión del PSOE vienen ahora las críticas
del resto de partidos al PP gobernante. Lo trascendente sería saber si hemos
aprendido algo de todo esto, y la respuesta más probable es que no. Creo que
disponemos de los medios adecuados ante los temporales de invierno, tanto en
maquinaria como en personal, que son esporádicos y nada tienen que ver con las
olas de frío que asolan de vez en cuando Europa y EEUU, pero la coordinación de
los mismos y su empleo parecen ser manifiestamente mejorables. Y los
conductores, algunos obligados, otros viajeros por placer, también tienen su
parte de culpa en todo esto. No la principal, pero algo sí. Como no aprendamos
todos repetiremos una y otra vez escenas como las de este fin de semana, que
eran de pesadilla.
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