miércoles, enero 24, 2018

El debate sobre la prisión permanente revisable

Con motivo de los sucesos de Bilbao y, especialmente, tras la resolución del asesinato de Diana Quer, se ha vuelto a poner sobre la mesa el debate de la prisión permanente revisable, PPR para abreviar, y hay una campaña de recogida de firmas en internet para evitar la derogación de la misma. Este es uno de esos debates que tiene bastantes aristas y requeriría un tiempo y algo de sosiego para ser desarrollado. Decidir en caliente ante el resultado de un crimen es el camino, casi seguro, para el error. Pero en España somos dados a los debates broncos, rápidos, extremistas y en poco tiempo pasamos a otra cosa. Mala forma de gestionar los asuntos de importancia (y todos los demás)

Mi opinión sobre la PPR es que sí estaría a favor de implantarla, pero teniendo en cuenta siempre, y esto debe quedar muy claro para víctimas potenciales y sus familiares, que el efecto disuasorio de la medida será muy escaso. Afortunadamente vivimos en una sociedad muy tranquila, con unos bajísimos niveles de criminalidad. Es uno de los mayores lujos de nuestro país, y apenas sabemos apreciarlo. Por ello es poco probable que los principales destinatarios de una condena de este tipo fueran asesinos y terroristas, que lamentablemente los hay, pero no tantos, no. Todos al pensar en la PPR tenemos en la cabeza a violadores y/o pederastas como sus grandes usuarios, como aquellos a los que someteríamos a la mayor de las condenas. Se cumplen en esos sujetos varias de las condiciones que uno puede esperar para que la sociedad se proteja de ellos hasta el punto de no dejarles nunca salir. Suelen ser insaciables, no dejan de cometer delitos hasta que son detenidos, actúan de una manera depravada que resulta incomprensible para el ciudadano normal y, punto muy relevante, no son reinsertables. El argumento más fuerte en contra de la PPR es que las leyes penales y el sistema de cárceles buscan, al final, la rehabilitación del delincuente, su reforma y vuelta a la sociedad tras haber pagado un precio por el mal cometido. Tenemos casos de reinserción que se dan en todo tipo de perfiles criminales, incluso en el de terrorismo, pero todos sabemos que violadores y sujetos de ese tipo tienden a la reincidencia con una tasa demasiado elevada como para asumir el riesgo. Se ha llegado a decir que alguno de ellos solicitaba medidas porque sabía que no sería capaz de controlarse cuando el deseo le surgiera. Da que pensar. Hubo en España un intento, chapucero, de alargar las condenas, que fue lo que se conoció como “doctrina Parot” que el Tribunal de Luxemburgo derogó porque estaba jurídicamente mal construida. Esa doctrina era una vía que la justicia encontró para, evitando a los políticos el debate farragoso de la PPR, tratar de satisfacer a la sociedad, pero era un atajo erróneo, y así se vio desde Europa. Su derogación supuso que varios delincuentes salieran a la calle, entre ellos muchos etarras y menos violadores, y creo que sólo personajes de este segundo grupo han vuelto a prisión por cometer delitos. Y era, tristemente, lo que muchos esperábamos. Por ello, por la altísima tasa de reincidencia de estos maleantes, la PPR puede ser una alternativa viable para defendernos de ellos. Pero también, por el irracional instinto que les hace actuar de esa manera, me temo que la PPR no disuadirá al violador o abusador de atacar a su víctima. Nos permitirá protegernos de él una vez que haya cometido sus fechorías, pero es muy poco probable que evite que nuevos casos salgan a la luz, y que conductas tan aberrantes como incomprensibles se den. Y eso creo que debe quedar muy claro para todos. Como todo en la vida, las panaceas y milagros no existen, y en este caso aún menos.


Una posible alternativa a la PPR puede residir en la tecnología. Tal y como avanzan las cosas podemos conseguir detectar, en todo momento, dónde se encuentra alguien, e incluso saber qué es lo que hace. Un violador, tras su condena, podría vivir con un implante que monitorizase toda su vida, para poder actuar a tiempo en caso de que reincidiera. En ese caso su libertad es vigilada, y mucho, y no posee los derechos de privacidad que la ley nos otorga al resto de ciudadanos, pero para algunos puede ser una intervención legal menos intrusiva que la de la PPR. En fin, el debate es amplio, intenso y debe ser manejado con sumo cuidado. Por ellos, si ven una tertulia televisiva hablando de esto, por favor, cambien de canal, por respeto a las víctimas y sus familias.

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