Con
motivo de los sucesos de Bilbao y, especialmente, tras la resolución del
asesinato de Diana Quer, se ha vuelto a poner sobre la mesa el debate de la prisión permanente revisable, PPR para abreviar, y
hay una campaña de recogida de firmas en internet para evitar la derogación de la misma. Este es uno de esos debates que tiene
bastantes aristas y requeriría un tiempo y algo de sosiego para ser
desarrollado. Decidir en caliente ante el resultado de un crimen es el camino,
casi seguro, para el error. Pero en España somos dados a los debates broncos,
rápidos, extremistas y en poco tiempo pasamos a otra cosa. Mala forma de gestionar
los asuntos de importancia (y todos los demás)
Mi
opinión sobre la PPR es que sí estaría a favor de implantarla, pero teniendo en
cuenta siempre, y esto debe quedar muy claro para víctimas potenciales y sus
familiares, que el efecto disuasorio de la medida será muy escaso. Afortunadamente
vivimos en una sociedad muy tranquila, con unos bajísimos niveles de criminalidad.
Es uno de los mayores lujos de nuestro país, y apenas sabemos apreciarlo. Por
ello es poco probable que los principales destinatarios de una condena de este
tipo fueran asesinos y terroristas, que lamentablemente los hay, pero no
tantos, no. Todos al pensar en la PPR tenemos en la cabeza a violadores y/o
pederastas como sus grandes usuarios, como aquellos a los que someteríamos a la
mayor de las condenas. Se cumplen en esos sujetos varias de las condiciones que
uno puede esperar para que la sociedad se proteja de ellos hasta el punto de no
dejarles nunca salir. Suelen ser insaciables, no dejan de cometer delitos hasta
que son detenidos, actúan de una manera depravada que resulta incomprensible
para el ciudadano normal y, punto muy relevante, no son reinsertables. El
argumento más fuerte en contra de la PPR es que las leyes penales y el sistema
de cárceles buscan, al final, la rehabilitación del delincuente, su reforma y
vuelta a la sociedad tras haber pagado un precio por el mal cometido. Tenemos casos
de reinserción que se dan en todo tipo de perfiles criminales, incluso en el de
terrorismo, pero todos sabemos que violadores y sujetos de ese tipo tienden a
la reincidencia con una tasa demasiado elevada como para asumir el riesgo. Se
ha llegado a decir que alguno de ellos solicitaba medidas porque sabía que no sería
capaz de controlarse cuando el deseo le surgiera. Da que pensar. Hubo en España
un intento, chapucero, de alargar las condenas, que fue lo que se conoció como “doctrina
Parot” que el Tribunal de Luxemburgo derogó porque estaba jurídicamente mal
construida. Esa doctrina era una vía que la justicia encontró para, evitando a
los políticos el debate farragoso de la PPR, tratar de satisfacer a la
sociedad, pero era un atajo erróneo, y así se vio desde Europa. Su derogación supuso
que varios delincuentes salieran a la calle, entre ellos muchos etarras y menos
violadores, y creo que sólo personajes de este segundo grupo han vuelto a
prisión por cometer delitos. Y era, tristemente, lo que muchos esperábamos. Por
ello, por la altísima tasa de reincidencia de estos maleantes, la PPR puede ser
una alternativa viable para defendernos de ellos. Pero también, por el
irracional instinto que les hace actuar de esa manera, me temo que la PPR no
disuadirá al violador o abusador de atacar a su víctima. Nos permitirá
protegernos de él una vez que haya cometido sus fechorías, pero es muy poco
probable que evite que nuevos casos salgan a la luz, y que conductas tan
aberrantes como incomprensibles se den. Y eso creo que debe quedar muy claro
para todos. Como todo en la vida, las panaceas y milagros no existen, y en este
caso aún menos.
Una
posible alternativa a la PPR puede residir en la tecnología. Tal y como avanzan
las cosas podemos conseguir detectar, en todo momento, dónde se encuentra
alguien, e incluso saber qué es lo que hace. Un violador, tras su condena,
podría vivir con un implante que monitorizase toda su vida, para poder actuar a
tiempo en caso de que reincidiera. En ese caso su libertad es vigilada, y
mucho, y no posee los derechos de privacidad que la ley nos otorga al resto de
ciudadanos, pero para algunos puede ser una intervención legal menos intrusiva
que la de la PPR. En fin, el debate es amplio, intenso y debe ser manejado con sumo
cuidado. Por ellos, si ven una tertulia televisiva hablando de esto, por favor,
cambien de canal, por respeto a las víctimas y sus familias.
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