viernes, enero 12, 2018

Récord absoluto de turismo en España en 2017

Hace algunos días ya se barajaban cifras que eran de vértigo, y ayer se hicieron oficiales. Hemos recibido en 2017 a 82 millones de turistas, récord absoluto de la serie histórica de número de visitantes y, por primera vez en la historia, superamos a EEUU como país receptor, y nos colocamos en segundo puesto del mundo, por detrás de Francia. El gasto asociado a esas visitas es, igualmente, salvaje, cifrado en 87.000 millones de euros, algo más de mil euros de media por turista y una cifra que es algo superior al 8% de nuestro PIB. El volumen de estas transferencias de capital es difícil de imaginar y, desde luego, consolida al turismo como una de las grandes industrias nacionales, no se si la primera, y a España como líder global en el sector.

¿Hemos tocado techo? No lo se, está por ver cómo influirá la crisis catalana en las cifras de este año, pero quizás sí se haya llegado al punto de máxima ocupación posible en algunas zonas, especialmente en la costa mediterránea. Baleares es el máximo exponente de la distorsión que puede acabar generando una enorme población flotante que consume servicios y ocupa un espacio que, por definición, no puede ampliarse. Más allá de los brotes de turismofobia, que de momento son curiosas anécdotas, sí es verdad que lo que se vio desde un principio como una industria limpia empieza a no serlo. El volumen de residuos que generan millones de turistas sobrepasa las capacidades de gestión de ayuntamientos y algunas regiones, y los efectos de arrastre que genera pueden ser muy perjudiciales para los residentes en esas zonas. Basta con pensar el disparo de los precios de alquiler de vivienda en Baleares y ponerse en el pellejo de quien, ajeno al turismo, vive y trabaja allí, y tiene que encontrar un lugar de residencia donde poder vivir si, por trabajo, le han trasladado a las islas o lo ha encontrado. Hemos conocido casos sangrantes de médicos y profesores viviendo en barracones plagados de literas porque no hay un techo que puedan alquilar con su sueldo ante la carestía generada por la invasión. No me parece tanto problema, aunque para muchos quizás sea el mayor, la masificación de espacios y lugares como museos. Es cierto que hay que mantener el orden y las formas en ellos, y que el personal de esos locales debe emplearse a fondo para que una galería de estatuas o cuadros no se convierta en la Gran Vía madrileña en Navidad, pero es lo que tiene la oportunidad de poder acceder a esos lugares para ver las obras, de democratizar su acceso. Una manera obvia de que en el Louvre no haya aglomeraciones es multiplicar el precio de la entrada por, digamos, ocho o diez, y a buen seguro las salas estarán tranquilas y los visitantes que accedan disfrutarán de una cómoda estancia…. y quizás se dignen a contárnosla al resto, que no podríamos entrar a precios tan prohibitivos. ¿No les gusta la solución, verdad? A mi tampoco. Francia, que sigue siendo el primer país del mundo en volumen de turistas recibidos, se enfrenta a problemas similares al nuestro, especialmente en París, y otros lugares como Ámsterdam, Florencia, Venecia, Roma o Berlín están también preocupados por si son capaces de gestionar las avalanchas de cada día, aunque es verdad que las ciudades italianas, ya completamente saturadas, se encuentran ante una dimensión del problema mucho más grave. Pero pese a todo ello, el turismo es un gran invento, aunque parezca una frase vieja y apolillada. No permite conocer como es otra sociedad, porque las visitas suelen ser breves y no muy intensas, pero si las acerca, te da unas pinceladas de cómo otras personas, aparentemente tan diferentes a uno mismo, se enfrentan a problemas diarios tan similares como los que se dejaron en casa, y que buscan, como todos, lo mejor para los suyos y alcanzar una vida próspera y feliz. Es una primera vía para abrir la mente a los otros, y comprobar como todos somos, en el fondo, tan semejantes.


Si las cifras de visitantes marean, compare esos 82 millones con la población que los acoge y las dimensiones del país. Francia recibe más visitas, sí, con un poco más de superficie de España y una población superior, 67 millones frente a los 46 nuestros. Y no digamos EEUU, un continente en todos los sentidos donde esas cifras de turismo quedan muy disueltas. De cara al futuro, uno de los retos es el turismo que pueda ejercer la clase media china, que ya son cientos de millones de personas. Si conseguimos atraerlos podemos alcanzar cifras mucho más altas en un mercado turístico global que se dispararía. ¿Cómo afrontaremos ese reto? ¿tenemos agua y espacio para acoger a tanta gente? ¿modernizaremos a tiempo la infraestructura hotelera? ¿Airbnb se lo comerá todo?

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