jueves, octubre 31, 2013

Paula Bonet y el arte verdadero


¿Qué es el arte? No pretendo responder a una pregunta que dudo que pueda ser contestada jamás con unanimidad. Fuente de polémicas, discusiones de café y tertulias apasionadas, parece existir un territorio de acuerdo generalizado respecto a las obras del pasado que sí son arte, pero ese consenso se disgrega rápidamente a medida que nos acercamos al presente, que está lleno de objetos y exposiciones que suscitan la controversia profunda sobre si lo que en ellas se exhibe es realmente arte, estafa, provocación, engaño, genialidad o una mera acumulación de objetos sin sentido. El debate es infinito e irresoluble.

En mi modesta opinión, dos son las cosas que al menos debe poseer la obra para ser considerada como arte. Una es que debe generar sensaciones profundas en el que la percibe, le debe llamar la atención, quizás gustar, aunque eso no es estrictamente necesario, pero sí generarle algo que le conmueva. La otra condición es que ese sentimiento sea perdurable en el tiempo y a través de generaciones, lo que permite sacar el objeto artístico del contexto en el que fue creado y, de obtener el beneplácito de personas que no vivieron en él, resultar ser seleccionado para convertirse en obra de arte indiscutible. El segundo de los factores será el que, dentro de un siglo o dos, decante y permita saber cuáles de los objetos que hoy englobamos dentro del concepto de arte moderno serán arte clásico en el futuro, y de momento no podemos decir anda más al respecto, pero sobre gustos sí se pueden decir cosas. Y estos días ha pasado algo muy curioso en Valencia que me ha sorprendido, alegrado, y demostrado que esa sensación de gusto, de conmoción en la audiencia, es la fuente originaria de ese concepto que llamamos arte, y que su fuerza es irresistible. Con motivo de un festival de mediometrajes que se va a desarrollar a principios de noviembre a orillas del Turia, los organizadores del festival encargaron a la joven ilustradora levantina Paula Bonet la creación de un cartel para usarlo como motivo de difusión y publicidad del evento. Se hizo una tirada de tres mil ejemplares que fueron puestos a lo largo de las calles y plazas de Valencia. Hasta aquí todo normal, como muchos otros actos culturales, y de otro tipo, que se realizan en todas partes. Lo novedoso, lo fascinante, es que a la gente que pasaba por la calle y miraba el cartel, le gustó. Le gustó mucho. Muchísimo. Tanto que quiso llevárselo a casa, y eso es lo que empezó a suceder. A día de hoy los tres mil carteles diseminados por Valencia han desaparecido. Arrancados, despegados, personas anónimas no dudaron ni un minuto en que ese dibujo de Bonet era tan bueno que tenía que estar en su casa, y han acabado por dejar las paredes vacías, o mejor dicho, llenas del resto de cartelería y papeles que las rebosa día a día, que ahí seguirá durante mucho más tiempo del que seguramente esperarían sus colocadores, mientras que donde se colocaban los carteles de Paula Bonet ahora sólo hay hueco y, supongo, trazas de papel pegado que en algunos casos se resistió a ser arrancado, pese al seguro mimo con el que se emplearon los que trataban de arrancarlo de la pared. Ahora esos carteles lucen escondidos en casas individuales, pisos, lonjas, cobertizos, encerrados entre cuatro paredes, que se han convertido en pequeños museos en los que Bonet preside la estancia, en estancias antes vacías, o al menos no llenas de lo que sus propietarios consideraban arte, y que ahora ya están completas, gracias al dibujo de Paula, que ha logrado conmover a sus propietarios que, sin duda, lo observan con deleite y orgullo por ser los afortunados poseedores de ese tesoro.

No recuerdo un caso similar de pasión ciudadana desbordada, de manera aparentemente espontánea, por una obra artística, en la que la unanimidad se haya dado de forma tan rápida por parte de un colectivo de ciudadanos anónimos, poseedores de vidas de lo más dispares posibles, gustos antagónicos, creencias contrapuestas y contextos personales y sentimentales de lo más diversos. Pero a todos ellos Paula Bonet los ha conmovido. ¿Existe acaso un éxito mayor para un artista? ¿Hay un logro superior a ese? Lo dudo. No se cómo se desarrollará la carrera futura de Bonet, ni se tendrá éxito comercial o no, pero indudablemente su obra ya es relevante, y ella puede considerarse, sin duda alguna, como una artista de verdad, aclamada por un público que la ha consagrado. Bella historia.

miércoles, octubre 30, 2013

El espionaje que se espía a sí mismo


Imagino desesperados a los guionistas de Hollywood o de las series televisivas. Se pasan todo el día devanándose los sesos, tratando de crear tramas confusas, apasionantes, que enganchen al espectador, y cada mañana de estos últimos días se desayunan con unas noticias en los periódicos que dejan a sus argumentos de intriga a la altura de meras comedias infantiles. Ver como todos los días siglas como las de NSA, CIA, o M16 y generales de alta graduación responsables de dichos organismos hacen declaraciones sobre secretas redes de espionaje y sus tentáculos mundiales hacen que sea innecesario ver películas de intriga o espionaje. Ya vivimos inmersos en una de ellas.

En todas las informaciones que salgan sobre este tema hay que tener mucho cuidado porque, por definición, no se sabe lo que es cierto, mentira o intoxicación. Así, con esta salvaguardia siempre en mente, resulta interesante observar la evolución de las declaraciones del gobierno norteamericano al respecto de las filtraciones, y como su versión cambia cada más o menos tres días, lo que da una muestra del resbaladizo terreno en el que nos movemos. La semana pasada, los portavoces autorizados de los organismos oficiales norteamericanos hacían lo que era de esperar. Negar la mayor y decir que las informaciones eran falsas. Obviamente nadie se creyó esas afirmaciones. Pocos días después la versión variaba, haciéndose más creíble, afirmando que espiar espían todos y que no debíamos escandalizarnos por ello. Esta declaración era una forma de echar balones fuera, sí, pero era cierta, y ha sido la base de mi argumentario a lo largo de estos últimos días. A medida que el escándalo crecía y que se sospechaba de que la lista de la compra de Angela Merkel era motivo de apuestas en los cuarteles de la NSA y los millones de llamadas telefónicas intervenidas en España daban un cariz muy distinto a lo sucedido, las autoridades de EEUU dieron una tercera versión, la más incierta y equivocada de todas, que venía a decir que el Presidente Obama no estaba al tanto de todo lo que hacía la NSA y que, en cierta manera, el espionaje estadounidense se había extralimitado e ido mucho más allá de lo debido. Estas afirmaciones, de ser ciertas, serían muy graves, porque si mal está que se nos espíe por parte de un gobierno ajeno peor es aún que dicho espionaje se haga a espaldas de ese propio gobierno externo, como queriendo decir que el poder del espionaje es superior al del gobernante de aquel país y que el control de la nación realmente no está en los poderes elegidos para ello. Algunos opinan que esto es realmente lo que sucede, y argumentos no les faltan, pero asumir esto sería un paso muy peligroso de cara a valorar el funcionamiento de nuestras naciones y la legitimidad de los poderes en las que se asientan las instituciones, y no lo voy a dar. En todo caso, esas afirmaciones, que trataban de librar a Obama de este marrón, lo ensucian aún más. Ante el revuelo organizado, creciente por momentos, alimentado por un sentimiento de paranoia siempre presente en determinados núcleos de población y que se ve espoleado por noticias como estas, las últimas declaraciones provenientes del otro lado del Atlántico, emitidas por el general responsable de la todopoderosa NSA ante el Congreso norteamericano (¿Qué envidia, verdad?) que suponen la cuarta versión sobre este asunto, enturbian un poco más si cabe el panorama, dado que el general Keith Alexander, que así se llama el alto mando, ha acusado a las organizaciones de espionaje europeas propias de cada país de ser las que realmente procedían a realizar esas escuchas, interceptaciones o espionaje, y que luego compartían los datos con la NSA, de tal manera que los americanos “sólo” recopilaban y utilizaban la información que era obtenida, en cada país, por parte de los servicios locales.

Es decir, que desde ayer no sólo el espionaje norteamericano se encuentra bajo la acusación de haber violado nuestra intimidad, sino que el CNI español en España, el M16 en Reino Unido y así uno por uno los servicios europeos de espionaje se encuentran, de golpe, implicados presuntamente en unas tramas de espionaje que violan en gran medida cada una de las legislaciones nacionales, si finalmente se demuestra que todo esto es cierto, o alguna parte, o un trozo. Los documentos filtrados por la red de Snowden que hoy se publican señalan que sí existe esa colaboración estrecha y activa entre servicios de inteligencia, lo que por otra parte tampoco sería una gran sorpresa, pero contribuye a enmarañar aún más una historia que, lejos de aclararse, se oscurece a cada paso que da.

martes, octubre 29, 2013

Muerte en la mina


Una cuadrilla de trabajadores perfora, en lo profundo del pozo, una veta de carbón con la que cargar sus vagonetas y así obtener el fruto de su jornada laboral. Al fragmentarse parte de la roca, una bolsa de gas grisú que se encuentra encerrada se abre paso y, silenciosa, desaloja todo el oxígeno que en esos momentos ocupa la galería en la que trabajan los mineros y, sin que apenas puedan darse cuenta, los asfixia silenciosa y eficazmente. Un compañero, que nota que algo raro pasa abajo, que un silencio mortal reina en el pozo, acude a la búsqueda de respuestas y sólo encuentra la muerte. Y el pozo se convierte en la tumba de todos ellos.

Esta crónica de la tragedia que ayer se desarrolló en la explotación minera sita en el pueblo leonés de Llombera de Gordón podía haberse escrito hace décadas, o incluso siglos. Junto con los derrumbamientos, el grisú es el asesino silencioso de la mina, el que más hombres se ha llevado y el que más lágrimas ha causado entre sus familias. La expresión del canario en la mina tiene su origen precisamente en ese gas, ante el que nada parecía ser efectivo, y que sólo la presencia de pequeños animales, que fallecen por ahogamiento mucho antes que los humanos, podía servir como testigo macabro, como señal de aviso de desalojo de una zona en la que el gas había tomado cuerpo y se había hecho con la atmósfera. Hoy en León todo serán lloros y lamentos, y preguntas sobre cómo ha podido ser posible este accidente, el más grave en la minería española desde hace casi dos décadas. Veremos a los reporteros de televisión entrevistar a familias rotas por el dolo y la incomprensión, y acudiremos a esos pueblos mineros olvidados, pequeñas villas dominadas por elevados castilletes elevadores, que día tras día suben y bajan a la mina, que año tras año transportan a cada vez menos mineros, hasta que en pocas décadas la mina no sea sino un recuerdo, amargo en muchos casos como el presente, sentido en todos ellos, de un sector que dio trabajo y prosperidad a pequeños pueblos perdidos en medio de un páramo en el que sólo el campo proporcionaba recursos, lejos de las ciudades y de todo lo que significase prosperidad. Amplias zonas de León, Asturias, Teruel y otras regiones españolas asisten al desplome de un sector que sólo existe hoy en día gracias a las subvenciones públicas, que mantienen en pie explotaciones que no son rentables ni por el producto que de ellas se obtiene ni por los costes que supone su mera utilización, tanto económicos como medioambientales. Por cada minero que se jubila es casi seguro que no hay otro minero que le reemplaza y, como la escarcha a la salida del sol, su presencia se reduce a medida que avanza el tiempo. Muchos de estos municipios, que han practicado durante décadas el monocultivo del carbón, se enfrentan ante el duro destino del olvido y la pobreza, dado que en muchas ocasiones no se han desarrollado industrias alternativas ni otros negocios que no fuesen los relacionados con el mundo de la minería. La crisis que vivimos a agostado los presupuestos públicos y, junto con la paralización de presuntos planes de reactivación económica, ha reducido la cuantía de las subvenciones al sector, lo que ha provocado duros conflictos en esas regiones, y manifestaciones virulentas frente al Ministerio de Industria, edificio vecino al mío, sobre el que se desataba la rabia de mineros venidos de toda España, ávidos de futuro, conscientes de que su sector no lo tiene, y llenos de preguntas y miedos ante la desesperanza de saber que sus vidas acabarán mustiándose al ras del cielo, sobre la segura tierra firme, pero desprovistos de riqueza, medio de subsistencia y desempeño laboral. Para algunos de ellos el riesgo de bajar todos los días al pozo y jugarse la vida es preferible a verla deshilacharse en el vacío de la inactividad.

Toca hoy llorar en esas comarcas, en las que la alegría llega a cuentagotas y las tragedias son, normalmente, múltiples. Y reflexionar sobre como procedemos al cierre, ordenado, seguro y honroso, de un sector que tiene un futuro tan negro como el del producto que le da sentido. A pensar en serio cuáles son las alternativas económicas de esas zonas y familias, a ponderar en el coste de las energías las vidas perdidas, múltiples en el caso del carbón, nulas en el de la energía nuclear o las renovables, y a ofrecer una esperanza a las familias de los trabajadores fallecidos, para los que la lámpara minera dejó ayer de brillar, envuelta, como en siglos pasados, en una bolsa de maldito gas grisú.

lunes, octubre 28, 2013

El espionaje norteamericano y el Big Data


Esta semana los embajadores norteamericanos en Europa van a ir desfilando por los palacios presidenciales de las capitales para dar explicaciones sobre hasta qué punto han sido espiados los gobiernos europeos por el aliado de Washington. Sospecho que todo esto no será más que una representación teatral, una escenificación de una indignación impostada, pero sí que supondrá un toque de atención al espionaje de EEUU, que ha quedado demasiado en evidencia ante todo el mundo. Probablemente deba refinar sus métodos y seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, eso no lo duden, de una manera mucho más delicada y oculta.

En torno a este asunto ha surgido una gran pregunta, sobre cual es la necesidad que tiene un país como EEUU de espiar a sus aliados. Hay dos respuestas, una obvia y otra no tanto. La obvia es que en la vida real los aliados lo son de palabra pero vaya usted a saber si llegado el caso se mantienen como tales. Amigos se hacen en la escuela y en los entornos personales, pero en el trabajo y en las relaciones internacionales la palabra “amistad” no posee un contenido muy preciso ni, no nos engañemos, sincero. La otra explicación tiene que ver con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación y el procesamiento de datos. Ahora todo, voz, datos y cualquier formato que se pueda imaginar, se digitaliza, y el cable de fibra que lo transporta sólo lleva secuencias de unos y ceros, que el ordenador luego traduce a voz o a fotos de una boda. Para los servicios de espionaje la tecnología ha sido un gran aliado, pero no sólo porque ha permitido la absoluta miniaturización de sus dispositivos, sino porque ha permitido que todo lo espiable se exprese de manera digital. La otra gran revolución, en la que los norteamericanos, como no, nos llevan mucha ventaja, es la del “big data”, la capacidad de tratar enormes, gigantescos volúmenes de información, para extraer de ellos patrones, información suplementaria, contenidos que aparentemente no existen pero que a través del tratamiento masivo de los datos se pueden obtener. Se ha comentado que los sistemas de espionaje de la NSA no sólo espiaban datos de conversaciones telefónicas, sus contenidos, sino lo que se denominan metadatos, atributos de los datos originales que los identifican: Fecha, hora de inicio, hora de finalización, posición desde la que se ha llamado, interlocutor, movimientos realizados durante la conversación, geolocalización, etc. Decenas de campos asociados al dato original que permiten trazar mapas, gráficos en los que se puede observar el comportamiento del sujeto espiado, y quizás deducir tras muchas llamadas espiadas cuál va a ser el comportamiento del sujeto tras la siguiente recibida. Ordenadores inmensos sitos en EEUU tratan todos estos datos gracias a aplicaciones desarrolladas recientemente, y extraen conclusiones que serían de imposible deducción para un equipo humano que, simplemente, jamás podría leer el contenido de toda la información recopilada. Las implicaciones del “big data” en estos contextos son inmensas. El espionaje industrial, por ejemplo, podría permitir deducir cuales son los avances en las líneas de investigación que desarrollan empresas punteras del mundo del automóvil o las telecomunicaciones, por ejemplo, secretos que en pocos años se pueden transformar en miles de millones de ingresos económicos y de posición de poder en los mercados de bienes y servicios en los que esas empresas se sitúen. Por tanto, el espionaje, aunque centrado en la diplomacia y el poder, tiene también un trasfondo económico muy importante que no debemos obviar y que, no tengan dudas, también se habrá producido.

Aunque esto del big data les pueda sonar a chiste, es un asunto muy interesante que cada vez demanda más atención e inversión. Y usted lo puede comprobar día a día en su vida web. Las listas de reproducción que youtube le ofrece o el resultado de las búsquedas y publicidad de google, o las sugerencias de compra de Amazon son diferentes para cada usuario, y eso es porque, en base a la información que suministramos con cada click, la web elabora menús de ofertas distintas para buscar la máxima satisfacción posible, en función de todo nuestro historial, que ordenadores inmensos rastrean y analizan sin descanso. Créanme, el big data, o minería de datos que dicen algunos, va a ser uno de los temas del futuro cercano.

viernes, octubre 25, 2013

Yo espío, tú espías, él espia….


La cumbre europea que se celebra estos días en Bruselas debiera estar centrada en la economía, en cómo se coordinan las políticas de los países y la UE para dar aliento a esta frágil recuperación que asoma, a insuflarle vitaminas y minerales para que se robustezca, pero el tema del espionaje se ha colado en la agenda de los primeros ministros y amenaza con ser el que monopolice los debates y, también, los enfrentamientos entre los países que se sienten espiados y aquellos que no o, situados en el medio, parecen no haber roto un plato en este asunto tan confuso pero, en el fondo, clásico.

No nos engañemos. El espionaje y su denuncia es un asunto de lo más hipócrita. Todos los países espían, todos. Algunos en plan universal, como EEUU, otros en formato local y, en general, cada uno lo hace en la medida de sus posibilidades y necesidades. No tengo muchas dudas de que EEUU, China, Rusia y Reino Unido son los países que poseen un aparato de espionaje más completo, potente y sofisticado, pero el resto también trata de enterarse de lo que sucede al otro lado de las paredes de su casa, a veces de manera demasiado literal. La diferencia en el caso del espionaje de EEUU frente al del resto de países es que, por un lado, las dimensiones y tecnificación de su sistema de escucha es, simplemente, inimaginable. Los recursos y el personal del que disponen las agencias de la NSA y otras, como la CIA o el Pentágono, nos desbordarían si se hicieran públicas, por lo que las suponemos descomunales y, por lo poco que sabemos, parecen serlo. El otro factor es que en EEUU si algún espía decide largarse y contarlo todo se convierte en portada de los periódicos de medio mundo y su integridad, en general, queda a salvo. ¿Se imaginan un caso Snowden referido a los sistemas de espionaje ruso o chino? No, porque Pekín o Moscú se encargan de eliminar a los Snowden que traten de abrir la boca, y con eliminar me refiero a asesinar, claro está, de tal manera que sus sistemas carecen de fugas relevantes o, al menos, conocidas. Por si creen que estoy exagerando, recuerden los casos de la periodista Anna Politkóvskaya, cuyas denuncias por las prácticas del ejército ruso en Chechenia le costó la vida, siendo tiroteada en el portal de su casa, sin que hasta la fecha se haya condenado a nadie por ese hecho. También recordarán el caso de Aleksandr Litvinenko, el espía ruso que fue envenenado con Polonio en Londres, cuyas fotos, calvo, demacrado y postrado en una cama de hospital dieron la vuelta al mundo. La moraleja es clara. Al que habla se le mata. Así casi nadie habla. Frente a ello, el soldado Bradley Manning (ahora parece que se llama Chelsea) cumple condena por las filtraciones de Wikileaks, pero puede contarlo, y Snowden, la fuente de las filtraciones de la NSA de este año, reside protegido y, supongo, abrigado, en Rusia, a salvo de las manos de la justicia norteamericana que, de pillarle, le encerraría tras unas gruesas rejas, quizás para el resto de su larga vida. En fin, que esto es lo de siempre. Los países en los que impera la libertad, como EEUU y los que conformamos Europa, también practican el espionaje y otra serie de ardides y tácticas oscuras, sería ingenuo pensar que no fuera así, pero tarde o temprano sus opiniones públicas nos enteramos de lo que sucede, de lo que se llegó a espiar o a saber ilegalmente, y hasta cierto punto se mantiene bajo control un aparato de vigilancia que, en los regímenes totalitarios, es una de las formas más oscuras y sádicas de humillar a la población de la que dispone el estado. La película de “la vida de los otros” es un ejemplo de cómo funciona el espionaje “de base” en dictaduras. Sospecho que hoy en día esa película podría rodarse en China perfectamente.

Un pequeño inciso gracioso. Tal como revela el periódico británico The Guardian, la NSA espió durante años las llamadas de 35 líderes mundiales, por lo que los que aparezcan en ese listado pueden tener el pequeño orgullo de ser relevantes e interesantes a los ojos de la superpotencia norteamericana. Angela Merkel, reina de Europa y la mujer más poderosa del mundo, es obvio que está en esa lista, pero imagino a presidentes y expresidentes de todos los países tratando de averiguar si sus nombres y teléfonos aparecen en ese listado, confiando, rezando, implorando para que así sea. De lo contrario, su irrelevancia era o es tal que ni merecían ser espiados, y eso es un duro golpe para el orgullo de alguien que se crea importante.

jueves, octubre 24, 2013

Poco, casi nada, pero crecemos!!!!


Ayer el Banco de España hizo públicas sus estimaciones de crecimiento económico del tercer trimestre de este año, de Julio a Septiembre, y por primera vez, desde el primer trimestre de 2011, el dato es positivo. Una décima, un valor casi ridículo, pero mayor que cero. Es una buena noticia, sí, objetiva y que debe ser celebrada, pero cogida con cuidado. La economía española sigue siendo un grave enfermo que, tras años de dolores, quiere abrir los ojos y ponerse a hablar, pero su estado sigue siendo comatoso. No podemos pensar que la dolencia está superada por una bajada de la fiebre, no, pero es algo muy bueno que eso suceda. Y puede que hoy la EPA de ese mismo trimestre arroje un saldo de creación de empleo que también sería de celebrar. Ojalá.

Quiero centrarme hoy, más que en el aspecto puramente económico de esta cifra y de cómo hemos llegado hasta aquí, en la comparación con la actitud política ante este dato y lo que, para mi, debe ser el criterio técnico, profesional y no sesgado a la hora de valorarlo. Y la mejor manera de hacerlo es retrotraerse al pasado cercano. Si observan la gráfica del enlace que les he adjuntado en el primer párrafo verán que, tras el desplome de 2008 y 2009 tuvimos una recuperación liviana, que duro desde el primer trimestre de 2010 hasta el mismo periodo de 2001. De ahí en adelante hasta este momento todo ha sido descenso. Fue en aquella época cuando desde las instituciones se acuñó la malhadada expresión de “brotes verdes” que tuvo un origen internacional, pero que el gobierno de ZP que regía entonces el país acogió con la ilusión que se otorga a los recién nacidos. Esas tasas trimestrales bajitas, de no más allá del 0,2% eran vistas por el gobierno como el final de la crisis y el inicio de la prosperidad, mientras que la oposición, liderada por el PP, las calificaba de estafa, ridículas e insuficientes. Luego esas tasas positivas se esfumaron cuando Grecia dio por inaugurada la crisis de deuda soberana europea y todo se fue a la porra. Volvió la caída, que se llevó al gobierno del PSOE e hizo ganar las elecciones al PP, vinieron meses de ajustes duros, de caída continuada, de gobierno popular desnortado y desbordado, y en julio del año pasado Mario Draghi, con su discurso del “todo lo que sea necesario” para salvar al euro, nos quitó la soga del cuello. A partir de ahí la situación se ha ido estabilizando y hoy tenemos un crecimiento positivo… que es saludado por el gobierno del PP como una gran noticia y el inicio de la recuperación, mientras que la oposición, en la que participa el PSOE pero no encabeza, califica la cifra de, sí, sí, ridícula e insuficiente. El mismo juego de opiniones pero en su versión especular. Los que antes gloriaban el dato ahora lo ven infame y los que antes lo criticaban a rabiar ahora lo elevan a los altares. Y de paso los medios de comunicación y propaganda afines a cada uno de los bandos adoptan iguales posturas, ridículas a más no poder. El PSOE llegó a sacar un vídeo en 2010 con un brote de planta surgiendo de la tierra como metáfora de la recuperación que ya estaba ahí, y este Domingo era la portada del ABC la que incurría en idéntica, e igualmente ridícula, comparación. Si ustedes son de los que les gusta sumarse a las batallas banderizas y de consigna, en este caso lo tienen fácil. Acudan a la mesa de su contrincante ideológico y pídanle los bártulos y argumentarios que fueron usados hace un par de años, cambien las siglas de los textos (PSOE por PP y viceversa, con cuidado para no liarse) y ya puede acudir a tertulias, debates y foros de opinión con el discurso bien armado. Evidentemente yo no voy a incurrir en ese error. Un crecimiento positivo es bueno se produzca bajo el gobierno que fuere, uno negativo es malo, mande quien mande, y la euforia nubla la vista de quien por ella se deja someter.

En este sentido hay dos posturas en el gobierno del PP muy distintas, encarnadas por dos ministros del ramo, que son el ejemplo a rechazar y a seguir. Por un lado tenemos a Montoro, convertido en el propagandista de la recuperación, cuyas declaraciones son más propias de un mitin electoral que de tribuna ministerial, y por otro lado está Guindos, un hombre mucho más discreto en lo político, alejado del aparato del partido, que no está aquí por tener carnet ni depende de él, y que no deja de decir que el dato es bueno, pero que hay que tener mucho cuidado, porque es frágil y puede revertirse. No hay dos recuperaciones iguales, pero el riesgo de que esta se frustre como la anterior es muy alto. Hagamos como Guindos, seamos prudentes y trabajemos, y que haya suerte.

miércoles, octubre 23, 2013

La fiesta del cine y la curva de Laffer


Como en los últimos años, se celebra en estos días la llamada fiesta del cine, unas jornadas en las que las entradas se rebajan de precio de manera muy notable, y que para disfrutar de semejante descuento basta con inscribirse en una página web creada al efecto. En años precedentes se ha comprobado que la idea fue exitosa, aumentando el público asistente a las salas de manera notable, pero el éxito que ha suscitado la convocatoria este año ha desbordado a organizadores, exhibicionistas y medios de comunicación. Colas inmensas abarrotan las calles y plazas frente a los cines, como no se veía desde hace muchos años.

El cine está en crisis, eso no es ninguna novedad, y en España, más. Su decadencia viene motivada por varios factores, pero los dos principales son la tecnología y el hundimiento de la renta de los consumidores. Por el lado de la técnica, muchas son las alternativas que han surgido, en la misma palma de la mano las más adictivas, para proporcionar el tiempo de ocio que antes generaba la pequeña pantalla, y las descargas ilegales de internet permiten consumir productos audiovisuales desde casa a un coste cero y en unas pantallas cada vez más perfectas. Por este lado, poco se puede hacer en un país concreto, porque quizás haya un público potencial del cine que se ha perdido para siempre y que, en todo caso, costará mucho que vuelva a sentirse atraído por la gran pantalla. El otro factor de crisis es el puramente económico. A unos precios muy elevados, completamente desorbitados, se le suma un IVA del 21% que los eleva a la estratosfera, y los hace prohibitivos para el bolsillo de una cada vez más deprimida clase media, que apenas llega a final de mes, y que empieza a ver el cine no como un producto de ocio sino de lujo. A falta de dinero, se recorta en lo prescindible (el desayuno no lo es y el cine sí) y habiendo alternativas de coste nulo las salas se vacían del público que sí desearía visitarlas y que no puede hacerlo. Consecuencia. Las salas cierran, las recaudaciones se hunden, la inversión en películas baja y parte del talento creativo se deriva hacia la televisión, lugar en el que actualmente se encuentran los mejores creadores, guionistas y actores. Las voces del cine claman en un desierto cada vez más ardiente y desolado, reclamando una bajada de impuestos que, visto lo visto, no se va a producir, y auguran la desaparición de un sector que ha visto como en un par de décadas se han cerrado decenas, cientos de salas, algunas de ellas convertidas en cutrosas tiendas de moda, otras aún menos afortunadas, abandonadas a su ruina. Y en medio de este complejo problema, llega la fiesta del cine, que logra que en Madrid la entrada baje desde los nueve euros que cuesta en un fin de semana normal a los 2,90, una rebaja del 66%, un tercio. Y las salas se llenan, quizás de muchas personas que han esperado a estos días para ir a ver las películas que estaban en cartel aprovechando el descuento, pero sin duda de muchos otros, consumidores habituales de cine, que ya no pueden ir, que quisieran pero no se lo pueden permitir, y que en estos tres días se están pegando un atracón para saciar su ansia de cine, y que tras el festín volverán al mundo de las sombras, a ver las carteleras desde la acera y a contemplar las puertas de las salas cerradas con la etiqueta de un precio tan alto que les impide acceder.

Moraleja de todo esto. Sencilla. Vivimos en un nuevo mundo tecnológico y en un país con una demanda deprimida que va a estarlo durante muchos años, y si se quieren vender productos, se deben bajar los precios. Así de sencillo. El cine que, por ejemplo, a partir de este fin de semana rebaje el precio de sus entradas a la mitad, de manera permanente, llenará sus salas, ingresará mucho más dinero y devengará al estado una recaudación por IVA mucho mayor. Estas colas del cine son una plasmación práctica, asombrosamente exacta, de la ley de la oferta y la demanda, y de la odiada por muchos, pero certera como pocas, curva de Laffer, que viene a decir que en ocasiones bajar los precios aumenta los ingresos, porque se vende mucho más. Será complicado salvar al cine, sí, pero al menos pongámosle un precio atractivo que no lo condene a la ruina.

martes, octubre 22, 2013

El final de la doctrina Parot


Uno de los temas de fondo que llevaba todo el verano anunciándose acabó por desvelarse ayer. Desde que concluyó la vista en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la doctrina Parot eran incesantes los rumores sobre si esta magistratura iba a revocarla o no. Al poco de acabar las sesiones y dictarse el visto para sentencia la sensación que dominaba era que, probablemente, la doctrina sería aprobada por el tribunal, pero a medida que se acercaba el día del fallo crecía la sensación de que la sentencia sería negativa. Ayer se confirmó esta impresión, y hoy es el día del llanto para algunos y el de la incomodidad para casi todos.

Mi sensación personal es de derrota, no lo voy a ocultar, porque creo que esta interpretación del cómputo de las penas, una cuestión contable, era una forma de dar a las penas de terrorismo y de otros graves delitos la relevancia en años y condena que no les otorgaba un código penal en el que asesinar salía muy barato. Como el legislador, léase los gobernantes, sufren de pereza congénita en España, tuvimos que esperar hasta pasado el año 2000 para que se reformase el citado código y las penas se adecuasen a lo que la sociedad demanda, y se estila en los países de nuestro entorno, poseedores de sistemas judiciales no tan garantistas como el nuestro, que escandalizarían a algunos de los bienpensantes tertulianos que no saben lo que es un delito. Así, terroristas de ETA y grandes enemigos sociales, especialmente violadores múltiples, vieron cómo se retrasaba el momento de su puesta de libertad, dejando para más adelante el inevitable momento en el que volverán a la calle en libertad, hecho que se produciría con la aplicación de la doctrina Parot o no. Recordemos que en España no existe cadena perpetua de ningún tipo, por lo que un delincuente, sea cual sea su pena, acabará saliendo de la cárcel en algún momento. Las víctimas del terrorismo acogieron con satisfacción la puesta en marcha de esta doctrina, con toda la lógica del mundo, y los sucesivos gobiernos que han regido mientras el Tribunal Supremo la utilizaba han visto con buenos ojos su aplicación, pudiera ser que por la razón moral que implica que un sanguinario terrorista siga en la cárcel, pero especialmente debido a que esta metodología judicial les evitaba abordar el marrón de la reforma del código penal, reforma que finalmente se llevó a cabo en 2005, creo recordar, y que elevó el máximo de cárcel legal a los 40 años, con cumplimiento efectivo, sin reducción alguna. Sobre el punto de los años de cumplimiento, hubo argumentos periodísticos en su momento que, para justificar la doctrina, usaban un criterio de contabilidad de años de pena entre muertes causadas para indicar que no pueden salir gratis, o muy baratas, las víctimas de un terrorista, pero me temo que la vida legal y social es más compleja que las matemáticas. Un asesino múltiple, un etarra que mata a varias personas con un coche bomba, un violador sádico que persigue a sus víctimas como un depredador implacable, jamás, reitero, jamás podrán cumplir una pena de cárcel que otorgue valor “en años” a cada uno de sus delitos, empezando por el hecho de que la vida humana es finita y cada víctima se introduce en un denominador macabro que reduce el resultado de la división. No ese ese el argumento sólido y fiable para tratar este asunto, no. La base del diseño y aplicación de la doctrina Parot era, sobre todo, tratar de dar a las víctimas de ETA una pequeña satisfacción en medio de la absoluta indiferencia y desprecio con el que las instituciones vascas y del resto de España les han tratado durante tantos y tantos años.

Y es que este es el problema de fondo. Sólo a partir de fechas muy recientes en la lucha contra el terrorismo se empezó a apoyar y a apreciar a las víctimas. Durante los años ochenta y noventa las víctimas estaban completamente abandonas por los gobiernos y la sociedad, despreciadas, olvidadas, como si fueran un residuo. Fue Gesto por la Paz, junto con algunos intelectuales valientes pero solitarios, el primero de los colectivos sociales que les presto ayuda, amparo y, sobre todo, apoyo, visibilidad. Años de abandono que han hecho que las víctimas se sientan recelosas y desconfiadas respecto a los poderes públicos, a los que siempre han visto con una doble cara al tomar decisiones que afecten a su dolor y vivencia. Por ello es comprensible y lógica su reacción ante la sentencia de ayer, que hay que acatar y cumplir, pero que va hacer revivir el dolor en su corazón.

lunes, octubre 21, 2013

El Ibex supera los 10.000 puntos


Tras un decepcionante inicio de año, lleno de titubeos, subidas discretas, bajadas seguras y sin poder escapar de eso que se denomina movimiento lateral, el Ibex comenzó a subir con ganas a mediados del verano, primero tímidamente, luego de una forma mucho más decidida que el resto de bolsas mundiales, y desde entonces no ha parado. Creo que el balance de las últimas ocho semanas ha sido positivo, y los últimos ocho días ha marcado máximos anuales, dejando el registro el pasado viernes en la cota del 10.001, un valor de psicológico, como dicen los medios de comunicación.

Quedaría muy bien por mi parte decirles que, como sigo la actualidad económica y financiera día a día vi venir esta subida y allá por verano invertí dinero en la bolsa, y ahora les escribo desde el colchón de mis ganancias acumuladas, pero eso no es cierto. No atisbé para nada el cambio de ciclo bursátil, y cuando las cotizaciones subían en agosto seguía pensando que sería un calentón de verano, nada serio. En septiembre, a la vuelta de mis vacaciones, los valores seguían subiendo y, con una ganancia acumulada por el índice que ya consideraba muy alta, decidí no entrar. Como ven no he tomado ni una sola decisión correcta en estos meses, y aún hoy sigo pensando que el Ibex está muy alto y que no quiero entrar, lo que puede significar que, probablemente, todavía quede un intenso recorrido al alza. En fin, como muchos inversores individuales, aún con los huesos molidos por las bajadas de estos últimos años, asisto con bastante escepticismo a este calentón de los valores, que lo achaco más a razones coyunturales y de dopaje del mercado que a la recuperación económica que se vende en los medios, que a mi modo de ver aún dista mucho de producirse. Es cierto que España ha tocado fondo en su recesión y que a partir del tercer trimestre de este año, estos meses que ya vivimos, observaremos tasas de crecimiento del PIB trimestrales positivas, lo que es una muy buena noticia, y un primer paso para salir del agujero, pero aún queda muchísimo. Suponiendo que esa tendencia positiva se mantenga en el tiempo, cosa que está por ver, serían necesarios muchos muchos trimestres para que el crecimiento empezase a tener influencia en la creación de empleo y en la reducción del déficit público, momento en el que el impacto de la recuperación empezaría a ser percibido por la población, que no nota en su bolsillo estas subidas de la bolsa. En mi opinión, y como buen economista que soy, puedo darles dos razones por las que sube el Ibex, y ninguna que justifique porqué sabiendo esto no me metí en bolsa en verano. La primera es que, no me lo negarán, España se ha abaratado mucho. La devaluación interna que estamos practicando desde hace tiempo aumenta nuestra competitividad exterior, sí, y coloca el cartel de “Ganga” en muchos de nuestros activos y empresas, lo que hace que haya flujos de dinero internacional que acudan a quedarse con lo que vean que es atractivo, tanto en bolsa como en el mercado inmobiliario. La segunda, y más importante de todas, es que la política de liquidez infinita que practican el BCE y la FED está generando un ciclo financiero desbocado, que funciona de manera paralela a la realidad económica, que está inflando algunos activos y generando distorsiones por doquier. Cada vez es más necesario que la FED norteamericana empiece, de manera gradual y suave, a retirar sus estímulos para tratar de atemperar los flujos que ha desatado, pero por ahora eso no se lleva a cabo, Bernanke se “rajó” hace un mes y su sucesora, Janet Yellen, no es partidario de hacerlo ya. Este asunto es de los que hay que seguir con mucha atención.

Y entre tanto, los capitales que empiezan a salir de los mercados emergentes, que empiezan a frenarse por cuestiones diversas, acuden en masa a nuevos mercados, entre ellos los europeos, que ven como bajan sus primas periféricas y suben sus bolsas. Bienvenido sea este dinero, y cualquier otro que acuda a nuestro país, pero sean conscientes de que esta remontada financiera no está, de momento, muy relacionada con la recuperación de la economía real, sumida todavía en una profunda depresión de demanda. Ojalá veamos pronto datos que indiquen que esos flujos financieros se trasladan a la actividad real pero, de momento, el subidón de bolsa es un mundo paralelo, y de los brotes verdes mejor ni mencionarlos.

viernes, octubre 18, 2013

Panorama tras la batalla de Washington


Acaba la semana con el esperado, y descontado por todos, acuerdo en el Capitolio de Washington que ha permitido reabrir la administración federal, tras dieciséis días cerrada, y ha dado una nueva patada para retrasar el problema del techo de la deuda, poniendo el nuevo plazo límite a principios del próximo año. La tensión que se respiraba en EEUU, que se transmitió al resto del mundo, y que, curioso, apenas afectó a los mercados financieros, se ha solventado con un acuerdo de mínimos que deja claras las posturas enfrentadas, irreconciliables, que ahora coexisten en el país. No son las bases adecuadas para prosperar.

Señala Obama que esta situación ha dado alas a los enemigos de EEUU, lo cual es cierto, y viene a hacer un discurso complaciente con el adversario, declarando que no hay ni vencedores ni vencidos. Si en lo primero estoy de acuerdo, no tanto en lo segundo, porque internamente sí que hay ganadores y perdedores, aunque en conjunto se pueda decir que todos han perdido mucho más de lo que se imaginan. A ver si logro explicarme. Desde el punto de vista de la política interna de EEUU, cuyo nivel de aprecio por parte de los ciudadanos alcanza cotas aún más infames de las que se registran en nuestro país (sí, sí, es posible) es evidente que el pulso planteado por los republicanos ha fracasado, siendo estos los considerados por la opinión pública como los culpables de todo el desaguisado. Comparto la idea de fondo de que debe limitarse el crecimiento de la deuda, allí y aquí, en todas partes, porque acabará ahogándonos si no la ponemos bajo control, pero la táctica de vincular la deuda con la reforma sanitaria de Obama para, mediante una, cargarse la otra, era torticera y suponía una especia de chantaje bastante impresentable. Si los republicanos quieren abolir el “Obamacare” lo tienen muy fácil. Ganan las elecciones y lo hacen. El problema para ellos es que al paso que van tienen muy difícil ganar los comicios, porque el partido está dividido entre el republicanismo clásico y el ala del “Tea Party” que es quien ha llevado el peso de este pulso. El jefe de los republicanos en la Cámara de Representantes, John Boehner, ante el desgarro de su formación, ha optado por conservar la unidad y aliarse con el bando del “Tea Party”, lo que le ha arrastrado en su fracaso. A medida que pasaban los días y el gobierno seguía cerrado las encuestas mostraban como cada vez eran más los norteamericanos que bramaban contra Washington, en genérico, y contra los montaraces republicanos que seguían subidos a sus reivindicaciones de imposible cumplimiento. En frente Obama, un presidente tocado por el desastre de la gestión siria, ha optado por una táctica política que podríamos denominar de tipo Rajoy, sí sí, con eso de aguanta y vencerás. Ha dejado hacer a los republicanos y lograr así que se hundan en el fango de las citadas encuestas y en el silencio de sus teóricos apoyos mediáticos y económicos, todo ello aderezado con una magnífica política de comunicación, cosa que aquí no existe, que nos ha permitido ver a un presidente de EEUU que va a una hamburguesería a pedirse unos bocadillos y patatas porque la cafetería de la Casa Blanca está cerrada, o se hace unos emparedados con miembros del equipo presidencial, que están allí trabajando sin cobrar, dando así la sensación de que el poder legítimo del gobierno está cautivo de las hordas republicanas extremistas que amenazan al conjunto de la nación. En este sentido, los republicanos han perdido el pulso, salen aún más divididos y enfrentados, y con una imagen pública desastrosa, y Obama y los demócratas lo han ganado.

Pero, ¿Cuál es el coste real para el país, para todo EEUU, del espectáculo que hemos visto? Inmenso, me parece, y no sólo en lo económico. Las disputas internas han dado una imagen de desunión y sectarismo como pocas veces se ha visto en aquel país, pareciéndose por momentos a la triste España que nos toca vivir día a día. Y no se puede negar que la primera potencia mundial ha hecho el más absoluto de los ridículos delante de todo el planeta, mostrando un flanco de debilidad que, si no se aborda en serio, puede amenazar seriamente la confianza que los inversores de todo el mundo tienen en su economía y, ojo, sus títulos de deuda. Es responsabilidad de sus dirigentes evitar que algo así vuelva a suceder.

jueves, octubre 17, 2013

Fagor, otro símbolo arrasado por la crisis


Elorrio, mi pueblo de origen, está apenas a diez kilómetros de Mondragón, aunque parezcan más ya que hay que subir y bajar el puerto de Campazar, que divide al provincia de Vizcaya y Guipúzcoa, en el camino entre una y otra localidad. Por ello, las industrias de la cooperativa Mondragón tienen una inmensa presencia en toda la zona, de tal manera que la central de Eroski está en la carretera de salida de Elorrio hacia Durango, cabecera de comarca, y bastantes son los trabajadores de Elorrio que día tras día suben y bajan el puerto camino a su trabajo en las cooperativas, industriales, de servicios, educativas y de otras muchas ramas.

Por eso me imagino que, tras conocerse ayer la noticia de que Fagor electrodomésticos ha solicitado acogerse al preconcurso de acreedores muchas conversaciones de temas diversos cesaron y el monotema empezó a llenarlo todo. Origen del movimiento cooperativo, Fagor es la rama industrial más potente de todo el grupo, poseedora de diversas líneas de producción, tanto de electrodomésticos como de prensado de piezas, fundición y otras actividades metalúrgicas. Es la primera de estas líneas, la más conocida por el gran público, la que se ha arrojado a la lona tras recibir muchos golpes por parte de una crisis que no cesa y que ha dejado esquilmado el bolsillo del consumidor, el demandante de los productos para el hogar que Fagor elaboraba. Agobiada por las deudas, que no dejan de crecer, y aparentemente incapaz de competir en el extranjero, tratando de encontrar mercados que suplan la demanda de la deprimida España, la situación del negocio es, ahora mismo, prácticamente inviable. Con unas pérdidas operativas de entorno a sesenta millones de euros en el primer trimestre de 2013, y una deuda acumulada que diversas fuentes cifran entre ochocientos y mil millones de euros, es poco lo que, en apariencia, se puede salvar de la marca y de la empresa. Las diversas inyecciones de liquidez que el grupo cooperativo matriz ha realizado en los últimos meses no han sido suficientes para sostener las cuentas de una empresa que ya no es capaz de generar un flujo de ingresos que, al menos, palíe, los voraces efectos de una deuda enorme que, sólo en intereses, debe generar unos costes mensuales desorbitados. Desde hace meses se oían rumores por la zona al respecto, y al resto de socios cooperativistas del grupo Mondragón se les habían pedido sacrificios y aportaciones para destinarlos a las fábricas de Fagor, pero al parecer todo ha sido inútil. A principios de semana saltó la noticia de que Fagor podría “descooperativizarse” para adoptar la forma de Sociedad Anónima, más ágil a la hora de tomar decisiones duras y sencilla en caso de llegar a una situación límite como la que se produjo ayer. El preconcurso, para aclarar la situación, no es una declaración de quiebra, sino una advertencia de la proximidad de la misma, otorgándose un plazo de (creo) cuatro meses para establecer negociaciones entre la empresa y los acreedores para tratar de reestructurar las deudas y dar margen al negocio, así como buscar posibles inversores o nuevas fuentes de financiación que ayuden a socorrer a la empresa. Si tras ese plazo no hay un plan viable es cuando se declara el concurso en su totalidad, la antigua suspensión de pago, entra el administrador judicial a hacerse cargo de los bienes, derechos y obligaciones de la empresa y se procede a la resolución del mismo tratando de salvar la empresa en la medida de lo posible pero, en todo caso, atendiendo las demandas de los acreedores de la misma. Por tanto, el proceso que empezó ayer es largo y complejo, y más aún en el caso de una enorme cooperativa con miles de socios propietarios, pero aún hay posibilidades de reflotar, al menos en parte, la entidad. El tiempo y las cifras serán las que dicten la última palabra.

Símbolo de una época y forma de hacer las cosas, Fagor es la última de las marcas famosas que se asoma al precipicio de la quiebra, tras el desolado panorama que ha dejado la crisis económica en la sufrida clase media española, que es la principal demandante de sus productos. Arrasado como un erial, el bolsillo del consumidor practica una economía de guerra en busca de la supervivencia que ha llegado para quedarse muchos años, a la que empresas como Fagor, Pescanova o Panrico no han podido, o sabido, adaptarse. Otras, como El Corte Inglés o algunos bancos, tratan de hacer equilibrios para no caer a ese foso, pero la situación del mercado interior, de absoluta depresión, hará que haya más marcas destruidas, que fallezcan en los campos de la crisis que, aunque haya tocado fondo, seguirá muchos años con nosotros.

miércoles, octubre 16, 2013

Gravity, o el vacío del espacio en el cine


Este pasado Domingo fui a ver Gravity, última película del director mejicano Alfonso Cuarón, que ya anteriormente dirigió la mejor de la serie de películas de Harry Potter, la tercera, “El prisionero de Azkabán”, y sobre todo realizó una maravilla de ciencia ficción titulada “Hijos de los hombres” que les recomiendo encarecidamente. Gravity viene precedida por una potente campaña de promoción y unas críticas muy buenas, tanto de la prensa especializada como del público que ya la había visto. Y les advierto que los elogios, en este caso, son merecidos.

Resumidamente, la película trata sobre un accidente en el espacio, a la altura de la órbita baja terrestre, y de los avatares que sufren los protagonistas tratando de salvarse, pero en el fondo el tema que se trata es la angustia que se vive en uno de los entornos más hostiles imaginables cuando la técnica, la única fuente de soporte vital que nos permite estar allí, falla. Es en este sentido una película angustiosa, con pocos protagonistas, en la práctica dos personas, y el espacio, el auténtico protagonista, retratado como lo que realmente es. Un lugar vasto, frío, oscuro y depravado en el que nada de lo que conocemos o hemos experimentado como especie a lo largo de toda nuestra existencia nos sirve para poder orientarnos en él. Al principio de la cinta se dice, correctamente, que en el espacio no hay aire, no hay sonido, las temperaturas son extremas y todo puede llegar a ser completamente oscuro. Es difícil, casi imposible, lograr que un espectador, que por motivos obvios jamás ha viajado allá arriba, pueda llegar a experimentar esas sensaciones extremas, que no tienen nada que ver con ninguna de las que podamos recordar o imaginar en el mundo real, en la Tierra, por muy fascinantes o extravagantes que nos parezcan. Y el hecho de que Gravity logre transmitir esas sensaciones es su mayor baza, su gran logro, el reto que logra superar, lo que unido a unas interpretaciones muy buenas por parte de la pareja protagonista ofrece como resultado una película de tensión y, hasta cierto punto, aventuras, que te deja enganchado a la butaca y te atrapa como hacía tiempo no sentía en una sala de cine. Por si esto no fuera suficiente, el uso del 3D resulta modélico, ideal para trasmitir esa sensación de ingravidez, de flotar en el aire que tan sugerente parece cuando se ve por primera vez, pero que puede ser insufrible cuando las cosas se ponen feas y pisar el suelo sería una garantía de seguridad y protección. No creo que sea necesario verla en ese formato, pero si lo tienen disponible, aprovéchenlo y, por una vez, huyendo de estafas que se venden como tridimensionales y que no son otra cosa más que simples sacacuartos de triste factura, ajústense las gafas para flotar sobre la Tierra. Y es que esa Tierra que se encuentra al fondo de muchas de las escenas es uno de los protagonistas invitados que más fascinan en todo el metraje. Mostrada en todo su esplendor, de día o de noche, con las luces de las ciudades, los verdes de los bosques y el inmenso mar, la Tierra se contempla desde los ojos de los astronautas, desde nuestros ojos, con una precisión y majestuosidad como en pocas ocasiones se ha visto en la gran pantalla. No es un mero decorado que sirve como fondo, no, sino el auténtico teatro sobre el que se representa la tragedia de los protagonistas, y que con su inmenso tamaño y presencia acrecienta aún más la sensación de nulidad, de insignificancia, que poseemos los humanos, tanto como individuos perdidos en el espacio como en nuestras vidas diarias, tensas, a veces muy desagradables, que se desarrollan sobre la fina y casi inexistente superficie de nuestro querido, y único, planeta.

Como casi siempre, aquí también hay fallos en lo que hace al comportamiento real de los astronautas en el espacio y a otros detalles de física que, en la práctica, no son como se describen en la pantalla (en este artículo el gran Daniel Marín lo explica todo perfectamente, OJO, con spoilers) pero eso no afecta para nada a la contemplación de la cinta, y a las emociones que surgen a medida que la trama avanza. En definitiva, un espectáculo de primera, una película de verdad y una fuente de sensaciones que no dejará indiferente a ningún espectador y que, de rebote, puede hacer que prensa en nuestros corazones, nuevamente, la llamada del espacio, la fascinación por subir allí arriba, por explorar y conocer ese vasto mundo que se extiende más allá de nuestras cabezas y que es lo más parecido que existe al concepto del infinito. Ojalá Gravity, además de entretener, logre el milagro de crear nuevos astronautas.

martes, octubre 15, 2013

El Nobel premia las contradicciones en economía


Con la concesión del Nobel de economía, el último en otorgarse de la lista y de crearse, dado que no fue instituido por el propio Alfred Nobel sino, años después, por el Banco Central de Suecia, se acaba la lista de galardonados de este año 2013. En esta ocasión el premio de economía ha caído en tres figuras expertas en algo tan complejo y que suena tan abstracto como el proceso de formación de precios, especialmente de los activos financieros. De hecho es un asunto tan poliédrico que Eugene Fama, Robert Shiller y Lars Peter Hansen representan visiones contrapuestas, hasta cierto punto antagónicas, sobre el citado asunto.

Eugene Fama, de la escuela de Chicago, es uno de los principales abanderados de la teoría de la eficiencia de los mercados, que hasta que estalló la crisis financiera era el paradigma teórico económico más reputado y solvente. Fama desarrolló la idea de que los precios de los activos en los mercados recogen el resultado de toda la información que se encuentra disponible para cada uno de los agentes que participan en ellos. Así, no es necesario conocer todo lo que cada uno sabe, labor imposible, basta con fijarse en los precios, que son el resultado de aplicar ese conjunto de información. En condiciones de competencia perfecta y sin distorsiones, esos precios serán el equilibrio eficiente, el más estable y certero de los posibles, y actuaciones no previstas, como intervenciones del gobierno o shocks externos, producirán distorsiones en las expectativas de los individuos, precios alterados y, por tanto, asignaciones ineficientes. Estos mercados de Fama, junto con la teoría de las expectativas racionales de Lucas, han sido la base de los manuales de micro y macroeconomía de las últimas décadas, y durante muchos años han reinado sin oposición alguna. En la práctica, si no te sabes todo eso no apruebas la carrera de Economía en ninguna facultad del mundo. Robert Shiller pertenece a una escuela muy distinta, también centrada en los mercados financieros, pero que propugna algo tan lógico y distinto a lo de los autores anteriormente citados como que el comportamiento de los agentes, que está basado en cálculos racionales, se ve profundamente alterado por tendencias, instintos y patrones irracionales, o difíciles de controlar y estimar, que provocan que los precios y asignaciones de mercado fluctúen en torno a ese equilibrio eficiente, pero sin llegar a alcanzarlo, pudiendo en algunos casos alejarse muchísimo de él en ocasiones en las que la euforia o el miedo pueden acabar creando situaciones de burbuja o colapso en los mercados ante los que no hay razón alguna que pueda lograr un equilibrio. Simplificando mucho, Fama desarrolla un modelo teórico de ecuaciones que funciona muy bien en las pizarras y Shiller cataloga evidencias de que, en la realidad, las cosas divergen más, menos, y a veces muchísimo, de ese modelo teórico. Por lo tanto, dos visiones completamente enfrentadas, como suele suceder en el campo de la economía, pero que tienen un denominador, común, ya que ambas tratan de predecir cómo se van a comportar los mercados y cómo crean esos precios, la señal definitiva que hará que oferta y demanda acaben casando en un punto. Por su parte, el tercer premiado, Lars Peter Hansen, desarrolló un modelo econométrico que permite medir el grado de eficiencia de los mercados, para tratar de saber de manera numérica, y con precisión estadística, si los datos que observamos en un momento y lugar dado no sitúan más cerca del mundo de Fama o de Shiller.

La crisis de 2008 y todo lo sucedido con posterioridad han quitado mucho del prestigio que poseía la teoría de eficiencia de Fama, dado que ha fracasado por completo ante una realidad mucho más compleja y peligrosa de lo que cualquier modelo hubiera llegado a predecir, y ha dado prestigio a Shiller. La publicación hace dos o tres años de su libro conjunto con Akerloff, titulado “Animal Spirits” supuso un espaldarazo a sus tesis y a la llamada economía conductual, una rama teórica que trata de aunar rigor científico con la psicología de masas y del comportamiento humano. Es un libro muy bueno que les recomiendo que lean. El último de sus trabajos publicado en España “Las finanzas en una sociedad justa” es más técnico y centrado en mercados y sistema financiero, pero si les interesa el tema debieran echarle un vistazo.

lunes, octubre 14, 2013

Cuando se percibe la felicidad (para OOM y EBC)


No les voy a engañar, me gustan las bodas. Me sumo como el más voluntarioso de los críticos a la corriente chistosa que surge en contra de las mismas cuando alguien anuncia su compromiso, y el resto de compañeros y amigos se pasa meses y meses preguntándole si está seguro de lo que va a hacer, todo ello aderezado con bromas de sal más o menos gruesa. Sin embargo la ceremonia me resulta atractiva, siempre emociona un poco, y como apuntaba la película Love Actually respecto a las zonas de llegadas de los aeropuertos, las bodas suelen ser momentos en los que predomina la felicidad entre los contrayentes y quienes les rodean.

Siendo esto cierto, a veces lo llega a ser plenamente. Este fin de semana tuve esa sensación, de estar presenciando un momento de alegría y felicidad muy puro, con motivo de la boda de uno de mis compañeros de trabajo, OOM, con su novia de toda la vida, EBC, a la que acudimos algunos de los que con él trabajamos y muchos más invitados, a quienes yo no conocía en lo más mínimo. Es lo típico de las bodas en las que uno no es familia de los que se casan, se sitúa en una mesa satélite, que junto a otras orbita entorno a las mesas familiares, y a veces se logra interactuar un poco con el espacio exterior y otras no. En este caso me llamó mucho la atención la juventud de los contrayentes y de todo su inmenso grupo de amigos. Casi sin llegar a mediar la treintena, OOM y sus amigos eran lo que uno espera de gente de esa edad. Personas animadas, ruidosas, agitadas, de gesto noble, sonrisa franca y ganas de juerga. Me imagino que en una noche de fiesta en su pueblo o ciudad deben de ser una grupo muy difícil de seguir, pero a lo largo de la cena y baile posterior la sensación que me transmitían en todo momento es que se lo estaban pasando en grande, en que todo era muy noble pero, en el fondo, muy sencillo, que allí había un buen puñado de personas que lo estaban disfrutando, y que su alegría contagiosa se extendía a los que habíamos sido invitados al convite. Sin recurrir a caros artificios ni a complejas puestas de escena, en un lugar bonito para celebrarlo, sí, pero nada ostentoso, sin hacer alarde alguno, con sencillez y, sobre todo, enorme compañía, mi compañero y su ya mujer dieron un ejemplo de lo que es celebrar una fiesta en la que todo el mundo se sentía involucrado, invitado a la misma, y en la que el papel de los amigos resultó esencial. Con proyecciones de vídeos hechos por ellos en los que se alternaban escenas de películas dobladas para la ocasión con imágenes de la infancia de los novios, con detalles de carácter personal para muchos de los invitados, con dedicación exhaustiva a las familias que, con toda la lógica del mundo, se mostraron orgullosas y contentas, la noche fue el colofón de una jornada que empezó con una ceremonia de tarde en la que el celebrante, que ofició un servicio religioso sin consagración ni comunión, demostró tener unas dotes de monologuista dignas de la mejor tradición norteamericana. Nos reímos en la iglesia, nos reímos en las fotos y nos reímos aún más en la cena, y pese a que algunos de los que allí fueron estaban afectados por dolores o pérdidas familiares muy recientes, creo que acierto al decir que todos salimos mucho mejor que como entramos a la boda, que esa alegría llegó a contagiarse en nosotros y los que allí estaban y, por ello, la noche fue un éxito, una velada de esas que uno recuerda no por lo caro que era todo o por la brillantez de un determinado vestido o palacio, no, sino por la candidez y felicidad del momento.

Vaya, dirán ustedes, “la verdad es que este hoy no me ha contado mucha cosa” pero se equivocan. En una vida en la que las satisfacciones cuestan  y las penas parecen ser gratis, y en una época en la que todos nos encontramos más o menos preocupados, y vivimos en un país desmoralizado, asistir a una celebración en la que lo más importante vuelva a ser, precisamente, el término “celebrar” es algo que debe ser destacado, proclamado y elogiado a los cuatro vientos. Ahora, que los ya casados vuelan hacia su muy lejano viaje de novios, queda el poso de lo vivido y la sensación de que, esta sí, será una pareja que viva feliz, con sus problemas y angustias, como todo el mundo, pero con la seguridad de que son queridos por sus amigos, que son legión verdadera. Gracias a ellos por lo vivido este fin de semana.

viernes, octubre 11, 2013

Pongamos que hablo (de la decadencia) de Madrid


El pasado Domingo El País publicó un amplio y provocador reportaje en el que se trataba la decadencia que vive la ciudad de Madrid, en el que había muchas intervenciones interesantes y bastante ruido barato y demagógico, empezando por una portada que mostraba restos de botellón en la Plaza Mayor que, cambiando de decorado, se ve en todas las ciudades y pueblos de España muchas noches a la semana. Pero es evidente que Madrid se encuentra en crisis, y al menos este reportaje tiene el valor de decirlo en alto. Por ello, sobre todo, es valioso.

La sensación de crisis de la ciudad se ha disparado tras un verano aciago en lo que hace al turismo, con una caída de entorno al 20%, el desastre de Iberia y Barajas (que se merece una reflexión propia, que aquí no voy a abordar) y, de remate, el estrepitoso fracaso olímpico y la ridícula imagen que han proyectado las autoridades que asistieron a la cita en Buenos Aires. A excepción del Príncipe de Asturias, que intervino como es debido, el resto dieron muestra de un indigencia intelectual digna de estudio antropológico. Tras este desastre, en el que se habían puesto todos los huevos de la recuperación, la actual corporación carece de plan estratégico y de idea de ciudad, motivo fundado para que dimitiera en bloque y otras personas tratasen de encontrar un rumbo al barco. A ello se le añade, o mejor dicho, todo eso se produce, en una situación de quiebra financiera. Madrid, agobiada por una deuda inmensa, que creo se acerca a los 7.000 millones de euros, vive de una manera muy similar al actualmente cerrado gobierno de Estados Unidos, sin capacidad de endeudamiento adicional, nulas posibilidades de inversión, con apenas liquidez que le permita financiar la prestación de los servicios básicos, y con la sensación de que en cualquier momento hay que apagar la luz y dejar las llaves de Ayuntamiento a los acreedores. La reacción municipal en estos casos es la típica: recorte de prestaciones y servicios, algunos tan visibles como el apagado de farolas o la eliminación de turnos de limpieza o recogida de basuras, y rotunda negación de que se estén produciendo esos recortes, lo que aumenta el recochineo del personal y la sensación de ridículo colectivo. En definitiva, y como buen reflejo del país del que es capital, Madrid está quebrada y carente de proyecto de futuro. ¿Qué queremos hacer con Madrid? ¿Qué es lo que nos gustaría que sucediera de aquí a veinte años? ¿Qué sectores productivos, qué negocios o industrias deseamos atraer? ¿Qué imagen de marca vamos a construir? Estas y otras cientos de preguntas son necesarias para tratar de encontrar una salida a este atolladero. Muchos de los problemas actuales de la ciudad (y de España) ya existían en el momento de la burbuja, pero como un jardín excesivamente regado, la abundancia irracional de dinero hace que todos los proyectos, buenos o malos, tengan éxito, y es la sequía meteorológica y la escasez crediticia la que seca las hierbas y arruina los negocios, dejando sólo aquellas ramas que, sólidas, soportan las inclemencias del calor y la depresión. Bien, tenemos un tejido que ha sobrevivido a la depresión y cientos, miles de oficinas y locales comerciales abandonadas en cada barrio, en la periferia y el centro, esperando que alguien las ocupe. Quién, cómo lo pagará y para qué las va a destinar son las tres preguntas más importantes que debemos responder. Tenemos que lograr que los que viven en esta ciudad se animen a lanzar sus proyectos, a sacar de sí lo mucho y bueno que poseen, y que gente del resto del mundo venga a Madrid, que esta ciudad les sea atractiva, que les suponga una oportunidad de negocio, que vean que una sociedad dinámica, creativa, libre y moderna reside entre sus calles y les acoge con los brazos abiertos. Que traigan sus ideas, que las prueben, que escojan Madrid como banco de pruebas.

Y creo que el futuro no pasa, como aún piensa equivocadamente el Ayuntamiento y la Comunidad, por inversiones masivas de millonarios foráneos ávidos de normas hechas a su medida, sino por la creación de cientos, miles de empresas, pequeñas, ágiles y modernas, que permitan reconstruir el tejido urbano y de negocios que ahora languidece tras el desastre. Start ups, empresas de internet, garajes llenos de actividad, son las semillas del futuro, que debemos plantar con normas claras, pequeñas, concisas y simples, con administraciones ágiles, que permitan emprender y no sean vampiros impositivos, eliminando burocracias y aireando las posibilidades que tiene la ciudad. No veo otra manera de salir de este agujero. ¿Cuáles son sus ideas? ¿Qué hacemos?

jueves, octubre 10, 2013

El Nobel de literatura y un país que no lee


Hoy, a las 13 horas de España, se falla en Estocolmo el premio Nobel de Literatura, el galardón de toda la serie de los Nobel que, junto al de la paz, más atención mediática recibe dado que suele ser otorgado a una personalidad publica…. a veces!!! Es un clásico que este Nobel se conceda a un escritor desconocido, que no aparece en las apuestas, que apenas se ha oído hablar de él y que posee poca, a veces ninguna, obra editada en muchos países. No está claro si hay un criterio de reparto entre desconocidos y consagrados, o territorios y lenguas, pero es seguro que la elección no dejará indiferente a nadie.

Y de mientras se festeje la concesión del premio, los libreros y editores españoles seguirán haciendo cuentas y comprobarán, nuevamente, que su caja no hace otra cosa que disminuir. Las ventas de libros en España siguen bajando, con diferencias más o menos relevantes en cada ejercicio pero que mantienen una tendencia sostenida de caída, y el sector se enfrenta a una grave crisis que se dijo que no iba a producirse, como cada vez que se aproxima una de ellas. Es cierto que cuando empezó la debacle financiera las ventas de libros aguantaban, y para ello se utilizaban argumentos certeros pero que se han demostrado débiles a lo largo del tiempo, tales como el hecho de que un libro genera ocio de “largo plazo” porque se consume más despacio que otros formatos, y así la compra se amortiza más, o que los compradores de libros eran (somos) fieles al producto y soporte y resistiríamos los embates del exterior. La cronificación de la crisis, convertida en depresión, y la irrupción del libro electrónico y con él el mundo de la piratería, han sido las causas que más se han esgrimido a la hora de explicar por qué las ventas, ahora sí, caen con ganas, y el cada vez más continuado cierre de establecimientos, librerías “de las de toda la vida” y no tanto, que echan abajo la persiana para no levantarla ya más. Sin embargo, curioso, casi nadie usa el argumento definitivo, y el más real, que explica las bajadas de las ventas y, en su conjunto, el escaso hábito lector de la población española, y esa causa no es otra que ni nos gusta leer, ni lo consideramos como algo positivo y que, alucina, parece que no entendemos siquiera lo que leemos. El resultado del último informe de PISA para adultos de los países de la OCDE nos coloca en un humillante último puesto, a veces en el penúltimo, que retrata claramente las miserias del nivel cultural medio de los españoles, a años luz de la media europea. Desolador. Como siempre ante estos resultados aparecen los fabricantes de excusas baratas, falaces y que reafirman el resultado del informe: que si no está bien hecho, que si no es consistente, que si mide de una manera errónea, etc. Lo cierto es que décadas, siglos de abandono de lo cultural, de desprecio por parte de gobernantes de carácter regio, dictatorial o democrático, y de planes de estudio cuyo objetivo ha sido el de devaluar el conocimiento y la curiosidad, han logrado que la población media española sepa poco, muy poco, sea dócil, muy dócil, y vea con malos ojos a quienes leen o ansían saber el por qué de las cosas, mientras que no deja de aplaudir a deportistas, famosetes baratos y putones verbeneros que a todas horas llenan la programación televisiva, un reflejo bastante certero de la realidad sociológica del país. Sí, así está el patio, y esta es la causa profunda que lo explica todo. Se aducirá el coste de los libros, muy caros, y es cierto en ocasiones, pero los clásicos y otros miles de títulos, magníficos, están editados en bolsillo a menos de 10 euros, precio inferior a lo que cuesta un copazo en una terraza, al que nadie renuncia no considera caro. Sí, las cosas nos parecen caras o baratas en función del aprecio y valor que les damos. Y como no nos gusta leer, nos parece un tostón y es propio de gente aburrida, “que no mola” el precio de los libros siempre, siempre, nos resultará caro. Por eso no compramos libros.

Pese a ello, las librerías esperan cada año el día de hoy con la esperanza de que, si el galardonado es un autor consagrado y relevante, las ventas crezcan y les permitan cuadrar un año que, en general, está siendo malo. Hoy celebran su particular sorteo navideño y quieren que, si no es el gordo, al menos caiga una buena pedrea. Pero, más allá de premios y figurones, visiten las librerías, piérdase entre sus estantes, llenos de historias apasionantes, conocimiento y placer, y compren libros, la manera más barata de evadirse, de pasar un buen rato, de gozar, de divertirse……y por pedir, que le den el Nobel a Philip Roth.

miércoles, octubre 09, 2013

El cierre del gobierno de EEUU ya dura una semana


Se cumple la primera semana de cierre parcial del gobierno de EEUU ante la falta de acuerdo presupuestario. Muchos esperábamos que este juego de intereses que rige en Washington no provocase mucho más que un cierre simbólico, de un par de días, para generar titulares, y luego las cosas volvieran a su cauce. Sin embargo, la parálisis continúa en los alrededores del Potomac, y no hay visos tras las declaraciones políticas de ayer, de que el acuerdo esté cerca. No se si llegaremos a los más de veinte días de cierre que padeció Clinton, pero por ese camino vamos.

A medida que pasa el tiempo y la situación se enquista, los mercados empiezan a ponerse más y más nerviosos. Recordemos que la fecha trascendente se sitúa en el entorno del 18 de octubre, cuando se alcanza el techo de deuda, y que para entonces debe existir un acuerdo para incrementarla. Todos suponemos que así será, pero, ¿Y si no hubiera acuerdo? Como han señalado varios expertos, el panorama sería tremendo, con una administración norteamericana que se declararía en bancarrota al verse incapaz de hacer frente a los pagos. Sinceramente no creo que veamos nunca ese escenario, pero este enfrentamiento que transcurre en el Capitolio por el presupuesto, la batalla preliminar previa a la guerra de la deuda, me está dejando sensaciones profundas muy negativas e inquietantes, no tanto por las consecuencias en sí del cierre administrativo de estos días, sino por la aparente cerrazón y partidismo barato que, poco a poco, se está instalando en un Estados Unidos que, hasta ahora, parecía inmune a este tipo de comportamientos, desgraciadamente abundantes, y hasta corrientes si me apuran, en nuestra vida política nacional. Desdramatizando la situación, y recordando que lo que estamos viviendo en estos días no es, pese a su rareza, algo excepcional en aquel país, lo cierto es que la sensación de que EEUU es un país fiable, estable y sólido puede empezar a mostrar unas grietas que amenacen con romper esta reputación. Sigue siendo la primera potencia económica mundial, con una China que le empieza a pisar los talones, su ejército es, con mucho, el más poderoso del mundo, su estilo de vida sigue rigiendo nuestras existencias y allí surgen y se crean muchas de las historias que nos divierten, o atemorizan, cuando buscamos el ocio en nuestro tiempo libre. Pero sobre todo, aunque no parezca lo más importante, su papel rector en el mundo hace que su moneda, el dólar, funcione como divisa franca en todo el orbe y que su deuda pública, los “treasuries”, sean la base de las reservas de divisas y de los depósitos de la mayor parte de entidades financieras y bancos centrales mundiales. Sí, EEUU goza el inmenso privilegio de emitir la moneda que todo el mundo quiere comprar, y eso da un poder inmenso, que debe usarse con cuidado. La progresiva devaluación del dólar, que empezó tras la ruptura de la convertibilidad con el oro en los años setenta, fue un primer golpe a esa imagen de solidez, pero la fortaleza que durante décadas ha mostrado la economía norteamericana, y la estabilidad política de la que, con orgullo, el país ha hecho gala a lo largo de estas décadas, han permitido al dólar conservar su preminencia pese a un debilitamiento frente a otras divisas que, con altibajos, ha sido constante. Y son estos dos factores los que mantienen el sistema en pie, el poder económico y la estabilidad política. La crisis financiera ha supuesto un golpe a la economía, que ahora empieza a ser absorbido desde el lado norteamericano, pero que ha dejado a la economía de EEUU con grandes desequilibrios monetarios y fiscales que amenazan su futuro. En ese frente la batalla no está, ni mucho menos, ganada.

Y por el lado político la cosa, cada vez, se enreda más. A generaciones de dirigentes que, manteniendo posturas muy distintas en materias muy importantes, tenían claro lo que les unía, y que la grandeza de su país estaba por encima de todo, les están supliendo en sus puestos jóvenes políticos obsesionados por las encuestas diarias, intoxicados por una propaganda falsa de mitos libertarios imposibles de llevar a la práctica y unos egoísmos particulares que, poco a poco, están degradando la imagen de la política de Washington hasta los infames niveles que se registran en países europeos como el nuestro. Sí, creo que habrá acuerdo y antes del 18 la pesadilla del impago desaparecerá, pero esta sensación de desmadre político debe ser mirada con cuidado por los dirigentes norteamericanos. Revela un problema de fondo que hay que solucionar por su bien, y por el nuestro.

martes, octubre 08, 2013

La financiación autonómica agrieta al PP


Muy curioso fue lo que pasó ayer en Génova 13, la sede madrileña del PP, y revelador del grado de enfrentamiento que existe dentro del partido y, en general del país, dado que nos hemos convertido en una banda de pobres, egoístas y cicateros, y en momentos de necesidad como los presentes no vemos más allá de nuestro interés particular y el más corto de los plazos. La jornada empezó con la discusión de una propuesta presentada por Alicia Sánchez Camacho, líder del PP en Cataluña, para repensar el modelo de financiación y acabó con Sánchez Camacho desautorizada y todos enfrentados.

Muy ingenua creo que es Sánchez Camacho si piensa que la bola soberanista creada en Cataluña, de manera artificial, pero que ha adquirido consistencia, se va a desinflar con una modificación del sistema de financiación autonómica, modificación que, por otra parte, es obligatoria hacer dado que el modelo vigente, fracasado, ya no da más de sí. Por lo que he visto la propuesta de Camacho se basa en dos principios: Ordinalidad, que significa que el orden de recepción de los ingresos por parte de las CCAA se desvíe lo menos posible del orden de aportaciones (las que más pagan estarán entre las que más reciben) por lo que se limita el “volumen” de solidaridad del sistema en su conjunto, y un trato diferenciado a Cataluña respecto al resto de CCAA del territorio común. Lo primero es discutible porque es una cuestión de grado y reparto, pese a que genera mucha polémica, pero lo segundo lo veo mucho más difícil, y eso que vivimos en un país que, constitucionalmente, define ciudadanos de dos clases. Aquellos que viven en territorio foral, País Vasco y Navarra, que cuentan con régimen fiscal propio y pagan los costes generales del estado vía cupo, y el resto, ese llamado territorio común, en el que un mismo sistema sirve para ingresar, distribuir y gastar, independientemente del territorio. Si a Cataluña se le saca del conjunto común no se le puede incorporar al régimen foral, porque la constitución no lo contempla, y porque, ahora que no nos oye nadie, el conjunto de las finanzas españolas no podrían sobrevivir con una Cataluña que liquide cupo y nada más. Por ello es difícil, jurídicamente hablando, establecer un encaje intermedio, y no les cuento políticamente, porque una situación de privilegios para uno es vista de manera inmediata como una situación de agravio por el resto, y empiezan las broncas, peleas y palabras gruesas. Les confieso que me hubiera gustado mucho estar ayer en la reunión de Génova, o al menos haber podido oírla en directo, porque a buen seguro se tiraron varios trastos a la cabeza unos y otros. Hasta ahora el PP mantenía una postura unitaria y firme en lo referente a la financiación autonómica, y el PSOE cambiaba de idea más o menos cada trimestre. Desde ayer tengo claro que nadie tiene ya clara su postura al respecto, y que a medida que pase el tiempo vamos a escuchar mucho más a los barones regionales de cada territorio, de ambos partidos, reclamándolo todo para sus regiones y nada para las demás, que son todas unas insolidarias. Y se quedarán muy a gusto al decirlo y tendrán el pagado coro de aduladores, vestidos en ocasiones de manera pintoresca y tradicional, alabando la firmeza mostrada. En fin, como en una comunidad de vecinos mal avenida, llena de inquinas, roces y, por lo visto, mensajes grabados a punta de navaja en la puerta del ascensor.

Y todo esto en medio de un panorama decadente y de depresión económica, que hace inviables varias de las CCAA existentes, que debieran optar por la disolución antes de seguir absorbiendo recursos ingentes destinados a mantener la falacia de un entramado institucional que no se sostiene, que creció de manera salvaje en la era de la burbuja y que no podrá seguir existiendo en la época de la escasez en la que nos va a tocar vivir muchos años. Ese es el problema de fondo de la financiación autonómica, que no hay fondos, y no se quiere ni ver ni afrontar de manera seria y razonable. Nos quedan por delante muchas jornadas de demagogia regionalista barata. Les aconsejo que, en cuando empiecen a oírla, cambien de emisora, por el bien de su salud mental y el de su bolsillo.

viernes, octubre 04, 2013

Nuestra vergüenza en Lampedusa


La inmigración es uno de los mayores y más complejos problemas de nuestro tiempo, al que sólo prestamos atención cuando se produce una tragedia que acaba trayendo cadáveres a nuestras costas. Sabemos que los intentos por llegar a Europa se producen a diario, pero no les prestamos atención, no nos interesan. Sólo si hay muertos, si las escenas recogen imágenes duras, la noticia logra saltar del anonimato de siempre a titulares, normalmente escondidos. Y es el número de muertos que se arraciman sobre la arena el que determina cuan grandes serán los tipos de letra utilizados para describir lo sucedido. Así de crudo.

Ayer Lampedusa se ganó las tipografías que hoy lucen las portadas de la prensa, porque el número de fallecidos en el hundimiento de la barcaza de inmigrantes que trataban de alcanzar las costas no se cuenta por unidades o decenas, sino por centenas. Una cifra de muertos espeluznante, que ha convertido a esa pequeña isla en un cementerio y que nos vuelve a colocar ante el drama de los que huyen de un mundo que se derrumba para alcanzar el ansiado paraíso. Seguro que los supervivientes del desastre de ayer cuentan las mismas historias que los náufragos individuales que son rescatados a diario, historias de miseria y guerra, de territorios y países que podemos localizar en el mapa, pero que apenas son nada más que unas rayas sobre el papel o una capital impresa en la pantalla de googlearth. En esos lugares la sociedad no existe, los debates no se centran en si subimos los impuestos uno o dos por ciento, o si el paro es mayor o menor, o si mi pueblo es más singular que el tuyo. No, en esos países la guerra el hambre son el (ausente) pan nuestro de cada día, y el objetivo de gran parte de la población durante el día es, básicamente, sobrevivir. Cada una de esas historias delata explotación, miseria, necesidad, engaño por parte de mafias que se lucran tanto como las de las drogas, a veces más, pero que no son perseguidas internacionalmente, y que muestran hasta qué punto tiene que estar alguien desesperado para embarcarse en una odisea que, tras cientos, miles de kilómetros de viaje ilegal en unas condiciones que sólo se pueden calificar de medievales, acaban en una bote, una embarcación endeble, ruinosa, mísera, condenada casi con toda probabilidad a acabar bajo el agua con parte de la tripulación, que lucha para llegar a la ansiada costa europea, pero que en la mayor parte de las ocasiones sólo es capaz de encontrar reposo en el fondo de las aguas comunitarias, sin conocer el sabor de la arena de las playas occidentales. La historia siempre es la misma y, en demasiadas ocasiones acaba igual, con cuerpos apilados en playas de aspecto turístico, envueltos en sábanas o telas que aparentan ser mortajas y apenas son el velo que nos impide ver los rostros de la tragedia. Nos golpeamos con dureza cuando los muertos superan cierto umbral (¿ocho?, ¿doce? ¿Veinte? ponga usted su propia barrera) pero al cabo de los días el asunto se olvida, los cadáveres se entierran, o se queman, qué más da, y mientras sigue el goteo individual de arribada a las costas la inmigración desaparece por completo de nuestro punto de mira y del de nuestros gobernantes. Y así hasta la siguiente tragedia que rompa la barrera psicológica, llena de detalles escabrosos e historias humanas que sonarán a oídas porque, en efecto, ya fueron reiteradas en el caso de la catástrofe anterior, que quizá no recordemos.

Lo que ha sucedido en Lampedusa es, como bien lo ha calificado el Papa Francisco, una vergüenza, pero aún más, es algo evitable. La inmigración sólo cesará cuando el desarrollo económico y la estabilidad social lleguen a los países de origen de los inmigrantes, pero impedir que se ahoguen como ratas en el Mediterráneo es algo que está a nuestro alcance. Y si la gente sigue muriendo en nuestras costas es porque, realmente, no nos importa que fallezcan. Tenemos tecnología, medios y personal para vigilar las aguas y rescatar a estas personas, para luego proceder a retornarlas a su país o ver qué se hace con ellas. Pero dejarlas morir es nuestra propia vergüenza, la manera que tenemos de expresar que nos da igual lo que les suceda. Así de crudo.

Subo el fin de semana a Elorrio y me cojo el Lunes como festivo. Hasta el Martes 8, sean muy felices!!!!

jueves, octubre 03, 2013

España no se hunde, pero en el Castor tiembla bastante


Desde hace algunos días hay una noticia que se está abriendo paso en los medios de comunicación que posee un carácter curioso y, a la vez, inquietante. El que se produzcan terremotos muchas veces ha sido visto desde España como algo exótico, propio de zonas y países remotos, olvidando los riesgos sísmicos que corremos, especialmente en el sureste, en el área de granada para simplificar las cosas. El terremoto de Lorca de hace un par de años nos sacó del ensueño y nos puso ante los ojos la capacidad destructiva que posee un fenómeno de este tipo, incontrolable, casi imprevisible, y que exige una anticipación para prevenirlo que desborda muchos plazos y presupuestos. No es una broma, vamos.

Pues bien, a lo largo de la semana frecuentes y cada vez más intensos terremotos se han registrado en el yacimiento Castor, situado en las costa mediterránea, más o menos frente a las provincias de Tarragona y Castellón, y a una distancia de escasos veinte kilómetros de las turísticas playas. Los terremotos se iniciaron a la vez que comenzó el relleno de este yacimiento con gas procedente de la importación… ¿relleno? ¿Pero un yacimiento no está para que se extraiga de él? Seguro que estas y otras preguntas empiezan a agolparse en su mente al leer la frase anterior y pensar que algo no encaja. La solución es sencilla. Sí, en un yacimiento se extrae el contenido de lo que allí se encuentre, pensemos en lo más sencillo, una bolsa de petróleo o gas. Se pincha desde arriba con una torre de perforación y, mediante técnicas de bombeo o presión se va sacando el fruto deseado. Hasta ahí todo perfecto. Llega un momento, obviamente, en el que el yacimiento se agota, bien porque no queda nada, o lo que queda es de muy mala calidad y su valor es casi nulo. La cuestión es que donde antes teníamos una bolsa llena de petróleo ahora tenemos una bolsa vacía. Hace unos años a alguna de estas empresas extractoras se le ocurrió la ingeniosa idea de volver a reutilizar ese “hueco” generado tras la extracción para usarlo como depósito de hidrocarburos que fueran comprados en el exterior. En vez de gastarse una fortuna en construir depósitos gigantescos al aíre libre, esos tanques cilíndricos que vemos muchas veces, ¿por qué no usar parte de las infraestructuras ya creadas para la explotación para el proceso inverso? Así, el proceso de relleno se convirtió en una nueva rama de la industria petrolífera, y han proliferado los almacenamientos de este tipo en muchos países, aprovechando viejos yacimientos casi abandonados. En España hay varios de estos depósitos, uno de ellos en Guadalajara y otro, que sonará mucho a mis paisanos del norte, en frente a las costas de Vizcaya, donde antiguamente se encontraba el yacimiento de La Gaviota, y la plataforma de idéntico nombre. En el caso de Castor la idea era la misma, rellenando una vieja bolsa con gas que, mediante una conducción submarina, procede de la península, con objeto de convertirse en una de las principales reservas estratégicas de dicho combustible, pudiendo ser usada en casos de picos extraordinarios de demanda, interrupciones de suministro o situaciones por el estilo. Sin embargo algo parece estar yendo mal en este proceso. Desde hace unos meses, en los que empezó el llenado de la bolsa, se han ido produciendo leves terremotos, pero de manera incesante, con bajas intensidades, inferiores a las que puede detectar el ser humano, pero que los sismógrafos registran sin descanso. Parece ser que al principio no se le dio demasiada importancia porque los movimientos eran pequeños, de magnitudes como mucho de 2, pero en las últimas semanas, con el proceso de llenado siguiendo su curso, la magnitud no ha hecho más que crecer, y se ha registrado un movimiento de 4,2 que ha desatado las alarmas en la población y los técnicos.

¿Qué está pasando ahí? ¿Es el llenado de la bolsa la causa de los terremotos o hay causas ajenas? ¿Hay riesgo de que la cosa vaya a más? Las dudas y temores surgidos han obligado, de momento, a paralizar el proceso de llenado, iniciar investigaciones geológicas que determinen, en la medida de nuestras posibilidades tecnológicas, saber qué es lo que pasa ahí abajo, y se ha generado una cierta alarma social en la zona y política en el Ministerio de Industria, tanto por el importe de inversión del proyecto como por las nefastas repercusiones que los movimientos están generando, siendo como son una cosa completamente incontrolable por definición. Así que de momento toca esperar, cerrar el grifo de llenado de la bolsa, estudiar y ver qué es lo que sucede. Interesante asunto, verdad?