viernes, octubre 25, 2013

Yo espío, tú espías, él espia….


La cumbre europea que se celebra estos días en Bruselas debiera estar centrada en la economía, en cómo se coordinan las políticas de los países y la UE para dar aliento a esta frágil recuperación que asoma, a insuflarle vitaminas y minerales para que se robustezca, pero el tema del espionaje se ha colado en la agenda de los primeros ministros y amenaza con ser el que monopolice los debates y, también, los enfrentamientos entre los países que se sienten espiados y aquellos que no o, situados en el medio, parecen no haber roto un plato en este asunto tan confuso pero, en el fondo, clásico.

No nos engañemos. El espionaje y su denuncia es un asunto de lo más hipócrita. Todos los países espían, todos. Algunos en plan universal, como EEUU, otros en formato local y, en general, cada uno lo hace en la medida de sus posibilidades y necesidades. No tengo muchas dudas de que EEUU, China, Rusia y Reino Unido son los países que poseen un aparato de espionaje más completo, potente y sofisticado, pero el resto también trata de enterarse de lo que sucede al otro lado de las paredes de su casa, a veces de manera demasiado literal. La diferencia en el caso del espionaje de EEUU frente al del resto de países es que, por un lado, las dimensiones y tecnificación de su sistema de escucha es, simplemente, inimaginable. Los recursos y el personal del que disponen las agencias de la NSA y otras, como la CIA o el Pentágono, nos desbordarían si se hicieran públicas, por lo que las suponemos descomunales y, por lo poco que sabemos, parecen serlo. El otro factor es que en EEUU si algún espía decide largarse y contarlo todo se convierte en portada de los periódicos de medio mundo y su integridad, en general, queda a salvo. ¿Se imaginan un caso Snowden referido a los sistemas de espionaje ruso o chino? No, porque Pekín o Moscú se encargan de eliminar a los Snowden que traten de abrir la boca, y con eliminar me refiero a asesinar, claro está, de tal manera que sus sistemas carecen de fugas relevantes o, al menos, conocidas. Por si creen que estoy exagerando, recuerden los casos de la periodista Anna Politkóvskaya, cuyas denuncias por las prácticas del ejército ruso en Chechenia le costó la vida, siendo tiroteada en el portal de su casa, sin que hasta la fecha se haya condenado a nadie por ese hecho. También recordarán el caso de Aleksandr Litvinenko, el espía ruso que fue envenenado con Polonio en Londres, cuyas fotos, calvo, demacrado y postrado en una cama de hospital dieron la vuelta al mundo. La moraleja es clara. Al que habla se le mata. Así casi nadie habla. Frente a ello, el soldado Bradley Manning (ahora parece que se llama Chelsea) cumple condena por las filtraciones de Wikileaks, pero puede contarlo, y Snowden, la fuente de las filtraciones de la NSA de este año, reside protegido y, supongo, abrigado, en Rusia, a salvo de las manos de la justicia norteamericana que, de pillarle, le encerraría tras unas gruesas rejas, quizás para el resto de su larga vida. En fin, que esto es lo de siempre. Los países en los que impera la libertad, como EEUU y los que conformamos Europa, también practican el espionaje y otra serie de ardides y tácticas oscuras, sería ingenuo pensar que no fuera así, pero tarde o temprano sus opiniones públicas nos enteramos de lo que sucede, de lo que se llegó a espiar o a saber ilegalmente, y hasta cierto punto se mantiene bajo control un aparato de vigilancia que, en los regímenes totalitarios, es una de las formas más oscuras y sádicas de humillar a la población de la que dispone el estado. La película de “la vida de los otros” es un ejemplo de cómo funciona el espionaje “de base” en dictaduras. Sospecho que hoy en día esa película podría rodarse en China perfectamente.

Un pequeño inciso gracioso. Tal como revela el periódico británico The Guardian, la NSA espió durante años las llamadas de 35 líderes mundiales, por lo que los que aparezcan en ese listado pueden tener el pequeño orgullo de ser relevantes e interesantes a los ojos de la superpotencia norteamericana. Angela Merkel, reina de Europa y la mujer más poderosa del mundo, es obvio que está en esa lista, pero imagino a presidentes y expresidentes de todos los países tratando de averiguar si sus nombres y teléfonos aparecen en ese listado, confiando, rezando, implorando para que así sea. De lo contrario, su irrelevancia era o es tal que ni merecían ser espiados, y eso es un duro golpe para el orgullo de alguien que se crea importante.

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