Esta semana los
embajadores norteamericanos en Europa van a ir desfilando por los palacios
presidenciales de las capitales para dar explicaciones sobre hasta qué punto
han sido espiados los gobiernos europeos por el aliado de Washington.
Sospecho que todo esto no será más que una representación teatral, una
escenificación de una indignación impostada, pero sí que supondrá un toque de
atención al espionaje de EEUU, que ha quedado demasiado en evidencia ante todo
el mundo. Probablemente deba refinar sus métodos y seguir haciendo lo mismo que
hasta ahora, eso no lo duden, de una manera mucho más delicada y oculta.
En torno a este asunto ha surgido
una gran pregunta, sobre cual es la necesidad que tiene un país como EEUU de
espiar a sus aliados. Hay dos respuestas, una obvia y otra no tanto. La obvia
es que en la vida real los aliados lo son de palabra pero vaya usted a saber si
llegado el caso se mantienen como tales. Amigos se hacen en la escuela y en los
entornos personales, pero en el trabajo y en las relaciones internacionales la
palabra “amistad” no posee un contenido muy preciso ni, no nos engañemos,
sincero. La otra explicación tiene que ver con el desarrollo de las tecnologías
de la comunicación y el procesamiento de datos. Ahora todo, voz, datos y
cualquier formato que se pueda imaginar, se digitaliza, y el cable de fibra que
lo transporta sólo lleva secuencias de unos y ceros, que el ordenador luego
traduce a voz o a fotos de una boda. Para los servicios de espionaje la
tecnología ha sido un gran aliado, pero no sólo porque ha permitido la absoluta
miniaturización de sus dispositivos, sino porque ha permitido que todo lo
espiable se exprese de manera digital. La otra gran revolución, en la que los
norteamericanos, como no, nos llevan mucha ventaja, es la del “big data”, la
capacidad de tratar enormes, gigantescos volúmenes de información, para extraer
de ellos patrones, información suplementaria, contenidos que aparentemente no
existen pero que a través del tratamiento masivo de los datos se pueden
obtener. Se ha comentado que los sistemas de espionaje de la NSA no sólo
espiaban datos de conversaciones telefónicas, sus contenidos, sino
lo que se denominan metadatos, atributos de los datos originales que los
identifican: Fecha, hora de inicio, hora de finalización, posición desde la
que se ha llamado, interlocutor, movimientos realizados durante la conversación,
geolocalización, etc. Decenas de campos asociados al dato original que permiten
trazar mapas, gráficos en los que se puede observar el comportamiento del
sujeto espiado, y quizás deducir tras muchas llamadas espiadas cuál va a ser el
comportamiento del sujeto tras la siguiente recibida. Ordenadores inmensos
sitos en EEUU tratan todos estos datos gracias a aplicaciones desarrolladas
recientemente, y extraen conclusiones que serían de imposible deducción para un
equipo humano que, simplemente, jamás podría leer el contenido de toda la
información recopilada. Las implicaciones del “big data” en estos contextos son
inmensas. El espionaje industrial, por ejemplo, podría permitir deducir cuales
son los avances en las líneas de investigación que desarrollan empresas
punteras del mundo del automóvil o las telecomunicaciones, por ejemplo,
secretos que en pocos años se pueden transformar en miles de millones de
ingresos económicos y de posición de poder en los mercados de bienes y
servicios en los que esas empresas se sitúen. Por tanto, el espionaje, aunque
centrado en la diplomacia y el poder, tiene también un trasfondo económico muy
importante que no debemos obviar y que, no tengan dudas, también se habrá
producido.
Aunque esto del big data les pueda sonar a
chiste, es un asunto muy interesante que cada vez demanda más atención e
inversión. Y usted lo puede comprobar día a día en su vida web. Las listas de
reproducción que youtube le ofrece o el resultado de las búsquedas y publicidad
de google, o las sugerencias de compra de Amazon son diferentes para cada
usuario, y eso es porque, en base a la información que suministramos con cada
click, la web elabora menús de ofertas distintas para buscar la máxima
satisfacción posible, en función de todo nuestro historial, que ordenadores
inmensos rastrean y analizan sin descanso. Créanme, el big data, o minería de
datos que dicen algunos, va a ser uno de los temas del futuro cercano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario