viernes, junio 30, 2017

Un premio literario, para CGD

Hace tres días un amigo de Elorrio, CGD, me llamó para ver si le podía hacer un favor. Resulta que se había presentado a un concurso literario de relatos organizado por la fundación para la economía circular y, tras el fallo del jurado, le habían avisado que era uno de los tres galardonados, y que debía acudir a Madrid para asistir a la entrega de premios. Por motivos de trabajo no podía desplazarse hasta aquí, así que me pidió si podía acudir en representación suya, cosa que acepté encantado, aún a sabiendas de que en todo momento estaba suplantando al protagonista y de que, en cierto modo, era el mío un papel de actor.

Tras contactar con la organización del evento e identificarme como el que acudiría a recoger en nombre de CGD, acudí ayer por la tarde al acto de entrega, que se celebró en un pequeño salón de una terraza anexa al Museo Reina Sofía. Fue una celebración sencilla, modesta, en la que participamos poco más de veinte personas, y en la que se entregaron tres premios a tres de los cerca de cien relatos que habían sido enviados para concursar, en lo que la organización calificó como un éxito inesperado. Era la primera vez que esta fundación recurría a la literatura como vía de expresión y publicidad de sus actividades, una forma de divulgar y hacer conocer lo que son sus fines que, en palabras de la coordinadora de la entidad, que suscribo plenamente, es de lo más efectiva. La literatura no sólo es capaz de trasladarnos a otros lugares, épocas y personajes, sino que también posee el poder de explicarnos realidades que nos pueden ser ajenas, vivencias novedosas, y experiencias que, contadas de una manera aséptica serían incapaces de conmovernos. El poder del escritor está en la belleza de su prosa, sí, pero también en el arte que supone suspender la realidad y crear una nueva, a la que llamamos ficción, pero que es tan auténtica para el lector como la silla en la que se sienta mientras lee. A veces una novela explica realidades que decenas de ensayos no logran aclarar, y ese es uno de los muchos misterios del arte literario. En el caso de este concurso, las bases indicaban la necesidad de que los relatos, breves por definición, hicieran referencia de manera explícita en su trama a los aspectos que caracterizan a la economía circular, y eso no es sencillo, porque tiene su mérito lograr un texto que atrape al lector y que a la vez permita explicar algunos aspectos de algo tan técnico y aparentemente frío como es la economía, en cualquiera de sus formas geométricas, valga la gracia. He podido leer el relato de mi amigo pero, por falta de tiempo, apenas he dado un vistazo al resto de participantes, que pueden ustedes ver y descargar en esta web, cosa que les recomiendo. A la hora de recoger los galardones, una de las premiadas estuvo presente en el acto, pero tanto otra chica como yo íbamos de parte de amigos nuestros que no podían acudir, y teníamos una cierta sensación de postizo, de mérito ajeno al que le estábamos robando, de manera injusta, protagonismo. A la hora de sacar unas fotos de los galardonados pensé, por un momento, que esto es lo más parecido que había hecho en mi vida a casarme engañando a mi mujer, porque no era yo el que tenía que estar posando, luciendo frente a los flashes, sino mi amigo. Cuando él reciba las fotos del evento no podrá reconocerse, aunque sepa que, en cierto modo, estaba ahí. No tanto en este caso por el poder de la literatura, pero sí por la imaginación, que a todas partes llega.


En el pequeño cóctel que tuvo lugar tras el acto de entrega, nos comentaron los miembros del jurado que la decisión del orden de los galardones había sido difícil, porque los tres textos tenían tanto valía literaria como acierto a la hora de plasmar el ideario y objetivos de la fundación. Cosas de la vida, me tocó recoger el primero de los premios, dado que antes de la ceremonia los tres galardonados sabían que lo eran, pero no el orden. Leí unas palabras que CGD me había enviado para agradecer la concesión del mérito y el origen de la inspiración de su texto, basado en la contemplación de un pueblo rural abandonado hace ya varias décadas, testimonio de esa España vacía que tan bien describe Sergio del Molino. Y así, con palabras y textos, y alguna vianda en terraza, pasamos los presentes una velada agradable.

jueves, junio 29, 2017

Cuarenta años de elecciones democráticas

Se celebró ayer en el Congreso un acto institucional solemne para conmemorar los cuarenta años de las primeras elecciones de la democracia, el primer hito real de un proceso de salida de la oscura dictadura que, casi durante el mismo periodo de tiempo, rigió los designios del país. Discursos, boato y pompa, como lo merecía la ocasión, con la extraña ausencia de la figura del Rey Juan Carlos I, excusada por una cuestión de protocolo, pero imposible de justificar bajo ningún tipo de argumento. No es un detalle menor, que empaña en parte el acto celebrado y muestra, otra vez, lo cainitas que somos los españoles a la hora de reconocer méritos, haciendo pesar más los errores que los aciertos. Va en nuestros genes.

De un tiempo a esta parte hay una corriente de opinión que critica con dureza el periodo de la transición, que acusa de haber realizado una componenda a los que entonces acordaron olvidar su pasado para encontrar un futuro, y tachan de “régimen” el marco actual de convivencia, a sabiendas de que esa es una palabra contaminada por la dictadura franquista. Es curioso que quienes así se expresan sean en su mayoría personas que no vivieron en la época del dictador, en la que la disidencia se pagaba con la cárcel o la vida, y que ahora, tan demócratas ellos, no sean capaces de acordar nada ni con los que, en teoría, están cerca de su espectro ideológico. Por no mencionar como hace algo más de un año lograron impedir un relevo en el gobierno que, día tras día, denostan como lo peor que el país ha vivido. En fin, opiniones hay para todos los gustos, pero no me verán a mi compartiendo ese punto de vista sino, más bien, rebatiéndolo, y realizando para ello un encendido, y nada disimulado elogio de la transición y del sistema democrático en el que vivimos, algo inaudito en la historia española, caracterizada por tiranías más o menos lesivas para sus ciudadanos, siempre tratados como súbditos, y pequeños espacios de libertad que fueron cerrados a sangre y fuero en tantas ocasiones. La democracia occidental, tal y como la conocemos, es un invento del siglo XX, y más bien de su segunda mitad. La extensión del voto a todos los ciudadanos, independientemente de la renta y el sexo, se logró allá por los años treinta del siglo pasado, pero la Guerra Mundial en Europa supuso un paréntesis en muchos países hasta que, tras el conflicto, volvió la democracia plena. El caso español es muy distinto, ya lo saben, y desgraciado. No estuvimos en las guerras mundiales, porque ya nos matamos con saña en la civil, y luego tuvimos cuatro décadas de aislamiento, oscurantismo y falta de libertades. Que el experimento de la transición, que esa débil planta germinase en el rocoso y árido terreno español era algo por lo que muy pocos apostaban. Pero lo logró. Hoy en día usted, yo y todos los que nos rodean tenemos una vida que es fruto de ese acuerdo llamado transición, y que es mucho mejor que cualquier otra de la que haya podido disfrutar español alguno a lo largo de la historia. La democracia en la que vivimos nos permite ser libres, expresar nuestras opiniones, disentir de las de los demás, criticar al sistema y llevar vidas independientes unos de otros, en las que los gustos y palabras propias se puedan expresar sin miedo a ser coartadas o reprimidos. La situación ahora está mucho más relajada, pero durante unas décadas esto no fue posible, por ejemplo, en el País Vasco, donde el terrorismo emulaba al franquismo y dictaba condenas de muerte por opiniones y conductas que no consideraba válidas. En el fondo ambos fenómenos representaban lo mismo, lo peor de nosotros mismos, la intolerancia que en nuestro fondo anida y que, a veces, por desgracia, logra aflorar.


¿Quiere decir todo esto que debemos ser complacientes y conformistas? No, porque eso es la receta para que toda democracia, su planta, se marchite. Día a día la democracia se mantiene ejerciéndola, opinando, buscando espacios de libertad, siendo vigilantes para frenar a aquellos que tratan de convertir la opinión en delito, denunciando y combatiendo lacras como la corrupción y los delitos de odio, trabajando por la igualdad de derechos y deberes… el jardín democrático requiere cuidados constantes para que las malas hierbas no crezcan y las flores despunten. Ahora ese jardín es nuestro, desde hace mucho no está en manos de quienes lo plantaron y regaron en los años de la transición. Nunca dejemos de cuidarlo y trabajar para mantenerlo.

miércoles, junio 28, 2017

Qué hacer con la gestación subrogada

El tertulianismo carece de límites, su opinión es omnisciente y nada escapa de sus garras. Bien lo describía ayer Rubén Amón en un certero artículo, desde su propia condición de tertuliano, con una aire de cierta admiración y sorpresa ante el tertuliano profesional que de todo opina y, desde luego, sabe, subido a su trinchera ideológica desde la que dispara sin descanso contra la de enfrente, en la que habita un sujeto muy similar a él. El autor de un blog diario, como es mi caso, cae muchas veces en el exceso de opinión, dado que casi todo lo que escribo no dejan de ser opiniones personales, pero trato, cada vez más, de juzgar lo menos posible, entre otras cosas porque crecen los debates en los que no se qué postura tomar.

Y es el de la gestación subrogada, fina manera de denominar a los vientres de alquiler, una de esas controversias en las que miro a todos los lados de la mesa y no se con qué carta quedarme. La propuesta presentada ayer por Ciudadanos en la mesa del Congreso para que se debata este asunto en la cámara es un primer paso para abrir los ojos a una realidad que está ahí, y que carece de ley o soporte que la ampare. No son pocas las personas que han recurrido a esta técnica para tener hijos, bien porque no pueden por motivos médicos o, como en el caso de las parejas homosexuales masculinas, por falta de útero. Y no son pocos los famosos que presumen de hijos que, sabido y público es, se han concebido mediante esta técnica, fuera de España. Ahora mismo esta posibilidad está abierta a aquellos que tiene mucho dinero, siendo por tanto una posibilidad limitada exclusivamente por la renta, no por cuestiones de gusto o necesidad. Los muchos que se oponen a ella utilizan dos argumentos de peso. Uno es el de la explotación de la mujer, el uso de la misma como mero “vientre con patas” para la gestación, como si de una máquina se tratase, sin tener en cuenta las implicaciones médicas y emocionales que genera un embarazo. El otro argumento es que tener hijos no es un derecho como tal, y que si por lo que fuera no resulta posible no es necesario establecer un procedimiento alternativo que, por encima de todo, sólo genere satisfacción a los futuros padres. Partidarios y detractores se enfrentan, desde trincheras ideológicas y morales, que muchas veces cruzan los estereotipos y no pueden ser cribadas con el clásico, maniqueo y absurdo criterio de “izquierda y derecha” con el que los españolitos de a pie tratamos todos los problemas. Hay parejas de todas las ideologías y espectros sociales que han usado vientres de alquiler y, que de tener la renta para ello, no dudarían un instante en recurrir a ella, y opositores a la misma que van desde muchos grupos feministas que son vistos como de izquierda hasta toda la visión católica de la vida, que no suele asociarse precisamente con las corrientes progresistas. Todos tienen argumentos de peso y, además, sentimientos profundos al respecto, deseos insatisfechos que pueden llegar a corroer el alma y la relación de pareja, y visiones de la vida tan opuestas como fundadas. Veo y leo los argumentos y no se con qué carta quedarme, porque todos ellos tienen parte de razón, y llegado el caso unos u otros son los vencedores en función del contexto en el que se ponga el problema. Y esto no hace sino ir a más, porque a medida que la pareja tradicional empieza a perder peso frente a nuevas formas de convivencia, monoparentales incluidas, el uso y demanda de este tipo de técnicas, u otras, no hará sino crecer.


Por ello hay que reconocer a Ciudadanos el mérito de haber sacado este tema del limbo para ponerlo delante de la mesa, y plantear la necesidad de que, de alguna manera, se regule. La propuesta de Rivera y compañía promueve una legalización controlada y no sujeta a contrato económico, de tal manera que no exista un precio por ser madre, más allá de la financiación de los costes asociados al proceso de embarazo. Puede ser un punto de partida, como lo sería cualquier otro, para discutir, para cruzar argumentos y acabar generando un texto que ponga orden y seguridad jurídica a algo que, nos guste o no, sucede en nuestra sociedad. Los dogmatismos que mencionaba al principio no ayudan en los debate, pero cerrar los ojos e ignorarlos tampoco sirve para nada.

martes, junio 27, 2017

Bancos españoles, bancos italianos

El caso del Banco Popular va a colear durante mucho tiempo, especialmente por las demandas interpuestas por los miles de accionistas, arruinados tras su quiebra, pero lo que ocurrió en torno a su liquidación y adjudicación al Santander fue vendido, no sin razón, como el primer éxito del Mecanismo Único de Resolución bancaria, MUR, una estrategia para abordar las crisis de este tipo, conformada por procedimientos e instituciones, que buscan dos objetivos principales. Garantizar la estabilidad del sistema financiero, haciendo frente a liquidaciones bancarias si es necesario, y que éstas no cuesten un euro al erario público, frente a lo que pasó con las entidades de la crisis surgida tras 2008.

La solución al Popular cumple con todos esos principios. Su resolución no ha afectado al conjunto del sistema financiero español, menos al europeo, depositantes y ahorradores no han visto en peligro sus cuentas en ningún momento, los paganos de su gestión han sido los accionistas y bonistas no senior, los que arriesgaron su dinero invirtiendo en la entidad, y el coste para el erario público ha sido de cero euros, dado que la entidad absorbente, el Santander, hará frente a la pérdida esperada del Popular con una ampliación de capital a la que acudirá dinero privado. Todo suena bien. Queda por aclarar, que no es poco, cómo llegó la entidad hasta el precipicio, pero una vez en él lo sucedido parece coherente. Y así estábamos hasta que este fin de semana Italia vuelve a poner sobre la mesa que el MUR es una mesa bastante coja. Dos entidades medianas de aquel país, la Banca Popolare di Vicenza (BPDI) y el Veneto Banca (VB) han sido adjudicadas por el simbólico euro a uno de los grandes bancos italianos, el Intesa San Paolo, en una operación que se parece bastante a la del Popular, si no fuera porque en este caso SÍ se ha producido una ayuda por parte del gobierno italiano, tanto a través de una inyección directa de fondos públicos, 4.800 millones, como por la creación de un sistema de avales de hasta 12.000 millones. Este sistema de resolución bancaria se parece bastante más a un rescate de los antiguos, a una operación “cajas” a la española de hace unos pocos años, e implica dos cosas importantes. Una es que los contribuyentes italianos, sean o no clientes de las entidades involucradas, harán frente a las pérdidas originadas por ellas, como pasó en España con los casos de Bankia, Caixa Catalunya y otras tantas, con la indignación popular que sin duda recuerdan en sus mentes y bolsillos. La otra consecuencia trascendente es que el MUR europeo ha sido arrinconado a las segundas de cambio, si se me permite la expresión, dado que a las primeras fue utilizado en el caso del Popular. Los accionistas y bonistas del Popular, arruinados, observan cómo los accionistas y bonistas de estas dos entidades italianas no van a perder sus inversiones gracias a la inyección de dinero público, y aunque es previsible que sus carteras se deterioren, los italianos tienen margen para vender, operar y, aún en pérdidas, salir de la entidad si así lo desean, cosa que no pasó aquí. Por eso desde el domingo se oyen voces, gritos en algunos casos, que claman al cielo sobre el injusto trato que se le ha dado al banco español y el privilegiado que han recibido los bancos italianos. Bruselas lo niega todo, no le queda otra opción, pero sin duda observa con preocupación que todo el mecanismo del MUR, testado con eficacia en el caso del Popular, puede ser cortocircuitado si los gobiernos nacionales así lo deciden en cada caso. ¿Ha preferido Roma la polémica difusa del rescate colectivo frente a la bronca concentrada en los inversores de las entidades? ¿Alguno de esos inversores era “relevante”? ¿Habría actuado el gobierno italiano de otra manera ante otra entidad? ¿Habría podido Bruselas forzarle a ello?


Si quieren mi opinión, y sin entrar en el tema de fondo sobre lo que ha llevado a las entidades al borde de su quiebra, la aplicación del MUR y la solución “Popular” me parecen la más justa frente a la italiana, sobre todo porque sólo hacen frente a los costes quienes invirtieron en las entidades, lo que se denomina un rescate “bail in”. Creo que un rescate público, lo que se llama un “bail out” sólo es justificable cuando, por la dimensión de la entidad, las consecuencias de su derrumbe puedan ser peligrosas para la economía nacional, y no era ese el caso en ninguna de las tres entidades comentadas. Los accionistas del Popular pueden sentirse agraviados por lo sucedido, quizás con razón, pero como contribuyente, prefiero mi situación a la de los italianos. Parafraseando el clásico final, nada es perfecto.

lunes, junio 26, 2017

Fuego a las puertas de Doñana (para MAA)

Hace una semana me refería al fuego criminal y asesino que mataba y destruía en Portugal y Londres. En aquellos días, ante la catástrofe portuguesa, fueron varias las voces que se alzaron para decir que en España estamos más preparados ante los incendios y que nuestros sistemas de vigilancia, prevención y extinción son de los mejores. No soy experto en la materia, por lo que no opinaré al respecto, pero lo que sí reclamaba cuando hoy estas palabras era prudencia, prudencia porque un incendio, provocado o no, tiene un comportamiento caótico e imprevisible, y si todo se pone en contra no hay medio que sirva para atajarlo.

Siete días después, la tragedia forestal se vive en nuestro país, y a las puertas del Parque de Doñana, uno de los espacios naturales míticos cuya supervivencia siempre se encuentra bajo amenazas de todo tipo. El fuego comenzó en la noche del sábado, mientras yo asistía en Madrid al final de fiesta de las nueve novenas organizado por el CNDM en el Auditorio y aledaños, y si allí los urbanitas contemplábamos fuegos artificiales para despedir el espectáculo musical, en Mazagón y alrededores era fuego de verdad lo que los aterrados vecinos contemplaban desde sus casas, llamas violentas, agitadas por un viento racheado y cambiante que las hace bailar sin orden ni concierto, saltando de copa en copa y extendiéndose en múltiples frentes sin que el trabajo sin descanso de cientos de profesionales y voluntarios sea capaz, por el momento, de perimetrar el fuego y, aún menos, controlarlo. La zona, que no conozco, ofrece por las imágenes un paisaje lleno de pino mediterráneo, de estrecho y resinoso fuste y ancha copa, que arde con facilidad cuando el fuego le alcanza. Parece un paisaje relativamente llano y muy humanizado, por lo que los medios terrestres no tienen muchas dificultades para acceder a los focos del fuego y montar, en su caso, cortafuegos o barreras que traten de páralo. Es el viento el enemigo, el que lo está complicando todo y hace que la lucha sea, por momentos, estéril. Y luego está el miedo de los ciudadanos, miles de personas en una zona de localidades turísticas no pequeñas, y que a estas alturas del año ya a cogen a miles de visitantes, con el atractivo de las playas, dunas y el bosque que ahora arde ante sus ojos. El miedo de muchos residentes, agudizado tras lo visto en Portugal, que se convierte en histeria cuando se anuncia el cierre de carreteras y el consiguiente aislamiento de localidades que, remansos de paz hasta hace unas horas, se convierten en prisiones rodeadas por el fuego. La propia Mazagón o Matalascañas han estado, por algunas horas, bloqueadas, con las entradas y salidas cerradas y todo tráfico suspendido para evitar que suceda cualquier tipo de desgracia. Y hay que reconocer que, de momento, no ha habido heridos ni fallecidos en este desastre, lo cual es muy meritorio, dado como señalo la cantidad de gente que reside en ese entorno y los cientos y cientos de personas que trabajan contra el fuego, en condiciones de una dureza difícil de imaginar, arriesgando sus vidas en cada momento y, en muchos casos, a merced de su pericia y la suerte. Hace una semana eran esos bomberos y otros profesionales los héroes en Portugal. Hoy son otros bomberos, la UME, protección civil, voluntarios, pilotos de aviones y helicópteros, y muchos otros, los héroes a los que debemos apoyar y rendir nuestra más sincera admiración. Es durísimo y muy peligroso el trabajo que están desarrollando, e inmenso el mérito que contraen al llevarlo a cabo.


Frente a esos héroes, los malvados que, probablemente, estén detrás de este y de otros incendios. Es pronto para hablar de las causas, pero se comenta que el término “provocado” circula por muchas bocas en el entorno del desastre. Si es así, me da igual la causa, sea agrícola, inmobiliaria, imprudente, venganza o el argumentario que quieran utilizar. Todo incendio es un desastre, un atentado a la naturaleza, al patrimonio y a la vida de la zona en la que se desarrolla, el más cruel y letal atentado que imaginarse uno pueda. La justicia sigue sin perseguir ni castigar como es debido a los autores e inductores de estos desastres, algunos de los cuales debieran pasarse el resto de sus vidas encerrados, viendo que es ese el largo tiempo que necesita la naturaleza para tratar de regenera las heridas que se le han hecho.

viernes, junio 23, 2017

El enorme error del PSOE con el CETA

No ha supuesto grandes sorpresas la vuelta de Pedro Sánchez al frente del PSOE. Pese a las acusaciones que sobre él lanza Rajoy, lo cierto es que el renacido secretario general es también bastante previsible. Su objetivo es darle la vuelta a todo lo que había, enarbolar el NO a lo que sea por bandera y tratar de recuperar un voto perdido que ha abandonado la rosa socialista por el puño podemita. En su afán por lograr estos objetivos lleva tiempo Sánchez confundiendo al militante con el votante, a los 180.000 que componen su organización con los, al menos, ocho millones de electores que necesita para ganar suficientes escaños en el Congreso, y ese error lleva a otros mucho más graves.

El del CETA es uno de ellos. Estas siglas corresponden al acuerdo de libre comercio firmado entre la Unión Europea y Canadá, fruto de años de negociaciones que, como resultado, dieron un texto enorme, complejo, lleno de cláusulas y condicionantes. Tras el parón, casi agonía, en la que lleva viviendo durante años la Organización Mundial del Comercio, encargada de fortalecer esas relaciones globales y rebajar tasas y aranceles mutuos, la tendencia ha sido la de firmar acuerdos locales, entre naciones y áreas de interés (el transpacífico, el NAFTA, el proyecto de acuerdo trasatlántico, etc). Curiosa y absurdamente, a medida que estos acuerdos han ido progresando y las naciones implicadas en ellos se han beneficiado, han surgido poderosas voces que recelan de los mismos, que utilizan argumentos de todo tipo, pero que en el fondo esconden el miedo a la pérdida de soberanía de las naciones que firman los compromisos, soñando como siempre con una arcadia feliz y próspera, sita en un pasado de riqueza y pleno empleo que, ya les aviso, nunca existió. Tradicionalmente han sido grupos de izquierda los que han encabezado este tipo de protestas, pero desde hace algunos años se han sumado al movimiento partidos de extrema derecha, como el Frente Nacional francés o el UKIP, que hace hoy un año consiguió la victoria del Brexit. La postura de Trump, contraria a estos acuerdos, también es muy conocida, y sólo el hecho de que un sujeto como Trump los deteste supone un argumento de peso para defenderlos. En definitiva, la oposición a esos acuerdos no es tanto ideológica en el sentido clásico de derecha izquierda como en el nuevo eje de globalización sí o no. Como defensor de la globalización, y creyente en la necesidad de establecer unas reglas que permitan que las cosas funcionen, estos acuerdos me parecen la manera más lógica y sensata de establecer un sistema de intercambios global regulado, sujeto a normas, derechos y compensaciones. Las dos alternativas existentes, el caos comercial y el proteccionismo, son graves errores que sólo empobrecen y crean divisiones entre naciones y personas. Es cierto que las cuestiones comerciales son mucho más complejas de lo que parecen, y que para llegar a esos acuerdos cada parte lucha ferozmente en pos de sus intereses y en contra de los de enfrente, pero es lo habitual en toda negociación. El CETA necesitó muchos años de discusiones entre dos áreas, la UE y Canadá, que comparten visión estratégica global, cultura democrática y sentimientos de respeto ante las libertades y los compromisos globales, entre ellos los medioambientales. Aun así costó lo suyo llegar al entendimiento, y ahora ese pacto debe ser ratificado por los países de la UE para que entre en vigor. En España se votará la semana que viene en el Congreso, y a lo largo de esta semana Sánchez ha hecho que el PSOE pase de aprobarlo a negarlo para, finalmente, abstenerse.


¿Es el CETA un acuerdo mejorable? Sí, como todos los acuerdos, dado que no responde a la mejor de las aspiraciones de cada uno de los firmantes. A medida que se ponh¡ga en marcha podrán ir viéndose cosas que pueden mejorarse o que se quedaron cojas, o que se vieron como lógicas y no funcionan de la manera prevista, como pasa en todos los acuerdos de todo tipo, pero la postura del PSOE es un error de bulto, y una visión de la vida, vestida de presunto izquierdismo, que sólo muestra corteza de miras, miedo al futuro y proteccionismo del más rancio. Si esa es la estrategia de Sánchez para recuperar votantes de Podemos, dudo que funcione, pero puede que sea útil para espantar al votante socialista moderado, que es el que le da el gobierno y se lo quita. Así el PSOE no va a ninguna parte.

jueves, junio 22, 2017

Un Tesla a la puerta del trabajo

Ayer por la tarde, cuando salí de la oficina y crucé la calle que separa el trabajo de la boca de metro, me encontré con que uno de los coches que estaba aparcado en batería en el lateral de esa calle era un Tesla, modelo S, berlina negra de gran lujo, un coche eléctrico de alta gama fabricado por la innovadora empresa norteamericana de Elon Musk, y que lucía radiante en medio de otros vehículos. Le saqué algunas fotos con el móvil, y al poco me fijé que un banco cercano estaba sentado un señor que resultó ser el chófer del coche. Estuve hablando un poco con él sobre el vehículo, que le tenía enamorado, y la revolución de movimiento que ahora se vive en nuestras ciudades.

Y es que en Madrid, junto con otras urbes, se está desarrollando un caótico y descontrolado experimento sobre la gestión de la movilidad, que ha empezado hace muy pocos años, y que no va a cesar a medida que la innovación tecnológica domine, y puede que cambie para siempre, el panorama de nuestras calles. Hasta hace apenas unos años tres eran los medios de transportes que uno encontraba en la calle. Privado, público y el taxi, que es una especie de mixto, basado en la explotación privada de una concesión pública. Hoy en día la cosa se ha complicado de una manera bestial. A estos medios se han unido los vehículos de alquiler con conductor, dominados por plataformas como Uber o Cabify, poseedores de licencias de uso VTC o no, que suponen una competencia directa en primer lugar con el taxi, pero también con los otros dos sistemas de transporte. Y también han proliferado los vehículos de alquiler sin conductor, especialmente bicis, coches y motos, estos dos últimos eléctricos. Se gestionan a través de una aplicación móvil y uno paga por el tiempo de uso del vehículo, dejándolo en el punto de destino. Por ahora estos sistemas de alquiler sin conductor sólo funcionan dentro de lo que se denomina la almendra central de la ciudad, el espacio delimitado por la M30, pero los planes para expandirlos más allá están más que maduros. A esto se le debe sumar, tanto por moda como por necesidad y concienciación, el uso de la bicicleta como alternativa de transporte, objeto que, nuevamente, hasta hace pocos años, era un exotismo en una ciudad como Madrid. Poco a poco la instalación de carriles bici y la demanda popular hace que en las calles haya muchos ciclistas que usan los pedales como alternativa de movilidad, y en no pocos casos como herramienta de trabajo, dad la proliferación de repartidores que, trabajando en la zona más céntrica, pululan por todas partes en un fin de semana, de una manera tan constante como llamativa. El disparo de todas estas posibilidades de movilidad ha venido, por una parte, de la mano de la mejora tecnológica en las baterías de los vehículos eléctricos, sí, pero sobre todo la mano que los ha puesto en marcha es la de cada uno de nosotros al pulsar en la pantalla de nuestro Smartphone la aplicación que los llama y activa. Ha sido el móvil y esas aplicaciones las que han revolucionado el panorama de la movilidad, porque los vehículos existían de antes, pero la posibilidad de geolocalizarlos, acceder a ellos y pagar por su uso efectivo es la gran novedad, y todo de la mano sobre la pantalla táctil. Como lección básica de todo esto, lo que les comentaba al principio, la gestión de la movilidad futura no va a estar tan determinada por el tipo de combustible que mueva los vehículos, sino por el software que los controle, de una manera indirecta como hasta ahora, o directa, bien a través de sistemas de conducción autónoma pura o asistencias a la misma, o posibilidades de coordinación de movimientos a través de big data, sistemas de aviso colectivo ante atascos o muchas otras posibilidades que sólo podemos imaginar y que es posible que, en menos de lo que nos imaginamos, se hagan realidad.


Y todo eso será posible, lo que vaya finalmente a suceder, porque la tecnología y el software no dejan de progresar. Por eso les comentaba que estamos ante un experimento caótico e indefinido, en el que actores del pasado como el taxi de toda la vida se abocan ahora mismo a una reconversión debida a unas flotas de vehículos VTC que, quizás, en menos de una década desaparezcan por la implantación del coche autónomo, o no. En todo caso las calles de nuestras ciudades muestran una revolución en marcha comparable a la que se produjo hace casi un siglo con la llegada de los coches. Eso cambió por completo la fisonomía y el diseño de las ciudades. Hoy resulta imposible imaginar el impacto que todo este desarrollo tecnológico pueda tener en nuestras urbes y vidas.

miércoles, junio 21, 2017

Nos acostumbraremos al terror yihadista

La secuencia es constante, pertinaz y acelerada. En la noche del domingo al lunes, un ataque terrorista islamófobo en Londres, con el empleo de un vehículo para atropellar a creyentes que salían de una mezquita. En la tarde del lunes, un frustrado atentado contra una patrulla policial en los Campos Elíseos de París, con el saldo de un muerto, el atacante. Ayer por la noche otra intentona, aparentemente frustrada, esta vez en la estación central de ferrocarril de Bruselas, donde un individuo hizo estallar una maleta bomba, tras lo que fue abatido por patrullas del ejército que vigilan la zona de manera constante. Y hoy, a saber qué.

Al final nos acabaremos acostumbrando a los zarpazos del terrorismo islamista, y eso será bueno. Esta frase que acabo de escribir requiere muchas explicaciones y matices, porque leída así de seguido parece contener un grado de resignación y aceptación que es dañino, y no es ese el sentido que quiero darle. Por acostumbrar no quiero decir aceptar, normalizar, asimilar o cosas por el estilo, sino más bien referirme a una actitud para gestionar este tipo de hecho, actitud que, por desgracia, sabemos muy bien cómo llevar en España. Durante décadas los zarpazos de ETA estaban ahí, a veces de manera explícita, con disparos, bombas y matanzas, pero siempre en el ambiente. ETA era una realidad con la que se convivía. Se mantenía una lucha constante contra ella por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad, y poco a poco la población se fue encarando frente al terror, pero siempre estaba ahí. En cualquier momento podía saltar la noticia, los teletipos de urgente eran asociados, por defecto, a atentados etarras, y en pocas ocasiones ese vínculo resultaba ser erróneo. Pese a ello la sociedad no se detenía, el miedo no nos paralizaba. Madrid, esta ciudad, que sufrió atentados de un salvajismo difícil de imaginar, se mantuvo vivo y en auge mientras que un comando homónimo se paseaba por sus alcantarillas maquinando desgracias y, en algunos casos, ejecutándolas. Pocos son los paralelismos que existen entre el terrorismo yihadista y el etarra, pero uno es el fundamental, la generación de víctimas y, con ello, la manera en la que la sociedad debe gestionar el miedo que provocan. El yihadista va a intentar atacarnos cuándo, cómo y cuánto pueda, disponga de medios para ello o no, y la sociedad debe estar preparada para resistir esos golpes, para mantenerse serena, para no dejarse llevar por la histeria y no responder de la misma manera. Esto último es uno de los deseos más profundos de todo terrorista, y supone una de sus victorias si al final se produce. Responder al terrorismo con terrorismo sólo beneficia a los terroristas, y esta lección también la hemos aprendido, desgraciadamente, en España. Cierto es que frente al terrorismo clásico de objetivos limitados, el actual yihadismo crea una sensación de pánico colectivo que impide actuar muchas veces con serenidad, tanto como individuos como, sobre todo, como sociedad, pero debemos mantener la sangre muy fría. Esta semana se han recordado los treinta años de la matanza de Hipercor, en la que ETA dio una lección práctica a los futuros yihadistas de cómo se puede asesinar en masa y de manera indiscriminada. En medio de declaraciones estúpidas, fruto de un nacionalismo enajenado, las víctimas de Hipercor representaron en su momento el terrorismo aleatorio, indiscriminado, total, generador de ese pánico social que ahora asociamos al yihadismo. No olvidemos, por tanto, que no nos enfrentamos a algo completamente nuevo, aunque así nos lo parezca.


Durante el Blitz, el bombardeo alemán sobre Londres de la primera fase de la IIGM, el gobierno de Churchill creó ese lema “Keep calm and carry on” que ahora se ve versionado en camisetas por todas partes (daría para otro artículo la moderna banalización de estos y otros símbolos) para que la gente siguiera con sus actividades normales y la ciudad no se detuviera. Londres logró no pararse, y eso también contribuyó a su victoria. Ante ese enorme reto los londinenses nos dieron una lección a todo el mundo, nos mostraron un camino, muy difícil, para ganar al terror. Sigamos su ejemplo. No cesan de trabajar quienes nos protegen y persiguen a la amenaza, pero cada uno de nosotros, desde nuestro modesto lugar, mantengamos la calma y venzamos al terrorismo con nuestra actitud diaria.

martes, junio 20, 2017

Fuego que arrasa y mata en UK y Portugal

Es compleja la relación del hombre con el fuego. En las épocas primitivas su descubrimiento le permitió convertirse en dueño y señor del territorio, porque no hay un arma más devastadora que un incendio, ante el que todos los seres vives que pueden, huyen, y los que no, perecen. En las culturas mediterráneas esta relación sigue siendo la base de muchas de sus celebraciones más intensas, quizás porque los incendios en los cálidos veranos son tan habituales como las nieves en los fiordos. Mañana es el solsticio de verano, y el viernes, noche de San Juan, hogueras de todo tipo llenaran los paisajes de muchos pueblos, asociando verano y fuego, en este caso de manera lúdica.

Pero lo habitual es que el fuego vaya asociado a tragedias. En esta convulsa primavera europea, llena de atentados terroristas y sobresaltos, dos incendios muy distintos han causado, cada uno de ellos, decenas de muertos, y sumido en el pesar a los países afectados. En Reino Unido, que no cesa de avanzar de desgracia en desgracia hasta ninguna parte, ha sido una torre de viviendas la que ardió hace una semana, en un barrio periférico de Londres. Aún es pronto para saber las causas del fuego, y más teniendo en cuenta la insoportable parsimonia con la que los británicos tratan estos asuntos. Al menos demuestran que no son racistas, dado que otorgan un trato igualmente inaceptable a nacionales y extranjeros. Se sospecha de un problema eléctrico, un cortocircuito en un frigorífico en una planta baja, la cuarta, como causa de un fuego que ascendió hasta la azotea del bloque, de más de veinte pisos, alimentado por unas estructuras deficientes y una reforma, realizada hace un año, en la que se usaron materiales bonitos pero que arden con sólo mirarlos. El balance de fallecidos se sitúa en estos momentos en 79 muertos, pero es probable que siga subiendo, como la ira de muchos londinenses ante la mala gestión de su gobierno ante este asunto. El otro fuego nos lleva a Portugal, ahí al lado, a un incendio forestal desatado en la tarde del sábado 17, al parecer por una tormenta eléctrica, y que ha causado una de las mayores tragedias en la historia reciente del país vecino. En una zona boscosa, rural, de pequeños pueblos y carreteras envueltas en vegetación, intuyo que muy bellas hasta el momento anterior al del incendio, muchos residentes trataron de huir en sus coches de unas llamas que invadían sus casas y propiedades, pero el fuego se realimentó de una manera demoniaca y les atrapó en esas carreteras, convertidas en crematorios. Las imágenes son desoladoras, propias de una película de catástrofe pos apocalíptica. En ellas se ven los chasis de vehículos completamente quemados, unos hierros vacíos en los que, se supone, las personas huían despavoridas. Nada se intuye en esas imágenes de los ocupantes de los coches, vaporizados sus cuerpos por la violencia de unas llamas que tornaron en tormenta de fuego (un tipo de incendio virulento y devastador) y que devoró sus cuerpos y vidas como si fueran hojas de papel. Más de sesenta son, hasta el momento, las víctimas de esta tragedia, pero quedan aún varias zonas a las que los bomberos, los héroes allí y en Reino Unido, aún no han podido llegar, y vista la magnitud del desastre todo el mundo teme que el balance suba, dado que hay familias desaparecidas y lo cierto es que cuesta imaginar que alguien haya podido sobrevivir a un escenario tan desolado, cruel y despiadado como el que pudo desatarse tras el incendio. No soy capaz de imaginar una pesadilla similar.


A medida que avanza la extinción del fuego, en la que colaboran medios de muchos países, entre ellos España, empiezan a surgir críticas hacia el gobierno portugués por su gestión forestal y de incendios. Algo de verdad habrá en ello, pero cierto es que, con olas de calor como las que estamos viviendo, donde 40 grados pueden considerarse alivio, es imposible que una fuego, provocado o no, adquiera enormes dimensiones. Tiempo habrá para buscar responsabilidades, pero ante esta tragedia lo prioritario ahora mismo es sofocar las llamas que aún siguen devorando montes y propiedades. Y luego, los gobiernos, lusos y británico, deberán investigar y dar explicaciones de lo sucedido.

viernes, junio 16, 2017

Sol, calor, tormentas

Madrid y el calor son como Trump y Twitter, una pareja indisociable y potencialmente muy peligrosa. Cuando uno pasa aquí su primer verano descubre el sentido que adopta el término “calor” en la meseta castellana, agudizado más si cabe por eso de la “jungla de asfalto” que no es verde como la de la metáfora pero si pegajosa e ineludible. La ciudad se recalienta día a día bajo un sol de justicia que sale a unas horas inimaginables y parece no meterse nunca. Por la noche, escasa e inmóvil, los edificios parecieran brillar del calor que irradian y la negrura del cielo se torna pastosa, por la ausencia muchas veces de las más mínima corriente de aire. La dureza de un verano en Madrid es algo que merece la pena experimentar para hablar de ello con conocimiento de causa.

Este año, en el que la primavera se ha mostrado cambiante y brusca, con el anticipo veraniego que tuvimos en la tardía Semana Santa y regresiones posteriores, el verano ha llegado antes de lo oficial. No será hasta el miércoles que viene, 21, a las 6 horas 24 minutos de la mañana cuando empiece de manera astronómica, en el que será el día más largo del año. A partir de ahí decrece, aunque el amanecer más temprano ya tuvo lugar el pasado miércoles. Al termómetro, que es un impaciente, le da igual el calendario y no quiere esperar a nadie, y este mes ha decidido que el verano empezaba unos cuántos días antes. Desde hace una semana estamos en un régimen más o menos continuado de máximas en torno a los 37 grados y mínimas de 24, con una insolación máxima y, la verdad, insuperable. Desde ayer nos encontramos oficialmente en ola de calor, lo que es un poco eufemístico dado lo que han sido los días pasados, ola que durará hasta el domingo, con máximas que tratarán de llegar a los 40, y si no lo logran será por poquísimo, y mínimas estables dentro de esos niveles que, en Elorrio en verano serían de máxima en muchas jornadas. Ayer fue un día meteorológicamente muy intenso en la zona centro, no sólo por ese calor, sino por las tormentas que crecieron con fuerza en zonas del sistema ibérico y central, tormentas cuyos cúmulos se veían perfectamente desde Madrid mirase uno a la dirección que quisiera. Enormes y gigantescas torres nubosas que crecían con un ímpetu desatado buscando los límites de la troposfera y, en algunos casos, alcanzándolos. Esas formaciones nubosas, las más impresionantes que pueden contemplarse, acabaron desatando tormentas muy intensas en zonas como Soria y todo el espacio abarcado entre el sistema ibérico y la serranía de Cuenca y Guadalajara, con miles de rayos, granizos de gran dimensión y chubascos torrenciales, que poco alivian la sequía de esas comarcas, y a buen seguro se llevan algo de la tierra, convertida en polvo tras meses de ausencia de lluvia. A lo largo de la tarde parecía que la formación de nubes tenía un centro, que era Madrid y sus alrededores, en torno al que no llegaba a cuajar tormenta alguna y se mantenía un cielo despejado y recalentado. Mi esperanza de lluvia se empezaba a difuminar en medio de la angustia de vivir en un simulacro de agujero de donuts, rodeado de jugosos chubascos, pero vacío en sí mismo. Pasadas las 21 horas, con las últimas luces de la tarde, el crepúsculo bañó la ciudad y un tono ocre bello lo invadió todo. Y de repente se levantó un vendaval muy violento, que agitó polvo, ramas y basura de una manera tan brusca como llamativa. El aire agitado, cargado de residuos y el crepúsculo originaron en mi barrio, y creo que en toda la ciudad, una imagen que mezclaba belleza, apocalipsis y suciedad casi a partes iguales.

Y cuando todas mis esperanzas de ver llover estaban deshechas, y el suelo crujía tras el vendaval, a las 22 horas empezaron a verse relámpagos en el cielo de Madrid, surgidos de una nube creada más bien de la nada, no se si fruto de la ventolera o de alguna otra incidencia, y tras un cuarto de hora de espectáculo luminoso, empezó a llover. No mucho, ni mucho tiempo, pero con gotas gordas arrastradas por el viento, que cayeron al suelo y fueron recibidas como el suero que mantiene con vida al enfermo, postrado en la cama. Apenas diez minutos de chubasco que manchó los coches y permitió que se asentara la arena, pero que refrescó. Y por un momento, aunque sea fuga, el duro verano dio un respiro, a la espera de que hoy, mañana y otros muchos días su mazo siga golpeando sin cesar a una ciudad en la que, en estos meses, el tiempo es noticia por el calor.


Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo el lunes festivo. “Disfruten” de las temperaturas y mucho cuidado con ellas. Si todo va normal, nos leemos el martes 20.

jueves, junio 15, 2017

Atentado político en EEUU contra congresistas republicanos

Hay un pensamiento que se repite de manera insistente cada vez que es escogido un nuevo presidente en EEUU. “A este se lo cargan” se dice con frecuencia, al menos lo suelo escuchar de voces a mi alrededor de muy distinta ideología y edad. En la época moderna solo ha habido un asesinato, el de Kennedy, que traumatizó hasta tal punto a su generación que se ha convertido en el paradigma del magnicidio. Desde entonces, creo recordar que salvo el atentado que sufrió Ronald Reagan, no ha habido intentos serios conocidos de acabar con el inquilino de la Casa blanca. Y seguro que no ha sido por falta de ganas de muchos intereses, de todo tipo, color y espectro ideológico.

Uno de los mayores problemas de fondo a los que se enfrenta EEUU es su división política. Durante años nos han enseñado, en los medios de comunicación y en los hechos, que el interés general prevalecía y difuminaba las barreras entre demócratas y republicanos, los consensos acababan fraguando y el país avanzaba. Desde hace algunos años esto no es así. La radicalidad se ha extendido por las filas de ambos bandos, hasta niveles que hace tiempo superaron lo insoportable y empiezan a ser lesivos para los intereses del país. El proceso comenzó antes, y con mayor intensidad, en las filas republicanas, quizás por su proximidad a grupos religiosos que tienen por bandera la fe verdadera, siempre que sea la suya. El GOP, siglas de Great Old Party, como es conocido el partido republicano allí, entró en una deriva de libertarios, movimientos como el Tea Party, sectas creacionistas anticientíficas y corrientes de todo tipo que, en gran parte, le han alejado del votante mediano. Ha perdido parte de su relevancia en las grandes poblaciones costeras, pero a cambio se ha fortalecido en el interior, no solo en el llamado “cinturón de la Biblia” que son estados en los que la presencia de congregaciones religiosas es más intensa, sino en zonas industriales devaluadas por la globalización y el avance tecnológico, cosa que supo ver y aprovechar el desnortado Trump. Por su parte los demócratas, muchos de ellos en tierra de nadie, también han visto como el discurso moderado perdía adeptos mientras que posiciones radicales como las defendidas por Bernie Sanders suscitaban un apoyo creciente entre muchos de sus votantes. Sanders no pasaría de moderado en un PSOE, pero para gran parte de los estadounidenses es un peligroso colectivista y un enajenado, un candidato que muy probablemente nunca ganaría unas presidenciales, y que es visto por muchos como un peligro. Este proceso de giro al extremo de los partidos clásicos deja huérfanos a muchos votantes que, desencantados, y a sabiendas de cómo funciona el sistema electoral norteamericano, optan por no votar, y se alejan del proceso de elección, permitiendo que opciones radicales puedan llegar al poder. Recordemos que Trump gano los votos electorales pero perdió en voto popular, pero sólo por tres millones de papeletas sobres las decenas y decenas de millones de las registradas. La desmovilización del votante mediano aupó a Trump en estados decisivos, lo que muestra hasta qué punto la radicalidad es un juego peligroso que, sobre todo, conviene a los extremistas de todas las formaciones políticas, y perjudica a todos los demás, la inmensa mayoría del país. Esto es algo a lo que en España estamos, lamentablemente, demasiado acostumbrados, pero parecía que EEUU era inmune a esta enfermedad. Parece que esa inmunidad ha terminado, lo que será lesivo para los intereses de aquel enorme país.


En este clima de polarización, y a sabiendas de lo fácil que es allí adquirir un arma, se produjo ayer un atentado en Virginia, en una zona muy cercana a Washington, en el que un acérrimo seguidor de Sanders, que no dejaba de despotricar contra Trump en las redes sociales, disparó decenas de balas contra un grupo de congresistas republicanos que estaban jugando al béisbol, dejando varios heridos de diversa consideración. En este caso ha sido un extremista demócrata contra republicanos, podía haber sido al revés, pero da igual. Lo grave es ver cómo la fractura política, que la nefasta presidencia de Trump amplía día a día, hace que sucesos tan desgraciados y condenables como estos puedan ser más factibles. Es hora de que en EEUU se pise el freno a la disputa política, las aguas se serenen y el interés general vuelva a ser el protagonista de los que, en principio, son elegidos como líderes del país.

miércoles, junio 14, 2017

Generaciones enfrentadas. “Millennials” vs “X”

Las redes sociales sirven para muchas cosas, y una de ellas, quizás la más tonta, es para extender hasta el infinito las polémicas y broncas de todo tipo, convirtiendo a veces esas redes en una inmensa charca llena de mosquitos chapoteantes de la que uno desea huir sin pensárselo dos veces. Es una pena, pero resulta más habitual de lo que parece. Mi actitud ante estos temas se parece bastante a la que aplico en la realidad. Rehúyo la bronca, la eludo, no participo y, si puedo, no la sigo. A veces es imposible no enterarse de ella y pensar en una postura al respecto, pero no la expongo ni interactúo, por no verme envuelto en una trifulca en la que, pase lo que pase, soy débil y acabaré perdiendo.

La última batalla se ha dado al respecto del este artículo sobre los millenials publicado en El País. Se considera que la generación “millennial” son los nacidos entre 1981 y 1997, por lo que en este año 2017 se estima que están en la franja de edad de los 20 a los 35 años. El artículo, que plantea una reflexión de fondo bastante interesante, se ceba demasiado en un argumento que todos hemos escuchado alguna vez y que, a partir de cierta edad, empleamos como propio, y es la escasa capacidad de la generación que nos sigue, lo poco preparados que están lo más jóvenes y el destino ruinoso del mundo que será inevitable cuando caiga en sus manos. Ya Cicerón estaba preocupado de la decadencia romana cuando observaba el comportamiento de sus jóvenes, por lo que se puede decir que es este un argumento universal, basado en la falacia de que no hay nada mejor que uno mismo ni la generación que uno encarna. En tiempos como estos de cambios de alta velocidad y sentido confuso, esa sensación se acrecienta aún más si cabe. Parece que los años estables del pasado fueron una arcadia ante el caos que vivimos ahora, que el dominio tecnológico que nos rodea es una perturbación de la naturaleza humanan y sus virtudes, y que ese añorado pasado que uno encarna, y que vivió en persona, era el punto ideal. No nos engañemos, esa sensación es errónea. Mi padre usaba idénticos argumentos, expresados de una manera bastante más burda, eso sí, para calificar como inútiles a todos los que eran más jóvenes que él, “porque no sabíamos hacer nada ni nada sabíamos de la vida”. ¿Tenía razón? En parte sí, pero en gran parte no. El mundo que conoció en su juventud sólo existía en fotos tomadas en aquella época, y creo que gran parte de su crítica exponía sobre todo su sorpresa ante cómo afrontar un mundo que no acababa de entender. A los que somos de la generación llamada X, la antecesora de los “millennials”, nacidos entre 1965 y 1980, y que ahora tenemos entre los 35 y 50 años, nos encanta rememorar lo que hacíamos en, por ejemplo, EGB, y como ahora nuestra franja de edad es la que empieza a ser la poseedora de las rentas e ingresos más altos de la sociedad, nuestros gustos imponen modas comerciales. Dentro de quince años es muy probable que se viva un proceso de añoranza de la “grandiosa ESO” que era lo mejor de lo mejor, no como eso que hay ahora (a saber lo que habrá entonces) y desde luego mucho más avanzada que esa carca de la EGB, que ya pocos recordarán, como ahora no se habla mucho del PREU, salvo entre los jubilados que lo tuvieron que realizar en sus tiempos. Y así hasta el infinito. Como en la película de Woody Allen “Midnight in Paris” cada generación añora un pasado mítico que no lo fue, y que en su momento se veía como decadente respecto a un pasado anterior que, ese sí, era genial. Este tipo de engaños mentales sólo conducen a la melancolía.


No se cuál será el destino de los “millennial”, ni del mundo que les tocará gestionar, igual que no se ni cuál es mi propio destino ni lo que hacer en gran parte con mi vida. Creo que la formación que posee esa nueva generación es inferior a la nuestra, pero que se van a enfrentar a retos distintos, propios, y que tendrán que superar como puedan. En ella se esconden miles de individuos con característica, sueños, limitaciones y posibilidades muy distintas. Cometerán errores viejos y otros nuevos, solucionarán problemas viejos y crearan nuevos, como lo han hecho todas las generaciones habidas, y no dejarán de oír en todo momento la crítica de las generaciones mayores. Ya les tocará a ellos mirar mal y criticar con saña a los nacidos a partir del año 2000, que eso seguro que serán mucho mucho peores….

martes, junio 13, 2017

La moción espectáculo de Pablo Iglesias

Con la que se desarrollará hoy, a partir de las nueve de la mañana en el Congreso, serán tres las mociones de censura celebradas en nuestra democracia, todas ellas de idéntico resultado, su rechazo y permanencia del gobierno que se pretendía derribar, pero de distinto alcance y significado. En 1980 fue el PSOE de Felipe González el que trató de derribar a un gobierno de UCD que empezaba a mostrarse de muchas maneras, pero ninguna unida. En 1987Antonio Hernández Mancha encabezó una moción del PP contra un gobierno del PSOE en el apogeo de su poder. La primera moción fue muy útil para los socialistas, la segunda nefasta para los populares.

¿A cuál se parecerá la de hoy de Podemos? Buscan desde luego acercarse a la primera, pero corren serio riesgo de acabar como la segunda. El dominio y sentido del espectáculo de Iglesias y su corte es innegable, pero tras un buen rato de fuegos artificiales el público empieza a cansarse, y Podemos hace tiempo que no deja ver nada más que operaciones de marketing, algunas de ellas brillantes, todas impactantes, pero tan llamativas como vacías. El liderazgo absolutista que encarna Iglesias en su formación, muy a tono con los postulados leninistas que tanto adora y que fueron marca de la casa de los regímenes soviéticos, ha impedido cualquier tipo de propuesta que se salga de los cauces establecidos por el líder y su camarilla, lo que le ha encerrado en una visión de la sociedad cada vez más sectaria y errada. Frente a los problemas de la sociedad española, de su economía y vida, que son muy grandes, Iglesias no ha propuesto en estos tiempos nada más que grito, ira y encono, y así es como es visto por la mayor parte de la sociedad. Ha logrado convertir su movimiento transversal en un claro frente de ultraizquierda, y su valoración personal es la más negativa de entre todos los líderes políticos, y vean el mercado que hay para escoger. Por ello, con este movimiento de moción de censura, busca Iglesias adquirir ante la sociedad española la imagen de presidenciable, la de alguien que puede encarnar el cargo y asumirlo con responsabilidad, sosiego y propuestas de cambio. Que al final del debate ese carácter institucional de Iglesias haya aumentado o no es el principal de los aspectos que deberemos analizar de lo que hoy suceda en el Congreso, más allá de la bronca y las anécdotas, que a buen seguro serán numerosas. Por de pronto, los votos de apoyo que va a recibir la moción son, en cierta manera, abrazos envenenados para el electorado. Compromis, la rama valenciana, finalmente se suma, cosa que era previsible, pero contar con el respaldo de Bildu y ERC es, como mínimo, salir de viaje con compañeros incómodos. La presión del independentismo catalán, de esos oprimidos encarnados por el millonario Guardiola, será uno de los argumentos de debate que hoy aparecerá en todo momento en el Congreso, y el partido de Rufián, que usa la palabra democracia todo el tiempo, pese a no ser capaz de emplearla, es visto por el electorado moderado como un grupo de exaltados que amenazan con la sedición de parte del país. El discurso de “la mayoría social” a la que tanto apelan Iglesias y los suyos nada tiene que ver con el delirio independentista de una parte de los catalanes o las propuestas económicas nacidas de un radicalismo extremo que sólo conducirían a la ruina. Iglesias, que no es tonto, lo sabe, pero atrapado entre el dogmatismo de su discurso y la necesidad de ganar elecciones para no convertirse en irrelevante debe escoger. Hoy es uno de esos días en los que se enfrenta a ese dilema.


Enfrente, un gobierno del PP que vende estabilidad como solución a todos los males, que ha sido el más votado entre todos los partidos por la falta de alternativas que estos ofrecen y la incertidumbre que provocan, y que muestra flancos muy fáciles para ser atacado, como son sus corruptelas, su dejadez y la nula ilusión que produce en la sociedad. Elegido como mal menor, es muy probable que Rajoy actúe en la moción para, a su estilo, castigar a Iglesias delante de todo el hemiciclo, sabiendo que Podemos está en una fase descendente según marcan las encuestas y que, probablemente, la ventana de oportunidad de la que disfrutó Iglesias se ha cerrado. Pero más allá del artificio muto no espero mucha cosa de la sesión de hoy, un nuevo espectáculo de la mano de Podemos Productions. Mucha algarabía para nada

lunes, junio 12, 2017

Éxito de los youtubers en la feria del libro

En un fin de semana de calor sofocante, más propio del final de julio que de mediados de junio, ha concluido una nueva edición de la feria del libro de Madrid, concurrida como siempre, abarrotada por momentos, en la que eran tantos los libros que se vendían como los helados y refrescos que trataban de apaciguar las ardientes gargantas de los allí congregados. Dicen las crónicas que las ventas han subido un 8% respecto al año anterior y que la facturación ha estado muy cerca de los 9 millones de euros, de los que un pequeño pedazo corresponde a lo que me he dejado en las casetas, que como siempre ha sido mucho, más de lo que esperaba, demasiado para mi economía y el ya angosto espacio de mi piso, que en breve dirá que no puede albergar más ejemplares.

Uno pasea por la feria uy siempre asiste a una estampa similar, en la que autores que apenas reciben visitas para estampar su firma comparten caseta con otros, poseedores de colas enormes que emulan a las copas de los pinos y plataneros que bordean el recinto ferial. Ya el año pasado pude apreciar un fenómeno interesante, que este se ha consolidado por completo, y es el éxito abrumador de los youtubers, esos personajes que poseen un canal en la plataforma de vídeo y enganchan a miles, millones de seguidores. Poseen un perfil de lo más variopinto y la temática de los canales es variada hasta el infinito, pero los reyes de ese negocio son los que han conseguido que hordas de adolescentes les sigan y se conviertan en el público más fiel y entregado posible. Las editoriales lo descubrieron hace ya un par de años, cuando sacaron el libro de “El Rubius” un auténtico fenómeno global con decenas de millones de seguidores. Si sólo un uno por mil de ellos se compra el libro en cuestión, la tirada es un negocio espectacular, en un país como el nuestro en el que ventas del entorno de 5.000 ejemplares se pueden considerar exitosas. Este año no había momento en el que uno paseara por la feria y, al menos, un par de casetas, estuvieran ocupadas por estos personajes, algunos de ellos chicas, en su mayoría chicos adolescentes, de estilo moderno, pinta impostada, sonrisa perpetua y larga, a veces muy muy larga, cola de seguidores, en su mayoría femeninas, que esperaban como auténticas fanáticas el momento en el que su ídolo les firmaba un ejemplar de la obra y se podían hacer una foto con él. Reconozco que prácticamente no conozco a ninguno de estos personajes, y que tengo muchas dudas de lo que realmente contienen los libros que han escrito. En muchos casos son poco más que recopilatorios de imágenes con mucha foto, en otros, cuando el youtuber se dedica al dibujo, son un cómic temático o algo por el estilo, y la firma se convierte en un proceso de dibujar al fan algo que le llegue y guste, cosa que se consigue casi sin esfuerzo. Hace unos meses, más por curiosidad que por otra cosa, me pasé una tarde dando vueltas por youtube visitando algunos de los canales de estos personajes, y lo cierto es que llegué a la sensación de que debo ser de otra generación muy distinta, porque no me gustó ninguno de ellos. Me parecieron vídeos estridentes, bastante simplones, que abusan de una especie de humor absurdo y bruto al que no le veía gracia alguna y que, en su conjunto, sólo me generaban un dolor de cabeza más o menos intenso. Pero lo cierto es que para todo hay público, y el que a mi no me guste no quiere decir demasiado. Desde luego las editoriales han encontrado un filón con este tipo de personajes y la publicación de esos libros se ha convertido, no lo duden, en uno de los mayores negocios editoriales de la actualidad, que ayuda mucho a cuadrar las cuentas en épocas difíciles para el negocio de los libros y que, también, permite que un público, en principio ajeno al mundo del libro, lo acoja como objeto de gusto, disfrute y placer. No es poco.


Hay polémica con todo lo anterior, y voces que critican que las editoriales se plieguen ante este mercado que nada tiene que ver con la cultura, y sí con el negocio. Comparto el espíritu de esas críticas, pero soy pragmático. Una editorial es, ante todo, un negocio que debe dar beneficios para poder seguir existiendo, y quizás sea editando a los youtubers como la casa consigue recursos para poder editar libros literarios o ensayos que, no nos engañemos, se venden menos y, en muchos casos, apenas cubren costes. Los unos financian a los otros, y todos los públicos consiguen estar satisfechos. No me parece un mal acuerdo, así que bien venidos los youtubers y sus colas adolescentes al Retiro.

viernes, junio 09, 2017

May pierde en Junio

Convocó Theresa May hace unas semanas, de manera anticipada, elecciones en el Reino Unido, con un motivo oficial y otro oficioso. El oficial era reforzar la mayoría absoluta de la que disfrutaba el partido conservador para obtener así un aval adicional en la negociación del Brexit frente a las autoridades de Bruselas. El oficioso es que ni ella ni su gobierno habían ganado las anteriores elecciones, eran el reemplazo de un desnortado Cameron, arrasado por la suicida idea del referéndum del Brexit. Buscaba más legitimarse a sí misma que al proyecto conservador, metido como casi todos los proyectos políticos de hoy en día en un lío monumental. Cuando convocó las encuestas le anticipaban una clarísima mayoría absoluta.

A esta hora de la mañana del viernes 9 continúa el escrutinio en Reino Unido, mostrando una vez más que algunas cosas que en la ineficiente España se hacen en un par de horas se pueden prolongar muchas muchas más en la moderna y avanzada (y pérfida) Albión. Supongo que May estará dándose cabezazos contra la mesita en la que deposita sus pastas de te, dado el resultado obtenido. Los conservadores pierden la mayoría absoluta de la que disfrutaban, y de momento alcanzan los 311 escaños sobre los 650 que componen la cámara de Westminster. Los laboristas, encabezados por un Corbyn que no ha logrado salir de su discurso más propio de los años setenta que de esta época en la que vivimos, recogen parte del descontento popular y suben mucho, hasta los 260 escaños, pero pierden las elecciones que, en un principio, vieron como un calvario para, a medida que avanzaba la campaña, convertirse en oportunidad de gobierno. El resto de partidos bajan, salvo los liberales, peo su ascenso de ocho a doce escaños refleja cuál es su posición en el electorado británico. También desciende, y mucho, el SNP, el partido nacionalista escocés, que pierde 19 escaños y pasa a tener 35, en lo que puede interpretarse como un voto de castigo del electorado después del Brexit y la no concreción del referéndum o, más probablemente, un hartazgo del discurso nacionalista, que resulta cansino en todas partes. Bajan, y muchísimo, los votos que ha recibido el UKIP, el partido ultranacionalista que logró un sí en el conjunto del país en el referéndum del Brexit, pasando del 12,6% de los sufragios a apenas un 2%, en lo que puede considerarse una buena noticia. Al parecer los conservadores han logrado que gran parte de ese voto ultra que les había abandonado vuelva al partido de toda la vida, con lo que la bajada en escaños de May se ve compensada por el ascenso en voto porcentual que experimenta su partido, que pasa del 36,9% al 43%. El sistema electoral británico, mayoritario puro en cada una de las 650 circunscripciones que escogen candidato, tiende a crear parlamentos estables y poco fragmentados, y los resultados que estamos viendo nos vuelven a poner sobre la mesa un escenario bipartidista, tras un periodo de ascenso de formaciones ajenas a los dos grandes, tanto racionales como ilógicas, pero sin mayoría estable que permita un gobierno sólido. No conozco bien a alguno de los pequeños partidos que han logrado representación, que pueden ser decisivos, como los liberales, para llegar a acuerdos de gobierno, pero esa sensación de falta de mayoría se traducirá en indeterminación, necesidad de pactos y un Parlamento con mucho más peso en la vida diaria, a la vez que más complejo de gestionar. Se habla ya del “hung parlament” o Parlamento colgado, haciendo referencia a la falta clara de tendencia de gobierno que arrojan a esta hora los resultados.


De cara a la negociación del Brexit, la ausencia de mayoría clara debilita notablemente la posición de Reino Unido. Si hubiera salido exitosa de su envite y logrado revalidar una mayoría absoluta, May podría exhibir una posición de fuerza negociadora que nos hubiera hecho más daño al resto de europeos (y desde luego, aunque ella no fuera consciente, a los propios británicos). Este resultado complica el panorama negociador y le añade, si cabe, aún más incertidumbre. El futuro de la propia May está algo en el aire, después del chasco que han supuesto estos resultados frente a sus aspiraciones. Ha ganado, sí, pero en el fondo ha perdido. ¿Seguirá? ¿renunciará? Su futuro se ha complicado mucho más de lo que esperaba.

jueves, junio 08, 2017

Un héroe con monopatín (para Ignacio Echevarría)

Cada vez que sucede un hecho similar me hago la misma pregunta, en privado, que hoy comparto con ustedes en público. ¿Sería capaz de hacer yo algo así? ¿me atrevería? ¿me comportaría como un héroe? Tenemos grabado en nuestra conciencia el actuar a favor de los demás, el ser generosos, el entregarnos, el ayudar. Pero, ante una prueba suprema, ¿vencería el miedo o la generosidad? ¿Sería capaz de enfrentarme a los terroristas para defender a alguien o saldría corriendo para salvar mi vida, sin que me importara otra cosa? La corrección política y la obligación moral me obligan a contestar que haría lo primero, y es lo que me gustaría que sucediera, pero lo cierto es que no puedo emitir respuesta alguna. No se lo que haría.

Ignacio Echevarría nos ha dejado su respuesta particular ante este dilema, y ese ha sido su último legado en la vida. En el momento en el que se encuentra con los terroristas de frente, cuando estos atacan a una víctima, tiene el monopatín en la mano, su bici cerca, la acera del puente de Londres y los carriles preparados para servirle de huida, y toda una vida por delante en una carrera profesional de primer nivel en una de las capitales del mundo. Y su instinto y razonamiento se ponen de acuerdo para, en instantes, optar por un camino. No huye. Contraataca. Usa el monopatín, con el que hace poco ha debido estar haciendo piruetas y divirtiéndose con algunos amigos, y lo emplea como arma defensiva para tratar de socorrer a la mujer que es agredida. En una fracción de segundo la vida de Ignacio ha cambiado por completo, y ha pasado de ser un proceso de paso del tiempo con altibajos, como la de cualquiera de nosotros, a un punto en el que se bifurca para siempre, pase lo que pase, y hará que ya nada sea igual. Ante un reto supremo su elección es la de ayudar, la de arriesgarse él para proteger a otros, la de combatir en defensa del débil. No lo sabe, quizás en esos instantes no piense en nada, simplemente actúe, pero su acto le va a costar la vida. Quizás si su razón hubiera hecho los cálculos precisos le hubiera dicho que saliera corriendo de allí como alma que lleva el diablo, pero la razón no tiene tiempo para pensar cuando el sentimiento decide actuar con toda la fuerza posible. En un caso que es un puro ejemplo de los que pone Khaneman en sus textos, el pensamiento rápido de su sentidos le impele a actuar mucho antes de que el pensamiento de su razón entienda si quiera lo que está pasando. No se cómo fue la escena del enfrentamiento, quizás no haya manera de saberlo nunca, pero no importa. Lo único seguro es que es rápida, violenta y mortal. En apenas una fracción de tiempo se suceden forcejeos, golpes y cuchilladas, y el resultado es Ignacio, tendido sobre la acera del puente que lleva el nombre de la inmensa ciudad en la que reside, herido, gravemente herido, probablemente sólo, quizás consciente, y con la cabeza empezando a darse cuenta de que algo muy serio ha pasado. Un torrente de imágenes agolpándose sobre él, escenas violentas que poco a poco empieza a situar segundos antes de llegar a la posición tendida que ahora ocupa sobre la acera que le sirvió para llegar al punto en el que su vida se bifurcó. Probablemente empieza a sentir el dolor de las heridas, la sensación de un líquido caliente y viscoso que sale de ellas, sangre que ensucia sus ropas y empieza a salpicar esa maldita acera. Y es entonces cuando el miedo empieza a apoderarse de él, cuando nota que su situación es grave, peligrosa. Y quizás sea entonces el momento en el que aprecie lo que ha hecho, y se empiece a preguntar cómo ha sido capaz de actuar de esa manera.


Oí decir una vez que un héroe es aquel que siente el miedo un par de minutos más tarde que todos los demás, y ese el margen de tiempo que tiene para actuar en defensa de otros. Todos los fines de semana se estrenan películas de los llamados superhéroes, que poseen poderes especiales e indumentarias muy particulares. Ignacio, como otros muchos que en situaciones similares actuaron en defensa de los demás, llevaba ropa convencional, de calle, y su poder estaba en su instinto, no en un material o fuerza sobrenatural. Y durante un par de minutos actuó como uno de esos personajes de película que tanto aplaudimos y que, al salir de la sala, olvidamos. El ejemplo de heroísmo de Ignacio no debiéramos olvidarlo nunca. Es lo último que nos ha dejado en vida, es el acto supremo que corona su existencia. DEP.

miércoles, junio 07, 2017

Bronca entre los golfos de El Golfo Pérsico

En medio de la desastrosa gestión británica de los atentados del sábado noche en Londres, y la inmisericorde actitud con los familiares de las personas desaparecidas tras el ataque (el español Ignacio Echevarría y otro par de extranjeros, franceses creo recordar) la noticia sorpresa de la semana ha sido el boicot que Arabia Saudí y sus satélites han impuesto a Qatar, monarquía teocrática que rige uno de los estados del Golfo Pérsico, cuya principal distinción con el reino saudí es la de la dimensión del país y la cuantía de la arena sobre la que se asienta la dictadura de ambas naciones. Como mínimo, estamos ante un mayúsculo ejercicio de hipocresía.

La orden de los saudíes, secundada rápidamente por Bahrein, EAU, Egipto, y a la que se han unido posteriormente otras naciones musulmanas, árabes o no, parte de las acusaciones contra el régimen de Qatar de ser una de las fuentes de financiación del terrorismo yihadista. Por ello, los saudíes y el resto de naciones han decretado la ruptura de relaciones diplomáticas, el decreto de expulsión, en dos semanas, de los residentes qataríes que se encuentren en los países acusadores y un bloqueo comercial en toda regla que, creo, incluye la prohibición de operar a las líneas aéreas del emirato, que son muy famosas en España por patrocinar a un equipo de fútbol. El impacto inicial de esta andanada ha sido serio, con caídas de la bolsa de Qatar de un 8%, poca cosa si lo comparamos con el Popular, pero mucho si uno tiene allí sus ahorros, y una cierta sensación de pánico y desabastecimiento en la población del reino afectado, porque estos países del Golfo lo importan todo, empezando por la comida. ¿Por qué digo que esto es un enorme ejercicio de hipocresía? Porque tiene su gracia (ninguna, la verdad) que sea Arabia Saudí, la mayor de las dictaduras de la zona, la encargada de exportar a todo el mundo musulmán el wahabismo, esa versión rigorista y fanática de la religión que tan bien se adapta a objetivos terroristas, que sea el reino de los Saud, el mayor financiador global de causas extremistas en el mundo, el que encabece una revuelta contra uno de sus países vecinos que, la verdad, practica las mismas y nefastas políticas, solo que a escala. Me da en la nariz que lo único que hay en este conflicto es un juego de poder regional, y el deseo de los Saud de atar el corto a un emirato, Qatar, que empezaba a disputarle la competencia por el poder económico regional. En una época de precios del petróleo a la baja, Qatar ha sido de los primeros países de la zona que ha visto, y logrado en parte, desarrollar una economía diversificada, con alternativas al crudo. Su nombre se asocia a eventos deportivos (compraron el mundial de 2022) y culturales, y su aerolínea es de las más competitivas del mundo. Dada la dimensión del país su nombre es mucho más relevante de lo que le corresponde, y eso quizás haya alarmado a los saudíes, que se enfrentan a la necesidad de esa misma diversificación, y lo que menos pueden consentir es tener un competidor a las puertas de casa. Sumen a eso la necesidad de Riad de convertirse en el líder mundial del islam suní frente al odiado chiismo iraní y tendrán otro motivo para que los Saud actúen como gallitos en lo que creen que es su corral. Y para dar más argumentos, el inefable Trump. En la visita de hace un par de semanas al reino, Trump firmó alucinantes contratos de venta de armamentos con unos importes tan apabullantes como el calor que se vive en las infinitas arenas de la península arábiga (y este fin de semana en España). Sale ahora Trump todo orgulloso de este acto de hostigamiento a Qatar, y dice que es por influencia suya…. ¿Se negaron los qataríes a participar en acuerdos comerciales con Trump y ahora lo pagan con el boicot? No lo descarten.


Y sobre el tema aducido para la medida, la financiación terrorista, me moriría de risa si no fuera porque estamos ante un tema tan trágico y serio. No hay pruebas concluyentes, y si las hubiera no se darían a conocer, porque hay que llenar el depósito del coche todos los días, pero la colaboración de todas las monarquías teocráticas del Golfo con movimientos como Al Queda o DAESH es algo más que un extendido rumor global. Y al frente de todas ellas está Arabia Saudí. Nunca olvidemos hasta qué punto todos esos países no son otra cosa que enormes y crueles dictaduras, regímenes familiares que someten a sus ciudadanos a estilos de vida semifeudales, que sobreviven gracias a que los coches en todo el mundo se mueven con petróleo, y que el del Golfo es el más barato, sencillo y accesible de los existentes. Ese, sólo ese, es su poder y garantía de existencia futura.

martes, junio 06, 2017

El derrumbe del Banco Popular

Tres días seguidos lleva el Banco Popular cayendo en bolsa a un ritmo del 18% cada jornada, bajadas demoniacas que están convirtiendo el valor de la acción en algo muy parecido a la nada. Su cotización al cierre de ayer, 0,338 céntimos, suena tan ridícula como angustiosa es la situación de uno de los bancos más importantes, singulares, históricos y especiales de los que hay, me resisto a escribir aún “ha habido”, en España. El banco se desangra a ojos de todos y con sus accionistas particulares viendo desaparecer su valor a una velocidad que es la del pánico, lo que en bolsa se llama capitulación, ante un futuro sombrío que, cada día que pasa, parece ser un 18% peor que el anterior.

Si en el caso de las cajas de ahorros vimos que se cumplía la regla particular de que poner al frente de las mismas a políticos incompetentes era garantía casi segura de desastre, en el del Popular se llega a la regla general de que poner incompetentes al frente de las entidades acaba por arruinarlas, sea cual sea la denominación de la empresa y el origen del citado incapaz. El Popular siempre ha sido un banco mediano, sito en tierra de nadie, que ha sonado como pareja para todas las fusiones y adquisiciones que a lo largo de las décadas de los ochenta y noventa fueron conformando los tres grandes grupos financieros españoles: Santander, BBVA y La Caixa. Gestionado por Luis Valls Taberner y un equipo directivo muy influenciado por el Opus, fue durante muchos años el banco más rentable del mundo, ofreciendo unos ratios y números asombrosos, basados en una política de negocio seria, discreta y, hasta cierto punto, aburrida, que es como debiera ser la gestión bancaria. El Popular huyó de las guerras de activos y pasivos, casi huyó de los depósitos y de los clientes particulares, y centró su red de oficinas en las PYMES y en la financiación de negocios, haciendo que otras operativas clásicas como los citados depósitos o las hipotecas fueran, sino marginales, desde luego mucho menos importantes que en otras entidades. A medida que a principios de la década prodigiosa de 2000 los pisos empezaban a burbujear y a los demás bancos les va de cine, en el Popular se produce el relevo sucesorio. En 2004 el mítico Luis Valls Taberner (ya fallecido, se libra de contemplar el desahucio que vive su criatura) se retira y cede el cargo a Ángel Ron, ejecutivo joven, que contempla con envidia cómo los ratios de beneficio del resto de la banca crecen a velocidades de dos dígitos mientras que los del Popular siguen siendo bueno, pero ni mucho menos comparables, y decide embarcar a la entidad en la aventura inmobiliaria, en busca de El Dorado. Empieza a financiar crédito promotor e hipotecario en los momentos en los que los valores son los más altos y alejados de la realidad, y la cartera de “ladrillo” crece en la entidad gran velocidad y a precios muy inflados. En apenas tres años, ahora vendrán diez, quiebra Lehman Brothers y empieza el desastre anunciado que todos ya conocemos. El sector financiero español comienza su pesadilla y las cajas, saturadas de ladrillos, la mayor parte de ellas muy mal gestionadas, e incapaces por su estructura de acrecentar su capital, son devoradas por el fuego de la crisis. Los grandes bancos (los tres citados) resisten porque poseen exposición internacional que les permite sobrevivir al desastre patrio, pero las entidades medianas que viven del mercado nacional, sobre todo el Popular, empiezan a pasarlo muy mal. Desde entonces la entidad comienza a dar síntomas de alarma, que son combatidos con la peor de las políticas: la ocultación. Se niegan los problemas, se dice que todo acabará saliendo bien y cada cierto tiempo se realizan ampliaciones de capital, que no hacen más que atrapar a nuevos inversores en lo que empieza a tener el aspecto de un fatídico agujero negro.


A principios de este 2017, tras conseguir una indemnización y pensión descomunal por sus buenas acciones, Ángel Ron deja la presidencia del Popualr y coge su relevo Emilio Saracho, del que no tengo referencias, y sospecho que al entrar en la casa se encuentra con una verdad tan amarga como inmanejable. Y desde entonces, en estos pocos meses, todo son rumores sobre venta, resolución, absorción o achatarramiento de un banco que lo fue todo entre algunos de los muy poderosos de este país y que hoy, como toro lanceado, se desangra a la vista de todos. La posible actuación del BCE, con el que hoy se reúne Saracho, puede ser uno de los último salvavidas al que se arroje la entidad para sobrevivir, pero la pérdida para accionistas y demás inversores de la entidad parece, ya, irreversible y casi total. Una triste historia.

lunes, junio 05, 2017

Londres, bajo un nuevo Blitz

Asombra casi más que asusta la cadencia con la que se están produciendo los atentados en Reino Unido a lo largo no ya de este año, sino de los últimos meses. Tres en menos de tres meses, los dos últimos, Manchester y Londres, en menos de dos semanas, con un balance de víctimas creciente y de conmoción disparada. El nerviosismo cunde entre la población de las islas en medio de una tormenta política creciente, en vísperas de una elecciones mucho más inciertas de lo que era de esperar, y con la sensación de que ya se está gestando el siguiente golpe terrorista. Como en la época del Blitz alemán, lo único seguro tras cada estallido es que vendrá otro después.

El atentado del sábado noche en Londres es muy similar al que se produjo en Marzo, en otro de los puentes de la ciudad, tanto por su diseño como por la nula necesidad de inversión, cobertura o apoyo externo. En este sentido son muy distintos al de Manchester, donde la bomba que portaba el suicida altera por completo el análisis de la acción y todo lo que se relaciona con ella. Los atacantes del London Bridge eran tres, el de Westminster uno, pero la táctica es la misma. Atropello masivo en una zona concurrida para causar muertes y el pánico generalizado y, tras ello, uso de armas blancas para herir o matar a la mayor cantidad de personas antes de que la policía abata a los terroristas. Es una acción suicida, porque el asesino sabe que el policía le va a matar, ya que de lo contrario no cesará en su acción criminal, aunque en este caso la inmolación (término mal empleado en este contexto terrorista) no sea tan directa como la ejecutada en Manchester, más clásica si así se quiere ver. La zona atacada está muy concurrida durante cualquier momento del año, es un cruce de vías muy importante en el tráfico ferroviario londinense y aloja un gran complejo de ocio y restauración, el mercado de Borough, que pude conocer la última vez que visité la capital británica, en el que se suceden los puestos de comida, bebida y diversión, en una ambiente distendido y, la verdad, con una cierto aire de calle de bares hispánica. En ese lugar cualquier tipo de acto terrorista genera un enorme impacto, tanto en lo que hace a víctimas como a efecto de terror, porque siempre son miles las personas que allí se encuentran. Es un lugar de lo más propicio para atacar si uno quiere hacer daño y, sobre todo, extender la sensación de miedo entre la población. El mensaje parece claro; allí donde os divertís, allí atacaremos, y es algo que une a los atentados de Manchester y el de este fin de semana, la persecución del ocio y la diversión. Y que, por cierto, los emparenta con la salvajada parisina de noviembre de 2015, donde fueron cafés, bistrots y la sala de fiestas Bataclán los lugares escogidos para actuar. No se ha dado todavía un atentado de los malnacidos de DAESH en redes de transporte, museos o algo por el estilo, y es curioso. Esa obsesión contra el ocio, quizás porque lo vean como lo más impuro que los impuros occidentales somos capaces de hacer, provoca que sentarse en una terraza a tomar una copa se convierta en un acto arriesgado y, a la vez, en una manera de rebelarse contra el terrorismo, en una forma de poner pie en pared ante el fanatismo islamista y de no darles la razón. Tiempos absurdos y complejos estos en los que pasar la noche del sábado con amigos tomando algo se convierte en una actividad de riesgo y, a la vez, de compromiso con la libertad frente al fanatismo. Esto cada vez es más incomprensible y aterrador.


Y todo esto, como antes comentaba, a tres días de las elecciones, que se celebran extrañamente en un jueves (los británicos son así) y que parecían un paseo militar para los conservadores cuando May las convocó y que, si las encuestas van bien orientadas, presentan un resultado mucho más disputado entre Torys y laboristas. Ayer todos los partidos, salvo los ultranacionalistas de UKIP, suspendieron la campaña, pero los mensajes de condolencia enviados por May y Corbyn tenían un intenso y nada disimulado componente de mitin electoral. ¿Influirán algo estos atentados en el resultado electoral? ¿buscan, de paso, generar algún efecto de este tipo? No lo se, ni está claro que podamos determinarlo una vez que se cierren las urnas y cuenten los votos. Lo importante ahora es tratar de impedir el siguiente atentado que, me temo, ya se estará planificando.

viernes, junio 02, 2017

Trump y los taxistas, contra el avance tecnológico

La semana empezó con una huelga de taxistas en Madrid y Barcelona que amenazaba colapsar las ciudades y termina con el anuncio de Trump de la retirada de EEUU del acuerdo de cambio climático de París. No fue el anuncio de ayer una gran sorpresa conociendo al personaje y su corta mira, pero no por ello deja de ser triste. Pero lo más curioso de todo es que ambos hechos, la huelga y la comparecencia de ayer en los jardines de la Casa blanca, tienen un punto en común, que es la resistencia de amplios sectores sociales y económicos al progreso, no en el sentido político del mismo, sino en el tecnológico. Son luditas de manual.

La huelga de taxis sirvió para que Uber y Cabify consiguieran aún más ingresos, pero es que la llegada del coche autónomo dentro de pocos años, échenle cuatro o cinco, significará el ocaso del conductor humano en todas sus variantes, y con ello el más que probable final del taxi y de las licencias VTC y todo lo que rodea a ese sector. En su comparecencia de ayer Trump se dirigió a los votantes de los estados deprimidos, los que dependieron en su día del carbón y las acerías, y que hoy languidecen. En el mismo EEUU estoy casi seguro de que en estos días hay ya más gente trabajando en el sector de las energías renovables que en el de la minería del carbón, y que ese es un proceso imparable. El fracking ha supuesto una revolución en la producción de crudo, ha conseguido que los precios encuentren un techo poco más allá de los 50$, dinamitando a la OPEP, y ha otorgado a EEUU independencia energética, pero a medida que las baterías de los coches sean más eficientes el consumo de petróleo para automoción, su principal y más absurdo mercado, irá decayendo, primero en los países desarrollados y luego en el resto del mundo. Por ello la lucha contra las emisiones de CO2, además de un compromiso político por el bienestar del planeta (lo admito, hay un buenismo absurdo y bastante hipócrita en todas esas expresiones) es una manera de afrontar la revolución tecnológica que se viene encima, y que va a empezar a afectar muy de lleno al sector del transporte y la movilidad. Las empresas norteamericanas saben perfectamente que no pueden quedarse al margen de ese cambio, y que deben invertir mucho dinero para, en una primera fase, optimizar al máximo sus motores, antes de que cambien de sistema y se conviertan todos en híbridos o directamente eléctricos. Y si no lo hacen a tiempo se verán desbancadas en el mercado por aquellas que sí lo hagan. Por eso el compromiso de París tiene, sobre todo, a mi entender, una profunda carga económica, como guía de hacia dónde van a tener que tirar muchas industrias. La decisión de Trump lesiona, sobre todo, los intereses de los propios EEUU, y ayer no eran pocos los mensajes de CEOs empresariales estadounidenses que lamentaban ese anuncio no por su “amor al planeta” sino por el coste que va a suponer de cara a sus inversiones. Sueña Trump, y los taxistas, en un mundo pasado, quizás el de los setenta u ochenta, en el que los sectores industriales clásicos aún reinaban en occidente, pero esa arcadia feliz a la que pretenden volver se fue para siempre, se transformó por completo. Hoy el empleo de las minas y del petróleo depende mucho más de la inventiva de una empresa como Tesla que de las decisiones de cualquier gobierno, y si los consumidores optan por vehículos eficientes y limpios nada podrá hacer administración alguna al respecto. Por eso ambos movimientos, y muchos otros que veremos a medida que la tecnología copa procesos y puestos de trabajo, son como las torsiones, los ruidos que emite una estructura cuando empieza a ser forzada, cuando se sobrecarga, cuando se usa para algo para lo que no está diseñada. Y se requiere actualizar antes de que se rompa.

Otro aspecto, importante, pero más sibilino, es el daño, inmenso, que cada paso y decisión de Trump hacen de la imagen de EEUU en el mundo, y las consecuencias políticas y económicas que eso genera. EEUU ha conseguido crear un imperio que suscita suspicacias, recelos y rechazos en todo el mundo, pero ese mismo mundo viste, come, consume, vive  y aspira a ser como los norteamericanos, en un fenómeno que me recuerda al ansia antigua por acceder a la ciudadanía romana. Ese poder blando de EEUU es, curioso, su principal fortaleza. Si Trump no hace más que herirle e infringirle daños puede ser el principal de los enemigos a los que ese gran país se ha enfrentado en muchísimas décadas. Y eso las empresas americanas lo saben perfectamente y, cada vez, lo temen más. La Casa Blanca cada vez se parece más a Isengard en manos de un Saruman desquiciado.