miércoles, junio 28, 2017

Qué hacer con la gestación subrogada

El tertulianismo carece de límites, su opinión es omnisciente y nada escapa de sus garras. Bien lo describía ayer Rubén Amón en un certero artículo, desde su propia condición de tertuliano, con una aire de cierta admiración y sorpresa ante el tertuliano profesional que de todo opina y, desde luego, sabe, subido a su trinchera ideológica desde la que dispara sin descanso contra la de enfrente, en la que habita un sujeto muy similar a él. El autor de un blog diario, como es mi caso, cae muchas veces en el exceso de opinión, dado que casi todo lo que escribo no dejan de ser opiniones personales, pero trato, cada vez más, de juzgar lo menos posible, entre otras cosas porque crecen los debates en los que no se qué postura tomar.

Y es el de la gestación subrogada, fina manera de denominar a los vientres de alquiler, una de esas controversias en las que miro a todos los lados de la mesa y no se con qué carta quedarme. La propuesta presentada ayer por Ciudadanos en la mesa del Congreso para que se debata este asunto en la cámara es un primer paso para abrir los ojos a una realidad que está ahí, y que carece de ley o soporte que la ampare. No son pocas las personas que han recurrido a esta técnica para tener hijos, bien porque no pueden por motivos médicos o, como en el caso de las parejas homosexuales masculinas, por falta de útero. Y no son pocos los famosos que presumen de hijos que, sabido y público es, se han concebido mediante esta técnica, fuera de España. Ahora mismo esta posibilidad está abierta a aquellos que tiene mucho dinero, siendo por tanto una posibilidad limitada exclusivamente por la renta, no por cuestiones de gusto o necesidad. Los muchos que se oponen a ella utilizan dos argumentos de peso. Uno es el de la explotación de la mujer, el uso de la misma como mero “vientre con patas” para la gestación, como si de una máquina se tratase, sin tener en cuenta las implicaciones médicas y emocionales que genera un embarazo. El otro argumento es que tener hijos no es un derecho como tal, y que si por lo que fuera no resulta posible no es necesario establecer un procedimiento alternativo que, por encima de todo, sólo genere satisfacción a los futuros padres. Partidarios y detractores se enfrentan, desde trincheras ideológicas y morales, que muchas veces cruzan los estereotipos y no pueden ser cribadas con el clásico, maniqueo y absurdo criterio de “izquierda y derecha” con el que los españolitos de a pie tratamos todos los problemas. Hay parejas de todas las ideologías y espectros sociales que han usado vientres de alquiler y, que de tener la renta para ello, no dudarían un instante en recurrir a ella, y opositores a la misma que van desde muchos grupos feministas que son vistos como de izquierda hasta toda la visión católica de la vida, que no suele asociarse precisamente con las corrientes progresistas. Todos tienen argumentos de peso y, además, sentimientos profundos al respecto, deseos insatisfechos que pueden llegar a corroer el alma y la relación de pareja, y visiones de la vida tan opuestas como fundadas. Veo y leo los argumentos y no se con qué carta quedarme, porque todos ellos tienen parte de razón, y llegado el caso unos u otros son los vencedores en función del contexto en el que se ponga el problema. Y esto no hace sino ir a más, porque a medida que la pareja tradicional empieza a perder peso frente a nuevas formas de convivencia, monoparentales incluidas, el uso y demanda de este tipo de técnicas, u otras, no hará sino crecer.


Por ello hay que reconocer a Ciudadanos el mérito de haber sacado este tema del limbo para ponerlo delante de la mesa, y plantear la necesidad de que, de alguna manera, se regule. La propuesta de Rivera y compañía promueve una legalización controlada y no sujeta a contrato económico, de tal manera que no exista un precio por ser madre, más allá de la financiación de los costes asociados al proceso de embarazo. Puede ser un punto de partida, como lo sería cualquier otro, para discutir, para cruzar argumentos y acabar generando un texto que ponga orden y seguridad jurídica a algo que, nos guste o no, sucede en nuestra sociedad. Los dogmatismos que mencionaba al principio no ayudan en los debate, pero cerrar los ojos e ignorarlos tampoco sirve para nada.

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