Asombra casi más que asusta la
cadencia con la que se están produciendo los atentados en Reino Unido a lo
largo no ya de este año, sino de los últimos meses. Tres en menos de tres
meses, los dos últimos, Manchester y Londres, en menos de dos semanas, con un
balance de víctimas creciente y de conmoción disparada. El nerviosismo cunde
entre la población de las islas en medio de una tormenta política creciente, en
vísperas de una elecciones mucho más inciertas de lo que era de esperar, y con
la sensación de que ya se está gestando el siguiente golpe terrorista. Como en
la época del Blitz alemán, lo único seguro tras cada estallido es que vendrá
otro después.
El
atentado del sábado noche en Londres es muy similar al que se produjo en
Marzo, en otro de los puentes de la ciudad, tanto por su diseño como por la
nula necesidad de inversión, cobertura o apoyo externo. En este sentido son muy
distintos al de Manchester, donde la bomba que portaba el suicida altera por
completo el análisis de la acción y todo lo que se relaciona con ella. Los
atacantes del London Bridge eran tres, el de Westminster uno, pero la táctica
es la misma. Atropello masivo en una zona concurrida para causar muertes y el
pánico generalizado y, tras ello, uso de armas blancas para herir o matar a la
mayor cantidad de personas antes de que la policía abata a los terroristas. Es
una acción suicida, porque el asesino sabe que el policía le va a matar, ya que
de lo contrario no cesará en su acción criminal, aunque en este caso la
inmolación (término mal empleado en este contexto terrorista) no sea tan
directa como la ejecutada en Manchester, más clásica si así se quiere ver. La
zona atacada está muy concurrida durante cualquier momento del año, es un cruce
de vías muy importante en el tráfico ferroviario londinense y aloja un gran
complejo de ocio y restauración, el mercado de Borough, que pude conocer la
última vez que visité la capital británica, en el que se suceden los puestos de
comida, bebida y diversión, en una ambiente distendido y, la verdad, con una
cierto aire de calle de bares hispánica. En ese lugar cualquier tipo de acto terrorista
genera un enorme impacto, tanto en lo que hace a víctimas como a efecto de
terror, porque siempre son miles las personas que allí se encuentran. Es un lugar
de lo más propicio para atacar si uno quiere hacer daño y, sobre todo, extender
la sensación de miedo entre la población. El mensaje parece claro; allí donde
os divertís, allí atacaremos, y es algo que une a los atentados de Manchester y
el de este fin de semana, la persecución del ocio y la diversión. Y que, por
cierto, los emparenta con la salvajada parisina de noviembre de 2015, donde
fueron cafés, bistrots y la sala de fiestas Bataclán los lugares escogidos para
actuar. No se ha dado todavía un atentado de los malnacidos de DAESH en redes
de transporte, museos o algo por el estilo, y es curioso. Esa obsesión contra
el ocio, quizás porque lo vean como lo más impuro que los impuros occidentales
somos capaces de hacer, provoca que sentarse en una terraza a tomar una copa se
convierta en un acto arriesgado y, a la vez, en una manera de rebelarse contra
el terrorismo, en una forma de poner pie en pared ante el fanatismo islamista y
de no darles la razón. Tiempos absurdos y complejos estos en los que pasar la
noche del sábado con amigos tomando algo se convierte en una actividad de
riesgo y, a la vez, de compromiso con la libertad frente al fanatismo. Esto
cada vez es más incomprensible y aterrador.
Y todo esto, como antes
comentaba, a tres días de las elecciones, que se celebran extrañamente en un
jueves (los británicos son así) y que parecían un paseo militar para los
conservadores cuando May las convocó y que, si las encuestas van bien
orientadas, presentan un resultado mucho más disputado entre Torys y laboristas.
Ayer todos los partidos, salvo los ultranacionalistas de UKIP, suspendieron la
campaña, pero los mensajes de condolencia enviados por May y Corbyn tenían un
intenso y nada disimulado componente de mitin electoral. ¿Influirán algo estos
atentados en el resultado electoral? ¿buscan, de paso, generar algún efecto de
este tipo? No lo se, ni está claro que podamos determinarlo una vez que se
cierren las urnas y cuenten los votos. Lo importante ahora es tratar de impedir
el siguiente atentado que, me temo, ya se estará planificando.
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