viernes, junio 23, 2017

El enorme error del PSOE con el CETA

No ha supuesto grandes sorpresas la vuelta de Pedro Sánchez al frente del PSOE. Pese a las acusaciones que sobre él lanza Rajoy, lo cierto es que el renacido secretario general es también bastante previsible. Su objetivo es darle la vuelta a todo lo que había, enarbolar el NO a lo que sea por bandera y tratar de recuperar un voto perdido que ha abandonado la rosa socialista por el puño podemita. En su afán por lograr estos objetivos lleva tiempo Sánchez confundiendo al militante con el votante, a los 180.000 que componen su organización con los, al menos, ocho millones de electores que necesita para ganar suficientes escaños en el Congreso, y ese error lleva a otros mucho más graves.

El del CETA es uno de ellos. Estas siglas corresponden al acuerdo de libre comercio firmado entre la Unión Europea y Canadá, fruto de años de negociaciones que, como resultado, dieron un texto enorme, complejo, lleno de cláusulas y condicionantes. Tras el parón, casi agonía, en la que lleva viviendo durante años la Organización Mundial del Comercio, encargada de fortalecer esas relaciones globales y rebajar tasas y aranceles mutuos, la tendencia ha sido la de firmar acuerdos locales, entre naciones y áreas de interés (el transpacífico, el NAFTA, el proyecto de acuerdo trasatlántico, etc). Curiosa y absurdamente, a medida que estos acuerdos han ido progresando y las naciones implicadas en ellos se han beneficiado, han surgido poderosas voces que recelan de los mismos, que utilizan argumentos de todo tipo, pero que en el fondo esconden el miedo a la pérdida de soberanía de las naciones que firman los compromisos, soñando como siempre con una arcadia feliz y próspera, sita en un pasado de riqueza y pleno empleo que, ya les aviso, nunca existió. Tradicionalmente han sido grupos de izquierda los que han encabezado este tipo de protestas, pero desde hace algunos años se han sumado al movimiento partidos de extrema derecha, como el Frente Nacional francés o el UKIP, que hace hoy un año consiguió la victoria del Brexit. La postura de Trump, contraria a estos acuerdos, también es muy conocida, y sólo el hecho de que un sujeto como Trump los deteste supone un argumento de peso para defenderlos. En definitiva, la oposición a esos acuerdos no es tanto ideológica en el sentido clásico de derecha izquierda como en el nuevo eje de globalización sí o no. Como defensor de la globalización, y creyente en la necesidad de establecer unas reglas que permitan que las cosas funcionen, estos acuerdos me parecen la manera más lógica y sensata de establecer un sistema de intercambios global regulado, sujeto a normas, derechos y compensaciones. Las dos alternativas existentes, el caos comercial y el proteccionismo, son graves errores que sólo empobrecen y crean divisiones entre naciones y personas. Es cierto que las cuestiones comerciales son mucho más complejas de lo que parecen, y que para llegar a esos acuerdos cada parte lucha ferozmente en pos de sus intereses y en contra de los de enfrente, pero es lo habitual en toda negociación. El CETA necesitó muchos años de discusiones entre dos áreas, la UE y Canadá, que comparten visión estratégica global, cultura democrática y sentimientos de respeto ante las libertades y los compromisos globales, entre ellos los medioambientales. Aun así costó lo suyo llegar al entendimiento, y ahora ese pacto debe ser ratificado por los países de la UE para que entre en vigor. En España se votará la semana que viene en el Congreso, y a lo largo de esta semana Sánchez ha hecho que el PSOE pase de aprobarlo a negarlo para, finalmente, abstenerse.


¿Es el CETA un acuerdo mejorable? Sí, como todos los acuerdos, dado que no responde a la mejor de las aspiraciones de cada uno de los firmantes. A medida que se ponh¡ga en marcha podrán ir viéndose cosas que pueden mejorarse o que se quedaron cojas, o que se vieron como lógicas y no funcionan de la manera prevista, como pasa en todos los acuerdos de todo tipo, pero la postura del PSOE es un error de bulto, y una visión de la vida, vestida de presunto izquierdismo, que sólo muestra corteza de miras, miedo al futuro y proteccionismo del más rancio. Si esa es la estrategia de Sánchez para recuperar votantes de Podemos, dudo que funcione, pero puede que sea útil para espantar al votante socialista moderado, que es el que le da el gobierno y se lo quita. Así el PSOE no va a ninguna parte.

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